jueves, 30 de mayo de 2013

Viernes de la semana 8 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
La “higuera seca” es un estimulo para dar fruto, con la oración y el amor manifestado en las buenas obras.
«Al día siguiente, cuando salían de Betania, sintió hambre. Al ver de lejos una higuera que tenía hojas, se acercó por si encontraba algo en ella, y cuando llegó no encontró más que hojas, pues no era tiempo de higos. E increpándola, dijo: Nunca jamás coma nadie fruto de ti. Y sus discípulos lo estaban escuchando.Por la mañana, al pasar vieron que la higuera se había secado de raíz. Y acordándose Pedro, le dijo. “Rabbí, mira, la higuera que maldijiste se ha secado.” Jesús les contestó: “Tened fe en Dios. En verdad os digo que cualquiera que diga a este monte: Arráncate y échate al mar sin dudar en su corazón, sino creyendo que se hará lo que dice, le será concedido. Por tanto os digo: todo cuanto pidáis en la oración, creed que ya lo recibisteis y se os concederá. Y cuando os pongáis de pie para orar perdonad si tenéis algo contra alguno, a fin de que también vuestro Padre que está en los Cielos os perdone vuestros pecados”. (Marcos 11, 12-14, 20-26)
1. Jesús “sintió hambre”. ¡Qué humano eres, Señor! Tienes también hambre de nuestro amor, y quiero corresponder mejor a partir de hoy. Aquel día, al no encontrar más que hojas en aquella higuera, le dijiste: -nunca jamás coma nadie de ti.»” Jesús, esta maldición es un enigma para mí, la explicarás más tarde, con la "purificación" del Templo, cuando entraste en él y echaste a los cambistas. Quizá quieres decirme que el culto del templo era falaz, y que en nombre de Dios oprimían al extranjero, al huérfano y a la viuda, pues citaste al profeta: “Robáis, matáis y venís luego a poneros delante de mí... ¿Es este Templo una cueva de bandidos?” Y citas también: "Ya no habrá más mercaderes en el templo del Señor, en ese día".
Y los instruías, diciendo: -“¿No está escrito: "Mi casa se llamará casa de oración para todos los pueblos?” Entiendo que lo de la higuera va unido a que demos fruto de oración auténtica, y no seamos como ellos una «cueva de bandidos» y de ajetreo de cosas y comercio. Señor, te pido que me ayudes a cuidar mi vida de oración, para tener más fe. Así les dijiste al día siguiente, al ver la higuera seca: -«Tened fe en Dios. Os aseguro que si uno dice a este monte: "Quítate de ahí y tírate al mar", no con dudas, sino con fe en que sucederá lo que dice, lo obtendrá”. Ahora entiendo que estás hablando de oración, pues sigues diciendo: “Cualquier cosa que pidáis en la oración, creed que os la han concedido, y la obtendréis”.
Veo también que la oración va unida al amor y su fruto más alto, el perdón: “Y cuando os pongáis a orar, perdonad lo que tengáis contra otros, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras culpas» (Marcos 11,11-26).
Fe es esperar de Dios, no de nosotros mismos ni de nuestras obras. La fe lleva a los frutos de amor, cito a continuación algún párrafo de San Josemaría: “Jesús maldice este árbol, porque ha hallado solamente apariencia de fecundidad, follaje. Así aprendemos que no hay excusa para la ineficacia. Quizá dicen: no tengo conocimientos suficientes… ¡No hay excusa! O afirman: es que la enfermedad, es que mi talento no es grande, es que no son favorables las condiciones, es que el ambiente… ¡No valen tampoco esas excusas! ¡Ay del que se adorna con la hojarasca de un falso apostolado, del que ostenta la frondosidad de una aparente vida fecunda, sin intentos sinceros de lograr fruto! Parece que aprovecha el tiempo, que se mueve, que organiza, que inventa un modo nuevo de resolver todo… Pero es improductivo. Nadie se alimentará con sus obras sin jugo sobrenatural”.
Te pedimos, Señor, “que seamos almas dispuestas a trabajar con heroísmo feraz. Porque no faltan en la tierra muchos, en los que, cuando se acercan las criaturas, descubren sólo hojas: grandes, relucientes, lustrosas. Sólo follaje, exclusivamente eso, y nada más. Y las almas nos miran con la esperanza de saciar su hambre, que es hambre de Dios. No es posible olvidar que contamos con todos los medios: con la doctrina suficiente y con la gracia del Señor, a pesar de nuestras miserias”.
Te pedimos, Señor, aprovechar las ocasiones que nos concedes. “No existen fechas malas o inoportunas: todos los días son buenos, para servir a Dios. Sólo surgen las malas jornadas cuando el hombre las malogra con su ausencia de fe, con su pereza, con su desidia que le inclina a no trabajar con Dios, por Dios. ¡Alabaré al Señor, en cualquier ocasión! El tiempo es un tesoro que se va, que se escapa, que discurre por nuestras manos como el agua por las peñas altas. Ayer pasó, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otro ayer. La duración de una vida es muy corta. Pero, ¡cuánto puede realizarse en este pequeño espacio, por amor de Dios!”
Recuerdo un amigo, hace muchos años, que quedó impactado por estas palabras, decía que hacía mucho tiempo que no veía un cura y no se confesaba, que se dejaba ir por la poltronería y la dejadez, lo más placentero… no estaba contento de sí mismo. Al leer esas palabras del comentario de la escena de la higuera que no daba frutos y que quedaba seca, fue a confesarse y se quedó en paz. “No nos servirá ninguna disculpa. El Señor se ha prodigado con nosotros: nos ha instruido pacientemente; nos ha explicado sus preceptos con parábolas, y nos ha insistido sin descanso. Como a Felipe, puede preguntarnos: hace años que estoy con vosotros, ¿y aún no me habéis conocido? Ha llegado el momento de trabajar de verdad, de ocupar todos los instantes de la jornada, de soportar -gustosamente y con alegría- el peso del día y del calor”.
2. En este último pasaje de la carta de san Pedro, se nos habla también de aprovechar el tiempo: «El fin de todas las cosas está cercano: sed, pues, moderados y sobrios, para poder orar». Ayúdame, Señor, a que mi oración vaya acompañada de un estilo de vida sobrio y moderado, y sobre todo de amor a los demás, practicar la hospitalidad, ofrecer los talentos que me has dado en servicio a mis hermanos: “Ante todo, mantened en tensión el amor mutuo, porque el amor cubre la multitud de los pecados. Ofreceos mutuamente hospitalidad, sin protestar. Que cada uno, con el don que ha recibido, se ponga al servicio de los demás, como buenos administradores de la múltiple gracia de Dios”. Señor, que la caridad cubra mis pecados.
El que toma la palabra, que hable palabra de Dios. El que se dedica al servicio, que lo haga en virtud del encargo recibido de Dios”.
Y así “Dios será glorificado en todo”, también en las dificultades, este “fuego abrasador que os pone a prueba”. Señor, te pido que éstas no nos hagan perder la alegría: “Estad alegres cuando compartís los padecimientos de Cristo, para que, cuando se manifieste su gloria, reboséis de gozo” (1 Pedro 4,7-13). La cruz en forma de dificultades no ha cesado en aquel tiempo de san Pedro, hasta el nuestro, a lo largo de la historia.
3. Por eso, terminamos alabando a Dios con el salmo: “Llega el Señor a regir la tierra. Decid a los pueblos: "El Señor es rey, / él afianzó el orbe, y no se moverá; / él gobierna a los pueblos rectamente."
Contemplamos la salvación llevada a cabo por Jesús, con su obra redentora: “Alégrese el cielo, goce la tierra, / retumbe el mar y cuanto lo llena; / vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, / aclamen los árboles del bosque” (95,10-13).

