jueves, 14 de noviembre de 2013

Viernes de la 32ª semana (impar). El Hijo del Hombre vendrá en el día final, a poner justicia. Pero ya ahora podemos vivir en el Reino siguiendo a Jesús

“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -«Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre: comían, bebían y se casaban, hasta el día que Noé entró en el arca; entonces llegó el diluvio y acabó con todos. Lo mismo sucedió en tiempos de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, sembraban, construían; pero el día que Lot salió de Sodoma, llovió fuego y azufre del cielo y acabó con todos. Así sucederá el día que se manifieste el Hijo del hombre. Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas; si uno está en el campo, que no vuelva. Acordaos de la mujer de Lot. El que pretenda guardarse su vida la perderá; y el que la pierda la recobrará. Os digo esto: aquella noche estarán dos en una cama: a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán; estarán dos moliendo juntas: a una se la llevarán y a la otra la dejarán.» Ellos le preguntaron: -«¿Dónde, Señor?» Él contestó: -«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo»” (Lucas, 17,26-37).  

1. Si ayer nos anunciaba Jesús que el Reino es imprevisible, hoy refuerza su afirmación comparando su venida a la del diluvio en tiempos de Noé y al castigo de Sodoma en los de Lot.
A medida que el año litúrgico se acerca a su fin, nuestro pensamiento se orienta también hacia una reflexión sobre el «fin» de todas las cosas. «Todo lo que se acaba es corto». A medida que Jesús subía hacia Jerusalén, su pensamiento se orientaba hacia el último fin. En la lectura de hoy, Jesús nos propondrá que descifremos tres hechos históricos que considera símbolos de todo «Fin»: el diluvio... la destrucción de una ciudad entera, Sodoma... la ruina de Jerusalén...
-“En tiempo de Noé...En tiempo de Lot... Lo mismo sucederá el día que el Hijo del hombre se revelará...” En nuestro tiempo... Una salida de fin de semana... o bien en primavera... o durante el trabajo... o en plenas vacaciones...
-“Comían... Bebían... Se casaban... Compraban... Vendían... Sembraban... Construían”... Estamos en una sociedad de «consumo»... de «producción»..., como decimos hoy. De crisis, porque nos preocupa la situación en estos años. El diluvio sorprendió a la mayoría de las personas muy entretenidas en sus comidas y fiestas. El fuego que cayó sobre Sodoma encontró a sus habitantes muy ocupados en sus proyectos. No estaban preparados. Así sucederá al final de los tiempos. ¿Dónde? (otra pregunta de curiosidad): "donde está el cadáver se reunirán los buitres", o sea, en cualquier sitio donde estemos, allí será el encuentro definitivo con el juicio de Dios.
Lo que Jesús dice del final de la historia, con la llegada del Reino universal podemos aplicarlo al final de cada uno de nosotros, al momento de nuestra muerte, y también a esas gracias y momentos de salvación que se suceden en nuestra vida de cada día. Otras veces puso Jesús el ejemplo del ladrón que no avisa cuándo entrará en la casa, y el del dueño, que puede llegar a cualquier hora de la noche, y el del novio que, cuando va a iniciar su boda, llama a las muchachas que tengan preparada su lámpara. Estamos terminando el año litúrgico. Estas lecturas son un aviso para que siempre estemos preparados, vigilantes, mirando con seriedad hacia el futuro, que es cosa de sabios. Porque la vida es precaria y todos nosotros, muy caducos. Vale la pena asegurarnos los bienes definitivos, y no quedarnos encandilados por los que sólo valen aquí abajo. Sería una lástima que, en el examen final, tuviéramos que lamentarnos de que hemos perdido el tiempo, al comprobar que los criterios de Cristo son diferentes de los de este mundo: "el que pretenda guardarse su vida, la perderá, y el que la pierda, la recobrará". La seriedad de la vida va unida a una gozosa confianza, porque ese Jesús al que recibimos con fe en la Eucaristía es el que será nuestro Juez como Hijo del Hombre, y él nos ha asegurado: "el que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día" (J. Aldazábal).
Muchos no se poseen, están “entre-tenidos”, es decir “tenidos-entre muchas cosas”, distraídos… en satisfacer el hambre, la sed, el sexo, la afición por los negocios, trabajo, tareas. Dormir... Muchos afirman «no haber nada después de la muerte».
-“Entonces llegó el diluvio, y perecieron todos... Pero el día que Lot salió de Sodoma llovió fuego y azufre del cielo y perecieron todos...” La vida no es una «diversión» agradable. Es algo más…
-“Aquel día, si uno está en la azotea y tiene sus cosas en casa, que no baje por ellas”. Jesús, eres el mismo que nos hablas de abandono en Dios, pero aquí quieres que hagamos examen, para no perder el tiempo, la vida…
-“Aquella noche estarán dos en una cama, a uno se lo llevarán y al otro lo dejarán”. Nos repites que hay que estar «siempre a punto». «Dios mío, ¿será esta noche?» Cada día es el día del juicio (Noel Quesson).
Demasiado ocupados en sus cosas algunos prefieren no escuchar (como los habitantes de Sodoma); o abandonan la lucha retornando hacia lo antiguo (la mujer de Lot). De forma irresponsable, como con inconsciencia, afrontan muchos la vida. Pero el tiempo presente es ámbito de realización de la salvación para nosotros y para los demás. El tiempo es “kairós”, oportunidad de salvación que nos aleja de la despreocupación y de una vida “light”, en la espera del Señor que vendrá con gran poder y majestad; y quiere que estemos vigilantes, como el siervo bueno y fiel a quien el Amo confió el cuidado de todas sus posesiones y de los habitantes de su casa. El Señor viene en cada hombre y en cada acontecimiento de la vida, y si bien habrá un final, nuestra lucha en el hoy es servicio a Dios, amando, sirviendo, socorriendo, alimentando, visitando, consolando a nuestros prójimos que viven desprotegidos, construyendo un mundo más en paz y más fraternalmente unido por el amor. Entonces estaremos ciertos de que, al final, seremos de Dios y estaremos con Él eternamente (www.homiliacatolica.com).
Jesús, son enigmáticas las palabras que dices cuando te preguntan: -«¿Dónde, Señor?» Él contestó: -«Donde se reúnen los buitres, allí está el cuerpo».” El cuerpo, dicen algunos, sería el anticristo, al que hace referencia la primera lectura que vemos a continuación. Los buitres, son sus seguidores que buscan esa carroña de muerto. Mostraría la caducidad de lo malo, pues al final se queda en nada. Por contraste, las águilas serán los seguidores nobles del Cuerpo (de Cristo, la Eucaristía).

