miércoles, 30 de octubre de 2013

Jueves de la semana 30 de tiempo ordinario (impar): la vida del cristiano es una lucha, para la que el Señor nos prepara para la victoria, con su fuerza
«En aquel momento se acercaron algunos fariseos diciéndole: «Sal y aléjate de aquí, porque Herodes te quiere matar». Y les dijo: «Id a decir a ese zorro: he aquí que expulso demonios y realizo curaciones hoy y mañana, y al tercer día acabo. Pera es necesario que yo siga mi camino hoy y mañana y al día siguiente, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén. ¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y lapidas a los que te son enviados; ¡cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas, y no quisiste! He aquí que vuestra casa se os va quedar desierta. Os aseguro que no me veréis hasta que llegue el día en que digáis: Bendito el que viene en nombre del Señor» (Lucas 13,31-35).
1. –“Algunos fariseos se acercaron a Jesús para decirle: "Vete, márchate de aquí, que Herodes quiere matarte"”. Lucas presenta a fariseos que ayudan a Jesús para que salve su vida. Por tanto, no hay que pensar que todos los fariseos iban contra Jesús. Los poderosos de este mundo lo consideran un hombre peligroso al que hay que suprimir. Herodes sería capaz... ya había hecho decapitar a Juan Bautista, unos meses antes solamente. Quiero compartir contigo, Señor, esa angustia de tu muerte que se avecina.
-“Jesús les contestó: "Id a decir a ese zorro..."” Jesús, te veo con imperio, sin preocuparte de lo que será de ti, pues sabes que estás en buenas manos, y que tu misión está por encima de todo. El "zorro" es un animal miedoso que sólo caza de noche y huye a su madriguera al menor peligro... así defines, Señor, a ese gobernante.
-"Mira, hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; y al tercer día acabo". La expresión "el tercer día" es usual en lengua aramea para significar "en plazo breve". "Acabo"... estoy llegando al final, o bien "he logrado mi objetivo..." Jesús sube a Jerusalén. Sube hacia su muerte, va hacia un cumplimiento. No morirá el día que Herodes decida, sino ¡el día que está previsto.
-“Pero hoy, mañana, y el día siguiente es preciso que prosiga mi camino, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén”. Palabras misteriosas, anunciadas por tantos profetas, como el profeta Oseas: "Dentro de dos días, el Señor nos dará la vida y al tercer día, nos levantará y en su presencia, viviremos" (Oseas 6,2). Jesús, caminando hacia Jerusalén, caminando hacia su muerte, pone en manos de Dios el cuidado de prolongar su misión.
Jesús morirá por amor nuestro: «porque vine a servir y no a ser servido. Yo soy amigo, y miembro y cabeza, y hermano y hermana y madre: todo lo soy, y sólo quiero contigo intimidad. Yo, pobre por ti, mendigo por ti, crucificado por ti, sepultado por ti; en el cielo, por ti ante Dios Padre; y en la tierra soy legado suyo ante ti. Todo lo eres para Mí, hermano y coheredero, amigo y miembro. ¿Qué más quieres?» (San Juan Crisóstomo).
-¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían!... Jerusalén, ciudad de la "proximidad de Dios..." ciudad del rechazo a Dios... el punto culminante será ahora... ¡los hombres van a juzgar a Dios!
-“¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca a sus pollitos bajo las alas... pero no habéis querido!” Imagen de ternura. Imagen maternal. El pájaro que protege a sus polluelos. La oferta de la salvación, de la protección, de la ternura de Dios... ha sido rehusada. "¡No habéis querido!"
-“Pero Yo os digo: "No me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: Bendito el que viene en nombre del Señor"”. Jesús sabe que hay un más allá después de su muerte... Día vendrá en el que se le saludará exclamando: "Bendito el que viene" (Noel Quesson). Jesús, quisiera tener una entrega decidida como la tuya, llena de misericordia y de amor (J. Aldazábal).
2. –“Si Dios está con nosotros, ¿quién contra nosotros?” No estamos seguros de nosotros. Seguimos sin fiarnos de nuestros propios límites, desgraciadamente continuamos pecando... Pero ¡estamos seguros de Dios ¡Estamos seguros del amor de Jesús!
-“El que no perdonó ni a su propio Hijo... Antes bien lo entregó por todos nosotros... ¿cómo no nos dará con El todas las cosas?” Quiero tratar de contemplar detenidamente ese «don del Hijo». Dios, ¡que ha dado su Hijo por nosotros! Que es lo más querido. Alusión al sacrificio que Abraham había aceptado también (Génesis 22,16). Dios no entrega a su hijo a la muerte, lo ama y el Hijo ama a su Padre y ambos están de acuerdo en el Espíritu y el Hijo «se entrega". Esto es mi Cuerpo entregado por vosotros. Y el Padre acepta ese don total, que la malignidad de los hombres se ingenió en hacer cruel. El Padre también se entrega… ¿De qué obstáculo no podrá triunfar tal amor?
-“¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¡Pues es Dios quien justifica! ¿Quién condenará? Puesto que Jesucristo murió...” Más aún, resucitó... Está a la diestra del Padre... Intercede por nosotros... No somos dignos, Señor. Somos muy ingratos contigo. Quisiera amarte más. Quiero contemplar la intercesión que en este instante estás llevando a cabo por mí en el cielo... por nosotros los hombres, ¡por todos! En este mismo instante, Tú, Señor, estás intercediendo por los pecadores, por aquellos que, como yo, cometen el mal. Estás intercediendo por todos los que me están dañando, por todos los que yo no amaría o que detestaría.
-“¿Quién podrá separarme del amor de Cristo?” A veces, Señor, llego a preguntarme si te amo de veras... Lo cierto, es que yo quisiera amarte, sinceramente. Pero, ¡mis actos cotidianos contradicen tan a menudo este deseo y esta buena voluntad! Esa frase de san Pablo me invita HOY a no pensar ya en el "amor que debería yo tener por Ti"... para pensar, en cambio, en el «amor que Tú tienes por mí». Incluso si llego a abandonarte alguna vez, Señor, sé que Tú no me abandonas nunca. ¿«Quién podrá separarme del amor de Cristo»?
-“Nada podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Jesús”. Ni la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el peligro, ni... Es una especie de letanía triunfal en la que san Pablo pone a continuación todos los obstáculos que ha ido encontrando personalmente: nada, nada, nada, puede separarnos de Ti. Guardo unos momentos de silencio para reflexionar en lo que podría yo añadir a esa lista: ¿cuáles son mis pruebas y dificultades desde hace unas semanas, HOY mismo? Trato de repetir a mi vez la certeza: ni... ni... ¡ni... podrán jamás separarme de tu amor, Señor!
San Agustín señala que "la felicidad es la alegría de la verdad" (Confesiones X, 23), en donde identifica la verdad con Dios mismo; y ningún obstáculo puede separarnos del amor de Dios:
durante la Misa, antes de la Comunión, el celebrante pronuncia en voz baja esta humilde oración, que todos los fieles pueden repetir: "Haz que nunca me separe de ti". Y al revés, que el trabajo nos una al Señor. Y dice de Santo Tomás su biógrafo, Guillermo de Tocco: "Siempre que quería estudiar, entablar un debate, enseñar, escribir o dictar, se retiraba a orar en secreto y rezaba derramando lágrimas  para  obtener  la inteligencia de los divinos misterios" (Vita S. Thomae Aquinatis auctore Guillelmo de Tocco, 30). Lo mismo han hecho muchos otros santos. Benedicto XVI pone como modelo de teólogo a De Hans Urs von Balthasar, que solía hablar de una "teología orante" o "de rodillas":  "El ejemplo que Von Balthasar nos ha dejado es (...) el de un verdadero teólogo, que en la contemplación había descubierto la acción coherente con vistas al testimonio cristiano en el mundo".
-“Saldremos vencedores, gracias a Aquel que nos amó”. Qué hermosa definición de Jesús: «aquel que nos amó"... Trato de dar a estas palabras un contenido concreto: Tú piensas en mí, Señor... Quieres mi felicidad... Me tiendes la mano cuando caigo... Me comprendes... Das tu vida por mí... Me perdonas... Me amas... (Noel Quesson).
3. ¡Y tú, Señor Yahveh, actúa por mí en gracia de tu nombre, porque tu amor es bueno, líbrame!, porque soy pobre y desdichado, y tengo dentro herido el corazón; ¡ayúdame, Yahveh, Dios mío, sálvame por tu amor!” Quien se ve perseguido y condenado injustamente, fácilmente reacciona con violencia; la justicia no siempre es posible aquí, pero se realizará más tarde, y mientras podemos unirnos a la oración de Jesús: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.  Entonces seremos un signo divino en medio del mundo: “¡Sepan ellos que tu mano es ésta, que tú, Yahveh, lo has hecho! ¡Copiosas gracias a Yahveh en mi boca, entre la multitud le alabaré: porque él se pone a la diestra del pobre para salvar su alma de sus jueces!

