miércoles, 29 de diciembre de 2010

Lunes de la 3ª semana de Adviento. Jesús habla con autoridad, con la verdad de Dios

Los Números (24,2-7.15-17a) dicen que Balaán recibió el espíritu de Dios y entonó sus versos: «¡Qué bellas las tiendas de Jacob y las moradas de Israel! Como vegas dilatadas, como jardines junto al río, como áloes que plantó el Señor o cedros junto a la corriente; el agua fluye de sus cubos, y con el agua se multiplica su simiente. Su rey es más alto que Agag, y su reino descuella…. Lo veo, pero no es ahora, lo contemplo, pero no será pronto: Avanza la constelación de Jacob, y sube el cetro de Israel.» Es la espera del Mesías. En Cristo, Hijo de Dios y descendiente de David se cumple plenamente esta profecía. Él se ha convertido en luz que ilumina a todas las naciones; Él es el Camino que nos conduce al Padre; Él es, para nosotros, la fuente de agua que nos da vida eterna. Quien posea su Espíritu no podrá, jamás pasar haciendo el mal, sino el bien, que procede de Dios. Ese es el fruto que Dios espera de quienes creen en Él.
2. El Salmo (24,4-5ab.6-7bc.8-9) dice: “Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas; acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor. El Señor es bueno y es recto, enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humilles con rectitud, enseña su camino a los humildes”. A veces tenemos pensamientos de tristeza, cuando algo nos sale mal, pero hemos de pensar que Dios jamás se olvidará de nosotros, pues el amor y la ternura que nos tiene son eternos. Esto no puede llevarnos a vivir descuidados en el amor, pensando que Dios nos perdonará y salvará, pues el tiempo de gracia no es marcado por el hombre, sino por Dios. Ojalá y escuchemos hoy su voz y no endurezcamos ante Él nuestro corazón. El Señor es recto y bondadoso. Nosotros, frágiles y pecadores, acudimos a Él para que nos enseñe a caminar en el bien, deseando llegar a ser perfectos, como Él es perfecto.
3.- El Evangelio (Mateo 21,23-27) nos dice que se acercaron a Jesús para preguntarle: -«¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?» Querían ponerle una trampa, y Jesús les replicó: «Os voy a hacer yo también una pregunta; si me la contestáis, os diré yo también con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?» Ellos se pusieron a deliberar: -«Si decimos "del cielo", nos dirá: "¿Por qué no le habéis creído? Si le decimos "de los hombres", tememos a la gente; porque todos tienen a Juan por profeta.» Y respondieron a Jesús: - «No sabemos.» Él, por su parte, les dijo: - «Pues tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto.» Jesús no esquiva la pregunta de los sumos sacerdotes y ancianos ni les discute el derecho de plantearle la cuestión de la autoridad. Con su contrapregunta sólo quiere hacerles recapacitar. Proyectará luz sobre la autoridad de Jesús, porque Juan preparó los caminos a Jesús.
Los dirigentes de Israel no quieren aceptar a Juan, como tampoco el rey de Moab quedó nada satisfecho con las profecías del vidente Balaán, a quien él había contratado con la intención contraria (primera lectura). La peor ceguera es la voluntaria. Aquí se cumple una vez más lo que decía Jesús: que los que se creen sabios no saben nada, y los sencillos y humildes son los que alcanzan la verdadera sabiduría. Estas lecturas nos interpelan hoy y aquí a nosotros. Balaán anunció la futura venida del Mesías. El Bautista lo señaló ya como presente. Nosotros sabemos que el Enviado de Dios, Cristo Jesús, vino hace dos mil años y que como Resucitado sigue estándonos presente. La pregunta es siempre incómoda: ¿le hemos acogido, le estamos acogiendo de veras en este Adviento y nos disponemos a celebrar el sacramento de la Navidad en todo su profundo significado? Vamos a dejar que Jesús nos sorprenda estos días, si le dejamos reinar en nuestro corazón. En el ordenador hay “extensiones”, las últimas letras detrás de un punto, del estilo: “.doc; .jpeg; .exe”, que es lo primero que el procesador lee para utilizar el programa adecuado para abrir el documento. Si la extensión no es la correcta no se abrirá el documento. Si no hay fe, si nuestro corazón no está bien dispuesto, nuestro cerebro no lee las palabras de Jesús, como si una vaca escuchara un concierto de Mozart, como los sumos sacerdotes del evangelio de hoy cuando se acercan a Jesús. ¡Tienen la extensión cambiada! Son incapaces de reconocer al Mesías, de reconocer la obra de Dios, de escucharle. Por eso Jesús les da el “mensaje de error”. Intentaban abrir un documento de Dios con la extensión de los hombres, así que se quedaron como estaban: ignorantes. A veces decimos: ¿Por qué Dios permite esto? En el fondo es la misma pregunta del evangelio ¿Quién le ha dado a Dios autoridad sobre esto? ¿Quién se cree que es?, y la fe nos dice: “su ternura y su misericordia son eternas”. Repite despacio: “Sé que Dios me quiere” y acércate a Dios como María, desde la humildad, dejándole hablar pues “enseña su camino a los humildes”. Cuando te acerques al sagrario, cuando asistas a Misa, asegúrate de ir con la “extensión correcta”. Dentro de poco llegaremos a Belén. Ésa es nuestra escuela de oración (Archimadrid). Revisaré mi actuar para no dejar que la envidia y otros males se instalen en mi corazón. Llucià Pou Sabaté.

Domingo 3 de Adviento (A). Con Jesús, la vida se llena de alegría y aunque haya penas se transformará en un paraíso

El Profeta Isaías (35,1-6a.11) nos habla de la vuelta al Paraíso. La venida del Salvador transformará el desierto en Paraíso; todas las enfermedades serán curadas porque el nuevo Reino no conocerá ya el mal: hasta la misma fatiga desaparecerá: “el desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarón. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios. Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará. Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Y volverán los rescatados del Señor. Vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán”. Anuncia la abolición próxima de las maldiciones que acompañaron la caída de Adán: la fatiga del trabajo, el sufrimiento, las zarzas y las espinas del desierto no serán ya más que un mal recuerdo.
2. El Salmo (145,7.8-9a.9bc-10) nos dice que “el Señor mantiene su fidelidad perpetuamente, hace justicia a los oprimidos, da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos. El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan, el Señor ama a los justos, el Señor guarda a los peregrinos. Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente; tu Dios, Sión, de edad en edad”. Es un "himno" del reino de Dios, de alabanza, una especie de letanía de desgraciados que reciben ayuda de Dios: los "oprimidos", los "hambrientos", los "prisioneros", los "ciegos", los "abatidos", los "extranjeros", las "viudas", los "huérfanos"... que son los que luego Jesús anuncia con las bienaventuranzas: "bienaventurado aquel cuyo auxilio es Dios... Bienaventurado el que escucha la palabra de Dios..." Señor, concédenos esta felicidad profunda. Haz que creamos que allí, y únicamente allí está la felicidad estable, que nada, absolutamente nada, puede lastimar. No estamos solos ni abandonados porque la fe en Dios nos dice que él nos cuida con su poder, amor y bondad abre los ojos a los ciegos, ama a los justos, guarda a los peregrinos, sustenta al huérfano y a la viuda. trastorna el camino de los malvados.
3. Santiago (5,7-10) nos anima: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca. No os quejéis, hermanos, unos de otros para no ser condenados. Mirad que el juez está ya a la puerta. Tomad, hermanos, como ejemplo de sufrimiento y de paciencia a los profetas, que hablaron en nombre del Señor”. ¿Se acabarán los males? En tiempos de Santiago no parecían las cosas tan claras. ¿Dios ha venido? Pues no se nota demasiado, pueden decir algunos. El apóstol nos responde: Dios ha venido, pero tiene que volver. La primera venida fue en debilidad, la segunda será en poder y gloria, y no tardará. Hemos de tener paciencia, como el labrador en el sembrado, pues todo tiene su tiempo… la gracia hace su camino… nos toca vivir de la esperanza…
4. En el Evangelio Mateo (11,2-11) nos habla de Juan, que envió a sus discípulos a decirle a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?». Jesús les respondió: «Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven y los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!».
Cuando éstos se marchaban, se puso Jesús a hablar de Juan a la gente: «¿Qué salisteis a ver en el desierto? ¿Una caña agitada por el viento? ¿Qué salisteis a ver, si no? ¿Un hombre elegantemente vestido? ¡No! Los que visten con elegancia están en los palacios de los reyes. Entonces, ¿a qué salisteis? ¿A ver un profeta? Sí, os digo, y más que un profeta. Éste es de quien está escrito: ‘He aquí que yo envío mi mensajero delante de ti, que preparará por delante tu camino’. En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él».
Juan vuelve a ser protagonista este otro domingo; nos enseña a situarnos al servicio de Jesús: «No soy digno de desatarle las sandalias» (Jn 1,27); nos enseña dejar actuar a Dios en nosotros: «Es preciso que Él crezca y que yo disminuya» (Jn 3,30); nos enseña a ser instrumentos suyos, “amigo del esposo” (cf. Jn 3,26). Cirilo de Jerusalén recoge esta actualización del precursor, en nuestros días: «Nosotros anunciamos la venida de Cristo, no sólo la primera, sino también la segunda, mucho más gloriosa que aquélla. Pues aquélla estuvo impregnada por el sufrimiento, pero la segunda traerá la diadema de la divina gloria». La temática de este domingo es pues preparar la venida del Señor en primer lugar en nuestra vida, y ser precursores de la luz ayudando a llevar las almas a Jesús.
Es domingo de la alegría, porque el Señor está cerca, se acerca la Navidad, faltan pocos días. María es modelo de mujer feliz, como dijo Isabel en la Visitación: “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” Podemos acompañar a María estos días en esta maravilla que está por suceder, Jesús que va a nacer; hacer un hueco en nuestro corazón para la llegada de Dios, que Él crezca y disminuya mi orgullo; nos dice Jesús: “Yo llamo a tu puerta, escúchame, ábreme”. Juan Pablo II nos lo recordaba: "El Adviento es tiempo de alegría, pues permite revivir la espera del acontecimiento más alegre de la historia: el nacimiento del Hijo de Dios de la Virgen María… Saber que Dios no está lejos, sino cercano; que no es indiferente, sino compasivo; que no es ajeno, sino un Padre misericordioso que nos sigue con cariño en el respeto de nuestra libertad: este es motivo de una alegría profunda que las cambiantes vicisitudes cotidianas no pueden ocultar… cuando pongáis en el Nacimiento la imagen del Niño Jesús, rezad una oración por mí y por las muchas personas que se dirigen al Papa en sus dificultades". Llucià Pou Sabaté

