Miércoles
de la 26ª semana de Tiempo Ordinario (impar). La vocación se
descubre en el tiempo, es un encuentro con el Señor que implica un compromiso…
una misión divina en la que hay también cruz, que tiene un sentido salvador
“En aquel tiempo, mientras iban
de camino Jesús y sus discípulos e dijo uno: -«Te seguiré adonde vayas.» Jesús
le respondió: -«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo
del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.» A otro le dijo: -«Sígueme.» Él
respondió: -«Déjame primero ir a enterrar a mi padre.» Le contestó: -«Deja que
los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.» Otro
le dijo: -«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.»
Jesús le contestó: -«El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale
para el reino de Dios»” (Lucas 9,57-62).
1.
En el camino de Jesús vemos como en un espejo nuestro camino. Vemos hoy tres
personas que quieren seguir a Jesús, y su respuesta lacónica, que nos gustaría
oír con su tono de voz…
-“Jesús
subía hacia Jerusalén. Por el camino uno le dijo: "Te seguiré por doquiera
que vayas". Se presenta esa persona, toma la iniciativa. Quizá está
muy seguro de sí mismo. Se cree fuerte, sólido, generoso.
-“Jesús
le respondió: "Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el
Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza"”. No basta el
entusiasmo, la "dificultad" aparece al seguirlo: la falta de confort,
la pobreza de su situación. También sufrir ser rechazado como él lo estuvo, es
no tener seguridad... Señor, yo también quisiera siempre seguirte a donde Tú
vayas... Pero ahora ya sé y la historia nos ha enseñado "dónde" ibas.
Y el Gólgota me espanta, te lo confieso. Ciertamente que no podré seguirte si
no me das la fuerza; pero tampoco me atrevo demasiado a pedírtela.
-“A
otro le dijo: "Sígueme"”. Es Jesús que llama. El hombre
respondió: "Permíteme que vaya
primero a enterrar a mi padre". Jesús le replicó: "Deja que los muertos entierren a sus muertos". En
Israel, dar sepultura era una obligación sagrada... pienso que hay un sentido
misterioso en esas palabras. Jesús le viene a decir que no tiene necesidad su
padre de que él lo acompañe, al menos de momento: puede ir con Jesús con
tranquilidad. También la palabra “muertos” puede referirse a los que todavía no
han encontrado a Jesús, y que la fe es haber pasado de la muerte a la vida, es
haber entrado en otro mundo.
-“Tú
ve a anunciar el reino de Dios”. El discípulo sólo tiene una cosa a hacer,
ante la cual desaparece todo lo restante: "anunciar el reino de
Dios". Es radical, absoluto. Esto no admite retraso alguno. “A veces la
voluntad parece resuelta a servir a Cristo, pero buscando al mismo tiempo el
aplauso y el favor de los hombres (…). Se empeña en ganar los bienes futuros,
pero sin dejar escapar los presentes. Una voluntad así no nos permitirá llegar
nunca a la verdadera santidad” (Juan Casiano).
-“Otro
le dijo: "Te seguiré, Señor; pero déjame primero despedirme de mi
familia". Jesús le contestó: "EI que echa mano al arado y sigue
mirando atrás, no vale para el Reino de Dios"”. Mal entendido, parece
que Jesús separa de las familias. Pero hay que leer esto en el conjunto del
Evangelio, donde Jesús nos ha pedido que amemos a nuestros padres, y ha dado
testimonio de un afecto delicado a su madre al confiarla a san Juan en el
momento de su muerte. Pero también Dios puede pedirnos que renunciemos por él a
las dulzuras familiares. Esto lo había ya exigido Elías a su discípulo (1 Reyes
19,19-21). Temple que hay que adecuar a las necesidades familiares, para no ser
fanáticos sino generosos, y la regla será como siempre el amor (Noel Quesson).
Aquí no habla Jesús de no atender a la
familia, sino de la radicalidad de la llamada divina. Nos dice «sígueme» y esa
llamada puede cambiar nuestra vida, podemos sentir que no admite excusas,
retrasos, condiciones, ni traiciones... La vida cristiana es este seguimiento
radical de Jesús. Con el Bautismo, la nuestra ya no es la vida de una persona
cualquiera: ¡llevamos la vida de Cristo inserta en nosotros! Por el Espíritu
Santo derramado en nuestros corazones, ya no somos nosotros quienes vivimos,
sino que es Cristo quien vive en nosotros. Así es la vida cristiana, porque es
vida llena de Cristo, porque rezuma Cristo desde sus más profundas raíces: es ésta
la vida que estamos llamados a vivir.
El Señor, cuando vino al mundo, aunque «todo
el género humano tenía su lugar, Él no lo tuvo: no encontró lugar entre los
hombres (...), sino en un pesebre, entre el ganado y los animales, y entre las
personas más simples e inocentes. Por esto dice: ‘Las zorras tienen guaridas, y
las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la
cabeza’» (San Jerónimo). El Señor encontrará lugar entre nosotros si, como Juan
el Bautista, dejamos que Él crezca y nosotros menguamos, es decir, si dejamos
crecer a Aquel que ya vive en nosotros siendo dúctiles y dóciles a su Espíritu,
la fuente de toda humildad e inocencia (Lluc Torcal).
