Navidad, 7 de Enero: hemos de examinar los espíritus para reconocer el amor, Luz que nos trae Jesús
para recorrer este año nuevo con magnanimidad
“En aquel tiempo, cuando Jesús oyó que Juan
estaba preso, se retiró a Galilea. Y dejando la ciudad de Nazaret, fue a morar
en Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Neftalí. Para
que se cumpliese lo que dijo Isaías el profeta: «Tierra de Zabulón y tierra de
Neftalí, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los
gentiles. Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y a los que
moraban en tierra de sombra de muerte les nació una luz».
Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a
decir: «Haced penitencia, porque el Reino de los cielos está cerca». Y andaba
Jesús rodeando toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos y predicando
el Evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia del pueblo. Y
corrió su fama por toda Siria, y le trajeron todos los que tenían algún mal,
poseídos de varios achaques y dolores, y los endemoniados, y los lunáticos y
los paralíticos, y los sanó. Y le fueron siguiendo muchas gentes de Galilea y
de Decápolis y de Jerusalén y de Judea, y de la otra ribera del Jordán” (Mateo
4,12-17.23-25).
1. Jesús
comienza a predicar con palabras de Isaías: «El pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz». Occidente
necesita aquella esperanza que ha va perdiendo, agostado por la engañosa
llamarada del consumismo. La esperanza es luz que viene con la fe, con el amor.
En una escuela de inspiración cristiana, un día de reunión de padres, una madre
se me acercó contenta: “estamos muy alegres, desde que venimos por aquí, y nos
hemos decidido a tener otro hijo, ya lo estoy esperando...” Después de un largo
período de tiempo (el pequeño de la familia tenía ya 14 años, otro hijo ya
tenía 18), se animaron a tener otro más; me gustó ver la vida que nace como
fruto de esa alegría de vivir que se respira en un ambiente esperanzado, que
estuviera unida esta alegría a la ilusión de dar la vida. Ya vemos que cuando
falta la esperanza, no hay hijos. S. Kierkegard vio con extraordinaria lucidez
que el hombre que no cree en Dios es un hombre profundamente desesperado,
aunque viva en medio de un progreso material nunca visto. Y el cristiano que
flojea en la fe, aunque tenga muchas esperanzas, va perdiendo la verdadera
esperanza que sólo en Dios tiene su fundamento.
“La fe es la sustancia de lo que esperamos,
prueba de aquello que no vemos” (Hebreos 11,1). Y dirá Benedicto XVI que la
fe hace que ya tengamos, si bien de manera incipiente, la sustancia de las
realidades que esperamos: la vida eterna. Porque la vida eterna –que no es otra
cosa que Cristo mismo- ya está presente en nosotros por el bautismo y los otros
sacramentos que junto con la oración nos permiten mantener, acrecentar, y
transmitir esa vida nueva que es divina sin dejar de ser muy humana. Es la vida
enamorada de un hijo de Dios que lo espera todo de su Padre y al mismo tiempo
no deja de luchar para cooperar con sus pobres fuerzas humanas para que se cumpla
el mensaje navideño por excelencia: ¡Gloria a Dios en Cielo, y en la tierra paz
a los hombres en quienes Dios se complace!
He leído estos
días: “No tengo miedo que se acabe el mundo en el 2012… Tengo pánico que siga
igual”. Aparte la broma, no me gusta del todo: me gusta el mundo en que vivo,
nunca ha sido mejor... aunque puede mejorar, y mucho... ya sé que dicen que
todo va mal… Es lo que veo, que quizá hay cosas que van mal, sobre todo desde
el punto de vista del egoísmo etc., la falta de fe. Pero también hay que
valorar el progreso científico y el "bienestar", como la sanidad y
tantas escuelas y hospitales que promovió la Iglesia en sus orígenes, pero que
el Estado está llevando a un gran desarrollo. Podemos vivir el mejor momento de
la historia... Los del Paraguay, donde hay gente sencilla con una nivel de
necesidades más básicas (eso es aplicable a muchos sitios de África o América),
al oír hablar de nuestras crisis dicen que tenemos solucionada la sanidad,
comida, casa… que no tenemos crisis en España. Otra cosa es la
"percepción" que tenemos de la realidad, más bien negativa. El
secularismo y la falta de solidaridad son muy fuertes, hoy pero también en
otras épocas. El descenso de la mortandad infantil y de las madres es otro
aspecto importante del progreso, como también internet y tantos medios de
comunicación son motivo de dar gracias a Dios por vivir la época que vivimos.
Nos dice san
León Magno que «la providencia y misericordia de Dios, que ya tenía pensado
ayudar —en los tiempos recientes— al mundo que se hundía, determinó la
salvación de todos los pueblos por medio de Cristo». La perspectiva cristiana
está en tantos aspectos humanos: cultura, economía, arte, deporte, salud,
comida... pienso que Dios está en todos sitios. El problema es que
absoluticemos algún aspecto. Por ejemplo, el de práctica religiosa ha bajado
mucho. Y podemos comparar eso con "el mundo ideal" por el que
queremos luchar, buscamos el Reino de Dios, no como una utopía sino en la
esperanza de que siempre estará por hacer… “La fe incluye siempre un desafío. Nunca ha sido de otro modo. Hoy existen
ciertas dificultades para el que quiere ser cristiano. Pero ayer había otras. Y
mañana -es una profecía que se puede arriesgar sin temor de ser desmentidos-,
mañana las nuevas generaciones de jóvenes tendrán que afrontar nuevas
dificultades. Ser cristianos nunca ha sido, ni lo será jamás, una opción
"tranquila"”. Esto implica lucha, para mejorar cada día un poco: “si
dijeses: ¡ya basta!, has perecido. Añade siempre, camina siempre, adelanta
siempre; no te pares en el camino, no vuelvas atrás, no te desvíes. Se detiene
el que no adelanta; vuelve atrás el que vuelve a pensar en el punto de donde
había partido (...). Mejor es el cojo en el camino, que el que corre fuera del
camino” (San Agustín). Es lucha contra el egoísmo que llevamos dentro, o la
cultura en sus formas equivocadas de expresarse contra la libertad religiosa, o
buscar la paz en las contrariedades, con fe. O superar todo con la magnanimidad,
ánimo grande, que el alma sea amplia en la que quepan muchos.
