miércoles, 30 de abril de 2014

Jueves de la semana 2 de Pascua

La vida nueva lleva a obedecer a Dios en lo profundo de nuestra conciencia.
“El que es de la tierra es terreno y habla como terreno; el que viene del cielo está sobre todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que lo acepta certifica que Dios dice la verdad. Porque el que Dios ha enviado dice las palabras de Dios, pues Dios le ha dado su espíritu sin medida. El Padre ama al hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas. El que cree en el hijo tiene vida eterna; el que no quiere creer en el hijo no verá la vida; la ira de Dios pesa sobre él” (Juan 3,31-36).
1. En el Evangelio (Jn 3,31-36) sigue Jesús hablándonos de su relación con el Padre y de cómo podemos entrar ahí nosotros, por la fe:El que es de la tierra es terreno y habla como terreno; el que viene del cielo está sobre todos”: el mejor uso de la libertad es no hacer según criterios «de la tierra», sino «del cielo», como decía Jesús a Nicodemo.
-“Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que lo acepta certifica que Dios dice la verdad. Porque el que Dios ha enviado dice las palabras de Dios, pues Dios le ha dado su espíritu sin medida”: Y las palabras de Dios son vida, por eso las besamos en su proclamación de la misa, pues ahí está Jesús en la mesa de la Palabra, como besa el sacerdote el altar donde Jesús dispone la mesa de la Eucaristía.
-“El Padre ama al hijo y ha puesto en sus manos todas las cosas. El que cree en el hijo tiene vida eterna; el que no quiere creer en el hijo no verá la vida; la ira de Dios pesa sobre él»”. Acoger a Jesús y su palabra es tener Vida eterna. Esta Vida está en la Eucaristía, la Palabra que queda sacramentalmente día a día a nuestra disposición, para escucharla en el Misterio, para alimentarnos de su Cuerpo, para tomar fuerza y defenderla en el mundo ante los ataques contra la dignidad de la persona, y llevar ese Amor donde quiera que vayamos, con fe y valentía.
2. Sigue los Hechos (5,27-33) con esa nueva cárcel de los Apóstoles: “Los trajeron y los presentaron al tribunal supremo. El sumo sacerdote les preguntó: «¿No os ordenamos solemnemente que no enseñaseis en nombre de ése? Y, sin embargo, habéis llenado Jerusalén de vuestra doctrina y queréis hacernos responsables de la sangre de este hombre»”. Los apóstoles no admiten un mandato injusto, por eso desobedecen al Sanedrín, recuerdan a los gobernantes que la obediencia a Dios es lo primero. La profundidad de las convicciones que Jesús ha despertado ya no se apagará con el martirio, al revés: se extenderá más y más la fe. Ante el “non serviam” –no te serviré- de Satanás y tantos que no quieren amar, los primeros cristianos dejan actuar al Espíritu Santo en sus vidas, dejan que actúe Jesús en ellos, y “este grito –serviam!- es voluntad de ‘servir’ fidelísimamente, aun a costa de la hacienda, de la honra y de la vida, a la Iglesia de Dios” (san Josemaría Escrivá). Los poderosos son unos miedosos, personas vacías; Jesús continúa siempre allí, vivo, se prolonga en sus apóstoles. El tribunal que condenó a Jesús debe tener síntomas de impotencia ahora, al ver nacer a la Iglesia como continuación de Cristo. Pedro habla, como portavoz, no sólo de los demás apóstoles, sino de Cristo, como símbolo de unidad. Lo sigue siendo hoy.
Pedro y los apóstoles respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero. Dios lo ha ensalzado con su diestra como jefe y salvador para dar a Israel el arrepentimiento y el perdón de los pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, como lo es también el Espíritu Santo que Dios ha dado a los que lo obedecen». Ellos, enfurecidos con estas palabras, querían matarlos”. Al leer la valentía de esos apóstoles, me pregunto: ¿Me hago esta pregunta yo también: obedecer a Dios, o bien, obedecer a los hombres? ¿Sé ir contra corriente, si hace falta a costa de mi honor, de mi dinero, etc.?
3. El Salmo (34,2.9.17-20) pone en nuestra boca la alegría del Tiempo pascual. Tiempo de esperanza de que todo irá bien, Dios conduce todas las cosa para nuestro bien: “Bendeciré al Señor a todas horas, su alabanza estará siempre en mi boca; / gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el hombre que se refugia en Él”. Jesús ha hecho la redención por su Pascua, y las mujeres fueron las primeras en ver al Resucitado, y así como Eva dio entrada al pecado, las nuevas Evas cristianas serán las portadoras de la salvación. Nosotros somos también llamados a ser testigos de estas cosas, “gustarlas”, como dice el Salmo, y darlas a los demás.
Y sigue: “El Señor se enfrenta con los criminales para borrar su memoria de la tierra. / Ellos gritan, el Señor los atiende y los libra de todas sus angustias; / el Señor está cerca de los atribulados, Él salva a los que están hundidos. / El hombre justo tendrá muchas contrariedades, pero de todas el Señor lo hará salir airoso”. Dios nos da la certeza de que saldremos airosos, si –como dice la primera lectura- somos obedientes a su voz. Esta presencia de Dios nos infunde confianza, pues esas dificultadespueden convertirse en oportunidades. Jesús pasó por la Cruz para llegar a la Resurrección. Es necesario que el grano de trigo muera para que pueda dar fruto. Los sufrimientos unidos a los de Jesús tienen un sentido salvador. Al Señor, que está cerca de los que sufren, le pedimos hoy «que los dones recibidos en esta Pascua den fruto abundante en toda nuestra vida» (oración), con firme esperanza en sus palabras: «Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (aleluya).
Una consecuencia de esta fe es la objeción de la conciencia cuando en la sociedad se nos pide algo que va contra ella: la defensa de la libertad nos lleva a dar la cara con valentía, pues como decía San Juan Crisóstomo, “no hay peligro para quienes temen a Dios sino para quienes no lo temen (…). Lo que hay que temer no es el mal que digan contra nosotros, sino la simulación de nuestra parte; entonces sí que perderíais vuestro sabor y seríais pisoteados. Pero, si no cejáis en presentar el mensaje con toda su austeridad, si después oís hablar mal de vosotros, alegraos. Porque lo propio de la sal es morder y escocer a los que llevan una vida de molicie. Por tanto, estas maledicencias son inevitables y en nada os perjudicarán, antes serán pruebas de vuestra firmeza». Y San Agustín advierte de algo que tiene plena actualidad en nuestros días: «En otros tiempos se incitaba a los cristianos a renegar de Cristo; en nuestra época se enseña a los mismos a negar a Cristo. Entonces se impelía, ahora se enseña; entonces se oía rugir al enemigo, ahora, presentándose con mansedumbre insinuante y rondando, difícilmente se le advierte. Es cosa sabida de qué modo se violentaba entonces a los cristianos a negar a Cristo; procuraban atraerlos así para que renegasen; pero ellos, confesando a Cristo, eran coronados. Ahora se enseña a negar a Cristo y, engañándoles, no quieren que parezca que se les aparta de Cristo (…). Como ciego que oye las pisadas de Cristo que pasa, le llamo... pero cuando haya comenzado a seguir a Cristo, mis parientes, vecinos y amigos comienzan a bullir. Los que aman el siglo se me ponen enfrente: ¿Te has vuelto loco? ¡Qué extremoso eres! ¿Por ventura los demás no son cristianos? Esto es una tontería. Esto es una locura. Y cosas tales clama la turba para que no sigamos llamando al Señor los ciegos».
Llucià Pou Sabaté


San José, obrero

«Y, llegado a su ciudad, les enseñaba en su sinagoga, de manera que se admiraban y decían: ¿De dónde le viene a éste esa sabiduría y esos poderes? ¿No es éste el hijo del artesano? ¿No se llama su madre María y sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas? Y sus hermanas ¿no viven todas entre noso­tros? ¿De dónde, pues, le viene todo esto? Y se escandalizaban de él. Pero Jesús les dijo: No hay profeta menospreciado sino en su tierra y en su casa. Y no hizo allí muchos milagros a cau­sa de su incredulidad». (Mateo 13, 54-58)
1º. La confusión que se produce entre la gente del pueblo de Jesús, nos hace pensar en la naturalidad con la que había vivido tantos años.
Era uno más, «el hijo del artesano».
Y, a la vez, era el Mesías esperado durante siglos, el Hijo de Dios.
Durante todo este tiempo no se distingue haciendo cosas extraordinarias; no hizo milagros patentes, a pesar de que conocería casos de gente enferma, pobre, necesitada.
Lo que sí haría es trabajar lo mejor posible, atender al que más lo necesitaba con especial dedicación, servir con alegría en casa y en el taller de José.
«Por su sumisión a María y a José, así como por su humilde trabajo durante largos años en Nazaret, Jesús nos da el ejemplo de santidad en la vida cotidiana de la familia y del trabajo» (CEC.-564).
Jesús, ha venido a traer fuego a la tierra (Lucas 12,48), ha venido a salvar a los hombres, a hacernos hijos de Dios, a llamarnos a la santidad.
Y está cumpliendo su misión desde el primer día, también durante esos años que llamamos de «vida oculta», porque no aparecen en el Evangelio.
Para mí, esos años son años de luz, porque ésa es la vida que tengo que imitar si quiero parecerme a Ti, si quiero ser otro Cristo.
Nosotros queremos hacer cosas grandes: queremos triunfar en nuestra vida profesional, queremos tener una familia feliz, queremos tener muchos amigos...
Pero a veces nos perdemos en los grandes planes mientras descuidamos el pequeño deber de cada día: el horario, el trabajo bien acabado, los detalles de servicio, el cumplimiento del plan de vida, el apostolado.
Que aprendamos de la vida oculta de Jesús a cuidar esos pequeños detalles y, entonces,  Jesús hará de nuestra vida algo grande.
2º. «Sigue en el cumplimiento exacto de las obligaciones de ahora. Ese trabajo -humilde, monótono, pequeño- es oración cuajada en obras que te disponen a recibir la gracia de la otra labor -grande, ancha y honda- con que sueñas» (Camino.-825).
Queremos... cambiar el mundo.
Queremos que la gente conozca a Jesús como le conocemos nosotros.
Entonces la gente le querrá, y se querrán entre ellos al saberse hijos del mismo Padre, hermanos de Jesús.
Como Jesús, también nosotros queremos traer fuego a la tierra: ese fuego del amor; que no destruye, sino que purifica y une.
Pero, ¿qué podemos hacer  para ayudarle en esta tarea?
Lo que nos pide Jesús es que le imitemos en su vida oculta.
Que sigamos en el cumplimiento exacto de las obligaciones de ahora: haz lo que tengas que hacer en cada momento, con la mayor perfección posible.
Ese trabajo -humilde, monótono, pequeño- es oración cuajada en obras.
El trabajo de Jesús en el taller de José también era humilde, monótono, pequeño.
Pero con cuánto amor lo realizaría, con qué perfección -acabando los detalles, aunque nadie se fuera a fijar en ellos-, con qué espíritu de servicio.
Si somos fieles en lo pequeño, Él nos dará la gracia de la otra labor              -grande, ancha, honda- con la que sueño.
Nuestra vida será fecunda en el terreno profesional y familiar; en el campo apostólico, en el servicio a Jesús y a los demás.
Y cuando la gente se pregunte: «¿de dónde le viene a éste todo esto?» -¿de dónde le viene esa alegría, esa ilusión profesional, esa facilidad para querer a los demás?-, les sabremos responder: nos viene de imitar a Jesús en su vida oculta, de ofrecer a Dios cada cosa que hacemos, cada pequeño vencimiento.

