1. El libro de los Reyes nos cuenta que el profeta Elías se encontró a una viuda que recogía leña y le pidió que le hiciera pan, pero ella le dijo que sólo le quedaba un poco de harina y aceite: "Voy a hacer un pan para mí y para mi hijo; nos lo comeremos y luego moriremos". El profeta parecía un poco caradura porque le dijo: "No temas. Anda, prepáralo como has dicho, pero primero hazme a mí un panecillo y tráemelo; para ti y para tu hijo lo harás después. Porque así dice el Señor, Dios de Israel: «La orza de harina no se vaciará, la alcuza de aceite no se agotará, hasta el día en que el Señor envíe la lluvia sobre la tierra»". Ella se fue, hizo lo que le había dicho Elías, y comieron él, ella y su hijo. Ni la orza de harina se vació, ni la alcuza de aceite se agotó, como lo había dicho el Señor por medio de Elías." Se hizo el milagro, y ya no pasó más hambre la pobre viuda con su hijo.
2. El Salmo canta: "Alaba, alma mía, al Señor". ¿Procuro alabar a Dios, y darle gracias? Es tan bonito ser agradecido, y nos hace mejores. Además, la fe nos hace ver que al final todo será bueno, que todas las cosas las permite Dios para que sirvan para algo bueno. Hoy es un día en que las protagonistas son mujeres que se fían. Ayer me decía un amigo que fueron un día al piso donde habían vivido sus suegros, de casualidad, y ahí en la escalera había una monja africana sentada ante la puerta del piso, esperando: "¿qué hace usted ahí?" le preguntaron; "esperando a los señores, que me recomendaron venir"; "pero si hace tiempo que no viven aquí…" y ella: "vi abajo en el portón la imagen del Sagrado Corazón de Jesús y pensé que mejor esperar, que alguien vendría a ayudarme…" Tenía fe en que vendrían, porque había visto la imagen de Jesús. A veces nos ponemos a rezar para que se arregle algo, y como por arte de magia aquello acaba bien. Tengo un amigo que dejó el coche y al volver ya no estaba. Comprobó el nombre de la calle, pues antes se había fijado, e incluso preguntó a un señor, y todo coincidía, pero ahí no había coche. Llamó a la grúa y a la policía por si le habían robado. Unos vecinos de la zona le ayudaron a buscarlo. Hasta que rezó y se quedó tranquilo, aun sin saber cómo iba a solucionarse aquella emocionante aventura; se puso a dar vueltas haciendo el trayecto que había hecho, y lo encontró en una calle cercana, pues había mirado la calle donde estaba al ir hacia su destino, pero no en el sitio donde había aparcado, que no era en la misma calle, sino cerca, y de eso ya no se acordaba… tantas veces perdemos cosas y pensamos: "¿quién me ha quitado esto?" y resulta que lo habíamos dejado en otro lugar… vamos a rezar y con calma lo encontraremos…
En la vida tenemos "la mala educación" de enfadarnos cuando las cosas nos salen mal, con los demás y con nosotros mismos, ponernos de mal humor… y Dios no lo quiere, está siempre con nosotros, ayudándonos y nos quiere igual, por eso el pan y el aceite que no se acaban nunca son arreglar las cosas enseguida, pidiendo perdón o haciendo las paces, y con una sonrisa. Así, con el pan de la humildad y el aceite del buen humor, siempre irá todo bien, podremos dormir tranquilos, habrá alegría para nosotros y para los demás, "buen rollo" como dicen ahora, al abrigo de todos los riesgos y de todas las miserias, porque qué más da si nos equivocamos: lo arreglamos y ya estamos contentos otra vez. Así podemos llevar como un sacrificio, como decimos en la Misa, todas las cosas, también las que nos cuestan, junto a Jesús: "Mira con bondad, Señor, los sacrificios que te presentamos, para que, al celebrar la pasión de tu Hijo en este sacramento, gocemos de sus frutos en nuestro corazón"; "que él nos transforme en ofrenda permanente".
