SÁBADO DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: el Apóstol Pedro, vicario de Jesús, está asistido por el
Espíritu Santo a lo largo del tiempo, y es portavoz de la fe de la Iglesia.
«Jesús, conociendo en
su interior que sus discípulos murmuraban de esto, les dijo: ¿Esto os escandaliza?
¿Pues y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El espíritu
es el que da la vida, la carne de nada sirve: las palabras que yo os he hablado
son espíritu y son vida. Sin embargo, hay algunos de vosotros que no creen. En
efecto, Jesús sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién
era el que le iba a entrega. Y decía: Por eso os he dicho que ninguno puede
venir a mí si no le fuera dado por el Padre. Desde entonces muchos discípulos
se echaron atrás y ya no andaban con él. Entonces Jesús dijo a los doce:
¿También vosotros queréis marcharos? Le respondió Simón Pedro: Señor ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna; y nosotros hemos creído y conocido
que tú eres el Santo de Dios.» (Juan 6,
61-69)
1. El Evangelio de hoy muestra el escándalo y
rechazo de la gran mayoría ante las palabras de Jesús: ¡es la crisis! Hasta
aquí las muchedumbres le han seguido y buscado: -Muchos de sus discípulos
gritaron: "¡Duras son estas
palabras! ¿Quién puede escucharlas? ¿Cómo puede este hombre darnos a comer su
carne?": Lejos de retirar
sus afirmaciones o de explicarlas simbólicamente, Jesús las subrayará: -"¿Esto os escandaliza? Pues, ¿qué, si
viereis al Hijo del Hombre subir adonde antes estaba?... El Espíritu es el que da vida; la carne no
aprovecha para nada. Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida.
Pero hay entre vosotros algunos que no creen”. Pues desde el principio
Jesús sabía quiénes eran los que no creían y quién le había de entregar, y
decía: -Por esta razón os he dicho que
nadie puede venir a mí, a menos que le haya sido concedido por el Padre.
Desde entonces, muchos
de sus discípulos volvieron atrás, y ya no andaban con Él. Entonces Jesús dijo a los doce: -¿Queréis acaso iros vosotros también?”
"Yo no os retengo..." parece decir. Sois libres. En el conflicto
actual entre muchos jóvenes y sus padres, cara a la eucaristía, recordemos ese
gran misterio. Podemos decirle nosotros con san Pedro que no queremos dejarle:
"Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes
palabras de vida eterna". Estar sin Jesús es un infierno insoportable,
y estar con Jesús es un dulce paraíso (Kempis). Y Juan Pablo II decía: “Cuando,
considerando demasiado duro su lenguaje, muchos de sus discípulos lo
abandonaron, Jesús preguntó a los pocos que habían quedado: «¿También vosotros queréis marcharos?»,
le respondió Pedro: «Señor, ¿a quién
iremos? Tú tienes palabras de vida eterna». Y optaron por permanecer con Él.
Se quedaron porque el Maestro tenía palabras de vida eterna, palabras que,
mientras prometían la eternidad, daban pleno sentido a la vida.
”Hay momentos y
circunstancias en que es preciso hacer opciones decisivas para toda la
existencia. Como sabéis muy bien, vivimos momentos difíciles, en los que con
frecuencia no logramos distinguir el bien del mal, los verdaderos maestros de
los falsos. Jesús nos ha advertido: «Mirad,
no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo:
"Yo soy" y "el tiempo está cerca". No les sigáis». Orad
y escuchad su palabra; dejaos guiar por verdaderos pastores; no cedáis jamás a
los halagos y a los fáciles espejismos del mundo que luego, con demasiada
frecuencia, se transforman en trágicos desengaños… No olvidéis que «la suerte
futura de la humanidad está en manos de aquellos que sean capaces de transmitir
a las generaciones venideras razones para vivir y para esperar» (Gaudium et
spes).
”Purificados por la
reconciliación, fruto del amor divino y de vuestro arrepentimiento sincero,
practicando la justicia, viviendo en acción de gracias a Dios, podréis ser en
el mundo, a menudo sombrío y triste, profetas de alegría creíbles y eficaces.
Seréis heraldos de la plenitud de los tiempos.
”El camino que Jesús os
señala no es cómodo; se asemeja más bien a un sendero escarpado de montaña. No
os desalentéis. Cuanto más escarpado sea el sendero, tanto más rápidamente sube
hacia horizontes cada vez más amplios. Os guíe María, estrella de la
evangelización. Dóciles, al igual que ella, a la voluntad del Padre, recorred las
etapas de la historia como testigos maduros y convincentes. / Con ella y con
los Apóstoles sabed repetir en cada instante la profesión de fe en la presencia
vivificante de Jesucristo: Tú tienes palabras de vida eterna”.
Y también nos decía en
una fiesta del Corpus: “Jesús se define "el Pan de vida", y añade:
"El pan que yo daré, es mi carne para
la vida del mundo". / ¡Misterio de nuestra salvación! Cristo, único
Señor ayer, hoy y siempre, quiso unir su presencia salvífica en el mundo y en
la historia al sacramento de la Eucaristía. Quiso convertirse en pan
partido, para que todos los hombres pudieran alimentarse con su misma vida,
mediante la participación en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre.
