Viernes de la 19ª semana de Tiempo Ordinario (impar). Dios renueva
su Alianza y su misericordia a través de la historia, en cada tiempo, y podemos
corresponder en el amor indiviso: un solo Dios y en el camino del matrimonio o
celibato por el Reino de los cielos
«En esto, se acercaron a él unos fariseos y le
preguntaron para tentarle: ¿Es lícito a un hombre repudiar a su mujer por
cualquier motivo? Él respondió: ¿No habéis leído que al principio el Creador
los hizo varón y hembra, y que dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a
su madre y se unirá a su mujer; y serán los dos una sola carne? Así, pues, ya
no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió no lo separe el
hombre. Ellos le replicaron: ¿Por qué entonces Moisés mandó dar el libelo de
repudio y despedirla? Él les respondió: Moisés os permitió repudiar a vuestras
mujeres a causa de la dureza de vuestro corazón; pero al principio no fue así.
Sin embargo yo os digo: cualquiera que repudie a su mujer -a no ser por
fornicación- y se una con otra, comete adulterio. Dícenle sus discípulos: Si
tal es la condición del hombre con respecto a su mujer, no trae cuenta casarse.
Él les respondió: No todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos
a quienes se les ha concedido. En efecto, hay eunucos que así nacieron del seno
de su madre; también hay eunucos que así han quedado por obra de los hombres; y
los hay que se han hecho tales a sí mismos por el Reino de los Cielos. Quien
sea capaz de entender; que entienda.» (Mateo 19, 3-12)
1. Jesús, nos dejas unas
recomendaciones en tu camino a Jerusalén: hoy, la indisolubilidad del
matrimonio. El divorcio era algo admitido. Como hoy, también entonces unos
multiplicaban los motivos para que el marido pudiera pedir el divorcio (no
aparece que lo pueda pedir la mujer), y otros eran más estrictos, sólo lo
admitían en casos extremos, por ejemplo el adulterio. Tú, Jesús, dejas aparte
la casuística y reafirmas la indisolubilidad del matrimonio, recordando el plan
de Dios: «ya no son dos, sino una sola carne: así pues, lo que Dios ha unido
que no lo separe el hombre» (cf Gaudium et spes 48). Al mismo
tiempo, negando el divorcio, restableces la dignidad de la mujer, que no puede
ser tratada, como lo era en aquel tiempo, con esa visión tan machista e
interesada.
«El amor de los esposos exige,
por su misma naturaleza, la unidad y la indisolubilidad de la comunidad de
personas que abarca la vida entera de los esposos: «De manera que ya no son
dos sino una carne». Están llamados a crecer continuamente en su comunión a
través de la fidelidad cotidiana a la promesa matrimonial de la recíproca donación
total. Esta comunión humana es confirmada, purificada y perfeccionada por la
comunión en Jesucristo dada mediante el sacramento del Matrimonio» (Código de Derecho Canónico
1644).
Jesús, veo los efectos desastrosos del divorcio en la sociedad:
familias rotas, niños que crecen sin amor familiar, y desengaño, incertidumbre
y egoísmo en los esposos. Jesús, te pido ayuda para los que tienen crisis
matrimoniales, que les des fe en la verdad de tu palabra, esperanza en la
eficacia de tu gracia, y amor al sacrificio de la Cruz.
-“Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre... Si uno
repudia a su mujer... y se casa con otra, comete adulterio”. La unión
matrimonial transforma unos amantes, que podrían serlo sólo de paso, en
"compañeros de eternidad". "¡Lo que Dios ha unido!"
-“No todos pueden entender esta palabra, sino sólo los que han
recibido el don”. A algunas personas, les pides más, Señor: que sean
célibes «por el Reino de los Cielos». Y ¿cómo puedo saber si tengo una
vocación especial? «Quien sea capaz de entender, que entienda», nos
dices también. Dame generosidad, Jesús, para acoger como tú el sueño que Dios
tiene conmigo, que me hará plenamente feliz. Que entienda, porque me das luz
para ver… Si me entero, Jesús, es porque me lo estás pidiendo (Pablo Cardona).
Porque «no todos son capaces de entender esta doctrina, sino aquellos a
quienes se les ha concedido.»
Podríamos completar lo que Jesús nos dice sobre la belleza del
amor humano con otros pasajes del Evangelio, o la explicación del Catecismo «el
matrimonio en el Señor» (1612-1617); así también se aprecia mucho el celibato
como un don de Dios, no como una opción que sea posible a todos (J. Aldazábal).
Sin ese don, gracia de Dios, se ve todo como utópico, demasiado hermoso,
demasiado difícil. “Si esto es así, más vale no casarse”, dicen los apóstoles.