Desde Abrahán que salió de su tierra de Ur y
peregrinó por tierras extrañas cumpliendo los planes de Dios, muchas personas
han seguido este “sígueme” divino. La expresión “que los muertos entierren a
los muertos” no significa dejar de atender la familia, sino que Jesús nos pide
que no usemos excusas, no dar largas a nuestro seguimiento. Los primeros
apóstoles fueron modelos, pues "dejándolo todo, le siguieron". Lo
mismo nos enseña con lo de "no despedirse de la familia", es un modo
de hablar, de prioridades (J. Aldazábal).
2. -“Yo,
Nehemías, era entonces encargado real del vino. El año veinte del reinado de
Artajerjes, en el mes de Nisán, tomé vino y se lo ofrecí al rey”. Lo que
nos recuerda la historia de José en Egipto, y también la de Ester en la corte
de Asuero.
-“Anteriormente
nunca había mostrado tristeza ante él, pero aquel día el rey me dijo: «¿Por qué
ese semblante tan triste? ¡Tú, no estás enfermo! ¿Acaso tienes alguna
preocupación?»” Se ve que llegan noticias tristes de Jerusalén, por la
desgana de algunos en la reconstrucción y por las dificultades que los pueblos
vecinos -sobre todo los samaritanos- les ponen en el camino. Nehemías es
emprendedor y pide al rey que le permita volver a ayudar a su pueblo en la
difícil tarea. Con Esdras, sacerdote, trabajarán juntos.
-“Muy
turbado dije: «¡Viva por siempre el rey! ¿Cómo no ha de estar triste mi
semblante cuando la ciudad donde están las tumbas de mis padre está en ruinas y
sus puertas devoradas por el fuego?"” Ayúdanos, Señor, a servir a
nuestros hermanos –ayudar, vocación que siente ese judío- con lo mejor de
nosotros. Apártanos de nuestras situaciones confortables para saber mirar y
adoptar las preocupaciones de nuestros hermanos.
-“Invoqué
al Dios del cielo y respondí al rey: «Si le place al rey, y si estás satisfecho
de tu servidor, envíame a Judá, a la ciudad de las tumbas de mis padres... Y yo
la reconstruiré.»” Con frecuencia, ante los sufrimientos del mundo, nos
quedamos a nivel de la emoción. Nehemías va hasta la decisión. Es un inmenso
viaje el suyo. Y el compromiso supondrá un grande y largo esfuerzo: no se
reconstruye una ciudad con un golpe de varita mágica.
-“Añadí
aún: «Si le place al rey que se me den cartas para los gobernadores de la
provincia que está al oeste del Eufrates... Asimismo una carta para el
inspector de los parques reales para que me proporcione madera de construcción
para las puertas de la ciudadela del Templo, las puertas de la ciudad y la casa
en que yo me instalaré.»” La caridad se inscribe en un programa concreto a
largo término.
-“El
rey me lo otorgó porque la protección de mi Dios estaba conmigo”. En los
proyectos, aun los aparentemente más temporales, nunca falta, en la Biblia,
esta referencia explícita a Dios, en la oración (Noel Quesson).
3. Ya no sonaban los cantos en honor de
Yahvé: "¿cómo cantar un cántico del
Señor en tierra extranjera?" E incluso los ancianos se quejaban, poéticamente,
de que se les podía "pegar la
lengua al paladar", porque ya no iban a cantar más salmos, y que no
les importaba que se les "paralice
la mano derecha", porque ya no necesitarán tocar las citaras en el culto
de Dios. Se estaba perdiendo, no sólo la identidad política, sino también la
fe.
Como dice San Agustín: “Nosotros, los
cristianos, en comparación con los infieles, somos ya luz, como dice el
Apóstol: En otro tiempo erais tinieblas,
ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz. Y en otro lugar
dice: La noche está avanzando, el día se
echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las
armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad.
(…) Por lo tanto, cuando vendrá nuestro Señor
Jesucristo y –como dice también el apóstol Pablo– iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los
designios del corazón, y cada uno recibirá la alabanza de Dios, entonces,
con la presencia de este día, ya no tendremos necesidad de lámparas: no será
necesario que se nos lean los libros (…) ¿qué es lo que veremos? ¿Con qué se
alimentará nuestro espíritu? (…) Que nos lo diga ahora el Evangelio: En el principio ya existía la Palabra, y la
Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Entonces llegarás a la
fuente con cuya agua has sido rociado; entonces verás al descubierto la luz
cuyos rayos, por caminos oblicuos y sinuosos, fueron enviados a las tinieblas
de tu corazón, y para ver y soportar la cual eres entretanto purificado. Queridos –dice el mismo Juan–, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha
manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos
semejantes a él, porque lo veremos tal cual es”.
Llucià Pou Sabaté
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