Miércoles
de la semana 12 de tiempo ordinario (impar): por nuestros frutos se nos conoce.
Pegados a Jesús, podemos conocer la voluntad de Dios, poder cumplirla, y querer
cumplirla.
«Guardaos
bien de los falsos profetas, que vienen a vosotros disfrazados de oveja, pero
por dentro son lobos voraces. Por sus frutos los conoceréis: ¿acaso se cosechan
uvas de los espinos o higos de las zarzas? Así todo árbol bueno da frutos
buenos, y todo árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos
malos, ni un árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da fruto bueno es
cortado y arrojado al fuego. Por tanto, por sus frutos los conoceréis.» (Mateo 7,
15-20)
1. -“Cuidado con los profetas falsos, esos que se os acercan con piel de
oveja, pero por dentro son lobos rapaces”. Parecen predicar la buena
doctrina y moral... pero son de hecho, "lobos" rapaces, incluso
cuando pretenden hablar en el nombre de Dios. “El falso profeta suele predicar
una doctrina más racional, más aceptable, más sentimental, tratando de evitar
lo que es cruz o sacrificio, y lo que es sobrenatural. Se presenta como una
religión más humana y asequible, una religión a la medida del hombre actual:
más consensuada, más democrática, más «humilde»” (Pablo Cardona).
Jesús, te pido que sepa distinguir
esas voces que no llevan verdad, ni amor, que es la prueba de que aquello es
tuyo, pues como dice el himno, “donde hay verdad y amor, allí está Dios”:
«Examina con sinceridad tu modo de seguir al Maestro. Considera si te has
entregado de una manera oficial y seca, con una fe que no tiene vibración; si
no hay humildad, ni sacrificio, ni obras en tus jornadas; si no hay en ti más
que fachada y no estás en el detalle de cada instante..., en una palabra, si te
falta Amor.
”Si es así, no puede extrañar te tu
ineficacia. ¡Reacciona enseguida, de la mano de Santa María!» (J. Escrivá, Forja 930).
“Jesús, me pides que dé buen fruto,
de modo que los que me rodean puedan conocer la bondad del árbol al que
pertenezco, que es la Iglesia, pues «todo árbol bueno da frutos buenos.» Por
ser cristiano, estoy obligado a dar buen fruto” (P. Cardona).
La gente
juzga a la Iglesia por sus frutos, y de mí depende esa autenticidad del
apostolado: “¿Es mi fe «una fe que no tiene vibración,» que no siente la
necesidad de acercarte a los demás? ¿Es mi jornada un «ir tirando», sin
sacrificio, sin oración, sin obras? ¿Hago mi trabajo lo mejor que puedo,
estando en el detalle de cada instante y ofreciéndotelo por alguna intención?
¿Busco cada día ocasiones para servir a los demás con pequeños servicios que
pasen desapercibidos? Si me falta Amor, si no hago las cosas por Ti y por los
demás, si mi entrega es «oficial y seca,» haciendo lo mínimo indispensable,
entonces también mi fruto será seco y vacío.
Jesús, nos
das la clave para conocer las personas: “por
sus frutos los conoceréis”. Eres realista. "Mirad y ved cómo actúan..." El verdadero valor de una persona
se manifiesta por lo que hace. La persona no es lo que dice ni lo que piensa,
sino en primer lugar lo que se define por sus frutos: si sus hechos son buenos,
es una buena persona… en cambio, los falsos profetas saben engañar un tiempo,
se presentan como la solución a todos los problemas, pero luego se ven sus
frutos malos.
La
docilidad al Espíritu y la humildad son los frutos por los que se reconoce al
profeta auténtico. –“¿Se cosechan uvas
de las zarzas o higos de los cardos? Así los árboles sanos dan frutos buenos;
los árboles dañados dan frutos malos”. ¡Un "buen" fruto! La
calidad de una fruta depende de la calidad del árbol. Te pido, Señor, que mi árbol
sea bueno porque esté unido a ti, y que dé frutos buenos pues quiero ayudar a
los demás.
-“Un árbol sano no puede dar frutos malos, ni
un árbol dañado dar frutos buenos”. Se conocen las instituciones, las
personas, por los frutos que dan, pues todo se relaciona y la vida no depende
de un momento, sino del conjunto, así los momentos serán fructíferos también.
