jueves, 29 de abril de 2010

LUNES DE LA CUARTA SEMANA DE PASCUA: Jesús, el Buen Pastor, continúa guiándonos, abriendo nuestro corazón a la verdad, como hizo con Pedro y los primeros.


La cultura de gente distinta puede crear divisiones y problemas. En la
Iglesia primitiva, algunos de mentalidad limitada, querían imponer a
los demás sus propias costumbres. Acusan a Pedro de ser traidor a su
patria por el hecho de ir donde los romanos. Los Hechos nos dicen que
"los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea supieron que
también los paganos habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro
llegó a Jerusalén, los partidarios de la circuncisión le echaron en
cara: «¿Por qué has entrado en casa de hombres incircuncisos y has
comido con ellos?»". El asunto es grave.
"Entonces Pedro comenzó a explicarles por orden, diciendo: «Estaba yo
en la ciudad de Jafa orando, cuando tuve en éxtasis una visión: un
objeto descendía a modo de un gran lienzo, colgado por las cuatro
puntas desde el cielo, y llegó hasta mí. Yo lo miré fijamente, lo
examiné y ví cuadrúpedos, bestias, reptiles y aves. Oí también una voz
que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Pero yo dije: De ninguna
manera, Señor; porque nada profano o impuro ha entrado jamás en mi
boca. Pero la voz del cielo dijo por segunda vez: Lo que Dios ha
purificado, tú no lo llames impuro. Esto se repitió por tres veces, y
todo fue arrebatado de nuevo al cielo". Hoy, todavía, los judíos
tienen prohibidos muy estrictamente ciertos alimentos, que según la
tradición de Moisés, eran considerados impuros. Lo que se le pide a
Pedro es que supere su propia tradición, y sobre todo que no la
imponga a los que no son de su raza. Apertura de espíritu.
Universalismo. Unidad que respeta las diversidades. Pluralismo.
Comunión profunda en lo esencial, dejando a cada uno su libertad en lo
secundario (Noel Quesson).
"Entonces mismo se presentaron en la casa donde yo estaba tres
hombres que me habían enviado desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que
fuera con ellos sin dudar. Estos seis hermanos vinieron también
conmigo y entramos en la casa del hombre en cuestión, el cual nos
contó que se le había aparecido un ángel y que le había dicho: Manda a
Jafa a llamar a Simón Pedro, el cual, con sus palabras, te traerá la
salvación a ti y a tu familia. Y al comenzar yo a hablar, descendió el
Espíritu Santo sobre ellos, como al principio sobre nosotros. Recordé
estas palabras del Señor: Juan bautizó en agua, pero vosotros seréis
bautizados en el Espíritu Santo. Pues si Dios les ha dado a ellos el
mismo don que a nosotros por haber creído en el Señor Jesucristo,
¿cómo podía yo oponerme a Dios?». Al oír esto callaron y glorificaron
a Dios, diciendo: «Así que también a los paganos Dios ha concedido el
arrepentimiento para alcanzar la vida»" (11,1-18): Todo pueblo, todo
cultura, toda raza, todo medio ambiente... podrá entrar en la Iglesia
y en la Fe, sin renegar de sus propias riquezas, con sólo suprimir de
sus mentalidades lo que, en ellas, es pecado. Una sola condición para
ello: no querer imponer a los demás su propia cultura... Ayúdame,
Señor, a no encerrarme en el particularismo... La intervención
milagrosa de Dios hizo que Pedro, a pesar de todo el peso de su pasado
y de su ambiente, se resolviera por fin a entrar en casa de los
gentiles y comer con ellos. «Una oración...». «Una visión del
cielo...». Es el Espíritu de Dios que empuja a la misión. ¡Dios ama a
los gentiles!
