miércoles, 15 de febrero de 2017

Jueves semana 6 de tiempo ordinario; año impar

Jueves de la semana 6 de tiempo ordinario; año impar

«El Señor, desde el cielo, se ha fijado en la tierra», y el arco iris es signo de su alianza. «El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho», dará su vida para salvarnos, en la nueva Alianza.
«Salió Jesús con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo y en el camino preguntaba a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que soy yo? Ellos le respondieron: Unos que Juan el Bautista, otros que Elías y otros que uno de los profetas. Entonces él les pregunta: Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo. Y les ordenó que no hablasen a nadie sobre esto.Y comenzó a enseñarles que el Hijo del Hombre debía padecer mucho, ser rechazado por los ancianos, por los príncipes de los sacerdotes y por los escribas y ser muerto, y resucitar después de tres días. Hablaba de esto abiertamente. Pedro, tomándolo aparte, se puso a reprenderle. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, increpó a Pedro y le dijo: ¡Apártate de mí, Satanás!, porque no sientes las cosas de Dios, sino las de los hombres» (Marcos 8,27-33).
1. Jesús es el «Mesías que va a entregar su vida por los demás». Mañana nos dirá que acogerle a él es acogerle con su cruz, con su misterio pascual de muerte y resurrección. “Iba Jesús con sus discípulos a las aldeas de Cesarea de Filipo”... Marchan hacia países paganos, lejos de las muchedumbres de Galilea. Jesús sabe lo que quiere hacer: someter a prueba la Fe de sus discípulos. 
-“Caminando les hizo esta pregunta "¿Quién dicen las gentes que soy yo?””. «Y vosotros, quién decís que soy yo?». Es la pregunta de la fe, de la implicación personal. La respuesta sólo la encontramos en la experiencia del silencio y de la oración. Es el camino de fe que recorre Pedro, y el que hemos de hacer también nosotros. 
-“Pedro, tomando la palabra, responde "¡Tú eres el Mesías!"” -Cristo, en griego-. Así, el grupo de los Doce va mucho más allá de las respuestas corrientes de las gentes. Se trata pues del reconocimiento de la identidad profunda de Jesús: Jesús no es solamente "uno de los profetas", por los cuales Dios conducía la historia a su término... El es el término, el fin mismo, "aquel que los profetas anunciaban", el Mesías, el Ungido, el "Xristos". 
-“Y les encargó muy seriamente que no hablaran a nadie de El”. Es el "secreto mesiánico", evitar su divulgación prematura.  Hace falta que pase por la muerte y la resurrección para que su identidad sea manifestada: -“Y por primera vez comenzó a enseñarles cómo era preciso que el Hijo del hombre padeciese mucho y que fuese rechazado por los ancianos y los príncipes de los sacerdotes y los escribas, y que fuese muerto y resucitase después de tres días.
Jesús decía todo esto claramente”. Con este anuncio termina la primera parte del relato de Marcos y comienza lo que llaman una sección nueva. Hasta la "pasión" de Jesús, tendremos tres relatos parecidos y los tres añaden cada vez el anuncio de la "muerte y resurrección"… forman un crescendo: en el último, Jesús dará todos los detalles.... esto sucederá "en Jerusalén", será "entregado a los paganos", "le escupirán" y "le flagelarán"... 
-“Pedro, tomándole aparte, se puso a reprenderle. Pero Jesús, volviéndose reprendió severamente a Pedro: "Quítate allá Satanás, porque tus pensamientos no son los pensamientos de Dios, sino los de los hombres”. Hasta los discípulos esperan es un mesías humano, en el éxito, un mesías político, un liberador de aquí abajo. Y Jesús una vez más experimenta esta sugestión como una tentación satánica. Y yo, ¿qué es lo que espero de Dios, de la Iglesia? (Noel Quesson).
2. Termina la historia del diluvio con la alianza que Dios sella con Noé y su familia, y con el reinicio de una nueva humanidad: Dios bendijo a Noé y a sus hijos, y les dijo: «Sed fecundos, multiplicaos y llenad la tierra. Infundiréis temor y miedo a todos los animales de la tierra, y a todas las aves del cielo, y a todo lo que repta por el suelo, y a todos los peces del mar; quedan a vuestra disposición. Todo lo que se mueve y tiene vida os servirá de alimento: todo os lo doy, lo mismo que os di la hierba verde”. Entre las cláusulas de la alianza hay detalles que se refieren a la comida: por primera vez se dice que el hombre puede comer carne de animales (hasta entonces, se ve que eran vegetarianos), pero no carne con sangre. Hay una acomodación religiosa a las costumbres y creencias de la época, como no tomar sangre porque pensaban que era el alma que hacía vivos a los animales. En medio de todo esto, una verdad divina: el juicio de Dios ha sido justo, pero salvador y misericordioso.