2. La belleza de la creación revela al Creador: -“Fueron insensatos todos los hombres que ignoraron a Dios y que a través de los bienes visibles no fueron capaces de conocer a "Aquel que es", ni reconocieron al Artífice considerando sus obras”. La belleza del mundo tiene un valor religioso. Y no será el descubrimiento más profundo de las ciencias modernas, lo que pueda reducir la belleza del universo. El cual resulta ser mayor y más complejo aún, desde la inmensidad del cosmos a lo infinitamente pequeño del átomo.
-“El fuego, el viento, el aire sutil, la bóveda estrellada, la ola impetuosa...” Hay que saber detenerse ante esas maravillas. Vivimos en medio de fenómenos extraordinarios que no vemos... habitualmente. Danos, Señor, una mirada nueva para contemplar "el fuego", "el viento", "la flor", "el niño", "la estrella", «la ola» del mar.
-“Si quedaron encantados por su belleza, hasta el punto de haberlos tomado como dioses, sepan cuánto les aventaja el Señor de todos ellos pues fue el Autor mismo de la belleza quien los creó”. En todo tiempo los hombres han sido sensibles a la belleza: Esta era una verdadera pasión en los griegos, en la época del autor de la Sabiduría. El mundo moderno siente también inclinación a idolatrar la belleza, de hacerla un fin, de dejarse captar por su "encanto". Ayúdanos, Señor, a contemplarte, a Ti, fuente e inventor de todo lo que es bello. Tú fuiste el primero en tener la pasión de hacer cosas bellas.
-“Y si fue su poder y su eficiencia lo que les sobrecogió, deduzcan de ahí, cuánto más poderoso es «Aquel que los formó», pues de la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analogía, a contemplar a su autor”. “Para los antiguos el estudio de las ciencias naturales coincidía en gran parte con el saber filosófico”, y en este libro “el autor afirma que, precisamente razonando sobre la naturaleza, se puede llegar hasta el Creador: «de la grandeza y hermosura de las criaturas, se llega, por analogía, a contemplar a su Autor». Se reconoce así un primer paso de la Revelación divina, constituido por el maravilloso «libro de la naturaleza», con cuya lectura, mediante los instrumentos propios de la razón humana, se puede llegar al conocimiento del Creador. Si el hombre con su inteligencia no llega a reconocer a Dios como creador de todo, no se debe tanto a la falta de un medio adecuado, cuanto sobre todo al impedimento puesto por su voluntad libre y su pecado” (Juan Pablo II, Fides et ratio 19).
-“Con todo no son éstos demasiado censurables; pues tal vez se desorientan buscando a Dios: viviendo entre sus obras, se esfuerzan por conocerlas y las apariencias los seducen” (Noel Quesson). Busquemos sinceramente a Dios, en este mundo en que todo está en una constante interrelación. Por medio de Cristo, Dios se hizo Dios-con-nosotros para que no sólo llegáramos a la conclusión de que Dios existe, sino para que, poseyendo la misma vida y el Espíritu de Dios en nosotros, podamos entrar en una auténtica relación con Él; más aún: lleguemos a ser sus hijos y, junto con Cristo, seamos herederos de la Gloria del Padre.

3. El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra”.  Todo nos habla de la armonía y de la hermosura de Dios: “Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje”. San Juan Crisóstomo afirma: "El silencio de los cielos es una voz más resonante que la de una trompeta: esta voz pregona a nuestros ojos, y no a nuestros oídos, la grandeza de Aquel que los ha creado". Y san Atanasio: "El firmamento, con su grandeza, su belleza y su orden, es un admirable predicador de su Artífice, cuya elocuencia llena el universo"”. Que María, la que mejor descubre esa huella divina en todo, nos ayude a abrir los ojos para ver a Dios en lo de cada día.

Llucià Pou Sabaté

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