Nota introductoria: La Cuaresma es como una
novela, una historia que escribe Dios con nosotros, aquí tienes las pistas para
escribirlas, las tienes en las lecturas de la Misa de estos días, en las
oraciones de la Iglesia de este tiempo. ¿Cómo escribir esta historia que es la
de mi vida? Al meditar estas cosas, piensa en Jesús y en tu vida, en la de los
demás encontraré a Dios y en la de Dios la mía…
“Cuaresma” quiere decir 40 días de Jesús en el
desierto, antes de la vida pública; 40 años del pueblo de Israel caminando por
el desierto, antes de poder entrar en la Tierra prometida; para nosotros, 40 días
de preparación, que culminan en la Pascua, que quiere decir el paso de la
muerte a la Vida, de las cosas viejas a las nuevas: la entrada a la
Resurrección, simbolizada por la luz de la Vigilia pascual. Así como las ramas
del almendro no puede contener la fuerza de la primavera, y brotan en un
estallido de flores, también la fuerza contenida de la Cuaresma estalla en un
vibrante Aleluya.
¿Qué es más importante, Navidad o Pascua? La
tradición popular dice Navidad, con sus tradiciones; los teólogos que la Pascua:
en el Libro del Amigo y del Amado, el Amor exploró la Sabiduría del Amigo y le
preguntó: “-¿Es por la Encarnación o por la Redención como el Amado ha mostrado
su amor?” Y el Amigo, perplejo, respondió: “-La Redención suprime la
condenación y la Encarnación abre las puertas de la felicidad”. Pero esta
respuesta lleva a una nueva pregunta: “-De estas pruebas de amor, cuál es la
más grande?” En realidad, todo es el mismo amor divino. La Encarnación nos trae
Dios, nos abre las puertas de la felicidad. La Pascua, con la Resurrección, nos
lleva a Dios, es un amor que perdona y que olvida el pecado. Y por eso nos
preparamos bien. Cuentan de una mujer que hablaba con Dios, y Dios hablaba con
la mujer. Cada día la mujer hablaba con Dios, y Dios cada día hablaba con la
mujer. Lo supo el obispo, y la mandó llamar: “-¿es verdad que hablas cada día
con Dios?” –“Si, hablo con Dios”. Entonces el obispo le dijo: “-muy bien. Pues
esta semana yo confesaré mis pecados a Dios, y después, cuando tú le hables haz
el favor de pedirle que te explique mis pecados, y me vienes a contar qué te ha
dicho, así sabré si es verdad o que no hablas con Dios”.
Al cabo de una semana, la buena mujer volvió
a ver el obispo, y el obispo le preguntó: “-¿Has hablado con Dios?” –“Si”,
contestó la mujer. “-¿Y le has pedido que te dijera mis pecados?” –“Si, se lo
he pedido” –“¿Y qué te ha dicho Dios?” –“Que ya los había olvidado”.
La bondad y el amor de Dios permanecen para
siempre... A veces miramos sólo las obligaciones y cosas desagradables,
palabras muertas que no mueven: “¿Cuando llegará el momento que despreciaréis
cualquier otro ritmo y no hablaréis sino con palabras vivas? Entonces seréis
escuchados con entusiasmo y vuestras palabras misteriosas darán frutos de vida
verdadera y desvelaréis entusiasmo” (Joan Maragall). Por esto debemos mirar
este proceso extraordinario de mutua seducción entre Dios y el hombre, como
recuerda el Papa en la carta de cuaresma (2010): es maravilloso lo que Jesús
hace, por conquistar nuestro amor, puesto que “sólo el amor en el cual se unen
el don gratuito de uno mismo y el deseo apasionado de reciprocidad infunde un
gozo tan intenso que convierte en leves incluso los sacrificios más duros”.
