Martes de la semana 9ª del Tiempo ordinario (impar):
estamos llamados a participar de las actividades temporales con el corazón
lleno de amor de Dios.
«Le enviaron algunos de los fariseos y de los
herodianos para sorprenderle en alguna palabra. Acercándose, le dicen: Maestro,
sabemos que eres veraz y que no te dejas llevar de nadie, pues no haces
acepción de personas, sino que enseñas el camino de Dios de verdad. ¿Es lícito
dar tributo al César o no? ¿Pagamos o no pagamos? Pero él, advirtiendo su
hipocresía, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme un denario para que lo vea.
Ellos se lo mostraron, y les dice: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción?
Le respondieron: Del César Jesús les dijo: Dad, pues, al César lo que es del
César y a Dios lo que es de Dios. Y se admiraban de él» (Marcos 12,13-17).
1. Jesús, te hacen
una pregunta malévola, pero tú respondes con una regla de oro para compaginar
la religión con la vida social. ¿Cómo compaginar el respeto a la libertad de la
conciencia de cada uno, al mismo tiempo que busco la gloria de Dios? Quisiera
profundizar en tus palabras: «Dad al
César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios». Estoy en el mundo,
pero soy hijo de Dios. Soy del mundo, pero no me limito a él, estoy llamado a
algo más. No te tendré solo en el cielo, Señor, sino que ya estás aquí, en
nuestras cosas, en las personas que conviven conmigo: «pues cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me
lo hicisteis» (Mateo 25,40). Quiero verte, Señor, y darte lo que es tuyo,
en unión con los demás, respetando su modo de ser, su libertad política, unidos
en el trabajo común, en buscar el bien común a través del trabajo, la justicia,
la solidaridad.
Que te sepa ver,
Dios mío, en aquellos que tienen alguna necesidad material o espiritual, y que
sepa darles lo que les toca por justicia, sin dejarme llevar por ese dios falso
que es “don dinero”.
Se va acuñando el
término “laicidad”, para significar mutuo respeto entre Iglesia y Estado
fundamentado en la autonomía de cada parte, porque hoy día un “laicismo” quiere
la no inclusión de la influencia religiosa en la vida social, fruto de un
proceso de secularización. Cuando se rompió la unidad religiosa y un cierto control
de la Iglesia sobre actividades seculares, especialmente a partir de la
Ilustración, se va configurando una separación entre los ámbitos religioso y
profano, con unas Constituciones democráticas donde se va plasmando esa
separación Iglesia-Estado. En estos años primeros del siglo XXI, se ha
focalizado la atención sobre la manifestación pública de los símbolos
religiosos, como el crucifijo en los lugares públicos.
En nuestra sociedad, que los Estados quieren
controlar todo, cuesta más el "dad a Dios lo que es de Dios". "Laicidad"
puede significar, en positivo, superar esas tensiones antiguas de "poder
civil" opuesto a "poder religioso", es decir no subyugar un
aspecto al otro, pues las áreas civiles
y religiosas pertenecen igualmente a la persona en su carácter público.
Así, toda forma de (cesaropapismo) quedaría superada y también una respuesta
-¡por fin!- por parte de la Iglesia (Concilio Vaticano II, Decreto sobre la libertad religiosa) a la justa autonomía de la
esfera civil, y de los laicos, en el orden político y social. Para los
creyentes, en pocas palabras, se trataría de sustituir el sueño de la
"teocracia" (gobierno con "censura" religiosa) a una
aspiración de "teocentrismo":
uno, libremente, puede albergar la luz de Dios en su interior, y con ella
iluminar a su alrededor, sabiendo que la propia libertad acaba donde comienza
la libertad de los demás.
