viernes, 24 de mayo de 2013


Viernes de la semana 7 de tiempo ordinario: la amistad nos enriquece y es fundamental en la vida, y también para muchos el matrimonio, alianza de dos con Dios
«Saliendo de allí llegó a la región de Judea, al otro lado del Jordán; y otra vez se congregó ante él la multitud y como era su costumbre, de nuevo les enseñaba. Se acercaron entonces unos fariseos que le preguntaban para tentarle, si es lícito al marido repudiar a su mujer El les respondió: ¿Qué os mandó Moisés? Ellos dijeron: Moisés permitió darle escrito el libelo de repudio y despedirla. Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este precepto. Pero en el principio de la creación los hizo Dios varón y hembra: por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer; y serán los dos una sola carne. Por tanto lo que Dios unió, no lo separe el hombre. Una vez en la casa, sus discípulos volvieron a preguntarle sobre esto. Y les dice: Cualquiera que repudie a su mujer y se una con otra, comete adulterio contra aquélla; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio» (Marcos 10, 1-12).
1. Piensan que Jesús ha caído en la trampa, cuando le preguntan: "¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?". ¿La ley o la misericordia? Tema de gran actualidad, por la plaga de divorcios que vivimos. -“Por la dureza de vuestro corazón, os dio Moisés esta ley”. Jesús establece aquí una distinción extremadamente importante: la Ley del Deuteronomio no es un "mandamiento"... sino un "permiso" concedido por Moisés de mala gana porque no hay manera de hacerlo de otro modo, "por la dureza de vuestro corazón". Pero no es para Jesús una abolición de la ley fundamental del matrimonio, la cual subsiste.
Es la alternativa de "lo permitido y lo prohibido"... Jesús retrocede hasta los orígenes: "Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer... Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre". Jesús no discute. Es, y quiere seguir siendo, sencillo. Atenerse a la ley y al reglamento es olvidar el impulso de la vida. De lo que se trata es de aproximarse a lo que es la ambición de Dios: el amor es más exigente que cualquier ley. Para conocer la gran intuición de Dios es preciso retroceder a los comienzos, cuando, por ternura, sacó de la tierra al hombre y a la mujer para que correspondieran a su amor. Regresar a nuestros orígenes para volver a descubrir la regla de nuestra vida es volver a descubrir que necesitamos hablar el lenguaje del otro. Para Dios, amar fue también hacerse vulnerable, pedigüeño: no permaneció en el cielo de su indiferencia. Dios no sólo da: necesita recibir. Regresar a nuestros orígenes para volver a descubrir la regla de nuestra vida es hacernos vulnerables. El que ama, acepta desear, esperar, pedir, sufrir. Para Dios, amar fue también creer y esperar. Dios no nos ha programado. Nos ha puesto en pie, libres y creadores. Volver a descubrir la regla de nuestra vida es volver a aprender la esperanza.
El amor es fecundo, suscita, resucita, saca a flote, perdona. El amor espera con el otro. Para Dios, amar es perdonar. Perdonar es mucho más que olvidar. Es seguir amando al otro incluso cuando nos rechaza, seguir esperando en él incluso cuando nos decepciona. Volver a aprender la regla de nuestra vida es amar sin dejar de esperar en el otro, cualquiera que sea el mentís de los hechos. Para Dios, finalmente, amar es dar la vida. Dios murió de amor. El lenguaje de su amor está forjado en carne y sangre. Aproximarse a lo que Dios ambiciona acerca de nuestra vida es aceptar no poner límite a nuestra andadura y escuchar la voz que siempre nos llama fuera. La ley fundamental del matrimonio hay que buscarla a ese nivel: la complementariedad de los sexos, es una "creación", una "voluntad" de Dios, inscrita en la naturaleza profunda del hombre y de la mujer, desde el origen.
-“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y serán los dos una sola carne. De manera que no son dos, sino una sola carne. Lo que Dios unió, no lo separe el hombre”. "Unirse" al otro. "No ser sino uno" con el otro. Romper con todo el pasado para fundar una nueva familia. No son "dos" solamente las voluntades comprometidas, sino "tres": los esposos no están comprometidos solamente el uno con el otro por una especie de contrato entre dos que podría romperse por común acuerdo... hay también una "voluntad de Dios", un compromiso ante El. Una alianza. Ningún hombre, ni el mismo Moisés, dice Jesús, puede romper esta unidad básica de los dos cónyuges. Dios interviene, con todo su absoluto, para solidificar el amor.
