Jueves
la 27ª semana de Tiempo Ordinario (impar). El camino de los malvados parece que
lleva a la felicidad, pero es efímera, y el de los que perseveran en la oración
parece que sea cuesta arriba, pero es la bienaventuranza…
“En aquel tiempo, dijo Jesús a los
discípulos: -«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la
medianoche para decirle: "Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis
amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle." Y, desde dentro,
el otro le responde: "No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y
yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos." Si el otro
insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo
suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite. Pues
así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os
abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿0
si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿0 si le pide un huevo, le dará un
escorpión? Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a
los que se lo piden?»” (Lucas
11,5-13).
1. Jesús, sigues hoy con tu enseñanza sobre la
oración: anteayer la escucha de la palabra, ayer el Padrenuestro, y hoy nos
propones Jesús dos detalles de la vida familiar: el del amigo impertinente y el
del padre que escucha las peticiones de su hijo.
-“Si
uno de vosotros tiene un amigo”... es bonito ver como aprecia Jesús la
amistad, los valores humanos…
-...“que
llega a mitad de la noche para pedirle: "Préstame tres panes"”. La
inoportunidad del amigo que llega a casa cuando no se espera… y le dice:
-...“un
amigo mío ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle", y si, desde
dentro, el otro le responde: "¡Déjame en paz! la puerta está cerrada; los
niños y yo estamos acostados: no puedo levantarme a darte el pan"”. Escena
viva. Imagino la casa de una sola pieza, todos duermen ahí. Levantarse supone
molestias para todos ¡y es complicado!
-“Yo
os digo: que acabará por levantarse y darle lo que necesita, si no por ser
amigos, al menos para librarse de su importunidad”. Jesús, otro día nos
dirás de un juez al que hacen lo mismo (Lc 18,4-5). Del ejemplo no tomamos que
Dios se canse de nosotros, más bien Jesús nos invita a perseverar en nuestra
oración, a dirigir confiadamente nuestras súplicas al Padre. Y nos asegura que
nuestra oración será siempre eficaz, será siempre escuchada: "si vosotros sabéis dar cosas buenas a
vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial...?" La eficacia
consiste en que Dios siempre escucha. Que no se hace el sordo ante nuestra
oración. Porque todo lo bueno que podamos pedir ya lo está pensando antes él,
que quiere nuestro bien más que nosotros mismos.
¿Y qué pasa cuando parece que Dios no nos
escucha, en el silencio de Dios? como cuando Jesús pidió que "pasara de él
este cáliz", o sea, ser liberado de la muerte. Dice la Carta a los Hebreos
(Hb 5,7) que "fue escuchado", pero fue liberado de la muerte a través
de ella, después de experimentarla, no antes. Y así se convirtió en causa de
salvación para toda la humanidad. No sabemos cómo cumplirá Dios nuestras
peticiones. Lo que sí sabemos -nos lo asegura Jesús- es que nos escucha como un
Padre a sus hijos.
Podríamos leer hoy unas páginas del Catecismo
que nos pueden ayudar a entender en qué consiste la eficacia de nuestra
oración. Son las que dedica al "combate de la oración", describiendo
las objeciones a la oración en el mundo de hoy, por ejemplo las "quejas
por la oración no.escuchada", a la vez que invita a orar con confianza y
perseverancia (números 2725-2745; J. Aldazábal).
"Si
pues vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas... ¡cuanto más vuestro
Padre del cielo dará Espíritu Santo a los que se lo piden!” ¡El Espíritu
Santo! “Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar
fruto: “Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos
restablece en el Paraíso, nos lleva al Reino de los cielos y a la adopción
filial, nos da la confianza de llamar a Dios Padre y de participar en la gracia
de Cristo, de ser llamado hijo de la luz y de tener parte en la gloria eterna”
(San Basilio).
En los dos, nos asegura que Dios atenderá
nuestra oración. Si lo hace el amigo, al menos por la insistencia del que le
pide ayuda, y si lo hace el padre con su hijo, ¡cuánto más no hará Dios con los
que le piden algo! En otro sitio nos dices que nos darás cosas buenas, aquí nos
aseguras tu Espíritu, nada más y nada menos.
-“Pedid
y se os dará. Buscad y encontraréis. Llamad y se os abrirá”. Jesús afirma
solemnemente que ¡Dios atiende la oración! Lo repite incansablemente y de
diferentes modos.
-“El
que pide recibe. El que busca encuentra. Al que llama le abren”. Hay que ir
a Dios como pobre en la necesidad. La plegaria es ante todo una confesión de la
propia indigencia: Señor, yo a eso no alcanzo... Señor, ando buscando... Señor,
no comprendo... Señor, te necesito...
