Sábado
12ª del tiempo ordinario (impar): Dios nos visita en Jesús, que viene a
curarnos de nuestras dolencias y a bendecirnos, transformar las penas en
alegrías
«Al
entrar en Cafarnaún se le acercó un centurión y, rogándole, dijo: Señor, mi
criado yace paralítico en casa con dolores muy fuertes. Jesús le dijo: Yo iré y
lo curaré. Pero el centurión le respondió: Señor; no soy digno de que entres en
mi casa; basta que lo mandes de palabra y mi criado quedará sano. Pues yo, que
soy un hombre subalterno con soldados a mis órdenes, digo a uno: ve, y va; y a
otro: ven, y viene; y a mi siervo: haz esto, y lo hace. Al oírlo Jesús se
admiró, y dijo a los que le se guían: En verdad os digo que en nadie de Israel
he encontrado una fe tan grande. Y os digo que muchos de Oriente y Occidente
vendrán y se pondrán a la mesa con Abrahán, Isaac y Jacob en el Reino de los
Cielos, mientras que los hijos del Reino serán arrojados a las tinieblas
exteriores: allí será el llanto y el rechinar de dientes. Y dijo Jesús al
centurión: Vete y que se haga conforme has creído. Y en aquel momento quedó
sano el criado.» (Mateo 8, 5-13)
1. –“Al entrar Jesús en Cafarnaúm se le acercó un
centurión o capitán del ejército romano, y le rogó diciendo...” El
primer milagro había sido para un miembro del pueblo de Dios... excluido por su
lepra. El segundo será en favor de un pagano. ¡Todo un programa! El movimiento
misionero de la Iglesia ya está presente. La salvación de Dios no está
reservada a unos pocos. Dios ama a todos
los hombres; su amor rompe las barreras que levantamos entre nosotros.
Jesús hace su segundo milagro ¡en favor de un capitán del ejército de
ocupación!, ¡en favor de un pagano! Los romanos eran mal vistos por la
población: muchos judíos fieles escupían al suelo, en señal de desprecio,
después de haberles adelantado en el camino. Señor, es a este centurión
despreciado que vas a escuchar, complacer y alabar. Prescindes del "¿qué
dirá la gente?", no aceptas nuestras divisiones ni nuestros racismos ni
estrecheces de corazón. Tu corazón es universal, misionero. Contemplo ese
corazón que ama a todos los hombres.
-“Señor, mi criado está echado en casa con
parálisis, sufriendo terriblemente”. Expone simplemente la situación; describe
la dolencia; y lo más notable es que habla en favor de otro, de su criado. ¿Es
así mi plegaria? ¿Qué parte ocupa en mi vida la plegaria de intercesión? Mi
tendencia ¿es quizá rezar sólo para mí? Ayúdame, Señor, a tener presente a los
demás en mis peticiones, a pensar en ellos y sentir como propias sus
necesidades.
-“Jesús
contestó: Yo mismo iré y le curaré”. Disponibilidad, respuesta inmediata.
Compromiso de toda su persona para servir a un desconocido.
-“Señor, yo
no soy quién para que entres bajo mi techo, pero basta una palabra tuya para que
mi criado se cure”. Humildad profunda. Este pagano es muy consciente de que
la ley judía le rechaza; esto debe dolerle. Sin embargo no quiere poner a Jesús
en una situación de "impureza legal". Y, por delicadeza, quiere
evitarle que entre en su casa. En la Misa ha quedado plasmada la oración del
“pagano”, antes de que recibamos al Señor: "Yo no soy quién, yo no soy digno". –“Porque yo, que soy un
subalterno, tengo soldados a mis órdenes; y si digo a uno que se vaya, se va; y
a otro que venga, y viene”... Este hombre subraya el valor de la
"palabra" del que tiene autoridad. Tú, Jesús, tu Palabra, tiene
autoridad.