martes, 29 de abril de 2014

Miércoles de la semana 2 de Pascua

Jesús se nos entrega, nos da la luz para iluminar la vida, y fuerza para caminar
«Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo Unigénito, para que todo el que cree en él no perezca sino que tenga vida eterna. Pues Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él El que cree en él no es juzgado; pero quien no cree ya está juzgado, porque no cree en el nombre del Hijo Unigénito de Dios. Este es el juicio: que vino la luz al mundo y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, ya que sus obras eran malas. Pues todo el que obra mal odia la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprobadas. Pero el que obra según la ver- dad viene a la luz, para que sus obras se pongan de manifiesto, porque han sido hechas según Dios.» (Juan 3, 16-21)
1. -“Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único -leemos en el Evangelio-, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan vida eterna.” No queremos seguir en la noche, sino que se haga de luz en nuestras vidas. Queremos corresponder a tanto amor de Dios: «Que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que conocemos» (oración de las ofrendas). Como Tomás, a veces nos falta fe, pero el proyecto de Dios no es de condenación, ni de juicio, sino de vida eterna y salvación:
-“Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él”. El juicio se concreta en la adhesión a Cristo, la luz que vino al mundo, y en el rechazo de las tinieblas, de las obras malas. La motivación y la finalidad del don o del envío por Dios del Hijo único es el amor («tanto amó Dios al mundo»), «para que tengan vida eterna», «para que el mundo se salve por Él».
-“Quien cree en el Hijo no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”. Aunque existe la triste posibilidad de escoger las tinieblas:
-“Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras son malas...” Como comenta San Agustín: «Amaron las tinieblas más que la luz... Muchos hay que aman sus pecados y muchos también que los confiesan. Quien confiesa y se acusa de sus pecados hace las paces con Dios. Dios reprueba tus pecados... Deshaz lo que hiciste para que Dios salve lo que hizo. Es preciso que aborrezcas tu obra y que ames en ti la obra de Dios. Cuando empiezas a desterrar lo que hiciste, entonces empiezan tus obras buenas, porque repruebas las tuyas malas. El principio de las obras buenas es la confesión de  las malas. Practicas la verdad y vienes a la luz. ¿Qué es practicar la verdad? No halagarte, ni acariciarte, ni adularte tú a ti mismo, ni decir que eres justo, cuando eres inicuo. Así es como tú empiezas a practicar la verdad, así es como vienes a la Luz». Luz en un mundo entenebrecido por el pecado, quiere dar sentido a nuestro caminar. Obrar en la verdad es la mejor manera de vivir en la luz: vivir en el amor. Dejarnos penetrar por el amor de Dios “que entregó a su Hijo unigénito”, y buscar corresponderle con nuestra entrega.
2. Los apóstoles vuelven hoy a ser encarcelados, ya lo habían sido otra vez, por su predicación. Cada detención va seguida de una liberación providencial, que nos recuerda el paso de la esclavitud a la liberación, que es la Pascua: de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la Cruz a la Resurrección, esa es la gracia que nos da la presencia de Jesús, nuestra unión con Él. Hoy se nos dice: En aquellos días el sumo sacerdote y los de su partido –los saduceos- mandaron prender a los apóstoles y meterlos en la cárcel común. Y así lo hicieron. Pero por la noche un ángel del Señor les abrió las puertas de la cárcel y los sacó fuera, diciéndoles: Id al templo y explicad allí al pueblo este modo de vida.
Al amanecer, ellos entraron en el templo y se pusieron a enseñar... El comisario salió con los guardias y se los trajo de nuevo a la cárcel, sin emplear la fuerza, por miedo a que el pueblo los apedrease”.
Los Apóstoles necesitan predicar, dejan actuar en sus vidas al Espíritu Santo, y por eso tienen contradicciones. Este paso de la noche a la luz, cuando ya de día van a predicar al Templo, nos recuerda que Jesús en su resurrección es la luz, que rompe las tinieblas de la noche Santa, cuando en la Vigilia Pascual se hace la luz en el mundo con su Resurrección. Pero así como en la Pascua del nacimiento de Belén, también ahora, cuando vino la luz al mundo, muchos hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Todo el que obra mal aborrece la luz... Nos vienen a la cabeza las palabras de Jesús en la Cruz: “Padre, perdónales que no saben lo que hacen”, la ignorancia de los que le están matando, los magnates que ordenan su muerte, y esa ignorancia es motivo, como una palanca para la conversión que Jesús pide al Padre para ellos. Esteban también rezará por los que le matan, con las mismas palabras de Jesús: pide perdón para ellos “que no saben lo que hacen”. También san Pedro dirá a los judíos que han matado a Jesús por ignorancia, y les anima a que se conviertan y pasen al conocimiento de Jesús. La ignorancia más grande es la de los que no saben amar, al no conocer el Amor en Persona, y en ese no saber, en el ignorar, hay una base para que se produzca esa transformación que es el pedir perdón, es como la liberación del ángel, que abre la cárcel como vemos hoy, es el “Lázaro, ven fuera” que pronunció Jesús al resucitarlo. Es el “niña, levántate” en otra de las resurrecciones. Dios hace milagros. Los sigue haciendo cuando libera al hombre “del aguijón de la muerte (que) es el pecado”, de su ira, impaciencia, pereza. Estamos prisioneros de nuestro mal genio y de tantas cosas, cuando viene el “ángel” de la gracia de Dios a ayudarnos a que rectifiquemos las cosas, que volvamos a la vida, a la paz, al amor. Así pedimos en las oración de la misa de hoy: «Que el misterio pascual que celebramos se actualice siempre en el amor». Así, no tendremos miedo, por la gracia del Espíritu Santo, como recuerda San Juan Crisóstomo: «Muchas son las olas que nos ponen en peligro y una gran tempestad nos amenaza; sin embargo, no tememos ser sumergidos, porque permanecemos de pie sobre la roca. Aun cuando el mar se desate, no romperá esta roca; aunque se levanten las olas nada podrán contra la barca de Jesús. Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? Para mí la vida es Cristo y la muerte una ganancia. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena. ¿La confiscación de los bienes? Nada trajimos al mundo, de modo que nada podemos llevarnos de él. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. No tengo deseos de vivir si no es para vuestro bien espiritual. Por eso os hablo de lo que ahora sucede, exhortando vuestra caridad a la confianza».
3. Demos gracias al Señor, porque en Jesús hemos vencido a todo mal: «Jesucristo, nos amaste y lavaste nuestros pecados con tu sangre» (aleluya). Con la confianza que nos muestran los apóstoles, de que el Señor nos libera de toda ansia y temor malo, rezamos con el Salmo: «Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloría en el Señor, ensalcemos juntos su nombre». Sintiéndonos amados y protegidos por Dios, vivamos con fidelidad en su presencia, de tal forma que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza de su santo Nombre.
“Yo consulté al Señor y me respondió, me libró de todas mis ansias. Contempladlo y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará”. Él jamás abandonará a los suyos, pues es nuestro Dios y Padre. Él sabe que somos frágiles e inclinados a la maldad desde muy temprana edad; por eso envió a nuestros corazones su Espíritu Santo, para que nos fortalezca y desde nosotros dé testimonio de la Verdad, del Amor y de la rectitud que se espera de quienes ya no se dejan guiar por los propios caprichos y pasiones, sino por Aquel que habita en nuestros corazones como en un templo (homiliacatolica.com
 
).

-“Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias. El ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege. Gustad y ved qué bueno es el Señor, dichoso el que se acoge a Él”. Según san Agustín, «el que medita día y noche la Palabra del Señor, es como si rumiase y encontrase deleite en el sabor de esa Palabra divina dentro del que podría llamarse paladar del corazón».
Llucià Pou Sabaté


San Pio V, papa

Nació en un pueblo llamado Bosco, en Italia, en 1504. Sus padres eran muy piadosos y muy pobres. Aunque era un niño muy inteligente, sin embargo hasta los 14 años tuvo que dedicarse a cuidar ovejas en el campo, porque sus padres no tenían con qué costearle estudios. Pero la vida retirada en la soledad del campo le sirvió mucho para dedicarse a la piedad y a la meditación, y la gran pobreza de la familia le fue muy útil para adquirir gran fortaleza para soportar los sufrimientos de la vida. Más tarde será también Pastor de toda la Iglesia.
Una familia rica notó que su hijo Antonio se comportaba mejor desde que era amigo de nuestro santo, y entonces dispuso costearle los estudios para que acompañaran a Antonio y le ayudara a ser mejor. Y así pudo ir a estudiar con los Padres Dominicos y llegar a ser religioso de esa comunidad. Nunca olvidará el futuro Pontífice este gran favor de tan generosa familia. En la comunidad le fueron dando cargos de muchos importancia: Maestro de novicios, Superior de varios conventos. Y muy pronto el Papa, lo nombró obispo. Tenía especiales cualidades para gobernar.
Como el protestantismo estaba invadiendo todas las regiones y amenazaba con quitarle la verdadera fe a muchísimos católicos, el Papa nombró a nuestro santo como encargado de la asociación que en Italia defendía a la verdadera religión. Y él, viajando casi siempre a pie y con gran pobreza, fue visitando pueblos y ciudades, previniendo a los católicos contra los errores de los evangélicos y luteranos, y oponiéndose fuertemente a todos los que querían atacar nuestra religión. Muchas veces estuvo en peligro de ser asesinado, pero nunca se dejaba vencer por el temor. Con los de buena voluntad era sumamente bondadoso y generoso, pero para con los herejes demostraba su gran ciencia y sus dotes oratorias y los iba confundiendo y alejando, en los sitios a donde llegaba.
El Papa, para premiarles sus valiosos servicios y para tenerlo cerca de él como colaborador en Roma, lo nombró Cardenal y encargado de dirigir toda la lucha en la Iglesia Católica en defensa de la fe y contra los errores de los protestantes.
Al morir el Papa Pío IV, San Carlos Borromeo les dijo a los demás cardenales que el candidato más apropiados para ser elegido Papa era este santo cardenal. Y lo eligieron y tomó el nombre de Pío Quinto. Antes se llamaba Antonio Chislieri.
Antes se acostumbraba que al posesionarse del cargo un nuevo Pontífice, se diera un gran banquete a los embajadores y a los jefes políticos y militares de Roma. Pío Quinto ordenó que todo lo que se iba a gastar en ese banquete, se empleara en darles ayudas a los pobres y en llevar remedios para los enfermos más necesitados de los hospitales.
Cuando recién posesionado, iba en procesión por Roma, vio en una calle al antiguo amigo Antonio, aquel cuyos papás le habían costeado a él los estudios y lo llamó y lo nombró gobernador del Castillo Santángelo, que era el cuartel del Papa. La gente se admiró al saber que el nuevo Pontífice había sido un niño muy pobre y comentaban que había llegado al más alto cargo en la Iglesia, siendo de una de las familias más pobres del país.
Pío Quinto parecía un verdadero monje en su modo de vivir, de rezar y de mortificarse. Comía muy poco. Pasaba muchas horas rezando. Tenía tres devociones preferidas La Eucaristía (celebraba la Misa con gran fervor y pasaba largos ratos de rodillas ante el Santo Sacramento) El Rosario, que recomendaba a todos los que podía.Icono de Santa Catalina de Siena Y la Santísima Virgen por la cual sentía una gran devoción y mucha confianza y de quién obtuvo maravillosos favores.
Las gentes comentaban admiradas: - Este sí que era el Papa que la gente necesitaba". Lo primero que ordenó fue que todo obispo y que todo párroco debía vivir en el sitio para donde habían sido nombrados (Porque había la dañosa costumbre de que se iban a vivir a las ciudades y descuidaban la diócesis o la parroquia para la cual los habían nombrado). Prohibió la pornografía. Hizo perseguir y poner presos a los centenares de bandoleros que atracaban a la gente en los alrededores de Roma. Visitaba frecuentemente hospitales y casas de pobres para ayudar a los necesitados. Puso tal orden en Roma que los enemigos le decían que él quería convertir a Roma en un monasterio, pero los amigos proclamaban que en 300 años no había habido un Papa tan santo como él. Las gentes obedecían sus leyes porque le profesaban una gran veneración.
En las procesiones con el Santísimo Sacramento los fieles se admiraban al verlo llevar la custodia, con los ojos fijos en la Santa Hostia, y recorriendo a pie las calles de Roma con gran piedad y devoción. Parecía estar viendo a Nuestro Señor.
Publicó un Nuevo Misal y una nueva edición de La Liturgia de Las Horas, o sea los 150 Salmos que los sacerdotes deben rezar. Publicó también un Catecismo Universal. Dio gran importancia a la enseñanza de las doctrinas de Santo Tomás de Aquino en los seminarios, porque por no haber aprendido esas enseñanzas muchos sacerdotes se habían vuelto protestantes.
Aunque era flaco, calvo, de barba muy blanca y bastante pálido las gentes comentaban: "El Papa tiene energías para diez años y planes de reformas para mil años más".
Los mahometanos amenazaban con invadir a toda Europa y acabar con la Religión Católica. Venían desde Turquía destruyendo a sangre y fuego todas las poblaciones católicas que encontraban. Y anunciaron que convertirían la Basílica de San Pedro en pesebrera para sus caballos. Ningún rey se atrevía a salir a combatirlos.
Pío Quinto con la energía y el valor que el caracterizaban, impulsó y buscó insistentemente la ayuda de los jefes más importantes de Europa. Por su cuenta organizó una gran armada con barcos dotados de lo mejor que en aquel tiempo se podía desear para una batalla. Obtuvo que la república de Venecia le enviara todos sus barcos de guerra y que el rey de España Felipe II le colaborar con todas sus naves de combate. Y así organizó una gran flota para ir a detener a los turcos que venían a tratar de destruir la religión de Cristo. Y con su bendición los envió a combatir en defensa de la religión.
Puso como condición para estar seguros de obtener de Dios la victoria, que todos los combatientes deberían ir bien confesados y habiendo comulgado. Hizo llegar una gran cantidad de frailes capuchinos, franciscanos y dominicos para confesar a los marineros y antes de zarpar, todos oyeron misa y comulgaron. Mientras ellos iban a combatir en las aguas del mar, el Papa y las gentes piadosas de Roma recorrían las calles, descalzos, rezando el rosario para pedir la victoria.
Los mahometanos los esperaban en el mar lejano con 60 barcos grandes de guerra, 220 barcos medianos, 750 cañones, 34,000 soldados especializados, 13,000 marineros y 43,000 esclavos que iban remando. El ejército del Papa estaba dirigido por don Juan de Austria (hermano del rey de España). Los católicos eran muy inferiores en número a los mahometanos. Los dos ejércitos se encontraron en el golfo de Lepanto, cerca de Grecia.
El Papa Pío Quinto oraba por largos ratos con los brazos en cruz, pidiendo a Dios la victoria de los cristianos. Los jefes de la armada católica hicieron que todos sus soldados rezaran el rosario antes de empezar la batalla. Era el 7 de octubre de 1571 a mediodía. Todos combatían con admirable valor, pero el viento soplaba en dirección contraria a las naves católicas y por eso había que emplear muchas fuerzas remando. Y he aquí que de un momento a otro, misteriosamente el viento cambió de dirección y entonces los católicos, soltando los remos se lanzaron todos al ataque. Uno de esos soldados católicos era Miguel de Cervantes. El que escribió El Quijote.
Don Juan de Austria con los suyos atacó la nave capitana de los mahometanos donde estaba su supremo Almirante, Alí, le dieron muerte a éste e inmediatamente los demás empezaron a retroceder espantados. En pocas horas, quedaron prisioneros 10,000 mahometanos. De sus barcos fueron hundidos 111 y 117 quedaron en poder de los vencedores. 12,000 esclavos que estaban remando en poder de los turcos quedaron libres.
En aquel tiempo las noticias duraban mucho en llegar y Lepanto quedaba muy lejos de Roma. Pero Pío Quinto que estaba tratando asuntos con unos cardenales, de pronto se asomó a la ventana, miró hacia el cielo, y les dijo emocionado: "Dediquémonos a darle gracias a Dios y a la Virgen Santísima, porque hemos conseguido la victoria". Varios días después llegó desde el lejano Golfo de Lepanto, la noticia del enorme triunfo. El Papa en acción de gracias mandó que cada año se celebre el 7 de octubre la fiesta de Nuestra Señora del Rosario y que en las letanías se colocara esta oración "María, Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros" (propagador del título de Auxiliadora fue este Pontífice nacido en un pueblecito llamado Bosco. Más tarde un sacerdote llamado San Juan Bosco, será el propagandista de la devoción a María Auxiliadora).
Pío V murió el 1 de mayo de 1572 a los 68 años de edad y fue declarado santo por el Papa Clemente XI en 1712.