Jesús se nos da totalmente, con aquella fuerza que “hace que los amantes no lo
sean de si mismos, sino de aquellos a quienes aman”. Nosotros podemos
corresponder y adentrarnos en esta dinámica del amor divino. Y no pensando sólo
en el más allá, rechazando nuestra existencia actual, sino reavivándola con una
verdadera pasión por la vida, es este amor divino que nos hace sentir y ver
todo con una fuerza especial, con una “alegría de vivir” más auténtica.
MIÉRCOLES DE CENIZA: inauguramos un
tiempo de entrenamiento para vencer contra las fuerzas del mal: con la capa de
la caridad, la espada del sacrificio y la coraza de la oración
“En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra
justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no
tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas
limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las
sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en
verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que
no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
»Y
cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas
y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres;
en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar,
entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está
allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando
ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro
para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga.
Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu
ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo
secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará» (Mt 6,1-6.16-18).
1. ¿Qué es la cuaresma? Cuarenta
días… ¿de qué? De Jesús en el desierto preparándose para su vida de predicar el
Evangelio. “Ahora es tiempo favorable”
para convertirnos, “ahora es día de
salvación”. Jesús dijo que no
hagamos las cosas “para ser vistos”, y nos habla de hacer limosna, rezar y ayunar. Jesús, enséñame esta ciencia de
ayudar a los demás, de rezar y hacer sacrificios, sobre todo sacrificios que
hagan felices a los demás: como sonreír, hacer las paces, pedir perdón…
Mientras el mundo anda de Carnaval, con máscaras, la Iglesia nos anima a
quitarnos la máscara del pecado y pedir perdón, y libres de toda culpa alabar a
Dios con el corazón sincero.
Cuentan de un niño que se peleaba con una
niña en una escuela de enseñanza infantil, y cuando la maestra le regañó se
puso a llorar; entonces, ella le dijo: “no te preocupes, que no has sido tú
sino el demonio quien te ha hecho hacer esto” y el niño, serio, contestó:
“tirarle de la trenza quizá sí que ha sido el demonio pero escupirle a la cara
ha sido idea mía”… reconocía sus faltas, era sincero.
La
oración, sacrificio y limosna son las armas para vencer todas las fuerzas del
mal, del demonio, como
veremos el domingo con las tentaciones de Jesús que resumen todos los males.
Con estas armas venceremos la batalla y cumpliremos la misión, como la
Comunidad del Señor de los Anillos, aunque haya malicia en el mundo que quiera
romper el mundo como en Avatar. Así pedimos a Dios "iniciar un camino de
auténtica conversión para afrontar victoriosamente, con las armas de la
penitencia, el combate contra el espíritu del mal".
Recibir la ceniza en nuestra cabeza, con la
señal de la cruz, es quedar marcados, el otro día algún niño llevaba a bolígrafo
marcas en la frente… no es un juego ni algo mágico, sino un signo religioso, de
algo muy grande, de que Dios en nuestro interior nos ha dado el Espíritu Santo,
y nos ha marcado como suyos, y escrito nuestros nombres en el libro de la Vida.
Pero hemos de luchar con alegría para prepararnos para la Olimpiada en estos 40
días, para la Pascua. Por eso se nos dice: "Convertíos y creed el
Evangelio" o también: "Acuérdate de que eres polvo y al polvo
volverás". Este día, los mayores de 14 años debemos hacer abstinencia de
carne, como los demás viernes de cuaresma. Los que tenemos entre 18 y 59 años,
ayuno. Es un día de penitencia, para que ayudemos a los demás (obras de
misericordia) y para ello nos privemos de lo nuestro (por ejemplo dejando los
juguetes o las cosas personales a los hermanos, sin tanto miedo a que nos las
rompan). Como enseña San Josemaría Escrivá: “La penitencia está en saber
compaginar tus obligaciones con Dios, con los demás y contigo mismo..., es
tratar siempre con la máxima caridad a los otros, empezando por los tuyos. Es
atender con la mayor delicadeza a los que sufran, a los enfermos, a los que
padecen. Es contestar con paciencia a los cargantes e inoportunos... La
penitencia consiste en soportar con buen humor las mil pequeñas contrariedades
de la jornada; en no abandonar la ocupación, aunque de momento se te haya
pasado la ilusión con que la comenzaste; en comer con agradecimiento lo que te
sirven, sin importunar con caprichos. Penitencia para los padres y, en general
para los que tienen una misión de gobierno o educativa, es corregir cuando hay
que hacerlo, de acuerdo con la naturaleza del error y con las condiciones del
que necesita esa ayuda, por encima de subjetivismos necios y sentimentales.”