Hoy vemos una apertura de la Iglesia a los gentiles: su misteriosa
visión en Jope, la visión del mismo Cornelio y el llamado «Pentecostés
de los gentiles». El resultado, muy positivo, fue que todos se
sosegaron y glorificaron a Dios. Con eso protagonizaba Pedro, el
primero de los apóstoles, una opción misionera, trascendental y
aleccionadora en la vida de la Iglesia. Daba a la vez acogida a un
nuevo signo de los tiempos y mantenía una cohesión dinámica y
peregrinante de la comunidad cristiana. Juan XXIII, que convocó y dio
la orientación básica al Concilio del aggiornamento eclesial, fue
también una opción profética en estos tiempos modernos (F. Casal).
También hoy hay puntos de vista distintos en los que abrirse a los
demás, dentro de la Iglesia: apertura más sincera a los laicos, al
puesto de la mujer en la Iglesia, a las culturas y lenguas de los
varios países, a la forma de ser de los distintos pueblos y
culturas... ¿somos víctimas de las ataduras que podamos tener, por
formación o pereza mental?, ¿o seguimos teniendo discriminaciones
contrarias al amor universal de Dios y a la voluntad ecuménica de su
Espíritu?, ¿sabemos dialogar?

"Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo". Jesús, buen pastor, nos
lleva a aguas deliciosas. Jesús, buen pastor, sigue guiándonos desde
su gloria: «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos ya no
muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre Él. Aleluya» (ant. de
entrada); le pedimos que donde Él está vayamos también nosotros: «Oh
Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la
Humanidad caída; concede a tus fieles la verdadera alegría, para que
quienes han sido librados de la esclavitud del pecado alcancen la
felicidad eterna». Con el Salmo 41 cantamos y subrayamos nuestro
carácter de peregrinos gozosos por caminar hacia el que es Luz, Verdad
y Vida: «Como busca la sierva corriente de agua, así mi alma te busca
a Ti, Dios mío. Mi alma tiene sed del Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo
entraré a ver el rostro de Dios? Envía tu luz y tu verdad: que ellas
me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. Que yo
me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias
al son de la cítara, Dios, Dios mío». Ponemos en relación estas
palabras con los silbidos del buen pastor, en palabras de San Agustín:
«Aunque camine en medio de la sombra de la muerte; aun cuando camine
en medio de esta vida, la cual es sombra de muerte no temeré los
males, porque Tú, oh Señor, habitas en mi corazón por la fe, y ahora
estás conmigo a fin de que, después de morir, también yo esté contigo.
Tu vara y tu cayado me consolaron; tu doctrina, como vara que guía el
rebaño de ovejas y como cayado que conduce a los hijos mayores que
pasan de la vida animal a la espiritual, más bien me consoló que me
afligió, porque te acordaste de mí».
Jesús de puertas y apriscos. Para comprenderlo, conviene conocer las
costumbres de los pastores de oriente; por la noche varios pastores se
entienden entre sí para agrupar sus rebaños en un solo redil, vigilado
por un solo portero. Los ladrones sólo pueden entrar saltando las
empalizadas. Contrariamente, de madrugada los pastores retornan al
redil y el portero les abre sin vacilación y pueden llamar a sus
ovejas y llevarlas a los pastos.
«Un día Jesús dijo a los fariseos: Os aseguro que el que no entra por
la puerta en el redil de las ovejas, sino saltando por otra parte, es
un ladrón y un salteador. Pero el que entra por la puerta es el pastor
de las ovejas. El guarda le abre la puerta y las ovejas reconocen su
voz; él llama a sus ovejas por sus nombres y las saca fuera". -"Llama
a cada una por su nombre..." Jesús me conoce, por mi nombre, en el
detalle. ¿No debo yo imitar a Jesús y desarrollar a mi alrededor toda
una red de lazos de amistad..., luchar contra el "anonimato"?
"Anónimo" = "lo que no tiene nombre, que no se le puede llamar por su
nombre"
-"Las hace salir..." hasta los verdes pastos. Jesús nos conduce hacia
la felicidad, hacia la verdadera expansión, hacia los verdaderos
alimentos.
