Lunes de la semana 5ª del
tiempo ordinario (impar): el
poder de Jesús nos toca en lo más íntimo, nos cura y salva
“Después de atravesar el lago,
llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la gente reconoció
en seguida a Jesús, y comenzaron a recorrer toda la región para llevar en
camilla a los enfermos, hasta el lugar donde sabían que él estaba. En todas
partes donde entraba, pueblos, ciudades y poblados, ponían a los enfermos en
las plazas y le rogaban que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y
los que lo tocaban quedaban curados”
(Marcos 6,53-56).
1. Jesús, te veo hoy volcado en la atención a
los enfermos, una de tus misiones preferidas. Nunca dejas de ayudar a los que
ves sufrir de enfermedades corporales, psíquicas o espirituales. Curas y
perdonas, liberando a la persona humana de todos sus males. En verdad es cierto
cuando se dice de ti: «pasó haciendo el
bien». Como se nos dice hoy, «los
que lo tocaban se ponían sanos». Hoy día la Iglesia quiere seguir
reflejando tu corazón, Señor, con la atención a los pobres y desamparados, por
ejemplo a través de Caritas. Basta
ver la ayuda generosa de muchos a través de Caritas,
cuando hay un desastre en algún lugar del mundo: es muy superior a la de muchos
gobiernos. De ti entendemos, Señor, que la evangelización, misión fundamental
de la Iglesia, va ujnida a la atención a los ancianos, débiles, enfermos,
marginados en la sociedad… Ayúdame, Jesús, a ver que estás al servicio de
todos, «mi Cuerpo, entregado por
vosotros», y por tanto, yo también tengo que estarlo, «entregado por los
demás» (cf Catecismo, 1503-1505 donde se habla de «Cristo, médico», y 1506-1510
sobre «sanad a los enfermos»: J. Aldazábal).
-“Jesús
y sus discípulos atravesaron el lago; llegaron a la playa en Genesaret y
atracaron. En cuanto salieron de la
barca las gentes le reconocieron y corrieron de toda aquella región; y
comenzaron a traer en camillas a los enfermos donde se enteraban de que El
estaba”. El milagro de la multiplicación de los panes, que acaba de
producirse ha suscitado el entusiasmo popular. Da la impresión de que buscas
descanso para los tuyos, Señor, pero que viendo a la gente necesitada, queda
éste para más tarde.
-“Adonde
quiera que llegaba, en las aldeas, ciudades o granjas, colocaban a los enfermos
en las plazas y le rogaban que les permitiera tocar siquiera la orla de su
vestido. Y cuantos le tocaban quedaban sanos”. La ciencia médica ha
progresado mucho, lleva a la práctica ese deseo tuyo, Jesús. Entonces había una
concepción muy religiosa de la salud, ahora bien poco. Te pedimos ayuda, Señor,
para que en nuestro tiempo tengamos también esa salud “espiritual”, esa paz y
fe tan necesarias, "don de Dios".
La enfermedad y los sufrimientos que la
acompañan, sitúan al hombre en una terrible inseguridad: simbolizan la fragilidad
de la condición humana, sometida a riesgos inesperados e imprevisibles. La
enfermedad contradice el deseo de absoluto y de solidez, que todos tenemos: y
es por ello que la enfermedad guarda siempre una significación religiosa, aun
para el hombre moderno. De esta inseguridad radical, los médicos no pueden
curarnos. Sólo Jesús puede hacerlo, por la fe, en cuanto esperamos la curación
definitiva en el más allá (Noel Quesson).
Las almas se curan también con cariño, y al
verte descubrir las necesidades de los demás, Señor, te pedimos que sepamos
cuidar detalles como dar una palabra de aliento al compañero de trabajo; una
sonrisa a quienes suben con nosotros en el ascensor; una atención y un recuerdo
en la oración para quien nos pide ayuda por la calle. Detalles de alegría con el
cónyuge y los hijos, a pesar de la tensión acumulada en el trabajo (Xavier
Caballero).
San Gregorio Magno (Comentario al salmo 50)
comenta que “Todos los que le tocaban
quedaban curados”: “Imaginémonos en nuestro interior a un herido grave, de
tal forma que está a punto de expirar. La herida del alma es el pecado del que
la Escritura habla en los siguientes términos: ‘Todo son heridas, golpes, llagas en carne viva, que no han sido curadas
ni vendadas, ni aliviadas con aceite’ (Is 1,6) ¡Reconoce dentro de ti a tu
médico, tú que estás herido, y descúbrele las heridas de tus pecados! ¡Que oiga
los gemidos de tu corazón, él para quien todo pensamiento secreto queda
manifiesto! ¡Que tus lágrimas le conmuevan! ¡Incluso insiste hasta la
testarudez en tu petición! ¡Que le alcancen los suspiros más hondos de tu
corazón! ¡Que lleguen tus dolores a conmoverle para que te diga también a ti: ‘El Señor ha perdonado tu pecado’ (2Sm
12,13). Grita con David, mira lo que dice: ‘Misericordia Dios mío... por tu inmensa compasión’ (Sal 50,3).