Martes de la 2ª semana de Adviento: El Señor nos llena de esperanza con su misericordia y su perdón: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobr

1.Isaías (40,25-31) nos dice: “Alzad los ojos a lo alto y mirad: ¿Quién creó aquello?” Si somos capaces de admirar el poder y la inteligencia del hombre, ¿por qué seríamos ciegos ante la obra de Dios? Si se ha empleado tanta inteligencia y trabajo para enviar cosmonautas a la luna y naves espaciales tripuladas, ¿por qué no seríamos capaces de admirar la grandiosidad del cosmos con sus galaxias y billones de estrellas? -Dios, desde siempre, es creador de los confines de la tierra... Su inteligencia es insondable. Las leyendas de Marduk celebraban con entusiasmo el triunfo del dios sobre el caos, sobre las fuerzas del mal. –“¿Es que no lo sabes? Dios da vigor al cansado y al que no tiene fuerzas, le acrecienta la energía”. Este gran Dios, dice el profeta, tiene un hacer sorprendente: ¡tanto más se interesa por los seres, cuanto más pequeños y débiles son! Revelación de la paternidad de Dios, de la maternidad de Dios. ¿No sucede también así en una familia que el amor la lleva a cuidar más del «más débil»? -“Los jóvenes se cansan, se fatigan... Los atletas vacilan abatidos... Mientras que los que ponen su esperanza en el Señor, El les renueva el vigor y corren ya, sin cansarse”. El Dios grande y trascendente, creador de los astros y del cosmos, es también el Dios-cercano, que comunica su fuerza a los que se abren a El... a "los que ponen en El su confianza". “A los exilados, llenos de lasitud, Isaías les revela una fuente de vigor”. ¡Oh, Señor, cumple tu promesa, dame «nuevas fuerzas»! Devuelve, cada mañana, a la humanidad, a los más pobres, la ilusión y el vigor de existir; de emprender y de empezar de nuevo; así como la posibilidad de vencer siempre la desesperación (Noel Quesson).
2. Salmo (102,1-2.3-4.8 y 10): “Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestro pecados ni nos paga según nuestras culpas”. Dios es el creador de todo cuanto existe, pero no ha dejado su obra a la deriva, conoce cada una de sus obras y a todas las llama por el nombre. Si el pueblo se había sentido abandonado en el exilio y estaba cansado de esperar, el Señor nunca se cansa y está atento a las súplicas de su pueblo. La persona fatigada encuentra en Él la fuerza necesaria para continuar el camino porque Él cura todas las enfermedades perdona todas las culpas, pero sobre todo, colma de gracia y de ternura como dice el salmista. ¡Si de verdad tuviéramos Fe...! Nada nos parecería difícil ni duro porque siempre nos sostendría la certeza de que "quienes esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, les nacen alas como de águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse". La Fe se ejercita en el agradecimiento. El salmo responsorial de este día nos regala las mejores palabras para mirar la realidad que nos circunda y nuestro propio interior con un corazón agradecido descubriendo en cuanto pasa y nos pasa, un designio de amor. Si no nos paga según nuestras culpas, ¿cómo es posible dudar?
3. Evangelio (Mt 18,12-14): Jesús dijo a sus discípulos: «Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños». Es preciosa la imagen del buen pastor que va a por la oveja perdida dejando las 99. «Jesús no sabe matemáticas –decía el cardenal Van Thuân-. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más».
Jesús con las parábolas nos prepara para la aventura de la vida, para no caer en los lazos de la visión exclusivamente racional, “las matemáticas”; y proclama esa llamada universal para todos: la meta es ser santos. Para ello nos llama el Señor: “Yo te he escogido! Tu eres mío!” Nos ha llamado por amor, no por nuestros méritos, y nos busca siempre para recordarnos nuestra condición (estar en el redil: tener una vida llena, de amor). Dios se nos da, y nos recuerda que sin donación no hay vida, ésta se quema sin sentido. “Que tu vida no sea una vida estéril. —Sé útil. —Deja poso. —Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. // ”Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. —Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón” (J. Escrivá, Camino 1). Es Dios quien nos pone esos ideales grandes, quien con su Resurrección nos invita a ir “¡mar adentro!” Mar adentro significa hacerlo todo por amor (estudio o trabajo, deporte o un paseo…). También significa que Dios me espera con los brazos abiertos siempre, como vemos en la parábola del hijo pródigo o la que comentamos hoy, de la oveja perdida. Hay una significación profunda en todo ello, y es que Dios nos trata a cada uno como a su hijo. Lo ponía de relieve de manera muy bonita san Josemaría Escrivá: “Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. -Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado. // Y está como un Padre amoroso -a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos-, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando. // Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! // ”-Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo... -Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien! // Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos» (Camino.- 267).
La santidad consiste en amar a Dios con todas tus fuerzas, hacerlo todo por Él, y para ello apartar lo que nos aparta de Él, quitarlo, tirarlo. Pero si sólo fuera esto, podríamos desanimarnos, perdernos. En cambio, el Evangelio de hoy nos recuerda que todo tiene remedio, que nunca hay motivos para la desesperación, que por más defectos no hemos de descorazonarnos, que este sentirnos amados por Dios siempre nos anima luchar mucho más que el miedo al castigo. Recuerdo lo que le pasó en la guerra de la antigua Yugoeslavia a un Capitán llamado O’Grady, que cayó en terreno enemigo y se escondió muy bien en la selva, estuvo una semana hasta que lo rescataron –de modo espectacular, en helicóptero-, aprendiendo a sobrevivir en condiciones penosas. Aludiendo a la suerte que tuvo, luego diría: “ha sido el entrenamiento y Dios”. La certeza de que Dios nos ama es un acicate para recomenzar cada día, cada momento. Son ejemplo de no cumplir con las normas, pero no por ello desesperar, muchos personajes de la Escritura Sagrada, comenzando por el rey David, continuando con san Pedro, y tantos santos nos lo recuerdan con sus vidas. Precisamente un signo grandioso que demuestra la autenticidad de la Historia Sagrada es que no se han mitificado las cosas malas del pueblo, sino que aparecen con toda su crudeza. Todo ello nos habla de que lo importante no es la perfección en todos los actos sino el amor que siempre resulta, al final de recomenzar (cf. también 2 Sam 11-27). La Magdalena llora su pecado y es santa. El pecado nos da la sensación subjetiva de que aquello ya no tiene arreglo: dicen que es la gran tentación del demonio, que aprovecha estos momentos, y nos hace pensar que “de perdidos al río” con una tristeza que lleva a pecar ya sin medida. Pero es una concepción individualista del pecado, de trauma encubierto o de un resentimiento mal curado. Sería como haberse manchado, una falta de ortografía, un jarrón precioso que se ha roto. Pero la relación personal nunca es así, si el pecado es ofensa a Dios, es a una Persona a la que hemos de pedir perdón cuanto antes, sin caer en razonamientos que sería como decir “pues le he dado una bofetada a esta persona, pues ya le doy cien”.
Lo mejor para huir del pecado es pensar en cuestión de amor: “¿Qué cuál es el secreto de la perseverancia? El amor. Enamórate, y no le dejarás” (Camino 999), y saber recomenzar. Para ello, hay que evitar las ocasiones, aquellos lugares o ciertas actividades en momentos de ocio, la valentía de huir de las ocasiones, de las tentaciones, no enfrentarse a ellas sino huir… la mejor muestra de arrepentimiento es levantarse enseguida, ir a curarse, no morir desangrado, dejar el alma sensible sin caer en la dureza del alma (cf. Mt 13, 14: “este pueblo ha endurecido su corazón…”).
Nunca es tan grande el hombre como cuando arrodillado pide perdón. Reconocer que somos pecadores para poder acoger el perdón, como el publicano y no como el fariseo, es algo muy bonito, que lleva a una sana comprensión o aceptación de uno mismo que lleva a no escandalizarse (cf. Mt 18, 6) y por eso también ser más comprensivos con los demás. Cuentan que Aníbal en sus barcos de guerra llevaba vasos con víboras que había mandado prender a sus soldados, que cuando llegaron a luchar contra el enemigo, las lanzaron y picaron a muerte a los que se reían de aquella extravagancia del general, sin pensar en sus mortíferas mordeduras. Cuando fueron cayendo por ellas, esto causó el pánico y consiguió Aníbal la victoria. Esto lleva a pensar en una cierta “estrategia” del demonio, que es reírse del peligro y luego en cambio caer en el pánico. No hay que caer en la soberbia, que hace despreciar el peligro y por imprudencia caer en el él, para luego justificarnos, no reconocer nuestros fallos, y acabar con el desánimo. Por tanto, vasos sí somos, y portadores de Dios, pero vasos deleznables. Fallamos, pues tenemos pasiones, errores, flaquezas, y el buen pastor siempre nos va a ayudar, a decirnos aquel “¡levantaos, vamos!” que proclamó Jesús en aquella oración del huerto. (Son muchas las ocasiones que la liturgia comenta esta imagen del buen pastor, que aquí hemos visto en la perspectiva de ir a buscar la perdida, sobre todo cuando Jesús asume esta imagen, pues él es el buen pastor que da la vida por las ovejas, es decir por nosotros. Habrá ocasión de volver sobre el tema).
Llucià Pou Sabaté

sábado, 25 de diciembre de 2010

¡Feliz Navidad!

