sábado, 31 de agosto de 2013

Domingo de la semana 22 de tiempo ordinario; ciclo C

«Y sucedió que al entrar él un sábado a comer en casa de uno de los principales fariseos ellos le estaban observando. Y proponía a los in vitados una parábola al notar cómo iba eligiendo los primeros puestos, diciéndoles: Cuando seas invitado por alguien a una boda, no te sientes en el primer puesto, no sea que otro más distinguido que tú haya sido invitado por él, y al llegar el que os invitó a ti y al otro, te diga: cede el sitio a éste; y entonces empieces a buscar, lleno de vergüenza, el último lugar. Al contrario, cuando seas invitado, ve a sentarte en el ultimo lugar para que cuando llegue el que te invitó te diga: amigo, sube más arriba. Entonces quedarás muy honrado ante todos los comensales. Porque todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado. Decía también al que le había invitado: Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni o tus hermanos, ni o tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a tullidos, a cojos, y a ciegos; y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte; se te recompensará en la resurrección de los justos.» (Lucas 14,1.7-14)
1º. Jesús, te sirves de un ejemplo de la vida real para repetir una vez más la importancia de la humildad.
«Todo el que se ensalza será humillado; y el que se humilla será ensalzado».
En otra ocasión llamas a un niño y lo pones delante mientras dices: «Si no os convertís y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de Dios» (Mateo 18,3).
Sin embargo, el mejor ejemplo es contemplar tu vida en Belén, en Nazaret, en el Calvario, en la Eucaristía  que es vida de Dios, y recordar tus palabras: «Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón» (Mateo 11,29).
Jesús, me has enseñado con tu propio ejemplo la necesidad de ser humilde.
Ayúdame a buscar en todo tu gloria, no la mía.
Si soy humilde, Dios me ensalzará en el Cielo, como hizo con tu madre, la esclava del Señor.
Un modo concreto de mejorar en humildad es ser sincero en la dirección espiritual.
Si me dejo ayudar con humildad, me llevarás lejos en el camino de la santidad.
2º. ¡Cuándo te decidirás...!
Muchos, o tu alrededor; llevan una vida sacrificada por un motivo simplemente humano; no se acuerdan esas pobres criaturas de que son hijos de Dios, y se conducen así quizá sólo por soberbia, por destacar, por conseguir una vida futura más cómoda: ¡se abstienen de todo!
Y tú, que tienes el dulce peso de la Iglesia, de los tuyos, de tus colegas y amigos, motivos por los que merece la pena gastarse, ¿qué haces?, ¿con qué sentido de responsabilidad reaccionas?». (Forja.-362).
Jesús, me pides que cuando me esfuerce por hacer algo o por dar algo, no lo haga buscando el beneficio personal, la recompensa en la tierra, sino que lo haga por amor a Ti y a los demás.
Sólo así Dios me recompensará «en la resurrección de los justos.»
«Deberías estor agradecido, contento y feliz por el honor que se te ha concedido, al no ser tú quien ha de importunar a la puerta de los demás, sino los demás quienes acudan a la tuya. Y en cambio te retraes y te haces casi el inaccesible, rehuyes el encuentro con los demás, para no verte obligado o soltar una pequeña dádiva. Sólo sabes decir: “No tengo nada que dar, soy pobre”. En verdad eres pobre y privado de todo bien; pobre en amor pobre en humanidad, pobre en confianza en Dios, pobre en esperanzo eterna» (San Basilio Magno).
Jesús, cuánta gente a mi alrededor sabe mortificar su cuerpo con dietas y ejercicios molestos para guardar la línea; o dedican tiempo y esfuerzo al estudio y al trabajo para obtener un buen puesto o sobresalir.
¿Y yo?
¿No voy a ser capaz de estudiar o trabajar en serio, o mortificar mi cuerpo por motivos más altos que guardar la línea o el prestigio?
Jesús, que sienta el dulce peso de lo Iglesia, y de todos los que conviven conmigo.
Dame ese sentido de responsabilidad que, en un cristiano, coincide con el tomarse en serio el camino de la santidad.
Que entienda de una vez que merece lo pena gastarse en tu servicio: en servicio a la Iglesia y a todas las almas.

viernes, 30 de agosto de 2013

Sábado de la semana 21 de tiempo ordinario (impar): al final de la vida, seremos juzgados en el amor, en cómo aprovechamos los dones que Dios nos da
«Es también como un hombre que al marcharse de su tierra llamó a sus servidores y les entregó sus bienes. A uno le dio cinco talentos, a otro dos y a otro uno sólo: a cada uno según su capacidad y se marchó. El que había recibido cinco talentos fue inmediatamente y se puso a negociar con ellos y llegó a ganar otros cinco. Del mismo modo, el que había recibido dos ganó otros dos. Pero el que había recibido uno, fue, cavó en la tierra y escondió el dinero de su señor. Después de mucho tiempo, regresó el amo de dichos servidores e hizo cuentas con ellos. Llegado el que había recibido los cinco talentos, presento otros cinco diciendo: Señor cinco talentos me entregaste, he aquí otros cinco que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. Llegado también el que había recibido los dos talentos, dijo: Señor dos talentos me entregaste, he aquí otros dos que he ganado. Le respondió su amo: Muy bien, siervo bueno y fiel; puesto que has sido fiel en lo poco, yo te confiaré lo mucho: entra en el gozo de tu señor. Llegado por fin el que había recibido un talento, dijo: Señor sé que eres hombre duro, que cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por eso tuve miedo, fui y escondí tu talento en tierra: aquí tienes lo tuyo. Le respondió su amo, diciendo: Siervo malo y perezoso, sabías que cosecho donde no he sembrado y recojo donde no he esparcido; por eso mismo debías haber dado tu dinero a los banqueros, y así al venir yo, hubiera recibido lo mío junto con los intereses. Por tanto, quitadle el talento y dádselo al que tiene los diez. Porque a todo el que tenga se le dará y abundará; pero a quien no tiene, aun lo que tiene se le quitará. En cuanto al siervo inútil arrojadlo a las tinieblas exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes.» (Mateo 25, 14-30)
1. Señor, nos hablas hoy de velar, esperar tu venida. En estas parábolas del final, nos muestras que vendrás como un "Ladrón" inesperado, como un "prometido" que introduce en su intimidad..., como un "dueño" que pide cuentas...:
-“Un hombre, al irse de viaje, llamo a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes”. Dios ha tenido confianza en nosotros al darnos "sus bienes". -“A uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno solo... El que recibió cinco, ganó otros cinco... El que recibió dos, ganó otros dos...” A cada uno se le pide "lo que puede y debe dar". Aquí lo fundamental es que hay una "nota" en el "concierto" que sólo yo puedo dar, y que Dios escucha. Hay "talentos" en el conjunto de la historia del cosmos que sólo yo puedo desarrollar y que Dios espera de mí. Soy irremplazable a los ojos de Dios. Todo ser humano es irremplazable a los ojos de Dios.
-“Al cabo de mucho tiempo volvió el dueño de aquellos empleados y se puso a saldar cuentas con ellos”. A Dios le agrada la gente activa, con inventiva, creadora. Tomar iniciativas. Poner en marcha nuevas empresas. Desarrollar la propia inteligencia, mejorar la salud. Ayudar a la promoción colectiva de los hombres. Estimular el crecimiento. Engendrar "desarrollo"...
El que tiene varios, los fructifica, pero el que tiene uno se ha quedado con la pobre seguridad de enterrarlo. Y tú, Señor, le dices: -“¡Empleado negligente y cobarde! Quitadle su talento... echadlo fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el apretar de dientes”.  El mismo final trágico que en la parábola de las "doncellas prudentes y necias". Ninguna parábola como la de los talentos, nos dice tan claramente, que cada ser humano construye su propio Juicio: el Juicio ya ha empezado... Es HOY (Noel Quesson).
«El tiempo es un don de Dios: es una interpelación del amor de Dios a nuestra libre y -si puede decirse- decisiva respuesta. Debemos ser avaros del tiempo, para emplearlo bien, con la intensidad en el obrar, amar y sufrir. Que no exista jamás para el cristiano el ocio, el aburrimiento. El descanso sí, cuando sea necesario, pero siempre con vistas a una vigilancia que sólo en el último día se abrirá a una luz sin ocaso» (Pablo VI).
«Me parece muy oportuno fijarnos en la conducta del que aceptó un talento: se comporta de un modo que en mi tierra se llama cuquería. Piensa, discurre con aquel cerebro de poca altura y decide: fue e hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
¿Qué ocupación escogerá después este hombre, si ha abandonado el instrumento de trabajo? Ha decidido irresponsablemente optar por la comodidad de devolver sólo lo que le entregaron. Se dedicará a matar los minutos, las horas, las jornadas, los meses, los años, ¡la vida!
¡Qué tristeza no sacar partido, auténtico rendimiento de todas las facultades, pocas o muchas, que Dios concede al hombre para que se dedique a servir a las almas y a la sociedad!
«Mío, mío, mío...», piensan, dicen y hacen muchos. (...). No pierdas tu eficacia, aniquila en cambio tu egoísmo. ¿Tu vida para ti? Tu vida para Dios, para el bien de todos los hombres, por amor al Señor. ¡Desentierra ese talento! Hazlo productivo: y saborearás la alegría de que, en este negocio sobrenatural no importa que el resultado no sea en la tierra una maravilla que los hombres puedan admirar. Lo esencial es entregar todo lo que somos y poseemos, procurar que el talento rinda, y empeñarnos continuamente en producir buen fruto» (J. Escrivá, Amigos de Dios 45-47).
Nos dices, Jesús, que antes de ese final conocerán un levantamiento contra el Rey (tu Pasión) y el castigo ejemplar de la ciudad (la caída de Sión). Mientras, es el "tiempo de la Iglesia", que sigue a la caída de Jerusalén y hay una extraordinaria desproporción entre la tarea a llevar a cabo en este mundo y la recompensa prometida. El amo distribuye sus riquezas (es decir, los intereses del Reino) teniendo en cuenta las posibilidades de cada uno... aunque un solo talento constituía entonces una considerable fortuna. Sería un error interpretar esos "talentos" solamente como dones naturales a explotar. Se trata, principalmente, de los intereses del Reino, riquezas del Señor de las que cada cristiano deviene intendente, ya que el progreso del Reino sólo es posible con la colaboración de cada uno de sus componentes. La parábola descubre a los discípulos la obligación de hacer fructificar los bienes del Reino durante el tiempo que se les concede para tal menester, el tiempo de la Iglesia.
El siervo que había recibido un solo talento, rechazando mezquinamente toda clase de riesgos, se decide por escoger una seguridad totalmente falsa, ya que una riqueza muerta, sin invertir, se devalúa; y quien no multiplica lo que tiene, lo dilapida. Quien "entierra" su talento por miedo a perderlo, se entierra a si mismo y opta por la muerte. Este severa advertencia de Jesús a las autoridades religiosas de su tiempo conserva para nosotros toda su fuerza: no podemos dejar de participar en el mundo, con sus riesgos; atrevernos a poner en juego la herencia recibida de Jesucristo, sin miedo, pues quien no administra la herencia la tendría perdida ya de antemano (Maertens-Frisque).
2. La «marcha hacia la santidad», a la cual la Fe nos invita es presentada por san Pablo en dos terrenos concretos: -ayer vimos el problema de la sexualidad... y de la vida conyugal; -hoy Pablo nos recuerda la moral social: -“En cuanto al amor fraterno, no necesitáis que os escriba, ya que habéis sido instruidos por Dios para amaros mutuamente”. Lo repetimos nuevamente. Cuando Pablo escribe esta carta, no ha sido redactado totalmente ningún «evangelio». Pero es ya vivido y propagado en su autenticidad. El amor de los demás considerados como hermanos... Hasta el amor de los mismos enemigos. Esto será el núcleo, el corazón de los evangelios. Ya estamos oyendo aquí la parábola del «buen Samaritano»... la invitación del «Juicio universal» a dar de comer, vestir, visitar... el ejemplo de Jesús «lavando los pies a sus apóstoles como un servidor»... Señor, ayúdame a interiorizar tu doctrina.
-“Hermanos, os exhortamos a que sigáis progresando”. ¡Progresar, hacer nuevos progresos! Nada más contrario a Dios que el «conservadurismo», la actitud que dice siempre «basta». En cambio Dios, nuestro Dios nos repite ¡«de nuevo»! Caminad hacia adelante (Noel Quesson). -“Proponeos firmemente vivir con tranquilidad... -Ocupaos de vuestros asuntos...” Es la paz, esa ciencia divina…
3. “Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo”.
El Señor nos dará su paz, pues “brama el mar y cuanto encierra, el orbe y los que le habitan; los ríos baten palmas, a una los montes gritan de alegría, ante el rostro de Yahveh, pues viene a juzgar a la tierra; él juzgará al orbe con justicia, y a los pueblos con equidad”.

