2ª
semana, sábado (impar): Jesús, con su sacrificio, nos salva: habiendo
entrado una vez para siempre en el santuario del cielo, ahora intercede por
nosotros.
“En
aquel tiempo, Jesús vuelve a casa. Se aglomera otra vez la muchedumbre de modo
que no podían comer. 21 Se enteraron sus parientes y fueron a hacerse cargo de
él, pues decían: «Está fuera de sí» (Marcos 3,20–21).
1. “Jesús volvió a casa y se aglomeró otra vez
la muchedumbre de modo que no podían comer”. Por eso sus parientes dirán
que «no está en sus cabales», porque
no se toma tiempo ni para comer. Su clan familiar -primos, allegados, vecinos-
tampoco le entienden. Además de su ritmo de trabajo, les deben haber asustado
las afirmaciones tan sorprendentes que hace, perdonando pecados y actuando
contra instituciones tan sagradas como el sábado. Se cumple lo que dice Juan en
el prólogo de su evangelio: «Vino a los
suyos y los suyos no le recibieron». María es distinta, «guardaba todas estas cosas, meditándolas en
su corazón» y tiene fe, como le dijo su prima Isabel: «dichosa tú, porque has creído». Pero a Jesús le dolería ciertamente
esta cerrazón de sus paisanos y familiares.
Además, la
locura era signo de posesión diabólica. Calificar de loco a alguien ha sido
siempre una buena forma de excluirlo, anularlo y condenarlo. Con Jesús
quisieron aplicar también esta táctica. Si sus enemigos tuvieran éxito en ella,
la figura de Jesús se derrumbaría por sí misma. Reacciona su familia para disuadir
a Jesús de esa Causa que anunciaba y que sólo traía riesgos (posiblemente un
apedreamiento, ya que la locura era considerada posesión diabólica).
Dicen que «está fuera de sí». Se cumple el antiguo
proverbio de que «un profeta sólo en su
patria y en su casa carece de prestigio» (Mt 13,57). Muchas veces se puede
sospechar del que obra el bien, y decirle, como a Jesús: ¿no será porque es por
posesión del diablo? Así, hemos visto que a Juan Pablo II se le llamó “tozudo-anticuado”,
y tanta gente buena tiene ataques y sospechas, y se les quiere poner a prueba
como le dirán luego a Jesús: «baja y
creeremos en ti» (cf. Mc 15,32). También nos puede afectar todo esto,
porque nos dice Jesús: «si a mí me han
perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20).
Jesús, te duele
mucho más que si lo hicieran los desconocidos, como indicó más tarde ante la
traición de un amigo, de Judas. Sabe que ha de pasar así, como anunció Isaías y
lo dirá más de una vez: «Eso ocurrió
para que se cumpliera lo que los profetas habían anunciado...” (Mt 21, 5;
cf. Jn 12, 15). Pero le duele. Vemos a Jesús dolido, por el desprecio de sus
parientes. Queremos respetar el dolor de Jesús, que sin embargo permanece
firme, fiel a su misión.
A los
católicos se nos llama “exagerados”, “radicales”, porque el amor es así de
“totalizante”, hay un “radicalismo evangélico” que nos hace “no tener miedo” ni
por habladurías ni injusticias: «En la causa del Reino no hay tiempo para mirar
atrás, y menos para dejarse llevar por la pereza» (Juan Pablo II). En este
sentido es Jesús un loco, y nosotros podemos imitarle. Dio la vida por nosotros,
y se convirtió en Pan de Vida. Se hizo pequeño para apaciguar nuestra hambre de
Dios, nuestra hambre de amor. Se ha hecho tan pequeño de someterse a las
limitaciones nuestras. Nos quejamos a menudo de no tener tiempo de hacer tal o
cual cosa y creemos que esto es una característica de nuestro siglo XX. Pues
bien, Jesús vivió todo esto, esta sohrecarga, esta carrera contra el tiempo,
cuando no se llega a todo lo que hay que hacer, cuando uno se siente hundido
por el trabajo y las preocupaciones. Gracias, Señor, por haber vivido esta
experiencia de nuestra condición humana. Ayúdanos a salir adelante en nuestras
tareas. Ayúdanos a guardar el equilibrio. Ayúdanos a saber encontrar tiempo
para hacer lo esencial. Ayúdanos a saber encontrar tiempo... para la oración,
por ejemplo.