"Y cuando ha sacado todas sus ovejas, va delante de ellas", -"Va
delante de ellas..." Toda mi vida humana y cristiana no es otra cosa:
tratar de seguir a Jesús, hacer todo como Él, imitarle. En este
momento preciso de mi vida, ¿qué aspecto de la vida de Jesús debo
seguir?
"…y las ovejas lo siguen porque conocen su voz". -"Las ovejas conocen
su voz..." Esto es también una característica esencial de la vida
cristiana: escuchar la voz... meditar con amor la palabra... de Jesús.
Hacer oración. Pasar un poco de tiempo sin hacer otra cosa que
escuchar a Jesús.
"Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no
conocen la voz de los extraños». Jesús les puso esta semejanza, pero
ellos no entendieron qué quería decir. Por eso Jesús se lo explicó
así: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que
vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, pero las ovejas no
les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se salvará;
entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar,
matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan
abundante" (Jn 10,1-10). Fuera de Él, la humanidad está encerrada en
sí misma: ninguna ideología, ninguna teoría, ninguna religión nos
libera de la fatalidad de "no ser más que hombre, y por lo tanto, de
morir". Pero Jesús nos saca de nuestra impotencia y nos introduce en
el dominio divino... un "espacio infinito, eterno se abre a nosotros,
por esta Puerta". El que por mí entrare, se salvará y hallará pasto...
Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia... (Noel
Quesson).
Escuchar la voz del Señor, el buen pastor: la intimidad con Cristo, la
oración, no consiste en grandes discursos o reflexiones espirituales.
Es más bien hacer silencio en lo íntimo del alma. Recoger el alma
dentro de sí... Escuchar la voz del Señor. He aquí la mejor parte.
Aquel tesoro escondido por el cual bien valdría la pena sacrificar
todos los halagos y vanidades del mundo. Pero para alcanzar este
tesoro es preciso aprender a huir de todas las voces que no sean las
del Buen Pastor. Saber escapar, como un ladrón, de la frivolidad de la
imaginación, de la disipación de los sentidos, de la irreflexión y la
charlatanería. Amar el silencio y la soledad como el precioso
santuario de nuestra unión con Dios, el lugar de la paz y la serenidad
del alma y del encuentro profundo con nosotros mismos. Ya en una
ocasión, durante la Transfiguración, la voz del Padre desde la
luminosa nube nos decía: "Este es mi Hijo Amado, en quien me
complazco. Escuchadle". Ahora es Cristo mismo, nuestro pastor, quien
nos invita a sentarnos junto a sus pies, con la docilidad y
mansedumbre de un cordero y escuchar su palabra.
El contexto de Jesús Puerta es también eucarístico, pues la mesa de la
Eucaristía es donde mejor nos conformamos a Él; Tomás de Aquino
escribe: «es evidente que el título de "pastor" conviene a Cristo, ya
que de la misma manera que un pastor conduce el rebaño al pasto, así
también Cristo restaura a los fieles con un alimento espiritual: su
propio cuerpo y su propia sangre». Todo comenzó con la Encarnación, y
Jesús lo cumplió a lo largo de su vida, llevándolo a término con su
muerte redentora y su resurrección: "Después de resucitado, confió
este pastoreo a Pedro, a los Apóstoles y a la Iglesia hasta el fin del
tiempo. A través de los pastores, Cristo da su Palabra, reparte su
gracia en los sacramentos y conduce al rebaño hacia el Reino: Él mismo
se entrega como alimento en el sacramento de la Eucaristía, imparte la
Palabra de Dios y su Magisterio, y guía con solicitud a su Pueblo.
Jesús ha procurado para su Iglesia pastores según su corazón, es
decir, hombres que, impersonándolo por el sacramento del Orden, donen
su vida por sus ovejas, con caridad pastoral, con humilde espíritu de
servicio, con clemencia, paciencia y fortaleza" (Josep Vall).

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