Miércoles de la VII
semana del tiempo ordinario. La sabiduría va unida a la apertura a los demás, a
la humildad del corazón
«Juan
le dijo: Maestro, hemos visto a uno expulsando demonios en tu nombre y se lo
hemos prohibido, porque no viene con nosotros. Jesús le contestó: No se lo
prohibáis, pues no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda a
continuación hablar mal de mí: el que no está contra nosotros, está con
nosotros.»(Marcos 9, 38-40)
1. "Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba a los espíritus
impuros, pero que no es de los nuestros y se lo hemos prohibido”.
Decididamente, ¡cuán enzarzados se hallan todos en cuestiones de prelaciones,
de envidias, de mezquindades! Jesús acaba de anunciar su Pasión en la que se
hará el "último de los servidores"..., ha aconsejado a sus discípulos
hacerse servidores y no buscar los primeros sitios. Y he aquí que la reacción
de Juan, uno de los mejores, es una reacción de dominio, una voluntad de poder,
una preocupación de conservar un monopolio; ¡quisiera guardar para él solo,
acaparar para el grupo de los Doce el poder de Cristo! No juzguemos a los
apóstoles, no juzguemos a nadie. Sería demasiado fácil, ya lo hemos dicho,
aplicar el evangelio... a los demás. ¿Quién de nosotros no ha tenido alguna vez
esos sectarismos de grupo? La capa de la solidaridad y de la defensa del bien
común de nuestro medio ambiente, ¿no resulta a veces que de hecho estamos
defendiendo nuestros propios intereses? ¿Quién de nosotros no ha buscado, algún
que otro día, conservar ventajas adquiridas, impidiendo así que otros probaran
su suerte?
-“Este hombre
no está con nosotros, no es de los nuestros...” No forma parte de nuestro
grupo. Y sin embargo... hace el bien, ¡expulsa
los demonios en tu Nombre! Esta situación es muy frecuente y muy actual en
la Iglesia de hoy. Sí, la gracia de Cristo actúa más allá de las estructuras
visibles de Iglesia. Hombres y mujeres, como en tiempo de Jesús, no forman
parte del grupo de discípulos y no obstante actúan en nombre de Jesús.
-“No se lo
prohibáis”. He aquí la respuesta de Jesús. –“Pues ninguno que haga un milagro en mi nombre, hablará luego mal de mí”.
Trabajar para Cristo, actuar en el mismo sentido que actuaba Cristo, es ya una
cosa buena... que permite caminar hacia un conocimiento y una palabra conformes
a Cristo. No es este el único pasaje del evangelio en el que Jesús da valor a
la acción. Para muchos hombres de nuestro tiempo, es también por la acción
recta, por el compromiso serio según la propia conciencia... que podrá
instaurarse una pedagogía de la fe que llevará al descubrimiento más explícito
de Cristo.
-“El que no
está contra nosotros, está con nosotros”. Esto va en el mismo sentido… apertura
total. Jesús invita a sus discípulos a confiar en el Espíritu Santo. La Iglesia
actual, siguiendo a Jesús, quiere ser ampliamente abierta. El último Concilio
voluntariamente renunció a hacer ninguna condena: ¿creo efectivamente que Dios
actúa en todas partes? ¿Y que el Espíritu no es propiedad de ningún grupo? ¿Ni
de ninguna estructura? El Espíritu sopla donde quiere. ¡No se lo impidamos! (Noel
Quesson).
«Además,
muchos elementos de santificación y de verdad existen fuera de los límites
visibles de la Iglesia católica: la palabra de Dios escrita, la vida de la
gracia, la fe, la esperanza y la caridad y otros dones interiores del Espíritu
Santo y los elementos visibles. El Espíritu de Cristo se sirve de estas
Iglesias y comunidades eclesiales como medios de salvación cuya fuerza viene de
la plenitud de gracia y de verdad que Cristo ha confiado a la Iglesia católica.
Todos estos bienes provienen de Cristo y conducen a Él y de por sí impelen a la
unidad católica» (Catecismo
819)
«Ama y practica la caridad, sin límites y sin
discriminaciones, porque es la virtud que nos caracteriza a los discípulos del
Maestro. -Sin embargo, esa caridad no puede llevarte -dejaría de ser virtud- a
amortiguar la fe, a quitar las aristas que la definen, a dulcificaría hasta
convertirla, como algunos pretenden, en algo amorfo que no tiene la fuerza y el
poder de Dios»( J. Escrivá, Forja 456).