¡Feliz Navidad! Que tengas unas santas fiestas y un 2011 lleno de cosas buenas, se lo pido al Señor para ti y todos los tuyos Llucià Pou Sabaté




[Image] ¡Regocijad! Jesús nació, del mundo Salvador;

y cada corazón tornad a recibir al Rey,

a recibir al Rey. Venid a recibir al Rey. ¡Regocijad! El reinará; cantemos en unión;

y en la tierra y en el mar loor resonará,

loor resonará, y gran loor resonará. Ya la maldad vencida es; la tierra paz tendrá.

La bendición del Salvador quitó la maldición,

quitó la maldición; Jesús quitó la maldición. ¡Glorias a Dios cantemos hoy! Señor de Israel,

la libertad tú le darás y tú serás su Dios,

y tú serás su Dios, Señor, y tú serás su Dios.

jueves, 23 de diciembre de 2010

La paradoja de nuestro tiempo...

La paradoja de nuestro tiempo es que tenemos edificios mas altos y temperamentos mas reducidos, carreteras mas anchas y puntos de vista mas estrechos. Gastamos mas pero tenemos menos, compramos mas pero disfrutamos menos. Tenemos casas mas grandes y familias mas chicas, mayores comodidades y menos tiempo. Tenemos mas grados académicos pero menos sentido común, mayor conocimiento pero menor capacidad de juicio, mas expertos pero mas problemas, mejor medicina pero menor bienestar.

Bebemos demasiado, fumamos demasiado, despilfarramos demasiado, reimos muy poco, manejamos muy rápido, nos enojamos demasiado, nos desvelamos demasiado, amanecemos cansados, leemos muy poco, vemos demasiado televisión y oramos muy rara vez.

Hemos multiplicado nuestras posesiones pero reducido nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos demasiado poco y odiamos muy frecuentemente.

Hemos aprendido a ganarnos la vida, pero no a vivir. Añadimos años a nuestras vidas, no vida a nuestros años. Hemos logrado ir y volver de la luna, pero se nos dificulta cruzar la calle para conocer a un nuevo vecino. Conquistamos el espacio exterior, pero no el interior. Hemos hecho grandes cosas, pero no por ello mejores.

Hemos limpiado el aire, pero contaminamos nuestra alma. Conquistamos el átomo, pero no nuestros prejuicios. Escribimos mas pero aprendemos menos. Planeamos mas pero logramos menos. Hemos aprendido a apresurarnos, pero no a esperar. Producimos computadoras que pueden procesar mayor informacion y difundirla, pero nos comunicamos cada vez menos y menos.

Estos son tiempos de comidas rápidas y digestión lenta, de hombres de gran talla y cortedad de carácter, de enormes ganancias económicas y relaciones humanas superficiales. Hoy en día hay dos ingresos pero mas divorcios, casas mas lujosas pero hogares rotos. Son tiempos de viajes rápidos, pañales desechables, moral descartable, acostones de una noche, cuerpos obesos, y píldoras que hacen todo, desde alegrar y apaciguar, hasta matar. Son tiempos en que hay mucho en el escaparate y muy poco en la bodega. Tiempos en que la tecnología puede hacerte llegar esta carta, y en que tu puedes elegir compartir estas reflexiones o simplemente borrarlas.
 
Acuérdate de pasar algún tiempo con tus seres queridos porque ellos no estarán aqui siempre.

Acuérdate de ser amable con quien ahora te admira, porque esa personita crecerá muy pronto y se alejará de ti.

Acuérdate de abrazar a quien tienes cerca porque ese es el único tesoro que puedes dar con el corazón, sin que te cueste ni un centavo.

Acuérdate de decir te amo a tu cónyuge y a tus seres queridos, pero sobre todo dilo sinceramente. Un beso y un abrazo pueden reparar una herida cuando se dan con toda el alma.

Acuérdate de tomarte de la mano con tu conyuge y atesorar ese momento, porque un día esa persona ya no estará contigo.

Date tiempo para amar y para conversar, y comparte tus mas preciadas ideas.
 
Y siempre recuerda:

La vida no se mide por el número de veces que tomamos aliento, sino por los extraordinarios momentos que nos lo quitan.
 
George Carlin.


miércoles, 22 de diciembre de 2010

Jueves de la 2ª semana de Adviento: Jesús viene a salvarnos: “Yo soy tu redentor”, y Juan Bautista nos enseña a prepararnos bien estos días

