Miércoles de la semana 6 de tiempo ordinario; año impar
El mal tiene un fin, y hemos de acoger la conversión que el Señor nos ofrece, salir de nosotros mismos y recibir el don de Dios, la fe. Jesús hace milagros contando con nuestra fe
«Llegan a Betsaida y le traen un ciego suplicándole que lo toque. Tomando de la mano al ciego lo sacó fuera de la aldea, y poniendo saliva en sus ojos, le impuso las manos y le preguntó: ¿Ves algo? Y alzando la mirada dijo: Veo a los hombres como árboles que andan. Después puso otra vez las manos sobre sus ojos y comenzó a ver y quedó curado de manera que veía con claridad todas las cosas. Y lo envió a su casa diciendo: No entres ni siquiera en la aldea» (Marcos 8, 22-26).
1. -“Jesús y sus discípulos llegaron a Betsaida. Le llevaron un ciego. Tomando al ciego de la mano, lo sacó fuera de la aldea”... Esos detalles concretos intensifican el realismo de la escena, aunque quizá se redacte de un modo que sirva también para mostrar la ceguera de los fariseos, y su falta de fe. Se dice también que ese esconder el prodigio puede ser por el "secreto mesiánico"... Cristo no será realmente comprensible sino después de la cruz, y la resurrección.
-“Y poniéndole saliva sobre los ojos le impuso las manos”. Son los mismos gestos que, en tiempo de san Pedro se hacían sobre los catecúmenos, para conducirlos de la incredulidad a la iluminación de la fe. Teológicamente hay que relacionar este milagro con el de la curación del "sordomudo", explicado después de la primera multiplicación de los panes y el explicado después de la segunda multiplicación.
El "bautismo" parece aquí representado: los gestos de los dos milagros son gestos "litúrgicos"... y por esos gestos de Cristo, todo el ser del hombre queda sano. Los tres "sentidos" importantes para la comunicación del hombre con el mundo y con sus hermanos son rehabilitados y renovados: el sentido del oído, el sentido de la palabra, el sentido de la vista. ¡He aquí lo que la fe hace en nosotros hoy! El bautismo nos abre a un universo nuevo, solamente transformado desde el interior: oír a Dios que nos habla a través de los acontecimientos y a través de la palabra de nuestros hermanos, ver a Dios que obra en el núcleo de nuestras vidas y de la vida del mundo, y llegar a ser capaz de poder hablar de todo ello... Hago oración partiendo de esta gracia de mi bautismo...
-“El hombre empezaba a ver... Seguidamente Jesús le impuso las manos sobre los ojos por segunda vez y el hombre empezó a ver mejor: recobró la vista, y vio claramente todos los objetos...” Marcos insiste, evidentemente, sobre esta curación en dos tiempos, que se va haciendo progresivamente. Es otro detalle del realismo de la escena. Marcos, a través de este detalle histórico ve la lentitud del caminar hacia la fe plena: hoy también avanzamos muy lentamente por ese camino... y nos quedamos medio ciegos por mucho tiempo. ¡Abre nuestros ojos, Señor! (Noel Quesson).
Jesús, imagino que en vez de curar de modo instantáneo, curas «en dos tiempos», quizá por la imperfecta fe de aquel hombre. «Dios se deja ver de los que son capaces de verle, porque tienen abiertos los ojos de la mente. Porque todos tienen ojos, pero algunos los tienen bañados en tinieblas y no pueden ver la luz del sol. Y no porque los ciegos no la vean deja por eso de brillar la Iuz solar, sino que ha de atribuirse esta oscuridad a su defecto de visión. Así, tú tienes los ojos entenebrecidos por tus pecados y malas acciones» (San Teófilo de Anrtioquía).
«¿Ves algo?» le preguntas al ciego. Jesús, desde el Sagrario, escondido pero pendiente de mí, me dices una y otra vez: ¿no me ves?, ¿es que no ves que te necesito? Sí, veo, pero... sólo a medias. Y respondes: sé más generoso, entrega eso que te guardas para ti y que te empaña la vista. Jesús, necesito luchar con constancia, comenzar y recomenzar. Pero, a veces, yo solo no puedo, o no sé cómo hacerlo. Te necesito, y también abrirme a las personas de mi confianza, pues sé que muchas veces en ese abrirme me das la gracia que necesito para ver con claridad mi camino cristiano: “Y comenzó a ver y quedó curado de manera que veía con claridad todas las cosas”.
Usa Jesús gestos, acompañando el prodigio que viene con la fe. Se produce el milagro, testimonio de la venida del Mesías. Hay quien dice que muchos "prodigios" fueran efecto de unas fuerzas naturales todavía no conocidas por la razón humana. Y la no proviene de los milagros, sino que la presupone. Lo que está claro es que Dios puede hacer milagros… si no, no sería Dios. La escena tiene también un significado simbólico: muchos ciegos espirituales no ven lo esencial: el rostro de Cristo, presente en la vida del mundo. Es un gran don ver con la luz de la fe, mantener la mirada limpia para el bien, para encontrar a Dios en medio de los propios quehaceres, para ver a los hombres como hijos de Dios, para penetrar en lo que verdaderamente vale la pena, para contemplar junto a Dios la belleza divina que dejó como un rastro en las obras de la creación. Además es necesario tener la mirada limpia para que el corazón pueda amar, lo que se refiere directamente a la lujuria, sino en otros campos que también caen en la “concupiscencia de los ojos”: afán de poseer ropas, objetos, comidas o bebidas. Se trata de “no mirar” lo que impida vivir el necesario recogimiento para tener siempre presente el rostro de Cristo (F. Fernández Carvajal).
