martes, 5 de noviembre de 2013

Miércoles de la 31ª semana de Tiempo Ordinario (impar). El amor a la pobreza y renuncia va unido a la esperanza de la vida plena en Jesús, la vida eterna

“En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: -«Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mi no puede ser discípulo mio. Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar. ¿0 qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío»” (Lucas 14,25-33).  

1. Un gran gentío acompañaba a Jesús por el camino; él se volvió y les dijo: "Si uno quiere ser de los míos y no me prefiere a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y hermanas y hasta a su propia vida, no puede ser discípulo mío". Jesús, no va a ser fácil seguirte. Parece que por eso algunos no aceptan tu invitación al banquete de su Reino, la exigencia no gusta, ya no se trata sólo de sentarse a tu mesa, sino "posponer al padre y a la madre, a la familia, e incluso a sí mismo"… Quiero entenderte, Señor, pues tú quieres que amemos a los nuestros. El amor filial, el amor conyugal, el amor fraterno son "sagrados". Ayúdame a entender que el amor de Dios, que sostiene y anima todos los demás amores, debe ser mayor todavía.
«Si alguno de los que me siguen no aborrece a su padre y madre, y a la mujer y a los hijos, y a los hermanos y hermanas, y aun a su vida misma, no puede ser mi discípulo». Son términos duros. Ciertamente, ni el odiar ni el aborrecer castellanos expresan bien el pensamiento original de Jesús. De todas maneras, fuertes fueron las palabras del Señor, ya que tampoco se reducen al amar menos, como a veces se interpreta templadamente, para suavizar la frase. Es tremenda esa expresión tan tajante no porque implique una actitud negativa o despiadada, ya que el Jesús que habla ahora es el mismo que ordena amar a los demás como a la propia alma, y que entrega su vida por los hombres: esta locución indica, sencillamente, que ante Dios no caben medias tintas. Se podría traducir las palabras de Cristo por amar más, amar mejor; más bien, por no amar con un amor egoísta ni tampoco con un amor a corto alcance: debemos amar con el Amor de Dios» (J. Escrivá, Es Cristo que pasa 97).
Jesús, ¿cómo amaste Tú a tu familia en la tierra: a María y a José? El Evangelio nos lo resume con una breve frase: «Y bajó con ellos, y vino a Nazaret, y les estaba sujeto» (Lucas 13,34). Siendo Dios, obedeciste a tus padres de la tierra, ayudándoles en sus necesidades: a tu Madre en las labores de la casa, y a José en su taller de artesano. Sin embargo, cuando te «pierdes» en el Templo, haciendo sufrir a tus padres, les recuerdas: «¿No sabíais que es necesario que yo esté en las cosas de mi Padre?» (Lucas 2,49). Jesús, el amor grande que tuviste a tus padres nunca supuso un obstáculo para hacer la voluntad de tu Padre. Por eso, en el momento de la cruz, aun sabiendo que rompías el corazón de tu Madre santísima, obedeciste fielmente a la misión que Dios te había confiado. Que aprenda de tu vida a amar a mi familia con hechos, y a amar más aún a Dios, cumpliendo siempre primero su voluntad (Pablo Cardona).
-“Quien no carga con su cruz y se viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío.” Hoy queremos un cristianismo a "a la carta", pero tú, Jesús, renunciaste a tu poder para ser Salvador de todos. Nos dices que también nosotros debemos saber llevar la cruz de cada día, para hacer el bien como tú y contigo (J. Aldazábal). Sufriste el suplicio de los desertores y de los esclavos, Señor… quiero vivir contigo ese camino, de la Pasión y Gloria. Te pido quitar de mi vida apegamientos que me impidan ese camino. Sé que cuando la fe está enraizada en la cruz, el sacrificio en vez de alejarnos de Dios nos une a Ti: nos hace colaboradores de tu Redención: «Inmolemos cada día nuestra persona y toda nuestra actividad, imitemos la pasión de Cristo con nuestros propios padecimientos, honremos su sangre con nuestra propia sangre, subamos con denuedo a la Cruz. Si quieres imitar a Simón de Cirene, toma la cruz y sigue al Señor» (San Gregorio Nacianceno).
-“Quién es el que quiere edificar una torre... construir. Quién es el rey que parte a guerrear... combatir”. Dos empresas que requieren reflexión y perseverancia.
-“Que no empieza por sentarse... Para calcular el gastoPara ver si podrá afrontar al adversario.” Reflexionar es algo importante, analizar las consecuencias de nuestros actos.
-“De igual manera, todo aquel de vosotros que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío”. ¿Qué "he arriesgado" yo por Jesús? En la alegría del don total (Noel Quesson).