Llucià Pou Sabaté

miércoles, 29 de mayo de 2013

Miércoles de la semana 8 de tiempo ordinario

Meditaciones de la semana
en Word y en PDB
Jesús sube a Jerusalén, va a ser entregado por nosotros: “Os rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto”.
«Iban de camino subiendo a Jerusalén. Jesús los precedía y estaban admirados; ellos le seguían con temor. Tomando aparte de nuevo a los doce, comenzó a decirles lo que le iba a suceder: Mirad que subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles; se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo matarán, pero a los tres días resucitará.Entonces se acercan a él Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, diciéndole: Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a pedir Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Y ellos le contestaron: Concédenos sentarnos uno a tu derecha y otro a tu izquierda en tu gloria. Y Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber el cáliz que yo bebo, o recibir el bautismo con que yo soy bautizado? Y ellos le respondieron: Podemos. Jesús les dijo: Beberéis el cáliz que yo bebo y recibiréis el bautismo con que yo soy bautizado; pero sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es cosa mía concederlo, sino que es para quienes está dispuesto.Al oír esto los diez comenzaron a indignarse contra Santiago y Juan. Entonces Jesús, llamándoles, les dijo: Sabéis que los que figuran como jefes de los pueblos los oprimen, y los poderosos los avasallan. No ha de ser así entre vosotros; por el contrario, quien quiera llegar a ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor; y quien entre vosotros quiera ser el primero, sea esclavo de todos: porque el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en redención por muchos.» (Marcos 10, 32-45)
1. Este tercer anuncio de la pasión de Jesús nos muestra el cumplimiento de las promesas mesiánicas. Jesús está en el camino hacia Jerusalén, camino hacia la entrega de su pasión y muerte, por eso dice: «se burlarán de él; le escupirán, lo azotarán y lo matarán». Los discípulos le seguirán en ese camino. Les anuncia su muerte, pero los discípulos no entendían nada. Se distraen en pedir los primeros puestos en el Reino. Santiago y Juan se acercaron a Jesús... "Concédenos sentarnos el uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria." Jesús les respondió: "No sabéis lo que pedís." Llenos de vanidad, quieren los mejores sitios… como yo tantas veces, por eso quiero escuchar sus palabras con atención:
-"¿Podéis beber el cáliz que Yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que Yo he de ser bautizado?" Ayúdame a entenderte, Señor, a saber que a la gloria se llega por la cruz, no por el éxito o los mejores sitios. Les hablas de la copa amarga de la Pasión, del bautismo en la muerte. Y Santiago será precisamente el primero en sufrir el martirio por Cristo. Los otros se indignaron contra Santiago y Juan… quizá se indignan porque tienen la misma "ambición".
Te pido, Jesús, que no ambicione yo puestos de honor, que aprenda la lección de servicio que nos das: «el Hijo del Hombre no ha venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos». Te pido entender la autoridad no como la de «los que son reconocidos como jefes de los pueblos», que dices que a los demás «los tiranizan y los oprimen». Ayúdame a imitar tu vida, a entender que «el que quiera ser primero, sea esclavo de todos». ¿Sabes? Me cuesta el dolor y sufrimiento necesarios, a veces los rechazo, y me gusta el placer inmediato: ayúdame a que quiera seguirte por el camino estrecho, como me pides al que es tuyo: «que cargue cada día con su cruz y me siga».
Todo lo que es grande, cuesta… “Jesús, te has estado preparando para tu Pasión durante toda tu vida.
Pero ahora, el momento está cerca.
Calladamente -tal vez sólo la Virgen se da cuenta- estás sufriendo ya todos esos dolores que te esperan, esa agonía que tendrá su punto álgido en el huerto de los olivos, pero que se ha ido fraguando poco a poco a medida que se acerca tu hora.
De alguna manera estás ya clavado en la Cruz, sufriendo voluntariamente por mí.
Y yo no me entero: como Santiago y Juan, me acerco a Ti buscando mis intereses personales” (P. Cardona).
2. Pedro habla de que el bautismo que nos da Jesús es “rescate” de esclavitud. Te doy gracias, Jesús, por sacarme de la antigua vida, y volver a nacer de Ti. Gracias por rescatarme, por haber pagado un precio por mi liberación: con su propia sangre.
Ayúdame a vivir lo que sigues pidiéndome hoy, pues nos dices que si «habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra esperanza», si hemos nacido de Ti, soy hermano de los demás, he de quererlos, como mandas: «habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e intensamente».
Veo con claridad que mi vida tiene como centro el amor, a Dios y a los demás: soy “yo” mismo cuando me uno a Ti, Jesús, y cuando amo a los demás. En esto está todo, y veo que las otras palabras son «como flor campestre: se agosta la hierba, la flor se cae, pero la Palabra del Señor permanece para siempre». Tu Palabra es firme, Señor: ayúdame a construir sobre ella, para edificar mi vida para siempre.
Esta catequesis del "bautismo", que hizo San Pedro, es una buena meditación para hacer memoria de mi bautismo, por ejemplo con el uso del agua bendita. Es una manera de actualizar ese "vivir delante de Dios y con Dios", tomar presencia de mi Padre y de que he de comportarme como hijo suyo. En mi familia, los padres en el trato con el su cónyuge y con sus hijos, y los hijos con los padres y hermanos. Ser bautizado, es vivir ese sueño de Dios, su proyecto de salvación con nosotros.
“Habéis santificado vuestras almas obedeciendo a la verdad, para amaros sinceramente como hermanos”. Señor, ayúdame a vivir esta santidad, esta obediencia a la verdad de esta «vida nueva» bautismal, este amor fraterno...: “Amaos intensamente unos a otros con corazón puro, pues habéis sido reengendrados de un germen no corruptible: la Palabra de Dios viva y permanente”. Pienso que amar es tener tu «germen», Señor, que va creciendo y cuanto más sea yo Tuyo, más podré amar por participar más de tu ser Dios-Amor...
3. Quiero terminar con el canto de hoy: “Glorifica al Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que… ha bendecido a tus hijos dentro de ti”. Pienso en el canto de nuestra Madre Santa María, que hizo posible esta obra. Sé que si soy dócil a tus inspiraciones, Señor, también podré yo ayudarte en tu obra: “Ha puesto paz en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra, y su palabra corre veloz. Anuncia su palabra…” (Salmo 147,12-15.19-20).
Llucià Pou Sabaté
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martes, 28 de mayo de 2013

