LUNES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: Dios viene al alma que le deja, que es humilde, que busca no la propia
gloria sino la gloria de Dios, amar correspondiendo al amor de Dios
“Un
día dijo Jesús a sus discípulos: el que conoce mis mandamientos y los guarda,
ése me ama; y al que me ama lo amará mi Padre y lo amaré yo, y me mostraré a
él.
Entonces Judas, no el Iscariote, le dijo: Señor, ¿qué ha sucedido para
que te muestres a nosotros y no al mundo?
Respondió Jesús: el que me ama guardará mi palabra y mi Padre lo
amará, y vendremos a él y haremos morada en él...
Os he hablado esto ahora que estoy a vuestro lado; pero el Paráclito,
el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe
todo y os vaya recordando todo lo que yo os he dicho” (Juan 14, 21-26).
2. Pablo
y Bernabé van concluyendo su primer viaje. Derbe fue una estancia provechosa. En
Listra se convierte Timoteo, y destaca la curación de un cojo de nacimiento (nos
recuerda al otro «tullido de nacimiento» curado por Pedro a la puerta del
templo). Viendo un hombre tullido, Pablo le dijo: «¡Levántate!...» El hombre
dio un salto y echó a andar. Pablo realiza las mismas maravillas que Pedro y
Jesús: “Así como el hombre cojo curado por Pedro y Juan en la puerta del Templo
prefigura la salvación de los judíos, también este tullido licaonio representa
a los pueblos gentiles alejados de la religión de la Ley y del Templo, pero recogidos
ahora por la predicación del apóstol Pablo” (San Beda). Pablo advierte en el
tullido “fe para ser salvado”, Pablo hace como Jesús ante el paralítico de
Cafarnaum (Mc 2,1), que endereza sus pies y limpia su alma de pecado (Biblia de
Navarra). Esta curación hizo que quisieran a Bernabé y a Pablo como Zeus y
Hermes, dioses viajeros de una leyenda pagana, y los apóstoles reaccionan de un
modo apropiado al caso: "Nosotros
somos también hombres, de igual condición que vosotros". Y les hablan
del Dios vivo... Que os envía desde el cielo lluvias y
estaciones fructíferas, que llena vuestros corazones de sustento y de alegría.
Cuando de veras se ha relativizado las cosas terrenas en provecho del apoyo
único en el Único que no puede decepcionar... entonces se encuentran de nuevo
todas las «cosas» como un don de Dios: lluvia, estaciones, saciedad, alegría,
felicidad. ¡Danos, Señor, esa concepción optimista de la creación! (Noel
Quesson).
Tienen esos pueblos un sentido
religioso, una “cierta percepción de aquella fuerza misteriosa que se halla
presente en la marcha de las cosas y en los acontecimientos de la vida humana,
y a veces también el conocimiento de la suma Divinidad e incluso del Padre.
Esta percepción y conocimiento penetra toda su vida con un íntimo sentido
religioso” (Nostra aetate 2).
Como vemos aquí con los
Apóstoles, “en nuestra vida a veces experimentamos éxitos, y otras fracasos.
Momentos de serenidad y momentos de tensión y zozobra. Deberíamos estar
dispuestos a todo. Sin perder en ningún momento la paz y el equilibrio
interior, y sobre todo sin permitir que nada ni nadie nos desvíe de nuestra fe y
de nuestro propósito de dar testimonio de Jesús en el mundo de hoy. También hay
otras direcciones en que nos interpela la escena de hoy. ¿Nos buscamos a
nosotros mismos? Como Pablo y Bernabé, tendremos que luchar a veces contra la
tentación de «endiosarnos» nosotros, recordando que «somos mortales igual que vosotros»” (J. Aldazábal).
De vuelta a Antioquía de Siria
visitan de nuevo las comunidades de Asia Menor, las consolidan en la fe y
establecen los ancianos o presbíteros. La admisión de los gentiles a la Iglesia
provocó el llamado Concilio de Jerusalén (Hch 15).
3. Cristo ha resucitado y ha
sido glorificado, queremos dar testimonio, y proclamamos: «No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria”.
Se ensalza el único Dios creador, que sacó el pueblo de la esclavitud de
Egipto. Por desgracia los hombres siguen adorando las obras de sus manos (Ap
9,20 da a este salmo una perenne actualidad). ¿Tengo ídolos, a los que adoro? “Dioses en figura de hombres han venido a visitarnos.”
A veces es el orgullo, y Jesús, que “aprendió sufriendo a obedecer”, nos enseña
que la cruz es camino para la gloria.
“No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da la gloria.”
A lo mejor, si eres padre o madre, ves que tus hijos parece que no te agradecen
ninguno de los desvelos que has tenido a lo largo de tu vida y la de cosas a
las que has renunciado para que estén mejor... Ten paz, toda la gloria a Dios, da gracias a
Dios que te conoce y al que tú conoces y sigue trabajando, orando,
entregándote.
1. Esta semana meditaremos el
"discurso después de la Cena ", palabras de Jesús en el
contexto de su entrega y de la salvación, pero también de la traición de Judas
y negación de Pedro. Pero no dominará la tristeza, sino el amor:
-“El que recibe mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama”.
