Miércoles
de la 18ª semana de Tiempo Ordinario (impar): los planes divinos se van
cumpliendo a pesar de nuestros pecados, si acudimos a su misericordia; Él
atiende nuestros ruegos y nos salva
“En aquel tiempo, Jesús se marchó y
se retiró al país de Tiro y Sidón. Entonces una mujer cananea, saliendo de uno
de aquellos lugares, se puso a gritarle: -«Ten compasión de mí, Señor, Hijo de
David. Mi hija tiene un demonio muy malo.» Él no le respondió nada. Entonces
los discípulos se le acercaron a decirle: -«Atiéndela, que viene detrás
gritando.» Él les contestó: -«Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de
Israel.» Ella los alcanzó y se postró ante él, y le pidió: -«Señor, socórreme.»
Él le contestó: -«No está bien echar a los perros el pan de los hijos.» Pero
ella repuso: -«Tienes razón, Señor; pero también los perros se comen las
migajas que caen de la mesa de los amos.» Jesús le respondió: -«Mujer, qué
grande es tu fe: que se cumpla lo que deseas.» En aquel momento quedó curada su
hija” (Mateo 15,21-28).
1. -Jesús se retiró a esas ciudades fenicias
(actual Líbano). “Y una mujer Cananea,
de aquella región salió y se puso a gritarle”... Una mujer extranjera
consigue de Jesús la curación de su hija. Señor, vemos la fuerza de tu corazón
y tu dedicación a “los paganos”. Dirá san Pablo que das a "todas las
naciones" la Alianza reservada hasta aquí a Israel. Quisiera escuchar el
grito de esa mujer, quisiera escuchar la de las personas de mi alrededor que quizá
no acierto a oír.
-"¡Señor,
Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija tiene un demonio muy malo."
No le contestas palabra, Señor... Y tú habías dicho: "Todo lo que pediréis
se os concederá... llamad, y se os abrirá..." No obstante, callas… ¿Por
qué, tan a menudo pareces no responder cuando te imploramos que nos liberes?
-"Concédeselo,
que viene gritando detrás..." dicen los apóstoles. ¿Fastidio?;
¿verdadera emoción ante la miseria de esa pobre madre?
-Jesús respondió: "He sido enviado sólo para las ovejas descarriadas de Israel."
Después del silencio, parece que hay rechazo. ¿Por qué, Señor? ¿Por qué
aparentas rechazar? Sabemos, sin embargo, que hay ternura en tu corazón, y que
has venido para "salvar a todos los hombres".
-“Ella se
adelantó y se prosternó ante El: "Señor, socórreme"”. ¡Oh
admirable insistencia! Veo que las
dificultades se convierten en oportunidades cuando estoy contigo, Señor: y
es una purificación de la Fe, ayúdame a entender esta fuerza que viene de la
verdadera oración.
"Si no
os hacéis como niños, no entraréis en el Reino de los Cielos". Ante
aquel grito de dolor, Cristo va a poner la última prueba. Le dice que no está
bien quitarle el pan a los hijos para dárselo a los perritos. Nos cuesta entrar
en estas palabras… nos quedamos con el modelo de oración, siguiendo al santo
cura de Ars: “vemos muchas veces que el
Señor no nos concede enseguida lo que pedimos; esto lo hace para que lo
deseemos con más ardor, o para que apreciemos mejor lo que vale. Tal retraso no
es una negativa sino una prueba que nos dispone a recibir más abundantemente lo
que pedimos”.
La oración de la mujer “pagana” es un modelo de oración,
sencilla y honda: «Ten compasión de mí,
Señor» (en griego: Kyrie, eleison).
Jesús, alabas varias veces la fe de los
extranjeros (el buen samaritano, el otro samaritano curado de la lepra, el
centurión romano…), en contraposición a los judíos, los de casa, a los que se
les supone fe. Que no olvide, Señor, el valor de la humildad. Que no sea mi
oración rutinaria sino sencilla (J. Aldazábal).
Esta mujer insiste: "Cierto, Señor; pero también los perrillos se comen las migajas que caen
de la mesa de sus amos". No abandonará su plegaria, irá hasta el fin. -Jesús
le dijo: "¡Qué grande es tu fe,
mujer! Que se cumpla lo que deseas."
Señor, te pido no sentirme privilegiado por mis
méritos, sino por tu amor. Que me sienta
invitado a comer el pan de los hijos de Dios (Noel Quesson).
2. Leeremos hoy una de las explicaciones de los
«cuarenta años» de estancia por el desierto. Sin duda hubo razones naturales de
ese largo plazo... pero en años posteriores, reflexionando en la fe sobre ese
hecho, se vio en ello un castigo: ninguno de los que murmuraron contra Dios
podrá entrar en la Tierra Prometida... Toda la «generación» culpable morirá
antes; tan sólo los hijos podrán beneficiarse de las promesas. Jesús comparó, a
menudo a los hombres de su tiempo a esta «generación» del desierto (Mt 12,39;
Lc 11,29).
-“Envía
algunos hombres, uno por tribu a que exploren el país de Canaan, que doy a los
hijos de Israel... Al cabo de cuarenta días volvieron de explorar la tierra...
