Lunes 3º semana (año impar): Jesús realiza milagros por su poder divino,
y manifiesta qué es el Reino de Dios
“En aquel tiempo, los escribas
que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el
príncipe de los demonios expulsa los demonios». Entonces Jesús, llamándoles
junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si
un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una
casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás
se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha
llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su
ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os
aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las
blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu
Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que
decían: «Está poseído por un espíritu inmundo»” (Marcos 3,22-30).
1. Marcos pone en evidencia un aspecto de
discusión con los "escribas venidos de Jerusalén", ciudad donde Jesús
sufrirá la Pasión, en una escena de discusión con su familia: en ambos casos,
es objeto de acusaciones malévolas. "Esta
fuera de sí", decían los parientes como leímos el sábado... "Está
poseído del demonio", decían los escribas... Jesús rechazado...
contestado...
-“Los
escribas, que habían bajado de Jerusalén, decían de Jesús: Está poseído por
Belcebú, príncipe de los demonios." Llamóles a sí y les dijo en parábolas:
"¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido no
puede durar. Si una casa está dividida no puede subsistir. Si Satanás se
levanta contra sí mismo... ha llegado su fin..."”
Jesús pone en evidencia el lógico ridículo de
los escribas: son ellos los que han perdido la cabeza proponiendo tales
argumentos Jesús, tiene muy sana su razón. Su demostración es sencilla, pero
rigurosa.
-“Nadie
puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquearla, si primero no ata al
fuerte...” Es la primera y corta parábola relatada por Marcos: ¡La imagen
de un combate rápido y decisivo! Para dominar a un "hombre fuerte",
se precisa a uno "más fuerte" que él. Jesús presenta su misión como
un combate, el combate contra Satán, la lucha contra el "adversario de
Dios" (es el sentido de la palabra "Satán" en hebreo).
Contemplo este misterio siempre actual: Jesús
combatiendo... Jesús luchador... Jesús entablando batalla contra todo mal...
Jesús "más fuerte" que cualquier mal...
La mayoría de los grandes sistemas de
pensamiento, en todas las civilizaciones, han personificado el "mal":
El hombre se siente a veces "dominado" como por "espíritus".
El hombre occidental moderno se cree totalmente liberado de estas
representaciones; pero, nunca tanto como hoy el hombre se ha sentido
"dominado" por "fuerzas alienantes": espíritu de poder, de
egoísmo, etc.
Jesús ha puesto fin a este dominio; pero a
condición de ¡que se le siga!
-“En
verdad os digo que todo les será perdonado a los hombres, los pecados y aun las
blasfemias; pero quien blasfeme contra el Espíritu Santo... no tendrá perdón
jamás...” "Jesús habla así
porque ellos decían: Tiene espíritu impuro”. Para participar en la victoria
de Cristo sobre las "fuerzas que nos dominan" hay que ser dóciles al
Espíritu Santo... Hay que reconocer el poder que actúa en Cristo. Decir que
Jesús es un "Satán", un "Adversario de Dios", es cerrar los
ojos, es blasfemar contra el Espíritu Santo, es negar la evidencia: este
rechazo es grave... bloquea todo progreso en el futuro (Noel Quesson).
Jesús «es un testimonio insuperable de amor
paciente y de humilde mansedumbre» (Juan Pablo II). Y la malicia es interpretar
los milagros y la bondad como un poder del demonio.
Jesús, veo que haces milagros, y tienes un
amor de compasión, y van unidos en ti predicar el Evangelio y curar a los
enfermos. Y nos enseñas que ese don divino “funciona” con ayuno y oración, no
como esos magos que están de moda en todos los tiempos, que buscan vaciar el
bolsillo de la gente.
Benedicto XVI nos señala que “el contenido
central del «Evangelio» es que el Reino de Dios está cerca”. Es el centro de
las palabras y la actividad de Jesús. En los tres Evangelios sinópticos se pone
90 veces en boca de Jesús. Después de Pascua, se habla más del Reino de Cristo,
y de la Iglesia. Alfred Loisy dice: «Jesús anunció el Reino de Dios y ha venido
la
Iglesia ». Pero
en realidad el Reino de Dios, Reino de Cristo es ya el inicio de la Iglesia . No son dos cosas distintas, aunque luego
las personas seamos pecadores, las instituciones sean frágiles...
También hay una polémica sobre esa
distinción, de que Jesús habla del Reino de Dios, y luego la Iglesia del Reino
de Cristo. ¿Hay distinción entre el Reino de Dios y el Reino de Cristo?
Ratzinger, en su libro “Jesús de Nazaret” (cap. 3) nos habla de ello, al decir
que los santos Padres interpretan el Reino de tres modos distintos aunque
conexos:
a) el reino es Jesús mismo en persona
(Orígenes);
b) el reino de se encuentra esencialmente en
el interior de los hombres. También es Orígenes quien lo dice en su tratado Sobre la oración: «Quien pide en la
oración la llegada del Reino de Dios, ora sin duda por el Reino de Dios que
lleva en sí mismo, y ora para que ese reino dé fruto y llegue a su plenitud...