2. –“La sabiduría exalta a sus hijos y cuida de
los que la buscan. El que la ama, ama la vida. Los que la buscan desde la
aurora, serán colmados de gozo. El que la posee tendrá la gloria en herencia,
dondequiera que él entre, le bendecirá el Señor”. La sabiduría es como una madre que instruye a sus hijos, una maestra que busca
el bien de sus discípulos, que les sale al encuentro, que les guía
disimuladamente y les revela sus secretos. Actúa como mediadora entre Dios y
los creyentes.
La sabiduría es fuente de «vida», de
«gozo» y de «felicidad»… ¿«Amo yo la vida», según la invitación de ese pasaje
de la Escritura? ¿Deseo ávidamente
la sabiduría, hasta el punto de «andar
buscándola desde la aurora»? ¡Inestimable valor de la mañana! Un nuevo día
empieza para mí, para el mundo. ¿Cómo empleo esos primeros minutos de mi jornada?
¿Son para mí un instante de plenitud y de orientación?
-“Los que
sirven a la Sabiduría, rinden culto al Dios santo. A los que la aman, los ama
el Señor”. «Servir» a la Sabiduría... «Amar» a la Sabiduría... Es todo un
estilo de vida. Este arte de vivir, este humanismo no es solamente privilegio
de los creyentes. A todos… ¡el Señor «les» ama! El autor de esas frases vivía en pleno mundo helenístico pagano, y
sabía admirar la sabiduría de las culturas de su tiempo; pero sabía también
vincularlas a su propia visión religiosa. ¿Tengo yo esa misma tendencia
profunda y equilibrada, que me facilitaría a la vez: reconocer los valores humanos vividos por tantos hombres de HOY... y hacer patente su relación a Dios de
quien esos valores emanan y a quien rinden un verdadero culto: «la gloria de
Dios es el hombre vivo»? La finalidad de la «revisión de vida» es la de
habituarnos a tener esa doble mirada, a la vez humana y divina.
-“El que
escucha la sabiduría... El que la sigue... El que a ella se confía... Al
principio le llevará por recovecos, le hará sentir timidez, miedo y pavor; con
su disciplina le atormentará hasta obtener su confianza... mas luego le
conducirá al camino recto, le regocijará y le revelará sus secretos”. Hay
en todo ello una idea muy interesante: la experiencia de la «búsqueda». Ser
sabio no es una posesión orgullosa y de una vez para siempre. No hay peor error
que creerse definitivamente seguro de poseer la verdad. Ser sabio, es, ante
todo, «aceptar el aprendizaje», es «revisar» lo que uno sabe, «permanecer
abierto a los progresos» es «aceptar los límites de la propia sabiduría» ¡para
continuar buscando!
Ben Sirac llega hasta a hablar del «tormento» de la
búsqueda. Querer comprender mejor el mundo, querer comprender mejor a Dios, no
es un reposar... es una aventura. Requiere esfuerzo, una ruda «disciplina»...
al final de los cuales se encuentra el gozo y el conocimiento de los «secretos
del mundo».
-“La
sabiduría le revelará sus secretos”. ¡Un secreto! Algo precioso, pero
escondido, no aparente ni evidente. Hay que ir más allá de la superficialidad
de las cosas hasta llegar a su núcleo más profundo. Condúcenos, Señor, hasta lo
esencial. Revélanos tus secretos. Líbranos de las falsas soluciones y de las
seguridades a corto término. Danos esa Sabiduría que proviene de Ti. Que
nuestra luz sea tu Evangelio (Noel Quesson).
3. Al oir esta descripción de la sabiduría no
podemos dejar de pensar que para nosotros, cristianos, la sabiduría de Dios nos
está bien cercana y continuamente presente en Cristo Jesús, el Maestro, la
Palabra viviente de Dios, que nos invita a seguirle, que nos acompaña en
nuestro camino, que nos ayuda a discernir y a ver las cosas y los
acontecimientos desde los ojos mismos de Dios: «Yo soy el camino y la verdad y la vida». Si hacemos caso a este
Maestro, atesoramos su Palabra y la llevamos a nuestra vida, estamos en el
camino de la verdadera felicidad.
A la larga, el que edifica sobre la sabiduría de
Dios, y no sobre la del mundo o el propio capricho o los gustos de moda, tendrá
ocasión de decir con el salmo: «mucha
paz tienen, Señor, los que aman tus leyes», porque edifica sobre roca.
Llucià Pou Sabaté
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