JUEVES DE LA TERCERA SEMANA DE PASCUA: Jesús, pan de Vida,
nos enseña el sentido del sufrimiento, y nos estimula a preocuparnos de los
demás
“Nadie puede venir a mí si el Padre que me envió no
lo trae, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: Y serán
todos enseñados por Dios. Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha
aprendido viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino aquél que
procede de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo que el que
cree tiene vida eterna.
Yo soy el
pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Este
es el pan que baja del Cielo para que si alguien come de él no muera. Yo soy el
pan vivo que he bajado del Cielo. Si alguno come de este pan vivirá eternamente;
y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
Discutían,
pues, los judíos entre ellos diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su
carne?» (Juan 6,44-52).
3.
Seguimos con la fe, y ya anuncia Jesús la Eucaristía, el pan que nos dará. San
Agustín enseña: «El maná era signo de
este pan, como lo era también el
altar del Señor. Ambas cosas eran signos sacramentales: como signos son
distintos, más en la realidad hay
identidad... Pan vivo, porque desciende del cielo. El maná también descendió
del cielo; pero el maná era sombra, éste la verdad... ¡Oh qué misterio de amor,
y qué símbolo de la unidad y qué vínculo de la caridad! Quien quiere vivir sabe
dónde está su vida y sabe de dónde le viene la vida. Que se acerque y que crea,
y que se incorpore a este cuerpo, para que tenga participación de su vida...».
Así dice el Evangelio (Jn 6,44-51): “nadie
puede venir a mí si el Padre que me envió no lo trae, y yo lo resucitaré en el
último día. Está escrito en los profetas: Todos serán enseñados por Dios. Todo el que escucha al Padre y acepta su
enseñanza viene a mí. Esto no quiere decir que alguien haya visto al Padre.
Sólo ha visto al Padre el que procede de Dios. Os aseguro que el que cree tiene
vida eterna”. No dice “tendrá”, sino “tiene”, pues la fe nos da ya lo que
esperamos… un modo de vivir nuevo. San Ambrosio dirá: «Cosa grande,
ciertamente, y de digna veneración, que lloviera sobre los judíos maná del
cielo. Pero, presta atención. ¿Qué es más: el maná del cielo o el Cuerpo de
Cristo? Ciertamente que el Cuerpo de Cristo, que es el Creador del cielo.
Además, el que comió el maná, murió; pero el que comiere el Cuerpo recibirá el
perdón de sus pecados y no morirá para
siempre. Luego, no en vano dices tú “Amén”, confesando ya en espíritu que recibes
el Cuerpo de Cristo... Lo que confiesa la lengua, sosténgalo el afecto».
Sigue
Jesús: “Yo soy el pan de la vida.
Vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron. Éste es el pan que
baja del cielo; el que come de él no muere. Yo soy el pan vivo bajado del
cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi
carne por la vida del mundo». Queremos ser testimonios de la Verdad , como
pedimos en el Ofertorio: «¡Oh Dios! que
por el admirable trueque de este sacrificio nos haces partícipes de tu
divinidad; concédenos que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta
verdad que conocemos». Dirá San Ignacio de Antioquía: «Partimos un mismo
pan, que es remedio de inmortalidad, antídoto para no morir, para vivir por
siempre en Jesucristo».
2. Los Hechos (8,26-40) nos muestra hoy a Felipe, que un ángel le dice: «Ponte en marcha hacia el sur, por el camino
que va de Jerusalén a Gaza a través del desierto». El evangelio, en los
caminos… Por la calle que va de «mi» casa a la casa de los demás. Y sigue el
texto: “allí ve a un etíope eunuco,
ministro de Candaces, reina de Etiopía, administrador de todos sus bienes, que
había venido a Jerusalén, que regresaba y, sentado en su carro, leía al profeta
Isaías”. (Etiopía es el reino de Nubia, entonces su capital era Meroe, y se
extendía al sur de Egipto más allá de Asuán, actualmente parte del Sudán, y
Candace no era una persona real sino la dinastía de las reinas -entonces el
país era gobernado por mujeres. Eunuco era en general un empleado de la corte,
quizá ministro del tesoro).
“El Espíritu dijo a Felipe: «Avanza y
acércate a ese carro». Felipe corrió, oyó que leía al profeta Isaías y dijo:
«¿Entiendes lo que estás leyendo?». Él respondió: «¿Cómo lo voy a entender si
alguien no me lo explica?». Y rogó a Felipe que subiera y se sentara con él”.
(Felipe iría en mula, la ataría al carruaje del ministro y subiría a leerle el
pasaje que no entiende, el poema del Siervo que hemos meditado durante la semana
santa. Y se sorprende de que el «justo» sea conducido al matadero como un
cordero mudo, de que la vida del "justo" sea humillada y de que se
termine en el fracaso. El sufrimiento... la muerte de los inocentes... ¡Gran
pregunta!).