Llucià Pou Sabaté

jueves, 29 de agosto de 2013

Viernes de la 21ª semana de Tiempo Ordinario.  Dios nos invita a su Reino en una correspondencia diaria, a estar en vela como las vírgenes prudentes que esperan al esposo

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: -«Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron. A medianoche se oyó una voz: ¡Que llega el esposo, salid a recibirlo! Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas." Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis." Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: "Señor, señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco." Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora»” (Mateo 25,1-13).  

1. Sigue tu enseñanza, Jesús, sobre la vigilancia. Ayer ponías el ejemplo del ladrón que puede venir en cualquier momento, y el del amo de la casa, que deseará ver a los criados preparados cuando vuelva. Hoy son las diez jóvenes que acompañarán, como damas de honor, a la novia cuando llegue el novio.
-Hablando de la "venida" del Hijo del hombre, Jesús decía: "El Reino de los cielos es semejante a diez doncellas, que, con su lámpara en la mano, salieron al encuentro del novio”… Jesús es el prometido introduce a su prometida en su familia. Esto es para Jesús la vida cristiana: una marcha hacia el "encuentro” con alguien que nos ama...
Ya hiciste, Señor, el primer milagro en una de esas bodas largas y festivas… La novia, con sus parientes y amigas, espera la llegada del novio con su comitiva para ser trasladada a su propia casa. La parábola es sencilla, pero muy hermosa y significativa. La tardanza del novio hasta medianoche, o la negativa de las jóvenes sensatas a compartir su aceite con las demás, o la idea de que puedan estar abiertas las tiendas a esas horas, o la respuesta tajante del novio, que cierra bruscamente la puerta, contra todas las reglas de la hospitalidad oriental, son contrastes fuertes, inusuales, para realzar la fuerza de la parábola... Quieres transmitirnos esta idea: que todas tenían que haber estado preparadas y despiertas cuando llegó el novio. Su venida será imprevista. Nadie sabe el día ni la hora. Israel -al menos sus dirigentes- no supo estarlo y desperdició la gran ocasión de la venida del Novio, que eres tú, Jesús, el Enviado de Dios, el que inauguraba el Reino y su banquete festivo.
-“Como el novio tardaba en "venir", les entró sueño a todas y se durmieron”. Los tratos entre las dos familias se prolongaban durante largo tiempo como prueba del interés que los padres tomaban por sus hijos. El esposo hacía casi siempre su aparición en el momento en que los invitados comenzaban a cansarse o a sentir el efecto de la bebida. En la parábola se hace alusión a esta costumbre para describir con mayor viveza la irrupción inesperada de un Reino en medio de gentes distraídas.
Es la misma idea de ayer. Jesús tarda. La visita es imprevista, la hora es imprecisa. No se sabe cuándo llegará. Sí, ¡cuán verdadero es todo esto! Tenemos la impresión de que Tú estás ausente, de que no vas venir. Y te olvidamos, nos dormimos en lugar de "velar".
-“A media noche se oyó gritar: "¡Que llega el novio; salid a recibirlo!"” Ayer, Jesús, eras el "ladrón nocturno", para acentuar el efecto de sorpresa, y por lo tanto, la necesidad de estar siempre a punto. Hoy el "esposo que viene de noche". Se puede velar porque se teme al ladrón; pero es mucho más importante todavía velar porque se desea al esposo que está por llegar. ¿Deseo yo, verdaderamente, la venida de Jesús? ¿Qué hago yo para mantenerme despierto, vigilante, atento a "sus" venidas?
-“Las muchachas prudentes prepararon sus lámparas.” Todas se durmieron. Todas flaquearon en la espera. Así, Señor, en ese pequeño detalle nos muestras cuán bien nos conoces. No nos pides lo imposible: tan sólo ese pequeño signo de vigilancia, una lamparita que sigue "velando" mientras dormimos. Esta era ya la delicada intención de la esposa del Cantar de los Cantares (Ct 5,2): "Yo duermo, pero mi corazón vela." Sí, soy consciente de que no te amo bastante; pero Tú sabes que quisiera amarte más. Me sucede a menudo que me quedo como adormilado y no te espero; pero te ruego, Señor, que mires mi lamparita y su provisión de aceite.
-“Las que estaban preparadas entraron "con Él" al banquete de bodas”. Imagen del cielo: un banquete de bodas, un encuentro, "estar con Él". Pero, depende de nosotros empezar el cielo desde aquí abajo, enseguida.
-“Las otras llegaron a su vez: ¡Señor, Señor, ábrenos! -No os conozco. Estad en vela pues no sabéis el día ni la hora”. Esa terrible palabra hace resaltar, por contraste, toda la seriedad de nuestra aventura humana. Tu amor por nosotros no es cosa de broma: ¡Nos lo has dado todo! Cuando se ha sido amado con tal amor, cuando se ha rehusado este amor... éste se convierte en una especie de tormento: en una vida frustrada. En una vida que ha malogrado el encuentro (Noel Quesson).
“El Evangelista cuenta que las prudentes han aprovechado el tiempo. Discretamente se aprovisionan del aceite necesario, y están listas, cuando avisan: ¡eh, que es la hora!, «mirad que viene el esposo, salidle al encuentro»: avivan sus lámparas y acuden con gozo a recibirlo.
(…) Y la fatuas, ¿qué hacen? A partir de entonces, ya dedican su empeño a disponerse a esperar al Esposo: van a comprar el aceite. Pero se han decidido tarde y, mientras iban, «vino el esposo y las que estaban preparadas entraron con él a las bodas» (..). No es que hayan permanecido inactivas: han intentado algo... Pero escucharon la voz que les responde con dureza: «no os conozco». No supieron o no quisieron prepararse con la solicitud debida, y se olvidaron de tomar la razonable precaución de adquirir a su hora el aceite. Les faltó generosidad para cumplir acabadamente lo poco que tenían encomendado. Quedaban en efecto muchas horas, pero las desaprovecharon.
Pensemos valientemente en nuestra vida. ¿Por qué no encontramos a veces esos minutos, para terminar amorosamente el trabajo que nos atañe y que es el medio de nuestra santificación? ¿Por qué descuidamos las obligaciones familiares? ¿Por qué se mete la precipitación en el momento de rezar de asistir al Santo Sacrificio de la Misa? ¿Por qué nos faltan la serenidad y la calma, para cumplir los deberes del propio estado, y nos entretenemos sin ninguna prisa en ir detrás de los caprichos personales? Me podéis responder: son pequeñeces. Sí, verdaderamente: pero esas pequeñeces son el aceite, nuestro aceite, que mantiene viva la llama y encendida la luz» (J. Escrivá, Amigos de Dios 40-41).
«Velad, porque no sabéis el día ni la hora», nos dices, refiriéndote al Reino de los Cielos. Otras veces nos hablas del presente, donde se realiza ya: «El cristianismo no es camino cómodo: no basta estar en la Iglesia y dejar que pasen los años. En la vida nuestra, en la vida de los cristianos, la conversión primera —ese momento único, que cada uno recuerda, en el que se advierte claramente todo lo que el Señor nos pide— es importante; pero más importantes aún, y más difíciles, son las sucesivas conversiones. Y para facilitar la labor de la gracia divina con estas conversiones sucesivas, hace falta mantener el alma joven, invocar al Señor, saber oír, haber descubierto lo que va mal, pedir perdón» (S. Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 57).
«Vela con el corazón, con la fe, con la esperanza, con la caridad, con las obras (...); prepara las lámparas, cuida de que no se apaguen, aliméntalas con el aceite interior de una recta conciencia; permanece unido al Esposo por el Amor, para que Él te introduzca en la sala del banquete, donde tu lámpara nunca se extinguirá» (S. Agustín, Sermones 93,17).
La fiesta de boda a la que estamos invitados sucede cada día, en los pequeños encuentros con el Señor, en las continuas ocasiones que nos proporciona de saberle descubrir en los sacramentos, en las personas, en los signos de los tiempos. Y como «no sabemos ni el día ni la hora» del encuentro final, esta vigilancia diaria, hecha de amor y seriedad, nos va preparando para que no falte aceite en nuestra lámpara. Al final, Jesús nos dirá qué clase de aceite debíamos tener: si hemos amado, si hemos dado de comer, si hemos visitado al enfermo. El aceite de la fe, del amor y de las buenas obras.
Cuando celebramos la Eucaristía de Jesús, «mientras esperamos su venida gloriosa», se nos provee de esa luz y de esa fuerza que necesitamos para el camino. Jesús nos dijo: «el que me come, tiene vida eterna, yo le resucitaré el último día» (J. Aldazábal; Biblia de Navarra).
2. –“Hermanos, habéis aprendido de nosotros cómo conviene que viváis para agradar a Dios”. Dice en griego: «como os conviene andar». La vida cristiana es camino, progreso: -“Haced pues nuevos progresos, os lo rogamos, os lo pedimos de parte del Señor Jesús”. Es una invitación a caminar el Él, ir con alegría en seguimiento de Jesús.
-“Sabéis, en efecto, las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús”. La fe debe provocar una conversión, una conducta moral nueva "de parte del Señor Jesús", nuestras maneras humanas de portarnos han de cambiar para que lleguen a conformarse según esa fe.
-“Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación”... La santidad es para todos, tal es la «voluntad» de Dios. Y esto se concreta en una multiplicidad de actitudes: -“Que os apartéis del libertinaje, que sepa cada cual controlar su propio cuerpo santa y respetuosamente, sin dejarse arrastrar por la pasión, como los paganos que no conocen a Dios”. Exponían en público, en aquella sociedad pagana, lo que San Pablo llama «porneia». El amor verdadero es un camino de santidad, tiene por base el respeto del otro y el control de sí mismo… -“En este asunto, que nadie ofenda a su hermano ni abuse de él”. El amor busca no hacer daño al cónyuge en su cuerpo y su alma, en su dignidad, pues si Dios nos ha llamado, no nos llamó a la impureza sino a la santidad. Así pues el que esto desprecia no desprecia a un hombre sino a Dios que nos hace don de su Espíritu Santo (Noel Quesson).
3. "El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables". Debemos defendernos de los criterios del mundo, si son contrarios a los de Dios, sin dejarnos contaminar por costumbres que no pueden admitirse en la vida de un cristiano. Por eso el salmo prosigue: «el Señor ama al que aborrece el mal, protege la vida de sus fieles y los libra de los malvados...», son los que caminan por la senda de la justicia, rectos de corazón, que se alegran ante las obras de Dios y dan gracias al santo nombre del Señor.