Martes de la semana 8 de tiempo ordinario

Jesús nos trae la salvación, y si nos entregamos como Él, recibiremos cien veces más y la vida eterna
«Comenzó Pedro a decirle: Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús respondió: En verdad os digo que no hay nadie que habiendo dejado casa, hermanos o hermanas, o madre o padre, o hijos o campos por mí y por el Evangelio, no reciba en esta vida cien veces más en casas, hermanos, hermanas, madres, hijos y campos, con persecuciones; y, en el siglo venidero, la vida eterna. Porque muchos primeros serán últimos, y muchos últimos serán primeros.» (Marcos 10, 28-31)
1. Ayer vimos al joven rico marchar triste, sin decidirse a seguir a Jesús. Luego, Pedro, que sí le ha seguido, pregunta: «Ya ves que nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido». Mateo lo completa: ¿qué recibiremos en cambio?
La respuesta de Jesús nos llena de esperanza para quien se entrega a Dios: «Recibirá en este tiempo cien veces más y en la edad futura vida eterna». No habla Jesús de tantos por ciento, sino que en la nueva familia que se crea en torno a Jesús, dejamos un hermano y encontramos cien. Es la familia: «¿Quién es mi madre y mis hermanos? Quien cumple la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre» (Mc 3,34s).
Una madre no pregunta cuánto le van a pagar por su trabajo, ni un amigo pone precio a un favor, ni Jesús pasa factura por su entrega en la cruz. Señor, yo todavía quiero honores, que me valoren: ayúdame a madurar en la fe, a ejemplo de tantos laicos en medio del mundo, entregados al apostolado, de sacerdotes que hacen presente a Jesús en nuestro mundo, de religiosos dentro de una comunidad, de misioneros… tantos que han abandonado esa familia biológica, para vivir tu misma vida, Jesús. Vivir tu felicidad… con algunas persecuciones. Además, sin renuncia aparece el egoísmo en sus formas de comodidad, pasiones varias e intereses, orgullo, que hacen daño. En cambio, la generosidad vence todo mal: «Este es el índice para que el alma pueda conocer con claridad si ama a Dios o no, con amor puro. Si le ama, su corazón no se centrará en sí misma, ni estará atenta a conseguir sus gustos y conveniencias. Se dedicará por completo a buscar la honra y gloria de Dios y a darle gusto a Él. Cuanto más tiene corazón para si misma menos lo tiene para Dios» (San Juan de la Cruz).
-“Muchos de los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros”. En economía se dice que hay que ir atentos a no crecer de manera imprudente y desmesurada en la empresa, pues alguien que vive bien con su familia puede vivir luego mal para mantener los costes de esa ampliación. Así también no podemos polarizar nuestra vida para proyectos materiales, pues solo el amor explica el motivo de una vida, y el amor de Dios es lo que da sentido a todo. Pero en el campo de las intenciones, es difícil conocer quien es el primero y cuál el último, por eso el último puede ser el primero.
Todos los verdaderos pobres son ricos. "¿No os parece rico, exclama S. Ambrosio, el que tiene la paz del alma, la tranquilidad y el reposo, el que nada desea, no se turba por nada, no se disgusta por las cosas que tiene desde largo tiempo, y no las busca nuevas?".
2. Vemos hoy que el sacrificio no ha de ser externo con muerte de animales, sino que se va preparando el que Jesús nos trae con su obediencia al Padre y su amor por la humanidad.
-“Observar la ley es hacer muchas ofrendas. Atender a los mandamientos es hacer sacrificios de comunión”. El sacrificio grato a Dios es la vida recta del hombre, sus esfuerzos para cumplir los mandamientos de Dios.
-“Dar gracias es hacer oblación de flor de harina. Hacer limosna es ofrecer sacrificios de alabanza”. La alegría en la vida es la verdadera acción de gracias a Dios. El amor-caridad en la vida es la verdadera alabanza a Dios.
-“Desviarse del mal, agrada al Señor. Apartarse de la injusticia, es un sacrificio de expiación”. Siempre la misma idea: el verdadero culto no es la sucesión de los ritos escrupulosamente cumplidos... ¡es la vida cotidiana! Aparte de la misa del domingo, se celebra la misa, la liturgia, en la calle, en las casas, en las escuelas, en los ambientes de trabajo todos los días de la semana para: apartarse del mal, combatir la injusticia... Señor, ayuda a cada uno de los cristianos a redescubrir sin cesar el valor de su vida cotidiana como «ofrenda espiritual» y como culto verdadero. San Pablo repitió esa misma idea: «Os exhorto, hermanos a que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa, agradable a Dios, tal será vuestro sacrificio espiritual» (Rm 12,1-2).
-“No vayas con las manos vacías ante la presencia del Señor...” Los ritos son necesarios, claro está, pero adquieren valor cuando se les confiere un contenido real: el ofertorio de una misa va unida a una vida de responsabilidad. El pan y el vino, «frutos de la tierra y del trabajo del hombre» de hecho no son más que representantes de esta vida cotidiana. ¡No vengas con las manos vacías!
-“En todos tus dones, muestra un rostro alegre, consagra los diezmos con contento”. San Pablo, también dirá que "Dios ama al que da con alegría" (2 Co 9,7). ¿Tienen nuestras liturgias ese carácter alegre?
-“Da con mirada generosa, según tus posibilidades”. La ofrenda ritual debería ser la que corresponde a nuestra vida.
-“No busques ganarte a Dios con presentes. Porque el Señor es un juez que no hace acepción de personas”. Ser desinteresado. El culto no es un regateo «doy para que me des" (Noel Quesson).
3. El salmo, como siempre, hace eco a esta palabra: «escucha, pueblo mío: no te reprocho tus sacrificios, pues siempre están tus holocaustos ante mi», «ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos... al que sigue buen camino, le haré ver la salvación de Dios». La caridad es la piedra de toque, como «la prueba de nueve», para saber si los sacrificios rituales son sólo apariencia o vienen de lo más profundo. Podíamos pensar, equivocadamente, que con unas oraciones o unas limosnas al templo ya agradamos a Dios y somos buenos cristianos. Haremos bien en hacer caso al sabio Sirácida. Está bien que recemos y llevemos medallas y ofrezcamos sacrificios a Dios. Pero todo esto debe ir acompañado de lo que él afirma que es la verdadera religión: cumplir la voluntad de Dios, hacer favores al prójimo, dar limosna a los pobres, apartarse del mal, hacer el bien, ser justo. Está bien que ofrezcamos cosas. Pero sobre todo debemos ofrecernos nosotros mismos. Como hizo Jesús, que no ofrecía en el Templo dinero o corderos, sino que se entregó a sí mismo en el altar de la cruz (J. Aldazábal).
El autor de la carta a los Hebreos pone este salmo en labios de Cristo para definir la naturaleza del sacrificio de la cruz: "Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has formado un cuerpo, Holocaustos y sacrificios por el pecado no te agradaron. Entonces dije: ¡He aquí que vengo a hacer, oh Dios, tu voluntad!" (Hb 10,5-9).
Llucià Pou Sabaté