-“Al oír
esto Jesús se admiró y dijo a los que le seguían: "En verdad os digo que
en ningún israelita he encontrado tanta fe."” Jesús, Ayúdame a creer
más y mejor.
-“Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente
a sentarse a la mesa con Abraham..”. En cambio a los ciudadanos del Reino los
echarán afuera... Profecía: Jesús ve la entrada de los paganos en la Iglesia. Rezo
por todos aquellos que se quedan aún esperando, por todos los que no se saben
invitados al festín de Dios, a la mesa de Dios.
-Luego dijo Jesús: "Ve, que te sea otorgado lo que has creído". La Fe. Ella
introduce al Reino. Aumenta nuestra fe, Señor; y haz que todos los hombres la
descubran y la vivan (Noel Quesson).
Veo, Señor, tu solidaridad con nuestros males. Es
lo que dijo Isaías: «Él tomó nuestras
dolencias y cargó con nuestras enfermedades». Quiere curarnos a todos de
nuestros males. ¿Será un criado o un hijo el que sufre, o nosotros los que
padecemos fiebre de alguna clase? Jesús nos quiere tomar de la mano, o decir su
palabra salvadora, y devolvernos la fuerza y la salud. Nuestra oración, llena
de confianza, será siempre escuchada, aunque no sepamos como. Antes de
acercarnos a la comunión, en la misa, repetimos cada vez las palabras del
centurión de hoy: «no soy digno de que
entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme». La
Eucaristía quiere curar nuestras debilidades. Ahora no nos toma de la mano, o
pronuncia palabras. El mismo se hace alimento nuestro y nos comunica su vida: «el que come mi Carne permanece en mí y yo
en él... el que me come vivirá de mí, como yo vivo de mi Padre» (J. Aldazábal).
2. –“En la
encina de Mambré se apareció el Señor a Abraham, que estaba sentado a la puerta
de su tienda. Era la hora más calurosa del día”. Una escena muy bella, muy
simple y fácil de imaginar. Es así como Tú nos sorprendes, Señor, si estamos
disponibles: en pleno mediodía, en el centro de nuestras jornadas, en el marco
familiar de nuestras vidas. El largo caminar de Abraham está marcado por hitos,
por puntos de referencia, por encuentros. Con frecuencia, como nosotros, tuvo
que caminar de noche, sin verte, sin comprender. Y luego, de vez en cuando
dabas una señal a Abraham, tu amigo. Hacías que sintiera tu proximidad. Ibas a
él en la banalidad ordinaria de un pequeño suceso en apariencia. Un
acontecimiento que era preciso descifrar y que otros no lo hubieran quizá
interpretado así.
-“Vio a tres
individuos de pie ante él”. Aparentemente son seres humanos, nómadas que
van de paso. La acogida. La hospitalidad. El servicio prestado. El amor
fraterno. La atención al otro. El don de sí. ¡Cuidado! no faltéis a la cita, es
Dios que pasa. El texto bíblico dice «el Señor se apareció»: eres Tú el que se
presenta a la entrada de la tienda, pero bajo la forma de tres viajeros
misteriosos . El famoso icono de Rubliev no ha dudado en pintar las tres
personas de la Trinidad a través de los desconocidos de este relato. ¿Tras de
qué rostro te presentarás HOY, Señor? ¿Sabré encontrarte, a la entrada de mi
tienda, hacia el mediodía?
-“Les sirvió
agua, pan, un becerro tierno y sabroso, leche”... Hace preparar para ellos
lo mejor que tiene, aquello que necesitan. Aquello que quizá esperaban, porque
era mediodía. ¿Que esperan HOY de mí, los que viven conmigo?
-“La risa de
Sara”. Trato de imaginarme esa risa algo trémula, esa alegría que estalla,
que ilumina el rostro de ¡esa ancianita de noventa años! ¡No! es imposible;
esos tres viajeros desconocidos están locos anunciando que Sara tendrá un hijo
dentro de un año. Ríe porque le cuesta creer en esa promesa ridícula. Ríe
también porque es feliz. ¿Es que hay algo demasiado maravilloso para el Señor?