2. –“Pues el que «ama" al otro tiene cumplida la Ley”, dirá hoy san Pablo: el resto de la ley está ahí. Todos los demás mandamientos son comentario y acompañamiento. Todos "se resumen en esta frase: amarás a tu prójimo como a ti mismo", como nos dejó dicho el Maestro. Un primer nivel de amar es "amar al prójimo como a nosotros mismos". Pero luego Jesús nos dice algo más alto: "como Él nos ha amado”, como Dios ama a todos. Y es que amar con el amor con que Dios nos ama, es lo más alto. Y esto se refleja… ¿no comunicamos luz y esperanza a los que viven con nosotros cuando les tratamos bien? En el fondo, que ahí está Jesús, Dios está en cada persona cuando la ayudamos: "a mí me lo hicisteis".
-“La Ley dice: «No cometerás adulterio, no matarás, no robarás... no codiciarás..... Estos mandamientos y todos los demás se resumen en esta fórmula: amarás al prójimo como a ti mismo”. Es más que un resumen, es un cambio completo de perspectiva. Se pasa de lo "negativo", de lo "interdicto", de lo «permitido y de lo prohibido"... no... no... A lo "positivo", al "dinamismo interior", a la exigencia infinita... ¡ama! Las reglas de la Ley son una especie de "minimum": Cuando las hemos cumplido, podemos creer que estamos en regla. Pero el amor es distinto: consiste en una "llamada", dirigida a todos. El fariseo de la parábola "estaba en regla". Jesús dice que no quedó justificado. El publicano, en cambio, era un pobre pecador, que no estaba en regla con la Ley, pero que estaba "abierto al amor". Jesús dice que éste quedó justificado.
-“El amor no hace mal al prójimo”.¡Ayúdanos, Señor, a no hacer daño a nadie! Al menos, voluntariamente. Ayúdanos a sanar, en lo posible, las heridas que hemos podido causar (Noel Quesson).

3. La Felicidad del justo es el tema del salmo de hoy: "Dichoso el que teme al Señor". Es el eco de las bienaventuranzas… "ama de corazón sus mandatos" y los cumple, hallando en ellos alegría y paz. “La docilidad a Dios es, por tanto, raíz de esperanza y armonía interior y exterior. El cumplimiento de la ley moral es fuente de profunda paz de la conciencia” (Juan Pablo II): "Su linaje será poderoso en la tierra, la descendencia del justo será bendita. En su casa habrá riquezas y abundancia". Job es el contrapunto, que representa a muchas personas justas, que sufren duras pruebas en el mundo. Así pues, conviene leer este salmo en el contexto global de la sagrada Escritura, hasta la cruz y la resurrección del Señor…
El centro de esta fidelidad a la palabra divina consiste en una opción fundamental, es decir, la caridad con los pobres y necesitados: "Dichoso el que se apiada y presta (...). Reparte limosna a los pobres". Admirable generosidad, completamente desinteresada… Clemente Alejandrino, el Padre de la Iglesia del siglo II, se pregunta: el dinero, la riqueza, ¿son de por sí injustos? Y dice: Jesús "declara injusta por naturaleza cualquier posesión que uno conserva para sí mismo como bien propio y no la pone al servicio de los necesitados; pero declara también que partiendo de esta injusticia se puede realizar una obra justa y saludable, ayudando a alguno de los pequeños que tienen una morada eterna junto al Padre (…) ‘Dios ama a quien da con alegría’ (2 Co 9,7), a quien goza dando y no siembra con mezquindad, para no recoger del mismo modo, sino que comparte sin tristeza, sin hacer distinciones y sin dolor; esto es auténticamente hacer el bien"… Eso le pedimos al Señor por intercesión de la Santísima Virgen, que podamos contarnos entre los que oímos esta bienaventuranza: dichoso el hombre que da; dichoso el hombre que no utiliza la vida para sí mismo, sino que da; dichoso el hombre que es "justo, clemente y compasivo"; dichoso el hombre que vive amando a Dios y al prójimo.
Santa Teresa comenta que “a los que por la misericordia de Dios han vencido estos combates, y con la perseverancia entrado a las terceras moradas ¿qué les diremos, sino bienaventurado el varón que teme al Señor?” Y añade que “si no torna atrás, a lo que podemos entender lleva camino seguro de su salvación”. Importa vencer las “porque tengo por cierto que nunca deja el Señor de ponerle en seguridad de conciencia”, aunque no se trata de una seguridad nuestra, que “no la hay en esta vida”, sino confianza en la misericordia divina. Y aunque estemos en vela, “¿qué contento puede tener quien todo su contento es contentar a Dios?” Y esto nos da alegría pues aunque haya tropiezos sabemos “que nos dará Dios la mano para salir de ellos y hacer la penitencia que ellos”.  “Mas bien sabe Su Majestad que sólo puedo presumir de su misericordia, y ya que no puedo dejar de ser la que he sido, no tengo otro remedio, sino llegarme a ella y confiar en los méritos de su Hijo y de la Virgen”. Quien tiene buen corazón recibe el premio del amor de Dios, que ‘repartió con largueza, dio a los pobres; su justicia permanece para siempre’ (2 Co 9,8-9).


Llucià Pou Sabaté

No hay comentarios: