jueves, 15 de agosto de 2013



Viernes de la 19ª semana de Tiempo Ordinario (impar). Dios renueva su Alianza y su misericordia a través de la historia, en cada tiempo, y podemos corresponder en el amor indiviso: un solo Dios y en el camino del matrimonio o celibato por el Reino de los cielos 
«En esto, se acercaron a él unos fariseos y le preguntaron para tentarle: ¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por cualquier motivo? Él respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y hembra, y que dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer; y serán los dos una sola carne? Así, pues, ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el hombre. Ellos le replicaron: ¿Por qué entonces Moisés mandó dar el libelo de repudio y despedirla? Él les respondió: Moisés os permitió repudiar a vuestras mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón; pero al principio no fue así. Sin embargo yo os digo: cualquiera que repudie a su mujer -a no ser por fornicación- y se una con otra, comete adulterio. Dícenle sus discípulos: Si tal es la condición del hombre con respecto a su mujer, no trae cuenta casarse. Él les respondió: No todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos a quienes se les ha concedido. En efecto, hay eunucos que así nacieron del seno de su madre; también hay eunucos que así han quedado por obra de los hombres; y los hay que se han hecho tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien sea capaz de entender; que entienda.» (Mateo 19, 3-12)
1. Jesús, nos dejas unas recomendaciones en tu camino a Jerusalén: hoy, la indisolubilidad del matrimonio. El divorcio era algo admitido. Como hoy, también entonces unos multiplicaban los motivos para que el marido pudiera pedir el divorcio (no aparece que lo pueda pedir la mujer), y otros eran más estrictos, sólo lo admitían en casos extremos, por ejemplo el adulterio. Tú, Jesús, dejas aparte la casuística y reafirmas la indisolubilidad del matrimonio, recordando el plan de Dios: «ya no son dos, sino una sola carne: así pues, lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre»  (cf Gaudium et spes 48). Al mismo tiempo, negando el divorcio, restableces la dignidad de la mujer, que no puede ser tratada, como lo era en aquel tiempo, con esa visión tan machista e interesada.
«El amor de los esposos exige, por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de personas que abarca la vida entera de los esposos: «De manera que ya no son dos sino una carne». Están llamados a crecer continuamente en su comunión a través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación total. Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del Matrimonio» (Código de Derecho Canónico 1644).
Jesús, veo los efectos desastrosos del divorcio en la sociedad: familias rotas, niños que crecen sin amor familiar, y desengaño, incertidumbre y egoísmo en los esposos. Jesús, te pido ayuda para los que tienen crisis matrimoniales, que les des fe en la verdad de tu palabra, esperanza en la eficacia de tu gracia, y amor al sacrificio de la Cruz.
-“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre... Si uno repudia a su mujer... y se casa con otra, comete adulterio”. La unión matrimonial transforma unos amantes, que podrían serlo sólo de paso, en "compañeros de eternidad". "¡Lo que Dios ha unido!"
-“No todos pueden entender esta palabra, sino sólo los que han recibido el don”. A algunas personas, les pides más, Señor: que sean célibes «por el Reino de los Cielos». Y ¿cómo puedo saber si tengo una vocación especial? «Quien sea capaz de entender, que entienda», nos dices también. Dame generosidad, Jesús, para acoger como tú el sueño que Dios tiene conmigo, que me hará plenamente feliz. Que entienda, porque me das luz para ver… Si me entero, Jesús, es porque me lo estás pidiendo (Pablo Cardona). Porque «no todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos a quienes se les ha concedido.»
Podríamos completar lo que Jesús nos dice sobre la belleza del amor humano con otros pasajes del Evangelio, o la explicación del Catecismo «el matrimonio en el Señor» (1612-1617); así también se aprecia mucho el celibato como un don de Dios, no como una opción que sea posible a todos (J. Aldazábal). Sin ese don, gracia de Dios, se ve todo como utópico, demasiado hermoso, demasiado difícil. “Si esto es así, más vale no casarse”, dicen los apóstoles. Lo efímero nuestros amores, Señor, se vuelve fiel contigo. Esto supone muchos combates, día tras día.
