domingo, 12 de diciembre de 2010

II Domingo de Adviento, Ciclo A. Preparar los caminos con Juan Bautista, y recordar nuestro bautismo: «Dad fruto digno de conversión».

II Domingo de Adviento, Ciclo A. Preparar los caminos con Juan Bautista, y recordar nuestro bautismo: «Dad fruto digno de conversión». Son días de preparación para que Jesús nazca en nuestro corazón

1. Isaías (11,1-10) nos dice que un día “brotará un renuevo del tronco de Jesé, / un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor: / espíritu de ciencia y discernimiento, / espíritu de consejo y valor, / espíritu de piedad y temor del Señor. / Le inspirará el temor del Señor”. Son los dones del Espíritu Santo que anuncia Jesús, que “no juzgará por apariencias, / ni sentenciará de oídas; / defenderá con justicia al desamparado, / con equidad dará sentencia al pobre” y el mundo será un paraíso: “Habitará el lobo con el cordero, / la pantera se tumbará con el cabrito, / el novillo y el león pacerán juntos: / un muchacho pequeño los pastorea. / La vaca pastará con el oso, / sus crías se tumbarán juntas; / el león comerá paja con el buey. / El niño jugará con la hura del áspid, / la criatura meterá la mano / en el escondrijo de la serpiente. / No hará daño ni estrago por todo mi Monte Santo: / porque está lleno el país
de la ciencia del Señor, / como las aguas colman el mar”.
Jesús comenzó a predicar diciendo: "Se acerca el reinado de Dios. Convertíos y creed en la buena Noticia". Estos días hemos de convertirnos para recibir esta gracia, llenos de esperanza ante la próxima salida del sol que "nacerá de lo alto", Cristo, el "sol de justicia".

2. El Salmo (71,2.7-8.12-13.17) canta: “Que en sus días florezca la justicia / y la paz hasta que falte la luna; / que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. / Porque él librará al pobre que clamaba, / al afligido que no tenía protector; / él se apiadará del pobre y del indigente, / y salvará la vida de los pobres. / Que su nombre sea eterno / y su fama dure como el sol; / que él sea la bendición de todos los pueblos / y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra”. Es un canto al Mesías, que hace justicia, aspiración que colma el corazón humano de todos los tiempos, que debe reinar en la familia, el trabajo, los grupos, las relaciones internacionales... sobre todo los que no tienen con qué defenderse, los "pequeños". El rey-Jesús-Mesías toma partido por los pobres.

3. La Carta de San Pablo a los Romanos (15,4-9) nos dice que “todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza”. ¡Qué bueno momento, para sacar el propósito de leer cada día unos minutos la palabra de Dios, para que entre dentro de nosotros y dé fruto, y nos dé, como los discípulos de Emaús, entendimiento, y arda nuestro corazón haciéndonos entender tantas cosas, en el camino de la vida, para ver a Jesús y descubrirle en la fracción del pan, en la Eucaristía. Y luego pide: “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, como es propio de cristianos para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas, y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre”. Y es que había discusiones y clases, categorías, como ahora entre los que usan esa marca de ropa mejor, o eren de tal club o de tal clase social, de los “mejores” que piensan que los demás son “peores”. Que Jesús nos haga entender que nadie es más que nosotros, y nadie menos que nosotros, pues todos somos iguales en Cristo el Señor.

4. El Evangelio (Mateo 3,1-12) de hoy nos habla de Juan el Bautista, que clama: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos». Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Se acerca la venida del Salvador, y para esto hoy el precursor el Bautista nos anima a que nos preparemos, al igual que hacemos el Belén en nuestras casas, que en nuestro corazón tenga Jesús un lugar donde nacer.

Todos queremos ser felices. San Juan nos recuerda que Jesús nos enseña el camino de verdad, la Verdad que nos hace libres, felices, la Vida auténtica. El bautismo -y Confirmación- significa el comienzo de esta nueva vida, lo hemos visto en la segunda lectura, y hemos de entrenarnos con la penitencia y dejarle espacio interior al reino de Dios y a Jesús, no tener el corazón lleno de trastos y egoísmos, de los juegos de la UI o la playstation, u otras cosas que nos atan como a Gollum al anillo y nos hacen esclavos (el protagonista nefasto del Señor de los Anillos), queremos una vida santa: proponernos puntos de conversión, de mejora estos días, de confesión de nuestros pecados, de mejorar en nuestra oración, en estos caminos del Señor, “enderezad las sendas” oír la “voz que clama en el desierto”, y ser portadores de la luz para los demás. Llucià Pou Sabaté.



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