1.Isaías (41,13-20). “Yo, el Señor, tu Dios, te agarro de la diestra y te digo: «No temas, yo mismo te auxilio.» No temas, gusanito de Jacob, oruga de Israel, yo mismo te auxilio”. "Yo te llevo de la mano". -Yo, el señor, les responderé. -No temas, Yo te ayudo. No temas, Jacob, débil gusanillo… La pequeñez de María, portadora, sin embargo, del Misterio de Dios. María, «débil criatura» vivía en una pobre aldea, casi desconocida. ¡No en Roma, la triunfante... No en Atenas, la sabia... Ni en Babilonia, la soberbia... Ni siquiera en Jerusalén, la santa... Ni en ninguna de las grandes capitales de la época! Sino en Nazaret poblado desconocido, en medio de gente humilde y sencilla. El verdadero valor no procede de la situación humana sino de la mirada de Dios. ¿Qué es lo que esto cuestiona mi vida? -Yo soy el Señor, tu Dios. Te tengo asido por la diestra. Es preciso saborear, en el silencio, esas declaraciones de amor... Basta con dejarse llevar por esa imagen: ¡Toma mi diestra, Señor! ¡Quédate de veras «conmigo»! Escucho... Escucho esas palabras que me diriges. ¿Qué podría dañarme, en mi pequeñez, si, de verdad, conservo tu mano en la mía?
“Trillarás los montes y los triturarás; harás paja de las colinas; los aventarás, y el viento los arrebatará, el vendaval los dispersará; y tú te alegrarás con el Señor, te gloriarás del Santo de Israel”. Es una réplica contra los opresores babilonios. Es, ante todo, el anuncio de un gran gozo después de la pena.
-“Los pobres y los indigentes buscan agua, y no la hay; su lengua está reseca de sed. Yo, el Señor, les responderé; yo, el Dios de Israel, no los abandonaré. Alumbraré ríos en cumbres peladas; en medio de las vaguadas, manantiales; transformaré el desierto en estanque y el yermo en fuentes de agua; pondré en el desierto cedros, y acacias, y mirtos, y olivos; plantaré en la estepa cipreses, y olmos y alerces, juntos”. ¿Cuál es el deseo, qué busca la gente? Ser amados y considerados... ganar regularmente un salario justo... ir adquiriendo algo más de responsabilidad, de confort... ser como todo el mundo, no ser humillados... ser atendidos en las necesidades, con una visita oportuna... y que los sufrimientos y la mala suerte no sea algo normal en sus vidas... Ante esos deseos tan humanos, ante esa «sed», debemos también, como Dios, testificar «y no hay nada» ¿Es una espera frustrada, un deseo inútil, la Nada? -Yo, el Señor, los atenderé... No los abandonaré... Señor, realiza tu promesa. Señor, ayúdanos también a atender a los pobres en todo lo que esté de nuestra parte. -Abriré en los montes, ríos y fuentes... Convertiré el desierto en lagunas... Y la tierra árida en hontanar de aguas... Pondré en el desierto cedros, acacias, mirtos, olivos, cipreses, pinos y enebros... De modo que todos vean y sepan que la mano del Señor ha hecho eso. Imágenes de lozanía, de fecundidad y de abundancia. En nuestro mundo tan «árido», tan duro... ¡haz que mane el «agua viva»! (Noel Quesson). “Para que vean y conozcan, reflexionen y aprendan de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho, que el Santo de Israel lo ha creado”.
2. Salmo (144,1 y 9.10-11.12-13ab). “Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. El Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas. / Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que té bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas; explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad”. El hombre egoísta solo piensa en su propio bienestar. Solo Dios y los que lo aman pueden ser la salvación del mundo en todos los tiempos. Dios es nuestro libertador, porque solo en Él se halla la solución de los problemas humanos. Solo Él puede dar a los hombres sentimientos humanitarios. De todos modos la raíz de todos los males es el pecado y solo Dios puede perdonarlo. Juan el Bautista envió una embajada a Jesús para ver si Él era el Mesías. Jesús da la respuesta: «Los ciegos ven, los paralíticos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, la alegre noticia es anunciada a los pobres». Nosotros somos los ciegos, los paralíticos, los leprosos, los muertos. Cristo ha venido y nos ha curado, nos ha resucitado a la vida de la gracia. No tenemos necesidad de más Mesías ni de mesianismos. Cristo ha venido y con Él la salvación de todo el mundo, un nuevo orden social que mitiga y suprime la miseria humana.
3.- Evangelio según san Mateo (11,11-15). “En aquel tiempo, dijo Jesús a las turbas: «En verdad os digo que no ha surgido entre los nacidos de mujer uno mayor que Juan el Bautista; sin embargo, el más pequeño en el Reino de los Cielos es mayor que él. Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el Reino de los Cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. Pues todos los profetas, lo mismo quela Ley, hasta Juan profetizaron. Y, si queréis admitirlo, él es Elías, el que iba a venir. El que tenga oídos, que oiga»”. Juan Bautista se esforzó en vivir su vocación: le costó la cabeza. Pero fue fiel a su misión: Precursor del Mesías. De él profetizó Isaías diciendo que era la voz que clama en el desierto, preparando las sendas del Señor, enderezando sus sendas. Y toda su vida fue fiel a esta misión, desde le mismo seno materno proclamó a Jesús, moviéndose en el seno de su madre. Es grande Juan por su testimonio de vida entregada, penitente (se vestía con piel de camello, vivía en el desierto y se alimentaba de langostas y miel silvestre). Su vida era servicio a los demás: predica la conversión y penitencia y bautiza con agua anunciando que vendrá quien bautiza con el Espíritu Santo. Su coherencia es proverbial, proclama la verdad sin ningún respeto humano por quedar bien, o por miedo a perder la vida. Murió por denunciar al rey Herodes tener a Herodías, la mujer de su hermano. Le siguieron los primeros discípulos de Jesús: por lo menos Juan y Andrés, que luego llevaron a los demás.
No es fácil estar firme ante las dificultades, cuando estas hacen todo más duro. Los robles son fuertes y están curtidos ante vientos y heladas, están preparados y lo resisten todo. Las mimosas, cuando hiela flaquean, incluso se mueren. En la vida espiritual conviene que seamos fuertes, con espíritu deportista, entrenando una y otra vez: "El Reino de los Cielos padece violencia, y los esforzados lo conquistan." En la lucha espiritual, no cuentan los resultados sino la lucha en las cosas pequeñas de cada día: transformando la envidia en detalles de servicio, el mal genio en comprensión, la “memoria histórica” en perdón, la comodidad en pensar en los demás, el estar “en Babia” por prestar atención a lo que toca, el pesimismo por el volver a empezar.
"Hoy, decía san Josemaría Escrivá, que empieza un tiempo lleno de afecto hacia el Redentor, es un buen día para que nosotros recomencemos. ¿Recomenzar? Sí, recomenzar. Yo -me imagino que tú también- recomienzo cada jornada, cada hora; cada vez que hago un acto de contrición, recomienzo”. Y esto significa luchar “de tal manera que, detrás de cada pelea y de cada batalla, haya una pequeña victoria, con la gracia de Dios; y de este modo contribuimos a la paz de la humanidad”.
En el mundo, tan lleno de agresividad, falta paz. En un pueblo me contaron de niños violentos que se peleaban en la calle, aparentemente los padres eran educados, pero bajo esta educación: ¿qué veían los niños? Coincidimos en pensar que los niños captan lo que hay en el interior de los mayores, más allá de estas capas de educación con que a veces nos revestimos. Y viendo una tensión de violencia contenida, ellos salían violentos sin ninguna careta. Por esto, si de verdad queremos que haya paz en el ambiente, hemos de llevarla en nuestro corazón. Para ello, es importante no encerrarse en pequeños traumas e insatisfacciones, no conformarse con los fracasos, sino convertirlos en experiencia para recomenzar: luchar con perseverancia, convertir lo bueno en una ocasión de agradecimiento, y lo malo en ocasión de rectificar, con un poco más de amor. El tiempo litúrgico va clamando: ¡ven, Señor Jesús!, ¡ven! Estas son llamadas para ahondar en la fuerza y el amor que vienen de esta búsqueda sincera de Jesús, deseando que nazca en nosotros, que nos transforme en Él.
El examen de conciencia es una buena arma para luchar con este espíritu de victoria. El siervo de Dios Álvaro del Portillo nos aconsejaba “hacer a conciencia el examen de conciencia”, es decir poner atención a ahondar en las raíces de nuestra actuación, agradecer las luces sobre lo que aún no va, ya que saber a dónde hay que ir -qué es lo que hay que mejorar- es tener medio camino hecho.
A partir de hoy, y hasta el día 17, el hilo conductor de las lecturas lo llevará el evangelio de cada día, con la figura de Juan Bautista, el precursor del Mesías. Mientras que las lecturas del Antiguo Testamento nos irán completando el cuadro de los pasajes evangélicos. Si Isaías había sido hasta ahora quien nos ayudaba a alegrarnos con la gracia del Adviento, como admirable profeta de la esperanza, ahora es el Bautista quien, tanto en los domingos como entre semana, nos anuncia que se acaba el Viejo Testamento. y el tiempo de los profetas, que con Jesús de Nazaret empiezan los tiempos definitivos. Más tarde será María de Nazaret quien nos presente a su Hijo, el Mesías enviado por Dios.
En la Plegaria Eucarística IV del Misal se alaba a Dios por cómo ha tratado siempre a los débiles y pecadores: «cuando por desobediencia perdió tu amistad, no le abandonaste al poder de la muerte, sino que, compadecido, tendiste la mano a todos, para que te encuentre el que te busca». Como decía Isaías de Yahvé y su pueblo Israel, «yo te cojo de la mano y te digo: no temas». En el Adviento se deberían encontrar esas dos manos: la nuestra que se eleva hacia Dios pidiendo salvación, y la de Dios, que nos ofrece mucho más de lo que podemos imaginar. No es tanto que Dios salga al encuentro de nuestra mano suplicante, sino nosotros los que nos damos cuenta con gozo de la mano tendida por Dios hacia nosotros. Adviento es antes gracia de Dios que esfuerzo nuestro. Aunque ambos se encuentran en el misterio que celebramos. Ojalá todos, como prometía Isaías, «veamos y conozcamos, reflexionemos y aprendamos de una vez, que la mano del Señor lo ha hecho» (J. Aldazábal).

Martes de la 2ª semana de Adviento: El Señor nos llena de esperanza con su misericordia y su perdón: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobr

1.Isaías (40,25-31) nos dice: “Alzad los ojos a lo alto y mirad: ¿Quién creó aquello?” Si somos capaces de admirar el poder y la inteligencia del hombre, ¿por qué seríamos ciegos ante la obra de Dios? Si se ha empleado tanta inteligencia y trabajo para enviar cosmonautas a la luna y naves espaciales tripuladas, ¿por qué no seríamos capaces de admirar la grandiosidad del cosmos con sus galaxias y billones de estrellas? -Dios, desde siempre, es creador de los confines de la tierra... Su inteligencia es insondable. Las leyendas de Marduk celebraban con entusiasmo el triunfo del dios sobre el caos, sobre las fuerzas del mal. –“¿Es que no lo sabes? Dios da vigor al cansado y al que no tiene fuerzas, le acrecienta la energía”. Este gran Dios, dice el profeta, tiene un hacer sorprendente: ¡tanto más se interesa por los seres, cuanto más pequeños y débiles son! Revelación de la paternidad de Dios, de la maternidad de Dios. ¿No sucede también así en una familia que el amor la lleva a cuidar más del «más débil»? -“Los jóvenes se cansan, se fatigan... Los atletas vacilan abatidos... Mientras que los que ponen su esperanza en el Señor, El les renueva el vigor y corren ya, sin cansarse”. El Dios grande y trascendente, creador de los astros y del cosmos, es también el Dios-cercano, que comunica su fuerza a los que se abren a El... a "los que ponen en El su confianza". “A los exilados, llenos de lasitud, Isaías les revela una fuente de vigor”. ¡Oh, Señor, cumple tu promesa, dame «nuevas fuerzas»! Devuelve, cada mañana, a la humanidad, a los más pobres, la ilusión y el vigor de existir; de emprender y de empezar de nuevo; así como la posibilidad de vencer siempre la desesperación (Noel Quesson).
2. Salmo (102,1-2.3-4.8 y 10): “Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura. El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestro pecados ni nos paga según nuestras culpas”. Dios es el creador de todo cuanto existe, pero no ha dejado su obra a la deriva, conoce cada una de sus obras y a todas las llama por el nombre. Si el pueblo se había sentido abandonado en el exilio y estaba cansado de esperar, el Señor nunca se cansa y está atento a las súplicas de su pueblo. La persona fatigada encuentra en Él la fuerza necesaria para continuar el camino porque Él cura todas las enfermedades perdona todas las culpas, pero sobre todo, colma de gracia y de ternura como dice el salmista. ¡Si de verdad tuviéramos Fe...! Nada nos parecería difícil ni duro porque siempre nos sostendría la certeza de que "quienes esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, les nacen alas como de águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse". La Fe se ejercita en el agradecimiento. El salmo responsorial de este día nos regala las mejores palabras para mirar la realidad que nos circunda y nuestro propio interior con un corazón agradecido descubriendo en cuanto pasa y nos pasa, un designio de amor. Si no nos paga según nuestras culpas, ¿cómo es posible dudar?
3. Evangelio (Mt 18,12-14): Jesús dijo a sus discípulos: «Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas y se le descarría una de ellas, ¿no dejará en los montes las noventa y nueve, para ir en busca de la descarriada? Y si llega a encontrarla, os digo de verdad que tiene más alegría por ella que por las noventa y nueve no descarriadas. De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños». Es preciosa la imagen del buen pastor que va a por la oveja perdida dejando las 99. «Jesús no sabe matemáticas –decía el cardenal Van Thuân-. Lo demuestra la parábola del Buen Pastor. Tenía cien ovejas, se pierde una de ellas y sin dudarlo se fue a buscarla dejando a las 99 en el redil. Para Jesús, uno vale lo mismo que 99 o incluso más».
Jesús con las parábolas nos prepara para la aventura de la vida, para no caer en los lazos de la visión exclusivamente racional, “las matemáticas”; y proclama esa llamada universal para todos: la meta es ser santos. Para ello nos llama el Señor: “Yo te he escogido! Tu eres mío!” Nos ha llamado por amor, no por nuestros méritos, y nos busca siempre para recordarnos nuestra condición (estar en el redil: tener una vida llena, de amor). Dios se nos da, y nos recuerda que sin donación no hay vida, ésta se quema sin sentido. “Que tu vida no sea una vida estéril. —Sé útil. —Deja poso. —Ilumina, con la luminaria de tu fe y de tu amor. // ”Borra, con tu vida de apóstol, la señal viscosa y sucia que dejaron los sembradores impuros del odio. —Y enciende todos los caminos de la tierra con el fuego de Cristo que llevas en el corazón” (J. Escrivá, Camino 1). Es Dios quien nos pone esos ideales grandes, quien con su Resurrección nos invita a ir “¡mar adentro!” Mar adentro significa hacerlo todo por amor (estudio o trabajo, deporte o un paseo…). También significa que Dios me espera con los brazos abiertos siempre, como vemos en la parábola del hijo pródigo o la que comentamos hoy, de la oveja perdida. Hay una significación profunda en todo ello, y es que Dios nos trata a cada uno como a su hijo. Lo ponía de relieve de manera muy bonita san Josemaría Escrivá: “Es preciso convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. -Vivimos como si el Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que también está siempre a nuestro lado. // Y está como un Padre amoroso -a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del mundo pueden querer a sus hijos-, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y perdonando. // Cuántas veces hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una travesura: ¡ya no lo haré más! // ”-Quizá aquel mismo día volvimos a caer de nuevo... -Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza, pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien! // Preciso es que nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor que está junto a nosotros y en los cielos» (Camino.- 267).
La santidad consiste en amar a Dios con todas tus fuerzas, hacerlo todo por Él, y para ello apartar lo que nos aparta de Él, quitarlo, tirarlo. Pero si sólo fuera esto, podríamos desanimarnos, perdernos. En cambio, el Evangelio de hoy nos recuerda que todo tiene remedio, que nunca hay motivos para la desesperación, que por más defectos no hemos de descorazonarnos, que este sentirnos amados por Dios siempre nos anima luchar mucho más que el miedo al castigo. Recuerdo lo que le pasó en la guerra de la antigua Yugoeslavia a un Capitán llamado O’Grady, que cayó en terreno enemigo y se escondió muy bien en la selva, estuvo una semana hasta que lo rescataron –de modo espectacular, en helicóptero-, aprendiendo a sobrevivir en condiciones penosas. Aludiendo a la suerte que tuvo, luego diría: “ha sido el entrenamiento y Dios”. La certeza de que Dios nos ama es un acicate para recomenzar cada día, cada momento. Son ejemplo de no cumplir con las normas, pero no por ello desesperar, muchos personajes de la Escritura Sagrada, comenzando por el rey David, continuando con san Pedro, y tantos santos nos lo recuerdan con sus vidas. Precisamente un signo grandioso que demuestra la autenticidad de la Historia Sagrada es que no se han mitificado las cosas malas del pueblo, sino que aparecen con toda su crudeza. Todo ello nos habla de que lo importante no es la perfección en todos los actos sino el amor que siempre resulta, al final de recomenzar (cf. también 2 Sam 11-27). La Magdalena llora su pecado y es santa. El pecado nos da la sensación subjetiva de que aquello ya no tiene arreglo: dicen que es la gran tentación del demonio, que aprovecha estos momentos, y nos hace pensar que “de perdidos al río” con una tristeza que lleva a pecar ya sin medida. Pero es una concepción individualista del pecado, de trauma encubierto o de un resentimiento mal curado. Sería como haberse manchado, una falta de ortografía, un jarrón precioso que se ha roto. Pero la relación personal nunca es así, si el pecado es ofensa a Dios, es a una Persona a la que hemos de pedir perdón cuanto antes, sin caer en razonamientos que sería como decir “pues le he dado una bofetada a esta persona, pues ya le doy cien”.
Lo mejor para huir del pecado es pensar en cuestión de amor: “¿Qué cuál es el secreto de la perseverancia? El amor. Enamórate, y no le dejarás” (Camino 999), y saber recomenzar. Para ello, hay que evitar las ocasiones, aquellos lugares o ciertas actividades en momentos de ocio, la valentía de huir de las ocasiones, de las tentaciones, no enfrentarse a ellas sino huir… la mejor muestra de arrepentimiento es levantarse enseguida, ir a curarse, no morir desangrado, dejar el alma sensible sin caer en la dureza del alma (cf. Mt 13, 14: “este pueblo ha endurecido su corazón…”).
Nunca es tan grande el hombre como cuando arrodillado pide perdón. Reconocer que somos pecadores para poder acoger el perdón, como el publicano y no como el fariseo, es algo muy bonito, que lleva a una sana comprensión o aceptación de uno mismo que lleva a no escandalizarse (cf. Mt 18, 6) y por eso también ser más comprensivos con los demás. Cuentan que Aníbal en sus barcos de guerra llevaba vasos con víboras que había mandado prender a sus soldados, que cuando llegaron a luchar contra el enemigo, las lanzaron y picaron a muerte a los que se reían de aquella extravagancia del general, sin pensar en sus mortíferas mordeduras. Cuando fueron cayendo por ellas, esto causó el pánico y consiguió Aníbal la victoria. Esto lleva a pensar en una cierta “estrategia” del demonio, que es reírse del peligro y luego en cambio caer en el pánico. No hay que caer en la soberbia, que hace despreciar el peligro y por imprudencia caer en el él, para luego justificarnos, no reconocer nuestros fallos, y acabar con el desánimo. Por tanto, vasos sí somos, y portadores de Dios, pero vasos deleznables. Fallamos, pues tenemos pasiones, errores, flaquezas, y el buen pastor siempre nos va a ayudar, a decirnos aquel “¡levantaos, vamos!” que proclamó Jesús en aquella oración del huerto. (Son muchas las ocasiones que la liturgia comenta esta imagen del buen pastor, que aquí hemos visto en la perspectiva de ir a buscar la perdida, sobre todo cuando Jesús asume esta imagen, pues él es el buen pastor que da la vida por las ovejas, es decir por nosotros. Habrá ocasión de volver sobre el tema).
Llucià Pou Sabaté

martes, 14 de diciembre de 2010

RADIOLIBERTAD: LA HORA DE NUESTRA SEÑORA

SABADOS Y DOMINGOS, DE 11 A 12 DE LA NOCHE, POR INTERNET, PODEIS
ESCUCHAR UN PROGRAMA DEDICADO A LA REINA DE LA PAZ:

Se titula: Eco de Maria en la Hora de Nuestra Señora, en

http://www.radiolibertad.com/


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Llucià Pou Sabaté:
http://alhambra1492.blogspot.com/

domingo, 12 de diciembre de 2010

8 de Diciembre: La Inmaculada Concepción de la Virgen María: la purísima Madre de Dios nos ayuda a mantenernos lejos del pecado y vivir siempre conten

8 de Diciembre: La Inmaculada Concepción de la Virgen María: la purísima Madre de Dios nos ayuda a mantenernos lejos del pecado y vivir siempre contentos, arreglando las cosas cuando hemos fallado

1.Génesis (3,9-15.20) nos habla del primer pecado, cuando Eva dio de comer a Adán del fruto prohibido, desobedecieron a Dios, y “después que Adán comió del árbol, el Señor Dios lo llamó: —¿Dónde estás?

El contestó: —Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.

El Señor le replicó: —¿Quién te informó que estabas desnudo? ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?

Adán respondió: —La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí.

El Señor Dios dijo a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho?

Ella respondió: —La serpiente me engañó y comí.

El Señor Dios dijo a la serpiente: Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.

El hombre llamó a su mujer Eva por ser la madre de todos los que viven”.

