Lunes de la 11 semana del año (ciclo par): frente a la
venganza, Jesús propone la misericordia y el perdón con los enemigos, pues se
vence siempre con el amor y no con la violencia
“En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: "Sabéis
que está mandado: "Ojo por ojo, diente por diente". Pues yo os digo:
No hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la
mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte
la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla,
acompáñalo dos; a quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no lo rehúyas"”
(Mateo 5,38-42).
1. La ley del talión fue un avance
en la antigüedad, pues limitaba las venganzas. Pero tú, Jesús, nos hablas de
otra dimensión. Tiene que haber justicia, pero tu solución, Jesús, no es nunca
la violencia. Te entendió Gandhi, cuando dijo: “ojo por ojo... y todos
acabaríamos tuertos”. Nos hablas de otra visión en la que no hay apego a las
cosas materiales. Hace poco una persona superó un cáncer, y miraba atónita a
sus parientes, envueltos en envidias por cosas de dinero. Ella ya había madurado,
entendía lo de “poner la otra mejilla” y “dar la capa”, “acompañar dos
millas al que pide una”, “dar al que pide prestado”.
Leí esta noticia: “Cuatro años
habían pasado desde la muerte de mi padre, por un accidente de coche, y aquella
era la última audiencia del juicio. Mientras el juez leía la sentencia –seis
meses de reclusión, con la condicional- el chico que lo mató, su mujer y el
padre parecían muy deprimidos: se les veía sufrir mucho. Salimos todos de la
sala, pero yo no podía irme así como así… junto a mi hermana alcancé aquellas
personas y nos presentamos. Noté una actitud defensiva hacia nosotros, pero me
apresuré a tranquilizarles: ‘si esto les puede alegrar los ánimos, sepa que no
le guardamos rencor’, dije al que lo había atropellado, y nos dimos la mano con
fuerza. Había aprendido de alguien que hemos de aprovechar la ocasión, para oír
la voz de Dios dentro de nosotros. La felicidad que sentía en aquel momento
ciertamente me venía de haber sabido, en aquel preciso instante, ‘aprovechar
la ocasión’ para mirar al dolor del otro olvidándome de mí”.
La vida es como un eco, recibimos lo
que damos, y si volvemos bien por mal, nuestro corazón recibe ya el pago de
las buenas obras. Según lo que plantamos cosechamos: quién planta flores,
cosecha perfume; quién siembra trigo, cosecha pan; quién planta amor, lo
recoge; quién siembra alegría, cosecha felicidad. Ser positivo vale la pena en
todos los sentidos, tanto en bienestar espiritual, como también en lo corporal
que es la base de lo demás, pues alarga la vida: la ciencia está trabajando en
una posible relación directa entre el bienestar psicológico y la salud. Las
emociones negativas, como la ira y el estrés, roban años. En cambio, las
emociones positivas, como la satisfacción vital, el placer de vivir o el
disfrute cotidiano... el bienestar mental es algo tan esencial que incluso
alarga la vida. El sufrimiento mata; el dolor moral y las preocupaciones
perjudican el organismo; la alegría de vivir, una cierta despreocupación por
los problemas a base del sentido del humor, ayuda a vivir bien y más. Y la
clave está en el amor.
Jesús, pienso que en este Evangelio
nos planteas un tema muy actual: nos encontramos con un pariente que tiene
problemas por causa de una herencia, un colega que sufre acoso moral, por
ejemplo el mobbing en el trabajo, una mujer que está oprimida por un marido
machista pero quiere permanecer ahí por el bien de sus hijos... nos sirvió de
ejemplo Juan Pablo II al abrazar a quien le disparó una bala para matarle,
aunque no interfirió en los mecanismos de justicia. Nos sirves de ejemplo sobre
todo Tú, Señor, cuando en la cruz rezas por los que te matan: “Padre,
perdónales, que no saben lo que hacen”. El amor no está reñido con la
misericordia y la justicia, cada uno tiene su lugar. “Queridos, amémonos
unos a otros, porque el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y
conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque DIOS ES AMOR. En
esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo
a su Hijo único para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor:
no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y
nos envió a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados” (1 Juan
4,7-19).
