Viernes 26º (impar). La penitencia transforma nuestro corazón, como el dolor, y nos hace
agradables a Dios y dignos del perdón y de su amor, corredentores con Jesús
“En aquel
tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro
y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo
ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el
Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm,
¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a
vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me
rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado» (Lucas 10,13-16).
1. Ayer, al
final del "envío en misión", Jesús daba una última consigna: "Cuando no seáis recibidos, salid a las
plazas y decid: -"Hasta el polvo de este pueblo que se nos ha pegado a los
pies nos lo limpiamos, ¡para vosotros! De todos modos sabed: que ya llega el
reino de Dios". En Galilea ha habido contrariedades, quedan recuerdos
amargos. De paso por Samaria no les han querido hospedar. En Jerusalén habrá
cosas aún peores. Hoy día también vemos dificultades. Tantas veces oímos:
"yo creo en Cristo, pero en la Iglesia, no". Sería bueno que la
Iglesia fuera siempre santa, perfecta, y no débil y pecadora como es (como
somos). Pero ha sido así como Jesús ha querido ser ayudado, no por ángeles,
sino por hombres imperfectos. Jesús, nos hablas de que en el mundo hay trigo y
cizaña hasta el final, pero también nos aseguras que el juicio, a su tiempo,
dará la razón y la quitará (J. Aldazábal).
-“"Yo os digo: El día del Juicio le será
más llevadero a Sodoma que a ese pueblo"”. Y estallan las maldiciones
de los labios de Jesús: -“"¡Ay de
ti Corazoín, ay de ti Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho
los milagros que en vosotras, hace tiempo que habrían hecho penitencia
cubiertas de sayal y sentadas en ceniza”. Las ciudades de Corazoín,
Betsaida y Cafarnaun, al nordeste del Lago de Tiberíades, delimitan el
triángulo, el "sector" en el que más trabajó Jesús. Esas ciudades
recibieron mucho... Serían ricas de grandes riquezas espirituales si hubiesen
querido escuchar. Si se las compara a las ciudades paganas de Sodoma, Tiro y
Sidón, éstas son unas "pobres" ciudades que no han tenido la suerte
de oír el evangelio: pues bien, una vez más, Jesús se queda con éstas, prefiere
las pobres. Esas amenazas hay que escucharlas en nuestros días. Las
"riquezas espirituales", de ningún modo constituyen una seguridad: cuanto
más abundantes son las gracias recibidas, tanto más hay que hacerlas
fructificar.
-“Por eso, en el Juicio, habrá menos rigor para
Tiro y Sidón que para vosotras.” Es difícil ver el juicio de Dios, y muchas
veces lo suplantamos con falsas seguridades…
-“Y tú Cafarnaún, ¿piensas encumbrarte hasta
el cielo? No, te hundirás en el abismo”. Cafarnaún es donde Simón Pedro
tenía su casa y su oficio. Es la ciudad más nombrada en el evangelio -dieciséis
veces-. Jesús hizo en ella numerosos milagros… pero no aceptaron la Palabra…
-“Quien os escucha a vosotros, me escucha a
mí; quien os rechaza a vosotros, me rechaza a mí”. Esas palabras nos hacen
ver que la tarea apostólica o misionera es una participación a la misión misma
de Jesús. Dios necesita de los hombres. Hay hombres por los cuales habla
Dios... ¿Con qué amor, con qué atención estoy delante de los
"enviados" de Dios? Y en principio, acepto yo que Dios me envíe otros
hombres, hermanos débiles como yo, pero con el peso de esta responsabilidad? (Noel
Quesson).
Hay un
sentimiento de tristeza en el corazón del Señor, al ver que esos sitios
queridos piensan que se encumbran, cuando en realidad se hunden. Pienso que nos
puede pasar en el “Estado de bienestar” que provoca crisis económicas, por
culpa de una suma de egoísmos de las personas que llevan los centros
neurálgicos de la banca, bolsa, comercio… parece que prosperan esas culturas,
cuando en realidad se están hundiendo.
«Quien a vosotros os escucha, a mí me
escucha» (Lc 10,16). Estas palabras con la que concluye el Evangelio son
una llamada a la conversión y traen esperanza. Si escuchamos la voz de Jesús
aún estamos a tiempo. La conversión consiste en que el amor supere
progresivamente al egoísmo en nuestra vida, lo cual es un trabajo siempre
inacabado (Jordi Sotorra i Garriga). San
Máximo nos dirá: «No hay nada más agradable y amado por Dios como el hecho de
que los hombres se conviertan a Él con sincero arrepentimiento».
El Catecismo
nos explica esta penitencia que reclama el Señor: “La penitencia interior es
una reorientación radical de toda la vida, un retorno, una conversión a Dios
con todo nuestro corazón, una ruptura con el pecado, una aversión del mal, con
repugnancia hacia las malas acciones que hemos cometido. Al mismo tiempo,
comprende el deseo y la resolución de cambiar de vida con la esperanza de la
misericordia divina y la confianza en la ayuda de su gracia. Esta conversión
del corazón va acompañada de dolor y tristeza saludables que los Padres
llamaron "animi cruciatus" (aflicción del espíritu), "compunctio
cordis" (arrepentimiento del corazón) (1431)”.