lunes, 28 de abril de 2014

Martes de la semana 2 de Pascua

El amor es lo que une la familia de hijos de Dios.
«No te sorprendas de que te haya dicho que os es preciso nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que ha nacido del Espíritu. Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede ser esto? Contestó Jesús: ¿Tú eres maestro en Israel y lo ignoras? En verdad, en verdad te digo que hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero no recibís nuestro testimonio. Si os he hablado de cosas terrenas y no creéis, ¿cómo ibais a creer si os hablara de cosas celestiales? Pues nadie ha subido al Cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del Hombre. Como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es preciso que sea levantado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea tenga vida eterna en él» (Juan 3, 7-15)
1. Sigue el diálogo de ayer de Jesús con Nicodemo, sobre el don de la vida eterna para todo el que cree en Jesús como enviado e Hijo de Dios. Nicodemo le preguntó algo parecido a lo que pregunta la Virgen, y que es señal de estar atentos a lo que Dios quiere, para obedecer: -«¿Cómo puede suceder eso?» Le contestó Jesús: - «…nadie ha subido al cielo, sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna.»” Estas palabra adquieren nueva perspectiva desde la Pasión y Resurrección: Jesús sube al monte de la cruz, para atraernos hacia arriba, hacia el cielo. Cuentan de hace muchos años, cuando un voluntario del Hospital de Stanford, conoció a una niñita llamada Liz quien sufría de una extraña enfermedad. Su única oportunidad de recuperarse era una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, quien había sobrevivido milagrosamente a la misma enfermedad y había desarrollado anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermano de la niña, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a su hermana. Dudó por solo un momento antes de tomar un gran suspiro y decir: Si, lo hare, si eso salva a Liz. Mientras la transfusión continuaba, él estaba acostado en una cama al lado de la de su hermana, y sonriente mientras nosotros lo asistíamos a él y a su hermana, viendo retornar el color a las mejillas de la niña. Entonces la cara del niño se puso pálida y su sonrisa desapareció. Él miró al doctor y le preguntó con voz temblorosa: ¿A qué hora empezare a morirme? Siendo solo un niño, no había comprendido al doctor; pensaba que le daría toda su sangre a su hermana. Y aún así, se la daba. Es lo que ha venido a hacer Jesús. Nos ha dado toda su vida, su sangre redentora, para que nosotros tuviéramos vida en Él.
Es esa vida nueva como hijos de Dios, lo que Jesús nos da en el Evangelio; es la vida de la Nueva Alianza del Amor, que se puede resumir en tres cosas, que expresan toda su esencia:
a) todo lo que necesitamos y rezamos está en la oración que Jesús rezó, que nos enseñó: el “Padre nuestro”. Es lo que expresa nuestra FE. Jesús como Verdad; es nuestra filiación divina;
b) todo lo que enseñó con esta vida como Camino para vivir auténticamente está en las Bienaventuranzas, es la ESPERANZA; y
c) todo lo que es Jesús, Él mismo, vivo, nos lo da en la Eucaristía, que es la Vida, la CARIDAD; así vemos estas tres formas en que es Camino (Bienaventuranzas), Verdad (Padrenuestro, somos hijos de Dios) y Vida (Eucaristía, nos da la Vida allí); y también las tres virtudes teologales: Fe (en que somos hijos de Dios Padre), Esperanza (en el camino de la Cruz, las Bienaventuranzas, encontramos la felicidad, el Cielo), y Caridad (el Amor hecho Eucaristía, que nos enseña a amar).
Es entrar en el misterio de sentirnos hijos de un Padre que nos quiere con locura. Es entrar en el misterio del amor de Jesús con su Padre. Hace poco en el colegio un niño pequeño me pidió un caramelo y le dije que se lo daría si me respondía una pregunta; y le dije: “-Explícame el misterio de la santísima Trinidad”. Cuál fue mi sorpresa cuando el niño contestó: “Esto lo sabrás en el cielo”. Se ganó el caramelo.
En Jesús tenemos la plenitud de la vida, que no está tanto en hacer cosas sino en amar, pues no consiste tanto en hacer todo perfecto sino en dejarse amar por ese Dios encarnado que ha muerto y resucitado por nosotros. Así, también nosotros tenemos esa Vida cuando hacemos vida la suya, pues no consiste tanto esa nueva vida en cumplir todas las leyes, sino que “al caer la tarde, seremos juzgados en el amor” (S. Juan de la Cruz); al atardecer de la vida, no se nos mirará como al niño que va a cenar “a ver si tienes las manos limpias”, sino sobre todo “a ver si tienes las manos llenas” de amor, ahí está la auténtica ley. Pues la salvación es un don abierto a todos a manos llenas, que Dios nos envía, y todo depende de que queramos dilatar el corazón, por el amor que damos, para que quepa el Amor que Dios nos quiere dar. Pedimos a la Santísima Virgen que con ella estemos todos unidos, como los primeros cristianos en el Cenáculo (en la Eucaristía): con “un solo corazón y una sola alma”.
2. Leemos hoy un nuevo resumen de la vida de la primera Iglesia, la familia de Jesús, y vemos cómo se busca la concordia entre los hermanos, el perdón y la armonía: “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenía. Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucho valor. Y Dios los miraba a todos con mucho agrado. Ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían, traían el dinero y lo ponían a disposición de los apóstoles; luego se distribuía según lo que necesitaba cada uno. José, a quien los apóstoles apellidaron Bernabé, que significa Consolado, que era levita y natural de Chipre, tenía un campo y lo vendió; llevó el dinero y lo puso a disposición de los apóstoles”. Ese amor entre los hermanos hace ver la unidad de la Iglesia. Es el “mirad cómo se aman” que se decía de los primeros cristianos, o como cantamos en el Ubi caritas: “cesen las disputas malvadas y los conflictos, para que viva entre nosotros Cristo Dios”, y también dirá san Pablo: “un solo Señor, una sola fe y un solo bautismo” (Ef 4,5), así como Dios es uno en la Iglesia hemos de estar todos unidos en el Amor, tal como pidió Jesús al Padre en la última Cena: “que todos sean uno, como Tú Padre en mí, y yo en ti, que así ellos estén en nosotros” (Jn 17,21), así nos quería Jesús bien metidos en la relación de Jesús y el Padre.
La renuncia de las riquezas de Bernabé y otros hablan del desprendimiento y sencillez de corazón, y se intuye ahí un sistema organizado de ayuda a los necesitados: amor y desprendimiento van unidos. Jesús decía que no se puede amar a Dios y a las riquezas, y podríamos añadir que si uno pone el corazón en las cosas, éstas ejercen un poder de atracción como el anillo de “El Señor de los anillos”, que va tomando nuestra voluntad hasta ser esclavo de esa idolatría, el “dios don dinero”, que es como un cáncer, y entonces no cabe el amor en el corazón pues el cáncer se ha hecho con todo el espacio. Jesús nos habló de esto en el «monte de las Bienaventuranzas», este monte está en realidad en el corazón de los que tienen a Jesús, que nos trae la paz y belleza, la libertad para servir, para la misión, la confianza total en Dios, que se ocupa de las flores del campo, pero sobre todo de sus hijos. Estas crisis actuales son de egoísmo, y se vencen con la generosidad, con la solidaridad, y así “el hermano ayudado por el hermano es una ciudad amurallada” (Prov 18,19), estamos todos seguros.
3. El Salmo canta la realeza de Dios, que reina sobre todo y su trono es firme y eterno:“El Señor reina, vestido de majestad, el Señor, vestido y ceñido de poder. / Así está firme el orbe y no vacila. Tu trono está firme desde siempre, y tú eres eterno. / Tus mandatos son fieles y seguros; la santidad es el adorno de tu casa, Señor, por días sin término”.
Llucià Pou Sabaté


Santa Catalina de Siena, virgen y doctora de la Iglesia

«En aquel tiempo exclamó Jesús diciendo: Y te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños. Si, Padre, pues así fue tu beneplácito. Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, ni nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquél a quien el Hijo quiera revelarlo». (Mateo 11, 25-27)
1º. Hoy se habla mucho de ciencia.
Parece que la ciencia puede explicarlo todo, y que sólo lo que se comprueba científicamente puede ser creído.
El problema es que las ciencias experimentales sólo pueden medir lo que es material, no lo que es espiritual.
Por eso «ocultas estas cosas a los sabios.»
No a los sabios de verdad, que saben distinguir hasta dónde llega la ciencia, sino a los que se creen sabios sin serlo, o a los soberbios que creen que su limitada razón es capaz de entenderlo todo.
También dices que Dios ha ocultado estas cosas a los «prudentes.»
Aquí te refieres, Jesús, a aquellas personas que no quieren arriesgar, que no quieren dar nada antes de haber recibido ya la recompensa.
Esas personas no te pueden conocer ni amar, porque Tú me das en proporción a lo que yo te entrego.
Es una proporción «desproporcionada»: «el ciento por uno y la vida eterna» (Marcos 10,30).
Pero el prudente da cero; y el ciento por cero, es cero.
Por eso me recuerdas: «Dad y se os dará» (Lucas 6,39-45) y no al revés.
«Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y prudentes, y las has revelado a los pequeños.»
«De la misma manera que los padres y las madres ven con gran gusto a sus hijos, también el Padre del universo recibe gustosamente a los que se acogen a él. Cuando los ha regenerado por su Espíritu y adoptado como hijos, aprecia su dulzura, los ama, la ayuda, combate por ellos y por eso, los llama sus «hijos pequeños» (San Clemente de Alejandría).
Jesús, quieres que me haga niño en la vida espiritual.
El niño pequeño confía en su padre, se apoya en él, le busca cuando se encuentra en necesidad.
Esa debe ser mi conducta espiritual: que confíe en Ti, que me apoye en Ti, que te busque en todo momento.
Entonces te iré descubriendo, conociendo y amando más y más.
2º. «¡Qué buena cosa es ser niño! -Cuando un hombre solicita un favor, es menester que a la solicitud acompañe la hoja de sus méritos.
Cuando el que pide es un chiquitín -como los niños no tienen méritos-, basta con que diga: soy hijo de Fulano.
¡Ah, Señor! -díselo ¡con toda tu alma!-, yo soy... ¡hijo de Dios!» (Camino.-892).
Jesús, Tú conoces al Padre porque eres su Hijo: «nadie conoce al Padre sino el Hijo.»
Yo también voy a conocer a Dios en la medida en que me comporte como hijo de Dios: en la medida en que le trate como Padre en la oración, o que me apoye en Él cuando tengo una dificultad, o que le ofrezca todo lo que hago.
Por eso, ¡qué buena cosa es ser niño!
El que se cree maduro y virtuoso no reconoce sus errores, ni aprende, ni se deja ayudar.
Pero el niño busca enseguida los brazos fuertes de su padre cuando se encuentra en peligro.
Y por eso su padre le coge con más cariño, y le conforta con toda clase de mimos.
Jesús, por ser cristiano, mi objetivo es parecerme a Ti lo más posible.
Y uno de los aspectos más importantes en los que te he de imitar         -porque incluye a todos los demás- es en la filiación divina: el vivir como hijo de Dios.
Por eso es bueno considerar cada día, y varias veces al día, esta realidad: yo soy... ¡hijo de Dios!
¿Cómo me tendré que comportar en el trabajo y en el descanso, en casa y en la calle, ante aquella situación o aquella otra?
Jesús, quieres que me haga pequeño, humilde; que te imite en ese vivir como hijo de Dios.
El sabio y el prudente se encierran en su soberbia o egoísmo, y todo lo espiritual se les oculta.
Pero a mí me has «querido revelar» el secreto de la vida sobrenatural: la filiación divina que me has conseguido muriendo en la cruz.
Lunes de la semana 2 de Pascua