-“Habiendo oído que Juan había sido preso,
Jesús se retiró a Galilea”. Jesús cambia de domicilio; deja el pueblo donde
había vivido hasta ahora y va a habitar a una ciudad más importante. –“Así se cumplió lo que el Señor había dicho
por el profeta Isaías ¡Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar al
otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles! El pueblo que habita en
tinieblas vio una gran luz”. Es un signo. Va a vivir en ese cruce de
caminos, en ese lugar de trasiego de pueblos: allí es donde piensa que podrá
evangelizar a muchos de aquellos que viven aún "en las tinieblas" y
que esperan la luz. Después de una infancia tranquila en Nazaret, sale a las
grandes corrientes humanas de su época: Cafarnaúm, etc.
-“Y para los que habitan en la región de
sombras y de muerte, una luz se levantó. Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: "Arrepentíos
porque se acerca el reino de Dios"”. Te contemplo, Señor, avanzando
por los caminos, de pueblo en pueblo, predicador ambulante. ¿De qué trataban
tus homilías? ¿De qué les hablabas? ¿En qué consistía tu "enseñanza? La
totalidad del evangelio nos lo dirá. Pero, por el momento, ya sabemos una cosa:
que el reino de los cielos ha llegado... ¡esto es! Dios está ahí, con nosotros,
si queremos acogerle.
-“Y curaba en el pueblo toda enfermedad, toda
dolencia...” Le traían todos los que sufrían... y El los curaba... He ahí
la epifanía de Dios; el signo de que ¡Dios está obrando allí! Todo el mal como
una ola humana afluye hacia ti, Señor. Sálvanos, hoy también. Salva a los que
están en “la sombra de la muerte” (Noel Quesson)… El Evangelio encuentra
dificultades, hay mucho trabajo… Vivimos en un tiempo de epidemias como el
sida, y la Iglesia colabora en gran parte en su erradicación. Muchos
cristianos, por ejemplo misioneros, mueren cada año…
2. San Juan
habla de la fe y el amor, la recta doctrina y la práctica del amor fraterno.
Creer en Cristo Jesús y amarnos los unos a los otros. Quien guarda esos
mandamientos permanece en Dios y Dios en él. Y podrá orar confiadamente, porque
será escuchado. Aparece también el tema del discernimiento de espíritus y de la
vigilancia contra los falsos profetas, los anticristos, que no aceptaban a
Cristo venido como hombre, encarnado seriamente en nuestra condición humana. El
Espíritu Santo nos ayudará a saber distinguir los maestros buenos y los malos.
Finalmente insiste en nuestra lucha contra el mundo, en la tensión entre la
verdad y el error, entre la luz y la tiniebla. Los cristianos estamos
destinados a vencer al mundo en cuanto contrario a Cristo Jesús. Y como Dios es
más fuerte que el anticristo, nuestra victoria está asegurada si nos apoyamos
en él.
-“Dios nos concede cualquier cosa que le
pedimos confiadamente porque somos fieles a sus mandamientos y hacemos lo que
le agrada”. ¿Cómo podemos saber que «Dios está con nosotros»? ¿Qué
seguridad tenemos de estar «en comunión con Dios» y de que nuestras oraciones
sean atendidas? San Juan contesta: Estamos en comunión con Dios si «hacemos lo que le agrada... si
permanecemos fieles a lo que nos manda...». Es lo mismo que sucede con las
personas que amamos: la verdadera unión, la verdadera prueba de amor consiste
en hacer lo que agrada al otro. Se da entonces la comunión de pensamientos y de
voluntades. Si dos se aman son sólo uno: Todo lo mío es tuyo. Agradarte, Señor.
Hacer tu voluntad. Mis proyectos, mis actividades, mi jornada entera, todo
según tu propio proyecto divino. Está claro entonces que mi plegaria será atendida,
porque correspondo con todo mi ser a «lo que Tú quieres», a "lo que te
agrada".
-“Y este es "su" mandamiento: Que
creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo... Y que nos amemos unos a otros...”
Son dos aspectos de un solo mandamiento: creer y amar. No son dos preceptos,
son el mismo, "su" mandamiento. Para san Juan, según parece, la fe y
la caridad no son dos virtudes distintas, sino una sola virtud: "ser hijo
de Dios". ¿Constituye esto el fondo de mi vida?
-“Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios
y Dios en él”. Procuro que esas palabras penetren profundamente en mí.
Permanecer en Dios... ¿"Permanezco yo en Dios"? o bien ¿me aparto de
El con frecuencia?, ¿tal vez, por el pecado, me sitúo fuera de Dios? (Noel
Quesson).
3. “Voy a proclamar el decreto del Señor; él me
ha dicho: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy. Pídemelo: te daré en
herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra.»” Es lo que
oímos dentro unos días que el Padre dice a Jesús: “Tú eres mi Hijo amado en
quien tengo puestas mis complacencias”. Hoy, el hoy de la eternidad, el
eterno presente en el que es engendrado el Hijo de Dios por el Padre Dios, lo
hace igual a Él en el ser y en la perfección, de tal forma que quien contempla
al Hijo contempla al Padre, pues el Hijo está en el Padre y el Padre en el
Hijo.
Llucià Pou
Sabaté
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