2. Pablo cita de Isaías: es el “tiempo favorable” que durará
hasta el día que Cristo vuelva, pues cada día es día de salvación: “éste es el tiempo oportuno, que puede ser
el día de la salvación. Otra vez se oyen los silbidos del buen Pastor, con
esa llamada cariñosa: ego vocavi te nomine tuo (Is 43,1). Nos llama a
cada uno por nuestro nombre, con el apelativo familiar con el que nos llaman
las personas que nos quieren. La ternura de Jesús, por nosotros, no cabe en
palabras… Ecce nunc dies salutis, aquí está frente a nosotros, este día
de salvación. La llamada del buen Pastor llega hasta nosotros: ego vocavi te nomine tuo, te he llamado
a ti, por tu nombre. Hay que contestar — amor con amor se paga— diciendo: me has llamado y aquí estoy. Estoy
decidido a que no pase este tiempo (…) como pasa el agua sobre las piedras, sin
dejar rastro. Me dejaré empapar, transformar; me convertiré, me dirigiré de
nuevo al Señor, queriéndole como El desea ser querido” (san Josemaría Escrivá).
Vienen a la
memoria los versos de santa Teresa: “Nada te turbe, / nada te espante, / todo
se pasa. / Dios no se muda, / la paciencia / todo lo alcanza. / Quien a Dios
tiene, / nada le falta. / Sólo Dios basta”. Es famosa la versión de Taizè en
canción de estas palabras, que me llegó por Internet con los siguientes
comentarios, muy suculentos: “Hay demasiados ruidos en ti... escucha en lo
profundo de tu ser... Hay demasiadas preocupaciones en tu mente... y demasiado
peso en tu corazón... quédate a solas... entra en tu aposento… El Señor está
aquí y te llama… te ama y te espera... Quédate en silencio delante del Señor…
Olvida tus palabras, olvida tus recuerdos, tus peticiones, tus proyectos;
mírale, escúchale sin que tus voces interiores te distraigan. Quédate en paz
ante Él, abandona en Él toda turbación, todo cuidado, toda preocupación,
olvídalo todo. Quédate sin ataduras, libre de tus deseos, pobre como la madera
muerta en invierno, vacío de todo cuanto no sea Él. Quédate solo, sin nadie más
en tu corazón, que ninguna criatura se interponga entre vuestras miradas. Quédate
sin quejas, sin estorbos, sin huéspedes extraños, sin nada que no sea Él.
Quédate entero, sin más recuerdo que Dios, sin buscar consuelos humanos,
sepultado con Él y en Él, desapareciendo tú para hacerte don en su corazón.
Quédate sin tristezas, sin resentimientos, sin orgullo, sin falsas imágenes de
ti mismo. Quédate a la escucha de su Palabra, hazte Palabra y Voluntad suya.
Quédate sin poderes, sin privilegios, sin honores, sin ídolos, y deja a Dios
ser Dios. Quédate en adoración tan profunda que nada altere esa atención, que
ni penas ni goces quebranten ese abandono... Quédate en silencio delante del
Señor, desaparece tú y que sólo Él sea en ti. Quédate en silencio... Quédate...
“Quédate en silencio delante del Señor...” (Salmo 37, 7)”.
Así lo dice
también El peregrino ruso cuando le
aconsejan: “—Siéntate solo y en silencio. Inclina la cabeza, cierra los ojos,
respira dulcemente e imagínate que estás mirando a tu corazón. Dirige al
corazón todos los pensamientos de tu alma. Respira y di: Jesús mío, ten
misericordia de mí. Dilo moviendo dulcemente los labios y dilo en el fondo de
tu alma. Procura alejar todo otro pensamiento. Permanece tranquilo, ten
paciencia y repítelo con la mayor frecuencia que te sea posible…”. Él lo hace,
pero señala: “comencé a aburrirme… una densa nube de extraños pensamientos me
envolvió”, y se le dice que insista pues en esta “guerra del mundo de las
tinieblas contra ti, nada aborrece tanto como el recogimiento interior, por eso
procura distraerte e impedir que aprendas a orar interiormente. Pero el enemigo
sólo puede hacer lo que Dios le permite y Dios sólo le permite lo que es
necesario... —repite sólo…: Jesús mío, ten misericordia de mí... después de
cierto tiempo también tu corazón se abrirá a la oración…” Y el peregrino es
paciente y encuentra esa paz inalterable de quien no vive de fatuidades: “desde
entonces camino sin cesar y rezo ininterrumpidamente la oración de Jesús, que
es para mí más preciosa y más dulce que todas las cosas del mundo. A veces ando
hasta 70 km en un día y no me siento cansado… si alguno me hiere, me basta
pensar: ‘¡qué dulce es la oración de Jesús!’, para que la ofensa y el
resentimiento se alejen y sean olvidados. He llegado casi a la insensibilidad;
no tengo preocupaciones, no tengo deseos…”, quien vive de amor desea sólo
sembrar de paz y alegría los corazones.