Meditaciones de la semana
en Word
 y en PDB

Jesús nos invita a nacer de nuevo, a una vida de la gracia, de hijos de Dios.
Había entre los fariseos un hombre importante, llamado Nicodemo. Una noche fue a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que Tú haces si no está Dios con él». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios». Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo viejo? ¿Es que puede volver al seno de su madre y nacer de nuevo?». Jesús respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañe que te diga: Es necesario nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere; oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y a dónde va; así es todo el que nace del Espíritu»” (Juan 3,1-8).
1. A partir de hoy, durante todo el Tiempo Pascual, leeremos el evangelio de Juan. Empezando durante cuatro días por el capítulo tercero, el diálogo entre Jesús y Nicodemo, fariseo y doctor de la ley. Los diálogos que recoge Juan dan viveza a la escena. El de hoy no tiene desperdicio: se trata del nacimiento a ser hijos de Dios, al misterio del Reino: “fue a ver a Jesús y le dijo: «Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos, porque nadie puede hacer los milagros que Tú haces si no está Dios con él». Jesús le respondió: «Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios»”. Jesús no impone: propone, conduce, se pone a la altura de Nicodemo y le ayuda paso a paso, a profundizar más en la fe, en el bautismo, que es un nacimiento en el Espíritu, y nos viene muy bien recordar las promesas bautismales que renovamos en la Vigilia Pascual para comprometernos en la dignidad que hemos adquirido y vivir esa nueva vida
 Es el gozo en el Espíritu, que nos recuerda el Ofertorio de hoy: «Recibe, Señor, las ofrendas de tu Iglesia exultante de gozo, y pues en la resurrección de tu Hijo nos diste motivo de tanta alegría, concédenos participar de este gozo eterno». Comenta San Juan Crisóstomo: «En adelante nuestra naturaleza es concebida en el cielo con Espíritu Santo y agua. Ha sido elegida el agua y cumple funciones de generación para el fiel... Desde que el Señor entró en las aguas del Jordán, el agua no produce ya el bullir de animales vivientes, sino de almas dotadas de razón, en las que habita el Espíritu Santo». Y San Agustín: «No conoce Nicodemo otro nacimiento que el de Adán y Eva, e ignora el que se origina de Cristo y de la Iglesia. Sólo entiende de la paternidad que engendra para la muerte, no de paternidad que engendra para la vida. Existen dos nacimientos; mas él sólo de uno tiene noticia. Uno es de la tierra y otro es del cielo; uno de la carne y otro del Espíritu; uno de la mortalidad, otro de la eternidad... Los dos son únicos. Ni uno ni otro se pueden repetir».
“Nicodemo le preguntó: «¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo viejo? ¿Es que puede volver al seno de su madre y nacer de nuevo?». Jesús respondió: «Te aseguro que el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es espíritu. No te extrañe que te diga: Es necesario nacer de nuevo. El viento sopla donde quiere; oyes su voz, pero no sabes de dónde viene y a dónde va; así es todo el que nace del Espíritu»” Ser bautizado, es renacer. Jesús, hijo de Dios se ha hecho hombre para que nosotros, hombres, nos hagamos hijos de Dios. Esto es todo lo que hoy pedimos, de la mano de María Santísima: Señor, haz que yo oiga cada día ese "viento" del "Espíritu" del que habla el Evangelio de hoy, ayúdame a hacerme pequeño para ver, pues "lo esencial es invisible para los ojos" (Saint-Exupery).
2. Los Hechos (4,23-31) nos cuentan este tiempo de Pascua la acción de la primitiva Iglesia, y la acción del Espíritu Santo que la guía continuando la misión de Jesús. Hoy nos cuenta que Pedro y Juan, después que fueran apresados y liberados, volvieron junto a sus hermanos. Sí. Después del milagro de la curación del tullido, Pedro y Juan pasaron una noche en la cárcel. ¡El primer Papa en la cárcel! por haber curado a un enfermo y haber anunciado la resurrección de Jesús. Hace poco, Benedicto XVI viajó a Gran Bretaña, y también algunos querrían denunciarlo y meterlo en la cárcel… Podemos rezar ahora por la libertad de la Iglesia: Te ruego Señor, por todos los que están «encarcelados» por haber dado testimonio de su fe... por todos los que tienen dificultad en ser testigos, porque el ambiente en que viven es opresivo y constituye a su alrededor algo así como una cárcel que les impide vivir y anunciar a Jesucristo.
Así dice hoy la lectura: “Puestos en libertad, fueron a reunirse con los suyos y les contaron lo que les habían dicho los sumos sacerdotes y los ancianos. Después de escucharlos, hicieron todos juntos, en voz alta, esta oración a Dios: «Soberano Señor, tú eres el Dios que has hecho el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos; el que por boca de nuestro padre David, tu siervo, dijiste: ¿Por qué se amotinan las naciones y los pueblos hacen proyectos vanos? Se levantan los reyes de la tierra y los príncipes conspiran a una contra el Señor y su Mesías (del Salmo 2). Así ha sido. En esta ciudad, Herodes y Poncio Pilato se confabularon con los paganos y gentes de Israel contra tu santo siervo Jesús, tu Mesías, para hacer lo que tu poder y tu sabiduría habían determinado que se hiciera”. Rezaron con confianza de hijos de Dios. Con paz. Ante la “agitación de las naciones?", lo primero, orar. Se sitúan delante de Dios. La vida con todas sus penas (encarcelamiento de dos Apóstoles) ha de confrontarse con la Palabra: eso es orar... ver nuestras cosas con ojos de Dios: “¿Por qué esas naciones en tumulto, y esos vanos proyectos de los pueblos?” Se pueden levantar los poderes de la tierra contra el Señor, pero Dios, desde el cielo nos dice que tengamos confianza, pues sigue ese salmo diciendo: "Os anuncio el decreto del Señor: Tú eres mi Hijo... te doy en herencia las naciones!" ¡Qué valentía y audacia debieron sacar de tales plegarias! Los vemos que se atreven a enfrentarse al Poder político y religioso de su época. Pedro, el que temblaba de miedo ante unas criadas del sumo sacerdote, ahora se halla lleno de audacia y valentía. Ser apóstol no depende de nuestras fuerzas, sino de dejar actuar a Dios; pues las cualidades que tenemos también son don de Dios, y Le pedimos ahora: Señor, que sea yo con mi vida testimonio de tu amor para todos los que me rodean. Así sigue la lectura: “Ahora, Señor, mira sus amenazas y concede a tus siervos predicar tu palabra, y extiende tu mano para curar y obrar señales y prodigios en el nombre de tu santo siervo Jesús». Acabada su oración, “tembló el lugar en que estaban reunidos, y quedaron todos llenos del Espíritu Santo, y anunciaban con absoluta libertad la palabra de Dios”. Quedan “llenos del Espíritu Santo”… esto se repite continuamente la primitiva Iglesia. Es el tiempo del Espíritu Santo, que “es fruto de la Cruz” (san Josemaría), de la resurrección. ¡Envíanos, Señor, el soplo de tu Espíritu sobre nuestro tiempo! ¡Señor, llénanos de tu Espíritu, danos la gracia de serte fieles! Como acabamos de leer, viene el Espíritu después de rezar. También te pedimos, Señor, la constancia en la oración. Y como consecuencia, “predicaron la Palabra de Dios”, el apostolado. Es la compenetración entre «oración» y «acción». Pasan sin interrumpir de la oración a la proclamación del Evangelio (Noel Quesson).
Esta primera oración comunitaria de la Iglesia, que en medio de la persecución está muy unida, nos hace pensar que las dificultades en nuestras vidas hacen que nos unamos más, en la familia y en la Iglesia. Nos unimos en la oración, pero a veces parece que algo no sale bien, y entonces tenemos idea de que tenemos la culpa nosotros. Muchas veces no es así, sino que llega la cruz. Pero si ese pensamiento nos da paz,  y nos anima a mejorar, puede servirnos lo que San Agustín nos dice: «Cuando nuestra oración no es escuchada es porque pedimos mal, porque somos malos y no estamos bien dispuestos para la petición. Mal, con poca fe y sin perseverancia, o con poca humildad. Mal, porque pedimos cosas malas, o van a resultar, por alguna razón, no convenientes para nosotros».
3. Hemos visto también el temblor del lugar de la reunión, que se interpreta en la Escritura como asentimiento de Dios: Dios escuchó la oración de aquella comunidad. Los llenó de su Espíritu, en una renovada Pentecostés. La persecución, es decir cualquier pena, no ha de hundirnos sino unirnos con Dios y los demás. Los salmos nos ayudan a entender, no con la cabeza, sino con el corazón, esos planes ocultos de Dios. Los salmos se hacen vida en nuestras vidas. El salmo 2 ya citado en la primera lectura, por ejemplo, nos habla de que Dios ha constituido a su Hijo en Señor y Mesías de todo lo creado, y por eso nadie podrá oponerse al Plan de salvación divino. Y esa filiación del Hijo, ese anuncio de salvación, pasa por nosotros que somos hijos, a quien Dios dice “tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”. Esto nos llena de esperanza.
Llucià Pou Sabaté



San Luis María Grignon de Monfort, presbítero. San Pedro Chanel, presbítero y mártir