A
veces la vida nos deja tristes y desconcertados, con una visión pesimista de la
condición humana. Hay presiones, surge un sentimiento de insatisfacción, nos
falta aire... Me acordaba de la historia de una chica joven, que desconsolada
cuenta a su madre lo mal que le va todo: “-los estudios, un desastre; con el
marido, la cosa no va bien, el examen de conducir suspendido”… Su madre, de
pronto, le dice: "-vamos a hacer un pastel". La hija, desconcertada
por esta salida ilógica, le ayuda entre sollozos. La madre le pone delante
harina, y le dice: "-come". Ella contesta asombrada: "-¡si es
incomible!" Luego le pone unos huevos, y vuelve a decirle:
"-come", y la hija: "-¡si ya sabes que los huevos crudos me dan
asco!" Y luego un limón, y otros ingredientes…, y la hija que insiste en
que eran cosas muy malas para comer. La madre lo revuelve todo bien amasado,
luego lo pasa por el horno, y queda un pastel que dice “cómeme” de sabroso que
está. La madre le dice a su hija la moraleja: "-Tantas cosas de la vida
son impotables, no nos gustan, son malas. Decimos: ¡vaya pastel! Y muchas veces
nos preguntamos por qué Dios permite que pasemos por momentos y circunstancias
tan malos, y trabaja estos ingredientes malos, los revuelve bien, de la misma
manera que hemos hecho ahora... dejando que Él amase todo esto, bien cocinado,
saldrá un pastel pero no malo sino delicioso… Solamente hemos de confiar en Él,
y llegará el momento en el que ¡las cosas malas que nos pasan se convertirán en
algo maravilloso! Lo mejor siempre está por llegar.
El
tiempo nos da muchas respuestas, vemos que el dolor ennoblece a las personas y
las sensibiliza, las hace solidarias, al punto de olvidar su propio dolor y
conmoverse por el ajeno... Aprendemos a valorar las cosas importantes que están
cercanas, y no desear lo que está lejano… El silencio de Dios ante tanto mal es
un silencio que habla en todas las páginas de la Escritura Santa , de
la fe de la Iglesia , que
habla en Jesús colgado en la
Cruz , que sufre callando, que sintió “eso” en su vida, y
murió para con su dolor dar sentido al nuestro. Este Dios vivo nos deja rastros
a su paso por la historia, como los montañeros que dejan marcas en el camino
por donde pasan, hay unos mensajes que nos llegan como en una botella a la
playa, en medio del mar de dolor, mensajes que se pueden oír en cierta forma,
cuando tenemos el oído y corazón preparado. Son pistas que nos hablan de
confiar, de amar, de que ante nosotros se abren dos puertas, la del absurdo (el
sin-sentido) y la del misterio (la fe): abandonarnos en las manos de Dios es el
camino que da paz, aunque no está exento de dolor, pero éste adquiere un
sentido.
Y
sobre todo es Jesús en la
Cruz que en tres horas de agonía nos muestra un libro
abierto, hasta exclamar aquel “¡Dios
mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?” Él, sin perder la conciencia
de que aquello acabaría en la muerte, cuando se siente abandonado incluso por
Dios, se abandona totalmente en los brazos de Dios, y se produce el milagro:
pudo proclamar aquel grito desgarrador por el que decretó que “todo está consumado”; así, con la
entrega de su vida la muerte ha sido vencida, ya no es una puerta a la
desesperación sino hacia el amor del cielo, la agonía se convirtió en victoria
y podemos unirnos, por el sufrimiento, al suyo y a su Vida. Es ya un canto a la
esperanza, a la resurrección, pues el dolor no se convierte en el ladrón que
nos roba los placeres que hay en la vida, sino un camino que nos habla de que
la muerte es la puerta abierta para el gozo sin fin que es el cielo. Jesús nos
salva en la Pascua , pero
sobretodo demuestra su amor en el sufrimiento llevado hasta la muerte, que es
lo que tiene mérito: resucitar no tiene tanto mérito como dar la vida, esto sí
cuesta, y es lo que hace Jesús por nosotros, para darnos la Vida.
-“Felipe tomó entonces la palabra, y,
partiendo de ese texto bíblico, le anunció la
Buena Nueva de
Jesús”. Pues «¡Era necesario que
Cristo sufriera para entrar en su gloria!»
“El pasaje de la
Escritura que
leía era éste: “Como cordero llevado al matadero, como ante sus esquiladores
una oveja muda y sin abrir la boca. Por ser pobre, no le hicieron justicia.
Nadie podrá hablar de su descendencia, pues fue arrancado de la tierra de los
vivos”. El eunuco dijo a Felipe: «Por
favor, ¿de quién dice esto el profeta? ¿De él o de otro?». Felipe tomó la
palabra y, comenzando por este pasaje de la
Escritura , le
anunció la buena nueva de Jesús. Continuaron su camino y llegaron a un lugar
donde había agua; el eunuco dijo: «Mira, aquí hay agua; ¿qué impide que me
bautice?».
Y mandó detener el carro. Bajaron los dos al agua,
Felipe y el eunuco, y lo bautizó. Al salir del agua, el Espíritu del Señor
arrebató a Felipe. El eunuco ya no lo vio más, y continuó su camino muy
contento. Felipe se encontró con que estaba en Azoto, y fue evangelizando todas
las ciudades hasta llegar a Cesarea”.
-“Y el Etiope siguió gozoso su camino”.
Jesucristo está presente en todos nuestros caminos, pero está «velado». Está en
todas nuestras casas, en todos nuestros ambientes de trabajo... ¡portador de
alegría! (Noel Quesson).
3. Es
lo que canta el Salmo (66/65,8-9.16-17.20): “Pueblos,
bendecid a nuestro Dios, proclamad a plena voz sus alabanzas; Él nos conserva
la vida y no permite que tropiecen nuestros pies. Fieles del Señor, venid a
escuchar, os contaré lo que Él hizo por mí. Mi boca lo llamó y mi lengua lo
ensalzó. Bendito sea Dios, que no ha rechazado mi plegaria ni me ha retirado su
misericordia”. En la Colecta proclamamos esa gratitud y alabanza: «Dios Todopoderoso y eterno, que en estos
días de Pascua nos has revelado claramente tu amor y nos has permitido
conocerlo con más profundidad; concede a quienes has librado de las tinieblas
del error adherirse con firmeza a las enseñanzas de tu verdad».
Llucià
Pou Sabaté
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