 Llucià Pou Sabaté
Miércoles de la semana 30 (impar): el Reino de Dios nos compromete, para vivir en cristiano en todas las circunstancias, con todas las personas, de la familia y sociedad
«Y recorría ciudades y aldeas enseñando, mientras caminaban hacia Jerusalén. Y uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?» Él les contestó: «Esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán. Una vez que el dueño de la casa haya entrado y cerrado la puerta, os quedaréis fuera y empezaréis a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y os responderá: "No sé de dónde sois". Entonces empezaréis a decir: "Hemos comido y hemos bebido contigo, y has enseñado en nuestras plazas". Y os diré: "No sé de dónde sois; apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad". Allí será el llanto y rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham y a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, mientras que vosotros sois arrojados fuera. Y vendrán de Oriente y de Occidente y del Norte y el Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Pues hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos» (Lucas 13,22-30).
1.-“Camino de Jerusalén, Jesús enseñaba en los pueblos y aldeas que iba atravesando”. Jesús está en camino, "viaja". La vida es un “camino”. Es uno de los términos preferidos por Lucas. Pablo es, también, como Jesús un gran viajero. Como los Apóstoles, nosotros somos también itinerantes, en el camino de la vida…
-“Uno le preguntó: "Señor, ¿son pocos los que se salvan?" Jesús dio esta respuesta: "Esforzaos para abriros paso por la puerta estrecha..."” Ser activo. Esforzarse. Efectivamente, ser cristiano, no supone reposo. ¿Qué puerta? Tú mismo, Señor: «Yo soy la puerta; si alguno entra a través de mí, se salvará» (Juan 10,9). Mediador único para Dios: «De nadie puede decirse que sea puerta; esta cualidad Cristo se la reservó para sí; el oficio, en cambio, de pastor lo dio también a otros y quiso que lo tuvieran sus miembros; por ello, Pedro fue pastor y pastores fueron también los otros apóstoles, y son pastores también todos los buenos obispos» (Santo Tomás).
San Pablo lo tenía muy claro: «por eso mortifico mi cuerpo y lo castigo, no sea que habiendo predicado a otros sea yo desechado» (1 Corintios 9,27). Para entrar por la puerta angosta es preciso esforzarse por hacer buenas obras, y para ello hay que luchar contra la comodidad, la sensualidad y el egoísmo: corregir esos vicios y flaquezas, reformar esos ideales egoístas, transformar la vida entera (Pablo Cardona).
-“Porque, muchos intentarán entrar y no podrán”. Jesús, nos invitas a ser generosos, en una tensión amorosa. Condenas la molicie y la pereza. Señor, no me veo capaz de grandes cosas, pero me apoyo en tu fuerza para que me des empeño y no vaya yo a ciegas.
-“Una vez que el dueño de la casa, cierre la puerta...” Existe un tiempo favorable para la "salvación"... Jesús, nos has abierto la puerta del cielo. Pero como para el estudiante hay un día de examen, quieres invitarnos a la "decisión" de aplicarnos a lo que en conciencia vemos: no hay que dejarlo para después. ¿Cuánto tiempo me queda a mi? Vivir cada día como si fuera el día del Juicio. Vivir en plenitud cada día como si fuera el último.
-“El dueño de la casa os dirá: "No sé quién sois". Y si replicáis: "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras calles". Responderá: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí los que practicáis el mal"”. Señor, ayúdanos a tomar en serio esa decisión que esperas de nosotros.
-“Seréis echados fuera. Entonces vendrán de oriente y de occidente, del Norte y del Sur a ocupar su lugar en el banquete del Reino de Dios”. Nadie podrá acusar a Dios, si no entra a sentarse en el banquete eterno... porque tienen entrada aun los paganos de todos los puntos cardinales del mundo. Sabemos que Jesús nos presenta el amor incondicional de Dios, pero cuenta con nuestra entrega (Noel Quesson). Ya nos habías avisado, Señor: "entrad por la entrada estrecha, porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la vida!" (Mt 7,13-14). El Reino es exigente y, a la vez, abierto a todos. No se decidirá por la raza o la asociación a la que uno pertenezca, sino por la respuesta de fe que hayamos dado en nuestra vida. Al final del evangelio de Mateo se nos dice cuál va a ser el criterio para evaluar esa conversión: "me disteis de comer... me visitasteis". Ahí se ve en qué sentido es estrecha la puerta del cielo, porque la caridad es de lo que más nos cuesta.
El Apocalipsis nos dice que es incontable el número de los que se salvan: "una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar" (Ap 7), los que han seguido a Cristo "entrarán por las puertas en la Ciudad" (Ap 22,14). Es de esperar que nosotros estemos bien orientados en el camino y que lo sigamos con corazón alegre. Para que al final no tengamos que estar gritando: "Señor, ábrenos", ni oigamos la negativa "no sé quiénes sois", sino la palabra acogedora: "venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros" (J. Aldazábal).
2.  -“Hermanos, el Espíritu Santo viene en ayuda de nuestra flaqueza, pues nosotros no sabemos orar como conviene. Mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables”. Al gemido de la creación que aspira ser liberada de la nada, corresponde el inmenso gemido de todos los hombres que claman a Dios. Pero un tercer gemido, un «grito inefable» toma el relevo, el del Espíritu Santo. A través de todo lo que se agita, lucha y gime en el mundo, ¡es Dios mismo quien quiere transformar ese mundo! Dios no es un ser lejano, ausente de nuestras luchas, de nuestros esfuerzos, alejado de nuestros «clamores» y de nuestras plegarias... ¡está en el corazón, en el interior! El los suscita. Es El quien clama en nosotros cuando pedimos la vida, el amor, la alegría... cuando suplicamos ser liberados de nuestras limitaciones, de nuestras flaquezas y de cualquier carga que pese sobre nosotros. La persona –cada uno- tenemos así un «espíritu» animado por el «Espíritu» de Dios.
-“Y Dios que escruta los corazones, conoce cuál es la aspiración del Espíritu”... Él sabe... ¡Dios «conoce», Dios «sabe», Dios ve el fondo de las cosas! Nosotros, estamos, a menudo, en la noche, en la niebla, no vemos donde van a parar todos esos sufrimientos, todos esos enfrentamientos: ¡Dios «ve»! Quiero confiar en Ti, Señor, y pedir tu luz.
-“El Espíritu quiere lo que Dios quiere”. En nosotros, en el fondo de nuestros corazones. Pero, ¿sabremos aceptar ese «querer»? ¿Estaremos disponibles, por ejemplo, a lo que Tú quieres, HOY? Y nosotros lo sabemos. Aquello que Dios «sabe», que Dios «conoce» llega hasta el fondo de nosotros. La Fe, es esto: la resonancia en nosotros de lo que Dios «sabe». Y nosotros sabemos.
-“Lo sabemos, ¡todas las cosas contribuyen al bien de los que aman a Dios [de los que acogen su amor]!” Esta es también una Palabra de Dios, que, tal cual, puede ser una «oración». Es verdaderamente inverosímil, lo que nos estás diciendo, Señor. ¡«Todo» sirve al bien! ¿Todo?: ¿sufrimientos, ataques, pecados, los míos y los de los que me rodean? ¿Es exactamente esto lo que nos dices?; «nada» puede ser un obstáculo! ¡Nada! Todo pasa a ser un «medio» de santidad.
-“A los que «conocía» de antemano también los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que El fuera el Primogénito de muchos hermanos”. La santidad maravillosa de Jesús, su sorprendente amor filial, ¡han sido también «destinados» a nosotros! Hemos sido creados «para» asemejarnos a Él. Así, Señor, a pesar de mi miseria actual, seré un día «como Jesús». Contemplándolo, contemplo la imagen de lo que seré, cuando mi vida será "cumplida", «acabada» (Noel Quesson).
3. “¡Mira, respóndeme, Yahveh, Dios mío! ¡Ilumina mis ojos, no me duerma en la muerte, no diga mi enemigo: «¡Le he podido!», no exulten mis adversarios al verme vacilar!” ¿Hemos pensado alguna vez que los salmos que cantamos, o el Padrenuestro que rezamos, los decimos movidos por el Espíritu de Jesús que está dentro de nosotros?; ¿y que si somos capaces de escuchar con fe la Palabra que Dios nos dirige es porque el Espíritu está haciendo viva esa Palabra y nos impulsa a responderle con nuestro "amén"?; ¿nos sentimos "habitados" y animados por ese Espíritu? “Que yo en tu amor confío; en tu salvación mi corazón exulte. ¡A Yahveh cantaré por el bien que me ha hecho. Samodiaré al nombre de Yahveh, el Altísimo!”

