LUNES DE LA CUARTA SEMANA DE
PASCUA: Jesús, el Buen
Pastor, continúa guiándonos, abriendo nuestro corazón a la verdad, como hizo
con Pedro y los primeros.
“«Un día Jesús dijo a los fariseos: Os aseguro que el que no entra por
la puerta en el redil de las ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón
y un salteador. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El
guarda le abre la puerta y las ovejas reconocen su voz; él llama a sus ovejas
por sus nombres y las saca fuera. Y cuando ha sacado todas sus ovejas, va
delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero no
seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los
extraños». Jesús les puso esta semejanza, pero ellos no entendieron qué quería
decir. Por eso Jesús se lo explicó así: «Os aseguro que yo soy la puerta de las
ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, pero
las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se
salvará; entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar,
matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn
10,1-10, ciclos B y C).
1. Los pastores judíos, de noche, juntaban
los rebaños de varios y dejaban a uno de ellos que hacía guardia en el aprisco.
Por la mañana, volvían a recoger cada uno su rebaño. «Un día Jesús dijo a los fariseos: Os aseguro que el que no entra por la
puerta en el redil de las ovejas, sino saltando por otra parte, es un ladrón y
un salteador. Pero el que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El
guarda le abre la puerta y las ovejas reconocen su voz; él llama a sus ovejas
por sus nombres y las saca fuera”. Jesús nos “hace salir”: conduce hacia la
felicidad, hacia la verdadera expansión, hacia los verdaderos alimentos. Va “delante” de nosotros, que somos sus
ovejas, que “lo siguen porque conocen su
voz”. Porque hacemos oración, y sus palabras llenan nuestra vida de sentido.
Hacer silencio en lo íntimo del alma... Escuchar la voz del Señor. He aquí la
mejor parte. Aquel tesoro escondido por el cual bien valdría la pena sacrificar
todos los halagos y vanidades del mundo. Pero para alcanzar este tesoro es
preciso aprender a huir de todas las voces que no sean las del Buen Pastor.
Saber escapar, como un ladrón, de la frivolidad de la imaginación, de la
disipación de los sentidos, de la irreflexión y la charlatanería. Amar el
silencio y la soledad como el precioso santuario de nuestra unión con Dios, el
lugar de la paz y la serenidad del alma y del encuentro profundo con nosotros
mismos. El contexto de Jesús Puerta es también eucarístico, pues la mesa de la
Eucaristía es donde mejor nos conformamos a Él; Tomás de Aquino escribe: «es
evidente que el título de “pastor” conviene a Cristo, ya que de la misma manera
que un pastor conduce el rebaño al pasto, así también Cristo restaura a los
fieles con un alimento espiritual: su propio cuerpo y su propia sangre» (Josep
Vall).
Jesús se lo explicó así: «Os aseguro que yo soy la puerta de las
ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran ladrones y salteadores, pero
las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entra por mí se
salvará; entrará y saldrá y encontrará pastos. El ladrón sólo entra para robar,
matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante”.
Fuera de Él, la humanidad está encerrada en sí misma: ninguna ideología,
ninguna teoría, ninguna religión nos libera de la fatalidad de "no ser más
que hombre, y por lo tanto, de morir". Pero Jesús nos saca de nuestra
impotencia y nos introduce en el dominio divino... un "espacio infinito,
eterno se abre a nosotros, por esta Puerta". El que por mí entrare, se
salvará y hallará pasto... Yo he venido para que tengan vida, y la tengan en
abundancia... (Noel Quesson).
2. Las distintas culturas pueden crear
divisiones y problemas entre las personas. En la Iglesia primitiva, algunos de mentalidad
limitada, querían imponer a los demás sus propias costumbres. Acusan a Pedro de
ser traidor a su patria por el hecho de ir donde los romanos. Los Hechos nos dicen que “los apóstoles y los hermanos que estaban en Judea supieron que también
los paganos habían recibido la palabra de Dios. Cuando Pedro llegó a Jerusalén,
los partidarios de la circuncisión le echaron en cara: «¿Por qué has entrado en
casa de hombres incircuncisos y has comido con ellos?»”. El asunto es
grave.
“Entonces
Pedro comenzó a explicarles por orden, diciendo: «Estaba yo en la ciudad de
Jafa orando, cuando tuve en éxtasis una visión: un objeto descendía a modo de
un gran lienzo, colgado por las cuatro puntas desde el cielo, y llegó hasta mí.