-“Hay gentes que no se casarán... porque son incapaces por naturaleza... otros porque han sido mutilados por los hombres... Pero los hay que no se casarán "por razón del reino de Dios"”. “El que pueda con eso, que lo haga”. Es como una cierta intuición misteriosa que es dada por Dios: esa palabra de Jesús es "abierta", hace alusión a una cierta afinidad, a una cierta capacidad de recibirla, a un "carisma" personal. No puede erigirse en ley general en la Iglesia, ni en el mundo; pero es un camino abierto, distinto del matrimonio: el celibato, la continencia voluntaria. Es muy notable la insistencia de Jesús en dos puntos: la libertad que requiere esta decisión, que no es impuesta ni "por la naturaleza" ni por la fuerza; y la motivación profunda ("El Reino de Dios") (Noel Quesson).
El Catecismo explica (1618) que “Cristo es el centro de toda vida cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás vínculos, familiares o sociales. Desde los comienzos de la Iglesia ha habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya, para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle, para ir al encuentro del Esposo que viene. Cristo mismo invitó a algunos a seguirle en este modo de vida del que El es el modelo: Hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda (Mt 19,12)”.
La virginidad es manifestación del carácter pasajero de este mundo.Denigrar el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad”... (S. Juan Crisóstomo).
La excepción que admite Jesús («no hablo de prostitución») no se sabe bien a qué se puede referir, pero podría ser "salvo en caso de unión ilegal", es decir en el caso de aquellos que vivían juntos sin estar casados, esos sí pueden separarse y casarse bien.
            2. -“Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquem. Llamó a los ancianos, a sus jefes, jueces y a los comisarios. Juntos se situaron en presencia de Dios”. Es volver a renovar la Alianza tan solemnemente pactada en el Sinaí. Ayúdanos, Señor, a renovar constantemente la alianza contigo y con nuestros hermanos. Ayúdanos a superar nuestros individualismos personalistas, clasistas o racistas. Haz que nuestras vidas sean realmente solidarias, más allá de nuestros círculos demasiado estrechos.
Josué cuenta toda la historia de esas tribus, una historia sinuosa que pasa por la esclavitud y la liberación. Desde el comienzo de esta aventura, la opción esencial es el rechazo de los ídolos. El abandono de los dioses del Eufrates, adorados por los antepasados de Abraham, fue el signo de la nueva fe en el verdadero Dios. Para nosotros, HOY también el abandono de los falsos-dioses es una condición esencial de nuestra liberación y del verdadero encuentro con Dios. ¿Cuáles son mis ídolos, mis falsos ideales, mis apegos excesivos a lo que no vale la pena? ¿Qué conversión espera el Señor de mí para renovar una alianza más verdadera con El?
-“No fue con tu espada ni con tu arco... Os he dado una tierra que no os ha costado fatiga alguna”... Hubo combates y esfuerzos. Aquí se subraya la gratuidad del don de Dios, que en Jesucristo es mucho mayor: «Es la justicia de Dios por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna: todos pecaron y están privados de la gloria de Dios pero son gratuitamente justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Jesucristo» (Rom 3,22-24). El proyecto de Dios es nada menos que «hacernos participar de la naturaleza divina» (2 Ped 1,4). Es un don divino, nosotros tan sólo podemos dejarnos hacer, en un «sí» lleno de humildad y de agradecimiento. «Por nosotros mismos no somos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios» (2 Co 3,5; Noel Quesson).
3. Cantamos a Dios con entusiasmo: "Porque es eterna su misericordia". Alentados por esta presencia activa de Dios Amor en nuestra vida, contemplamos al que lo ha creado todo, que ha creado este proyecto inteligente que es el cosmos y que es amor: “Dad gracias al Señor porque es bueno… Les dio su tierra en heredad: en heredad a Israel, su siervo, y nos libró de nuestros opresores”.
Llucià Pou Sabaté

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