-“Vuelto a casa, de nuevo le preguntaron sobre esto los discípulos. El les dijo: "El que repudia a su mujer... Si la mujer repudia al marido...” El hombre y la mujer tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones. El amor conyugal es un terreno privilegiado donde se juega la venida del Reino de Dios (Noel Quesson). Hay que quitar las adherencias culturales que ha habido de discriminación. Y también entender qué es el matrimonio, porque ciertas uniones –aunque se llamen matrimonios- no lo son… no eran “una carne”, comunión de corazones…
2. Hoy se nos dan una serie de observaciones concretas sobre la amistad. -“Un lenguaje amable multiplica los amigos: la lengua que habla bien multiplica las delicadezas”: es la importancia de las palabras, del diálogo, para construir o destruir la amistad.
-“Sean muchos los que estén en paz contigo, mas para consejero elige uno entre mil”. Confiamos en pocos, porque han de tener la capacidad de entender y resolver problemas, y “gran cosa es entender a un alma” (Santa Teresa).
-“Si quieres hallar un amigo, búscalo probado y no te des prisa en confiarte a él”. Jesús perfecciona esa norma, pues por amor a nosotros, se atreve a arriesgarlo todo, afirmando que la amistad no es verdadera amistad si no se es capaz de morir por aquellos que amamos (Jn 15,13): revelará que "nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos". Contemplo la amistad de Jesús, tan desinteresada que llega hasta la total renuncia de sí mismo. «Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin» (Jn 13,1).
-“Porque hay amigo que lo es de ocasión; pero que no persevera en el día de tu angustia”. El primer criterio de la amistad es la fidelidad en la prueba. Ben Sirac lo sabe mejor que nadie, pues su cultura y riqueza habían favorecido sin duda la avalancha de numerosos amigos. Se comprende que, desde entonces, busque hacer una selección entre ellos.
-“Hay el amigo que comparte tu mesa, pero que no persevera en el día de tu angustia”. De esa frase «compañero de mesa» procede el término francés «copain»: aquel que comparte el pan, el amigo de los días felices. Con frecuencia, por desgracia, es una amistad fácil y frágil.
-“En tu prosperidad será como otro tú, más en tu humillación estará contra ti”. Esto recuerda la historia, narrada por Jesús, de aquel joven que abandonó la casa paterna con mucho dinero y tuvo amigos mientras pudo gastar con ellos. (Lc 15,14).
-“Un amigo fiel es un elixir de vida; los que temen al Señor lo encontrarán. El que teme al Señor endereza su amistad, pues como él es, así será su compañero”. El segundo criterio de la amistad es el amor común de Dios. «Adorar juntos al Señor», he ahí lo que puede soldar en profundidad una relación. La fe es el punto común de una amistad espiritual.
-“El amigo fiel es seguro refugio, el que lo encuentra ha encontrado un tesoro. El amigo fiel no tiene precio, no puede apreciarse su valor”. Puedo aprovechar hoy para rogar por mis amigos... y para preguntarme lo que esperan ellos de mí, cómo podría yo ayudarlos... ¿Hay quizá a mi alrededor gente que no tiene amigos, que sufren del abandono y soledad? ¿Qué puedo hacer por ellos? (Noel Quesson). La amistad es una de las mejores riquezas humanas. Un amigo fiel y sincero es un verdadero tesoro. Es una medicina para nuestros males. El camino se nos hace mucho más fácil cuando lo podemos compartir. Eso pasa en la vida social, en la familiar, en la vida religiosa, en el apostolado sacerdotal. En un mundo en que cada uno tiende a ir por su cuenta, el saber ser amigos, saliendo un poco de sí mismos, para buscar el bien del otro, es un valor que no tiene precio.
«Una voz suave aumenta los amigos, unos labios amables aumentan los saludos». ¿Quién quiere estar al lado de uno que no sabe más que criticar o protestar o quejarse? ¿o que siempre quiere tener la razón o sólo sabe hablar de sí mismo? ¿o que no sabe guardar secretos'? Nos podemos preguntar hoy si somos capaces de amistad. Junto a la valoración de que el amigo fiel es quien no nos abandona en la dificultad, ahora se nos muestra que la sabiduría al final vale la pena: "Al final alcanzarás su descanso y se te convertirá en placer”. Las delicias de la sabiduría son desconocidas para los ignorantes y los insensatos, que no ven que está en seguir preceptos del Señor y ocupándose de sus mandatos. De esta manera, "él te dará la inteligencia y, según tus deseos, te hará sabio» (M. Gallart).
3. El salmo nos habla de cantar gozosos a Yahveh, aclamar  a la Roca de nuestra salvación; con acciones de gracias. “Porque es Yahveh un Dios grande, Rey grande sobre todos los dioses; en sus manos están las honduras de la tierra, y suyas son las cumbres de los montes; suyo el mar, pues él mismo lo hizo, y la tierra firme que sus manos formaron”. Es una actitud de amor y adoración, “porque él es nuestro Dios, y nosotros el pueblo de su pasto, el rebaño de su mano”.
Llucià Pou Sabaté

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