lunes, 27 de mayo de 2013

Lunes de la semana 8 de tiempo ordinario
Dios nos invita a la conversión, hasta una entrega radical, vivir aquella invitación de Jesús: “Vende lo que tienes y sígueme”
 «Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y arrodillado ante él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios. Ya conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre. Él respondió: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia. Y Jesús, fijando en él su mirada, se prendó de él y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo; luego ven y sígueme. Pero él, afligido por estas palabras, se marchó triste, pues tenía muchos bienes.» (Marcos 10, 17-22)
1. Así que salió Jesús para ponerse en camino... un hombre corrió hacia él y arrodillándose a sus pies le dice: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?" Escena muy viva. Un hombre de deseos e inquietudes: corre... se lanza de rodillas a sus pies... sin aliento, le pregunta. Esta, su pregunta, es ¡la pregunta esencial!
Lo primero que hace Jesús es declarar: -"¿Por qué me llamas "Bueno"? Nadie es "Bueno" sino solo Dios”. Sólo Dios es bueno. Jesús, quiero saber cómo ser bueno, más de Dios, como Tú…
Jesús le recuerda luego: -“Tú sabes los mandamientos”... y le cita algunos; el chico responde: “Maestro, los he observado desde mi juventud... ¿qué más me falta?” No está contento con estar en regla, con cumplir la Ley. Le falta algo más… Señor, yo también quiero saber qué quieres que haga, cómo tener paz en las inquietudes de mi corazón, como tener la vida eterna.
-“Jesús mirándolo le mostró afecto y le dijo”... La mirada de Jesús también es sobre mí. Trato de imaginarla que se posa también sobre mí... sobre aquellos con los que convivo, con los que tengo a mi cargo... El afecto de Jesús es amor, afecto sanante, salvación. Y todas sus palabras también.
-"Una sola cosa te falta: Vete, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego ¡ven y sígueme!" Si me ponen una multa de tráfico, o pierdo un Ipod por el monte, ¡qué disgusto! Es porque todavía me dejo llevar por el “tener”, y Jesús revoluciona ese orden de cosas: nos hace pasar al “ser”. Cuando estamos en contacto con la enfermedad, vemos que la salud es mucho mejor que todas esas cosas. Jesús, te pido que me entere de ese espíritu: sustituir el afán de tener por el ser, el tener cosas por el amar, el dinero por la salud, sobre todo la salud espiritual que es la salvación.
Señor, que sepa vivir en el ambiente de la llamada a los Apóstoles, dejarlo todo y seguirte, como dijiste tantas veces que ganamos la vida al perderla, al renunciar a nosotros mismos. Tú nos indicas que vale la pena darlo todo, seguirte de cerca, en una formidable aventura, con riesgo, que por la fe sabemos que estás Tú para todo y estoy así seguro. Señor, ayúdame a ver mi vocación, llámame como a ese rico, que quiero “dejarme pescar”, porque “sólo Tú tienes palabras de vida eterna”, ayúdame a responder que sí a lo que deseas... Jesús, sé Tú mi «pescador», que me libere de mi vida anodina, de pecado. Dame “eso” que “me falta”.
Ayúdame también, Jesús, a mostrar a otros este camino de amor, de tu seguimiento, y que no tenga miedo de hablarles de mi experiencia, del camino tuyo, que es de felicidad. «Y ya que en su voluntad está la vida, no podemos dudar lo más mínimo de que nada encontraremos que nos sea más útil y provechoso que aquello que concuerda con el querer divino. Por tanto, si en verdad queremos conservar la vida de nuestra alma, procuremos con solicitud no desviarnos en lo más mínimo de la voluntad de Dios» (San Bernardo).
El diálogo acaba “mal”, pues ese hombre con inquietudes –“se marchó triste porque tenía mucha hacienda... Jesús, mirando en tomo suyo dijo a sus discípulos: "¡Cuán difícilmente entrarán en el Reino de Dios, los que poseen riquezas!"” Este hombre, luego volvería, al cabo del tiempo, quizá cuando ya tenía su familia, y también tuvo un lugar entre los primeros cristianos. No pudo ser de los primeros, pero no perdemos el tren cuando dejamos la invitación del Señor, sino que nos manda un tren cada día, en cada momento. En las cosas de amor, el castigo no está en que la vida sea un infierno, sino en que se pierde ese tiempo de amar, en el que está el premio, que es ya el cielo, aquí, y luego en la eternidad, según nuestra capacidad de amar, la anchura de nuestro corazón. Por eso te pido, Señor, que no quede yo «solo y triste» como ese cobarde, que no pierda esa ocasión que me das hoy para ser feliz.
Jesús continuó: "Es más fácil a un camello pasar por el agujero de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios". Los discípulos, algo desanimados, decían entre sí: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús, conociendo lo que pensaban, dijo: “A los hombres sí les es imposible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible". Señor, que no busque ya más seguridades en esta vida que la de tu amor.
2. -“A los que se convierten, Dios les abre el camino de retorno”: la conversión es un «retorno». La parábola del hijo pródigo ilustrará esa imagen de modo inolvidable. El pecado es como un alejamiento. Se establecen distancias. Se abandona la casa paterna. Ahora sabemos que el «padre» es el primero en sufrir. La conversión implica un doble movimiento: el movimiento del pecador que se «vuelve» hacia Dios... Ia libertad; y el movimiento de Dios que «abre el camino del retorno»... Ia gracia.
Con frecuencia experimentamos la incapacidad de cambiarnos a nosotros mismos por solas nuestras fuerzas. ¡Pues bien! Hay que empezar haciendo lo que está de nuestra parte, iniciar un gesto en dirección al retorno...
-“Consuela a los que perdieron la esperanza”. Todo sucede como si de hecho Dios estuviera allí esperando nuestro primer movimiento, para terminarlo, dándole el empuje suplementario. Señor, ven a completar el esfuerzo de mi voluntad demasiado débil para perseverar. Cuando lo hemos hecho todo como si no esperásemos nada de Dios, es preciso aún esperarlo todo de Dios, como si no hubiésemos hecho nada por nosotros mismos. «Pero, ¡si ya he procurado tantas veces luchar contra tal pecado!» -«Conviértete al Señor, suplica ante su faz
Evita las ocasiones de pecar. A menudo, el único medio de salir victoriosos es ¡la huida! Esto pertenece también a la sabiduría popular. El que se pone en las ocasiones de pecado, caerá en él. De ahí la importancia del ambiente, que facilita una vida virtuosa o la hace muy difícil. HOY se habla mucho del entorno. Ahora bien, existe un entorno moral. Cuando el mal surge a la vista, cuando las ocasiones son fáciles, es comprensible que los seres más frágiles no las resistan. Por sí mismo es evidente que un cierto estilo de vida que evite las ocasiones de pecado, facilita llevar una vida sana.
Rehúye el pecado... Apártate de la injusticia. Detesta lo que es abominable. Es el combate «en directo». La vida humana no puede ser una especie de quietud dulce y tranquila. No hay que saber solamente «huir» del mal, sino «afrontarlo». ¿Tengo yo el valor de comprometerme? Dame, Señor, valor para combatir.
-“Es el que vive y goza de salud quien alaba al Señor”. El hombre que goza de buena salud moral es el «viviente que alaba al Señor». Y es lo que Dios espera: ese hombre vigoroso que alaba al Creador. Dios quiere la vida, la apertura, la salud, el vigor. Señor, ¡haz de nosotros unos vivientes, de vida sana! (Noel Quesson).
3. El motivo fundamental con el que quiere animar a los pecadores a que se conviertan es la bondad de Dios: «A los que se arrepienten Dios los deja volver... qué grande es la misericordia del Señor y su perdón para los que vuelven a él». Por tanto nuestra actitud más sabia es la de convertirnos: o sea, «volver», «retornar a Dios», «abandonar el pecado», «alejarnos de la injusticia y de la idolatría». A eso nos invita también el salmo, que rezuma confianza en la bondad perdonadora de Dios y que podríamos rezar hoy por nuestra cuenta, por ejemplo después de la comunión: «Dichoso el hombre a quien el Señor no le apunta el delito... tú perdonaste mi culpa y mi pecado... tú eres mi refugio, me rodeas de cantos de liberación».
Eso lo debemos hacer también los que sencillamente andamos distraídos, mirando hacia otro lado o caminando por otros caminos; los que podemos haber caído en la mediocridad, en la rutina y en la dejadez espiritual (J. Aldazábal). El Sacramento de la reconciliación y mostrar nosotros esa misericordia que Dios nos da, con nuestra vida hacia el perdón de los que nos ofenden, será el modo de vivir el espíritu que hoy se nos propone.
Llucià Pou Sabaté