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 28 de agosto de 2013

Jueves de la 21ª semana de Tiempo Ordinario (impar): Dios nos llama a la salvación, que es al final de la vida, pero también en el día a día respondiendo a su Amor

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes»” (Mateo 24,42-51).  

1. Comenzamos hoy el discurso «escatológico» de Jesús, el quinto y último de los que Mateo nos ofrece en su evangelio. Se refiere a los acontecimientos finales y, en concreto, a la actitud de vigilancia que debemos tener respecto a la venida última de Jesús. Hoy nos lo dice con dos comparaciones muy expresivas: el ladrón puede venir en cualquier momento, sin avisar previamente; el amo puede regresar a la hora en que los criados menos se lo esperan.
Jesús, hoy nos dices: -“Velad”... y comenta Newman sobre esta "vigilancia": "Jesús preveía el estado del mundo tal como lo vemos hoy, en el que su ausencia prolongada nos ha inducido a creer que ya no volverá jamás... Ahora bien, muy misericordiosamente nos susurra al oído que no nos fiemos de lo que vemos, que no compartamos esa incredulidad general... sino que estemos alerta y vigilantes". "Debemos no sólo "creer", sino "vigilar"; no sólo "amar", sino "vigilar"; no sólo "obedecer", sino "vigilar"; vigilar, ¿por qué? Por ese gran acontecimiento: la venida de Cristo…
"¿Sabéis qué es estar esperando a un amigo, esperar su llegada y ver que tarda en venir? ¿Sabéis qué es estar con una compañía desagradable, y desear que pase el tiempo y llegue el momento en que podáis recobrar vuestra libertad? ¿Sabéis qué es tener lejos a un amigo, esperar noticias suyas, y preguntarse día tras día qué estará haciendo ahora, en ese momento, si se encontrara bien?... Velar a la espera de Cristo es un sentimiento parecido a estos, en la medida en que los sentimientos de este mundo son capaces de representar los de otro mundo..."
-“Velad, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela... También vosotros estad preparados: porque en el momento que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre”. También el Padre Duval ha traducido maravillosamente esta espera en su canción. "El Señor volverá, lo prometió, que no te encuentre dormido aquella noche. "En mi ternura clamo hacia El: Dios mío, ¿será quizá esta noche? "El Señor volverá, espéralo en tu corazón, ¡no sueñes en disfrutar lejos de El tu pequeña felicidad!" ¡Jesús "viene"! Y nos advierte: ¡velad! porque vengo cuando no lo pensáis.
Podríais malograr esa "venida", esa cita imprevista, esta visita-sorpresa. Y para que nos pongamos en guardia contra nuestras seguridades engañosas, Jesús llega a compararse a un "ladrón nocturno". Podemos tomarlo como una inseguridad fundamental de la condición humana, o bien como Teresita de Jesús veía al “ladrón” amado como quien se espera con impaciencia confiada, en el deseo de encontrarlo. Por eso señalaba que ella le advertiría al “Ladrón”: “ven, ¡por aquí!”, deseosa del encuentro.
Así como el ladrón o el amo vienen de improviso, hemos de estar preparados a su llegada. Esto no es solo para el momento de la muerte… la venida del Señor a nuestras vidas sucede cada día, y es esta venida, descubierta con fe vigilante, la que nos hace estar preparados para la otra, la definitiva. Toda la vida está llena de momentos de gracia, únicos e irrepetibles. Los judíos no supieron reconocer la llegada del Enviado: ¿desperdiciamos nosotros otras ocasiones de encuentro con el Señor?
El estudiante estudia desde el principio de curso. El deportista se esfuerza desde que empieza la etapa o el campeonato. El campesino piensa en el resultado final ya desde la siembra. Aunque no sean inminentes ni el examen ni la meta definitiva ni la cosecha. No es de insensatos pensar en el futuro. Es de sabios. Día a día se trabaja el éxito final. Día a día se vive el futuro y, si se aprovecha el tiempo, se hace posible la alegría final. «Estad en vela»: buena consigna para la Iglesia, pueblo peregrino, pueblo en marcha, que camina hacia la Venida última de su Señor y Esposo. Buena consigna para unos cristianos despiertos, que saben de dónde vienen y a dónde van, que no se dejan arrastrar sin más por la corriente del tiempo o de los acontecimientos, que no se quedan amodorrados por el camino. Estar en vela no significa vivir con temor, ni menos con angustia, pero sí con seriedad. Porque todos queremos escuchar, al final, las palabras de Jesús: «muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor» (J. Aldazábal).
Jesús "vendrá"... al final de los tiempos en el esplendor del último día. Jesús "vendrá"... a la hora de nuestra muerte en el cara a cara de aquel momento solemne "cuando se rasgará el velo que nos separa del dulce encuentro".
Pero... Jesús "viene"... cada día, si sabemos "estar en vela". No hay que esperar el último día. Está allí, detrás del velo. Viene en mi trabajo, en mis horas de distensión, de solaz. Viene a través de tal persona con quien me encuentro, de tal libro que estoy leyendo, de tal suceso imprevisto... Es el secreto de una verdadera revisión de vida.
-“¿Dónde está ese "empleado" fiel y sensato encargado por el amo de dar a su servidumbre la comida a sus horas? Dichoso el tal empleado si el amo, al llegar lo encuentra cumpliendo con su obligación”... Sí, "velar", atisbar "las" venidas de Jesús, ¡no es estar soñando! Es hacer cada uno el trabajo de cada día, es considerarse, de alguna manera, responsable de los demás, es darles, cuando se requiera, su porción de pan, es amar. En verdad eso concierne, muy especialmente, a los "jefes de comunidad", en la Iglesia o en otra parte. Y ¿quién no es jefe de una comunidad? Familia, equipo, grupo, clase, despacho, empresa, sindicato, club, colegas, clientes, etc. Darles, cuando es oportuno, lo que esperan de mí (Noel Quesson).

2. Sigue San Pablo: “-Hermanos, en medio de todas nuestras congojas y tribulaciones, las noticias recibidas de vuestra fe nos han reconfortado. Ahora sí que vivimos porque vosotros permanecéis firmes en el Señor”. Es bonito: «revivimos» porque tenemos buenas noticias de la firmeza de vuestra fe. Alegría por la fidelidad de las almas que tiene encomendadas. Es la fuerza «en el Señor», que puede coexistir con un profundo sentimiento de debilidad personal (Rm 7,14-25).
Vemos que el Apóstol se entrega a ellos, dispuesto a dar por ellos su propia vida; y también recibe de ellos, no sólo enseña, sino aprende; nosotros hemos de aprender de Jesús que «se admiraba» de la fe que encontró en personas no judías, como la mujer cananea o el centurión romano; la Iglesia no sólo es maestra, sino también discípula: en el diálogo con el mundo de hoy, podemos aprender mucho de los jóvenes, o de los no creyentes, de los alejados, y, mucho más, de tantos cristianos sencillos que, tal vez con poca formación, siguen con generosidad el camino de Dios y hacen todo el bien que pueden a su alrededor; evangelizar, a veces, es también descubrir en el corazón de las personas la acción escondida del Espíritu que prepara en ellas el camino para un encuentro pleno con Cristo en la Iglesia.
-“¿Cómo podremos agradecer a Dios por vosotros por todo el gozo que por causa vuestra experimentamos ante nuestro Dios? Noche y día pedimos insistentemente...” El gozo de la fidelidad de los demás le lleva a dar gracias a Dios. ¿Y yo?, ¿me esfuerzo en transformar mis preocupaciones de esa manera positiva? San Pablo nos dirá ahora sobre qué puntos precisos se desarrolla su oración:
1º La fe: -“Que Dios nos haga ver vuestro rostro para completar lo que falta a vuestra fe. Que Dios mismo, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo, orienten nuestros pasos hasta vosotros”. El primer objetivo de su oración es la consolidación de la Fe de esa comunidad. Esa primera catequesis rápida puede que sea frágil y llena de lagunas (Pablo tuvo que salir por persecuciones). Vemos que la Fe tiene dos aspectos:
-es ante todo un acto global de adhesión a Cristo...
-es además una vida según Cristo que requiere un desarrollo, una catequesis.
¿Sé yo «completar lo que le falta a mi fe»? ¿Ruego para que progrese mi fe y la fe de todos los que amo?
2º La caridad. –“Que el señor os haga progresar en el amor de unos con otros y para con todos, como es nuestro amor para con vosotros”. Amar: primero «entre hermanos», pero también y ampliamente a «todos los hombres». Esta es una de las más puras características del evangelio.
3º La esperanza. –“Para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos”. La esperanza y la espera que dan un sentido a la vida (Noel Quesson / Martens-Frisque).
2. En la oración es donde se recompone siempre la dirección de nuestro trabajo. Como dice el salmo: «baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos».
El salmo hace referencia a la fugacidad de la vida, centrándose en la creación del hombre, al que formó Dios del polvo de la tierra (Gn 3,19) y le ha dado una vida breve, y dice S. Pedro que Dios tiene paciencia con nosotros: “no tarda el Señor en cumplir con su promesa, como algunos  piensan; más bien tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan” (2 P 3,8-9). Decía el fundador del Opus Dei: “Os recuerdo de nuevo que nos queda poco tiempo: tempus breve est, porque es breve la vida sobre la tierra, y que, teniendo aquellos medios, no necesitamos más que buena voluntad para aprovechar las ocasiones que Dios nos ha concedido. Desde que Nuestro Señor vino a este mundo, se inició la era favorable, el día de la salvación, para nosotros y para todos. Que Nuestro Padre Dios no deba dirigirnos el reproche que ya manifestó por boca de Jeremías: en el cielo, la cigüeña conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla conocen los plazos de sus migraciones: pero mi pueblo ignora voluntariamente los juicios de Yavhé.
            No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión! Dios es también el que puede perdonar y hacer felices los días del hombre sobre la tierra.

Llucià Pou Sabaté
Jueves de la 21ª semana de Tiempo Ordinario (impar): Dios nos llama a la salvación, que es al final de la vida, pero también en el día a día respondiendo a su Amor

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes»” (Mateo 24,42-51).  

1. Comenzamos hoy el discurso «escatológico» de Jesús, el quinto y último de los que Mateo nos ofrece en su evangelio. Se refiere a los acontecimientos finales y, en concreto, a la actitud de vigilancia que debemos tener respecto a la venida última de Jesús. Hoy nos lo dice con dos comparaciones muy expresivas: el ladrón puede venir en cualquier momento, sin avisar previamente; el amo puede regresar a la hora en que los criados menos se lo esperan.
Jesús, hoy nos dices: -“Velad”... y comenta Newman sobre esta "vigilancia": "Jesús preveía el estado del mundo tal como lo vemos hoy, en el que su ausencia prolongada nos ha inducido a creer que ya no volverá jamás... Ahora bien, muy misericordiosamente nos susurra al oído que no nos fiemos de lo que vemos, que no compartamos esa incredulidad general... sino que estemos alerta y vigilantes". "Debemos no sólo "creer", sino "vigilar"; no sólo "amar", sino "vigilar"; no sólo "obedecer", sino "vigilar"; vigilar, ¿por qué? Por ese gran acontecimiento: la venida de Cristo…
"¿Sabéis qué es estar esperando a un amigo, esperar su llegada y ver que tarda en venir? ¿Sabéis qué es estar con una compañía desagradable, y desear que pase el tiempo y llegue el momento en que podáis recobrar vuestra libertad? ¿Sabéis qué es tener lejos a un amigo, esperar noticias suyas, y preguntarse día tras día qué estará haciendo ahora, en ese momento, si se encontrara bien?... Velar a la espera de Cristo es un sentimiento parecido a estos, en la medida en que los sentimientos de este mundo son capaces de representar los de otro mundo..."
-“Velad, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela... También vosotros estad preparados: porque en el momento que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre”. También el Padre Duval ha traducido maravillosamente esta espera en su canción. "El Señor volverá, lo prometió, que no te encuentre dormido aquella noche. "En mi ternura clamo hacia El: Dios mío, ¿será quizá esta noche? "El Señor volverá, espéralo en tu corazón, ¡no sueñes en disfrutar lejos de El tu pequeña felicidad!" ¡Jesús "viene"! Y nos advierte: ¡velad! porque vengo cuando no lo pensáis.
Podríais malograr esa "venida", esa cita imprevista, esta visita-sorpresa. Y para que nos pongamos en guardia contra nuestras seguridades engañosas, Jesús llega a compararse a un "ladrón nocturno". Podemos tomarlo como una inseguridad fundamental de la condición humana, o bien como Teresita de Jesús veía al “ladrón” amado como quien se espera con impaciencia confiada, en el deseo de encontrarlo. Por eso señalaba que ella le advertiría al “Ladrón”: “ven, ¡por aquí!”, deseosa del encuentro.
Así como el ladrón o el amo vienen de improviso, hemos de estar preparados a su llegada. Esto no es solo para el momento de la muerte… la venida del Señor a nuestras vidas sucede cada día, y es esta venida, descubierta con fe vigilante, la que nos hace estar preparados para la otra, la definitiva. Toda la vida está llena de momentos de gracia, únicos e irrepetibles. Los judíos no supieron reconocer la llegada del Enviado: ¿desperdiciamos nosotros otras ocasiones de encuentro con el Señor?
El estudiante estudia desde el principio de curso. El deportista se esfuerza desde que empieza la etapa o el campeonato. El campesino piensa en el resultado final ya desde la siembra. Aunque no sean inminentes ni el examen ni la meta definitiva ni la cosecha. No es de insensatos pensar en el futuro. Es de sabios. Día a día se trabaja el éxito final. Día a día se vive el futuro y, si se aprovecha el tiempo, se hace posible la alegría final. «Estad en vela»: buena consigna para la Iglesia, pueblo peregrino, pueblo en marcha, que camina hacia la Venida última de su Señor y Esposo. Buena consigna para unos cristianos despiertos, que saben de dónde vienen y a dónde van, que no se dejan arrastrar sin más por la corriente del tiempo o de los acontecimientos, que no se quedan amodorrados por el camino. Estar en vela no significa vivir con temor, ni menos con angustia, pero sí con seriedad. Porque todos queremos escuchar, al final, las palabras de Jesús: «muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor» (J. Aldazábal).
Jesús "vendrá"... al final de los tiempos en el esplendor del último día. Jesús "vendrá"... a la hora de nuestra muerte en el cara a cara de aquel momento solemne "cuando se rasgará el velo que nos separa del dulce encuentro".
Pero... Jesús "viene"... cada día, si sabemos "estar en vela". No hay que esperar el último día. Está allí, detrás del velo. Viene en mi trabajo, en mis horas de distensión, de solaz. Viene a través de tal persona con quien me encuentro, de tal libro que estoy leyendo, de tal suceso imprevisto... Es el secreto de una verdadera revisión de vida.
-“¿Dónde está ese "empleado" fiel y sensato encargado por el amo de dar a su servidumbre la comida a sus horas? Dichoso el tal empleado si el amo, al llegar lo encuentra cumpliendo con su obligación”... Sí, "velar", atisbar "las" venidas de Jesús, ¡no es estar soñando! Es hacer cada uno el trabajo de cada día, es considerarse, de alguna manera, responsable de los demás, es darles, cuando se requiera, su porción de pan, es amar. En verdad eso concierne, muy especialmente, a los "jefes de comunidad", en la Iglesia o en otra parte. Y ¿quién no es jefe de una comunidad? Familia, equipo, grupo, clase, despacho, empresa, sindicato, club, colegas, clientes, etc. Darles, cuando es oportuno, lo que esperan de mí (Noel Quesson).