-“Como cooperadores de Dios os exhortamos a
que no recibáis en vano la gracia de Dios”... Debió de ser para Pablo un
gran gozo, una muy útil certeza el pensar que cooperaba con Dios. Mi experiencia
ni coincide a menudo con la de Pablo, y, sin embargo... Pensando en mis
trabajos de HOY, trato de considerarlos como una cooperación, como un «trabajo
con» alguien, contigo, Señor. ¿Es verdad, Señor, que la gracia que nos otorgas
puede resultar vana? Aplico esta consideración a mi vida... Y concretamente te
pido perdón. -Ahora bien, éste es ahora el momento favorable. Los profetas del
Antiguo Testamento hablaban así. Anunciaban el momento de la prueba «decisiva»,
la que no se volverá a presentar: una ocasión única que hay que saber
aprovechar para convertirse. ¿Cuál es esta llamada para mí? Lo que nos permite
presentarnos como verdaderos ministros de Dios es nuestra vida entera:
perseverancia... angustias... dificultades... cárcel... refriegas.. fatigas...
noches sin sueño... días sin comer... castidad... conocimiento de Dios...
paciencia... bondad... dones del Espíritu... amor sincero... lealtad en la
palabra... poder que procede de Dios... Estos son los signos que nos presenta
Pablo de la verdad de su ministerio, de su fidelidad a Dios. Es la imagen que
nos da Isaías del Servidor sufriente. Es también la imagen de Jesús. Es la
imagen de la vida de Pablo. ¿Es algo la mía? ¿Cuál es mi grado de fidelidad a
Dios? ¿Cuál es mi capacidad de superar las pruebas? En gloria y en desprecio...
en calumnia y en buena fama...
-“Tenidos por impostores, siendo veraces...
Como desconocidos aunque bien conocidos.. Tenidos por muertos, estando vivos...
Castigados, pero no condenados a muerte... Como tristes, pero siempre
alegres... Como pobres, aunque enriquecemos a muchos... Como los que nada
tienen, aunque todo lo poseemos”. Esas antítesis ponen de manifiesto el
contraste entre el aspecto exterior del apóstol y la realidad interior.
Aparentemente ¡todo parece perdido! Pero, ¡qué confianza en lo hondo de sí
mismo! ¡Qué alegría! Es una especie de re-edición de las Bienaventuranzas:
Jesús había dicho ya: «Felices... los
que lloran», «Felices... los pobres».
Y Pablo lo repite a su manera mediante su propia vida. No, no puede decirse que
la vida cristiana sea una vida fácil. Pero no es una vida triste. La
insistencia está claramente puesta en la segunda parte de cada una de esas
frases, la parte positiva: «estamos
vivos... estamos siempre alegres... lo poseemos todo...». De igual manera
que la insistencia de Jesús en las Bienaventuranzas, se ponía sobre la primera
palabra: «felices»... Quizá el
sentido profundo de la cruz es ser el triunfo del valor, del amor, sobre todo
lo que puede afectar nuestras fuerzas vivas (Noel Quesson).
3. “Cantad a Yahveh un canto nuevo, porque ha
hecho maravillas; victoria le ha dado su diestra y su brazo santo”. El
salmo es un himno al Señor rey del universo y de la historia, "cántico
nuevo" (perfecto, pleno, solemne, acompañado con música de fiesta)
alabando a Dios porque su "diestra" nos proteje, su "santo
brazo" (recuerdo del éxodo, liberación de la esclavitud de Egipto).
“Yahveh ha dado a conocer su salvación, a
los ojos de las naciones ha revelado su justicia; se ha acordado de su amor y
su lealtad para con la casa de Israel. Todos los confines de la tierra han
visto la salvación de nuestro Dios”: alabamos las perfecciones divinas de
la "misericordia" y "fidelidad", signos de salvación para
todos sin distinción. Dios salva a su pueblo y todas las naciones se admiran.
Dios realiza la salvación en Cristo, hijo de Israel, el Evangelio "es fuerza de Dios para la salvación de todo
el que cree: del judío primeramente y también del griego", es decir
del pagano (Rm 1,16). Ahora "todos
los confines de la tierra" no sólo "han contemplado la salvación de nuestro Dios", sino que la han
recibido: “¡Aclamad a Yahveh, toda la
tierra, estallad, gritad de gozo y salmodiad!”
Llucià Pou
Sabaté
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