Puesto que en las personas santas reina Dios [es decir, está el reinado, el
Reino de Dios]... Así, si queremos que Dios reine en nosotros [que su reino
esté en nosotros], en modo alguno debe reinar el pecado en nuestro cuerpo
mortal [Rm 6, 12]... Entonces Dios se paseará en nosotros como en un paraíso
espiritual [Gn 3,8] y, junto con su Cristo, será el único que reinará en
nosotros». El «Reino de Dios» está en el interior del hombre. Allí crece, y desde
allí actúa.
c) el Reino de Dios y la Iglesia se relacionan entre sí (interpretación
eclesiológica, cristológica y mística).
Muchos hablan de que reine la paz, la
justicia y la salvaguarda de la creación. Pero el Reino de Jesús es más que
esto, y precisamente lo propiamente cristiano ayuda a todo esto.
Al hablar del Reino, Harnack contrapone el
“cumplir” farisaico al amor cristiano. Otros subrayan el “más allá” a donde nos
dirigimos. Hoy día se habla de una existencia que va creciendo en un proceso
espiritual, donde todas las religiones ayudan. Por eso, vivir buscando el
“Reino de Jesús”, el corazón de su mensaje, será lo que nos dé la identidad
cristiana, y la mejor manera de ayudar a ese mundo en el que la paz, la justicia
y el respeto de la creación son muy importantes. Pero ¿qué es justicia? Porque
sin contenido real, no hay justicia. La misma fe, las religiones, son
utilizadas para fines políticos. Dios ha desaparecido de muchos sitios. Ya no
se le necesita e incluso estorba, sigue diciendo Ratzinger. Pero el mensaje de Jesús
y su Reino no sólo es el mejor modo de caminar hacia el cielo, sino también el modo
mejor de vivir en la tierra, aunque las realizaciones concretas serán diversas
según la libertad de cada uno o de las formas sociales de participación.
Dios existe, y actúa ahora, es Señor de la
historia. La Iglesia tiene esta misión de “anunciar el Reino de Cristo y
establecerlo en medio de las gentes” (LG 5), mostrar a Jesús, con la vida de
los santos: la Iglesia misma constituye en la tierra el germen y
principio de este Reino. Por otro lado es sacramento, signo e instrumento de la
íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano, ella es, por
tanto, “el Reino de Cristo presente ya en el misterio” (LG 3), pero solamente
en germen e inicio, apuntando a su realización definitiva que llegará con el
fin y el cumplimiento de la historia.
Estamos invitados a mejorar el mundo, y la
mejor forma es el apostolado. Sigue el Papa diciendo que el Reino de Dios no
puede ser separado ni de Cristo ni de la Iglesia, para tener su identidad (Juan
Pablo II, “Redemptoris missio”, 8; cf. Declaración “Dominus Iesus”, 4,5.18).
2. Jesús sacerdote es «mediador de una Alianza
nueva». En la fiesta de la Expiación, en el «santísimo», el espacio más sagrado
del Templo de Jerusalén, ofrecía sacrificios por sí y por el pueblo (ver
ceremonial en Levítico 16). La sangre de animales no era eficaz y se tenía que
repetir. Cristo entró en el santuario del cielo, no en un templo humano, y lo
hizo de una vez por todas, se entregó a sí mismo, no sangre ajena. Así como
todos morimos una vez, también Cristo, por absoluta solidaridad con nuestra
condición humana, se sometió a la muerte «para
destruir el pecado con el sacrificio de sí mismo». Tenemos un Mediador
siempre dispuesto a interceder por nosotros. Esta buena noticia ha de impregnar
nuestra historia de cada día, sobre todo en el momento de la Eucaristía. El
mismo nos encargó que re-presentáramos (que volvamos a presentar al Padre) este
sacrificio único: «Haced esto en memoria
mía». San Pablo sitúa claramente cada celebración entre el pasado de la
Cruz y el futuro de la parusía (J. Aldazábal): «Cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte
del Señor hasta que venga» (1 Co 11 ,26).
3. “Cantad
al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas: / su diestra le ha
dado la victoria, / su santo brazo.” La salvación que nos traes, Señor,
nos motiva a corresponder con este
cántico de alabanza: “El Señor da a conocer su victoria, / revela
a las naciones su justicia: / se acordó de su misericordia y su fidelidad / en
favor de la casa de Israel.” De ese nuevo Israel que es tu Iglesia: “Los confines de la tierra han contemplado /
la victoria de nuestro Dios. / Aclamad al Señor, tierra entera; / gritad,
vitoread, tocad.”
Toda nuestra vida será un nuevo cántico al
Señor, guiados por su Espíritu Santo: “Tañed
la cítara para el Señor, / suenen los instrumentos: / con clarines y al son de
trompetas, / aclamad al Rey y Señor”.
Llucià Pou Sabaté
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