jueves, 29 de abril de 2010

Domingo 4º de Pascua, C. Este cuarto domingo está centrado en una de las imágenes más entrañables del evangelio: Jesús, el buen pastor. Una vez concluido el ciclo de las apariciones, vamos contemplando al Señor en algunos aspectos. La semana pasada,


En plena expansión de la Iglesia, durante el primer viaje misional de
Pablo, es el momento de la total apertura de la predicación hacia el
mundo no judío. En Antioquía de Pisidia invitan a Pablo a que hable:
"Pablo y Bernabé desde Perge siguieron hasta Antioquia de Pisidia; el
sábado entraron en la sinagoga y tomaron asiento. Muchos judíos y
prosélitos practicantes se fueron con Pablo y Bernabé, que siguieron
hablando con ellos, exhortándolos a ser fieles a la gracia de Dios".
Le piden a Pablo que hable sobre el mismo tema el sábado siguiente.
Pablo toma en ese momento una importante decisión: en vez de
encerrarse entre los judíos, durante la semana, va con preferencia a
los "temerosos de Dios", a los que conquista por su total ausencia de
racismo. Ellos, a su vez, atraen a mucha gente a la reunión del sábado
siguiente; ahí se juntan paganos que nunca se habían comprometido con
los judíos.
"El sábado siguiente, casi toda la ciudad acudió a oír la palabra de
Dios. Al ver el gentío, a los judíos les dio mucha envidia y
respondian con insultos a las palabras de Pablo. Entonces Pablo y
Bernabé dijeron sin contemplaciones: - «Teníamos que anunciaros
primero a vosotros la palabra de Dios; pero como la rechazáis y no os
consideráis dignos de la vida eterna, sabed que nos dedicamos a los
gentiles. Así nos lo ha mandado el Señor: "Yo te haré luz de los
gentiles, para que lleves la salvación hasta el extremo de la
tierra."» Cuando los gentiles oyeron esto, se alegraron y alababan la
palabra del Señor; y los que estaban destinados a la vida eterna
creyeron. La palabra del Señor se iba difundiendo por toda la región.
Pero los judíos incitaron a las señoras distinguidas y devotas y a los
principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y
Bernabé y los expulsaron del territorio. Ellos sacudieron el polvo de
los pies, como protesta contra la ciudad, y se fueron a Iconio. Los
discípulos quedaron llenos de alegría y de Espíritu Santo" (Hechos
13,14.43-52). Entonces se produce la crisis. La asamblea se divide en
dos bandos. Los judíos más cerrados y orgullosos se asustan al verse
invadidos por esos paganos "impuros", se oponen a Pablo e incluso
tratan de echarlo fuera por cualquier medio. Intervienen las mujeres
ricas y piadosas. Desde ese momento se constituye una comunidad
cristiana separada de la de los judíos.
¿Quién no se da cuenta que junto a la Iglesia actual todavía hay
"prosélitos", o sea, hombres de buena voluntad, que esperan que se les
predique un evangelio realmente abierto a todos, y para los cuales no
hay cabida en nuestras asambleas? ("Eucaristía 1992").

"Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad
en su presencia con vítores. / Sabed que el Señor es Dios: que él nos
hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño. / «El Señor es
bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades»
(Salmo 99,2.3.5). Cada vez que un nuevo acontecimiento hacía
experimentar la protección de Dios, o cuando se había incurrido en una
gran infidelidad, se re-hacía la Alianza. ¡La Alianza! El corazón de
la fe de Israel: Dios es nuestro "aliado", El está "con nosotros", "El
nos ha desposado", "¡El ha unido su destino con el nuestro!" "¡El nos
ama!" Ahora bien, aunque ciertas fórmulas bíblicas podrían dar una
impresión contraria, jamás Israel consideró esta dicha, esta admirable
convicción, como un "privilegio" exclusivo. Hoy celebramos que el buen
pastor es para todos, la invitación explícita a todos los hombres, a
toda la tierra, a participar de su alegría y su acción de gracias. Lo
que sabemos ya, lo que vivimos ya, la alegría que nos inunda ya, es la
prefiguración de aquello destinado a la "tierra entera" a la
"¡humanidad entera!", ¡Venid todos y cada uno! La Alianza de Dios está
con nosotros, el amor de Dios hacia nosotros... es para ¡todos los
hombres!
La "todah" es la "acción de gracias", palabra que los primeros
cristianos tradujeron en griego por "Eucaristía".