domingo, 26 de mayo de 2013


Solemnidad de la Santísima Trinidad (C)
Dios vive en nosotros, con nosotros: Jesús enviado por el Padre nos deja su Espíritu Santo y así las Tres divinas Personas viven en nuestra alma de hijos de Dios y podemos gozar ya del cielo en la esperanza
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros” (Juan 16,12–15).
1. Jesús nos revela la Santísima Trinidad: -“Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora: cuando venga él, el Espíritu de la Verdad, os guiará hasta la verdad plena”.  Jesús se despide abriendo su corazón, dando a conocer los misterios de su divinidad, aunque les dice que más tarde entenderán bien lo que ahora no llegan… de hecho el mismo Evangelio de san Juan es como un esquema ya desarrollado por la primitiva Iglesia, donde algunas palabras de Jesús se van desarrollando en la fe que va ilustrando el mismo Espíritu.
“El Espíritu Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. El me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando”. Esa profundización en el conocimiento de la persona, del mensaje y de la obra del Maestro será posible únicamente bajo el influjo del Espíritu Santo. Fruto de esa comprensión interior son las cartas de Pablo, las demás Epístolas y el mismo Evangelio según San Juan. Jesús es la misma Verdad o Palabra de Dios. Y el Espíritu Santo es el espíritu de Cristo, el que Cristo envía desde el Padre; por lo tanto, el Espíritu de la Verdad. De ahí que esta Verdad sólo pueden comprenderla plenamente los que reciben su Espíritu. El Espíritu no enseñará nuevas verdades, sino que conducirá al pleno conocimiento de la Verdad. Será un Espíritu para recordar lo que el Padre reveló de una vez por todas en Cristo, que es su Palabra; será también un Espíritu para anunciar lo que aún está por ver, la manifestación de Jesús cuando vuelva sobre las nubes del cielo. Lo mismo que Jesús glorificó al Padre dando a conocer a los hombres lo que él había recibido del Padre, así el Espíritu glorificará a Cristo conduciendo a los hombres al pleno conocimiento de la Verdad y comunicándoles lo que él recibe de Cristo (“Eucaristía 1974”).
“-¡Dios es mi Padre! -Si lo meditas, no saldrás de esta consoladora consideración. /  “-¡Jesús es mi Amigo entrañable! (otro Mediterráneo), que me quiere con toda la divina locura de su Corazón. / “-¡El Espíritu Santo es mi Consolador!, que me guía en el andar de todo mi camino. / “Piénsalo bien. -Tú eres de Dios..., y Dios es tuyo…
”Hemos corrido como el ciervo, que ansía las fuentes de las aguas (Sal 41, 2); con sed, rota la boca, con sequedad. Queremos beber en ese manantial de agua viva. Sin rarezas, a lo largo del día nos movemos en ese abundante y claro venero de frescas linfas que saltan hasta la vida eterna (cf Jn 4,14). Sobran las palabras, porque la lengua no logra expresarse; ya el entendimiento se aquieta. No se discurre, ¡se mira! Y el alma rompe otra vez a cantar con cantar nuevo, porque se siente y se sabe también mirada amorosamente por Dios, a todas horas” (J. Escrivá).
Así, los santos van entrando en ese mundo que es tan interno a nosotros y al mismo tiempo tan por encima. “Tú, Trinidad eterna, eres mar profundo, en el que cuanto más penetro, más descubro, y cuanto más descubro, más te busco” (Santa Catalina de Siena).
 “Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará”. San Agustín quería penetrar en ese misterio, el más grande de nuestra vida, penetrar en la verdad que nos habla Jesús, que es ir de Jesús a la Trinidad, y rezaba: “por compasión, te pido que me digas, Señor, mi Dios, ¿quién eres tú para mí? Dile a mi alma: ‘yo soy tu salvación’. Dímelo, deseo escucharlo, abre los oídos de mi corazón… yo quiero alcanzarte. No me ocultes tu rostro: que muera o no muera, poco me importa; quiero verte”.
2. La Sabiduría de Dios que se nos muestra hoy es Jesús, el Verbo, y también se aplica a la Virgen pues Jesús nos llegó por ella: “Esto dice la Sabiduría de Dios: El Señor me estableció al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remotísimo fui formada, antes de comenzar la tierra. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Todavía no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada”. La creación es obra de la generosidad y sabiduría de Dios, de su vida que se desborda. Pero ya antes de ser creados Él se complacía en nosotros y en todas las cosas, como los esposos que sueñan con el hijo deseado. Y antes de todo, desde la eternidad, la Sabiduría jugaba en presencia de Dios, y era su encanto cotidiano. Y del amor de Dios surgía un gozo inexplicable que era el Espíritu. Dios es una comunidad de Espíritu.
“No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del Abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales. Cuando ponía un límite al mar: y las aguas no traspasaban sus mandatos; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres”. Cristo será llamado por Pablo "sabiduría de Dios". Echando imaginación y poniendo fantasía, estos sabios bíblicos nos cantan las excelencias de la sabiduría como una hija de Dios personificada. Es la primera en ser engendrada y acompaña a Dios en todas sus obras. No sabían estos sabios hasta qué punto acertaban en sus imágenes literarias. La Sabiduría de Dios llega a ser persona en el Hijo, engendrado desde el principio. Diálogo gozoso con el Padre, colaborador en todas sus obras, «su encanto cotidiano». Dios… es comunicación infinita y «juego» eterno. El Padre y el Hijo juegan amorosamente, y esa relación, ese juego, ese encanto, es el Espíritu. La creación es el desbordamiento de esta comunicación. Desde la eternidad, Dios ya piensa en nosotros y juega con nosotros  (Caritas).
 “Señor, dueño nuestro, qué admirable es tu nombre en toda la tierra!  Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder?” La Humanidad Santísima de Cristo es la maravilla de la Creación. Con este salmo celebramos al Verbo Creador para concluir con una visión de Cristo Resucitado, coronado de gloria y dignidad, segundo Adán. En la Creación actúa ciertamente el amor, pero sobresale el poder. En la restauración -segunda creación- brilla, por encima de todo, el amor.
Este salmo de alabanza a la grandeza de Dios, se transforma a la larga en alabanza a la grandeza del hombre. Proclamamos la grandeza de Dios en su Trinidad, que supera todas sus obras, entre las que la más grande es la creación del hombre: “Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos. Todo lo sometiste bajo sus pies: rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar” (Salmo 8,4-9). Entre todas las personas, Cristo aparece como enviado de Dios, hijo, la Segunda Persona. No podemos entenderlo todo, pues si pensáramos que lo hemos comprendido, nos habríamos hecho un ídolo, habríamos perdido a Dios.
Queremos por eso cantar su grandeza: "A ti, Señor, Padre nuestro, te aclaman cuantas criaturas reúne el plácido jardín del Universo" (Himno en la fiesta de hoy). Como las madres convierten los alimentos sólidos y sustanciosos en leche para que puedan aprovecharlos los niños -de tal modo que si no fueran sustanciosos no servirían y si no fueran asimilados en forma de leche, no podrían tomarlos-, así, el alimento solidísimo de la Divinidad se hace para nosotros asimilable con imágenes que podemos comprender (Félix Arocena).
3. “Hermanos: Ya que hemos recibido la justificación por la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo. Por él hemos obtenido con la fe el acceso a esta gracia en que estamos: y nos gloriamos apoyados en la esperanza de la gloria de los hijos de Dios. ¡Estar en paz! Es un don del Espíritu Santo, es saberse salvado, no por nuestros méritos, buscando una seguridad mágica por hacer determinadas cosas: somos salvados en la esperanza, porque ésta, así como la fe, se apoya solamente en la misericordia de Dios y en la fidelidad de sus promesas. Todo esto no es el reino de “jauja”: conlleva muchas tribulaciones. Pero tampoco somos masoquistas, nos gusta disfrutar de la vida, en Cristo y en el amor que Dios nos tiene y del que nadie podrá separarnos. Así sigue san Pablo:
“Más aún, hasta nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce constancia, la constancia, virtud probada, la virtud, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rom 5,1-5).
Estamos justificados, estamos salvados, estamos en paz con Dios, por Jesucristo. Con vigor expresa S. Pablo esta realidad de gracia. Hay que repetir constantemente: Gloria a Dios. Pero aún no vivimos en la gloria. Es el tiempo de la esperanza. Vivimos en «la esperanza de la gloria de los hijos de Dios». Y esta esperanza es inquebrantable. Incluso se crece en los trabajos, en los fracasos, en los sufrimientos y en las tribulaciones. Y la razón última es que tenemos una fuerza secreta y una garantía infalible: son las arras del Espíritu, «Amor de Dios derramado en nuestros corazones». ¡Admirable revelación! (Caritas). Dice S. Agustín: “¿De dónde, ¡oh mendigo!, te llegó ese amor de Dios derramado en tu corazón? ¿Cómo ha podido ser derramado en el corazón del hombre ese amor divino? Dice el Apóstol: Tenemos este tesoro en vasos de barro. ¿A qué fin en vasos de barro? Para que resalte la fuerza de Dios (2 Cor 4,7). Por último, habiendo dicho: El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones, y, al objeto de que nadie se atribuya a sí mismo el amar a Dios, añadió: Por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Rom 5,5). Por tanto, para que tú ames a Dios, es necesario que Dios more en ti, que su amor te venga de él y de ti vuelva a él; es decir, que él sea quien te mueva a amarle, te encienda, te ilumine y te excite a su amor. Tenemos una lucha en nuestro mismo cuerpo. Nuestra vida es un combate, y el combate un peligro. Y nosotros no podemos vencer sino por merced de quien nos ama... Examina primero si ya sabes amarte a ti mismo; luego te dejaré amar al prójimo como a ti mismo. Pero si aún no sabes amarte a ti mismo, temo que engañes al prójimo como te engañas a ti mismo. Si amas la maldad, no te amas a ti. "Testigo es el salmo: Quien ama la maldad aborrece a su alma (Sal 10,6). Y si aborreces a tu alma, ¿qué te aprovecha el amar a tu carne? Aborreciendo a tu alma y amando a tu carne, resucitará tu carne, mas para tormento de ambos. Por tanto, lo primero ha de ser amar al alma y someterla a Dios, para que haya orden de servicio: sirva el alma a Dios y la carne al alma. ¿Quieres que tu carne obedezca a tu alma? Sirva tu alma a Dios. Para gobernar, debes dejarte gobernar, porque esta lucha es tan peligrosa, que, si deja las riendas quien debe gobernar, la derrota es segura” (Sermón 128,4-5). Es una lección de antropología: emociones sujetas a la mente, que dentro de la persona se abre a un dejar hacer a Dios, que nos guía.
Llucià Pou Sabaté

