miércoles, 20 de marzo de 2013


Cuaresma 5, jueves: Dios establece una alianza con Abraham, y por la fe genera una familia de los hijos de Dios que se lleva a cumplimiento en Jesús, Dios y hermano nuestro

“En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: «En verdad, en verdad os digo: si alguno guarda mi Palabra, no verá la muerte jamás». Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: “Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás”. ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?». Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada; es mi Padre quien me glorifica, de quien vosotros decís: “Él es nuestro Dios”, y sin embargo no le conocéis, yo sí que le conozco, y si dijera que no le conozco, sería un mentiroso como vosotros. Pero yo le conozco, y guardo su Palabra. Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró». Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy». Entonces tomaron piedras para tirárselas; pero Jesús se ocultó y salió del Templo” (Juan 8,51-59).

1. “Jesús decía a los judíos: "En verdad os digo: si alguno guardare mi palabra, jamás verá la muerte."” Si no queremos morir, hemos de ir a la Vida, la Palabra, Jesús. “Le dijeron los judíos: «Ahora estamos seguros de que tienes un demonio. Abraham murió, y también los profetas; y tú dices: “Si alguno guarda mi Palabra, no probará la muerte jamás”. ¿Eres tú acaso más grande que nuestro padre Abraham, que murió? También los profetas murieron. ¿Por quién te tienes a ti mismo?»”. Es el anunciado por los profetas, pero no es aceptado en su tiempo. Rezamos hoy por todos: «Mira con amor, Señor, a los que han puesto su esperanza en tu misericordia» (oración), para vivir tus mandatos… Esta alianza sellada dentro de pocos días con la sangre de Cristo nos da fuerzas para vivir la fidelidad, en un mundo de cambios y de ir a la moda. La Eucaristía es el memorial de esta alianza. Con el Rosario, Via crucis, y principalmente la liturgia de estos días, nos acercamos al misterio de la Resurrección del Señor; pero no podremos participar de Ella, si no nos unimos a su Pasión y Muerte. Por eso, durante estos días, acompañemos a Jesús, con nuestra oración, en su vía dolorosa y en su muerte en la Cruz. Al preguntarle a San Buenaventura de donde sacaba tan buena doctrina para sus obras, le contestó presentándole un Crucifijo, ennegrecido por los muchos besos que le había dado: “Este es el libro que me dicta todo lo que escribo; lo poco que sé aquí lo he aprendido”. Mirar el crucifijo… ahí está nuestro libro… Nos hace mucho bien contemplar la Pasión de Cristo... nos imaginamos presentes como espectadores, testigos, contemplar desde el corazón de la Virgen que antes se celebraba mañana en la advocación de la Virgen de los Dolores, porque el mejor ángulo de visión, la mejor perspectiva, el mejor encuadre para la semana santa, para contemplar a Cristo en la Cruz, es desde el corazón de su Madre, a su lado, al pie de la cruz, que lo tiene en brazos, que lo espera en su corazón, donde se le aparece en primer lugar resucitado. San León Magno añade: “el que quiera de verdad venerar la pasión del Señor debe contemplar de tal manera a Jesús crucificado con los ojos del alma, que reconozca su propia carne en la carne de Jesús”.
Continúa Jesús poniendo en relación la alianza del patriarca con su cumplimiento en su persona: “Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi día; lo vio y se alegró». Entonces los judíos le dijeron: «¿Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham?». Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: antes de que Abraham existiera, Yo Soy»”. La incredulidad les lleva a atacar al Señor: "Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo". Jesús sale huyendo del templo. Y dice un comentarista: la shekina de Yavhé, la gloria de Dios, la presencia de Dios, se retiró para siempre del templo judío. Conducta lógica, cuando falta la fe. Hostilidad. Ambiente de homicidio. No se trata solamente de propósitos violentos: se busca camorra... llegarán a las manos... se pelearán. ¿Qué es lo que habías dicho, Señor, para suscitar un odio tal? ¿Qué papel pinta el demonio en la Historia? No sabemos, pero sí conocemos lo que Jesús confiere la vida eterna, sólo a Dios compete eso, y le llaman endemoniado. Sin fe, Jesús y los que lo siguen son vistos como “fanáticos”, piensan demasiado en Dios. Se dice que hay que ser “normal”, y se puede abusar del nombre de Dios y, con ello, manchar a Dios mismo, blasfemar, enfangarlo, por eso en las Bendiciones al Santísimo hacemos unas jaculatorias para bendecir el nombre del Señor e intentar decirle cosas bonitas, adorarlo: “¿cómo trato yo el santo nombre de Dios? ¿Me sitúo con respeto ante el misterio de la zarza que arde, ante lo inexplicable de su cercanía y ante su presencia en la Eucaristía, en la que se entrega totalmente en nuestras manos? ¿Me preocupo de que la santa cohabitación de Dios con nosotros no lo arrastre a la inmundicia, sino que nos eleve a su pureza y santidad?” (Ratzinger).