Interroga Dios a los dos, culpables, por si quieren pedir perdón, hay siempre una posibilidad para la esperanza. Es, por así decirlo, un hombre salvado. Pero ellos comienzan a echarse la culpa uno sobre otro. El hombre rechaza toda responsabilidad acusando a la mujer, quien, a su vez, hace caer la maldición sobre la serpiente. Pero de la descendencia de la mujer vendrá quien vencerá la de la serpiente; hay una salida (“Eucaristía 1989”).

El gozo de vivir, con la Virgen, será transparente y puro como el agua que salta en los ríos de las montañas o que, desde los lagos refleja los picos resplandecientes de sol o blancos de nieve. Ella nos lleva a ese paraíso perdido, donde la ruptura interior, el desorden, se arregla. -"La mujer..., la serpiente..." -La culpa es muy fea y nadie la quiere. Pero solamente reconociéndola -y no ignorándola- vamos a recuperar la paz y la serenidad y podremos mirar a Dios sin miedo. -"Ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón". -La culpa, el pecado, no son la última palabra sobre la vida humana. El hombre pecador es capaz de luchar contra el pecado y, en esta lucha, aunque seamos heridos, saldremos victoriosos (el talón/la cabeza). El universo interior del cristiano no es de miedos y angustias, sino que está presidido por una mirada optimista -realísticamente optimista- sobre su vida, la vida del linaje entero, y el desenlace de ambas (J. Totosaus).

2. El Salmo (97,1.23ab.3bc-4) canta: “Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas. / Su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria; / revela a las naciones su justicia: / se acordó de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. / Aclamad al Señor tierra entera, / gritad, vitoread, tocad”. ¿Qué son estas maravillas? Así como el profeta se puso sobre el cadáver del hijo de la viuda -ojos sobre ojos, manos sobre manos, ...- para resucitarle, así también el Señor ha asumido la forma de hombre y se ha contraído para constituirnos en hijos de la Resurrección. El Niño de Belén, en quien se manifiesta el amor de Dios Padre en favor de la Iglesia, el nuevo Israel, es el Salvador, que nos trae todas las maravillas. Decía Orígenes que un «Cántico nuevo es el Hijo de Dios que fue crucificado -algo que nunca antes se había escuchado-. A una nueva realidad le debe corresponder un cántico nuevo. “Cantad al Señor un cántico nuevo». Quien sufrió la pasión en realidad es un hombre; pero vosotros cantáis al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero redimió como Dios”. Continúa: Cristo “hizo milagros en medio de los judíos: curó a paralíticos, purificó a leprosos, resucitó muertos. Pero también lo hicieron otros profetas. Multiplicó los panes en gran número y dio de comer a un innumerable pueblo. Pero también lo hizo Eliseo. Entonces, ¿qué es lo que hizo de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo? Dios murió como hombre para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios fue crucificado para elevarnos hasta el cielo».

3. Carta de San Pablo a los Efesios (1,3-6.11-12): “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. El nos eligió en la Persona de Cristo —antes de crear el mundo— para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. El nos ha destinado en la Persona de Cristo —por pura iniciativa suya— a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Con Cristo hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria”.

Damos gracias a Dios, bien unidos a Jesús, en la esperanza de alcanzar todos estos bienes, nuestra llamada de hijos y la plena posesión de la herencia que sólo será posible después de la resurrección de los muertos. Nos invita a contemplar a María por quien nos ha llegado la herencia de hijos, cuando antes teníamos la herencia del pecado.

En este proyecto, que se apoya en Cristo, María es también pieza clave. En su Inmaculada Concepción el proyecto divino empieza a hacerse realidad. Colmada de bendiciones, elegida en la persona de Cristo «para que fuésemos santos e inmaculados ante él por el amor», hija y heredera, «alabanza de su gloria». Por eso, esta fiesta de la Inmaculada es muy propia de Adviento, fiesta de optimismo y esperanza.

4. Devoción a María Inmaculada, nuestro modelo y gran intercesora. “¿Quién es esta, que se levanta como la aurora, que es hermosa como la luna, y resplandece como el sol?”, proclama la Liturgia. La tierra y el cielo, la Iglesia entera, celebra gran fiesta, y nosotros también. Esta fiesta se extendió desde Oriente donde comenzó, por muchos sitios desde el siglo VII, y desde el siglo XIII ya se vivió como fiesta por todo el pueblo cristiano. En 1854, cuatro siglos más tarde que el papa Sixto IV hubiera extendido esta fiesta a toda la Iglesia de Occidente (1483), Pío XII proclama el dogma. Así reza un Himno: “De Adán el primer pecado / No vino en vos a caer; / Que quiso Dios preservaros / Limpia como para él. / De vos el Verbo encarnado / Recibió humano ser, / Y quiere toda pureza / Quien todo puro es también. // Si Dios autor de las leyes / Que rigen la humana grey, / Para engendrar a su madre / ¿no pudo cambiar la ley? // Decir que pudo y no quiso / Parece cosa cruel, / Y, si es todopoderoso, / ¿con vos no lo habrá de ser? // Que honrar al hijo en la madre / Derecho de todos es, / Y ese derecho tan justo, / ¿Dios no lo debe tener? // Porque es justo, porque os ama, / Porque vais su madre a ser, / Os hizo Dios tan purísima / Como Dios merece y es. Amén”. La Virgen no padeció mancha de pecado alguno, ni el original que nos legaron Adán y Eva, ni otro alguno. En este misterio celebramos que quedó constituida libre del pecado original desde el primer instante de su vida. La vemos "plena de gracia", en virtud de un singular privilegio de Dios y en consideración de los méritos de Cristo, libre de cualquier egoísmo y atadura al mal. Vemos que convenía que la que tenía que ser Virgen María fuera la maravilla de la creación, la obra maestra.

Muchos himnos y oraciones piden a la Virgen esa grandeza de alma para nosotros sus hijos: “…Conserva en mí la limpieza / Del alma y del corazón, / Para que de esta manera / Suba con voz a gozar / Del que solo puede dar / Vida y gloria verdadera”. También la oración colecta de la Misa canta las grandezas de María: “Ella, sencilla como la luz, clara como el agua, pura como la nieve y dócil como una esclava concibió en su seno la Palabra”, y pide a Dios “que, a imitación suya, seamos siempre dóciles al evangelio de Jesús y así celebremos en verdad de fe la Pascua de su nacimiento”.

Ella nos enseña a ser hijos de Dios, a tener fe, confianza y amor, y es nuestra intercesora para conseguir esos bienes. Dice el himno "Monstra te esse matrem”: “Muéstrate Madre para todos, / ofrece nuestra oración; / Cristo, que se hizo Hijo tuyo, la acoja benigno" y comentaba Juan Pablo II: “Nubes oscuras se ciernen sobre el horizonte del mundo. La humanidad, que saludó con esperanza la aurora del tercer milenio, siente ahora que se cierne sobre ella la amenaza de nuevos y tremendos conflictos. Está en peligro la paz del mundo. Precisamente por esto venimos a ti, Virgen Inmaculada, para pedirte que obtengas, como Madre comprensiva y fuerte, que los hombres, renunciando al odio, se abran al perdón recíproco, a la solidaridad constructiva y a la paz”. María protege a sus hijos, y a nosotros nos va muy bien pedírselo pues así nos hacemos mejores, y tenemos paz. La Virgen de Guadalupe así lo indicaba a san Juan Diego: “Mira que es nada lo que te preocupa. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás tú por ventura bajo mi regazo? ¿No estás tú en el cruce de mis brazos? ¿De qué otra cosa tienes necesidad?”

La aparición del arcángel Gabriel da el tono a la escena de la Anunciación. Desde Daniel 8.9. Gabriel era considerado por el judaísmo como el anunciador de los últimos tiempos. Su aparición en casa de María significa, por tanto, que los últimos tiempos han sido inaugurados. El judaísmo había presentado a Gabriel con su espada de fuego como guardián del Paraíso (Gn 3. 24). Su aparición deja prever que la entrada al Paraíso estará abierta a los hombres de ahora en adelante.

La escena tiene lugar en la humilde casa de Nazaret. Lucas opone el anuncio del nacimiento de Juan Bautista, hecho en el templo de una manera solemne, a la anunciación de María, que fue hecha en el secreto del corazón de una joven pobre y en una región despreciada como era entonces Galilea (Jn 1. 46; 7.4)

Lucas parece establecer en su conjunto una oposición entre Jerusalén y María, como si María heredase las prerrogativas de Jerusalén.

El saludo del ángel: "Alégrate... porque el Señor está contigo". Esta frase ha sido pronunciada por los profetas refiriéndose a Jerusalén, para anunciarle la próxima venida del Mesías (Za 9,9; So 3,14). Por tanto, en las palabras del ángel hay algo más que un simple saludo, y en él podemos ver una trasposición de los privilegios reservados hasta entonces a Jerusalén, en beneficio de la Virgen María.

Como la antigua Jerusalén se mostraba incapaz de realizar las profecías de que había sido objeto (acogida de su Señor, apertura a todas las naciones). Dios va a suscitar una nueva Sión: la Virgen María, único "resto" fiel de la primera Sión.

San Bernardo: “Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida...

¿Porqué tardas? Virgen María, da tu respuesta. Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna. Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en las palabras.

Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento. “Aquí está –dice la Virgen- la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).”