Jesús podía proclamarlo como nadie: "Aclamad al Señor, tierra entera,
servidle con alegría, venid a El con cantos de alegría... Realmente el
Padre es bueno, eterno es su amor, El es fiel"... "Sois su rebaño, su
pueblo"... "Yo soy el Buen Pastor, conozco mi rebaño, cada una de mis
ovejas, como mi Padre me conoce y Yo conozco a mi Padre" (Juan
10,1-21). "Eterno es su amor"... He aquí la sangre de la Nueva
Alianza, de la Alianza eterna. "El nos ha hecho y le pertenecemos"...
No temáis, ni un pajarito cae a tierra sin que vuestro Padre lo
sepa... (Mateo 10,29). ¡Sí, escuchemos a Jesús que recita este salmo!
Escuchémoslo en el fondo de nosotros mismos, allí donde el Espíritu
"ora en nosotros" (Romanos 8,26-31). Cuando recitáis este salmo, es
siempre Jesús que lo recita, que "da gracias". Cada Misa es la
realización de este salmo. Los pocos cristianos, que entran en la Casa
de Dios y celebran la "Eucaristía" cantando, están allí "en nombre de
toda la tierra": toda liturgia es una prefiguración del cielo... donde
todos los hombres cantarán la alabanza y reconocerán que el "¡Señor es
Dios!"
Alegría. Júbilo. Canto. Toda época ha estado necesitada de alegría.
Pero la nuestra más que cualquier otra, la desea; estando como está
amenazada por la difusión masiva de catástrofes a escala mundial. En
otro tiempo, el hombre tenía "sus propias" desgracias que soportar,
las de su familia, de su región, las de la nación... Hoy, por la
información que recibimos de todas partes, llevamos el universo entero
sobre los hombros. De allí la melancolía y la desesperación, que se
apodera de muchos de nuestros contemporáneos.
En este contexto, recibimos los "siete imperativos" de este salmo:
"¡Aclamad... Servid a Dios con alegría! Id hacia El con cantos de
alegría... Reconoced que El es Dios... Id hacia su casa dando
gracias... Entrad en su morada cantando... Bendecid su nombre...
Verdaderamente el Señor es bueno, su amor es eterno!"
Tierra entera. Toda época ha tenido veleidades "de universalismo",
experimentando confusamente que "cada" hombre es sagrado, y una
especie de realización de "la humanidad". A menudo esta visión
universal ha tomado, desgraciadamente, el rostro odioso de la
"dominación". Se ha pretendido anexionar a los demás a sí mismo, para
explotarlos, para imponerles la propia manera de pensar. Y el deseo de
"convertir" a los otros no estaba siempre exento de este instinto de
superioridad, aun hablando de "catolicidad"... Cuando no se hacía otra
cosa que imponer a otras culturas nuestra manera de pensar y de orar.
Aún hoy día estamos lejos de habernos liberado de este "imperialismo"
que unificaría la tierra entera "por la fuerza". No obstante progresa
un movimiento que busca la unificación de la humanidad "por
unanimidad", en la que cada uno se asocia libremente a un proyecto
humano universal. ¿Acaso Dios no trabaja en este sentido en el corazón
del mundo? La proclamación del Evangelio no tiene nada de propaganda o
de publicidad: es una invitación, una proposición. ¡Venid! ¡Id hacia
el Señor! "Todos los hombres, toda la tierra".
La alegría, de por sí, es comunicativa. "Reconoced que el Señor es
Dios". Esto viene de dentro, sin ninguna presión... Libremente. Y
quienes ya lo han "reconocido", ¡están invitados a dar gracias, a
estar felices, a gritarlo, para que se oiga! Nietzsche reprochaba a
los cristianos la "cara triste" cuando el domingo salían de las
iglesias. ¿Tienen nuestras liturgias un rostro de júbilo, de alegría?
¿Dan, nuestras vidas de cristianos, la imagen de hombres y mujeres
felices de su Dios?
¡Dios, plenitud del "ser", y de la "alegría". La única razón que nos
dan de esta inmensa "todah", es que Dios es Dios, y que El nos ha
hecho! ¡Existir. Vivir. Ser. Primer don de Dios. Primera gracia,
primera Alianza... universal (Noel Quesson).
Soy tuyo, Señor, porque soy oveja de tu rebaño. Hazme caer en la
cuenta de que te pertenezco a ti precisamente porque soy miembro de tu
pueblo en la tierra. No soy un individuo aislado, no tengo derecho a
reclamar atención personal, no me salvo solo. Es verdad que tú, Señor,
me amas con amor personal, cuidas de mí y diriges mis pasos uno a uno;
pero también es verdad que tu manera de obrar entre nosotros es a
través del grupo que has formado, del pueblo que has escogido. Te
gusta tratar con nosotros como un pastor con su rebaño. El pastor
conoce a cada oveja y cuida personalmente de ella, con atención
especial a la que lo necesita más en cada momento; pero las lleva
juntas, las apacienta juntas, las protege juntas en la unidad de su
rebaño. Así haces tú con nosotros, Señor.
Haz que me sienta oveja de tu rebaño, Señor. Haz que me sienta
responsable, sociable, amable, hermano de mis hermanos y hermanas y
miembro vivo del género humano. No me permitas pensar ni por un
momento que puedo vivir por mi cuenta, que no necesito a nadie, que
las vidas de los demás no tienen nada que ver con la mía... No
permitas que me aísle en orgullo inútil o engañosa autosuficiencia,
que me vuelva solitario, que sea un extraño en mi propia tierra...
Haz que me sienta orgulloso de mis hermanos y hermanas, que aprecie
sus cualidades y disfrute con su compañía. Haz que me encuentre a
gusto en el rebaño, que acepte su ayuda y sienta la fuerza que el
vivir juntos trae al grupo, y a mí en él. Haz que yo contribuya a la
vida de los demás y permita a los demás contribuir a la mía. Haz que
disfrute saliendo con todos a los pastos comunes, jugando, trabajando,
viviendo con todos. Que sea yo amante de la comunidad y que se me note
en cada gesto y en cada palabra. Que funcione yo bien en el grupo, y
que al verme apreciado por los demás yo también les aprecie y fragüe
con ellos la unidad común.
Soy miembro del rebaño, porque tú eres el Pastor. Tú eres la raíz de
nuestra unidad. Al depender de ti, buscamos refugio en ti, y así nos
encontramos todos unidos bajo el signo de tu cayado. Mi lealtad a ti
se traduce en lealtad a todos los miembros del rebaño. Me fío de los
demás, porque me fío de ti. Amo a los demás, porque te amo a ti. Que
todos los hombres y mujeres aprendamos así a vivir juntos a tu lado.
«Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo
y ovejas de su rebaño» (Carlos G. Vallés).
El Apocalipsis muestra esta Iglesia que está con el pastor divino.
Este pasaje describe la felicidad celestial de los elegidos, sobre
todo los que han pasado por la persecución, una fiesta celeste de los
Tabernáculos: "yo, Juan, vi una muchedumbre inmensa, que nadie podría
contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, de pie delante del
trono y del Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en
sus manos". Esta fiesta era muy rica en manifestaciones litúrgicas
diversas y en cosas simbólicas. Inauguraba el Nuevo Año y tenía una
nueva significación: abrir la era mesiánica. Era también un día de
clamor (o "fiesta de las trompetas"), para esperar la era definitiva,
y vemos aquí los santos que "gritan con voz potente" y claman su
entusiasmo y su fe en la realeza de Dios. La fiesta de las Tiendas
era, sobre todo, una fiesta de fecundidad. Terminada la siega, los
judíos se cuidaban de asegurar el éxito de las próximas agitando
ramajes y regando en espera de las aguas vivas, que será el cielo, y
que lo profetizó José y los tiempos de la lluvia y el sueño de las
vacas gordas. Ahora era la fiesta más importante del año, porque en
verano se hacen las fiestas más populares en el mediterráneo, por el
buen clima. Esta fiesta no pasó al calendario cristiano: la fuente de
agua viva brota del corazón de Cristo (y hemos ido poniendo el mes del
Sagrado Corazón, y antes las cruces de mayo), el misterio pascual
celebrado en el Corpus con las flores ya después de Pentecostés.
Pienso que el hueco del verano lo ha ido cubriendo, junto a las
fiestas de la Transfiguración (que habla de tiendas) las fiestas
populares de la Virgen.
La fiesta de los Tabernáculos estaba precedida de una ceremonia de
purificación: "Y uno de los ancianos me dijo: - «Éstos son los que
vienen de la gran tribulación: han lavado y blanqueado sus vestiduras
en la sangre del Cordero. Por eso están ante el trono de Dios, dándole
culto día y noche en su templo. El que se sienta en el trono acampará
entre ellos. Ya no pasarán hambre ni sed, no les hará daño el sol ni
el bochorno. Porque el Cordero que está delante del trono será su
pastor, y los conducirá hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugará
las lágrimas de sus ojos.»" (7,9.14b-17).
¿Quiénes son ellos? el número tiene que ver con las 12 tribus de
Israel, y simboliza el pueblo de Dios que milita en la tierra, los que
sufren y se unen especialmente a la "sangre del Cordero", su pastor.