-“¿Qué
padre, si su hijo le pide pescado, le ofrecerá una culebra? y si le pide un
huevo ¿le dará un alacrán? Pues si vosotros, malos como sois, sabéis dar cosas
buenas a vuestros hijos”... Sería impensable que una madre no reaccionara
así. Siguiendo la invitación de Jesús, voy a contemplar detenidamente el amor
del corazón de las madres y de los padres de la tierra: tantas "cosas
buenas" son "dadas" cada día, por millones de padres y madres,
bajo el cielo de todo el orbe de la tierra. ¡Nos da, nada menos que su propio
Espíritu! El que pide, recibe. Pedid y recibiréis (Noel Quesson).
«Cuando nuestra oración no es escuchada es
porque pedimos aut mali, aut male, aut mala. «Mali», porque somos malos y no
estamos bien dispuestos para la petición. «Male», porque pedimos mal, con poca
fe o sin perseverancia, o con poca humildad. «Mala», porque pedimos cosas
malas, o van a resulta, por alguna razón, no convenientes para nosotros» (San
Agustín).
«Dios no nos abandona nunca. No es cristiano
pensar en la amistad divina exclusivamente como un recurso extremo. ¿Nos puede
parecer normal ignorar o despreciar a las personas que amamos? Evidentemente,
no. A los que amamos van constantemente las palabras, los deseos, los
pensamientos: hay como una continua presencia. Pues así con Dios.
”Con esa búsqueda del Señor, toda nuestra
jornada se convierte en una sola íntima y confiada conversación (…) oración
constante, de la mañana a la noche y de la noche a la mañana. Cuando todo sale
con facilidad: ¡gracias, Dios mío! Cuando llega un momento difícil: ¡Señor, no
me abandones! Y ese Dios, manso y humilde de corazón, no olvidará nuestros
ruegos, ni permanecerá indiferente porque El ha afirmado: Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá.
”Procuremos, por tanto, no perder jamás el
punto de mira sobrenatural, viendo detrás de cada acontecimiento a Dios: ante
lo agradable y lo desagradable, ante el consuelo... y ante el desconsuelo por
la muerte de un ser querido. Primero de todo la charla con tu Padre Dios, buscando
al Señor en el centro de nuestra alma. No es cosa que pueda considerarse como
pequeñez, de poca monta: es manifestación clara de vida interior constante, de
auténtico diálogo de amor» (J. Escrivá, Amigos
de Dios 247).
2. Malaquías se hace la gran pregunta del
bien y del mal, cuando dicen algunos: "no vale la pena servir al Señor, ¿qué sacamos con guardar sus
mandamientos?". Los justos no parecen recibir ningún premio, mientras
que los malos prosperan. ¿Vale la pena ser buenos? No podemos juzgar las personas,
pero dentro notamos lo bueno y lo malo, y “la bienaventuranza prometida nos
coloca ante elecciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro
corazón de sus instintos malvados y a buscar el amor de Dios por encima de
todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el
bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por
útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna
criatura, sino en Dios solo, fuente de todo bien y de todo amor: ‘El dinero es
el ídolo de nuestro tiempo. A él rinde homenaje "instintivo" la
multitud, la masa de los hombres. Estos miden la dicha según la fortuna, y,
según la fortuna también, miden la honorabilidad...Todo esto se debe a la
convicción de que con la riqueza se puede todo. La riqueza por tanto es uno de
los ídolos de nuestros días, y la notoriedad es otro...La notoriedad, el hecho
de ser reconocido y de hacer ruido en el mundo (lo que podría llamarse una fama
de prensa) ha llegado a ser considerada como un bien en sí misma, un bien
soberano, un objeto de verdadera veneración’ (Newman)” (Catecismo, 1723).
“Entonces
los hombres religiosos hablaron entre sí: "El Señor atendió y los
escuchó."” Dios es padre: “Me
compadeceré de ellos, como un padre se compadece del hijo que lo sirve.
Entonces veréis la diferencia entre justos e impíos, entre los que sirven a
Dios y los que no lo sirven. Porque mirad que llega el día, ardiente como un
horno: malvados y perversos serán la paja, y los quemaré el día que ha de venir
-dice el Señor de los ejércitos-, y no quedará de ellos ni rama ni raíz. Pero a
los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia que lleva la salud en
las alas”.» Surge la esperanza.
Señor, haz que crezca en nosotros esta esperanza. La expresión “sol de
justicia” del final de la lectura de hoy aplicada a la venida del Señor
encuentra su eco en el canto de Zacarías (Lc 1,78): “el Señor ha venido
ciertamente en la tarde de un mundo en declive y casi cercano al fin de su
curso, pero con su venida, puesto que Él es el Sol de justicia, ha
regenerado un día nuevo para aquellos que creen” (Orígenes).
3. "Dichoso
el que ha puesto su confianza en el Señor, que no sigue el consejo de los
impíos ni entra por la senda de los pecadores, sino que su gozo es la ley del
Señor. No así los impíos, no así, serán paja que arrebata el viento".
Con el árbol firme contrasta la paja o polvo de la era dispersados por el
viento…
Llucià Pou Sabaté
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