Llucià Pou Sabaté

Sábado de la primera semana de Adviento. “Jesús, al ver a las gentes, se compadecía de ellas”: El Señor viene a curarnos y a llenarnos de esperanza, a

Sábado de la primera semana de Adviento. “Jesús, al ver a las gentes, se compadecía de ellas”: El Señor viene a curarnos y a llenarnos de esperanza, a salvarnos

1. Isaías (30,19-21.23-26) cuenta que vendrá un día en que el Señor, el Santo de Israel: “se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá”, vendrá un día en que será todo un paraíso, “cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la llaga de su golpe”: es el profeta de la esperanza, de un futuro reino del que todo mal habrá desaparecido: hambre... enfermedad... violencia... injusticia... Es el retorno del hombre al «paraíso terrenal». En Adviento, el cristiano se siente llamado a una conversión espiritual que transforme su corazón... tener una mirada en Dios que es fiel, confianza firme en el amor misericordioso de Dios y el encuentro constante con su amor, que perdona y no tiene en cuenta nuestros fracasos: su amor no cambia, no se retracta, no tiene caprichos ni olvidos, como dice san Pablo: «Sé de quién me he fiado». Dios nos ama siempre, sin reserva ni medida. Él es nuestro Dios y Padre. Él está siempre dispuesto a escuchar el clamor de los pobres y afligidos, pues es misericordioso, y su bondad nunca se acaba. Jamás se alejará de nosotros, pues su amor por nosotros es un amor eterno, del cual nunca dará marcha atrás. El Señor siempre se apiadará de nosotros, y estará siempre dispuesto a perdonarnos. ¿Quién no ha pasado por momentos de angustia y tragos amargos en su vida? Muchas veces pareciera que Dios nos ha ocultado su rostro. Sin embargo, mientras continuemos confiando en Él y acudamos a Él con una oración sincera, el Señor misericordioso, se apiadará de nosotros y nos responderá apenas nos oiga. Él siempre velará por nosotros como lo hace un padre amoroso con sus hijos. Él nos ha enviado a su propio Hijo para que, hecho uno de nosotros, vende nuestras heridas y sane las llagas de nuestros golpes.

2. El Salmo (146,1-2.3-4.5-6) canta: “alabad al Señor… Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas”, y como si fuéramos cada uno sus estrellas, obra de sus manos: “Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre. Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados”. Dios, que todo lo sabe y todo lo penetra, ha salido por medio de su Hijo, como el buen Pastor, a buscar y a salvar todo lo que se había perdido, quiere que todos los hombres se salven. A nadie creó para la condenación.

3.- El Evangelio (Mt 9,35—10,1.6-8) muestra a Jesús que predica las sinagogas “el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio poder para arrojar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Id y predicad diciendo que el Reino de los Cielos está al llegar. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los leprosos, arrojad a los demonios; gratuitamente lo recibisteis, dadlo gratuitamente”. A Jesús le gustaba de hablar al aire libre, pero también va a los templos, para predicar la "buena" nueva del reino de Dios y curar. Jesús "enseña"... la "buena" nueva. Jesús "cura"... Venga a nosotros Tu reino. La esperanza es la gran virtud del Adviento: camino de este reino que es de cosas buenas, de curar, de auténtica libertad, como decimos en la oración colecta: “para liberar a los hombres de su antigua esclavitud del pecado, enviaste a tu Hijo Unigénito al mundo”, y pedimos “conseguir el premio de la verdadera libertad”, curar el alma y salir de la soledad, de toda pena y dolor. «Despierta tu poder, Señor… y ven a salvarnos» (canto de entrada). Jesús quiere que nosotros también hagamos como él, con su luz y fuerza curemos a los demás, les ayudemos a que no estén solos, a que se dejen llevar por esta luz de la esperanza de los hijos de Dios.

Miércoles de la 1ª semana de Adviento: el Señor nos prepara una fiesta

Miércoles de la 1ª semana de Adviento: el Señor nos prepara una fiesta

1.Isaías (25,6-10a) nos cuenta que el Señor nos preparrá “un festín de manjares suculentos… vinos generosos… Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros”. Para Oriente, esto era fiesta grande, por ejemplo para entronización de los reyes. Dice que él invita a la fiesta. Jesús hizo de la comida el signo de su gracia, en la eucaristía nos recibe en su propia mesa, es una comida gozosa, una fiesta… -Para todos...: promesa divina... y habrá victoria sobre la «muerte», el enemigo, la gran obsesión de la humanidad, el gran fracaso, el gran absurdo, el símbolo de la fragilidad y del sufrimiento. Es también la gran objeción que hacen los hombres a Dios: si Dios existe, ¿por qué hay ese mal? «El Señor destruirá la muerte para siempre.» Misterio que recordamos en la Misa: Proclamamos tu muerte, Señor, celebramos tu resurrección. -El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros. ¡Lo ha prometido! Dios... Reconfortante día que esperamos: ¡ven, Señor Jesús! La muerte no es el final del hombre, no es su fin. El fin es la exultación, la alegría, la salvación. Esto es lo que Dios quiere, lo que Dios nos ha preparado (Noel Quesson).

2.Salmo (22,1-3a.3b-4.5.6). Decimos hoy: “Habitaré en la casa del Señor por años sin término”, porque “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término”. Jesús es «el buen pastor» que va a nuestro lado en el camino de la vida. No hemos de tener miedo, porque aunque pasemos algún mal trago, de ahí sacará el Señor un bien mayor. Todo se pasa… -Y es un pasar por la cruz, el valle tenebroso, no se perderán en el valle, sino que saldrán a salvo al monte de especias aromáticas que hay al otro lado. No hay allí mal alguno para el hijo de Dios, pues ni la muerte puede separarnos del amor de Dios. El buen pastor, no sólo conduce, sino que escolta, a sus ovejas a través del valle. Su presencia las anima: «porque tú estarás conmigo». La vara y el cayado del final del versículo no son sinónimos. La vara es un palo recio que el pastor de Palestina usa todavía para defenderse a sí mismo y a sus ovejas, mientras que el cayado es un báculo más largo, no tan recio, curvado muchas veces en un extremo, que el pastor usa para conducir a las ovejas y para apoyarse él mismo en el suelo.

3.Evangelio (Mateo 15,29-37). Jesús subió al monte y acudió a él “mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino.» Los discípulos le preguntaron: -«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?» Jesús les preguntó: -«¿Cuántos panes tenéis?» Ellos contestaron: - «Siete y unos pocos peces.» Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas”.

Así como el Pueblo de Israel esperó la venida del Salvador durante miles de años, y vivió su desierto, también nosotros hemos de tener un desierto interior en el que limpiemos nuestro interior. ¡Cuántos descaminos, cuánta inutilidad en pensamientos, cuántas omisiones! La plenitud de los tiempos, ese momento tan especial del encarnarse de Dios, la alegría de la Navidad, nos ha de coger atentos, bien dispuestos: gozosos en esa espera, ya que “¡El Señor está cerca!” En Adviento de 1980, Juan Pablo II en sus catequesis tradicionales en las parroquias de Roma la tarde de los domingos se dirigió a dos mil niños con estas palabras: -“¿Cómo os preparáis para la Navidad?”

-“Con oración” -le responden a gritos.

- “Bien, con la oración -les dice el Papa-, pero también con la Confesión. Tenéis que confesaros para acudir después a la Comunión. ¿Lo haréis?”

- “¡Lo haremos!, le responden con voz todavía más fuerte.

- “Sí, debéis hacerlo”. Y luego les dice como confidencialmente: “El Papa también se confesará para recibir dignamente al Niño-Dios”.

Jesús ha nacido en Belén por mí, para darme la vida de la gracia, seguía diciendo el Papa: “¡Empeñaos en ser siempre partícipes de la vida divina infundida en nosotros por el Bautismo. Vivir en gracia es dignidad suprema, es alegría inefable, es garantía de paz, es ideal maravilloso”; y ¡qué bueno es este Dios que nos perdona siempre! Y luego viene la multiplicación de los panes y peces: si ponemos de nuestra parte, el Señor viene y nos da la Sagrada Comunión: es la Navidad de todos los días. Si queremos... Dice San Josemaría Escrivá (Forja, n.548): "Ha llegado el Adviento. ¡Qué buen tiempo para remozar el deseo, la añoranza, las ansias sinceras por la venida de Cristo!, ¡por su venida cotidiana a tu alma en la Eucaristía! - "Ecce veniet!" -¡que está al llegar!, nos anima la Iglesia".

Un modo muy especial de prepararnos es cuidar los detalles de amor, para recibir a Jesús, si podemos cada día. Él dispone la mesa, el milagro de la multiplicación de los panes. Santa María Esperanza nuestra, nos ayudará a recorrer este camino del Adviento usando esos medios (oración, Eucaristía), para disponer nuestra alma para la llegada del Señor.

La Iglesia en su liturgia pone en nuestros labios esta exclamación: «Ven, Señor, no tardes. Ilumina lo que esconden las tinieblas y manifiéstate a todos los pueblos» (Hab 2,3; 1 Cor 4,5). La oración colecta (Gelasiano) pide al Señor que El mismo prepare nuestros corazones, para que cuando llegue Jesucristo, su Hijo, nos encuentre dignos del festín eterno, y merezcamos recibir de sus manos, como alimento celeste, la recompensa de la gloria. Llucià Pou Sabaté.