Llucià Pou Sabaté

lunes, 28 de octubre de 2013

Martes de la 30ª semana (impar): El Reino de Dios va creciendo como un grano de mostaza…

“En aquel tiempo, decía Jesús: - ¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas. » Y añadió: -¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta»” (Lucas 13,18-21).  

1. Gracias, Señor, por hablarnos hoy de tu Reino: -Jesús decía: "¿A qué se parece el reino de Dios? ¿Con qué lo compararé?" Nos dices que es un "reino escondido": "Mi Reino no es de este mundo..." Lucas nos habla muchas veces de tu Reino, de que has venido para traérnoslo; quiero considerar esas palabras, para entender mejor tu explicación de hoy:
- "Debo anunciar la "buena nueva" del Reino de Dios" (4,43).
- "Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios" (6,20).
- "El más pequeño en el Reino de Dios es mayor que Juan Bautista" (7,28).
- "A vosotros es dado conocer los misterios del Reino de Dios" (8,10).
- "Jesús envió a los Doce a proclamar el Reino de Dios" (9,2).
- "El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios" (9,62).
- "El Reino de Dios está cerca" (10,9-11).
- "Padre, venga a nosotros tu Reino" (11,2).
- "Buscad el Reino de Dios, y eso se os dará por añadidura" (12,31).
- "El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Sabedlo, ya está entre vosotros el Reino de Dios" (17,21).
- "Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios" (14,15).
- "Los niños, y de los que son como éstos es el Reino" (18,16).
- "Es mas difícil a un rico entrar en el Reino de Dios” (18,25).
- "Nadie que haya dejado casa, mujer... por el Reino de Dios, quedará sin recibir el céntuplo" (18,29).
- [petición del buen ladrón]: "Jesús, acuérdate de mí cuando vayas a tu Reino" (23,42).
Nos pones dos parábolas: -“El reino se parece al grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta. Creció; se hizo un árbol”. Es, pues, un "crecimiento"... la potencia misma de la vida. No está ya edificada la Iglesia, sino que la obra de Dios crece "a la manera" de un árbol vivo. Me dieron unas semillas de mostaza, para plantar, y vi que es pequeñísima. Y, sin embargo, tiene una fuerza interior que la llevará a ser un arbusto de los más altos. A nosotros nos suelen gustar las cosas espectaculares, solemnes y, a ser posible, rápidas. No es ése el estilo de Dios. También en mi vida, el Reino de Dios conviene que crezca, día a día. Todos los días podemos pasar junto a un árbol sin notar que está creciendo. El Reino de Dios crece, sin que muchos se den cuenta de ello. Sólo la Fe nos abre a ese reconocimiento.
Muchas veces, son los pequeños los que transforman el mundo, aptos para ser instrumentos de Dios en su obra. Jesús, nos enseñas a tener paciencia y a no precipitarnos, a recordar que Dios tiene predilección por los humildes y sencillos, y no por los que humanamente son aplaudidos por su eficacia. Tu Reino -tu Palabra, tu evangelio, tu gracia- actúa, también hoy, humildemente, desde dentro, vivificado por el Espíritu. Tu Reino es la Iglesia: «El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras. Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo presente ya en misterio» (Catecismo 763). No nos dejemos desalentar por las apariencias de fracaso o de lentitud: la Iglesia sigue creciendo con la fuerza de Dios. En silencio. Estamos llamados a dar fruto, a no fijarnos en ramas secas que caen, en tener confianza en tantas ramas lozanas, en el Reino que se va desarrollando (J. Aldazábal).
-“El reino se parece a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que toda la pasta acabó por fermentar”. Cada ama de casa cocía el pan cada mañana. La víspera por la tarde preparaba la pasta; agua, un puñado de levadura todo mezclado con la harina... Durante la noche la mezcla "fermentaba" y a la mañana estaba a punto de ser metida en el horno. Así es de potente la acción de Dios: pero se ve poco… (Noel Quesson).
En las horas de lucha y contradicción cuando quizá «los buenos» llenen de obstáculos tu camino, alza tu corazón de apóstol: oye a Jesús que habla del grano de mostaza y de la levadura. -Y dile: «edissere nobis parabolam» -explícame la parábola.
”Y sentirás el gozo de contemplar la victoria futura: aves del cielo, en el cobijo de tu apostolado, ahora incipiente; y toda la masa fermentada” (J. Escrivá, Camino 695).

2. –“Estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables a la gloria que se ha de manifestar pronto en nosotros”. La «filiación» divina, la maravillosa "adopción de amor" de la que somos objeto no suprime todo sufrimiento en este mundo. Lo mismo que los que no creen, estamos sometidos a toda clase de pruebas. Pero estas pruebas tienen un «sentido»: sabemos que terminarán con la «gloria que se ha de manifestar».
-“La creación desea vivamente la revelación de los "hijos de Dios"”. El mundo está en tensión hacia... Avanza hacia... Tiene un sentido... Espera... «Desea»... Y no se trata de una «espera pasiva»: el hombre tiene un papel en la creación, el de expresar esta «aspiración profunda» y trabajar para que ésta llegue a término. Hacer que avance esta «revelación de los hijos de Dios», que progresen los hombres en esta dignidad y esa conciencia, en la correspondencia de su vida a esa dignidad de «hijos de Dios». ¿Cómo me responsabilizo yo?
-“La creación fue sometida al poder de la nada”... Expresión sorprendente. La creación «sometida a la vanidad», como decían antaño... «sometida al vacío, al sin sentido, al no-ser»... «sometida a la nada»... Es preciso experimentar ese vértigo del hombre-sin-Dios para comprender mejor lo que sigue.
-“Sin embargo ha conservado la esperanza: será liberada de la esclavitud, de la degradación inevitable, para conocer, ella también, la libertad, la gloria de los «hijos de Dios»”. La creación, como el hombre, es «hija de Dios, salida de su amor, querida por Dios, concebida por Dios, amorosamente amada por Dios, paternalmente envuelta por los cuidados de Dios». «¡Ser hijo de Dios!» Trato de evocar en mi corazón y en mi experiencia humana, lo que esto puede significar ya en el caso de la paternidad o maternidad humana. «¡Ser tu hijo, Señor!» - vivir contigo, en tu casa, junto a Ti. - recibir de Ti la vida y múltiples cuidados... - heredar de todos los bienes divinos, alegría, amor, eternidad, felicidad infinita... Gracias. Gracias.
-“La creación entera gime, pasa por los dolores de parto que duran todavía”. El universo y la humanidad no permanecen en un estado de fácil euforia: sufrimientos, gritos, injusticias, desgracias, enfermedades, opresiones, pecados, muerte. Pues bien, todo esto no es, para Dios un «sufrimiento de agonía»... ¡que termina en la muerte! es «sufrimiento de parto»... ¡que lleva a la vida!
-“Hemos recibido las primicias del Espíritu Santo, pero esperamos nuestra adopción y la liberación de nuestro cuerpo”. Pues hemos sido salvados, pero en esperanza... pero esperar lo que no vemos es esperar con perseverancia. Optimismo fundamental, apoyado no sobre una observación científica del cosmos ni sobre una reflexión filosófica que busca el sentido del futuro del mundo... sino sobre la Fe y la Esperanza. No hay aquí un desprecio de las ciencias ni de la filosofía, sino la afirmación de la Fe: la esperanza es una «superación» del mundo visible verificable... un punto de apoyo en Dios solo. «Esperamos nuestra adopción definitiva» (Noel Quesson).