”Es como si dijera: estoy en peligro grave a
causa de una terrible herida que ningún médico puede curar si no viene en mi
ayuda el médico todopoderoso. Para este médico nada es incurable. Cuida
gratuitamente. Con una sola palabra restituye la salud. Yo desesperaría de mi
herida si no pusiera, de antemano, mi confianza en el Todopoderoso”.
2. –“En
el principio creó Dios los cielos y la tierra”. Nos recuerda aquellas otras
palabras: "En el principio ya existía la Palabra" (Jn 1,1).
-“La
tierra era informe y vacía, las tinieblas cubrían el abismo y el Espíritu de
Dios -como un viento- aleteaba por encima de las aguas”. El
"caos" se transforma en orden.
-“¡Hágase
la luz! Y la luz se hizo. Y Dios vio que la luz era buena.” La «luz» vence
sobre las «tinieblas». Yo soy la luz del
mundo, dirá Jesús. Vosotros sois la
luz del mundo, dirá a los cristianos. Luego vienen las aguas...
El relato llamado “sacerdotal” con que se
abre el libro del Génesis tiene una visión del cosmos según la cultura de la
Antigüedad, con la tierra como centro cósmico y "hizo Dios una bóveda" celeste y están separadas las aguas que
hay debajo de las aguas que hay encima. Pero ahí se nos revela la verdad sobre
el origen del mundo y la existencia del hombre. Hoy día, como antiguamente, se
mezcla al hombre con Dios, pero aquí vemos que Dios es distinto, Creador que
con su Palabra hace todas las cosas, completando el mundo con luz y el mar y
las fuentes y los ríos y así de "la
tierra brotó hierba verde..." Las plantas con los árboles y las
flores... Los astros con el sol y la luna y las estrellas...Todo es una
maravilla.
Los niños preguntan, antes de los 11 años:
“¿Cuándo nació Dios?, ¿qué había antes de Dios?”: y se nos dice que Dios crea
el tiempo, para él no existe ni siquiera el “antes”, pues es obra suya. En
Dios, todo es “ya”.
San Agustín nos dijo: "No se lee en el
Evangelio que el Señor haya dicho; os mando el Paráclito que os enseñará cómo
camina el sol y la luna. Pues quería hacer cristianos, no matemáticos". Y Galileo,
comentando eso, añadió: "El Espíritu Santo en la Escritura no nos enseña
cómo va el cielo, sino cómo se va al cielo".
Hay más enseñanzas: toda criatura, por ser
obra de Dios es buena, ya que ha sido creada conforme a la idea ordenadora de
la inteligencia divina; en el “Tapiz de la creación” que se custodia en la
Catedral de Gerona se hace expresiva esa verdad, señalando que “todo era
bueno”.
La persona, como obra más perfecta es “muy
buena”. Tiene que cuidar de todo, y todo está a su disposición, pero su trabajo
será custodiar la obra de Dios. Contemplar la creación y al Creador, como
leemos en san Juan de la Cruz: “¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por la
mano del Amado! / ¡Oh prado de verduras / de flores esmaltado! / decid si por
vosotros ha pasado.
”Mil gracias derramando, / pasó por estos
sotos con presura. / Y, yéndolos mirando, / con sólo su figura, / vestidos los
dejó de su hermosura” (Cántico espiritual). Y Fray Diego de Estella dice: "Todas
tus criaturas me dicen, Señor, que te ame y en cada una de ellas veo una lengua
que publica tu bondad y grandeza. La hermosura de los cielos, la claridad del
sol y de la luna, la refulgencia de las estrellas, las corrientes de las aguas,
las verduras de los campos, la diversidad de las flores, variedad de colores y
todo cuanto tus divinas manos fabricaron, ¡oh Dios de mi corazón y esposo de mi
alma! me dicen que te ame.
”Todo cuanto veo me convida con tu amor, y me
reprende cuando no te amo. No puedo abrir mis ojos sin ver predicadores de tu
muy alta sabiduría, ni puedo abrir mis oídos, sin oir pregoneros de tu bondad,
porque todo lo que hiciste me dice, Señor, quién eres. Todas las cosas criadas,
primero enseñan el amor del criador que el don".
-“Y
vio Dios que todo era bueno”.
3. Por eso
en el salmo cantamos: “Bendice, alma mía, al Señor, / ¡Dios mío, qué grande eres! /
Te vistes de belleza y majestad, / la luz te envuelve como un manto”. Es la aventura de
la creación, historia de Dios con el hombre: “Asentaste la tierra sobre sus
cimientos, / y no vacilará jamás; / la cubriste con el manto del océano, / y
las aguas se posaron sobre las montañas”. «Hiciste todas las cosas para colmarlas de tus bendiciones»
(plegaria eucarística IV).
“De los manantiales sacas los ríos, / para que
fluyan entre los montes; / junto a ellos habitan las aves del cielo, / y entre
las frondas se oye su canto”. Y Dios lo hace bien,
para que el hombre encuentre un mundo armónico, hermoso, capaz de darle
felicidad: la luz, el agua, el día y la noche: “Cuántas son tus obras, Señor, / y todas las hiciste con sabiduría; /
la tierra está llena de tus criaturas. / ¡Bendice, alma mía, al Señor!”
Llucià Pou Sabaté
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