Para mirar bien nuestro corazón debe despegarse de la codicia y otros modos de egoísmo, y poder gozar de esa luz, como decía san Agustín: «Una vez sanados los ojos, ¿qué podemos tener de más valor, hermanos? Gozan los que ven esta luz que ha sido hecha, la que refulge desde el cielo o la que procede de una antorcha. ¡Y cuán desgraciados se sienten los que no pueden verla!».
2. “Al cabo de cuarenta días, abrió Noé la ventana que había hecho en el arca, y soltó al cuervo, el cual estuvo saliendo y retornando hasta que se secaron las aguas sobre la tierra. Después soltó a la paloma, para ver si habían menguado ya las aguas de la superficie terrestre. La paloma, no hallando donde posar el pie, tornó donde él, al arca, porque aún había agua sobre la superficie de la tierra; y alargando él su mano, la asió y metióla consigo en el arca. Aún esperó otros siete días y volvió a soltar la paloma fuera del arca. La paloma vino al atardecer, y he aquí que traía en el pico un ramo verde de olivo, por donde conoció Noé que habían disminuido las aguas de encima de la tierra. Aún esperó otros siete días y soltó la paloma, que ya no volvió donde él”. La paloma, con su ramito de olivo ha pasado a ser el símbolo de la paz. Esos relatos, de tradición oral primeramente son muy fáciles de recordar. Cuando se ha oído contar una sola vez, quedan grabados en la memoria para siempre. Sería lástima despreciarlos apelando a no sé qué purismo. Es preciso empero incluso tratando con los niños, no quedarse en el plano material sino, sin quitarles encanto, saber poner en evidencia las lecciones que de dichos relatos se siguen. ¡La paz! ¿Soy un hombre de paz?
Sigue el relato, popular y sugerente, del diluvio, lleno de detalles simpáticos: el cuervo, la paloma, la hoja de olivo y el suspense del progresivo final del diluvio. El Génesis nos cuenta sobre todo el sacrificio de acción de gracias que ofrece la familia de Noé sobre un altar y la promesa de Dios, llena de comprensión hacia la debilidad del hombre: “El año 601 de la vida de Noé, el día primero del primer mes, se secaron las aguas de encima de la tierra. Noé retiró la cubierta del arca, miró y he aquí que estaba seca la superficie del suelo. 20 Noé construyó un altar a Yahveh, y tomando de todos los animales puros y de todas las aves puras, ofreció holocaustos en el altar. Al aspirar Yahveh el calmante aroma, dijo en su corazón: «Nunca más volveré al maldecir el suelo por causa del hombre, porque las trazas del corazón humano son malas desde su niñez, ni volveré a herir a todo ser viviente como lo he hecho. «Mientras dure la tierra, sementera y siega, frío y calor, verano e invierno, día y noche, no cesarán.»
Se da comienzo una nueva etapa de la humanidad, con los que ha salvado Dios del juicio del diluvio. El arca de Noé es un símbolo de la misericordia de Dios, que en justicia condena el pecado y purifica a la humanidad, pero siempre aparece dispuesto a empezar de nuevo, dando confianza a sus creaturas. Como dice el salmo, «mucho le cuesta al Señor la muerte de sus fieles»: intenta siempre que se conviertan y vivan. "Lamek engendró un hijo y le puso por nombre Noé, diciendo: Este nos consolará de nuestros afanes y de la fatiga de nuestros manos, por causa del suelo que maldijo Yahveh". Esta es la promesa paternal. -"Y Noé encontró gracia ante los ojos del Señor". Es la realización divina. -"Y Noé hizo todo lo que Dios le ordenó". Es la realización personal. Es digno de ver -aquí en este relato del diluvio y en todo el marco de la revelación -lo que el individuo es capaz de hacer. El elegido por Dios y llamado por su nombre, responde a la palabra de Dios y sigue su mandato. Es signo de esperanza de que la vida continúa y cobra fuerza renovada. Noé como Abraham creyó "contra toda esperanza" y fue hecho padre de muchos pueblos.
Los relatos babilónicos que narran diluvios están llenos de reyertas de los dioses. Al aprovechar esas viejas narraciones el autor sagrado tuvo buen cuidado de eliminar el politeísmo y de introducir su Fe en el Dios único, en el autor de la Alianza. ¿Somos hoy nosotros capaces de asimilar la cultura de nuestro tiempo para despojarla de sus errores, y utilizar de nuevo su lenguaje y sus estructuras a fin de proclamar la Fe?
-Noé construyó un altar al Señor y ofreció holocaustos. El primer gesto de este «salvado» es «ofrecer un sacrificio de acción de gracias». Tú eres, Señor, quien nos ha liberado. Gracias, Señor. ¿Es mi vida lo suficientemente «eucarística"? ¿Tengo el sentido de la alabanza a Dios?
3. Proclama el salmo un canto de salvación, por el bautismo que nos libera de todo mal como diluvios, por la Iglesia la nueva Arca de salvación: “¿Cómo a Yahveh podré pagar todo el bien que me ha hecho? La copa de salvación levantaré, e invocaré el nombre de Yahveh. Cumpliré mis votos a Yahveh, ¡sí, en presencia de todo su pueblo! Mucho cuesta a los ojos de Yahveh la muerte de los que le aman. Cumpliré mis votos a Yahveh, sí, en presencia de todo su pueblo, en los atrios de la Casa de Yahveh, en medio de ti, Jerusalén”.
Llucià Pou Sabaté
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