3. “Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía sonar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares”.  Es la alegría de toda la creación y de cada uno (el mundo cósmico está también destinado a la salvación, al igual que nosotros estamos llamados a salvarnos, no sólo en nuestro espíritu, sino también en nuestra corporeidad). Al Espíritu le rezamos los cristianos pidiendo "que renueve la faz de la tierra". En la Plegaria Eucarística IV del Misal, al mirar al pasado, damos gracias a Dios porque "hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones y alegrar su multitud con la claridad de tu gloria"; y al mirar al futuro, nos gozamos porque un día, "junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro".
Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos.» El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”. Los gentiles son espectadores externos de los favores divinos.
Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares”. Hemos de esmerarnos en obrar bien, incluso cuando lo estamos pasando mal. Así como el terreno es preparado por la lluvia para recibir la semilla, así se prepara muchas veces el alma por medio de lágrimas para recibir bendiciones. Hay lágrimas que son semillas que nosotros mismos debemos sembrar: Las lágrimas de dolor por el pecado, propio y ajeno; las lágrimas de simpatía por los hermanos que están afligidos o perseguidos; las de ternura en la oración y en la meditación de la palabra de Dios. Job, José, David, y muchos otros, tuvieron cosecha de gozo tras la siembra de lágrimas. Quienes siembran con lágrimas de santa contrición, cosecharán con el gozo de un perdón completo y de una paz asegurada (www.adorador.com): “Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas”.

Llucià Pou Sabaté
Martes de la 30ª semana (impar): El Reino de Dios va creciendo como un grano de mostaza…

“En aquel tiempo, decía Jesús: - ¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas. » Y añadió: -¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta»” (Lucas 13,18-21).  

1. Gracias, Señor, por hablarnos hoy de tu Reino: -Jesús decía: "¿A qué se parece el reino de Dios? ¿Con qué lo compararé?" Nos dices que es un "reino escondido": "Mi Reino no es de este mundo..." Lucas nos habla muchas veces de tu Reino, de que has venido para traérnoslo; quiero considerar esas palabras, para entender mejor tu explicación de hoy:
- "Debo anunciar la "buena nueva" del Reino de Dios" (4,43).
- "Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios" (6,20).
- "El más pequeño en el Reino de Dios es mayor que Juan Bautista" (7,28).
- "A vosotros es dado conocer los misterios del Reino de Dios" (8,10).
- "Jesús envió a los Doce a proclamar el Reino de Dios" (9,2).
- "El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios" (9,62).
- "El Reino de Dios está cerca" (10,9-11).
- "Padre, venga a nosotros tu Reino" (11,2).
- "Buscad el Reino de Dios, y eso se os dará por añadidura" (12,31).
- "El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Sabedlo, ya está entre vosotros el Reino de Dios" (17,21).
- "Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios" (14,15).
- "Los niños, y de los que son como éstos es el Reino" (18,16).
- "Es mas difícil a un rico entrar en el Reino de Dios” (18,25).
- "Nadie que haya dejado casa, mujer... por el Reino de Dios, quedará sin recibir el céntuplo" (18,29).
- [petición del buen ladrón]: "Jesús, acuérdate de mí cuando vayas a tu Reino" (23,42).
Nos pones dos parábolas: -“El reino se parece al grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta. Creció; se hizo un árbol”. Es, pues, un "crecimiento"... la potencia misma de la vida. No está ya edificada la Iglesia, sino que la obra de Dios crece "a la manera" de un árbol vivo. Me dieron unas semillas de mostaza, para plantar, y vi que es pequeñísima. Y, sin embargo, tiene una fuerza interior que la llevará a ser un arbusto de los más altos. A nosotros nos suelen gustar las cosas espectaculares, solemnes y, a ser posible, rápidas. No es ése el estilo de Dios. También en mi vida, el Reino de Dios conviene que crezca, día a día. Todos los días podemos pasar junto a un árbol sin notar que está creciendo. El Reino de Dios crece, sin que muchos se den cuenta de ello. Sólo la Fe nos abre a ese reconocimiento.
Muchas veces, son los pequeños los que transforman el mundo, aptos para ser instrumentos de Dios en su obra. Jesús, nos enseñas a tener paciencia y a no precipitarnos, a recordar que Dios tiene predilección por los humildes y sencillos, y no por los que humanamente son aplaudidos por su eficacia. Tu Reino -tu Palabra, tu evangelio, tu gracia- actúa, también hoy, humildemente, desde dentro, vivificado por el Espíritu. Tu Reino es la Iglesia: «El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras. Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo presente ya en misterio» (Catecismo 763). No nos dejemos desalentar por las apariencias de fracaso o de lentitud: la Iglesia sigue creciendo con la fuerza de Dios. En silencio. Estamos llamados a dar fruto, a no fijarnos en ramas secas que caen, en tener confianza en tantas ramas lozanas, en el Reino que se va desarrollando (J. Aldazábal).
-“El reino se parece a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que toda la pasta acabó por fermentar”. Cada ama de casa cocía el pan cada mañana. La víspera por la tarde preparaba la pasta; agua, un puñado de levadura todo mezclado con la harina... Durante la noche la mezcla "fermentaba" y a la mañana estaba a punto de ser metida en el horno. Así es de potente la acción de Dios: pero se ve poco… (Noel Quesson).
En las horas de lucha y contradicción cuando quizá «los buenos» llenen de obstáculos tu camino, alza tu corazón de apóstol: oye a Jesús que habla del grano de mostaza y de la levadura. -Y dile: «edissere nobis parabolam» -explícame la parábola.
”Y sentirás el gozo de contemplar la victoria futura: aves del cielo, en el cobijo de tu apostolado, ahora incipiente; y toda la masa fermentada” (J. Escrivá, Camino 695).

2. –“Estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables a la gloria que se ha de manifestar pronto en nosotros”. La «filiación» divina, la maravillosa "adopción de amor" de la que somos objeto no suprime todo sufrimiento en este mundo. Lo mismo que los que no creen, estamos sometidos a toda clase de pruebas. Pero estas pruebas tienen un «sentido»: sabemos que terminarán con la «gloria que se ha de manifestar».
-“La creación desea vivamente la revelación de los "hijos de Dios"”. El mundo está en tensión hacia... Avanza hacia... Tiene un sentido... Espera... «Desea»... Y no se trata de una «espera pasiva»: el hombre tiene un papel en la creación, el de expresar esta «aspiración profunda» y trabajar para que ésta llegue a término. Hacer que avance esta «revelación de los hijos de Dios», que progresen los hombres en esta dignidad y esa conciencia, en la correspondencia de su vida a esa dignidad de «hijos de Dios». ¿Cómo me responsabilizo yo?
-“La creación fue sometida al poder de la nada”... Expresión sorprendente. La creación «sometida a la vanidad», como decían antaño... «sometida al vacío, al sin sentido, al no-ser»... «sometida a la nada»... Es preciso experimentar ese vértigo del hombre-sin-Dios para comprender mejor lo que sigue.
-“Sin embargo ha conservado la esperanza: será liberada de la esclavitud, de la degradación inevitable, para conocer, ella también, la libertad, la gloria de los «hijos de Dios»”. La creación, como el hombre, es «hija de Dios, salida de su amor, querida por Dios, concebida por Dios, amorosamente amada por Dios, paternalmente envuelta por los cuidados de Dios». «¡Ser hijo de Dios!» Trato de evocar en mi corazón y en mi experiencia humana, lo que esto puede significar ya en el caso de la paternidad o maternidad humana. «¡Ser tu hijo, Señor!» - vivir contigo, en tu casa, junto a Ti. - recibir de Ti la vida y múltiples cuidados... - heredar de todos los bienes divinos, alegría, amor, eternidad, felicidad infinita... Gracias. Gracias.
-“La creación entera gime, pasa por los dolores de parto que duran todavía”. El universo y la humanidad no permanecen en un estado de fácil euforia: sufrimientos, gritos, injusticias, desgracias, enfermedades, opresiones, pecados, muerte. Pues bien, todo esto no es, para Dios un «sufrimiento de agonía»... ¡que termina en la muerte! es «sufrimiento de parto»... ¡que lleva a la vida!
-“Hemos recibido las primicias del Espíritu Santo, pero esperamos nuestra adopción y la liberación de nuestro cuerpo”. Pues hemos sido salvados, pero en esperanza... pero esperar lo que no vemos es esperar con perseverancia. Optimismo fundamental, apoyado no sobre una observación científica del cosmos ni sobre una reflexión filosófica que busca el sentido del futuro del mundo... sino sobre la Fe y la Esperanza. No hay aquí un desprecio de las ciencias ni de la filosofía, sino la afirmación de la Fe: la esperanza es una «superación» del mundo visible verificable... un punto de apoyo en Dios solo. «Esperamos nuestra adopción definitiva» (Noel Quesson).