Lo efímero nuestros amores, Señor, se vuelve fiel contigo. Esto supone muchos
combates, día tras día.
-“Hay gentes que no se casarán... porque son
incapaces por naturaleza... otros porque han sido mutilados por los hombres...
Pero los hay que no se casarán "por razón del reino de Dios"”. “El que pueda con eso, que lo
haga”. Es como una cierta intuición misteriosa que es dada por Dios: esa
palabra de Jesús es "abierta", hace alusión a una cierta afinidad, a
una cierta capacidad de recibirla, a un "carisma" personal. No puede
erigirse en ley general en la Iglesia, ni en el mundo; pero es un camino
abierto, distinto del matrimonio: el celibato, la continencia voluntaria. Es
muy notable la insistencia de Jesús en dos puntos: la libertad que requiere
esta decisión, que no es impuesta ni "por la naturaleza" ni por la
fuerza; y la motivación profunda ("El Reino de Dios") (Noel Quesson).
El Catecismo explica (1618) que “Cristo es el centro de toda vida
cristiana. El vínculo con Él ocupa el primer lugar entre todos los demás
vínculos, familiares o sociales. Desde los comienzos de la Iglesia ha habido
hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al
Cordero dondequiera que vaya, para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar
de agradarle, para ir al encuentro del Esposo que viene. Cristo mismo invitó a
algunos a seguirle en este modo de vida del que El es el modelo: Hay
eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos hechos por los
hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a sí mismos por el Reino de los
Cielos. Quien pueda entender, que entienda (Mt 19,12)”.
La virginidad es manifestación del carácter pasajero de este
mundo. “Denigrar
el matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es
realzar a la vez la admiración que corresponde a la virginidad”... (S. Juan Crisóstomo).
La excepción que admite Jesús («no hablo de prostitución») no se
sabe bien a qué se puede referir, pero podría ser "salvo en caso de unión
ilegal", es decir en el caso de aquellos que vivían juntos sin estar
casados, esos sí pueden separarse y casarse bien.
2. -“Josué reunió a todas las
tribus de Israel en Siquem. Llamó a los ancianos, a sus jefes, jueces y a los
comisarios. Juntos se situaron en presencia de Dios”. Es volver a renovar
la Alianza tan solemnemente pactada en el Sinaí. Ayúdanos, Señor, a renovar
constantemente la alianza contigo y con nuestros hermanos. Ayúdanos a superar
nuestros individualismos personalistas, clasistas o racistas. Haz que nuestras
vidas sean realmente solidarias, más allá de nuestros círculos demasiado
estrechos.
Josué cuenta toda la historia de esas tribus, una historia sinuosa
que pasa por la esclavitud y la liberación. Desde el comienzo de esta aventura,
la opción esencial es el rechazo de los ídolos. El abandono de los dioses del
Eufrates, adorados por los antepasados de Abraham, fue el signo de la nueva fe
en el verdadero Dios. Para nosotros, HOY también el abandono de los
falsos-dioses es una condición esencial de nuestra liberación y del verdadero
encuentro con Dios. ¿Cuáles son mis ídolos, mis falsos ideales, mis apegos
excesivos a lo que no vale la pena? ¿Qué conversión espera el Señor de mí para
renovar una alianza más verdadera con El?
-“No fue con tu espada ni con
tu arco... Os he dado una tierra que no os ha costado fatiga alguna”...
Hubo combates y esfuerzos. Aquí se subraya la gratuidad del don de Dios, que en
Jesucristo es mucho mayor: «Es la justicia de Dios por la fe en Jesucristo,
para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna: todos pecaron y están
privados de la gloria de Dios pero son gratuitamente justificados por el don de
su gracia, en virtud de la redención realizada en Jesucristo» (Rom
3,22-24). El proyecto de Dios es nada menos que «hacernos participar de la
naturaleza divina» (2 Ped 1,4). Es un don divino, nosotros tan sólo podemos
dejarnos hacer, en un «sí» lleno de humildad y de agradecimiento. «Por
nosotros mismos no somos capaces de atribuirnos cosa alguna, como propia
nuestra, sino que nuestra capacidad viene de Dios» (2 Co 3,5; Noel
Quesson).
3. Cantamos a Dios con entusiasmo: "Porque es eterna su
misericordia". Alentados por esta presencia activa de Dios Amor en
nuestra vida, contemplamos al que lo ha creado todo, que ha creado este
proyecto inteligente que es el cosmos y que es amor: “Dad gracias al Señor
porque es bueno… Les dio su tierra en heredad: en heredad a Israel, su siervo,
y nos libró de nuestros opresores”.
Llucià Pou Sabaté
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