2. Sigue San Pablo: “-Hermanos, en medio de todas nuestras congojas y tribulaciones, las noticias recibidas de vuestra fe nos han reconfortado. Ahora sí que vivimos porque vosotros permanecéis firmes en el Señor”. Es bonito: «revivimos» porque tenemos buenas noticias de la firmeza de vuestra fe. Alegría por la fidelidad de las almas que tiene encomendadas. Es la fuerza «en el Señor», que puede coexistir con un profundo sentimiento de debilidad personal (Rm 7,14-25).
Vemos que el Apóstol se entrega a ellos, dispuesto a dar por ellos su propia vida; y también recibe de ellos, no sólo enseña, sino aprende; nosotros hemos de aprender de Jesús que «se admiraba» de la fe que encontró en personas no judías, como la mujer cananea o el centurión romano; la Iglesia no sólo es maestra, sino también discípula: en el diálogo con el mundo de hoy, podemos aprender mucho de los jóvenes, o de los no creyentes, de los alejados, y, mucho más, de tantos cristianos sencillos que, tal vez con poca formación, siguen con generosidad el camino de Dios y hacen todo el bien que pueden a su alrededor; evangelizar, a veces, es también descubrir en el corazón de las personas la acción escondida del Espíritu que prepara en ellas el camino para un encuentro pleno con Cristo en la Iglesia.
-“¿Cómo podremos agradecer a Dios por vosotros por todo el gozo que por causa vuestra experimentamos ante nuestro Dios? Noche y día pedimos insistentemente...” El gozo de la fidelidad de los demás le lleva a dar gracias a Dios. ¿Y yo?, ¿me esfuerzo en transformar mis preocupaciones de esa manera positiva? San Pablo nos dirá ahora sobre qué puntos precisos se desarrolla su oración:
1º La fe: -“Que Dios nos haga ver vuestro rostro para completar lo que falta a vuestra fe. Que Dios mismo, nuestro Padre, y nuestro Señor Jesucristo, orienten nuestros pasos hasta vosotros”. El primer objetivo de su oración es la consolidación de la Fe de esa comunidad. Esa primera catequesis rápida puede que sea frágil y llena de lagunas (Pablo tuvo que salir por persecuciones). Vemos que la Fe tiene dos aspectos:
-es ante todo un acto global de adhesión a Cristo...
-es además una vida según Cristo que requiere un desarrollo, una catequesis.
¿Sé yo «completar lo que le falta a mi fe»? ¿Ruego para que progrese mi fe y la fe de todos los que amo?
2º La caridad. –“Que el señor os haga progresar en el amor de unos con otros y para con todos, como es nuestro amor para con vosotros”. Amar: primero «entre hermanos», pero también y ampliamente a «todos los hombres». Esta es una de las más puras características del evangelio.
3º La esperanza. –“Para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos”. La esperanza y la espera que dan un sentido a la vida (Noel Quesson / Martens-Frisque).
2. En la oración es donde se recompone siempre la dirección de nuestro trabajo. Como dice el salmo: «baje a nosotros la bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos».
El salmo hace referencia a la fugacidad de la vida, centrándose en la creación del hombre, al que formó Dios del polvo de la tierra (Gn 3,19) y le ha dado una vida breve, y dice S. Pedro que Dios tiene paciencia con nosotros: “no tarda el Señor en cumplir con su promesa, como algunos  piensan; más bien tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que nadie se pierda, sino que todos se conviertan” (2 P 3,8-9). Decía el fundador del Opus Dei: “Os recuerdo de nuevo que nos queda poco tiempo: tempus breve est, porque es breve la vida sobre la tierra, y que, teniendo aquellos medios, no necesitamos más que buena voluntad para aprovechar las ocasiones que Dios nos ha concedido. Desde que Nuestro Señor vino a este mundo, se inició la era favorable, el día de la salvación, para nosotros y para todos. Que Nuestro Padre Dios no deba dirigirnos el reproche que ya manifestó por boca de Jeremías: en el cielo, la cigüeña conoce su estación; la tórtola, la golondrina y la grulla conocen los plazos de sus migraciones: pero mi pueblo ignora voluntariamente los juicios de Yavhé.
            No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión! Dios es también el que puede perdonar y hacer felices los días del hombre sobre la tierra.

Llucià Pou Sabaté
Miércoles de la semana 21 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Jesús nos pide vivir en la verdad, acomodar la vida a lo que se dice, y vivir honradamente del trabajo
“En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: -«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: "Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas"! Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!» (Mateo 23,27-32).
1. Jesús, continúas recriminando la falsedad con duras palabras: -“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que sois semejantes a sepulcros blanqueados!... Se encalaban las tumbas para que fueran muy visibles y no se tocaran por descuido, para quedar “impuro”. La buena apariencia no quita que dentro haya podredumbre. Jesús, sigues castigando la mentira y la maldad con apariencia de bien. Quizá yo también estoy demasiado pendiente del qué dirán de mí, o me dejo llevar por la ambición o la violencia o el interés por el poder. O me considero de los «buenos», los mejores, los perfectos (J. Aldazábal), cuando en realidad sólo Dios juzga, y si no juzgo a los demás tampoco yo seré juzgado.
-“...que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia. Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad”. Jesús, tú eres el único santo, Dios humanado, el único que puede decir estas cosas. Nos recomiendas purificar lo de dentro de la misma manera que se ha embellecido el exterior. Señor, que para el interior de nuestros corazones tengamos el mismo afán de purificación y de hermosura que tenemos para nuestras apariencias.
-“¡Ay de vosotros escribas y fariseos que edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos y decís: "Si hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos colaborado con ellos para derramar la sangre de los profetas."” Una tras la otra, cada generación dice lo mismo: "Si hubiéramos estado allí, lo hubiéramos hecho mejor que vosotros..." "Considerad, vosotros, los adultos, cuán lamentable es la sociedad que nos habéis legado..." "Ah, si nos dierais las responsabilidades, veríais..." ¡Y nos cargamos a nuestros antepasados y nos cargamos a los judíos... y creemos que nosotros no hubiéramos crucificado a Jesús! ¡Resulta una terrible hipocresía creerse mejor que su propio padre, considerarse entre los justos! (Noel Quesson).
-“Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas ¡Colmad, también vosotros la medida de vuestros padres!” No sabemos cómo dijiste esas palabras, Señor, o si se escribieron bajo la pena de la destrucción de Jerusalén y enemistad declarada de los fariseos con respecto a la primitiva Iglesia… ayúdame a ver ese sentido misterioso que quieres darme con ellas, para aprovecharlas en mi vida.
2. Pablo sigue recordando los «esfuerzos y fatigas» que le costó la evangelización en Tesalónica. Y, como ayer, se atreve a presentar su actuación como «leal, recta e irreprochable». En concreto, alude a un aspecto de su ministerio que también aparece en otras cartas (sobre todo en 1 Co 9): que «trabajó día y noche» porque nunca quiso ser «gravoso a nadie». Ayer ya aludía a que, en su estancia en aquella ciudad, no se le podía achacar ninguna «codicia disimulada» o interés económico. Ya sabemos que Pablo era tejedor de oficio, fabricaba lonas para tiendas (cf Hch 18,3). Si ayer comparaba su amor al de una madre, hoy dice que «tratamos con cada uno de vosotros personalmente, como un padre con sus hijos»: y se ve que el amor de un padre presenta matices distintos, porque empleó con ellos un «tono suave y enérgico». El conjunto de su ministerio en Tesalónica es muy positivo, y Pablo vuelve a dar gracias a Dios porque en esta ciudad hubo bastantes personas que acogieron la predicación «no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios».
-“Recordáis, hermanos, nuestros trabajos y fatigas: trabajando día y noche para no ser gravosos a ninguno de vosotros os anunciamos el Evangelio de Dios”. Dignidad del «trabajo manual»: San Pablo preconiza el trabajo profesional, que Jesús santificó (Mt 13,55). No se avergonzó de los callos de sus manos ni del dinero ganado para “satisfacer sus necesidades y las de sus compañeros” (Hch 20,34). ¡Pablo era tejedor, fabricante de lonas! En Corinto trabajaba en un taller, en casa de Aquila y Priscila (Hch 18,3). Los paganos de cultura griega despreciaban el trabajo manual, indigno de un hombre libre, el «trabajo servil» como se decía en la Iglesia aun recientemente, por desgracia. Para Pablo, en cambio, como para los intelectuales judíos, el trabajo manual era no solamente un factor complementario del equilibrio humano, sino, sobre todo un medio de «no ser gravoso a los demás» y de poder proclamar así el evangelio gratuitamente y en la más perfecta independencia frente al poder del dinero. Exigencia totalmente actual.
-“El Evangelio de Dios”: Dos veces, en pocas líneas, se encuentra esta expresión. No olvidemos que los «evangelios», como libros escritos, no existían todavía. Antes de ser objeto de biblioteca el evangelio ha sido «la buena nueva de Dios» que se transmitía, de hombre a hombre. a todos los que querían acogerlo.
-“Vosotros sois testigos y Dios también de cuán santa, justa e irreprochablemente nos comportamos con vosotros, los creyentes”. Una vez más Pablo se defiende de no ser un filósofo o un propagandista... o un profesor de buena doctrina. Lo que cuenta ante Dios es para él las actitudes de santidad, de justicia, de perfección de que su vida de hombre da testimonio.
-“Como un padre a sus hijos, lo sabíais bien, a cada uno de vosotros os exhortábamos y alentábamos”... Pablo había comparado el amor por sus fieles a la dulzura y al calor del amor maternal (1Ts 2,7). Ahora expresa su ternura con la imagen del amor paternal, viril y reconfortante (1Ts 2,11). Evoco a tantos padres que conozco, y los cuidados que prodigan a sus hijos: sentimiento natural, universal... lenguaje capaz de ser comprendido por todas las razas. ¡No hay apostolado sin amor! Ser apóstol no es ser un desfacedor de entuertos, ni un maestro de moral, es ser ¡aquél que exhorta y alienta como un padre!
-“Os hemos exhortado a tener una conducta digna de Dios”. Porque se trata de algo muy distinto a un «sentimiento». Se trata de una verdadera paternidad, real, aunque espiritual. Ser apóstol es «transmitir la vida», la de Dios. Es ser el instrumento de la paternidad misma de Dios. San Juan no tardará en poner en boca de Jesús: «Tenéis que renacer del agua y del Espíritu» (Jn 3). ¡Tener una conducta digna de Dios! digna de un hijo de Dios.
-“Cuando recibisteis de nuestros labios la Palabra de Dios, la habéis acogido por lo que realmente es: no como una palabra de hombres, sino la Palabra de Dios que actúa en vosotros los creyentes”. Una palabra que actúa, que hace que vivamos de un modo nuevo (Noel Quesson).
3. El ejemplo de Pablo nos sigue interpelando. Nuestra actuación en favor de la comunidad ha de ser intachable, desinteresada, sin buscarnos a nosotros mismos o las ventajas económicas. De nuevo el salmo 138 nos recuerda que estamos ante la mirada penetrante de Dios: «Señor, tú me sondeas y me conoces... ¿a dónde iré lejos de tu aliento, a dónde escaparé de tu mirada?». Para nuestra vida de entrega por los demás, si ayer se nos presentaba como modelo el amor de una madre, hoy se nos habla del amor de un padre, con un trato personal a la vez suave y enérgico, ayudando a todos a «vivir como se merece Dios». Si en conjunto podemos sentirnos satisfechos de la obra que realizamos, no nos atribuyamos el mérito, porque la que da eficacia a nuestro trabajo es «la palabra de Dios, que permanece operante en los creyentes». La fuerza transformadora es la de Dios. Nosotros somos instrumentos -ojalá buenos- en sus manos, para bien de la comunidad. S. Teresa dice (en su Camino de perfección 28,2): “Pensáis que os importa poco saber qué cosa es cielo, y adonde se ha de buscar vuestro sacratísimo Padre? Pues yo os digo, que para entendimientos derramados, que importa mucho, no solo creer esto, sino pensarlo mucho; porque es una de las cosas, que muy mucho atan los pensamientos, y hacen recoger el alma. Ya habréis oído, que Dios está en todas partes, y esto es gran verdad, pues claro está, que adonde está el rey, allí dicen que es la corte. En fin, que adonde está Dios es el cielo. Sin duda lo podéis creer, que adonde está su Majestad, está toda la gloria. Pues mira, que dice san Agustín (creo en el libro de sus meditaciones) que le buscaba en muchas partes, y que le vino á bañar dentro de sí. Pensáis que importa poco para un alma derramada, entender esta verdad y ver, que no ha menester para hablar con su Padre Eterno, ir al cielo, ni para regalarse con Él, que ni ha menester rezar á voces, por paso, que hable (=que hable bajo) ni oirá, ni ha menester alas, para ir á buscarle, sino ponerse en soledad, y mirarle dentro de sí, y no estrenarse de tan buen huésped, sino con grande humildad hablarle como á Padre, pedirle como á Padre; regalarse con Él, como con Padre, entendiendo que no es digna de ser su hija”.
Llucià Pou Sabaté