3. “Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía sonar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares”.  Es la alegría de toda la creación y de cada uno (el mundo cósmico está también destinado a la salvación, al igual que nosotros estamos llamados a salvarnos, no sólo en nuestro espíritu, sino también en nuestra corporeidad). Al Espíritu le rezamos los cristianos pidiendo "que renueve la faz de la tierra". En la Plegaria Eucarística IV del Misal, al mirar al pasado, damos gracias a Dios porque "hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones y alegrar su multitud con la claridad de tu gloria"; y al mirar al futuro, nos gozamos porque un día, "junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro".
Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos.» El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”. Los gentiles son espectadores externos de los favores divinos.
Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares”. Hemos de esmerarnos en obrar bien, incluso cuando lo estamos pasando mal. Así como el terreno es preparado por la lluvia para recibir la semilla, así se prepara muchas veces el alma por medio de lágrimas para recibir bendiciones. Hay lágrimas que son semillas que nosotros mismos debemos sembrar: Las lágrimas de dolor por el pecado, propio y ajeno; las lágrimas de simpatía por los hermanos que están afligidos o perseguidos; las de ternura en la oración y en la meditación de la palabra de Dios. Job, José, David, y muchos otros, tuvieron cosecha de gozo tras la siembra de lágrimas. Quienes siembran con lágrimas de santa contrición, cosecharán con el gozo de un perdón completo y de una paz asegurada (www.adorador.com): “Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas”.

Llucià Pou Sabaté
Martes de la 30ª semana (impar): El Reino de Dios va creciendo como un grano de mostaza…

“En aquel tiempo, decía Jesús: - ¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas. » Y añadió: -¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta»” (Lucas 13,18-21).  

1. Gracias, Señor, por hablarnos hoy de tu Reino: -Jesús decía: "¿A qué se parece el reino de Dios? ¿Con qué lo compararé?" Nos dices que es un "reino escondido": "Mi Reino no es de este mundo..." Lucas nos habla muchas veces de tu Reino, de que has venido para traérnoslo; quiero considerar esas palabras, para entender mejor tu explicación de hoy:
- "Debo anunciar la "buena nueva" del Reino de Dios" (4,43).
- "Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios" (6,20).
- "El más pequeño en el Reino de Dios es mayor que Juan Bautista" (7,28).
- "A vosotros es dado conocer los misterios del Reino de Dios" (8,10).
- "Jesús envió a los Doce a proclamar el Reino de Dios" (9,2).
- "El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios" (9,62).
- "El Reino de Dios está cerca" (10,9-11).
- "Padre, venga a nosotros tu Reino" (11,2).
- "Buscad el Reino de Dios, y eso se os dará por añadidura" (12,31).
- "El Reino de Dios viene sin dejarse sentir. Sabedlo, ya está entre vosotros el Reino de Dios" (17,21).
- "Dichoso el que pueda comer en el Reino de Dios" (14,15).
- "Los niños, y de los que son como éstos es el Reino" (18,16).
- "Es mas difícil a un rico entrar en el Reino de Dios” (18,25).
- "Nadie que haya dejado casa, mujer... por el Reino de Dios, quedará sin recibir el céntuplo" (18,29).
- [petición del buen ladrón]: "Jesús, acuérdate de mí cuando vayas a tu Reino" (23,42).
Nos pones dos parábolas: -“El reino se parece al grano de mostaza que un hombre sembró en su huerta. Creció; se hizo un árbol”. Es, pues, un "crecimiento"... la potencia misma de la vida. No está ya edificada la Iglesia, sino que la obra de Dios crece "a la manera" de un árbol vivo. Me dieron unas semillas de mostaza, para plantar, y vi que es pequeñísima. Y, sin embargo, tiene una fuerza interior que la llevará a ser un arbusto de los más altos. A nosotros nos suelen gustar las cosas espectaculares, solemnes y, a ser posible, rápidas. No es ése el estilo de Dios. También en mi vida, el Reino de Dios conviene que crezca, día a día. Todos los días podemos pasar junto a un árbol sin notar que está creciendo. El Reino de Dios crece, sin que muchos se den cuenta de ello. Sólo la Fe nos abre a ese reconocimiento.
Muchas veces, son los pequeños los que transforman el mundo, aptos para ser instrumentos de Dios en su obra. Jesús, nos enseñas a tener paciencia y a no precipitarnos, a recordar que Dios tiene predilección por los humildes y sencillos, y no por los que humanamente son aplaudidos por su eficacia. Tu Reino -tu Palabra, tu evangelio, tu gracia- actúa, también hoy, humildemente, desde dentro, vivificado por el Espíritu. Tu Reino es la Iglesia: «El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía siglos en las Escrituras. Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo presente ya en misterio» (Catecismo 763). No nos dejemos desalentar por las apariencias de fracaso o de lentitud: la Iglesia sigue creciendo con la fuerza de Dios. En silencio. Estamos llamados a dar fruto, a no fijarnos en ramas secas que caen, en tener confianza en tantas ramas lozanas, en el Reino que se va desarrollando (J. Aldazábal).
-“El reino se parece a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres medidas de harina, hasta que toda la pasta acabó por fermentar”. Cada ama de casa cocía el pan cada mañana. La víspera por la tarde preparaba la pasta; agua, un puñado de levadura todo mezclado con la harina... Durante la noche la mezcla "fermentaba" y a la mañana estaba a punto de ser metida en el horno. Así es de potente la acción de Dios: pero se ve poco… (Noel Quesson).
En las horas de lucha y contradicción cuando quizá «los buenos» llenen de obstáculos tu camino, alza tu corazón de apóstol: oye a Jesús que habla del grano de mostaza y de la levadura. -Y dile: «edissere nobis parabolam» -explícame la parábola.
”Y sentirás el gozo de contemplar la victoria futura: aves del cielo, en el cobijo de tu apostolado, ahora incipiente; y toda la masa fermentada” (J. Escrivá, Camino 695).

2. –“Estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables a la gloria que se ha de manifestar pronto en nosotros”. La «filiación» divina, la maravillosa "adopción de amor" de la que somos objeto no suprime todo sufrimiento en este mundo. Lo mismo que los que no creen, estamos sometidos a toda clase de pruebas. Pero estas pruebas tienen un «sentido»: sabemos que terminarán con la «gloria que se ha de manifestar».
-“La creación desea vivamente la revelación de los "hijos de Dios"”. El mundo está en tensión hacia... Avanza hacia... Tiene un sentido... Espera... «Desea»... Y no se trata de una «espera pasiva»: el hombre tiene un papel en la creación, el de expresar esta «aspiración profunda» y trabajar para que ésta llegue a término. Hacer que avance esta «revelación de los hijos de Dios», que progresen los hombres en esta dignidad y esa conciencia, en la correspondencia de su vida a esa dignidad de «hijos de Dios». ¿Cómo me responsabilizo yo?
-“La creación fue sometida al poder de la nada”... Expresión sorprendente. La creación «sometida a la vanidad», como decían antaño... «sometida al vacío, al sin sentido, al no-ser»... «sometida a la nada»... Es preciso experimentar ese vértigo del hombre-sin-Dios para comprender mejor lo que sigue.
-“Sin embargo ha conservado la esperanza: será liberada de la esclavitud, de la degradación inevitable, para conocer, ella también, la libertad, la gloria de los «hijos de Dios»”. La creación, como el hombre, es «hija de Dios, salida de su amor, querida por Dios, concebida por Dios, amorosamente amada por Dios, paternalmente envuelta por los cuidados de Dios». «¡Ser hijo de Dios!» Trato de evocar en mi corazón y en mi experiencia humana, lo que esto puede significar ya en el caso de la paternidad o maternidad humana. «¡Ser tu hijo, Señor!» - vivir contigo, en tu casa, junto a Ti. - recibir de Ti la vida y múltiples cuidados... - heredar de todos los bienes divinos, alegría, amor, eternidad, felicidad infinita... Gracias. Gracias.
-“La creación entera gime, pasa por los dolores de parto que duran todavía”. El universo y la humanidad no permanecen en un estado de fácil euforia: sufrimientos, gritos, injusticias, desgracias, enfermedades, opresiones, pecados, muerte. Pues bien, todo esto no es, para Dios un «sufrimiento de agonía»... ¡que termina en la muerte! es «sufrimiento de parto»... ¡que lleva a la vida!
-“Hemos recibido las primicias del Espíritu Santo, pero esperamos nuestra adopción y la liberación de nuestro cuerpo”. Pues hemos sido salvados, pero en esperanza... pero esperar lo que no vemos es esperar con perseverancia. Optimismo fundamental, apoyado no sobre una observación científica del cosmos ni sobre una reflexión filosófica que busca el sentido del futuro del mundo... sino sobre la Fe y la Esperanza. No hay aquí un desprecio de las ciencias ni de la filosofía, sino la afirmación de la Fe: la esperanza es una «superación» del mundo visible verificable... un punto de apoyo en Dios solo. «Esperamos nuestra adopción definitiva» (Noel Quesson).