2. Abrám rostro en tierra habla con Dios (le llama “El-Saday”, que puede significar “Dios omnipotente”, “Dios de las montañas”, “Dios de la abundancia”). Fue de los primeros en hacer un pacto de fidelidad  con Dios, y Dios le dijo: "Esta será mi alianza contigo: tú serás el padre de una multitud de naciones”. Es “una alianza perpetua...” Una alianza eterna entre Dios y el hombre. El hombre que no quiere morir, el hombre que se agarra excesivamente a la vida... es ridículo y loco. Hay quien lo tiene todo atado, y una enfermedad… y se descontrola todo, basta tener un accidente y todo se derrumba, si no se ve la mano de Dios. Abram cree:
“Y ya no te llamarás más Abrám: en adelante tu nombre será Abraham, para indicar que Yo te he constituido padre de una multitud de naciones”. Dios por primera vez cambia un nombre, y le promete ser padre de un gran pueblo. Él, el «padre de los creyentes»: el primero en haber creído... “Yo seré tu Dios... y tú, guardarás mi alianza...” Dios, por su parte, es fiel. Pero nosotros, ¿somos fieles a la alianza? ¿De veras hemos apostado todo a Dios? ¿Confiamos, realmente, en su Palabra? Nuestra vida diaria, nuestros gustos y decisiones cotidianas no ponen de manifiesto, a menudo, que sólo nos fiamos de nosotros mismos? Señor, creo, pero haz que crezca mi Fe (Noel Quesson).
Dios le da como hijo a Isaac, que significa: “Dios, sonríe”. Y la sonrisa de Dios llena de alegría el corazón del viejo patriarca. Jesús se declara el verdadero objeto de la promesa hecha a Abraham, la verdadera causa de su alegría, el Isaac espiritual, el hijo de Dios.
Nosotros también podemos hablar con Dios como Abraham. En Singapur una chica seguramente budista, que como todos los orientales tiene mucho respeto a lo sagrado, fue a un santuario de la Virgen, y se encontró un cura católico y le preguntó: -“¿usted habla con Dios?”
-“Sí” –le contestó el sacerdote.
-“¿Y… hoy tiene que hablar con Él? ¿Le podría decir una cosa de mi parte?” Se ve que tenía un problema y quería “un intermediario seguro”. El cura ya le explicó que ella también podía hablar con Dios.
El Señor le dice al Patriarca: “Te haré extraordinariamente fecundo: de ti suscitaré naciones, y de ti nacerán reyes. Estableceré mi alianza contigo y con tu descendencia a través de las generaciones. Mi alianza será una alianza eterna, y así yo seré tu Dios y el de tus descendientes. Yo te daré en posesión perpetua, a ti y a tus descendientes, toda la tierra de Canaán, esa tierra donde ahora resides como extranjero, y yo seré su Dios". Después, Dios dijo a Abraham: "Tú, por tu parte, serás fiel a mi alianza; tú, y también tus descendientes, a lo largo de las generaciones”. Es así nuestro padre en la fe, de una multitud inmensa… es imagen también de San José, y anuncia a Jesús, que nos dice hoy: «Abraham exultó esperando ver mi día. Lo vio y se alegró... Antes que naciera Abraham, “¡Yo soy!”». Es siempre ese “yo soy con vosotros”, que esta semana Jesús repite, para que sepamos que Él está conmigo, hay una presencia divina en nuestra vida, por la Encarnación. Dirá Clemente de Alejandría: “ésta es la única manera de mantenerse sin tropiezo: tener presente que Dios está siempre a nuestro lado”.
La alianza con Abraham tiene tres puntos: una descendencia, una tierra y sobre todo, una relación: "yo seré el Dios de tus descendientes". La tierra y la descendencia de Abraham es sobre todo Jesús, la Iglesia. Todo miraba desde el principio a Jesús, aunque el mismo Abraham no lo tuviese del todo claro. Pienso que hay como tres coordenadas en los textos de hoy:
a) la tierra es la formada por la nueva alianza: “yo soy con vosotros”, la presencia de Dios, se realiza plenamente en Cristo, ya no hacen falta signos, está Él, y por la Pascua se nos da como regalo en la Eucaristía: “estaré siempre con vosotros, cada día, hasta la consumación de los siglos”; funda nuestra esperanza.
b) la descendencia: la alianza fiel forma en la fecundidad de Jesús, por su amor, una nueva familia que estaba en Abraham anunciada;
c) la relación: el núcleo de esta pertenencia a la familia con la fe, la perfección mejor dicho en su “vivencia”, es la fe que viene del amor que Jesús instaura con su entrega y de modo especial su pasión.
3. “¡Recurrid al Señor y a su poder, buscad constantemente su rostro; recordad las maravillas que Él obró, sus portentos y los juicios de su boca!... Él se acuerda eternamente de su alianza”, está siempre pendiente de nosotros, siempre fiel a pesar de nuestras tonterías, dispuesto a perdonar nuestras culpas.
Llucià Pou Sabaté

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