martes, 27 de agosto de 2013

Martes de la semana 21 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Jesús nos pide vivir en la verdad, atentos a la venida del Señor, cuando lleve todo a plenitud
“En aquel tiempo, habló Jesús diciendo: -«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el décimo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más grave de la ley: el derecho, la compasión y la sinceridad! Esto es lo que habría que practicar, aunque sin descuidar aquello. ¡Guías ciegos, que filtráis el mosquito y os tragáis el camello! ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que limpiáis por fuera la copa y el plato, mientras por dentro estáis rebosando de robo y desenfreno! ¡Fariseo ciego!, limpia primero la copa por dentro, y así quedará limpia también por fuera» (Mateo 23,23-26).
1. Uno de los defectos de los fariseos era el dar importancia a cosas insignificantes, poco importantes ante Dios, y descuidar las que verdaderamente valen la pena. Jesús se lo echa en cara:
-“¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas, que pagáis el diezmo de la menta, del anís y del comino, y descuidáis lo más importante de la Ley: la Justicia, la Misericordia, la Lealtad!” La Ley preveía que cada agricultor debía ofrecer al Templo el "décimo" -el diezmo- de la cosecha. Los fariseos lo habían encarecido al aplicar esta regla incluso a las hierbas que se emplean como condimento: la menta, el hinojo, el comino... Si los fariseos eran minuciosos en algunas bagatelas, tenían en cambio la manga muy ancha para otros asuntos más importantes. Y Jesús nos recuerda las grandes exigencias de todos los tiempos: la justicia, la misericordia, la fidelidad. Hoy diríamos: la ayuda a los más pobres, la defensa de los débiles y de los oprimidos, la pureza de la vida conyugal, la honestidad profesional, la justicia social, etc...
De un modo muy expresivo les dice: «filtráis el mosquito y os tragáis el camello». El diezmo lo pagaban los judíos de los productos del campo (cf Dt 14,22-29), pero pagar el diezmo de esos condimentos tan poco importantes (la menta, el anís y el comino) no tiene relevancia, comparado con las actitudes de justicia y caridad que debemos mantener en nuestra vida. Otra de las acusaciones contra los fariseos es que «limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro están rebosando de robo y desenfreno». Cuidan la apariencia exterior, la fachada. Pero no se preocupan de lo interior.
Estos defectos no eran exclusivos de los fariseos de hace dos mil años. También los podemos tener nosotros. En la vida hay cosas de poca importancia, a las que, coherentemente, hay que dar poca importancia. Y otras mucho más trascendentes, a las que vale la pena que les prestemos más atención.
¿De qué nos examinamos al final de la jornada, o cuando preparamos una confesión, o en unos días de retiro: sólo de actos concretos, más o menos pequeños, olvidando las actitudes interiores que están en su raíz: la caridad, la honradez o la misericordia?
Ahora bien, la consigna de Jesús es que no se descuiden tampoco las cosas pequeñas: «esto es lo que habría que practicar (lo del derecho y la compasión y la sinceridad), aunque sin descuidar aquello (el pago de los diezmos que haya que pagar)».
A cada cosa hay que darle la importancia que tiene, ni más ni menos. En los detalles de las cosas pequeñas también puede haber amor y fidelidad. Aunque haya que dar más importancia a las grandes.
También el otro punto nos lo podemos aplicar: si cuidamos la apariencia exterior, cuando por dentro estamos llenos de «robo y desenfreno». Si limpiamos la copa por fuera y, por dentro, el corazón lo tenemos impresentable. Somos como los fariseos cuando hacemos las cosas para que nos vean y nos alaben, si damos más importancia al parecer que al ser. Si reducimos nuestra vida de fe a meros ritos externos, sin coherencia en nuestra conducta.
En el sermón de la montaña nos enseñó Jesús que, cuando ayunamos, oramos y hacemos limosna, no busquemos el aplauso de los hombres, sino el de Dios. Esto le puede pasar a un niño de escuela y a un joven y a unos padres y a un religioso y a un sacerdote. Nos va bien a todos examinarnos de estas denuncias de Jesús (J. Aldazábal).
-“Esto es lo que había que practicar, sin descuidar aquello¡Guías ciegos que coláis el mosquito y os tragáis el camello!, ¡que purificáis por fuera la copa y el plato mientras que por dentro estáis llenos de codicia y de intemperancia! ¡Fariseo ciego, limpia primero por dentro la copa, para que también por fuera quede limpia!” Entre los judíos, la preocupación por la pureza legal les requería abluciones numerosas para cualquier propósito. Un mosquitillo que cayera en la sopa la hacía "impura". En otro momento, Jesús, nos dices también: "No mancha al hombre lo que entra por la boca; lo que sale de la boca, eso es lo que mancha al hombre" (Mt 15,11). Ayúdanos, Señor, a superar nuestras oposiciones y encontrarte a ti, a la Verdad (Noel Quesson).
S. León Magno comenta: “Dice el Señor: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos. Esta superioridad de nuestra virtud ha de consistir en que la misericordia triunfe sobre el juicio. Y, en verdad, lo más justo y adecuado es que la criatura, hecha a imagen y semejanza de Dios, imite a su Creador, que ha establecido la reparación y santificación de los creyentes en el perdón de los pecados, prescindiendo de la severidad del castigo y de cualquier suplicio, y haciendo así que de reos nos convirtiéramos en inocentes y que la abolición del pecado en nosotros fuera el origen de las virtudes.
La virtud cristiana puede superar a la de los escribas y fariseos no por la supresión de la ley, sino por no entenderla en un sentido material. Por esto, el Señor, al enseñar a sus discípulos la manera de ayunar, les dice: Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. ¿Qué paga sino la paga de la alabanza de los hombres? Por el deseo de esta alabanza se exhibe muchas veces una apariencia de virtud y se ambiciona una fama engañosa, sin ningún interés por la rectitud interior; así, lo que no es más que maldad escondida se complace en la falsa apreciación de los hombres.
El que ama a Dios se contenta con agradarlo, porque el mayor premio que podemos desear es el mismo amor; el amor, en efecto, viene de Dios, de tal manera que Dios mismo es el amor. El alma piadosa e íntegra busca en ello su plenitud y no desea otro deleite. Porque es una gran verdad aquello que dice el Señor: Donde está tu tesoro, allí está tu corazón. El tesoro del hombre viene a ser como la reunión de los frutos recolectados con su esfuerzo. Lo que uno siembre, eso cosechará, y cual sea el trabajo de cada uno, tal será su ganancia; y donde ponga el corazón su deleite, allí queda reducida su solicitud. Mas, como sea que hay muchas clases de riquezas y diversos objetos de placer, el tesoro de cada uno viene determinado por la tendencia de su deseo, y, si este deseo se limita a los bienes terrenos, no hallará en ellos la felicidad, sino la desdicha.
En cambio, los que ponen su corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra, y su atención en las cosas eternas, no en las perecederas, alcanzarán una riqueza incorruptible y escondida, aquella a la que se refiere el profeta cuando dice: La sabiduría y el saber serán su refugio salvador, el temor del Señor será su tesoro. Esta sabiduría divina hace que, con la ayuda de Dios, los mismos bienes terrenales se conviertan en celestiales, cuando muchos convierten sus riquezas, ya sea legalmente heredadas o adquiridas de otro modo, en instrumentos de bondad. Los que reparten lo que les sobra para sustento de los pobres se ganan con ello una riqueza imperecedera; lo que dieron en limosnas no es en modo alguno un derroche; éstos pueden en justicia tener su corazón donde está su tesoro, ya que han tenido el acierto de negociar con sus riquezas sin temor a perderlas”.