Cantamos en el salmo que Yahvé Dios guarda a los peregrinos, protege al huérfano y a la viuda... es una especie de letanía de desgraciados a los cuales ayuda Dios: los "oprimidos", los "hambrientos", los "prisioneros", los "ciegos", los "abatidos", los "extranjeros", las "viudas", los "huérfanos"... ¡Toda la desgracia del mundo que conmueve a Dios!: "Mi Dios"... "Su Dios"... "Tu Dios"... "Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. - El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. - Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente". Muchos milagros de Jesús fueron para dar de comer a los hambrientos, dar la vista a los ciegos, la liberación de los prisioneros del pecado... A la sala del festín de su reino, los pobres, los lisiados, los encorvados, los ciegos, son los primeros invitados. Igual que el salmo, Jesús pronunció también "bienaventuranzas": "bienaventurado aquel cuyo auxilio es Dios... Bienaventurado el que escucha la palabra de Dios..." hambre de escuchar a Jesús, y hambre de Jesús: Tenemos hambre de Cristo, y él mismo nos dará el pan del cielo. "Danos hoy nuestro pan de cada día". Y por esto comulgamos, nos alimentamos con el Cuerpo de Cristo.
3. La Carta a los Hebreos nos dice que "Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres -imagen del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros. Tampoco se ofrece a sí mismo muchas veces… Cristo se ha ofrecido una sola vez para quitar los pecados de todos. La segunda vez aparecerá, sin ninguna relación con el pecado, a los que lo esperan, para salvarlos". En este año de rezar por los sacerdotes vemos a Cristo Sacerdote que nos salva con su nueva "alianza" (= "testamento" = "última voluntad"). La alianza nueva es, además, "testamento nuevo", es decir, deseo de Cristo de cumplir la voluntad del Padre; testamento que entró en vigor al entregar su vida en sacrificio perfecto. Y desde el cielo nos está subiendo como en una cuerda, "aupando" para que donde Él está estemos también nosotros.
4. El Evangelio nos enseña que muchos ricos daban limosnas en el Templo, "se acercó una viuda pobre y echó dos reales. Llamando a sus discípulos, les dijo: -Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir". ¿Nosotros damos de lo que nos sobra? Ella, casi avergonzada, echa sus dos moneditas de cobre, las más pequeñas que nadie ve, pero Jesús lo ve todo. El otro día vino un chico a entregar su sobre del "Domund" personalmente, y dentro había 20 euros. Le pregunté: ¿son de tus padres? Y contestó: 10 son míos, entre tímido y orgulloso, pues había dado de lo suyo, haciendo un sacrificio escondido. Le di un caramelo, pero él sabe que Dios le ha dado una gran alegría en su corazón, pues hay más gozo en dar que en recibir: "ha echado más que nadie", pues ha dado de lo suyo… todo lo que tenía. Es más tener a Dios en el alma que oro en el arca… ¿Quieres ser rico en Dios? Da a Dios. Dios no valora la cantidad sino la voluntad. Nadie dio tanto como la que no reservó nada para sí. Son dos historias preciosas, las dos viudas, con una clara lección: para conseguir que el corazón de Dios se sienta "tocado" no hace falta hacer cosas importantes, ni llevar ropas de marca, sino poner el corazón "en la bandeja" y Él lo pone con el suyo, hace el milagro de que ya no se acabe nunca la esperanza, la ilusión, la harina y el aceite sobrenatural que necesitamos para caminar por la vida cristiana. La Santísima Virgen, nuestra Madre, es modelo que nos enseña a darnos con lo que somos y tenemos. Ella que se dio sin dudar, sin pereza, como nos muestra el Evangelio, pensando siempre en los demás, antes que en sí misma, cuando ya embarazada hizo un largo viaje hasta la casa de Isabel y Zacarías para ayudar en el nacimiento de san Juan Bautista. O cuando –mujer al fin y al cabo, detallista y previsora- se da cuenta antes que nadie del bochorno que espera a aquellos novios que se quedan sin vino a mitad de la celebración. Madre nuestra, Mujer modelo de todas las virtudes… ¡Ruega por nosotros!
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