sábado, 25 de mayo de 2013

Sábado de la semana 7 de tiempo ordinario
http://www.almudi.org/Portals/0/PropertyAgent/1099/Images/118.jpg«Le presentaban unos niños para que les impusiera las manos; pero los discípulos les reñían. Al verlo Jesús se enfadó y les dijo: Dejad que los niños se acerquen a mí y no se lo impidáis, porque de éstos es el Reino de Dios. En verdad os digo: quien no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos, los bendecía imponiéndoles las manos» (Marcos 10,13-16).
1.  –“Presentáronle unos niños para que los tocase; pero los discípulos los reprendían”. Jesús, gracias por ser tan "humano", próximo a nosotros... que te enojas cuando algo es injusto... eres tierno, amoroso, sensible, abrazas... no me gusta ver a los apóstoles ¡que regañaban a los niños!
Jesús nos dice: -"Dejad que vengan a mí los niños, y no se lo estorbéis, porque de ellos y de los que se asemejan a ellos es el Reino de Dios". No se trata pues tan sólo de un amor natural, encantador, es que para Jesús, el Reino de Dios está reservado a los que se hacen niños. Los niños son capaces de entrar en relación con Dios de un modo muy auténtico.
Ante el desprecio que había entonces hacia los niños, se comenzará a bautizar a los niños pequeños, integrarles a la vida de la comunidad litúrgica, hacerles participar de la eucaristía… Las tomas de posición de Jesús "en favor de los niños", en este contexto tienen una resonancia capital: el niño ¡es una persona! Y delante de Dios tiene un valor infinito.
-“En verdad os digo: quien no acoge el Reino de Dios como lo hace un niño, no entrará en él”. El niños es muchas veces maestro para los adultos. No se trata de infantilismo, ni nostalgia de la inocencia y del frescor puro de nuestra infancia... Es una invitación a ponernos en relación con Dios en una total "dependencia" de El: el niño es aquí el símbolo de la sencillez y disponibilidad, de dependencia y obediencia. El niño no calcula, se da todo él, de una pieza, sin discutir, sin hacer comentarios... mientras que el adulto tiende a perderse en el análisis complicado de sus razonamientos. El niño dado como ejemplo a los adultos es el que se echa en brazos de su madre y ¡que confía plenamente en ella... para todo! El niño no puede vivir si no es amado. Vive de este amor. Depende vitalmente de este amor. Es para él una cuestión de vida o muerte (Noel Quesson).
Estamos en el núcleo de la vida cristiana, la filiación divina: «¿Qué mayor gracia pudo hacernos Dios? Teniendo un Hijo único le hizo Hijo del Hombre, para que el hijo del hombre se hiciera hijo de Dios. Busca dónde está tu mérito, busca de dónde procede, busca cuál es tu justicia; y verás que no puedes encontrar otra cosa que no sea pura gracia de Dios» (San Agustín). La realidad de la filiación divina -soy hijo de Dios- lleva a entender la vida cristiana como una «vida de infancia»: a sentirse y actuar en todo momento como hijo de Dios. Como dicen los franceses, “enfant de Dieu”, pues hijo se escribe “niño”: «Ser pequeño: las grandes audacias son siempre de los niños. -¿Quién pide... la luna? -¿Quién no repara en los peligros para conseguir su deseo? / «Poned» en un niño «así», mucha gracia de Dios, el deseo de hacer su Voluntad (de Dios), mucho amor a Jesús, toda la ciencia humana que su capacidad le permita adquirir. y tendréis retratado el carácter de los apóstoles de ahora, tal como indudablemente Dios los quiere» (J. Escrivá, Camino 857).
2. Ben Sirac, que medita los primeros capítulos del Génesis, pone en evidencia el papel del hombre en la creación, y podríamos ver tres puntos en el texto de hoy:
a) El hombre es un ser frágil y dependiente: -“el Señor formó al hombre de la tierra y de nuevo lo hará volver a ella. Le dio un tiempo determinado y unos días contados”. Señor, concédeme ser a la vez optimista y realista... que tanto sepa yo ver la magnitud de la empresa que me confías, como mi debilidad. La filosofía griega veía en la razón del hombre el fermento de la unidad cósmica mientras que Ben Sira introduce en esta visión el tema de la fidelidad a la ley y hace de la razón el instrumento de sumisión a la voluntad de Dios y el medio de ratificar su alianza. La perspectiva griega, “conócete a ti mismo”, y la perspectiva judía, “estar a la escucha de Dios, fidelidad”. La unión entre esos dos elementos dará una visión más completa del  hombre, digamos que hubo una ilustación de la fe, que ha de estar abierta a lo que Dios revela en la historia, entonces y hoy... La razón y la fe, dos compañeros inseparables. El papel del hombre en la naturaleza sobrepasa en mucho al de la razón y la ley: el hombre presta, en efecto, su voz a toda la creación para que alabe a Dios.
b) El hombre fue encargado por Dios de transformar la naturaleza mediante la ciencia: -“Dióles también poder sobre las cosas de la tierra. Los revistió de una fuerza como la suya y los hizo a su imagen. Les dio juicio, una lengua, ojos, oídos y un corazón para pensar”. Los llenó de saber e inteligencia... Así la empresa del hombre sobre la naturaleza, la técnica que permite al hombre dominar las cosas, son como una presencia de Dios que va terminando su creación. El hombre, en primer lugar, es el organizador de la naturaleza, sobre la que tiene pleno poder, por el hecho de ser imagen de Dios. Hay una presencia de Dios en el mundo, signo de su fuerza y objeto del "estupor" que la creación manifiesta al propio Dios. Así resume la plegaria eucarística IV la labor que Dios encomienda al hombre: «Le encomendaste el universo entero para que, sirviéndote sólo a ti, su creador, dominara todo lo creado».
Si Ben Sirac viviese hoy se maravillaría de los progresos científicos. ¿Tengo yo también esa mirada positiva? Se preconiza hoy, a veces, un retorno a la naturaleza. Ahora bien, hay en ello una cierta ilusión: la naturaleza labora tanto para la vida como para la muerte. Y la situación de nuestros antepasados que no tenían máquinas ni médicos, no era muy de envidiar. Nuestra civilización técnica a pesar de sus excesos no es un mal sino un bien: es verdaderamente una nueva posibilidad de dominar la naturaleza según la orden dada por Dios al hombre.
c) El hombre no desempeña su papel más que siendo un «ser moral»: -“Les enseñó el bien y el mal. Los miró al corazón. Les dijo: «Guardaos de toda iniquidad.» Y a cada cual le dio órdenes respecto de su prójimo”. La ciencia y la técnica no bastan, por sí mismas a promover el bien de la humanidad y de la creación. Los problemas de «polución de la naturaleza», la «rarefacción de las materias primas», muestran que la ciencia puede contribuir también a la destrucción. No basta llegar a la luna, domesticar el átomo, distribuir electricidad al mundo entero... es preciso también que el hombre sepa distinguir «el bien del mal», que domine sus violencias y sus instintos, que se abra al amor del prójimo. La victoria sobre la naturaleza puede traer consigo nuevas y temibles alienaciones si no va acompañada de la victoria del hombre sobre sí mismo. Al universo técnico le falta un suplemento espiritual, es decir, un «alma». Sin ética, la ciencia puede llegar a ser mortífera. La inteligencia sin amor puede ser más dañina que la falta de inteligencia. Señor, te ruego por los sabios, por todos los que ocupan cargos de alta responsabilidad.
d) El hombre, en fin, tiene una misión «religiosa»: es el encargado de la alabanza: -“Puso su mirada en sus corazones, para mostrarles las grandezas de sus obras, por eso alabarán su nombre santo, narrando la grandeza de sus obras”. El hombre es el cantor de la creación. Por su inteligencia es el único que puede elevar conscientemente a Dios la acción de gracias del conjunto del cosmos. Para ello Dios le dio «¡su propia mirada!». Fórmula admirable. ¡Sé yo maravillarme? ¿Sé yo alabar a Dios con todas las cosas buenas del universo? ¿Contribuyo a que las liturgias en las que participo sean celebraciones "alegres, gozosas" donde toda la creación, todas las artes puedan participar en esa exultación? (Noel Quesson; Maertens-Frisque).
3. El hombre, obra de Dios, hecho nada menos que a imagen de Dios, ha recibido la facultad de dominar la tierra y todo ser viviente. Ha recibido de Dios boca, lengua, ojos, oídos, inteligencia: para que sepa alabar a Dios y reconocer su presencia. Ha recibido de Dios también otras cosas más profundas: la alianza y una «ley que da vida». De esta ley destaca el sabio dos direcciones fundamentales: una referente al mismo Dios (que eviten la idolatría) y otra «acerca del prójimo». En resumen, es una visión optimista del hombre. Su grandeza en la creación y a la vez su dependencia de Dios, porque «sus caminos están siempre en la presencia de Dios y no se ocultan a sus ojos». Somos realmente millonarios: ¿cuánto nos costaría comprar un ojo que vea, un oído que tenga el mecanismo necesario para oír, unos pies que sepan caminar, una mente que piense y entienda, unas manos tan trabajadoras como las que ya tenemos de natural, un corazón que late y ama y es el motor de nuestro organismo?
Dios nos conoce, nos ha amado desde siempre, le estamos presentes en todo momento. Como dice el Salmo de hoy, «él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos de barro: como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles». Así nosotros hemos de vivir también, como nos recordaba el papa Francisco, una bondad que se manifiesta con la ternura.