2. Sigue S. Pablo diciendo a los de Tesalónica: -“Hermanos, queremos haceros una petición respecto a la "Venida" de nuestro Señor Jesucristo y a nuestra reunión con El”. Algunos cristianos estaban persuadidos de la inminencia de este retorno de Jesús, y lo esperaban con tal impaciencia que eran negligentes en sus deberes cotidianos. Cuando decimos: «esperamos tu venida gloriosa... Ven, Señor Jesús... esperamos tu retorno...» con fe, en la Misa después de la consagración, nos referimos a este día del Señor.
-“No os dejéis alterar fácilmente en vuestros ánimos, ni os alarméis por alguna revelación, palabra o carta presentada como nuestra, que os haga suponer que es inminente el día del Señor. Que nadie os engañe de ninguna manera”. Jesús, ya nos habías dicho: «nadie sabe ni el día ni la hora... el día del Señor viene como un ladrón... hay que estar siempre a punto...» (Marcos 13; Mateo 24; Lucas 21).
-“Dios os ha llamado por medio de nuestro Evangelio para que consigáis la gloria de nuestro Señor Jesucristo”. La venida escatológica del Señor es, por consiguiente, el gran día de la unión íntima de los creyentes con Cristo, el final del gran proyecto de Dios: hombres radiantes de la Gloria de Jesucristo. Estamos en marcha hacia esta plenitud. Así pues la escatología ya ha comenzado, en la medida en que tratamos de vivir en comunión con Cristo. Aunque esperemos también nosotros la «parusía», la «venida» definitiva de Jesús.
-“Así pues, hermanos, manteneos firmes; que el mismo Señor nuestro, Jesucristo, y Dios, nuestro Padre, que nos ha amado y que nos ha dado gratuitamente una consolación eterna y una esperanza dichosa, consuele vuestros corazones...” El pensamiento del «encuentro» con Jesús es una especie de secreto que «dinamiza» desde el interior a los cristianos que hallan en él un profundo consuelo. Las persecuciones, los padecimientos pasajeros no son nada en comparación de la «gloria que les espera» (Romanos 8,18). Mi rostro, mi manera de actuar, alguna vez mis palabras... ¿dicen que «yo sé en quien he confiado» (2 Timoteo 1,12), que sé adonde voy?
-“Y os afiance en las tradiciones que os hemos enseñado, sea de viva voz, sea por carta”. Esta será la referencia para discernir lo verdadero de lo falso (Noel Quesson).

3. Queremos contemplar tu salvación, Señor, con las palabras del Salmo: “Decid a los pueblos: "El Señor es rey, / él afianzó el orbe, y no se moverá; / él gobierna a los pueblos rectamente."” Cuando vengas en tu gloria terminará todo lo malo, y llevarás a plenitud tu obra: “Alégrese el cielo, goce la tierra, / retumbe el mar y cuanto lo llena; / vitoreen los campos y cuanto hay en ellos”.
            Llucià Pou Sabaté

lunes, 26 de agosto de 2013

Lunes de la semana 21 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Jesús nos enseña a dar testimonio de la verdad, vivir a fondo el Evangelio
«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el Reino de los Cielos a los hombres! Porque ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que entrarían. ¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: El jurar por el Templo no es nada; pero si uno jura por el oro del Templo, queda obligado. ¡Necios y ciegos! ¿Qué es más: el oro o el Templo que santifica el oro? Y el jurar por el altar no es nada; pero si uno jura por la ofrenda que está sobre él queda obligado. ¡Ciegos! ¿Qué es más: la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? Por tanto, quien ha jurado por el altar; jura por él y por lo que hay sobre él. Y quien ha jurado por el Templo, jura por él y por Aquel que en él habita. Y quien ha jurado por el Cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que en él está sentado.» (Mateo 23, 13-22)
1. Siete veces dijo Jesús: "¡Ay de vosotros escribas y fariseos hipócritas!"  -“¡Ay de vosotros!...”, en arameo, expresa un profundo dolor, una indignación, una amenaza profética. -“Vosotros que cerráis a los hombres el Reino de los cielos. Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar”. Es la pena que tienes, Jesús, ante los malos pastores. 
-“Vosotros que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y cuando llega a serlo, le hacéis hijo de perdición, dos veces peor que vosotros”. El proselitismo puede ser bueno, cuando respeta la libertad, y responde entonces al amor que se tiene por la verdad, por el bien. Quererlo también para los demás. Pero el fanatismo puede llevar a buscar gente para cosas sectarias, y por eso te pido, Señor, ¡haz que seamos testigos de los apóstoles! ¡Guárdanos para no ser hipócritas ni sectarios!
-“¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: "Si uno jura por el Santuario, eso no es nada: mas, si jura por el oro del Santuario, queda obligado!" ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro?” Una de las aberraciones que muestras, Señor, es hacer el mal con excusa de hacer el bien. La casuística formal y jurídica puede ahogar la religión cuando no se tiene buen corazón...  es poner toda la importancia de “su religión” en detalles insignificantes. Los formalismos renacen sin cesar, bajo nuevas formas. Las invectivas de Cristo no pasan de moda.
Es importante no dejarse engañar por un ambiente corrupto, perverso. Vemos hoy que el aborto se comete con engaño, sin decir los traumas que se sienten en la madre, sin decir que es la muerte de un inocente. ¿Cómo lograr estar en la verdad, sin dejarse llevar por el ambiente, a veces engañoso? Podemos seguir esa voz interior que nos guía, y también pedir consejo, pues no es cierto que la intuición interior acierte siempre, sin esos guías que podemos buscarnos para aprender a discernir, en caso de necesidad: «Dicen que los hombres se convierten en simples máquinas y pierden la dignidad de la naturaleza humana cuando se guían por la palabra de otro. Y me gustaría saber lo que llegarían a ser siguiendo su propia voluntad. Por cada persona que ha sido perjudicada por seguir la dirección de otro, cientos de personas se han arruinado guiándose por su propia voluntad» (Card. J.H. Newman).
-“Si uno jura "por el altar", eso no es nada... Mas, si jura "por la ofrenda que está sobre el altar", queda obligado”. Eran los "casos" sobre los que discutían los rabinos de la época. La esencia de la verdad es lo importante, y no esas estrategias para mentir con excusas más o menos maquilladas… Señor, danos la virtud de la humildad, te lo pedimos con la intercesión de tu madre Santa María, quien es grande porque Dios «ha puesto los ojos en la humildad de su esclava» (Lucas 1,48).. Sana nuestros formalismos. Ayúdanos a estar atentos a lo que es esencial en lugar de perdernos en bagatelas y en controversias estériles (Noel Quesson).
2. Hacia el año 51 escribe san Pablo las cartas a los de Tesalónica. Son los primeros textos del Nuevo Testamento, a unos veinte años después de la muerte de Jesús, cuando los Evangelios eran predicados sobre todo oralmente, aún no eran redactados tal como las tenemos actualmente.
–“Nosotros, Pablo, Silvano y Timoteo nos dirigimos a vosotros... Gracia y paz de parte de Dios Padre y del Señor Jesucristo”. Pablo no está solo. Vive "en equipo apostólico", como decimos hoy. Da, Señor, a los cristianos y en particular a los sacerdotes este espíritu de cooperación. Pablo y sus compañeros desean a sus fieles la "gracia y la paz"... ¡de parte de Dios Padre y de Jesús! He ahí pues una comunidad que vive a un muy alto nivel de relaciones.
-“A vosotros, Iglesia de Tesalónica que está en Dios y en Jesucristo el Señor”. Esta comunidad vive «en Dios»... Contigo, Jesús, nuestra vida. Viven ellos en la capital de la provincia de Macedonia, en la Vía Egnatia que unía el mar Egeo al Adriático, lugar de tránsito donde se mezclaban numerosas razas; floreciente ciudad comercial. Han pasado sólo unos meses desde que recibieron a Pablo por vez primera (Hechos 17,2). Sin duda no son más que un puñado de cristianos: pero Pablo los ve como "la Iglesia que está en Dios y en Jesucristo", la Iglesia inmersa en el Imperio romano pagano.
Te ruego, Señor, por los cristianos de hoy, a menudo, tan minoritarios en un mundo hostil o indiferente, para que tengan en medio del mundo esta misma conciencia del misterio divino que se halla en ellos.
-“Tenemos que dar en todo tiempo gracias a Dios por vosotros, hermanos... Porque vuestra fe progresa y se acrecienta la mutua caridad de todos y cada uno de vosotros”. La alegría viene de ahí: la caridad y acción de gracias, tonalidad dominante de las primeras comunidades cristianas. ¡Gentes que «continuamente» dan gracias a Dios!, gentes «eucarísticas» (de eukaristein = dar gracias).
No son perfectos, son gente que continúa avanzando, son una comunidad dinámica, no por sus realizaciones externas, sino por su progreso interior.
-“Por todo ello nos gloriamos de vosotros por la constancia y la fe en medio de todas las persecuciones y tribulaciones que estáis soportando”. Y esta es la dimensión de la esperanza, la tercera gran virtud cristiana. Dice también el apóstol que son, en su fe en medio de persecuciones, un orgullo, testimonios de Jesús, dignos de ser alabados…
-“Esto es señal del justo juicio de Dios: en el que seréis declarados dignos del Reino de Dios por cuya causa padecéis. Que Dios os conceda cumplir todo el bien que deseáis hacer y, a la vez, active vuestra fe”. El hecho de ser perseguidos: lejos de abatir a estos hombres, por el contrario los anima y excita... los lleva a pensar en ese Reino escatológico que va viniendo. Saben a donde van (Noel Quesson).
3. Una comunidad podrá ser misionera y desarrollar su tarea de evangelización, cuando vivimos unidos a ti, Señor, y damos testimonio de la fe verdadera, no como hicieron los hipócritas (leemos en el Evangelio) sino como vivieron los primeros cristianos cambiando el ambiente de su época, y dejando que la verdad fuera sustituyendo la vida pagana, como pide el salmo: «contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones... porque los dioses de los gentiles son apariencia, mientras que el Señor ha hecho el cielo». Señor, te pido ser signo vivientes de tu Buena Noticia de salvación.