Pidamos a la
Virgen por este mundo nuestro que continúa dominado por tantos egoísmos y
tantos males provocados, incluso, por personas que se confiesan cristianas. Que
no nos quedemos con la profesión de fe hecha con los labios, por mera costumbre
o tradición familiar, mientras nuestro corazón está lejos del Señor. Que
sepamos sustentar en la oración y la caridad nuestra vida de seguidores de
Jesús, y la alegría desbordante se comunicará en esa misión apostólica a
nuestro alrededor.
2. Hoy y
mañana leemos una selección del libro de Baruc (es probablemente el secretario
y hombre de confianza del profeta Jeremías), también de la época del destierro
de Babilonia y la vuelta a Sión.
-“Al Señor, nuestro Dios, pertenece la
justicia, a nosotros, en cambio, la confusión del rostro, como es patente en el
día de hoy”. La humildad no tiene HOY buena prensa. El mundo se burla de
los humildes. Esta postura o estado se considera una dimisión. Y sin embargo,
más allá de posibles desviaciones contra las que tenemos que luchar para no
contribuir a que esta virtud resulte odiosa a nuestros contemporáneos, la
humildad es un valor esencial, de verdad, algo atractivo asociado a la
sencillez, lo contrario de la ampulosidad y la suficiencia. Desde el punto de
vista religioso, la humildad es el reconocimiento de nuestra verdadera
situación delante de Dios.
-“Sí, hemos pecado contra el Señor, le hemos
desobedecido”. En efecto, nuestra "condición humana" no es
solamente frágil, limitada, efímera... es pecadora. Es preciso, es verdad,
cerrar los ojos para no verlo. Basta mirar lúcidamente el fondo de nuestro
interior para descubrir allí tendencias malas. El solo hecho de «reconocer»
este pecado en nosotros es ya liberador: afirmamos por ende cuál es la
dirección esencial de nuestra vida. Cuando reconozco que te he desobedecido,
Señor, afirmo al mismo tiempo que eres Tú el verdadero sentido de mi vida.
La oración de
Baruc sigue siendo actual. Solemos excusarnos echando las culpas a los demás o
a las instituciones o al mundo que nos rodea. Pero entonar el "mea
culpa" de cuando en cuando, con golpes en el pecho bien dados -en el
nuestro, no en el de los demás-, nos ayuda a progresar en nuestra vida de fe.
Lo hacemos normalmente al empezar la Eucaristía, con el acto penitencial. Lo
hacemos, sobre todo, cuando celebramos el sacramento de la Reconciliación. Eso
nos ayuda a reflexionar sobre si estamos "siguiendo nuestros malos deseos
sirviendo a dioses ajenos". Y nos invita a corregir la dirección de
nuestra vida para no llegar hasta la ruina total.
-“En nuestra ligereza, no hemos escuchado la
voz del Señor. Cada uno de nosotros, según el capricho de su perverso corazón,
hemos ido a servir a dioses extraños, a hacer lo malo a los ojos del Señor,
nuestro Dios”. Nuestra libertad profunda no se ejerce de veras más que en
los límites de nuestra conciencia real. Nuestra responsabilidad recae en lo que
«sabemos». Y Jesús pudo decir de sus verdugos: «perdónalos, Padre, que no saben
lo que hacen». Efectivamente, nuestra ligereza y nuestra inconsciencia nos
inducen a satisfacer «nuestros propios caprichos» en lugar de cumplir «la
Voluntad de Dios» porque Dios sólo quiere nuestro bien más profundo.
-“Por esto, como sucede en este día, se nos
han pegado los males”. El pensamiento judío, como también el pensamiento
popular de muchos pueblos, piensa que hay una relación entre el pecado y la
desgracia. Es la tesis de la «retribución»: ¡cosecha lo que ha sembrado! Cristo
ha superado netamente ese punto de vista demasiado estrecho, -defendiendo de
toda acusación al ciego de nacimiento- (Juan 9,3).
Sigue siendo
verdad que la felicidad consiste en seguir a Dios. Y todo aquello que nos
desvía de su voluntad, nos aleja también de nuestro bien más profundo (Noel Quesson).
3. El salmista
comienza con un lamento por las desgracias (pérdida del Templo, deportación)
que causaron los gentiles, y pide la liberación… Hagamos nuestro el salmo y sus
sentimientos: "¿hasta cuándo,
Señor?, ¿vas a estar siempre enojado? Que tu compasión nos alcance pronto.
Socórrenos, Dios, Salvador nuestro, líbranos y perdona nuestros pecados".
Es una buena manera de afirmar que no estamos conformes ni con nuestra vida ni
con la situación de la sociedad, si la vemos decadente, y que estamos dispuestos
a luchar por su mejora.
Dios, por
medio de Jesús, su Hijo, ha descubierto su brazo a la vista de nuestros
enemigos y nos ha liberado de ellos. Dios escucha el clamor de sus pobres y
está pronto a sus plegarias para librarlos de la muerte. Aún en medio de
nuestras más grandes miserias, aún cuando hayamos vivido demasiado lejos del
Señor, volvamos a Él nuestra mirada y nuestro corazón, pues el Señor es rico en
misericordia y su bondad nunca se acaba. Retornemos a Él dispuestos a dejar que
nos purifique de nuestras maldades y nos revista de su propio Hijo, de tal
forma que no sólo participemos de sus bienes, sino que, bien calzados nuestros
pies, vayamos a anunciar el Evangelio de la paz y de la misericordia que el
Señor nos ha manifestado, y del cual quiere que participen los hombres de todos
los lugares y tiempos.
Llucià Pou
Sabaté
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