3. “Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, nos parecía sonar: la boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares”.  Es la alegría de toda la creación y de cada uno (el mundo cósmico está también destinado a la salvación, al igual que nosotros estamos llamados a salvarnos, no sólo en nuestro espíritu, sino también en nuestra corporeidad). Al Espíritu le rezamos los cristianos pidiendo "que renueve la faz de la tierra". En la Plegaria Eucarística IV del Misal, al mirar al pasado, damos gracias a Dios porque "hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones y alegrar su multitud con la claridad de tu gloria"; y al mirar al futuro, nos gozamos porque un día, "junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro".
Hasta los gentiles decían: «El Señor ha estado grande con ellos.» El Señor ha estado grande con nosotros, y estamos alegres”. Los gentiles son espectadores externos de los favores divinos.
Que el Señor cambie nuestra suerte, como los torrentes del Negueb. Los que sembraban con lágrimas cosechan entre cantares”. Hemos de esmerarnos en obrar bien, incluso cuando lo estamos pasando mal. Así como el terreno es preparado por la lluvia para recibir la semilla, así se prepara muchas veces el alma por medio de lágrimas para recibir bendiciones. Hay lágrimas que son semillas que nosotros mismos debemos sembrar: Las lágrimas de dolor por el pecado, propio y ajeno; las lágrimas de simpatía por los hermanos que están afligidos o perseguidos; las de ternura en la oración y en la meditación de la palabra de Dios. Job, José, David, y muchos otros, tuvieron cosecha de gozo tras la siembra de lágrimas. Quienes siembran con lágrimas de santa contrición, cosecharán con el gozo de un perdón completo y de una paz asegurada (www.adorador.com): “Al ir, iba llorando, llevando la semilla; al volver, vuelve cantando, trayendo sus gavillas”.

Llucià Pou Sabaté

domingo, 27 de octubre de 2013

Lunes de la 30ª semana (impar). Jesús nos hace alzar la vista que nos impedía antes mirar al cielo en las cosas de cada día

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Habla una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: -«Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús habla curado en sábado, dijo a la gente: -«Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.» Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: -«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no habla que soltarla en sábado?» A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía” (Lucas 13,10-17).

1. –“Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. Había allí una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu. Andaba muy encorvada sin poderse enderezar del todo”. De nuevo se pone de manifiesto la misericordia de Jesús hacia los pobres. Qué desgracia verse reducido a mirar siempre al suelo, sin poder contemplar las caras de sus interlocutores, sin posibilidad de mirar hacia arriba. «La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él» (CEC.-1501). Pero aunque no se pueda mirar hacia arriba en algún caso, el Señor viene… como con esta mujer.
Veo también en esa mujer un símbolo de la humanidad "cautiva". Es esa mujer símbolo de todas las mujeres, excesivamente vejadas, en la historia Es un símbolo de todos los que soportan pesos intolerables, de cualquier tipo que sean. Puede que sean más de lo que nos parece, aunque sus espaldas no se curven materialmente. He ahí a hombres y mujeres curvados por el peso del hambre y de la pobreza. Hombres y mujeres curvados por el peso de los hijos y las preocupaciones familiares. Hombres y mujeres curvados por el peso de los trabajos y los desvelos. Hombres y mujeres curvados por el esfuerzo y la lucha de la vida. Hombres y mujeres curvados por la incomprensión y la soledad. Hombres y mujeres curvados por el vicio y los apegos. Hombres y mujeres curvados por los recuerdos y los remordimientos, por los fracasos y las tristezas. Hombres y mujeres curvados por la falta de salud y por los años.
-“Al verla la llamó Jesús y le dijo "Mujer, quedas libre de tu enfermedad". Le impuso las manos, y en el acto la mujer se enderezó”. Contemplo esa escena: Jesús "de pie" junto a esa mujer "enferma". Antes de que ella le hiciera petición alguna, Jesús toma la iniciativa: pone las manos sobre la espalda encorvada, y al instante le queda enderezada ¡Señor, enderézanos! ¡Señor endereza a todos los que van siempre inclinados hacia el suelo!
-“Y empezó a alabar a Dios.” A lo largo de toda esa narración se descubre un nuevo sentido del sábado: pasa a ser el día del Señor Jesús, el día de la nueva dignidad de los hijos e hijas de Dios. Es el día de la alabanza, de la "eucaristía", de la acción de gracias a Dios. La misa, ¿es para mí, una acción de gracias? ¿Cuáles son mis motivos de alabar a Dios?
-“Intervino el jefe de la sinagoga indignado porque Jesús había curado en sábado: "¡Hay seis días de trabajo! ¡Venid esos días a que os curen, y no los sábados!" El Señor replicó: "¡Hipócritas! Cualquiera de vosotros, aunque sea sábado, desata del pesebre el buey o el asno, y lo lleva a abrevar..." Jesús no sigue los protocolos del sábado, apela al buen sentido. La Ley ha de ser siempre humana. “No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”, dijiste, Señor, para no divinizar ni siquiera las leyes más santas. “El hombre es el camino para la Iglesia”, dijo Juan Pablo II. La ley proponía el "descanso del sábado" precisamente por consideraciones de orden absolutamente humanitario y social, teniendo en cuenta a los empleados de la casa y aun al ganado: "El séptimo día descansarás, para que reposen tu buey y tu asno y tengan un respiro el hijo de tu sierva y el forastero" (Dt 5,14; Ex 23,12). Efectivamente, Señor, nuestro mundo de hoy tiene mucha necesidad de "respirar", de tomarse un descanso. Ayúdanos a restituir ese sentido a cada uno de nuestros domingos. Día de alegría. Día en el que se acaba la Creación, el "séptimo día", el día del gran reposo de Dios (Gn 2,14) Y ¿sabemos procurar para los demás, a nuestro alrededor, ese espacio de "respiro" y de libertad? Domingo, día de liberación, día de la redención de Jesús, día de "salvación".
-“Y a ésta, que es hija de Abraham, y que Satán ató hace ya dieciocho años, ¿no había que soltarla de sus cadenas...?” Líbranos, Señor, de todas nuestras cadenas, de todas nuestras esclavitudes.
-“Según iba diciendo esto se abochornaban sus adversarios, mientras toda la gente se alegraba de tantos portentos como hacía”. Haz que seamos sencillos, como la gente que sabe "maravillarse". ¡Que jamás no falle una ocasión de maravillarme de ti! (Noel Quesson). Si hay alguna fuerza que te oprime y de la que no eres capaz de liberarte, di a Cristo que extienda su mano sobre ti y diga con fuerza su palabra: "KUM, levántate" (Caritas). Lucas siempre muestra esa predilección de Jesús por los pobres, los que están oprimidos, y concretamente por la condición femenina de aquellos tiempos. Para levantar la mirada de toda esclavitud o discriminación, y poder mirar al cielo.
"Así encontró el Señor a esta mujer que había estado encorvada durante dieciocho años: no se podía erguir. Como ella -comenta San Agustín- son los que tienen su corazón en la tierra". Muchos pasan la vida entera mirando a la tierra, atados por la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (1 Juan 2, 16). La concupiscencia de la carne impide ver a Dios, pues sólo lo verán los limpios de corazón (Mt 5,8). La concupiscencia de los ojos, una avaricia de fondo, nos lleva a no valorar sino lo que se puede tocar: los ojos se quedan pegados a las cosas terrenas, y por lo tanto, no pueden descubrir las realidades sobrenaturales y llevan a juzgar todas las circunstancias sólo con visión humana. Ninguno de estos enemigos podrá con nosotros si continuamente suplicamos al Señor que siempre nos ayude a levantar nuestra mirada hacia Él. Cuando, mediante la fe, tenemos la capacidad de mirar a Dios, comprendemos la verdad de la existencia: el sentido de los acontecimientos, la razón de la cruz, el valor sobrenatural de nuestro trabajo, y cualquier circunstancia que, en Dios y por Dios, recibe una eficacia sobrenatural. El cristiano adquiere una particular grandeza de alma cuando tiene el hábito de referir a Dios las realidades humanas y los sucesos, grandes o pequeños, de su vida corriente. Acudamos a la misericordia del Señor para que nos conceda ese don vivir de fe, para andar por la tierra con los ojos puestos en el Cielo, en Él, en Jesús (Francisco Fernández Carvajal).

2. –“No somos deudores de la carne. Si vivís según la carne, moriréis; pero si, por el Espíritu, hacéis morir los desórdenes del hombre pecador, viviréis”. Pablo nos ha presentado la salvación en Jesucristo como una «liberación» de la muerte, del pecado y de la Ley. Pero es una «liberación» que hay que ir completando sin cesar. Encontramos aquí la comparación habitual en san Pablo, entre la «carne» y el «espíritu». La carne aquí es el «hombre entero cuando se ha apartado de la mirada de Dios», «el hombre sin Dios». El espíritu es precisamente lo contrario, no es el alma solamente, es el hombre entero en cuanto que animado por Dios.
-“Todos aquellos que se dejan conducir por el Espíritu de Dios, éstos son «Hijos de Dios»”... «Dejarse conducir»... no por un instinto como los animales, no por la razón solamente como podemos las personas, sino dejarnos llevar ¡por Dios! He ahí lo que reemplaza totalmente a la Ley. He ahí lo que mata toda actitud demasiado moralizante, incluso la del «hombre sin Dios» para quien el único ideal, y es normal, consiste en evitar el mal y hacer el bien. Para el cristiano ya no hay Ley, basta «dejarse conducir por el Espíritu de Dios». ¡Es una inmensa simplificación de la moral! Pero esto no es nada fácil, en absoluto. Pues no se acaba nunca. Se pasa de una «regla», con la cual se puede «estar en regla» cuando se ha cumplido -y ¡ya está!-... a un amor de Alguien, con el cual siempre se puede avanzar más; es dejarse llevar por Jesús y su Espíritu: "a los que recibieron la Palabra les dio poder de hacerse hijos de Dios" (Jn1,12) y "mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios: pues ¡lo somos!" (1 Jn 3,1).
-“El Espíritu que habéis recibido no hace de vosotros unos "esclavos" llenos de miedo... Es un Espíritu que os hace «hijos»”... sentirme hijo de Dios. ¡Desterrar el miedo! Señor, nos amas como una madre ama a su hijo. Y Tú esperas de nosotros el afecto y no el miedo. Ayúdanos a no considerar jamás nuestra vida cristiana y las renuncias que ésta comporta, como las cadenas que arrastra un esclavo.
-“Empujados por este Espíritu, clamamos al Padre llamándole: Abba: «Padre»”: «¡papá!». Palabra tierna que dicen los niños a su padre; no fue nunca usado en la Biblia, ni en el vocabulario religioso del judaísmo, ¡es una invención de Jesús, usarlo para hablar de Dios! Es la palabra usada al comienzo del «Padrenuestro". Tenemos que detenernos sobre esta palabra. Repetirla sin cesar. Sólo este nombre puede «alimentar» toda una oración. Es lo que hacía santa Teresa de Jesús. Ser hijos significa no vivir en el miedo, como los esclavos, sino en la confianza y en el amor. Ser hijos significa poder decir desde el fondo del corazón, y movidos por el Espíritu: "Abbá, Padre". Significa que somos "herederos de Dios y coherederos con Cristo": hijos en el Hijo, hermanos del Hermano mayor, partícipes de sus sufrimientos, pero también de su glorificación.
-“El Espíritu Santo mismo se une a nuestro "espíritu" para decirnos que somos sus hijos, sus herederos”. Experiencia de la presencia mística del Espíritu en nuestro espíritu (Noel Quesson; Maertens-Frisque).
3. El salmo nos ofrece una visión optimista: "Nuestro Dios es un Dios que salva... Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios prepara casa a los desvalidos: bendito sea el Señor cada día". En Cristo está la raíz de la dignidad de la persona humana, y del respeto que merece toda persona, también los más alejados y pequeños. Todos somos hijos. Por tanto, hermanos. Todos valemos mucho a los ojos de Dios, que no nos quiere como esclavos, sino como hijos. ¿Sentimos dentro de nosotros el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jesús, que "nos hace gritar: Abbá, Papá"?

Llucià Pou Sabaté
Lunes de la 30ª semana (impar). Jesús nos hace alzar la vista que nos impedía antes mirar al cielo en las cosas de cada día

Un sábado, enseñaba Jesús en una sinagoga. Habla una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu, y andaba encorvada, sin poderse enderezar. Al verla, Jesús la llamó y le dijo: -«Mujer, quedas libre de tu enfermedad.» Le impuso las manos, y en seguida se puso derecha. Y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús habla curado en sábado, dijo a la gente: -«Seis días tenéis para trabajar; venid esos días a que os curen, y no los sábados.» Pero el Señor, dirigiéndose a él, dijo: -«Hipócritas: cualquiera de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar, aunque sea sábado? Y a ésta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ha tenido atada dieciocho años, ¿no habla que soltarla en sábado?» A estas palabras, sus enemigos quedaron abochornados, y toda la gente se alegraba de los milagros que hacía” (Lucas 13,10-17).