También hoy se
olvida que muchos progresos de la
humanidad han sido promovidos por las instituciones religiosas: en los
campos del derecho (derecho de gentes, preludio del Derecho internacional), de
la cultura (el comienzo de las Universidades, muchas escuelas), de los
servicios (los hospitales y tantas otras cosas que ahora sustenta el Estado o
entes privados), la comunicación, de la ciencia y de la tecnología. Algunos
intentan excluir a Dios de estos y otros ámbitos de la vida, presentándolo como
antagonista del hombre, cuando han sido los cristianos promotores de la
libertad (que no existía como hoy entendemos en la antigua Grecia, por
ejemplo).
Los llamados bienes
de la Ilustración: libertad, igualdad,
fraternidad son de raíz cristiana en gran parte. Pero sin las raíces, no
dan frutos: así, sin referencia al Padre, la fraternidad no se vive -sin
padres, no hay hermanos-, sino que es una filantropía que muchas veces pisa a
los demás, los ningunea a través de diversas formas de su corrupción.
Jesús, tú desacralizas
el concepto de impuesto, sin desprestigiar la autoridad civil que tiene derecho
a la obediencia, pero nos indicas que siempre que no vaya contra la conciencia que indica una obediencia
superior: la que se debe a Dios. Lo que indicas “Al César lo que le toca y
Dios lo propio”, no es contradictorio sino el modo de conjugar las dos cosas. Te pedimos valentía para defender por
ejemplo la libertad de la conciencia ante los asaltos de los poderes del
Gobierno, a los que quizá convendrá denunciar a los tribunales, cuando
falten a ese respeto al marco constitucional.
No te pedimos,
Jesús, un lugar de privilegio para la Iglesia ni mandar sobre las cosas de la
calle, pero sí un respeto a la libertad religiosa de cada persona. Te pido que
nos ayudes a influir en la sociedad, cada uno en nuestro campo. En tu tiempo había
algunos contrarios a los impuestos (zelotes) y otros que veían en ellos un modo
de cuidar del Templo (fariseos), incluso algunos adulaban al poder establecido
(herodianos). Jesús, que aprenda a no tomar parte sino estar con la verdad, a
no “venderme” ante los poderosos, chantajes, tráfico de influencias,
Te pido también,
Jesús, no servirse de lo religioso para los intereses políticos, ni de lo
político para los religiosos. Que no me deje llevar por el bienestar material, y
ponga encima el espiritual. Ser un ciudadano pleno, comprometido en los varios
niveles de la vida económica, profesional, política, y ser creyente, como dice Jerónimo,
«tenéis que dar forzosamente al César la moneda que lleva impresa su imagen;
pero vosotros entregad con gusto todo vuestro ser a Dios, porque impresa está
en nosotros su imagen y no la del César».
Te pido verte en
las cosas el mundo, buscar una ética en mi campo profesional, con un discernimiento
que vaya madurando en la oración, donde –dice Tertuliano- «Cristo nos va
enseñando cuál era el designio del Padre que Él realizaba en el mundo, y cual
la conducta del hombre para que sea conforme a este mismo designio».
2. –“Un
día Tobías, fatigado después de su trabajo, volvió a su casa, se recostó contra
una tapia y se durmió. Mientras dormía, del nido de unas golondrinas cayó
excremento caliente sobre sus ojos y quedó ciego”. Escena tan viva que
parece una película, que se queda grabado en la imaginación. Aquí se nos dice
que los justos no son preservados de la desgracia de modo mágico. Dios no
interviene constantemente en las leyes del universo para hacer excepciones. El
azar de ese grotesco accidente sugiere, sin necesidad de largos razonamientos,
que no hay que hacer a Dios responsable de muchas «pruebas» que nos llegan como
ésta por la conjunción de unas circunstancias ordinarias y ridículas.
Una segunda lección que se nos da: nuestra
fidelidad a Dios se pone a prueba en los acontecimientos más banales. Más
frecuente que las grandes catástrofes cósmicas anunciadas por los apocalipsis,
son las adversidades corrientes, que por desgracia provienen simplemente de la
condición humana. Hay muchas cosas que pasan, que podían no haber sucedido.
Humildad. Realismo. Aceptación profunda de nuestra contingencia de criaturas
limitadas.