Viernes de la 1ª semana de Adviento. Jesús abre los ojos de los ciegos, y nos cura de los defectos cuando se lo pedimos

Viernes de la 1ª semana de Adviento. Jesús abre los ojos de los ciegos, y nos cura de los defectos cuando se lo pedimos

1. Isaías (29.17-24) profetiza de parte del Señor que el Líbano se convertirá en un paraíso, un jardín precioso; y se harán milagros: “oirán los sordos… verán los ojos de los ciegos”. Y ya no habrá tramposos. Los humildes y pobres se alegrarán en el Señor, como canta la Virgen María en su poema de acción de gracias a Dios. Como madre lo enseñó a Jesús, y debió «exultar» cuando vio a su hijo «abrir los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos», pues el Mesías ha sido anunciado por los profetas. Pero en el mundo todavía queda mucho mal, pobreza, miserias, hambre… nos queda mucho trabajo por hacer, de parte de Jesús.

2. El Salmo (26,1.4.13-14) canta: “el Señor es mí luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”. Se acerca Jesús, y queremos hacer un belén precioso en nuestras casas, pero sobre todo en nuestro corazón, que allí esté a gusto para que nazca, que encuentre sitio donde poder estar: ¡Ven, Señor Jesús! Aunque nos veamos débiles, vamos a confiar siempre en Dios, que con Él estamos seguros.

3. El Evangelio (Mt 9,27-31) nos habla de dos ciegos que iban tras Jesús gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca. Muchos sufren, no ven tantas cosas bonitas de la vida. Muchos están solos. Otros, no ven a Dios, están ciegos por dentro, San Agustín lo decía así: “ciego y hundido, no podía concebir la luz de la honestidad y la belleza que no se ven con el ojo carnal sino solamente con la mirada interior”, pues sin la apertura a Dios la ceguera es una enfermedad incurable: “¿qué soy yo sin ti para mi mismo sino un guía ciego que me lleva al precipicio?”, la búsqueda del “ciego y turbulento amor a los espectáculos” es una forma de suplir esa carencia vital. El Papa habla de que la esperanza nos anima a desear lo mejor y para eso ensancha nuestro corazón para poderlo desear, quitar el vinagre y poder recoger la miel que nos da el Señor, y pedírsela como los ciegos: -"¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!". Decir como en la Misa: “Señor, ten piedad”, ten piedad de mí, Jesús, que tantas veces no estoy a la altura de lo que me pides, como decía aquel chiquillo que en el colegio fue ante el sagrario a hacer su oración: “Señor, tengo ganas de portarme bien, pero… ¡es que no me sale!” pues aunque no nos salgan resultados, si hacemos las cosas con la Virgen, si luchamos, ya tenemos la victoria, porque pase lo que pase tendremos cada vez más amor con esta lucha, con esa confianza y oración que le dice al Señor con humildad: “abandono en ti mi egoísmo, mis caprichos, mis gustos, mis planes, que me ciegan y no acabo de ver tu voluntad. Ten piedad y ábreme los ojos del espíritu para que te vea, para que te desee, para que quiera hacer lo que me pides”. Lo recordaba San Josemaría: “Padre, me has comentado: yo tengo muchas equivocaciones, muchos errores.

-Ya lo sé, te he respondido. Pero Dios Nuestro Señor, que también lo sabe y cuenta con eso, sólo te pide la humildad de reconocerlo, y la lucha para rectificar, para servirle cada día mejor, con más vida interior, con una oración continua, con la piedad y con el empleo de los medios adecuados para santificar tu trabajo. Jesús, quiero prepararme para tu nacimiento, y me gustaría que me dieras más amor para que tenga reacciones de rabia y enseguida pida perdón, haga las paces y arregle las cosas con humildad, porque cuando me enfado lo veo todo mal como un ciego y quiero ver las cosas como Tú las ves. Las veo todavía según mis intereses: ahora tengo que estudiar y que nadie me moleste; ahora me debo un rato de música; mi deporte nadie lo toca; este programa no me lo puedo perder; etc... y me gustaría verlo con ojos de amor, verlo con los ojos de los demás.

Tú me conoces: hago propósitos de mejorar estos días, paso a paso, como un entrenamiento. Lo único que me pides es la humildad de no desanimarme, de reconocerlo, y lucha para rectificar, con esperanza. Acercarme más a Ti en la oración, y todo saldrá.

Jesús, tócame los ojos de mi corazón para que vea cómo servirte más y mejor cada día. Y si alguna vez no veo claro, haz que fiándome de Ti, te siga como te siguieron estos dos ciegos hasta que les diste la vista, seguro que así también quedaré curado. Porque si espero a ser más generoso hasta entenderlo todo perfectamente, no aprenderé a ser generoso ni tampoco llegaré a entender nada. Así aprenderé a dejarme llevar, a rezar más, a trabajar lo que toca y estudiar y llevar al día las cosas (Pablo Cardona. Llucià Pou Sabaté).

II Domingo de Adviento, Ciclo A. Preparar los caminos con Juan Bautista, y recordar nuestro bautismo: «Dad fruto digno de conversión».

II Domingo de Adviento, Ciclo A. Preparar los caminos con Juan Bautista, y recordar nuestro bautismo: «Dad fruto digno de conversión». Son días de preparación para que Jesús nazca en nuestro corazón

1. Isaías (11,1-10) nos dice que un día “brotará un renuevo del tronco de Jesé, / un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor: / espíritu de ciencia y discernimiento, / espíritu de consejo y valor, / espíritu de piedad y temor del Señor. / Le inspirará el temor del Señor”. Son los dones del Espíritu Santo que anuncia Jesús, que “no juzgará por apariencias, / ni sentenciará de oídas; / defenderá con justicia al desamparado, / con equidad dará sentencia al pobre” y el mundo será un paraíso: “Habitará el lobo con el cordero, / la pantera se tumbará con el cabrito, / el novillo y el león pacerán juntos: / un muchacho pequeño los pastorea. / La vaca pastará con el oso, / sus crías se tumbarán juntas; / el león comerá paja con el buey. / El niño jugará con la hura del áspid, / la criatura meterá la mano / en el escondrijo de la serpiente. / No hará daño ni estrago por todo mi Monte Santo: / porque está lleno el país
de la ciencia del Señor, / como las aguas colman el mar”.
Jesús comenzó a predicar diciendo: "Se acerca el reinado de Dios. Convertíos y creed en la buena Noticia". Estos días hemos de convertirnos para recibir esta gracia, llenos de esperanza ante la próxima salida del sol que "nacerá de lo alto", Cristo, el "sol de justicia".

2. El Salmo (71,2.7-8.12-13.17) canta: “Que en sus días florezca la justicia / y la paz hasta que falte la luna; / que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. / Porque él librará al pobre que clamaba, / al afligido que no tenía protector; / él se apiadará del pobre y del indigente, / y salvará la vida de los pobres. / Que su nombre sea eterno / y su fama dure como el sol; / que él sea la bendición de todos los pueblos / y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra”. Es un canto al Mesías, que hace justicia, aspiración que colma el corazón humano de todos los tiempos, que debe reinar en la familia, el trabajo, los grupos, las relaciones internacionales... sobre todo los que no tienen con qué defenderse, los "pequeños". El rey-Jesús-Mesías toma partido por los pobres.

3. La Carta de San Pablo a los Romanos (15,4-9) nos dice que “todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza”. ¡Qué bueno momento, para sacar el propósito de leer cada día unos minutos la palabra de Dios, para que entre dentro de nosotros y dé fruto, y nos dé, como los discípulos de Emaús, entendimiento, y arda nuestro corazón haciéndonos entender tantas cosas, en el camino de la vida, para ver a Jesús y descubrirle en la fracción del pan, en la Eucaristía. Y luego pide: “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, como es propio de cristianos para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas, y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre”. Y es que había discusiones y clases, categorías, como ahora entre los que usan esa marca de ropa mejor, o eren de tal club o de tal clase social, de los “mejores” que piensan que los demás son “peores”. Que Jesús nos haga entender que nadie es más que nosotros, y nadie menos que nosotros, pues todos somos iguales en Cristo el Señor.

4. El Evangelio (Mateo 3,1-12) de hoy nos habla de Juan el Bautista, que clama: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos». Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Se acerca la venida del Salvador, y para esto hoy el precursor el Bautista nos anima a que nos preparemos, al igual que hacemos el Belén en nuestras casas, que en nuestro corazón tenga Jesús un lugar donde nacer.

Todos queremos ser felices. San Juan nos recuerda que Jesús nos enseña el camino de verdad, la Verdad que nos hace libres, felices, la Vida auténtica. El bautismo -y Confirmación- significa el comienzo de esta nueva vida, lo hemos visto en la segunda lectura, y hemos de entrenarnos con la penitencia y dejarle espacio interior al reino de Dios y a Jesús, no tener el corazón lleno de trastos y egoísmos, de los juegos de la UI o la playstation, u otras cosas que nos atan como a Gollum al anillo y nos hacen esclavos (el protagonista nefasto del Señor de los Anillos), queremos una vida santa: proponernos puntos de conversión, de mejora estos días, de confesión de nuestros pecados, de mejorar en nuestra oración, en estos caminos del Señor, “enderezad las sendas” oír la “voz que clama en el desierto”, y ser portadores de la luz para los demás. Llucià Pou Sabaté.