Porque se unieron a su pasión, le glorifican ahora. En fin, que no
sabemos… Es la paradoja que envuelve constantemente la vida del
cristiano, tribulación que introduce en la vida eterna junto a Dios;
sangre que blanquea los vestidos; Cordero que pastorea y conduce a las
fuentes de agua viva ("Eucaristía 1992"). Y llevan su túnica blanca,
vestido de fiesta para celebrar juntos las bodas con el Cordero. Y en
las manos, cada uno su palma para formar un bosque de aclamaciones.
Todos han pasado por la gran tribulación.
El Vidente que se comporta como un espectador asombrado, recibe
información precisa sobre el significado de lo que está viendo. El que
le informa es uno de los ancianos que están ante el trono de Dios. Le
dice que esta muchedumbre ha sido salvada por el Cordero Y Pastor de
la Vida, por Cristo. Pero esta salvación no les ha ahorrado las penas
de la gran tribulación.
La presente visión del Apocalipsis, intercalada entre otras visiones
referentes a la persecución y a los tiempos difíciles de entonces,
interpreta el profundo sentido de la historia en la que todo
contribuye para el bien de los que se salvan. En la medida en que la
vida cristiana comporta siempre una lucha, el mensaje de este libro
escrito para resistir con esperanza en los tiempos de Nerón es válido
para nosotros. Todas nuestras utopías acerca de la mejor sociedad o
del mundo mejor, todas nuestras utopías de felicidad, de fraternidad,
de paz... están localizadas ahora en Cristo, en quien y por quien ha
comenzado el futuro. La esperanza que esto despierta en el corazón de
sus discípulos no es una esperanza para estar a la espera con los
brazos cruzados hasta que el Señor vuelva. Tampoco es una evasión. Es
resistencia y coraje, es paciencia en el más serio de los sentidos.
Lejos de ser la raíz del conformismo, esta esperanza es el fundamento
válido y el móvil de una crítica de todo lo que nos detiene o se
detiene como si no hubiera ningún futuro y cualquier tiempo pasado
fuera mejor. Porque la salvación está por venir, y lo que vemos está
por ver ("Eucaristía 1983").
El Cordero será su Pastor y los conducirá hacia fuentes de aguas
vivas. La Iglesia triunfante en los cielos será el fruto de una
comunidad de creyentes, elegida de toda nación, raza o lengua, y
santificada por la sangre universalmente redentora del Cordero. La
muchedumbre vestida de túnicas blancas, lavadas en la sangre del
Cordero no son únicamente los mártires de la persecución neroniana,
sino también todos los fieles purificados de sus pecados por el
bautismo. El sacramento del bautismo recibe de la sangre del Cordero,
que es también Pastor, la virtud de lavar y purificar las almas.

El Evangelio nos habla del buen pastor, cuando dijo Jesús: -«Mis
ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les
doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará
de mi mano. Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie
puede arrebatarlas de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno»
(Juan 10,27-30). "Vida eterna" es la vida que Jesús, el Pastor, da a
cuantos creen en él y le siguen. Por tanto, la vida que se recibe ya
por la fe. Lo contrario de la "muerte eterna", que comienza con la
incredulidad. Por eso dirá Pablo: "Pues estoy completamente convencido
de que ni la vida ni la muerte, ni el presente ni el futuro, ni las
fuerzas, ni lo alto ni lo bajo, en fin, ninguna criatura podrá
separarnos del amor que Dios nos tiene en Jesucristo nuestro Señor"
(Rom 8,38). Basta que nos abandonemos en Jesús, en él estamos seguros,
él nos cuida. También es un día de pedirle al Señor para que mande
buenos pastores, y por eso rezar por las vocaciones.
"Yo soy", era la manifestación del mismo Dios ("el que es") y ahora lo
vemos que pastorea a su pueblo. "El que ha de venir" ya ha venido, ha
plantado su tienda entre nosotros. Así les gustaba a los primeros
cristianos imaginarse a Jesús, como buen pastor, joven, con la oveja a
los hombros, tú y yo, llevados por Jesús. Pastor, para los antiguos,
es también maestro y rey. Abre camino, enseña, y gobierna. Jesús añade
el amor: ama a sus ovejas a las que ha comprado con su propia sangre,
que las guía, que las busca si se pierden, que las defiende con su
vida, que ellas lo reconocen, que la autoridad que manifiesta sobre
ellas está fundada en su entrega y su amor. La semejanza con el pastor
da por supuesto que se está andando, buscando entre escaseces y
peligros algo vital. El inhóspito desierto y los lobos amenazan de
muerte a las ovejas. Nos lleva por el buen camino, a la verdad y a la
vida eterna.

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