Miércoles de la 11ª semana del
tiempo ordinario: la oración, ayuno y limosna, en rectitud de intención,
resumen de las prácticas de ascensión a Dios
“«Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para
ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre
celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por
delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin
de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no
sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha;
así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará. «Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar
en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos
de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando
vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu
Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te
recompensará. «Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que
desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo
que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava
tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre
que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”
(Mateo
6,1-6,16-18).
1. La única
opinión que vale es la tuya, Señor. Si
queréis ser justos, evitad el hacer vuestras obras de piedad delante de la
gente para llamar la atención; si no, os quedáis sin paga de vuestro Padre del
cielo. Un principio esencial. Que no
haga las cosas para ser visto por los demás, sino por ti, Dios mío. Esto da una
fuente de paz infinita. Que vuestra vida sea "en la interioridad".
Que no busque el elogio, ni la aprobación, ni la recompensa... que no tema la
reprobación, ni el olvido, ni la ingratitud. Con un desprendimiento completo de
mí mismo. Tú me conoces, Señor, y me sabes débil, que muchas veces hago cosas
para quedar bien. Te pido la fortaleza de ánimo para vivir en esta libertad de
espíritu de hacer las cosas no para el aplauso de los hombres, sino por ti, por
amor.
-Cuando des limosna, cuando reces, cuando
ayunes... no lo anuncies, no hagas de ello un espectáculo como los que buscan
que la gente los alabe. Los más hermosos gestos de la verdadera religión
-la limosna, la oración, el ayuno- pueden, por desgracia, ser desviados de su
sentido: resulta entonces una búsqueda de sí mismo... hay también una
complacencia que no es para agrado de los demás, sino de mí mismo: es la
complacencia de hacer el bien, porque me satisface. Así puedo sentirme movido a
ayudar a los demás por una necesidad de sentirme bien ayudando, y sufriré si no
puedo hacerlo. Sin embargo, la solución no será dar algo a un pobre para
tranquilizar la conciencia, sino emplearme en darle trabajo a esa persona si
está dispuesta, acogerla, exigirle… tengo que hacer un esfuerzo para que la
cabeza domine, y no domine el sentimiento. A la larga, es mejor. Buscar hacer
las cosas por amor, y no para sentirme bien.
-Cuando des limosna, que no sepa tu mano
izquierda lo que hace la derecha... Cuando quieras rezar, entra en tu cuarto y
echa la llave... Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara...
Jesús, nos recomiendas no aparecer... que nadie pueda notarlos, salvo Dios. Los
fariseos del tiempo de Jesús eran gentes sin duda admirables por sus
regularidades y fidelidades... Jesús no les reprocha "lo que hacen
bien", sino su "manera de hacerlo" para dar lecciones a los
demás. En este sentido hay siempre fariseos... e incluso hay un fariseo en cada
uno de nosotros... ¡que le gusta ponerse en primera fila! Aquí también, hay que
procurar poner en práctica los consejos de Jesús: hacer gestos de caridad
verdadera que nadie nos reconocerá y que uno mismo procurará olvidar... rezar
en un lugar retirado, en el que nadie podrá ser testigo del tiempo que pasamos
en oración... renunciar a las ventajas, sacrificar algunas cosillas, a las que
tenemos derecho, sin que nadie pueda darse cuenta ni adivinarlo.
-Y tu Padre que ve lo escondido, te
recompensará. Me agrada, Señor, esta definición tan simple de Dios:
"El que ve lo escondido, lo invisible"... está mal empleada cuando
hablamos del “ojo de Dios” en cuanto a: "Cuidado, Dios te ve incluso
cuando te escondes"... pero Dios no es "el gran hermano", para
castigar las tonterías escondidas, sino un Dios que sabe ver y recompensar todo
lo que está escondido, todo lo que ¡los hombres no saben ver! ¡Maravilloso
Dios! ¡Maravilloso Padre! ¡Dios atento a todo! ¡Padre lleno de bondad y
delicadeza! Padre que no olvida nada de todo lo bueno que podemos hacer...
sobre todo si nos olvidamos de nosotros mismos (Noel Quesson)
Jesús, nos concretas
hoy tres cosas: la oración contigo, la caridad con los demás, y el ayuno como
sacrificio. Es el programa de la Cuaresma, y el de toda nuestra vida.
2. –“Hermanos, si tenemos tanta confianza
delante de Dios, gracias a Cristo... No es a causa de una capacidad personal de
la que podríamos atribuirnos el mérito. No estamos solos, tenemos
seguridad. No hemos de tener miedo. Hoy tampoco. «Si tenemos tanta confianza...» porque ¡proviene de Dios!
-“Nuestra capacidad viene de Dios, el cual
nos capacitó para ser ministros de una nueva alianza”. Te doy gracias, Señor,
por ese don de tu llamada a ser yo cristiano, y quisiera ser todo
disponibilidad, tener siempre abiertas las dos palmas de mis manos, como el
sacerdote en el altar, la posición del orante... en la postura del mendigo que
espera recibir. Así estoy ante Ti, Señor, abre mi corazón.