-“Todo árbol que no da buen fruto se corta y
se echa al fuego”. Esto me hace pensar en la viña que no da fruto, en la
higuera seca…. Señor, quiero estar unido a ti como el sarmiento a la vid, para
tener vida y dar fruto.
”La Virgen
supo estar en los detalles, vivir pendiente de los demás y sacrificarse por
ellos como una buena madre, sin que se note.
Por eso su
fruto es el mejor fruto: «bendito es el fruto de tu vientre» (Lucas 1, 42): Tú
mismo, Jesús. Madre, ayúdame a vivir mi vida cristiana con la responsabilidad
que tengo de dar buen fruto, de ser santo. De esta manera, los que me rodean
conocerán la belleza de la Iglesia, el buen árbol plantado por Cristo para
darnos su gracia y hacernos hijos de Dios” (P. Cardona).
2. –“Me voy sin hijos...
-“Mira al cielo y cuenta las estrellas. Así
será tu descendencia...” Sorprendente diálogo. El gran sufrimiento humano
de Abraham es no tener hijos. Así se lo confía a Dios. Este es también un
problema de vida concreta. Y Dios «promete»… ¡Una descendencia tan numerosa
como las estrellas! Hoy sabemos que esa promesa se ha realizado. Millones de
judíos, de árabes y de cristianos honramos a Abraham como a nuestro padre. Pero
él, en aquella época sólo veía que era viejo, que su mujer era estéril y que no
tenía hijos. Así pues, Señor, Tú diriges nuestra mirada hacia el futuro. Eres
dueño de lo imposible. El mundo no ha terminado. El porvenir está entre tus
manos divinas. Nuestra Fe, también debe dirigirnos a nosotros «hacia el
porvenir». ¿Qué haré hoy para trabajar en el sentido de Dios? Aunque no pueda
ver el resultado de ello. La historia avanza hacia su cumplimiento.
-“Abraham creyó en Dios y el Señor lo declaró
justo”. Confiar en Dios. Los años pasan y el hijo prometido no llega.
¿Serán engañosas las promesas divinas? Abraham, sin embargo, sigue confiando.
Continúa esperándolo todo de Él. Dame, Señor, esta perseverancia y esta
obstinación en la fe. Me detengo en un momento de silencio para evocar lo que
espero, HOY, de Dios: tal gracia, tal liberación del pecado... que dura desde
tiempo. Continúo creyendo en ti, Señor. Lo que prometiste se realizará.
-“Un sombrío y profundo sopor invadió a
Abraham... Espesas tinieblas...” La fe, la certeza de Dios no suprimen
cualquier angustia y obscuridad. En ciertos días esa espera interminable debió
de parecerle muy dura a Abraham. Así en nuestras vidas, hay también noches
vacías, oscuras, momentos en los que la prueba nos pone los nervios de punta.
Ello es quizá un «signo» de que el Señor pasa, como en la vida de su amigo
Abraham.
-“Aquel día firmó el Señor una alianza con
Abraham”. Dios actúa a menudo en nosotros cuando estamos vacíos de nosotros
mismos y completamente receptivos a su acción. Cuando todo parece perdido, como
en la Pasión, es cuando la salvación pascual está cerca. Esta «Alianza» entre
Dios y Abraham se expresa por ritos tomados de los usos de las tribus nómadas
de la época: las dos partes se comprometen, aceptando ser despedazados como
animales abiertos en canal, si dejan de cumplir la palabra dada. Pero Yavéh
-Dios- pasa solo entre las víctimas, en forma de un «fuego», porque solamente
su fidelidad queda realmente comprometida. Es algo emocionante ver a Dios así
comprometido, aceptando la forma misma de ese contrato primitivo propio de nómadas
que aún se basan en la violencia. HOY todavía, Señor, quieres pactar «Alianza»
con el hombre. Sé que, por tu parte, esta alianza será sólida (Noel Quesson).
3.
Algunas veces en mi vida «el sol se puso y vino la oscuridad». Me miro en el
espejo de Abrahán. Y de Cristo, ejemplo pleno de confianza en Dios: «a tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu».
Cuando no vemos el final del túnel… El salmo nos invita a esta actitud: «que se alegren los que buscan al Señor,
recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro... él se acuerda
de su alianza eternamente, de la alianza sellada con Abrahán».
Llucià Pou
Sabaté
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