Hemos de hacer “ayuno” sobre todo “del yo”.
Si te fijas, los hombres estamos continuamente con el Yo en la boca: que si me
han dicho, si siempre tengo que hacerlo yo, si me tienen manía, si era mío o
para mí, que si yo he metido el gol, si yo le dije y entonces .... si me
apetece a mí, qué pensarán de mí, ... y mil frases más que conjugan con
distintos verbos el Yo, a Mí, Mío. Y hoy, miércoles de ceniza, la Iglesia nos
recuerda: polvo eres y en polvo te convertirás. ¿Sabes qué quiere decir eso?
Dios creó el cuerpo de Adán de la tierra, y nuestro cuerpo volverá a ser tierra
con la muerte. Y nuestra alma volverá a Dios. La ceniza nos hace pensar en todo
esto, y quitar las malas hierbas del egoísmo… la Virgen, la muy humilde, nos
ayudará a concretar esas armas para la lucha.
2. El profeta Joel - después del exilio seguramente-
cree llegado el momento de insistir en su llamamiento a la penitencia y a la
conversión del corazón a través "del
ayuno, llanto y luto". Lo que hay que rasgar son "los corazones y las vestiduras",
por este orden. Nada nuevo añadirá el Nuevo Testamento a esta concepción de la
penitencia. Jesús se hará eco de Joel cuando diga a sus discípulos: "Cuando ayunéis..."
El castigo de la plaga de langostas puede
convertirse así en una bendición, palabra que incluye todo lo que el hombre puede
desear, especialmente la vida y la abundancia de bienes: no faltará la lluvia
en la siembra ni en primavera, época en que grana el trigo, «porque os dará la lluvia tardía con
regularidad» testimonio de la fidelidad de Dios.
Cuando tuvimos la imposición de ceniza en el
cole, los más pequeños querían que les “echara” agua bendita a ellos también.
Eso dice el salmo: “limpia mi pecado. Rocíame con el hisopo y quedaré limpio;
lávame y quedaré más blanco que la nieve. Hazme oír el gozo y la alegría…
Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa». Hazme sentirme limpio.
Hazme sentirme perdonado, aceptado, querido. Si mi pecado ha sido contra ti, mi
reconciliación ha de venir de ti. Dame tu paz, tu pureza y tu firmeza. Dame tu
Espíritu, que vea ante el espejo de la verdad. Mata, Dios mío, el gusano de mal
que hay en mí; / haz de mí mariposa de tu agrado, / y que pueda volar con
libertad / en nuevo paraíso. / Transforma, oh Dios, la fiera que hay en mí; /
conviérteme en la persona que Tú sueñas: / sensible, generosa, solidaria, /
lléna mi corazón de santo Espíritu... / y te cantaré mi amor (Caritas).
3. "Cristo
murió por todos". La muerte de Cristo tenga ese carácter vicario y
supletorio, y nos atrae a la salvación "aquel que por ellos murió y resucitó". Vencedor pionero de la
muerte, pues "si Cristo no hubiera
resucitado, nuestra fe estaría vacía" (1 Cor 15,14), nos invita a
vivir lo nuevo: "Si alguno está en
Cristo, nueva criatura es". Es la novedad de la vida en Cristo: "Para el que está en Cristo aparece una
creación nueva; se destruyen las cosas viejas, todas las cosas se renuevan".
Para ello, se nos invita a hacer el
itinerario de la reconciliación, con Cristo, "que no conociendo pecado, Dios lo hizo pecado para que en él llegáramos
nosotros a ser justicia de Dios".
Llucià Pou Sabaté
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