San Luis nació en Montfort, Francia el 31 de enero de 1673 de una familia muy numerosa, el siendo el mayor de 18 hermanos. Uno de ellos murió en su infancia, 3 fueron sacerdotes y 3 religiosas. San Luis sobresalía entre sus amigos por su habilidad y su extraordinaria fortaleza física. De carácter era mas bien tímido y prefería la soledad.
Desde joven, San Luis tenía una gran devoción a la Eucaristía y a la Virgen María. Frecuentemente lo encontraban rezando por largo rato frente a una imagen de la Virgen. Cuando tenía suficiente edad, pidió permiso para asistir en la misa de la parroquia en la mañanas. Como la Iglesia le quedaba a dos millas de su casa, tenía que levantarse muy temprano para llegar a tiempo.  Mientras estudiaba con los jesuitas en Rennes siempre visitaba la iglesia antes y después de las clases.  Participó en una sociedad de jóvenes que durante las vacaciones servían a los pobres y los enfermos incurables.   Les leían libros inspirados durante las comidas.
Pero no todo en su juventud era de color de rosas. Su padre, Jean Grignion, tenía la fama de ser uno de los hombres más coléricos en toda la región de Rennes. Y como Luis era el hijo mayor, era quien sentía mas el peso de la furia. Su papá constantemente lo incitaba a la ira. Ya por si mismo Luis tenía un temperamento tan fuerte como el de su papá, lo cual le hacía aun mas difícil soportar aquellas pruebas.. Para evitar un enfrentamiento con su papá, y el mal que su ira podría traer, Luis salía corriendo. Así evitaba la ocasión de pecado. Era todo lo que Luis podía hacer para controlar su temperamento. En vez de empeorar, a través de estas demostraciones de ira de su papá, Luis aprendió a morirse a si mismo y pudo aprender a ser paciente, dulce y crecer en virtud. Su papá, sin quererlo le proporcionó un medio para entrar en la lucha por la santidad a una temprana edad.
UN TOQUE DE GRACIA LO LLEVA AL SACERDOCIO
Entre los 16 y 18 años, San Luis tuvo una experiencia de Dios que marcó su vida para siempre. Ante este encuentro personal e íntimo con Dios, la vida de Luis cambió radicalmente. Se entregaba totalmente a la oración y a la penitencia, encontrando su delicia tan solo en Dios. San Luis aprendió rápidamente que lo que verdaderamente valía no eran los grandes acontecimientos en este mundo: el dinero, la fama, etc. Sino que el verdadero valor ante Dios estaba en la transformación interior.
 Escribe San Luis: "Esta es la forma en que actúan las almas predilectas. Se mantienen dentro de su casa .... o sea, mantienen sus mentes en las verdades espirituales (y no en  las de la tierra). Se aplican a la oración mental, siguiendo el ejemplo de María, su madre, cuya mayor gloria durante su vida era su vida interior y quien amaba tanto la oración mental. Estas almas observan como tantos trabajan y gastan grandes energías e inteligencia para ganar éxitos y reconocimiento en la tierra. Por la luz del Espíritu Santo, saben que hay mas gloria y mas gozo, permaneciendo escondidos en Cristo y en perfecta sumisión a María, que en hacer grandes cosas o grandes milagros."
En 1693, a los 20 años, siente el llamado de consagrar su vida a Dios a través del Sacerdocio. La primera reacción de su padre no era favorable, pero cuando su papá vio la determinación de su hijo, le dio su bendición. Y así, a finales de ese año, San Luis sale de su casa hacia París.
EL SEMINARIO
Renunciando a la comodidad de su caballo, San Luis se decidió caminar los 300 kilómetros hacia el seminario en París. Durante su camino, se encuentra con dos pobres en distintos momentos. Al primero le da todo el dinero que su padre le había entregado, quedándose con nada. Al segundo, no teniendo ya mas dinero que darle, le entrega su único traje, regalo de su mama, cambiándolo por los trapos del pobre. De esta manera, San Luis marca lo que ha de ser su vida desde ese momento en adelante. Ya no se limitará a servir a los pobres, pues es ya uno de ellos. Hace entonces un voto de vivir de limosnas.
En aquella época habían seminariosseparados para ricos y pobres. Cuando llega San Luis al seminario, viéndolo en tan miserable condición, los superiores lo mandan al seminario de los pobres. Así se privó de la ventajas ofrecidad en el mejor seminario. En el seminario, San Luis fue bibliotecario y velador de muertos, dos oficios que eran poco queridos por los demás. Mas en el plan providente de Dios le proporcionaron opotunidades de mucha gracia y crecimiento.
Por su oficio de bibliotecario, San Luis pudo leer muchos libros, sobre todo, libros de la Virgen María. Todos los libros que encontraba de ella, los leía y estudiaba con gran celo. Este período llegó a ser para él, la fundación de toda su espiritualidad Mariana.
El ofocio de velar a los muertos fue también de gran provecho. Era su responsabilidad pasar toda la noche junto con algún muerto. Ante la realidad de la muerte que estaba constantemente ante sus ojos, San Luis apredió a despreciar todo lo de este mundo como vano y temporal. Esto lo llevó a atesorar tesoros en el cielo y no en la tierra. El llegó a reconocer que nada se debe esperar de los que es de este mundo más todo de Dios.
Su tiempo en el seminario estuvo lleno de grandes pruebas. San Luis era poco comprendido por los demás. No sabían como lidiar con el, si como un santo o un fanático. Sus superiores, pensando que toda su vida estaba movida mas bien por el orgullo que por el celo de Dios, lo mortificaban día y noche. Lo humillaban y lo insultaban en frente de todos. Sus compañeros en el seminario, viendo la actitud de los superiores, también lo maltrataban mucho. Se reían de el, lo rechazaban muy a menudo. Y todo esto San Luis lo recibió con gran paciencia y docilidad. Es mas, lo miraba todo como un gran regalo de Cristo quién le había dado a participar de Su Cruz.
SACERDOTE
El 5 de junio de 1700, San Luis, de 27 años,  fue ordenado sacerdote. Escogió como lema de su vida sacerdotal: "ser esclavo de María". Enseguida empezaron a surgir grandes cruces en su vida. Pero no se detenía a pensar en si mismo sino que su gran sueño era llegar a ser misionero y llevar la Palabra de Cristo a lugares muy distantes.
Después de su ordenación, sus superiores no sabían aun como tratar con el. San Luis estaba ansioso de poder empezar su obras apostólicas. Sin embargo sus superiores le negaron sus facultades de ejercer como sacerdote....no podía confesar ni predicar.... y lo mantuvieron un largo rato en el seminario haciendo varios oficios menores. Esto fue un gran dolor para San Luis, no por los trabajos humildes sino por no poder ejercer su sacerdocio.  Tenía como único deseo dar gloria a Dios en su sacerdocio y en sus obras misioneras. Mas como siempre, San Luis obedeció con amor.
Después de casi un año en el seminario, por fin San Luis se encontró con un sacerdote organizador de una compañía de sacerdotes misioneros, que le invitó a acompañarlo en otro pueblo. Sus superiores, aprovechando esta oportunidad para salir de el, le dieron permiso.  A San Luis le esperaba otra gran decepción pues cuando llegó a la casa de los padres misioneros, vio tan grandes abusos y mediocridad entre ellos que no le quedaba duda de que no podía quedarse. Escribió inmediatamente a su superior del seminario pidiendo regresar a París pero este le dijo que estaba siendo malagradecido y le hizo quedarse.  San Luis, que obedecía santamente a sus superiores, se quedó. Aun no le daban permiso para confesar y pasaba los días enseñándole catecismo a los niños.
CAPELLÁN DE HOSPITAL
Después de varios meses en que se encuentra relegado, San Luis es asignado capellán del hospital de Poitiers, un asilo para los pobres y marginados. No era el apostolado que San Luis buscaba, pues su deseo era ser misionero, pero aceptó con docilidad.  Cuando ya percibía los frutos llegó la prueba otra vez. Los poderosos del mundo no podían aceptar la simplicidad y naturalidad que tenía San Luis con los pobres y  empezaron los ataques y la persecución.  Vive, como todos los santos, el sufrimiento de Cristo. 
De vuelta en París, el predilecto de la Virgen Santísima empieza a ver como las puertas se le cerraban con rapidez. Muchos, no entendiéndolo, crean falsos testimonios de el, desacreditándolo como sacerdote y como hombre. Es rechazado hasta por sus amigos mas íntimos. Fue tanto el rechazo contra el, que en uno de los hospitales en que servía, su superior le puso una nota bajo su plato a la hora de la cena informándole que ya no necesitaba de su ministerio. Hasta su propio obispo empieza a dudar seriamente de el y dos veces lo manda a callar.
San Luis, aunque sufrió enormemente, se mantuvo firme en su fe actuando como un santo sacerdote. Dios lo estaba  purificando y fortaleciendo para que su vida sea un amor puro a Dios y al prójimo. En su total humillación y abandono de todos se abre cada vez mas a la total conciencia de que Dios es su único apoyo, su única defensa. El ve en esto una nueva oportunidad de abrazar su determinación de vivir en plena pobreza, tanto espiritual como física. También llega a entender que la razón de los ataques es la doctrina Mariana que enseña.   Primero porque Satanás no la quiere y segundo porque la humanidad no esta dispuesta a abrazar sus enseñanzas.
RECURSO AL PAPA QUIEN LE HACE MISIONERO
San Luis decide, en el año 1706, recurrir al Santo Padre, el Papa Clemente XI.   Quería saber si en verdad estaba errado como todos decían o si cumplía la voluntad de Dios, lo cual era su único deseo. Se logra el encuentro y San Luis recibe del papá la bendición y el título de Misionero Apostólico. 
Durante su vida apostólica como misionero, San Luis llegará a hacer 200 misiones y retiros. Con gran celo predicaba de pueblo en pueblo el Evangelio.  Su lenguaje era sencillo pero lleno de fuego y amor a Dios.  Sus misiones se caracterizaban por la presencia de María, ya que siempre promovía el rezo del santo rosario, hacía procesiones y cánticos a la Virgen. Sus exhortaciones movían a los pobres a renovar sus corazones y, poco a poco, volver a Dios, a los sacramentos y al amor a Cristo Crucificado. San Luis siempre decía que sus mejores amigos eran los pobres, ante quienes abría de par en par su corazón.