”Como los discípulos,
que escucharon con asombro su discurso en Cafarnaum, también nosotros
experimentamos que este lenguaje no es fácil de entender. A veces podríamos
sentir la tentación de darle una interpretación restrictiva. Pero esto podría
alejarnos de Cristo, como sucedió con aquellos discípulos que "desde entonces ya no andaban con Él".
”Nosotros queremos
permanecer con Cristo, y por eso le decimos con Pedro: "Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras
de vida eterna". Con la misma convicción de Pedro, nos arrodillamos
hoy ante el Sacramento del altar y renovamos nuestra profesión de fe en la
presencia real de Cristo”.
2. En la historia de la primera comunidad de Jerusalén
llegamos ahora a una época de paz. Vemos -Hechos (9,31-42)- la acción del Espíritu Santo: “Entonces por toda Judea, Galilea y Samaria la iglesia tenía paz. Iba
edificándose y vivía en el temor del Señor, y con el consuelo del Espíritu
Santo se multiplicaba”.
Pedro, sale de Jerusalén
y hace un recorrido por las comunidades cristianas, a modo de visita pastoral,
para reanimarlas en su fe: “Aconteció
que mientras Pedro recorría por todas partes, fue también a visitar a los
santos que habitaban en Lida”.
Su presencia va
acompañada por hechos milagrosos. La fuerza curativa de Jesús se ha comunicado
ahora a su Iglesia, en la persona de Pedro, que explícitamente invoca a Jesús:
“Allí encontró a cierto hombre llamado
Eneas, que estaba postrado en cama desde hacía ocho años, pues era paralítico.
Pedro le dijo: "Eneas, ¡Jesucristo te sana! Levántate y arregla tu cama."
De inmediato se levantó, y le vieron
todos los que habitaban en Lida y en Sarón, los cuales se convirtieron al Señor”.
“Entonces había en Jope cierta discípula llamada Tabita, que traducido
es Dorcas. Ella estaba llena de buenas obras y de actos de misericordia que
hacía”. Se enfermó y murió, y como Lida estaba cerca de Jope, los
discípulos, al oír que Pedro estaba allí, le enviaron dos hombres para que le rogaran:
"No tardes en venir hasta nosotros."
Entonces Pedro se levantó y fue con ellos. Pedro, como Jesús, mandó sacar fuera
a todos, “se puso de rodillas y oró; y
vuelto hacia el cuerpo, dijo: "¡Tabita, levántate!" Ella abrió los
ojos, y al ver a Pedro se sentó. Él le dio la mano y la levantó. Entonces llamó
a los santos y a las viudas, y la presentó viva”. Antes de resucitar a la
muchacha, se arrodilla y reza. Todo lo hace «en el nombre de Jesús». El milagro
está en función de la fe. Y la fe se propaga (Noel Quesson). Como Pedro en su
tiempo, deberíamos ser cada uno de nosotros «buenos conductores» de la salud y
de la vida del Resucitado.
3. Con su resurrección
Cristo ha vencido a la muerte. Las cadenas que nos ataban han quedado
definitivamente rotas. Jesús nos ha salvado ¿Cómo pagar tan inmenso bien? La Santa Misa es la acción de gracias más agradable al Padre. Con el Salmo
decimos: «¿Cómo pagaré al Señor todo el
bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre”
(116/115,12-17), alusión a la libación ritual, quizá, de vino y aceite, copa
derramada en acción de gracias por haber sido librado de la muerte: “¿Quién te
dio la copa de salvación, de suerte que, tomándola e invocando el nombre del
Señor, le retribuyas por todo lo que a ti te retribuyo? Quien sino Aquel que
dice: ‘¿podéis beber el cáliz que yo he
de beber? ¿Quién te otorgó imitar sus padecimientos sino Aquel que
primeramente padeció por ti? Por tanto, preciosa
es delante del Señor la muerte de sus santos. La compró con su sangre, que
primeramente derramó por la salud de sus siervos, para que sus siervos no
dudasen en derramarla por el Nombre del Señor” (S. Agustín).
Sigue el Salmo: “Cumpliré al Señor mis votos en presencia de
todo el pueblo. Mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles. Señor, yo soy
tu siervo, siervo tuyo, hijo de tu esclava: Rompiste mis cadenas. Te ofreceré
un sacrificio de alabanza, invocando tu nombre, Señor». El sacrificio de
acción de gracias tenía lugar en el Templo (donde habitaba el Señor): esas
palabras eran citadas en la antigua liturgia romana antes de la comunión (la
mejor manera de pagar la deuda es unirse al sacrificio de Jesús), y es un salmo
que se usa con frecuencia para preparar el sacrificio de la Misa y lo proclama
la liturgia en la fiesta del Corpus y el Jueves santo (Archidiócesis de
Madrid).
Llucià Pou Sabaté
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