Llucià Pou Sabaté

viernes, 24 de mayo de 2013


Viernes de la semana 7 de tiempo ordinario: la amistad nos enriquece y es fundamental en la vida, y también para muchos el matrimonio, alianza de dos con Dios
«Saliendo de allí llegó a la región de Judea, al otro lado del Jordán; y otra vez se congregó ante él la multitud y como era su costumbre, de nuevo les enseñaba. Se acercaron entonces unos fariseos que le preguntaban para tentarle, si es lícito al marido repudiar a su mujer El les respondió: ¿Qué os mandó Moisés? Ellos dijeron: Moisés permitió darle escrito el libelo de repudio y despedirla. Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este precepto. Pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra: por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer; y serán los dos una sola carne. Por tanto lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Una vez en la casa, sus discípulos volvieron a preguntarle sobre esto. Y les dice: Cualquiera que repudie a su mujer y se una con otra, comete adulterio contra aquélla; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio» (Marcos 10, 1-12).
1. Piensan que Jesús ha caído en la trampa, cuando le preguntan: "¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?". ¿La ley o la misericordia? Tema de gran actualidad, por la plaga de divorcios que vivimos. -“Por la dureza de vuestro corazón, os dio Moisés esta ley”. Jesús establece aquí una distinción extremadamente importante: la Ley del Deuteronomio no es un "mandamiento"... sino un "permiso" concedido por Moisés de mala gana porque no hay manera de hacerlo de otro modo, "por la dureza de vuestro corazón". Pero no es para Jesús una abolición de la ley fundamental del matrimonio, la cual subsiste.
Es la alternativa de "lo permitido y lo prohibido"... Jesús retrocede hasta los orígenes: "Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer... Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre". Jesús no discute. Es, y quiere seguir siendo, sencillo. Atenerse a la ley y al reglamento es olvidar el impulso de la vida. De lo que se trata es de aproximarse a lo que es la ambición de Dios: el amor es más exigente que cualquier ley. Para conocer la gran intuición de Dios es preciso retroceder a los comienzos, cuando, por ternura, sacó de la tierra al hombre y a la mujer para que correspondieran a su amor. Regresar a nuestros orígenes para volver a descubrir la regla de nuestra vida es volver a descubrir que necesitamos hablar el lenguaje del otro. Para Dios, amar fue también hacerse vulnerable, pedigüeño: no permaneció en el cielo de su indiferencia. Dios no sólo da: necesita recibir. Regresar a nuestros orígenes para volver a descubrir la regla de nuestra vida es hacernos vulnerables. El que ama, acepta desear, esperar, pedir, sufrir. Para Dios, amar fue también creer y esperar. Dios no nos ha programado. Nos ha puesto en pie, libres y creadores. Volver a descubrir la regla de nuestra vida es volver a aprender la esperanza.
El amor es fecundo, suscita, resucita, saca a flote, perdona. El amor espera con el otro. Para Dios, amar es perdonar. Perdonar es mucho más que olvidar. Es seguir amando al otro incluso cuando nos rechaza, seguir esperando en él incluso cuando nos decepciona. Volver a aprender la regla de nuestra vida es amar sin dejar de esperar en el otro, cualquiera que sea el mentís de los hechos. Para Dios, finalmente, amar es dar la vida. Dios murió de amor. El lenguaje de su amor está forjado en carne y sangre. Aproximarse a lo que Dios ambiciona acerca de nuestra vida es aceptar no poner límite a nuestra andadura y escuchar la voz que siempre nos llama fuera. La ley fundamental del matrimonio hay que buscarla a ese nivel: la complementariedad de los sexos, es una "creación", una "voluntad" de Dios, inscrita en la naturaleza profunda del hombre y de la mujer, desde el origen.
-“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y serán los dos una sola carne. De manera que no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios unió, no lo separe el hombre”. "Unirse" al otro. "No ser sino uno" con el otro. Romper con todo el pasado para fundar una nueva familia. No son "dos" solamente las voluntades comprometidas, sino "tres": los esposos no están comprometidos solamente el uno con el otro por una especie de contrato entre dos que podría romperse por común acuerdo... hay también una "voluntad de Dios", un compromiso ante El. Una alianza. Ningún hombre, ni el mismo Moisés, dice Jesús, puede romper esta unidad básica de los dos cónyuges. Dios interviene, con todo su absoluto, para solidificar el amor.
-“Vuelto a casa, de nuevo le preguntaron sobre esto los discípulos. El les dijo: "El que repudia a su mujer... Si la mujer repudia al marido...” El hombre y la mujer tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones. El amor conyugal es un terreno privilegiado donde se juega la venida del Reino de Dios (Noel Quesson). Hay que quitar las adherencias culturales que ha habido de discriminación. Y también entender qué es el matrimonio, porque ciertas uniones –aunque se llamen matrimonios- no lo son… no eran “una carne”, comunión de corazones…
2. Hoy se nos dan una serie de observaciones concretas sobre la amistad. -“Un lenguaje amable multiplica los amigos: la lengua que habla bien multiplica las delicadezas”: es la importancia de las palabras, del diálogo, para construir o destruir la amistad.
-“Sean muchos los que estén en paz contigo, mas para consejero elige uno entre mil”. Confiamos en pocos, porque han de tener la capacidad de entender y resolver problemas, y “gran cosa es entender a un alma” (Santa Teresa).
-“Si quieres hallar un amigo, búscalo probado y no te des prisa en confiarte a él”. Jesús perfecciona esa norma, pues por amor a nosotros, se atreve a arriesgarlo todo, afirmando que la amistad no es verdadera amistad si no se es capaz de morir por aquellos que amamos (Jn 15,13): revelará que "nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos". Contemplo la amistad de Jesús, tan desinteresada que llega hasta la total renuncia de sí mismo. «Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1).
-“Porque hay amigo que lo es de ocasión; pero que no persevera en el día de tu angustia”. El primer criterio de la amistad es la fidelidad en la prueba. Ben Sirac lo sabe mejor que nadie, pues su cultura y riqueza habían favorecido sin duda la avalancha de numerosos amigos. Se comprende que, desde entonces, busque hacer una selección entre ellos.
-“Hay el amigo que comparte tu mesa, pero que no persevera en el día de tu angustia”. De esa frase «compañero de mesa» procede el término francés «copain»: aquel que comparte el pan, el amigo de los días felices. Con frecuencia, por desgracia, es una amistad fácil y frágil.
-“En tu prosperidad será como otro tú, más en tu humillación estará contra ti”. Esto recuerda la historia, narrada por Jesús, de aquel joven que abandonó la casa paterna con mucho dinero y tuvo amigos mientras pudo gastar con ellos. (Lc 15,14).
-“Un amigo fiel es un elixir de vida; los que temen al Señor lo encontrarán. El que teme al Señor endereza su amistad, pues como él es, así será su compañero”. El segundo criterio de la amistad es el amor común de Dios. «Adorar juntos al Señor», he ahí lo que puede soldar en profundidad una relación. La fe es el punto común de una amistad espiritual.
-“El amigo fiel es seguro refugio, el que lo encuentra ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, no puede apreciarse su valor”. Puedo aprovechar hoy para rogar por mis amigos... y para preguntarme lo que esperan ellos de mí, cómo podría yo ayudarlos... ¿Hay quizá a mi alrededor gente que no tiene amigos, que sufren del abandono y soledad? ¿Qué puedo hacer por ellos? (Noel Quesson). La amistad es una de las mejores riquezas humanas. Un amigo fiel y sincero es un verdadero tesoro. Es una medicina para nuestros males. El camino se nos hace mucho más fácil cuando lo podemos compartir. Eso pasa en la vida social, en la familiar, en la vida religiosa, en el apostolado sacerdotal. En un mundo en que cada uno tiende a ir por su cuenta, el saber ser amigos, saliendo un poco de sí mismos, para buscar el bien del otro, es un valor que no tiene precio.
«Una voz suave aumenta los amigos, unos labios amables aumentan los saludos». ¿Quién quiere estar al lado de uno que no sabe más que criticar o protestar o quejarse? ¿o que siempre quiere tener la razón o sólo sabe hablar de sí mismo? ¿o que no sabe guardar secretos'? Nos podemos preguntar hoy si somos capaces de amistad. Junto a la valoración de que el amigo fiel es quien no nos abandona en la dificultad, ahora se nos muestra que la sabiduría al final vale la pena: "Al final alcanzarás su descanso y se te convertirá en placer”. Las delicias de la sabiduría son desconocidas para los ignorantes y los insensatos, que no ven que está en seguir preceptos del Señor y ocupándose de sus mandatos. De esta manera, "él te dará la inteligencia y, según tus deseos, te hará sabio» (M. Gallart).
3. El salmo nos habla de cantar gozosos a Yahveh, aclamar  a la Roca de nuestra salvación; con acciones de gracias. “Porque es Yahveh un Dios grande, Rey grande sobre todos los dioses; en sus manos están las honduras de la tierra, y suyas son las cumbres de los montes; suyo el mar, pues él mismo lo hizo, y la tierra firme que sus manos formaron”. Es una actitud de amor y adoración, “porque él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su pasto, el rebaño de su mano”.
Llucià Pou Sabaté