FUNDADOR
Un año antes de su muerte, el Padre Montfort fundó dos congregaciones -- Las hermanas de la Sabiduría, dedicadas al trabajo de hospital y la instrucción de niñas pobres, y la Compañía de María, misioneros.  Hacía años que soñaba con estas fundaciones pero las circunstancias no le permitían. Humanamente hablando, en su lecho de muerte la obra parecía haber fracasado. Solo habían cuatro hermanas y dos sacerdotes con unos pocos hermanos.  Pero el Padre Montfort, quien tenía el don de profecía, sabía que el árbol crecería. Al comienzo del siglo XX las Hermanas de la Sabiduría eran cinco mil con cuarenta y cuatro casas, dando instrucción a 60,000 niños.
Después de la muerte del fundador, la Compañía de María fue gobernada durante 39 años por el Padre Mulot. Al principio había rehusado unirse a Montfort en su trabajo misionero.  "No puedo ser misionero", decía, "porque tengo un lado paralizado desde hace años; tengo infección de los pulmones que a penas me permite respirar, y estoy tan enfermo que no descanso día y noche."  Pero San Luis, inspirado por Dios, le contestó, "En cuanto comiences a predicar serás completamente sanado". Así ocurrió
SUS VIRTUDES
Los santos son hombres que aman con todo el corazón y el corazón da fruto en virtud.   Los frutos no se dan sin la entrega y el sacrificio perseverante.  San Luis Grignion de Montfort es un hombre de oración constante, ama a los pobres y vive la pobreza con radicalidad, goza en las humillaciones por Cristo.
Algunas anécdotas:
En una misión para soldados en La Rochelle, estos, movidos por sus palabras, lloraban y pedían perdón por sus pecados a gritos.  En la procesión final un oficial caminaba a la cabeza descalzo, llevando la bandera. Los soldados, también descalzos, seguían llevando en una mano el crucifijo y en la otra el rosario mientras cantaban himnos. 
Cuando anunció su plan de construir un monumental Calvario en una colina cercana a Pontchateau, muchos respondieron con entusiasmo. Por quince meses, entre doscientos y cuatrocientos campesinos trabajaron diariamente sin recompensa.  Cuando la magna obra estaba recién terminada, el rey ordenó que todo fuese destruido.  Los Jansenistas habían convencido al gobernador de Bretaña que se estaba construyendo una fortaleza capaz de ayudar a una revuelta.  El padre Montfort actuó con una gran paz ante la situación.  Solo exclamó: "Bendito sea Dios".
-En una ocasión, cuando el obispo lo había mandado a callar, San Luis obedientemente se retiró en oración. Fue durante ese tiempo que escribió "A los Amigos de la Cruz", un fabuloso tratado que enseña la necesidad y la práctica de llevar la cruz.
-Los Jansenistas (seguidores de Jansenio que terminaron en herejía), irritados por los éxitos del padre Montfort, logran por medio de intrigas que se le expulse del distrito en que daba una misión.
-En La Rochelle trataron de envenenarlo con una taza de caldo y, a pesar del antídoto que tomó, su salud fue dañada permanentemente.
-En otra ocasión trataron de asesinarlo cuando caminaba por una estrecha calle. El tubo un presentimiento de peligro y escapó por otra calle. 
¿Y CUÁL ES LA ESPIRITUALIDAD TAN ATACADA?
La espiritualidad de San Luis María sigue hoy día siendo amada por el Papa y perseguida por muchos aun de la Iglesia. Es porque enseña un camino muy claro y exigente que no permite ambigüedades ni medias tintas. El amor lo reclama todo. 
La espiritualidad de San Luis María de Montfort se basa en dos fundamentos:
1-Reproducir la imagen de Cristo Crucificado en nosotros.
2-Hacerlo a través y por medio de nuestra consagración a María como esclavo de amor.
En otras palabras: vivir la Cruz Redentora a través de María.
Toda la vida de S. Luis fue centrada sobre un deseo:  La adquisición de la Sabiduría Eterna que es Jesucristo, Hijo de Dios e Hijo de María. 
Optó por una condición radical de vida formulada como "La santa esclavitud" o la esclavitud voluntaria de amor a la Virgen Santísima para llevarnos a la de Cristo. A ella le entregamos cuerpo y alma para que haga con nosotros lo que quiera pues todo lo que ella quiere es de Dios. La Virgen, Gestora de Cristo, pasa a ser la que dispone de nosotros.
Es una vía de perfección y unión, de ascética radical y de misticismo dentro del corazón de María Santísima. Enseña que el alma abandonada en las manos de la Madre es unida a la obediencia del Hijo.  Esta entrega es total cuando el alma se separa de todo apego terrenal y así es reengendrada en el seno de María donde se encarnó Jesús.  Llega a ser así perfecta imagen de Dios quien escogió ser obediente hasta la Cruz.
San Luis no ve en María una simple devoción piadosa y sentimental, sino una devoción fundada en teología sólida, la cual proviene del misterio inefable de lo que Dios ha optado realizar por su mediación y por su perfecta docilidad a esa obra. Esto es muy importante, ya que es este desarrollo lo que ha hecho posible la revolución teológica que causó S. Luis de Montfort.
Su Santidad Juan Pablo II es un gran devoto de Montfort. De el tomó su lema "Totus Tuus" y se ha referido al santo en su encíclica Mariana Redemptoris Mater y en muchas otras ocasiones. También visitó su tumba Saint Laurent sur Sevre, añadiéndola al itinerario de su visita a Francia.  Allí, junto a la tumba sufrió un atentado, plantaron una bomba que fue descubierta por la seguridad. Providencialmente, nada detuvo al Papá de honrar al santo que tanto ama.
ESCRITOS
San Luis dio a la Iglesia las obras mas grandes que se han escrito sobre la Virgen Santísima:  El Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen , el Secreto de la Virgen, y El Secreto del Rosario. A estos se añade "A los Amigos de la Cruz".  La Iglesia ha reconocido sus libros como expresión auténtica de la doctrina eclesial. El Papa Pío XII, quién canonizó a San Luis dijo: "Son libros de enseñanza ardiente, sólida y autentica."
 
MUERTE Y CANONIZACIÓN
-San Luis murió en  Saint Laurent sur Sevre el 28 de Abril de 1716, a la edad de 43 años.
-Fue beatificado en 1888 y canonizado el 20 de Julio de 1947.
-Es venerado como sacerdote, misionero, fundador y sobre todo, como Esclavo de la Virgen María.
Sobre la tumba de San Luis de Monfort dice:
¿Qué miras, caminante? Una antorcha apagada,
un hombre a quien el fuego del amor consumió,
y que se hizo todo para todos, Luis María Grignion Monfort.
-¿Preguntas por su vida? No hay ninguna más íntegra,
-¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera.
-¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente.
-¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.
Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras.
Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos,
y reconciliador de los pecadores.
Su gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió.
Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.

domingo, 27 de abril de 2014

Domingo de la semana 2 de Pascua; ciclo A

«Al atardecer de aquel día, el siguiente al sábado, estando cerradas las puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos por miedo a los judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Y dicho esto les mostró las manos y el costado. Al ver al Señor se alegraron los discípulos. Les dijo de nuevo: La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió así os envío yo. Dicho esto sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les son perdonados; a quienes se los retengáis, les son retenidos.Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les respondió: Si no veo la señal de los clavos en sus manos, y no meto mi dedo en su costado, no creeré.A los ocho días, estaban de nuevo dentro sus discípulos y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, vino Jesús, se presentó en medio y dijo: La paz sea con vosotros. Después dijo a Tomás: Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente. Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús contestó: Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto han creído» (Juan 20,19-31).
1. «Al atardecer de aquel día [de la Resurrección de Jesús], el siguiente al sábado, estando cerradas las puertas del lugar donde se habían reunido los discípulos por miedo a los judíos, vino Jesús, se presentó en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros. Hoy, al  terminar la octava de la Resurrección, queremos vivir de un modo especial este saludo del Señor: "la paz esté con vosotros".
El segundo domingo de Pascua celebramos la fiesta de la Divina Misericordia, que Juan Pablo II instauró en el comienzo del milenio. En esta devoción resplandece de manera sublime la bondad de Dios para con todos los hombres y al participar de esos actos de piedad en el día de hoy puede lucrarse indulgencia plenaria (con las condiciones habituales). Se recomienda para ello rezar alguna oración como "Jesús misericordioso, confío en ti".
Jesús dio a entender a Santa Faustina que es devoción que tiene que extenderse por toda la tierra: "La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia" (Diario, 300). Jesús transmite que Dios es Misericordioso y nos ama a todos... "y cuanto más grande es el pecador, tanto más grande es el derecho que  tiene a Mi misericordia" (Diario, 723). Se nos pide que tengamos plena confianza en la Misericordia de Dios, y que seamos siempre misericordiosos con el prójimo a través de nuestras palabras, acciones y oraciones... "porque la fe sin obras, por fuerte que sea, es inútil" (Diario, 742). Junto a la Coronilla y la Novena a la Divina Misericordia, se promueve la Penitencia sacramental y recibir la Santa Comunión este día.
La esencia de la devoción se sintetiza en cinco puntos fundamentales:
a) Debemos confiar en la Misericordia del Señor. Jesús, por medio de Sor Faustina nos dice: "Deseo conceder gracias inimaginables a las almas que confían en mi misericordia. Que se acerquen a ese mar de misericordia con gran confianza. Los pecadores obtendrán la justificación y los justos serán fortalecidos en el bien. Al que haya depositado su confianza en mi misericordia, en la hora de la muerte le colmaré el alma con mi paz divina".
b) La confianza es la esencia, el alma de esta devoción y a la vez la condición para recibir gracias: "Las gracias de mi misericordia se toman con un solo recipiente y este es la confianza. Cuanto más confíe un alma, tanto más recibirá. Las almas que confían sin límites son mi gran consuelo y sobre ellas derramo todos los tesoros de mis gracias. Me alegro de que pidan mucho porque mi deseo es dar mucho, muchísimo. El alma que confía en mi misericordia es la más feliz, porque yo mismo tengo cuidado de ella. Ningún alma que ha invocado mi misericordia ha quedado decepcionada ni ha sentido confusión. Me complazco particularmente en el alma que confía en mi bondad".
c) La misericordia define nuestra actitud ante cada persona: "Exijo de ti obras de misericordia que deben surgir del amor hacia mí. Debes mostrar misericordia siempre y en todas partes. No puedes dejar de hacerlo ni excusarte ni justificarte. Te doy tres formas de ejercer misericordia: la primera es la acción; la segunda, la palabra; y la tercera, la oración. En estas tres formas se encierra la plenitud de la misericordia y es un testimonio indefectible del amor hacia mí. De este modo el alma alaba y adora mi misericordia".
d) La actitud del amor activo hacia el prójimo es otra condición para recibir gracias: "Si el alma no practica la misericordia de alguna manera no conseguirá mi misericordia en el día del juicio. Oh, si las almas supieran acumular los tesoros eternos, no serían juzgadas, porque la misericordia anticiparía mi juicio".
e) El Señor Jesús desea que sus devotos hagan por lo menos una obra de misericordia al día. "Debes saber, hija mía que mi Corazón es la misericordia misma. De este mar de misericordia las gracias se derraman sobre todo el mundo. Deseo que tu corazón sea la sede de mi misericordia. Deseo que esta misericordia se derrame sobre todo el mundo a través de tu corazón. Cualquiera que se acerque a ti, no puede marcharse sin confiar en esta misericordia mía que tanto deseo para las almas".
Los primeros testigos de la Resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, seguramente con la Virgen María. Después de la segunda aparición, con los que iban a Enmaús, la misma tarde del «primer día de la semana», Jesús se aparece a los Apóstoles mostrándoles las heridas de las manos y del costado, y «sopla» sobre ellos y les dice: «Recibid el Espíritu Santo» (luego, según Lucas, habrá otra efusión del Espíritu, a los 50 días). Después de su entrega y descenso hasta el abismo, hay una "elevación" mesiánica de Cristo por el Espíritu Santo que alcanza su culmen en la Resurrección, donde se revela como Hijo de Dios "lleno de poder". Al soplar sobre los apóstoles, se nos pone en relación con Adán quien fue hecho «alma viviente» gracias al «aliento de vida» que Dios «insufló en sus narices». Jesús da vida, en una nueva creación en su resurrección. Ahí se vive lo de san Pablo: «se siembra un cuerpo natural, resucita un cuerpo espiritual», animado por el pneuma, el Espíritu. Nuestra resurrección será a imagen de la de Cristo.
La «paz sea a vosotros». Jesús, has venido a traer la paz. Danos la paz, la paz del corazón, la paz interior. Luego confías el poder de las llaves, de perdonar los pecados, a la Iglesia: «Cristo quiso que toda su Iglesia, tanto en su oración como en su vida y su obra, fuera el signo y el instrumento del perdón y de la reconciliación que nos adquirió al precio de su sangre. Sin embargo, confió el ejercicio del poder de absolución al ministerio apostólico» (Catecismo 1442). Gracias, Jesús, por habernos dado este sacramento.
“Tomás, uno de los doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le dijeron: ¡Hemos visto al Señor! Pero él les respondió: Si no veo la señal de los clavos en sus manos, y no meto mi dedo en su costado, no creeré”. Es el peligro de la incredulidad, de comprobarlo todo…
“A los ocho días, estaban de nuevo dentro sus discípulos y Tomás con ellos. Estando las puertas cerradas, vino Jesús, se presentó en medio y dijo: La paz sea con vosotros. Después dijo a Tomás: Trae aquí tu dedo y mira mis manos, y trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente”. He aquí la conversión, y seguidamente la confesión de fe más maravillosa del Evangelio: “Respondió Tomás y le dijo: ¡Señor mío y Dios mío! Jesús contestó: Porque me has visto has creído; bienaventurados los que sin haber visto han creído» (y aquí estamos nosotros…).
2. Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan que “los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”. Aquellos días de Jerusalén fueron “fundantes” de la comunidad eclesial: “los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno”. Desprendidos de las cosas materiales, “a diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando”. Estaban con María la Madre de Jesús, por cuya intercesión ha derramado Dios sobre la Iglesia su misericordia, sobre toda la humanidad por medio de María, y lo continúa haciendo…
Este salmo refleja los misterios redentores de la vida de Cristo; el Señor cantó este salmo al finalizar la Ultima Cena, y lo cita cuando habla de la viña y los viñadores: “Dios había plantado vides escogidas y sin embargo dieron agraces”: la violencia, el derramamiento de sangre y la opresión, que hacen gemir a la gente bajo el yugo de la injusticia. Te pedimos, Señor, dar fruto, no ser infecundos ni malos, estar unidos a ti, que nos dices: «Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto» (Juan 15, 5). La historia de la viña de Dios acaba bien, Dios no fracasa. Al final, triunfa el amor, se hace realidad lo del salmo: «La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido…» De la muerte del Hijo surge la vida, se forma un nuevo edificio, una nueva viña. En Caná, cambió el agua en vino, transformó su sangre en el vino del verdadero amor y de este modo transforma el vino en su sangre.
3. La epístola bendice al Señor, exclama ante lo que hizo y sigue haciendo por su pueblo: se "bendice" al Padre de nuestro Señor  Jesucristo, que al resucitar a Cristo de la muerte nos ha hecho nacer de nuevo a una  esperanza viva. Vemos el objeto de esta esperanza: la herencia reservada en el cielo. Por eso, las pruebas que al presente nos afligen no  pueden empañar nuestra alegría. Todas las penas se pueden llevar con esta esperanza: vamos a obtener la salvación, que es la meta de nuestra fe. Fe que –fruto de la experiencia de Dios- lleva a una actitud de "bendición" (Adrien Nocent).
Este domingo, que cierra la octava de  Pascua, suele llamarse "in albis", es decir, de  las vestiduras blancas que habían llevado los  nuevos bautizados durante toda la semana. Todos cristianos de ayer o desde hace  mucho tiempo, somos de alguna manera  "recién nacidos", tenemos la necesidad de  comprender mejor "que el bautismo nos ha  purificado, que el Espíritu nos ha hecho  renacer y que la sangre nos ha redimido",  como reza la Oración colecta de la Misa.
Llucià Pou Sabaté