Yo lo miré fijamente, lo examiné y vi cuadrúpedos, bestias, reptiles y aves. Oí
también una voz que me decía: Levántate, Pedro, mata y come. Pero yo dije: De
ninguna manera, Señor; porque nada profano o impuro ha entrado jamás en mi
boca. Pero la voz del cielo dijo por segunda vez: Lo que Dios ha purificado, tú
no lo llames impuro. Esto se repitió por tres veces, y todo fue arrebatado de
nuevo al cielo”. Hoy, todavía, los judíos tienen prohibidos muy
estrictamente ciertos alimentos, que según la tradición de Moisés, eran
considerados impuros. Lo que se le pide a Pedro es que supere su propia
tradición, y sobre todo que no la imponga a los que no son de su raza. Apertura
de espíritu. Universalismo. Unidad que respeta las diversidades. Pluralismo.
Comunión profunda en lo esencial, dejando a cada uno su libertad en lo
secundario (Noel Quesson). Nos cuesta romper con ciertas cosas de la educación
recibida, cuando vemos que no son buenas. Porque forman como una segunda
naturaleza. Pero vemos que es posible.
“Entonces mismo –sigue Pedro- se presentaron en la casa donde yo estaba
tres hombres que me habían enviado desde Cesarea. Y el Espíritu me dijo que
fuera con ellos sin dudar. Estos seis hermanos vinieron también conmigo y
entramos en la casa del hombre en cuestión, quien nos contó que se le había
aparecido un ángel y que le había dicho: Manda
a Jafa a llamar a Simón Pedro, el cual, con sus palabras, te traerá la
salvación a ti y a tu familia. Y al comenzar yo a hablar, descendió el
Espíritu Santo sobre ellos, como al principio sobre nosotros. Recordé estas
palabras del Señor: Juan bautizó en agua,
pero vosotros seréis bautizados en el Espíritu Santo. Pues si Dios les ha
dado a ellos el mismo don que a nosotros por haber creído en el Señor
Jesucristo, ¿cómo podía yo oponerme a Dios?». Al oír esto callaron y
glorificaron a Dios, diciendo: «Así que también a los paganos Dios ha
concedido el arrepentimiento para alcanzar la vida»” (11,1-18): La intervención milagrosa de Dios
hizo que Pedro, a pesar de todo el peso de su pasado y de su ambiente, se
resolviera por fin a entrar en casa de los gentiles y comer con ellos. «Una
oración...». «Una visión del cielo...». Es el Espíritu de Dios que empuja a la
misión. ¡Dios ama a los gentiles! Hoy vemos una apertura de la Iglesia a los
gentiles: su misteriosa visión en Jope, la visión del mismo Cornelio y el
llamado «Pentecostés de los gentiles». El resultado, muy positivo, fue que
todos se sosegaron y glorificaron a Dios. Juan XXIII, que convocó y dio la
orientación básica al Concilio del aggiornamento
eclesial, fue también una opción profética en estos tiempos modernos (F. Casal).
Nos preguntamos: ¿somos víctimas de las ataduras que podamos tener, por
formación o pereza mental?, ¿o seguimos teniendo discriminaciones contrarias al
amor universal de Dios y a la voluntad ecuménica de su Espíritu?, ¿sabemos
dialogar?
3. “Mi
alma tiene sed de Dios, del Dios vivo” (Salmo 41,2-3;42,3-4): Jesús, buen
pastor, nos lleva a aguas deliciosas, sigue guiándonos desde su gloria: «Cristo,
una vez resucitado de entre los muertos ya no muere más; la muerte ya no tiene
dominio sobre Él. Aleluya» (ant. de entrada); le pedimos que donde Él está
vayamos también nosotros: «Oh Dios, que
por medio de la humillación de tu Hijo levantaste a la Humanidad caída; concede
a tus fieles la verdadera alegría, para que quienes han sido librados de la
esclavitud del pecado alcancen la felicidad eterna». Con el Salmo 41
cantamos y subrayamos nuestro carácter de peregrinos gozosos por caminar hacia
el que es Luz, Verdad y Vida: «Como
busca la sierva corriente de agua, así mi alma te busca a Ti, Dios mío. Mi alma
tiene sed del Dios, del Dios vivo. ¿Cuándo entraré a ver el rostro de Dios?
Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte
santo, hasta tu morada. Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío». Son los silbidos
del buen pastor, en palabras de San Agustín: «Aunque camine en medio de la
sombra de la muerte; aun cuando camine en medio de esta vida, la cual es sombra
de muerte no temeré los males, porque Tú, oh Señor, habitas en mi corazón por
la fe, y ahora estás conmigo a fin de que, después de morir, también yo esté
contigo. Tu vara y tu cayado me consolaron; tu doctrina, como vara que guía el
rebaño de ovejas y como cayado que conduce a los hijos mayores que pasan de la
vida animal a la espiritual, más bien me consoló que me afligió, porque te
acordaste de mí».
Llucià Pou Sabaté
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