Jesús,
quieren “ningunearte” y no te dejas, usan su familiaridad para hacer ver que no
eres nadie, que no tienes categoría, hasta ahí la envidia, que anticipa la
pasión. Quizá has querido probar este acoso y sus consecuencias, que tantas
personas sufren en su familia, sociedad… Luego, en la proclamación del Reino y
de las Bienaventuranzas, ya explicarás esta “lógica de la cruz”, que es la
lógica de tu seguimiento: «Si a mí me
han perseguido, también os perseguirán a vosotros» (Jn 15,20). Nos llamarán
fanáticos, exagerados, locos, retrógradas y radicales al mismo tiempo…
Jesús, te
llaman loco, pero no pierdes tu equilibro interior. Señor, ayúdanos a salir
adelante en nuestras tareas. Ayúdanos a guardar el equilibrio. Ayúdanos a saber
encontrar tiempo para hacer lo esencial. Ayúdanos a saber encontrar tiempo...
para la oración, por ejemplo. –“Oyendo
esto sus familiares, salieron para llevárselo, pues decían: "¡Está fuera
de Sí!"” He aquí lo que se decía en familia. "¡Está loco!"
Evidentemente, la imagen que ahora daba, ¡era tan diferente de la que había
dado durante los treinta años tranquilos en su pueblo! Va a meternos en líos.
Se temen represalias de las autoridades. Si la cosa va mal puede repercutir en
nosotros... Saben muy bien que los fariseos y los herodianos estaban de acuerdo
para suprimirlo. Jesús se mete en líos, se compromete con la justicia, a costa
de lo que haga falta.
En el caso
de Jesús, seguir el dictamen de la familia significaba abandonar la Causa del
Reino. María Santísima es siempre para él un apoyo, porque desde el primero
hasta el último momento —cuando ella se encontraba al pie de la Cruz— se mantuvo
sólidamente firme en la fe y confianza hacia su Hijo. ¿Cuántas veces nos tachan
a los católicos de ser “exagerados”? Pero ¿quién es el loco? Quien no ama, no
vive… y amar es apostar totalmente, no quedarse con medias tintas… amar es dar la vida, tocar las
bienaventuranzas.
2. Jesús ha
entrado en otro Templo mucho mejor que el que tenían los judíos, el del cielo,
a través de la «cortina» de su muerte pascual. La sangre de los animales no era
eficaz para conseguir para siempre la salvación. Mientras que Cristo se ha
ofrecido a sí mismo, no unos animales, y su Sangre nos ha conseguido de una vez
por todas la liberación. Este sacerdocio perfecto de Cristo, la eficacia de su
sacrificio personal en la Cruz, hace inútiles ya todos los demás sacrificios. Él,
ahora resucitado y glorificado junto a Dios, es el sacerdote y el sacrificio: -Cristo,
nuestra Pascua, ha sido inmolado, -él no cesa de ofrecerse por nosotros, de
interceder por todos ante Dios; inmolado, ya no vuelve a morir;
sacrificado, vive para siempre, -él, con la inmolación de su cuerpo en la
cruz, dio pleno cumplimiento a lo que anunciaban los sacrificios de la antigua
alianza, y ofreciéndose a si mismo por nuestra salvación, quiso ser al mismo tiempo
sacerdote, víctima y altar (prefacios).
Todos los
demás sacerdotes -los ministros ordenados en la Iglesia- participan de este
sacerdocio de Cristo. Todos los demás templos -nuestras iglesias y capillas-
son imagen simbólica del verdadero Templo en el que sucede nuestro encuentro
con Dios, el mismo Cristo Jesús. Todos los demás sacrificios -también la
ofrenda que cada día hacemos de nuestra vida a Dios son participación del
sacrificio de Cristo. En cada Eucaristía entramos en ese movimiento de entrega
de Jesús, nos sumamos a su sacrificio único, colaborando así a la salvación
nuestra y del mundo.
-“Es así que penetró en el santuario del
cielo... una vez para siempre. Y allí nos introduce con El”. Porque Jesús
no es sólo el «camino del cielo» como suele decirse, es ya el cielo realizado:
«nos resucitó y nos hizo sentar en el
cielo.» (Ef 2,6). Sí, el cielo
ha comenzado en la medida en que vivimos «en el Cuerpo de Cristo»», desde aquí
abajo (Noel Quesson).
2. “¡Pueblos todos, batid palmas, aclamad a
Dios con gritos de alegría! Porque Yahveh… Rey grande sobre la tierra toda.
Sube Dios entre aclamaciones, Yahveh al clangor de la trompeta”: Si es que
sube a los cielos, es que antes bajó a nuestra tierra. El Hijo de Dios se
anonadó a sí mismo y tomó la condición de esclavo. “¡Salmodiad para nuestro Dios, salmodiad, salmodiad para nuestro Rey,
salmodiad! Que de toda la tierra él es el rey: ¡salmodiad a Dios con destreza!
Reina Dios sobre las naciones, Dios, sentado en su sagrado trono”. Jesús,
regresas a tu Padre, llevando consigo a todos los que creemos en ti. En ello
confiamos, y te pedimos participar de tu Verdad, y de la Vida eterna.
Llucià Pou
Sabaté
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