Nuestra Señora de Montserrat

"Rosa de abril, morena de la sierra..."
La Virgen de Montserrat fue declarada santa patrona de Cataluña por el papa León XIII.
El culto de la Virgen de Montserrat se remonta más allá de la invasión de España por los árabes. La imagen, ocultada entonces, fue descubierta en el siglo IX. Para darle culto, se edificó una capilla a la que el rey Wifredo el Velloso agregó más tarde un monasterio benedictino.
Los milagros atribuidos a la Virgen de Montserrat fueron cada vez más numerosos y los peregrinos que iban hacia Santiago de Compostela los divulgaron. Así, por ejemplo, en Italia se han contado más de ciento cincuenta iglesias o capillas dedicadas a la Virgen de Montserrat, bajo cuya advocación se erigieron algunas de las primeras iglesias de México, Chile y Perú, y con el nombre de Montserrat han sido bautizados monasterios, pueblos, montes e islas en América.
Descubrimiento
No se conoce el origen de la estatua. Cuenta la leyenda que unos pastores estaban pastando sus ovejas cerca de Montserrat y descubrieron la imagen de madera en una cueva, en medio de un misterioso resplandor y cantos angelicales. Por órdenes del obispo de llevarla a la catedral, comenzó la procesión, pero no llegó a su destino, ya que la estatua se empezó a poner increíblemente pesada y difícil de manejar. Entonces fue depositada en una ermita cercana, y permaneció allí hasta que se construyó el actual monasterio benedictino.
Descripción de la Imagen
La virgen es de talla románica de madera. Casi toda la estatua es dorada, excepto la cara y las manos de la Virgen y del Niño. Estas partes tienen un color entre negro y castaño. A diferencia de muchas estatuas antiguas que son negras debido a la naturaleza de la madera o a los efectos de la pintura original, el color oscuro de Ntra. Sra. de Montserrat se le atribuye a las innumerables velas y lámparas que durante siglos se han encendido ante la imagen día y noche. En virtud de esta coloración, la Virgen está catalogada entre las vírgenes negras. Por esto la llaman por cariño La Morenita. La estatua goza de gran estima como un tesoro religioso y por su valor artístico. 
La estatua está sentada y mide 95 cm., un poco más de tres pies de altura. De acuerdo con el estilo románico, la figura es delgada, de cara alargada y delicada expresión. Una corona descansa sobre la cabeza de la Virgen y otra adorna la cabeza del Niño Jesús, que está sentado en sus piernas. Tiene un cojín que le sirve de banquillo o taburete para los pies y ella está sentada en un banquillo de patas grandes, con adornos en forma de cono.
El vestido consiste en una túnica y un manto de diseño dorado y sencillo. La cabeza de la Virgen la cubre un velo que va debajo de la corona y cae ligeramente sobre los hombros. Este velo también es dorado, pero lo realzan diseños geométricos de estrellas, cuadrados y rayas, acentuadas con sombras tenues. La mano derecha de la Virgen sostiene una esfera, mientras la izquierda se extiende hacia adelante con un gesto gracioso. El Niño Jesús está vestido de modo similar, por su puesto, con excepción del velo. Tiene la mano derecha levantada, dando la bendición, y la izquierda sostiene un objeto descrito como un cono de pino.
La estatua está ubicada en lo alto de la pared de una alcoba que queda detrás del altar principal. Directamente detrás de esta alcoba y de la estatua se encuentra un cuarto grande, llamado el Camarín de la Virgen. Este camarín puede acomodar a un grupo grande de personas, y desde ahí se puede rezar junto al trono de la Stma. Madre. A este cuarto se llega subiendo una monumental escalera de mármol, decorada con entalladuras y mosaicos.
El nombre de Montserrat, catalán, se refiere a la configuración de las montañas en donde se ubica su monasterio. Las piedras allí se elevan hacia el cielo en forma de sierra. Monte + sierra: Montserrat.
Visitada por los santos
Entre los santos que visitaron el lugar venerado se encuentran S. Pedro Nolasco, S. Raymundo de Peñafort, S. Vicente Ferrer, S. Francisco de Borja, S. Luis Gonzaga, S. José de Calasanz, S. Antonio María Claret y S. Ignacio de Loyola, que, siendo aún caballero, se confesó con uno de los monjes y pasó una noche orando ante la imagen de la Virgen. A unas cuantas millas queda Manresa, un santuario de peregrinación para la Compañía de Jesús, la orden Jesuita fundada por San Ignacio, pues encierra la cueva en donde el Santo se retiró del mundo y escribió sus Ejercicios Espirituales.
Artistas
Los grandes poetas Goethe y Federico Schiller escribieron acerca de la montaña; y Beethoven murió en Viena, en una casa que había sido un antiguo estado feudal de Montserrat. Además de esto, el lugar se hizo famoso gracias a Richard Wagner, quien utilizó el sitio para dos de sus óperas, Parsifal y Lohengrin.
Oración a Ntra. Sra. de Montserrat
Oh Madre Santa, Corazón de amor, Corazón de misericordia,
que siempre nos escucha y consuela, atiende a nuestras
súplicas. Como hijos tuyos, imploramos tu intercesión ante
tu Hijo Jesús.
Recibe con comprensión y compasión las peticiones que hoy
te presentamos, especialmente [se hace la petición].
¡Qué consuelo saber que tu Corazón está siempre abierto
para quienes recurren a ti!
Confiamos a tu tierno cuidado e intercesión a nuestros
seres queridos y a todos los que se sienten
enfermos, solos o heridos.
Ayúdanos, Santa Madre, a llevar nuestras cargas en esta vida
hasta que lleguemos a participar de la gloria eterna y la paz con Dios. Amén.
Nuestra Señora de Montserrat, ruega por nosotros.