Jueves de la 21ª semana de
Tiempo Ordinario (impar): Dios nos
llama a la salvación, que es al final de la vida, pero también en el día a día
respondiendo a su Amor
“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Estad en vela, porque
no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de
casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejarla abrir
un boquete en su casa. Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la
hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. ¿Dónde hay un criado fiel y
cuidadoso, a quien el amo encarga de dar a la servidumbre la comida a sus
horas? Pues, dichoso ese criado, si el amo, al llegar, lo encuentra portándose
así. Os aseguro que le confiará la administración de todos sus bienes. Pero si
el criado es un canalla y, pensando que su amo tardará, empieza a pegar a sus
compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos
se lo espera, llegará el amo y lo hará pedazos, mandándolo a donde se manda a
los hipócritas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes»” (Mateo 24,42-51).
1. Comenzamos hoy el discurso
«escatológico» de Jesús, el quinto y último de los que Mateo nos ofrece en su
evangelio. Se refiere a los acontecimientos finales y, en concreto, a la
actitud de vigilancia que debemos tener respecto a la venida última de Jesús. Hoy
nos lo dice con dos comparaciones muy expresivas: el ladrón puede venir en
cualquier momento, sin avisar previamente; el amo puede regresar a la hora en
que los criados menos se lo esperan.
Jesús, hoy nos
dices: -“Velad”... y comenta Newman
sobre esta "vigilancia": "Jesús preveía el estado del mundo tal
como lo vemos hoy, en el que su ausencia prolongada nos ha inducido a creer que
ya no volverá jamás... Ahora bien, muy misericordiosamente nos susurra al oído
que no nos fiemos de lo que vemos, que no compartamos esa incredulidad
general... sino que estemos alerta y vigilantes". "Debemos no sólo
"creer", sino "vigilar"; no sólo "amar", sino
"vigilar"; no sólo "obedecer", sino "vigilar";
vigilar, ¿por qué? Por ese gran acontecimiento: la venida de Cristo…
"¿Sabéis
qué es estar esperando a un amigo, esperar su llegada y ver que tarda en venir?
¿Sabéis qué es estar con una compañía desagradable, y desear que pase el tiempo
y llegue el momento en que podáis recobrar vuestra libertad? ¿Sabéis qué es
tener lejos a un amigo, esperar noticias suyas, y preguntarse día tras día qué
estará haciendo ahora, en ese momento, si se encontrara bien?... Velar a la
espera de Cristo es un sentimiento parecido a estos, en la medida en que los
sentimientos de este mundo son capaces de representar los de otro
mundo..."
-“Velad, porque no sabéis qué día vendrá
vuestro Señor. Si el dueño de casa supiese a qué hora de la noche iba a venir
el ladrón, estaría en vela... También vosotros estad preparados: porque en el
momento que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre”. También el Padre
Duval ha traducido maravillosamente esta espera en su canción. "El Señor
volverá, lo prometió, que no te encuentre dormido aquella noche. "En mi
ternura clamo hacia El: Dios mío, ¿será quizá esta noche? "El Señor
volverá, espéralo en tu corazón, ¡no sueñes en disfrutar lejos de El tu pequeña
felicidad!" ¡Jesús "viene"! Y nos advierte: ¡velad! porque vengo
cuando no lo pensáis.
Podríais
malograr esa "venida", esa cita imprevista, esta visita-sorpresa. Y
para que nos pongamos en guardia contra nuestras seguridades engañosas, Jesús
llega a compararse a un "ladrón nocturno". Podemos tomarlo como una inseguridad
fundamental de la condición humana, o bien como Teresita de Jesús veía al
“ladrón” amado como quien se espera con impaciencia confiada, en el deseo de
encontrarlo. Por eso señalaba que ella le advertiría al “Ladrón”: “ven, ¡por
aquí!”, deseosa del encuentro.