Llucià Pou Sabaté

sábado, 24 de agosto de 2013

Domingo de la semana 21 de tiempo ordinario; ciclo C. Jesús es el camino que conduce a la salvación, la puerta estrecha que nos invita a transitar, sin miedo, con generosidad, abandonándonos en su misericordia
«Y recorría ciudades y aldeas enseñando, mientras cami­naban hacia Jerusalén. Y uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?». Él les contestó: «Esforzaos para entrar por la puerta angosta, porque muchos, os digo, intentarán entrar y no podrán. Una vez que el dueño de la casa haya entrado y cerrado la puerta, os quedaréis fuera y empezaréis a golpear la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos". Y os responderá: "No sé de dónde sois". Entonces empezaréis a decir: "Hemos co­mido y hemos bebido contigo, y has enseñado en nuestras pla­zas". Y os diré: "No sé de dónde sois; apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad". Allí será el llanto y rechinar de dientes, cuando veáis a Abraham y a Isaac y a Jacob y a todos los profetas en el Rei­no de Dios, mientras que vosotros sois arrojados fuera. Y vendrán de Oriente y de Occidente y del Norte y el Sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios. Pues hay últimos que serán primeros y primeros que serán últimos». (Lucas 13, 22-30)
1. En el Evangelio Jesús recuerda que todos estamos llamados a la salvación y a vivir con Dios, porque frente a la salvación no hay personas privilegiadas. Todos deben pasar por la puerta estrecha de la renuncia y de la donación de sí mismos. La interrogación en torno al problema fundamental de la existencia: “Señor, ¿son pocos los que se salvan?”, no nos puede dejar indiferentes. A esa pregunta, Jesús no responde directamente, sino que exhorta a la seriedad de los propósitos y de las decisiones: “Esforzaos a entrar por la puerta estrecha, porque os digo que muchos serán los que busquen entrar y no podrán”. La puerta estrecha es, ante todo, la aceptación humilde, en la fe pura y en la confianza serena, de la Palabra de Dios, de sus perspectivas sobre nuestras personas, y sobre el  mundo y sobre la historia; es la observancia de la ley moral, como manifestación de la voluntad de Dios, en vista de un bien superior el que realiza nuestra verdadera felicidad; es la aceptación del sufrimiento como medio de expiación y de redención, para sí y para los demás, y como expresión suprema del amor; la puerta estrecha es, en una palabra, la aceptación de la mentalidad evangélica, que encuentra en el sermón de la montaña su más pura explicación.
Es necesario, en fin de cuentas, recorrer el camino trazado por Jesús y pasar por esa puerta, que es Él mismo: “Yo soy la puerta; el que por Mí entrare, se salvará” (Jn 10,9). Para salvarse, hay que tomar como Él nuestra cruz, negarnos a nosotros mismos en las aspiraciones contrarias al ideal evangélico y seguirle en su camino: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame” (Lc 9,23).
Es el amor lo que salva, el amor que, ya en la tierra, es felicidad interior para quien se olvida de sí mismo y se entrega en los más diferentes modos: en la mansedumbre, en la paciencia, en la justicia, en el sufrimiento y en el llanto. ¿Puede el camino parecer áspero y difícil, puede la puerta aparecer demasiado estrecha? La oración perseverante, la confiada súplica, el íntimo deseo de cumplir la voluntad de Dios, conseguirán de nosotros que amemos lo que Él manda (Juan Pablo II).
El evangelio da respuesta a esta cuestión, pues se dirige ante todo a ese Israel que no  quiere admitir la ampliación anunciada por el profeta. Que desconocidos «de Oriente y  Occidente, del Norte y del Sur», vengan «a sentarse a la mesa en el reino de Dios» con los  patriarcas de Israel, es algo tan insoportable para los interlocutores de Jesús que éstos, con  «rechinar de dientes», pasan a convertirse en «últimos», aunque eran los «primeros», e  incluso ya no se les permite entrar. Tienen que reconocer que se comportaron como  auténticos «malvados» cuando se empecinaron en su presunta prerrogativa mientras  comían y bebían con Jesús y éste «enseñaba en sus plazas». Las duras palabras que oyen  por boca de Jesús son palabras de advertencia, de aviso, pero sólo pueden provenir de su  amor. Y aunque al final se les dice que serán «los últimos», conviene no olvidar que este  último puesto (como confirman muchas profecías: Ez 16,63) es ciertamente el lugar de la  vergüenza, pero no el de la desesperación. Hay una esperanza para todo Israel (Rm  11,26).
Dios es Padre infinitamente bueno y misericordioso. Pero, por desgracia, el hombre, llamado a responderle en la libertad, puede elegir rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él. Precisamente esta trágica situación es lo que señala la doctrina cristiana cuando habla de condenación o infierno. No se trata de un castigo de Dios infligido desde el exterior, sino del desarrollo de premisas ya puestas por el hombre en esta vida… El infierno es la última consecuencia del pecado mismo, que se vuelve contra quien lo ha cometido. Es la situación en que se sitúa definitivamente quien rechaza la misericordia del Padre incluso en el último instante de su vida.
Las imágenes sobre el infierno hay que entenderlas bien. Expresan la completa frustración y vaciedad de una vida sin Dios. El infierno, más que un lugar, indica la situación en que llega a encontrarse quien libre y definitivamente se aleja de Dios, manantial de vida y alegría. Así resume los datos de la fe sobre este tema el Catecismo de la Iglesia católica: «Morir en pecado mortal sin estar arrepentidos ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa permanecer separados de él para siempre por nuestra propia y libre elección. Este estado de autoexclusión definitiva de la comunión con Dios y con los bienaventurados es lo que se designa con la palabra infierno» (n. 1033).

Por eso, la «condenación» no se ha de atribuir a la iniciativa de Dios, dado que en su amor misericordioso él no puede querer sino la salvación de los seres que ha creado. En realidad, es la criatura la que se cierra a su amor. La «condenación» consiste precisamente en que el hombre se aleja definitivamente de Dios, por elección libre y confirmada con la muerte, que sella para siempre esa opción. La sentencia de Dios ratifica ese estado.
La fe cristiana enseña que, en el riesgo del «sí» y del «no» que caracteriza la libertad de las criaturas, alguien ha dicho ya «no». Se trata de las criaturas espirituales que se rebelaron contra el amor de Dios y a las que se llama demonios. Para nosotros, los seres humanos, esa historia resuena como una advertencia: nos exhorta continuamente a evitar la tragedia en la que desemboca el pecado y a vivir nuestra vida según el modelo de Jesús, que siempre dijo «sí» a Dios.

La condenación sigue siendo una posibilidad real, pero no nos es dado conocer, sin especial revelación divina, cuáles seres humanos han quedado implicados efectivamente en ella. El pensamiento del infierno -y mucho menos la utilización impropia de las imágenes bíblicas- no debe crear psicosis o angustia; pero representa una exhortación necesaria y saludable a la libertad, dentro del anuncio de que Jesús resucitado ha vencido a Satanás, dándonos el Espíritu de Dios, que nos hace invocar «Abbá, Padre».
Esta perspectiva, llena de esperanza, prevalece en el anuncio cristiano. Se refleja eficazmente en la tradición litúrgica de la Iglesia, como lo atestiguan, por ejemplo, las palabras del Canon Romano: «Acepta, Señor, en tu bondad, esta ofrenda de tus siervos y de toda tu familia santa (...), líbranos de la condenación eterna y cuéntanos entre tus elegidos» (Juan Pablo II).
2.  «De entre ellos acogeré sacerdotes y levitas». La profecía del final del libro de Isaías (primera lectura) dice al pueblo de Israel con toda  claridad que Dios llamará también a hombres de países lejanos, que «nunca oyeron su  fama», y de entre ellos escogerá a algunos como sacerdotes y servidores particulares. Para  Israel es una tarea sumamente difícil saberse el pueblo elegido y a la vez tener que  relativizarse hasta el punto de tener que admitir esto: la misma elección afectará a otros  cuando llegue el momento, un momento que sólo Dios conoce. Estos otros, que en general  eran considerados por Israel como enemigos de Dios, son ahora llamados por Dios  «vuestros hermanos». Los sacrificios que ellos ofrecerán en el templo del Señor no están  manchados ni carecen de valor (como los sacrificios paganos), pues traen ofrendas «en  vasijas puras». ¿Cómo se comportará Israel con respecto a esta promesa? (H. von Balthasar).
3. «El Señor reprende a los que ama». La segunda lectura, que habla de la reprensión de Dios, de la corrección que procede del  amor, se dirige ciertamente primero a los cristianos. Estos deben sentirse igualmente  interpelados por las advertencias del evangelio. Pues también ellos pueden, como los  judíos, alardear de su elección y de sus presuntas prerrogativas, y por eso precisamente  pueden quedarse fuera y ser relegados al último puesto. Por ello han de recordar que no  deben entender la corrección simplemente como un castigo en su vida, sino como un  necesario instrumento pedagógico que quiere conferir a su fe y a su vida relajadas un  nuevo vigor cristiano. Pero también el Israel postcristiano debería recordar estas palabras a  propósito de la corrección, que ya le fueron dichas en la Escritura de la Antigua Alianza (Pr  3,11-12). Si es verdad que los dones y las llamadas de Dios son irrevocables (Rm 11,29),  entonces la larga pasión de Israel no puede ser más que un acontecimiento histórico dentro  de su elección (H. von Balthasar).

Llucià Pou Sabaté