¡Tal es la respuesta de Dios a la risa de Sara! En efecto, Dios propone siempre
al hombre más de lo que éste se atreve a esperar. ¡Quieres, Señor, para
nosotros, más de lo que queremos! Vas más allá de nuestros deseos. Tenemos un
corazón demasiado pequeño. A través de esta «vida», concedida más allá de las
leyes humanas, nos significas que quieres darnos una «vida» a la que no tenemos
derecho. «Es que hay algo demasiado maravilloso para el Señor?» Quiero meditar
esta palabra. Sí, lo creo, Señor. Tú quieres colmarnos. Tú quieres darnos mucho
más de lo que te hemos pedido... pero frecuentemente «de otro modo». La vida
terrestre, la que se desarrolla «junto a la encina de Mambre» o en otro lugar,
la que ve nacer los niños en las familias... ¡es ya tan hermosa! Pero, ¡qué será
la vida «maravillosa» que nos tienes destinada! (Noel Quesson).
Tres sonrisas: la de Abraham (17,17), la de Sara (18,12)
y la de Ismael (21, 9), donde la traducción pone con frecuencia
"juguetear", pero se trata siempre de la misma palabra. Estas son
otras tantas alusiones al nombre de Isaac, forma abreviada de Yshq-EI, que
significa «Que Dios sonría, que sea favorable». La sonrisa de Abraham expresa
una cierta incredulidad ante la enormidad de la promesa; «la sonrisa nace del
contraste», ha escrito Bergson. Sin embargo, la sonrisa de Abraham es ya una
alegría ante la realidad maravillosa de la cual no puede dudar una vez que ha
recibido la promesa de Yahvé. En Sara la sonrisa no es carencia de fe, no hace
más que divertirse ante aquella promesa irrealizable (su sonrisa se convierte
en una amplia risa de alegría ante el gozo del hijo). Isaac es la risa de Dios,
figura de Jesús, "la alegría mesiánica".
3. Hoy cantamos el Magníficat de María de Nazaret,
que alaba a Dios y recuerda la promesa hecha a Abrahán: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, porque ha mirado la humildad de
su sierva... como lo había prometido a nuestros padres, en favor de Abrahán y
su descendencia para siempre». El Catecismo aproxima a María a la figura de
Abrahán: «Abrahán es el modelo de obediencia que nos propone la Sagrada
Escritura. La Virgen María es la realización más perfecta de la misma» (144).
Los «testigos de la fe son Abrahán, que creyó, esperando contra toda esperanza;
la Virgen María que, en la peregrinación de la fe, llegó hasta la noche de la
fe» (165). «Abrahán, por su fe, se convirtió en bendición para todas las
naciones de la tierra. Por su fe, María vino a ser madre de los creyentes»
(2676). Seremos fecundos también nosotros, si nos unimos a ese canto de María, que
sigue: «Proclama mi alma la grandeza del
Señor... porque ha mirado la humillación de su esclava... Auxilia a Israel, su
siervo... y su descendencia por siempre». María es profeta del servicio a
los demás…
Hay una gran afinidad con las bienaventuranzas de
Lucas: dichosos los pobres y los
hambrientos; ¡ay de vosotros, los ricos!... Se habla tanto de categorías
sociales como de actitudes del corazón, indicando cómo todo cuanto Dios realizó
en el Antiguo Testamento, dispersando a los poderosos y a los prevaricadores y
defendiendo a sus pobres y a sus humildes, lo seguirá haciendo en la Nueva
Alianza a través de la acción regeneradora de Jesús. Se trata, por tanto, de
una síntesis de la historia, que sirve de prólogo al Evangelio (Carlo M.
Martini).
Llucià Pou Sabaté
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