Sábado
de la 7ª semana de Pascua: Confiar en Jesús y seguirle, proclamar su Reino, es
el camino de la felicidad: el Espíritu Santo viene a darnos esta alegría y
abandono en el amor de Dios
Lectura del santo evangelio según san Juan (21,20-25): Volviéndose Pedro vio
que le seguía aquel discípulo que Jesús amaba, el que en la cena se había
recostado en su pecho y le había preguntado: Señor, ¿quién es el que te entregará? Viéndole Pedro dijo a Jesús: Señor, ¿y éste qué? Jesús le respondió: Si yo quiero que él permanezca hasta que yo
vuelva, ¿a ti qué? Tú sígueme. Por eso surgió entre los hermanos el rumor
de que aquel discípulo no moriría. Pero Jesús no le dijo que no moriría, sino: Si yo quiero que él permanezca hasta que yo
vuelva, ¿a ti qué? Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y
las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero. Hay, además, otras muchas cosas que hizo Jesús, y que si
se escribieran una por una, pienso que ni aun el mundo podría contener los
libros que se tendrían que escribir” (Jn 21,20-25).
1. Pedro acaba de saber por boca de Jesús que será
mártir. Morirá por los años 64-67 en los jardines de Nerón. En el Evangelio de
hoy vemos que pregunta al Señor qué pasará con Juan. Con lo que dice Jesús hoy,
Juan tendrá fama de "inmortal", y llegará de hecho a muy anciano… Dice
S. Ireneo que Juan vivió mucho tiempo, alcanzando el imperio de Trajano
(98-117).
Las palabras de Jesús quiero que resuenen hoy y
siempre en mi corazón: “Tú sígueme”.
Señor, quiero que esto sea lo importante en mi vida: seguirte. Que me convenza
de que todo lo demás es secundario. Quiero seguir tu vida, Jesús: el plan que
me das, mi vocación.
2. Pablo estará con Pedro en Roma. Los Hechos terminan hoy con esta llegada de
Pablo a Roma acompañado por los hermanos de la ciudad, que habían salido a su
encuentro; su situación es arresto domiciliario, y durante dos años puede
enseñar libremente, “con un soldado que le custodiara”. Sin pérdida de tiempo,
emprende la evangelización de Roma.
Convoca a los judíos, les habla primero a ellos, como siempre: “precisamente
por la esperanza de Israel, llevo yo esas cadenas”. Les abre el sentido del
Antiguo Testamento, portador de una "esperanza", que Jesús ha
realizado.
Te pido, Jesús, que sepa leer las Escrituras cada
día, para verte en ellas, para verme, para poder llevarte a los demás: “Pablo
permaneció dos años completos en el lugar que había alquilado y recibía a todos
los que acudían a él. Predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo relativo al
Señor Jesucristo con toda libertad y sin ningún estorbo” (Hch 28,16-20.30-31).
Hoy quedan las ruinas de los Foros y de Templos
romanos. El apostolado de Pablo y los primeros cristianos será una levadura que
fermentará toda la pasta. Señor, que yo sepa proclamar tu «reino», y para esto
te pido que yo te deje «reinar» en mí, para poder hacer realidad el “hágase tu
voluntad así en la tierra como en el cielo”. Hemos visto la conversión de muchos
apóstoles de la fe cristiana: Pedro, Esteban, Felipe, Bernabé, Marcos, y luego
hemos seguido a Pablo por sus correrías. Señor, sé que la historia continúa con
otros protagonistas, que ya no salen en las Escrituras… que continúa con mi
vida, con la vida de los que hoy formamos parte de tu Iglesia, que hoy sigue tu
Espíritu Santo actuando en el mundo. Dame la fe de sentir tu presencia, tu
acción en mí y en los demás.
3. Dios es mi Padre, y me quiere con locura. Me
quiere como soy, con mis pecados y por eso envió a su Hijo, para perdonarme,
para invitarme a vivir como hijo suyo: “El Señor es justo / y ama la justicia;
/ los rectos verán su rostro” (Salmo 10,7). Jesús, tú eres el Buen Pastor que me
buscas como a la oveja descarriada, hasta que me tomas en tus brazos para
llevarme al redil. Que me deje guiar, encontrar, salvar y amar por ti, Señor.
“La alabanza conclusiva refleja la esperanza del justo. Ver el ‘rostro’ de Dios
significa aquí tener libre y confiado acceso a Dios en el Templo, de modo
parecido a como la expresión ‘ver el rostro del rey’ indica en otros pasajes
del Antiguo Testamento poder acceder a
él libre y confiadamente. Jesús en las Bienaventuranzas promete asimismo a los
limpios de corazón que verán a Dios” (Biblia de Navarra). Esta “promesa supera
toda felicidad… en la Escritura, ver es poseer… el que ve a Dios obtiene todos
los bienes que se pueden concebir” (S. Gregorio de Nisa).
Llucià Pou Sabaté
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