Así como el
ladrón o el amo vienen de improviso, hemos de estar preparados a su llegada. Esto
no es solo para el momento de la muerte… la venida del Señor a nuestras
vidas sucede cada día, y es esta venida, descubierta con fe vigilante, la que
nos hace estar preparados para la otra, la definitiva. Toda la vida está llena
de momentos de gracia, únicos e irrepetibles. Los judíos no supieron
reconocer la llegada del Enviado: ¿desperdiciamos nosotros otras ocasiones de
encuentro con el Señor?
El estudiante
estudia desde el principio de curso. El deportista se esfuerza desde que
empieza la etapa o el campeonato. El campesino piensa en el resultado final ya
desde la siembra. Aunque no sean inminentes ni el examen ni la meta definitiva
ni la cosecha. No es de insensatos pensar en el futuro. Es de sabios. Día a día
se trabaja el éxito final. Día a día se vive el futuro y, si se aprovecha el
tiempo, se hace posible la alegría final. «Estad en vela»: buena consigna para
la Iglesia, pueblo peregrino, pueblo en marcha, que camina hacia la Venida
última de su Señor y Esposo. Buena consigna para unos cristianos despiertos,
que saben de dónde vienen y a dónde van, que no se dejan arrastrar sin más por
la corriente del tiempo o de los acontecimientos, que no se quedan amodorrados
por el camino. Estar en vela no significa vivir con temor, ni menos con
angustia, pero sí con seriedad. Porque todos queremos escuchar, al final, las
palabras de Jesús: «muy bien, siervo bueno y fiel, entra en el gozo de tu Señor»
(J. Aldazábal).
Jesús
"vendrá"... al final de los tiempos en el esplendor del último día.
Jesús "vendrá"... a la hora de nuestra muerte en el cara a cara de
aquel momento solemne "cuando se rasgará el velo que nos separa del dulce
encuentro".
Pero... Jesús
"viene"... cada día, si sabemos "estar en vela". No hay que
esperar el último día. Está allí, detrás del velo. Viene en mi trabajo, en mis
horas de distensión, de solaz. Viene a través de tal persona con quien me
encuentro, de tal libro que estoy leyendo, de tal suceso imprevisto... Es el
secreto de una verdadera revisión de vida.
-“¿Dónde está ese "empleado" fiel y
sensato encargado por el amo de dar a su servidumbre la comida a sus horas?
Dichoso el tal empleado si el amo, al llegar lo encuentra cumpliendo con su
obligación”... Sí, "velar", atisbar "las" venidas de
Jesús, ¡no es estar soñando! Es hacer cada uno el trabajo de cada día, es
considerarse, de alguna manera, responsable de los demás, es darles, cuando se
requiera, su porción de pan, es amar. En verdad eso concierne, muy
especialmente, a los "jefes de comunidad", en la Iglesia o en otra
parte. Y ¿quién no es jefe de una comunidad? Familia, equipo, grupo, clase,
despacho, empresa, sindicato, club, colegas, clientes, etc. Darles, cuando es
oportuno, lo que esperan de mí (Noel Quesson).
2. Sigue San
Pablo: “-Hermanos, en medio de todas
nuestras congojas y tribulaciones, las noticias recibidas de vuestra fe nos han
reconfortado. Ahora sí que vivimos porque vosotros permanecéis firmes en el
Señor”. Es bonito: «revivimos» porque tenemos buenas noticias de la firmeza
de vuestra fe. Alegría por la fidelidad de las almas que tiene encomendadas. Es
la fuerza «en el Señor», que puede coexistir con un profundo sentimiento de
debilidad personal (Rm 7,14-25).