Amar a Jesús. Jesús quiere que se le ame. E indica el signo del verdadero amor:
la sumisión al amado. Es una experiencia que comprenden todos los que aman. Cuando
se ama a alguien, se es capaz de abandonar libremente el punto de vista
personal para adaptarse al máximo a la voluntad y a los deseos de aquel que
ama: se transforma en aquel a quien se ama. Se establece una especie de
simbiosis mutua: tu deseo es también el mío, tu voluntad es la mía, tu
pensamiento ha llegado a ser el mío... nuestras dos vidas forman una sola vida.
-“El que me ama será amado de mi Padre y Yo le amaré”. Una verdadera
cascada de amistad. Es un Dios próximo y amoroso.
-"Señor, ¿por qué te manifiestas a nosotros, y no al mundo?"
Esta es la pregunta de uno de los apóstoles. Llenos del Antiguo Testamento, los
apóstoles piden a Jesús que se manifieste "pública y gloriosamente",
en una especie de teofanía, en medio de relámpagos y truenos, como en el
Sinaí... y como los profetas lo habían anunciado alguna vez (Ez 43). Hoy,
también, algunos cristianos... y quizá, yo... continúan buscando
manifestaciones espectaculares. ¿Cuál será la respuesta de Jesús?
¿Por qué, Jesús, eres
glorificado en la cruz, escondido en tu humillación? ¿Por qué no vienes de una
manera sensacional a todos los hombres para que te vean? Las cosas no ocurren
muchas veces como como me parece que sería lo mejor, pero me fío de ti, Señor,
que sigues presente y actuando en la Iglesia y en el mundo.
-“Si alguno me ama guardará mi palabra; mi Padre le amará y vendremos a
él y haremos en él nuestra "morada"”. Es la manifestación de Dios
en nuestro corazón: su morada en el corazón de los que creen en Él, de los que
le abren su puerta. Jesús, gracias porque respetas la libertad de cada uno: ayúdame
a entender que ¡no hay que forzar el amor!
-“El Espíritu Santo, el defensor que el Padre enviará en mi nombre, Ese
os lo enseñará todo. Y os recordará todo lo que Yo os he dicho”. Jesús,
sabes que te vas. Pero anuncias otra presencia, tu mismo espíritu: el Espíritu Santo
(Noel Quesson). Nos invita a permanecer atentos al Espíritu, nuestro verdadero
Maestro interior, nuestra memoria: el que nos va revelando la profundidad de
Dios, el que nos conecta con Cristo (cf Catecismo
1091-1112). Es el «pedagogo» que «recuerda a la asamblea todo lo que Cristo ha
hecho por nosotros: él despierta la memoria de la
Iglesia ». Un momento privilegiado de esta unión en Jesús y con el Padre es la
eucaristía (J. Aldazábal).
San Gregorio Magno habla de la
necesaria acción del Espíritu Santo en el entendimiento de los cristianos: «El
Espíritu se llama también Paráclito –defensor–, porque a quienes se duelen de
sus pecados cometidos, al tiempo que les dispone para la esperanza del perdón,
libera sus mentes de la aflicción y de la tristeza. Por eso, con razón se hace
esta promesa: “Él os enseñará todas las
cosas” (Jn 14,26). En efecto, si el Espíritu no actúa en el corazón de los
oyentes, resultan inútiles las palabras del que enseña. Que nadie, pues,
atribuya al hombre que instruye a los demás aquello que desde la boca del
maestro llega a la mente del que escucha, pues si el Espíritu no actúa internamente,
en vano trabaja con su lengua aquél que está enseñando. Todos vosotros, en
efecto, oís las palabras del que os habla, pero no todos percibís de igual modo
lo que significan». Y decía también: “Porque si el Espíritu no toca el corazón
de los que escuchan, la palabra de los que enseñan sería vana. Que nadie
atribuya a un maestro humano la inteligencia que proviene de sus enseñanzas. Si
no fuera por el Maestro interior, el maestro exterior se cansaría en vano
hablando.
”Vosotros todos que estáis aquí,
oís mi voz de la misma manera; y no obstante, no todos comprendéis de la misma
manera lo que oís. La palabra del predicador es inútil si no es capaz de
encender el fuego del amor en los corazones. Aquellos que dijeron: ‘¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba
en el camino y nos explicaba las Escrituras?’ (Lc 24,32) habían recibido
este fuego de boca de la misma verdad. Cuando uno escucha una homilía, el
corazón se enardece y el espíritu se enciende en el deseo de los bienes del
reino de Dios. El auténtico amor que le colma, le provoca lágrimas y al mismo
tiempo le llena de gozo. El que escucha así se siente feliz de oír estas
enseñanzas que le vienen de arriba y se convierten dentro de nosotros en una
antorcha luminosa, nos inspiran palabras enardecidas. El Espíritu Santo es el
gran artífice de estas transformaciones en nosotros”.
Pedimos en la Colecta : «¡Oh Dios!, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo;
inspira a tu pueblo el amor a tus preceptos y la esperanza en tus promesas,
para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros corazones estén
firmes en la verdadera alegría». Incorporados al Espíritu, estamos en la
fuente de vida divina que es la Santísima Trinidad. «Dios está contigo. En tu alma en gracia
habita la Trinidad Beatísima. —Por eso, tú, a pesar de tus
miserias, puedes y debes estar en continua conversación con el Señor» (San
Josemaría). La Madre de Dios intercederá —como madre nuestra que es— para que
penetremos en este trato con la Santísima Trinidad.
Llucià Pou Sabaté
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