jueves, 23 de mayo de 2013


Meditación: Jueves de la semana 7 de tiempo ordinario
Ayudar a los demás es ayudar a Jesús, hacer daño a los demás es hacer daño a Jesús
«Y cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa. Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar. Y si tu mano te escandaliza, córtala: más te vale entrar manco en la Vida que con las dos manos ir al infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie te escandaliza, córtatelo: más te vale entrar cojo en la Vida que con los dos pies ser arrojado a la gehena del fuego inextinguible. Y si tu ojo te escandaliza, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que con los dos ojos ser arrojado al fuego del infierno, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga. Porque todos serán salados con fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened en vosotros sal y tened paz unos con otros» (Marcos 9, 41-50).
1. «Cualquiera que os dé de beber un vaso de agua en mi nombre no perderá su recompensa.» Es el símbolo del más pequeño servicio que pueda hacerse a alguien: ¡tan solo un vaso de agua. En mi nombre…En razón de pertenecer a Cristo... Jesús subraya la dignidad extraordinaria del "discípulo": pertenece a Cristo. El más pequeño de los creyentes, el más humilde discípulo de Jesús, ¡representa a Jesucristo! Jesús se identifica con el menor de los cristianos… no será defraudado de su recompensa. Es una verdad sorprendente que Jesús repetirá y desarrollará a lo largo de su discurso sobre el Juicio final (Mt 25,31-45): “Lo que hicisteis con alguno de mis hermanos más pequeños conmigo lo hicisteis"… Importancia de los menores gestos. Nada es pequeño. ¡Cuántas ocasiones dejo que se pierdan!
-“Y al que escandalizare a uno de esos pequeñuelos que creen en mí, mucho mejor le fuera que le ataran al cuello una de esas muelas de molino que mueve un asno y ¡le echaran al mar!” Después del consejo "positivo" -dar un vaso de agua-, la puesta en guardia "negativa" -no escandalizar-. Pero de hecho es la misma conducta: ¡la atención a los demás! Descubrimos aquí un nuevo aspecto de Jesús: su violencia interior, su capacidad de vehemencia. Me imagino que no pronunció estas palabras ¡de un modo dulzón y azucarado! Y la imagen que utiliza hace temblar: "¡más le valiera que le echaran al mar atado a una muela de molino!" ¿De quién se trata? ¿Quién es el hombre que merece tal suerte? El que ha arrastrado a otro al pecado." ¡Señor! ¡Señor! Ten piedad de nosotros.
-“Si tu mano te "escandaliza", te arrastra al "pecado", córtatela... Si tu pie te "escandaliza', córtatelo... Si tu ojo te "escandaliza, arráncatelo...” Lógicamente Jesús no habla de mutilarnos, sino de un sentido espiritual, y tiene toda la fuerza… Sólo Jesús tiene derecho a decir palabras semejantes: Sólo El sabe, verdaderamente, qué es el "pecado". ¡Es algo muy serio! ¡Es dramático!
-“Mejor te será entrar tuerto al reino de Dios, que con ambos ojos ir a la gehena”. La vida eterna merece todos los sacrificios. Ayúdanos, Señor. ¿Somos capaces de esa elección radical, absoluta? ¡Nuestra libertad no es un juego... para hacer como si...!
Y es tremenda la posibilidad del pecado: «Por salvar al hombre, Señor; mueres en la Cruz; y, sin embargo, por un solo pecado mortal, condenas al hombre a una eternidad infeliz de tormentos...: ¡cuánto te ofende el pecado, y cuánto lo debo odiar!» (san J. Escrivá, Forja 1002).
El pecado mortal es una posibilidad radical de la libertad humana como lo es también el amor. Entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir; del estado de gracia. Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno” (Catecismo 1861).
-Buena es la sal; pero si la sal se hace sosa, ¿con qué se la salará? Tened sal en vosotros y vivid en paz unos con otros”. Marcos ha agrupado aquí una serie de consejos de Jesús sobre la vida fraterna: nada de querellas sobre prelaciones entre vosotros, sed servidores los unos de los otros, dejad a todo el mundo hacer el bien, ayudaros unos a otros, no seáis escándalo para nadie, vivid en paz... Y todo esto, después que les anunciara su propia Pasión: la moral cristiana está, por entero, ligada a Jesús. ¡Si por lo menos en nuestras familias, en nuestras comunidades cristianas se tuvieran esas exigencias profundas! (Noel Quesson).
2. –“No te apoyes en tus riquezas... No te dejes arrastrar por tu deseo y tu fuerza para seguir las pasiones de tu corazón... No digas: «¿Quién podrá dominarme?» porque el Señor te castigará debidamente”. La arrogancia y la suficiencia del hombre que, seguro de sí mismo, se cree invulnerable... es frágil.  Jesús llamará «¡insensato!» a ese hombre que se creía seguro porque sus cosechas habían sido excepcionales y estaba pensando en engrandecer sus graneros.
-“No digas: «Pequé, y ¿qué me ha sucedido?» porque el Señor es paciente. No te sientas tan seguro del perdón que acumules pecado tras pecado”. La peor arrogancia es la del pecador desvergonzado que se ríe de la conversión…
-“No digas: «Su compasión es grande, el Señor perdonará la multitud de mis pecados»” Porque en él hay misericordia pero también cólera y ésta se desahoga en los pecadores. ¿Tengo ese mismo punto de vista tan equilibrado?: el sentido de la compasión y de la misericordia de Dios, que son una llamada a la conversión. El sentido de su justicia y de su condena de todo mal, que son una llamada a la conversión.
-“No tardes en volver al Señor, no lo difieras de día en día”. Más condenable que el pecado es endurecerse en él, rehusar reconocerlo y remitir día a día la confesión de ese mal. En efecto, el presuntuoso que no quiere reconocer su fracaso lo transforma en mal definitivo, haciendo casi imposible la conversión. En cambio, el pecador que reconoce su pobreza y confiesa su falta abre con ello la posibilidad de una nueva partida por el recto camino. ¡Envía, Señor, tu Espíritu para que seamos lúcidos! A menudo no sabemos discernir claramente el mal que cometemos.
-“No lo difieras de un día para otro, pues de pronto salta la ira del Señor y perecerás el día del castigo. No nos gusta este lenguaje. Prestamos a Dios sentimientos humanos –ira, etc.- aunque no nos parezca hoy lo más acertado pues las palabras cambian de sentido y también nosotros evolucionamos en la sensibilidad y la comprensión de lo bueno, de lo que es Dios (Noel Quesson).
3. El salmo nos hace decir, por una parte, «dichoso el que ha puesto su confianza en el Señor». Pero, por otra, nos recuerda que «dichoso el que no sigue el consejo de los impíos ni entra por la senda de los pecadores, sino que su gozo es la ley del Señor». ¿Queremos ser «paja que arrebata el viento», sin fruto, sin consistencia, o bien «un árbol plantado al borde de la acequia, que da fruto en sazón»?
Llucià Pou Sabaté