Vemos que el
Apóstol se entrega a ellos, dispuesto a dar por ellos su propia vida; y también
recibe de ellos, no sólo enseña, sino aprende; nosotros hemos de aprender de
Jesús que «se admiraba» de la fe que encontró en personas no judías, como la
mujer cananea o el centurión romano; la Iglesia no sólo es maestra, sino
también discípula: en el diálogo con el mundo de hoy, podemos aprender mucho de
los jóvenes, o de los no creyentes, de los alejados, y, mucho más, de tantos
cristianos sencillos que, tal vez con poca formación, siguen con generosidad el
camino de Dios y hacen todo el bien que pueden a su alrededor; evangelizar, a
veces, es también descubrir en el corazón de las personas la acción escondida
del Espíritu que prepara en ellas el camino para un encuentro pleno con Cristo
en la Iglesia.
-“¿Cómo podremos agradecer a Dios por
vosotros por todo el gozo que por causa vuestra experimentamos ante nuestro
Dios? Noche y día pedimos insistentemente...” El gozo de la fidelidad de
los demás le lleva a dar gracias a Dios. ¿Y yo?, ¿me esfuerzo en transformar
mis preocupaciones de esa manera positiva? San Pablo nos dirá ahora sobre qué
puntos precisos se desarrolla su oración:
1º La fe: -“Que Dios nos haga ver vuestro rostro para
completar lo que falta a vuestra fe. Que Dios mismo, nuestro Padre, y nuestro
Señor Jesucristo, orienten nuestros pasos hasta vosotros”. El primer objetivo
de su oración es la consolidación de la Fe de esa comunidad. Esa primera
catequesis rápida puede que sea frágil y llena de lagunas (Pablo tuvo que salir
por persecuciones). Vemos que la Fe tiene dos aspectos:
-es ante
todo un acto global de adhesión a Cristo...
-es además
una vida según Cristo que requiere un desarrollo, una catequesis.
¿Sé yo
«completar lo que le falta a mi fe»? ¿Ruego para que progrese mi fe y la fe de
todos los que amo?
2º La caridad.
–“Que el señor os haga progresar en el amor de unos con otros y para con
todos, como es nuestro amor para con vosotros”. Amar: primero «entre hermanos»,
pero también y ampliamente a «todos los hombres». Esta es una de las más
puras características del evangelio.
3º La
esperanza. –“Para que se consoliden vuestros corazones con santidad
irreprochable ante Dios, nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor
Jesucristo con todos sus santos”. La esperanza y la espera que dan un sentido a
la vida (Noel Quesson / Martens-Frisque).
2. En la
oración es donde se recompone siempre la dirección de nuestro trabajo. Como
dice el salmo: «baje a nosotros la
bondad del Señor y haga prósperas las obras de nuestras manos».
El salmo
hace referencia a la fugacidad de la vida, centrándose en la creación del
hombre, al que formó Dios del polvo de la tierra (Gn 3,19) y le ha dado una
vida breve, y dice S. Pedro que Dios tiene paciencia con nosotros: “no tarda el
Señor en cumplir con su promesa, como algunos
piensan; más bien tiene paciencia con vosotros, porque no quiere que
nadie se pierda, sino que todos se conviertan” (2 P 3,8-9). Decía el
fundador del Opus Dei: “Os recuerdo de nuevo que nos queda poco tiempo: tempus
breve est, porque es breve la vida sobre la tierra, y que, teniendo
aquellos medios, no necesitamos más que buena voluntad para aprovechar las
ocasiones que Dios nos ha concedido. Desde que Nuestro Señor vino a este mundo,
se inició la era favorable, el día de la salvación, para nosotros y para todos.
Que Nuestro Padre Dios no deba dirigirnos el reproche que ya manifestó por boca
de Jeremías: en el cielo, la cigüeña conoce su estación; la tórtola, la
golondrina y la grulla conocen los plazos de sus migraciones: pero mi pueblo
ignora voluntariamente los juicios de Yavhé.
No
existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a
Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su
ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con
Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en
cualquier ocasión! Dios es también el que puede perdonar y hacer felices
los días del hombre sobre la tierra.
Llucià Pou
Sabaté
No hay comentarios:
Publicar un comentario