Les hicieron una relación y les mostraron los productos del país”... Hoy,
en Israel, en muchos lugares está representada esa escena: se ve a dos hombres
con un bastón sobre los hombros y colgado de él llevan un enorme racimo de uvas
¡tan grande que uno solo no podría llevar! Símbolo de la fecundidad
extraordinaria de ese país de Jauja ante el cual se encuentran. Para esos
nómadas habituados a tantas privaciones en el desierto, es motivo de envidia y
de esperanza: ¡la Tierra prometida está allá muy cerca!
-“Hemos
explorado el país donde nos enviaste. De veras es una tierra que mana leche y
miel. Ved ahí los productos”. Expresión simbólica muy evocadora: leche, miel, vino. Y todo esto en
abundancia ¡una fuente inagotable de bienes! Más allá de la materialidad de
esos alimentos suculentos, hemos de aceptar la revelación que aquí se nos
repite, de un Dios que quiere colmar de felicidad su creación. ¿Soy un hombre
de esperanza, abierto a la alegría que llega? ¿Creo en profundidad que Dios
destina su creación a que el hombre encuentre en ella su propia ALEGRÍA divina,
cuyo acceso nos abre? «Servidor bueno y
fiel, entra en la alegría de tu señor» (Mt 25,21).
-“Todo el
pueblo que habita ese país es poderoso. Las ciudades fortificadas son muy
grandes. Ese pueblo es más fuerte que nosotros. Todos los que allí hemos visto,
son altos. Hemos visto también gigantes. Nosotros nos veíamos ante ellos como
saltamontes…” El testimonio de los exploradores confirma, efectivamente, lo
que Dios había prometido sobre la excelencia de la tierra (cf Ex 3,8). Al
resaltar el poder de los pueblos que lo ocupan, por una parte se alude al poder
de Dios y a su amor hacia su pueblo ya que los arrojará de allí (cf Dt 7,1), y
por otra prepara el argumento de la protesta que tendrá lugar luego. En cuanto
a los pueblos que se citan: los descendientes de Anac son los gigantes que,
según la tradición israelita, poblaban la zona sur de Canaán, y de cuya origen
se habla en Gn 6,1-4.
Los amalecitas eran seminómadas que se movían al
sur de Négueb, y con los que lucharon los israelitas en más de una ocasión (cf
Ex 17,8-16). Los hititas habían sido un gran imperio en el siglo XIV a.C. y los
amorreos fueron los ocupantes de los valles del Tigris y el Éufrates. Los jebuseos
fueron los anteriores pobladores de Jerusalén. La distribución de esos pueblos
de la Tierra está simplificada recogiendo datos de carácter genérico (Biblia de
Navarra).
-“Entonces
toda la comunidad alzó la voz y se puso a gritar. Y el pueblo lloró aquella
noche”. Clamor emocionante de los descorazonados de todos los tiempos, a
los que hay que saber escuchar y que puede suscitar nuestra oración y nuestra
acción... (Noel Quesson).
Ahora el texto habla de castigo divino, los 40 años
de desierto… pienso que son modos primitivos de adjudicar a Dios las cosas que
pasaban en la historia del pueblo, y en su condescendencia Dios deja que se
escriban estas cosas. Luego, sobre todos estos castigos aplicado también a los
sucesores responderá Jesús que no pecaron ni ellos ni sus padres, sino que la
gloria de Dios se manifiesta también sobre estas cosas… sobre estas
interpretaciones encontramos un sentido profundamente cristológico que es el
más interesante y verdadero… Dios se sirve de la historia para manifestarse…
2. Muchas veces nos parece que el mundo está mal,
que yo estoy mal, que no me gusta lo que me pasa… pero es por dejarnos influir
por cosas que podríamos aprovechar como oportunidades en crecimiento en el
amor. Por eso, podemos decir con el salmo: «hemos pecado, hemos cometido maldades, se olvidaron de Dios, su
salvador, que había hecho prodigios en Egipto...» Nuestra actitud
definitiva debería ser la de optar por la confianza. Confiar no significa
cruzarse de brazos, esperando que Dios lo haga todo. Significa seguir
trabajando con ilusión, seguros de que la gracia de Dios sigue actuando y
realiza maravillas. Que es él quien riega y da eficacia y fruto a nuestro
trabajo. Dios no cabe en ningún ordenador. Dios no sale en las estadísticas.
Tendríamos que seguir escuchando, a pesar de las apariencias en contra, la
palabra repetida de Dios: «no tengáis
miedo... Yo estoy con vosotros». Y seguir creyendo que, después de la
noche, viene siempre la aurora. Que al invierno le sigue la primavera. Que la
Pascua siempre está activa. Y que dentro de las personas hay muchas cualidades
buenas. Como Moisés, deberíamos estar dispuestos a pedirle a Dios por este
mundo concreto en que vivimos, no el que quisiéramos idealmente. Como dice el
salmo, «Moisés, su elegido, se puso en
la brecha frente a él, para apartar su cólera del exterminio». ¿Pedimos los
castigos de Dios sobre este «mundo perverso» o, más bien, intercedemos ante
Dios para que siga teniendo paciencia una vez más, como el agricultor con la
higuera estéril, dándole tiempo para rehabilitarse?
En el salmo el tema central es la misericordia
divina a pesar de los pecados de Israel en el desierto y en la tierra de Canaán.
Dios se acuerda de su Alianza. Todo este espíritu se recoge en el Benedictus, y
de esta forma encuentra su cumplimiento en el nacimiento de Jesús preparado por
el Bautista.
Llucià Pou Sabaté
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