Hace luego
Pablo una comparación entre el ministerio de Moisés y el de los ministros de la
nueva alianza: la letra y el espíritu.
Los judaizantes de la Iglesia de Corinto -que reprochaban a Pablo sus novedades
en relación a la antigua Ley judaica- trataban de desacreditar el carácter
apostólico de san Pablo y su postura en relación a la Ley de Moisés. Pablo se
defiende con una triple «comparación»: -“La
Ley Antigua: una «letra» demasiado material... una «gloria velada» antes
deslumbrante... una «condenación del pecado»... La nueva Alianza: un «espíritu»
interiorizado... «una gloria manifiesta y resplandeciente»... una
«justificación del pecado»...” Esta comparación confirma a Pablo en su
confianza. La historia sagrada progresa. Dios conduce esa historia. Lo que Dios
había revelado a Moisés en su tiempo, era bueno. Pero lo que nos revela en su
Hijo Jesús es mejor aún y hace caducar todo lo precedente. Danos el sentido de
TU HOY. Ayúdanos a ver claramente lo que Tú quieres para tu Pueblo, para tu
Iglesia. Ayuda a esta Iglesia a no encerrarse de nuevo en «la letra» sino a
dejarse llevar por el «Espíritu». Es verdad, Señor, siento siempre la tentación
de pararme.
-“La letra mata, pero el espíritu vivifica”.
En mi vida este riesgo es constante. Quedarme sólo en el cumplimiento formal de
gestos, contentarme con una rectitud exterior, según la letra. Así se degradan
las más hermosas cosas: lo mismo sucede con las más hermosas vocaciones,
profesiones, plegarias... los más sanos amores y los más puros sentimientos.
Ayúdame, Señor, a no cesar de vivificarlo todo con una nueva vida. No hacer mi
quehacer de HOY sólo de un modo formal, porque hay que hacerlo, sino poniendo
en él todo mi ser. «Espíritu... ven sobre el mundo... danos la vida...» (Noel
Quesson).
3. “Exaltad a Yahveh nuestro Dios, postraos
ante el estrado de sus pies: santo es él”. La acción de Dios como Rey es
ejercida en la tierra estableciendo, mediante la Ley, lo que es recto, y
juzgando según ello a su pueblo Israel, que ha de proclamar ante el Arca
–“estrado de sus pies”, también como Templo o monte santo: su santidad. Ahí se
ve una referencia a la Encarnación de Jesús, glorificada en la Resurrección,
como apunta Orígenes: “alguno ha dicho que el estrado de los pies es la
carne de Cristo que debe ser adorada por motivo de Cristo. Y Cristo debe ser
adorado por motivo del Verbo de Dios que está en él”. San Jerónimo
prefiere la aplicación al cuerpo resucitado del Señor: “he leído en el libro de
un autor: ‘se trata, dice, de la Encarnación, es decir, que (el salmo) afirma
que el Hombre que Dios se dignó asumir en María, es Él mismo, el estrado de sus
pies’. Aunque en realidad el hombre haya estado asumido –y, delante de Dios,
toda criatura es estrado de sus pies- aun en este caso, este estrado fue
estrechamente unido con Dios y con aquel que está sentado con Él. Daos cuenta
de lo que me atrevo a afirmar. Lo que un día fue estrado yo lo adoro de la
misma manera que el trono. Y aunque hayamos conocido a Cristo según la
carne, ahora no lo conocemos ya más según la carne (2 Cor 5,16).
Admitamos que haya sido estrado antes de la muerte, antes de la resurrección,
cuando comía, cuando bebía, cuando tenía nuestros mismos sentimientos. Pero
después de resucitar y ascender victorioso al cielo yo no distingo entre el que
está sentado y el que es estrado: en Cristo todo es trono. Tú me preguntarás y
me dirás: ‘¿Por qué?, o ‘¿cómo?’. Yo no sé de qué modo, y, sin embargo, creo
que es así”. La Santísima Humanidad de Cristo merece adoración, culto de
latría, por su unión hipostática con el Verbo de Dios.
“Moisés y Aarón entre sus sacerdotes, Samuel
entre aquellos que su nombre invocaban, invocaban a Yahveh y él les respondía”.
Dios ejerce el derecho y la justicia en su pueblo a través de mediadores. Se
califica a Moisés y a Aarón de sacerdotes por ser ambos de la tribu de Leví,
pero sobre todo por haber sido intercesores entre Dios y el pueblo a la salida
del Egipto, y junto a ellos se cita Samuel que medió por la monarquía, todos
ellos según el querer de Dios.
“En la
columna de nube les hablaba, ellos guardaban sus dictámenes, la ley que él les
dio. Yahveh, Dios nuestro, tú les respondías, Dios paciente eras para ellos,
aunque vengabas sus delitos. Exaltad a Yahveh nuestro Dios, postraos ante su
monte santo: santo es Yahveh, nuestro Dios”. Es santo y no admite el pecado
y lo castiga (vv. 8-9), y la Iglesia ensalza su nombre diciendo: “Santo, santo, santo, Señor Dios
Todopoderoso” (cf. Ap 4,8: notas de la Biblia de Navarra).
Llucià Pou
Sabaté
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