-“Pero
Dios permitió esa prueba para dar a la posteridad el ejemplo de su paciencia”.
Una tercera lección: el mal puede a veces resultar un bien. El autor afirma
que, aunque Dios no haya querido ese accidente estúpido... lo ha "permitido"
para que creciera el mérito de Tobías. Cuando se cree en Dios, es evidente que
se cree que Dios no puede querer el mal: el que ama, sólo quiere el bien para
los que ama... Ahora bien, Dios es Amor absoluto, el Padre por excelencia. Sin
embargo, el mal que existe en el mundo parece ir en contra de esa convicción.
¡El mal cuestiona a Dios! Y es natural que nuestra primera reacción sea
rebelarnos. Pero se trata de hallar en nuestra fe la certeza de que Dios lo
«permite» tan sólo para que resulte un mayor bien. Esto es lo que Tobías vivió.
Ayúdanos, Señor, a ver el bien que Tú quieres sacar de esas pruebas que nos
llegan, sea por el juego de las leyes naturales, sea por culpa de algunos
hombres, sea por nuestra propia culpa. Todo el tema de la Redención está ya
ahí: ¡la cruz que se transforma en resurrección, la muerte que es vencida por
la vida!
-“Tobías
fue siempre temeroso de Dios, por lo mismo no le reprochó la ceguera de que
estaba afectado, sino que perseveró inquebrantablemente en el temor de Dios,
glorificándole todos los días de su vida”. A menudo nos resulta difícil
aceptar la prueba. Pero, finalmente, ¿no es la fidelidad nuestra mejor actitud,
como creyentes? Ayúdanos, Señor, a conservar la esperanza en la noche, cuando
ya nada vemos. Cuando la «ceguera» cae sobre nuestros ojos de carne, refuerza
en nosotros, Señor, esa luz interior que iluminaba la vida de Tobías.
-“Ana,
su mujer, iba cada día al taller de hilados y tejidos y traía a casa el sueldo
ganado por su trabajo. Un día recibió además un cabrito. Tobías oyó balar al
animal y dijo a su mujer: "Cuida que no sea producto de un robo;
devuélvelo a los amos"”. Su fidelidad no es tan sólo meritoria
respecto a Dios, sino que tiene la misma delicadeza de conciencia respecto a
los hombres. No fue muy oportuno en su pregunta sobre el cabrito, dudando de
ella. El paralelismo de Tobías con Job es subrayado claramente por el libro,
por la reacción de ambos ante las desgracias que les suceden.
-“Furiosa,
su mujer le injurió”. No hay peor prueba que ese tipo de abandono (Noel
Quesson).
2.
“¡Aleluya! ¡Dichoso el hombre que teme a Yahveh, que en sus mandamientos mucho
se complace!” El salmo va más allá de las desgracias: “Fuerte será en la tierra su estirpe, bendita la raza de los hombres
rectos”. ¿Cómo reaccionamos nosotros ante las pruebas que nos depara la
vida? Hay temporadas en que parece que se acumulan las malas noticias y no
tenemos suerte en nada: salud, vida familiar, trabajo. ¿Nos rebelamos ante
Dios?, ¿o hacemos como Tobías y seguimos confiando en él día tras día?
“No
tiene que temer noticias malas, firme es su corazón, en Yahveh confiado. Seguro está su corazón, no teme: al fin
desafiará a sus adversarios. Con largueza da a los pobres; su justicia por
siempre permanece, su frente se levanta con honor”. Un
cristiano creyente no se muestra agradecido a Dios sólo cuando todo le va bien,
sino también cuando le acontece alguna desgracia. No sólo cuando el ambiente le
ayuda, sino también cuando los comentarios de los demás son irónicos u
hostiles. No pierde el humor ni la esperanza por nada. Deja siempre abierta la
puerta a la confianza en Dios y anima a los que pasan por malos momentos en
lugar de apesumbrarlos (J. Aldazábal).
Llucià Pou Sabaté
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