1.Jeremías (23,5-8) nos dice de parte de Dios: “Mirad que días vienen en que suscitaré a David un Germen justo: reinará un rey prudente, practicará el derecho y la justicia en la tierra. En sus días estará a salvo Judá, e Israel vivirá en seguro. Y este es el nombre con que te llamarán: «Yahveh, justicia nuestra.»” Tú Señor, ves en mí, en germen, todas las posibilidades de santidad. Imagen casi biológica: el "germen" es el comienzo del ser. Lo que contiene toda la potencia de vida que irá desarrollándose. Minúsculo, casi invisible, el germen posee todo el poder que se manifestará esplendoroso a pleno día. Son cualidades del rey esperado, del Mesías, de Jesús, ser un verdadero jefe, inteligente, bueno y justo.¿No es esto lo que está esperando la humanidad HOY y siempre? ¡Que la prudencia rija en los responsables a todos los niveles! ¡Que el derecho y la justicia presidan las relaciones entre los hombres! Que a los problemas humanos se les apliquen soluciones sensatas. Sin saberlo, quizá todo ello es un esperar a Cristo. El mundo, sin darse cuenta, espera a este Cristo prudente, recto y justo; y esto no se realiza más que mediante la mediación de un hombre. HOY puedo yo cooperar en esa obra de Cristo.
“mi Señor, mi justicia”… Los nombres tienen mucha importancia para la mentalidad semítica: caracterizan a la persona. Un hombre que no es por sí mismo su propia justicia. Un hombre investido de la misma justicia de Dios. Cuando trato de ser más justo, en realidad "es el Señor mi justicia": «El Señor hace... hoy» justicia, no ayer, sino que vive conmigo. Es HOY cuando me dará su gracia, lo que me convenga (Noel Quesson).
2. El Salmo (72: 1-2,12-13,18-19) de Salomón reza: “Oh Dios, da al rey tu juicio, al hijo de rey tu justicia: que con justicia gobierne a tu pueblo, con equidad a tus humildes. Porque él librará al pobre suplicante, al desdichado y al que nadie ampara; se apiadará del débil y del pobre, el alma de los pobres salvará.¡Bendito sea Yahveh, Dios de Israel, el único que hace maravillas!¡Bendito sea su nombre glorioso para siempre, toda la tierra se llene de su gloria! ¡Amén! ¡Amén!” Ningún rey cumplió estas promesas. Por eso, nos habla de Jesús, salvador de todos. Que como buen Pastor, cuida de las ovejas débiles y enfermas; y a las descarriadas, las busca hasta encontrarlas y, lleno de amor, las carga sobre sus hombros y las lleva de vuelta al Redil, a la Casa Paterna. Así Dios ha querido convertirse en bendición para todos. En verdad que contemplando así a Dios hecho Dios-con-nosotros no podemos sino estallar en bendiciones a su santo Nombre, pues ha hecho grandes cosas por nosotros el Todopoderoso librando al débil del poderoso y ayudando al que se encuentra sin amparo. Aprendamos a acogernos a su misericordia, pues Él salvará a quienes en Él confían.
3. El Evangelio (Mt 1,18-24) nos cuenta que “la generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «Ved que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel, que traducido significa: “Dios con nosotros”». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado, y tomó consigo a su mujer”. Mañana volveremos a leer este Evangelio (domingo 4º, A) donde vemos que en José y María se cumplen todas las bienaventuranzas de estos días pasados, cuando los profetas anunciaban que Jesús traería la protección a los débiles. El que se iba porque sobraba, porque no entendía la maternidad de María, ahora recibe el anuncio del ángel para que siga a su lado y haga de padre a Jesús, en esta nueva familia de los hijos de Dios, no de la carne sino de la gracia. El ángel le asegura que el hijo que espera María es obra del Espíritu. Pero que él, José, no debe retirarse. Dios le necesita. Cuenta con él para una misión muy concreta: cumplir lo que se había anunciado, que el Mesías sería de la casa de David, como lo es José, «hijo de David» (evangelio), y poner al hijo el nombre de Jesús (Dios-salva), misión propia del padre. «Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel». Admirable disponibilidad la de este joven israelita. Sin discursos ni posturas heroicas ni preguntas, obedece los planes de Dios, por sorprendentes que sean, conjugándolos con su profundo amor a María. Acepta esa paternidad tan especial, con la que colabora en los inicios de la salvación mesiánica, a la venida del Dios-con-nosotros. Deja el protagonismo a Dios: el Mesías no viene de nosotros. Viene de Dios: concebido por obra del Espíritu. La alabanza que se hizo a María, «feliz tú porque has creído», se puede extender también a este joven obrero, el justo José.¿Acogemos así nosotros, en nuestras vidas, los planes de Dios?
En María y José encontramos un matrimonio ejemplar, modelo para todos nuestros hogares, pero sin duda singular, como vemos en el Evangelio de hoy. Es también naciente iglesia doméstica, que custodiará el Redentor. Son de carne y hueso como nosotros, vivían nuestras mismas dificultades y alegrías similares a las nuestras. La Sagrada Familia es modelo de nuestras familias, luchaban por llevar las cosas adelante, y nos enseñan a vivir las dificultades en positivo: transformarlas en posibilidades, de amar más, de ser más entregados, de tener más fe y perseverancia; así se refuerza el amor y la fidelidad. Las dificultades de ordinaria administración no aparecen en el Evangelio: problemas con clientes del taller, rumores de pueblo, estrecheces económicas propias de vivir al día… Se intuye que para ellos los nervios no degeneraban en discusiones; que cuando no podían solucionar una cosa hablando, optaban por el silencio (es una forma de diálogo, cuando se ama): meditar las cosas, el silencio de la oración… Los problemas que nos muestra el Evangelio no son los pequeños de cada día, sólo vemos los más graves… y vemos como actúan, en silencio, "aguantan en el dolor" y esperan el “dedo” de Dios… Dios ilumina a José en sueños, y José es dócil: aprende a ir al paso de Dios, como más tarde cuando se le indica que vaya a Egipto, que vuelva, etc. Desplazarse a Belén para empadronarse no sería nada fácil, José sabía que era inoportuno aquel viaje; pensaba que algún pariente en Belén les podría albergar, pero una vez más nada salió como ellos habían pensado: el viaje a Egipto será otro ejemplo de cambio de planes, como en el episodio del Niño perdido y hallado en el Templo… aprenden a meditar las cosas, a ir al paso de Dios, para cumplir su voluntad. Todo esto es modelo para nosotros, les pedimos a José y María que nos ayuden a dejarnos llevar por Dios, a tener confianza y ver esa mano invisible que nos acompaña y nos guía a lo largo de la vida. Llucià Pou Sabaté
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