Los caminos que Dios enseña son justos y muy buenos, camino para la
felicidad y la vida. Dios se dirige a los hombres como a una persona
amada, por su nombre: «Escucha, Israel...» y sigue hablando de los
mandamientos… En estos días de cuaresma trato de estar «a la escucha».
«Para vivir» plenamente... Escuchar a Dios para vivir en plenitud.
Ayúdame, Señor: que yo experimente, que tu Palabra escuchada sea
«vida» para mí... como una respiración. Para así entrar en posesión de
la tierra que Dios da. Que tu Palabra, Señor, sea mi "sabiduría", un
alimento de mi espíritu. Que tus pensamientos lleguen a ser también
mis pensamientos. Que tu manera de ver impregne mis modos de ver. Y
todo ello en plena libertad. No como una coacción exterior
obligatoria... sino como una fuente vivificante y profunda. No como
algo mandado: "qué palo, hay que ir a misa…" sino quiero sentir como
una necesidad interior aceptada de buen grado de quererte. Sin
embargo, a veces dudamos: Tú te callas, pareces estar lejos de
nosotros. Pero lo sé, estás ahí. Tú me miras en este mismo momento. Te
interesas por mí y estás más cerca de mí que mi propio corazón (Noel
Quesson).
"¡Glorifica al Señor, Jerusalén, alaba a tu Dios, Sión! … Envía su
mensaje a la tierra… le dio a conocer sus mandamientos. ¡Aleluya!" La
paz, «shalom», es evocada inmediatamente, pues es contenida
simbólicamente en el mismo nombre de Jerusalén.
Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley
y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os
lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una
tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de
estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el
más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y
los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».
¿Qué son esos mandamientos tan importantes que hay que seguir? El
amor. El que da es rico. El que se queda con todo es pobre. El pobre
es el egoísta. Y hay una pobreza aún mayor: "Hay diversas clases de
pobreza -cuenta la madre Teresa de Calcuta-. En la India hay gente que
muere de hambre. Un puñado de arroz es precioso, valiosísimo. En los
países occidentales, sin embargo, no hay pobreza en ese sentido. Nadie
muere de hambre y ni siquiera abundan los pobres como en la India...
Pero existe otra clase de pobreza, la del espíritu que es mucho peor.
La gente no cree en Dios, no reza, no ama, va a lo suyo... Es una
pobreza del alma, una sequedad del corazón que resulta mucho más
difícil de "remediar". ¿Puedes tener tú esa pobreza? Pídeles a Jesús y
a María que nunca caigas en esa pobreza de espíritu; que te ayuden a
quererles cada día más y a acudir a ellos ante cualquier necesidad, y
que te ayuden a querer a los demás. ¡Jesús, María, que no olvide rezar
ni por la noche ni al levantarme! Que sea generoso: porque el
verdaderamente "pobre" es el egoísta. Continúa hablando a Dios con tus
palabras, pídele purificar este amor, con la forja donde se ponen los
sentimientos en el fuego y se quema lo malo y se esculpe la imagen de
Jesús en nosotros...
Cuentan que un obrero había encontrado un billete de mil dólares; no
le llamó mucho la atención porque en América los billetes son iguales
aunque tengan más valor y aquel papelito no le impresionó demasiado.
Se lo guardó en un bolsillo, varios días más tarde, al pasar por un
Banco, entró a preguntar cuánto valía. Casi se desmaya cuando se lo
dijeron, pues la suma equivalía a tres meses de su jornal...
No es raro encontrarse con gente que no sabe lo que tiene; puede ser
un cuadro de un pintor famoso, un objeto antiguo, unas monedas raras,
unos sellos valiosísimos... Cuando nos enteramos, solemos sentir una
especie de envidia. No se nos ocurre pensar que nosotros también
tenemos un tesoro que quizá no apreciamos: El Sacramento de la
Penitencia es esa forja donde se realiza ese milagro. Tal vez al
recibirlo frecuentemente y sepamos que no sólo sirve para perdonar los
pecados graves, sino también los leves; que aumenta la gracia
santificante y nos proporciona una gracia especial para rechazar las
tentaciones... Sin embargo, a lo mejor nos parece que no nos aprovecha
demasiado, que no nos hace mejores; que nos acusamos una y otra vez de
los mismos pecados, inútilmente... Si eso pensamos, lo más probable es
que nuestras confesiones no sean buenas. La Penitencia es un
sacramento que Jesús pagó con su vida. Debemos cuidar todo lo que
tiene que ver con la confesión.
¿Hago bien el examen? ¿Pido perdón con dolor? ¿Digo los pecados en
concreto y también los veniales? ¿Hago propósito de no volver a
cometerlos? ¿Cumplo la penitencia? Continúa hablándole a Dios con tus
palabras.
Trataba de burlarse un individuo de las mujeres que van a confesarse, diciendo:
- Por cada hombre que se confiesa, se confiesan treinta mujeres.
Una señora que le oía le contestó al momento:
- Es verdad. Y, quizás por eso mismo, en las cárceles, por cada mujer
hay treinta hombres.
No suelen ser los que van a la cárcel quienes se confiesan con más
frecuencia. Quizás tengan algo que ver entre sí esas dos estadísticas.
El santo cura de Ars procuraba, con toda su alma, acercar a los fieles
a la recepción frecuente de los sacramentos de la Penitencia y de la
Eucaristía. Solía decir: "No todos los que se acercan son santos. Pero
los santos serán siempre escogidos entre aquellos que los reciben con
frecuencia". Y otro gran sacerdote decía: "un santo es un cristiano
que se confiesa".
La gracia de Dios que nos llega por esos dos sacramentos no circula en
vano por nuestra alma, algo hace en nosotros (Agustín Filgueiras
Pita).
Desagravio. ¡Señor perdónales porque no saben lo que hacen! Estas
fueron casi las últimas palabras que Jesús dijo antes de morir en la
Cruz. Dios perdona siempre que le pedimos perdón, pero
desafortunadamente no todos los hombres tienen la costumbre de pedir
perdón y de terminar con cosas o actitudes que ofendan al Señor. Ese
cine que proyecta películas desaconsejadas, una conversación salida de
tono, cuando se leen noticias en las que se informa de alguien que
asesina o secuestra, cuando te enteras de alguien que roba o engaña,
cuando pasas por delante de uno de esos sitios en los que se ofende a
Dios, ¿te acuerdas de pedir perdón por esa gente que no sabe lo que
hace? ¡Jesús perdónales porque no se dan cuenta! Coméntale a Dios con
tus palabras algo de o que has leído (José Pedro Manglano).
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