1. –“Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. Había allí una mujer que desde hacía dieciocho años estaba enferma por causa de un espíritu. Andaba muy encorvada sin poderse enderezar del todo”. De nuevo se pone de manifiesto la misericordia de Jesús hacia los pobres. Qué desgracia verse reducido a mirar siempre al suelo, sin poder contemplar las caras de sus interlocutores, sin posibilidad de mirar hacia arriba. «La enfermedad puede conducir a la angustia, al repliegue sobre sí mismo, a veces incluso a la desesperación y a la rebelión contra Dios. Puede también hacer a la persona más madura, ayudarla a discernir en su vida lo que no es esencial para volverse hacia lo que lo es. Con mucha frecuencia, la enfermedad empuja a una búsqueda de Dios, un retorno a Él» (CEC.-1501). Pero aunque no se pueda mirar hacia arriba en algún caso, el Señor viene… como con esta mujer.
Veo también en esa mujer un símbolo de la humanidad "cautiva". Es esa mujer símbolo de todas las mujeres, excesivamente vejadas, en la historia Es un símbolo de todos los que soportan pesos intolerables, de cualquier tipo que sean. Puede que sean más de lo que nos parece, aunque sus espaldas no se curven materialmente. He ahí a hombres y mujeres curvados por el peso del hambre y de la pobreza. Hombres y mujeres curvados por el peso de los hijos y las preocupaciones familiares. Hombres y mujeres curvados por el peso de los trabajos y los desvelos. Hombres y mujeres curvados por el esfuerzo y la lucha de la vida. Hombres y mujeres curvados por la incomprensión y la soledad. Hombres y mujeres curvados por el vicio y los apegos. Hombres y mujeres curvados por los recuerdos y los remordimientos, por los fracasos y las tristezas. Hombres y mujeres curvados por la falta de salud y por los años.
-“Al verla la llamó Jesús y le dijo "Mujer, quedas libre de tu enfermedad". Le impuso las manos, y en el acto la mujer se enderezó”. Contemplo esa escena: Jesús "de pie" junto a esa mujer "enferma". Antes de que ella le hiciera petición alguna, Jesús toma la iniciativa: pone las manos sobre la espalda encorvada, y al instante le queda enderezada ¡Señor, enderézanos! ¡Señor endereza a todos los que van siempre inclinados hacia el suelo!
-“Y empezó a alabar a Dios.” A lo largo de toda esa narración se descubre un nuevo sentido del sábado: pasa a ser el día del Señor Jesús, el día de la nueva dignidad de los hijos e hijas de Dios. Es el día de la alabanza, de la "eucaristía", de la acción de gracias a Dios. La misa, ¿es para mí, una acción de gracias? ¿Cuáles son mis motivos de alabar a Dios?
-“Intervino el jefe de la sinagoga indignado porque Jesús había curado en sábado: "¡Hay seis días de trabajo! ¡Venid esos días a que os curen, y no los sábados!" El Señor replicó: "¡Hipócritas! Cualquiera de vosotros, aunque sea sábado, desata del pesebre el buey o el asno, y lo lleva a abrevar..." Jesús no sigue los protocolos del sábado, apela al buen sentido. La Ley ha de ser siempre humana. “No es el hombre para el sábado, sino el sábado para el hombre”, dijiste, Señor, para no divinizar ni siquiera las leyes más santas. “El hombre es el camino para la Iglesia”, dijo Juan Pablo II. La ley proponía el "descanso del sábado" precisamente por consideraciones de orden absolutamente humanitario y social, teniendo en cuenta a los empleados de la casa y aun al ganado: "El séptimo día descansarás, para que reposen tu buey y tu asno y tengan un respiro el hijo de tu sierva y el forastero" (Dt 5,14; Ex 23,12). Efectivamente, Señor, nuestro mundo de hoy tiene mucha necesidad de "respirar", de tomarse un descanso. Ayúdanos a restituir ese sentido a cada uno de nuestros domingos. Día de alegría. Día en el que se acaba la Creación, el "séptimo día", el día del gran reposo de Dios (Gn 2,14) Y ¿sabemos procurar para los demás, a nuestro alrededor, ese espacio de "respiro" y de libertad? Domingo, día de liberación, día de la redención de Jesús, día de "salvación".
-“Y a ésta, que es hija de Abraham, y que Satán ató hace ya dieciocho años, ¿no había que soltarla de sus cadenas...?” Líbranos, Señor, de todas nuestras cadenas, de todas nuestras esclavitudes.
-“Según iba diciendo esto se abochornaban sus adversarios, mientras toda la gente se alegraba de tantos portentos como hacía”. Haz que seamos sencillos, como la gente que sabe "maravillarse". ¡Que jamás no falle una ocasión de maravillarme de ti! (Noel Quesson). Si hay alguna fuerza que te oprime y de la que no eres capaz de liberarte, di a Cristo que extienda su mano sobre ti y diga con fuerza su palabra: "KUM, levántate" (Caritas). Lucas siempre muestra esa predilección de Jesús por los pobres, los que están oprimidos, y concretamente por la condición femenina de aquellos tiempos. Para levantar la mirada de toda esclavitud o discriminación, y poder mirar al cielo.
"Así encontró el Señor a esta mujer que había estado encorvada durante dieciocho años: no se podía erguir. Como ella -comenta San Agustín- son los que tienen su corazón en la tierra". Muchos pasan la vida entera mirando a la tierra, atados por la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la soberbia de la vida (1 Juan 2, 16). La concupiscencia de la carne impide ver a Dios, pues sólo lo verán los limpios de corazón (Mt 5,8). La concupiscencia de los ojos, una avaricia de fondo, nos lleva a no valorar sino lo que se puede tocar: los ojos se quedan pegados a las cosas terrenas, y por lo tanto, no pueden descubrir las realidades sobrenaturales y llevan a juzgar todas las circunstancias sólo con visión humana. Ninguno de estos enemigos podrá con nosotros si continuamente suplicamos al Señor que siempre nos ayude a levantar nuestra mirada hacia Él. Cuando, mediante la fe, tenemos la capacidad de mirar a Dios, comprendemos la verdad de la existencia: el sentido de los acontecimientos, la razón de la cruz, el valor sobrenatural de nuestro trabajo, y cualquier circunstancia que, en Dios y por Dios, recibe una eficacia sobrenatural. El cristiano adquiere una particular grandeza de alma cuando tiene el hábito de referir a Dios las realidades humanas y los sucesos, grandes o pequeños, de su vida corriente. Acudamos a la misericordia del Señor para que nos conceda ese don vivir de fe, para andar por la tierra con los ojos puestos en el Cielo, en Él, en Jesús (Francisco Fernández Carvajal).

2. –“No somos deudores de la carne. Si vivís según la carne, moriréis; pero si, por el Espíritu, hacéis morir los desórdenes del hombre pecador, viviréis”. Pablo nos ha presentado la salvación en Jesucristo como una «liberación» de la muerte, del pecado y de la Ley. Pero es una «liberación» que hay que ir completando sin cesar. Encontramos aquí la comparación habitual en san Pablo, entre la «carne» y el «espíritu». La carne aquí es el «hombre entero cuando se ha apartado de la mirada de Dios», «el hombre sin Dios». El espíritu es precisamente lo contrario, no es el alma solamente, es el hombre entero en cuanto que animado por Dios.
-“Todos aquellos que se dejan conducir por el Espíritu de Dios, éstos son «Hijos de Dios»”... «Dejarse conducir»... no por un instinto como los animales, no por la razón solamente como podemos las personas, sino dejarnos llevar ¡por Dios! He ahí lo que reemplaza totalmente a la Ley. He ahí lo que mata toda actitud demasiado moralizante, incluso la del «hombre sin Dios» para quien el único ideal, y es normal, consiste en evitar el mal y hacer el bien. Para el cristiano ya no hay Ley, basta «dejarse conducir por el Espíritu de Dios». ¡Es una inmensa simplificación de la moral! Pero esto no es nada fácil, en absoluto. Pues no se acaba nunca. Se pasa de una «regla», con la cual se puede «estar en regla» cuando se ha cumplido -y ¡ya está!-... a un amor de Alguien, con el cual siempre se puede avanzar más; es dejarse llevar por Jesús y su Espíritu: "a los que recibieron la Palabra les dio poder de hacerse hijos de Dios" (Jn1,12) y "mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios: pues ¡lo somos!" (1 Jn 3,1).
-“El Espíritu que habéis recibido no hace de vosotros unos "esclavos" llenos de miedo... Es un Espíritu que os hace «hijos»”... sentirme hijo de Dios. ¡Desterrar el miedo! Señor, nos amas como una madre ama a su hijo. Y Tú esperas de nosotros el afecto y no el miedo. Ayúdanos a no considerar jamás nuestra vida cristiana y las renuncias que ésta comporta, como las cadenas que arrastra un esclavo.
-“Empujados por este Espíritu, clamamos al Padre llamándole: Abba: «Padre»”: «¡papá!». Palabra tierna que dicen los niños a su padre; no fue nunca usado en la Biblia, ni en el vocabulario religioso del judaísmo, ¡es una invención de Jesús, usarlo para hablar de Dios! Es la palabra usada al comienzo del «Padrenuestro". Tenemos que detenernos sobre esta palabra. Repetirla sin cesar. Sólo este nombre puede «alimentar» toda una oración. Es lo que hacía santa Teresa de Jesús. Ser hijos significa no vivir en el miedo, como los esclavos, sino en la confianza y en el amor. Ser hijos significa poder decir desde el fondo del corazón, y movidos por el Espíritu: "Abbá, Padre". Significa que somos "herederos de Dios y coherederos con Cristo": hijos en el Hijo, hermanos del Hermano mayor, partícipes de sus sufrimientos, pero también de su glorificación.
-“El Espíritu Santo mismo se une a nuestro "espíritu" para decirnos que somos sus hijos, sus herederos”. Experiencia de la presencia mística del Espíritu en nuestro espíritu (Noel Quesson; Maertens-Frisque).
3. El salmo nos ofrece una visión optimista: "Nuestro Dios es un Dios que salva... Padre de huérfanos, protector de viudas, Dios prepara casa a los desvalidos: bendito sea el Señor cada día". En Cristo está la raíz de la dignidad de la persona humana, y del respeto que merece toda persona, también los más alejados y pequeños. Todos somos hijos. Por tanto, hermanos. Todos valemos mucho a los ojos de Dios, que no nos quiere como esclavos, sino como hijos. ¿Sentimos dentro de nosotros el Espíritu de Dios, el Espíritu de Jesús, que "nos hace gritar: Abbá, Papá"?

Llucià Pou Sabaté