-“Todo os lo doy”... Dios se compromete: ofrece a todos los hombres una "bendición" de fecundidad, una «ley única» del respeto de “los unos a los otros”, y una «alianza» que leemos más abajo.
También pone Dios una regla: “sólo dejaréis de comer la carne con su alma, es decir, con su sangre, y yo os prometo reclamar vuestra propia sangre: la reclamaré a todo animal y al hombre: a todos y a cada uno reclamaré el alma humana. Quien vertiere sangre de hombre, por otro hombre será su sangre vertida, porque a imagen de Dios hizo El al hombre”. En medio de algunos signos cultuales, pone Dios este mandamiento taxativo de no matar a otra persona, entre los motivos dos especiales. En primer lugar, cada hombre es nuestro hermano. Y sobre todo, porque cada persona es imagen de Dios. Una sola «ley» ha sido dada a la humanidad entera: el respeto a la vida, simbolizado por el respeto a la sangre. “Lo que hacéis al más pequeño de los míos, a Mí lo hacéis, dirá Jesús”.
“Vosotros, pues, sed fecundos y multiplicaos; pululad en la tierra y dominad en ella.» Dijo Dios a Noé y a sus hijos con él: «He aquí que yo establezco mi alianza con vosotros, y con vuestra futura descendencia, y con toda alma viviente que os acompaña: las aves, los ganados y todas las alimañas que hay con vosotros, con todo lo que ha salido del arca, todos los animales de la tierra. Establezco mi alianza con vosotros, y no volverá nunca más a ser aniquilada toda carne por las aguas del diluvio, ni habrá más diluvio para destruir la tierra.» Dijo Dios: «Esta es la señal de la alianza que para las generaciones perpetuas pongo entre yo y vosotros y toda alma viviente que os acompaña: Pongo mi arco en las nubes, y servirá de señal de la alianza entre yo y la tierra. Otra vez vemos una acomodación a la historia, poniendo como causa de las desgracias un castigo divino según las creencias de la época. Aquí hay, con gran claridad, la renovación de la Alianza, con este pacto con Noé, el arco iris. Interpretación popular del fenómeno cósmico del arco iris después de la lluvia, en una sociedad que tiende a verlo todo desde el prisma religioso, donde los fenómenos meteorológicos eran signos de Dios: todo lo que pasaba «en el cielo» pertenecía precisamente a ese dominio divino sobre el cual el hombre no tiene poder alguno. Los astros eran los ejércitos de Dios. El viento y el huracán, sus mensajeros. La tempestad, la ejecutora de sus órdenes. El trueno, su voz. El relámpago, su flecha temible. Ese Dios «guerrero» cuelga de nuevo su "arco" en el muro y promete no volver a usarlo jamás: vivamos unidos, seamos aliados de ahora en adelante (Noel Quesson).
No es magia: cuando vean ese arco, se comprometen a recordar la bondad y las promesas de Dios. También podría tener otro sentido: el arco iris nos recordará que Dios ya no usará el arco de guerra (en la Biblia se designa con la misma palabra) contra el hombre, «colgará el arco en el cielo».
Es la reanudación del proyecto inicial de Dios respecto a Adán. La diferencia está en que esta nueva bendición sucede al pecado de la humanidad: por lo tanto, más allá del pecado, Dios conserva su amor por sus criaturas. Repitamos, una vez más, que, desde el punto de vista de Dios, el mal no es una fatalidad indudable y definitiva: el más gran pecador conserva todas sus oportunidades... el hijo pródigo puede rehacer su vida, el bandolero condenado a muerte y crucificado junto a Jesús puede entrar en el paraíso. La buena nueva del evangelio aflora ya desde las primeras páginas del Antiguo Testamento. 
3. Dios está siempre a favor. A pesar de todo el mal que hemos hecho, nos sigue amando y concediendo un voto de confianza. Si el salmista podía decir con esperanza: «El Señor, desde el cielo, se ha fijado en la tierra... para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte», nosotros tenemos motivos muchos más válidos para confiar en la cercanía salvadora de Dios. Jesús inició una «nueva creación» y, al atravesar las aguas de la muerte, nos invitó a todos a salvarnos en su Arca, que es la Iglesia, donde ingresamos a través del sacramento del agua, el bautismo.
“Se ha inclinado Yahveh desde su altura santa, desde los cielos ha mirado a la tierra, para oír el suspiro del cautivo, para librar a los hijos de la muerte”. No estaría mal que cada vez que veamos el arco iris, después de la lluvia, también nosotros, aunque ya sabemos que es un fenómeno que se debe a la reflexión de la luz, recordáramos dos cosas: que Dios tiene paciencia, que nos perdona, que siempre está dispuesto a hacer salir su sol después de la tempestad, su paz después de nuestros fallos; y que también nosotros hemos de enterrar el arco de guerra (cualquier instrumento agresivo) y tomar la decisión de no disparar ninguna “flecha”, envenenada o no, contra nuestro hermano, porque es imagen de Dios. 
Llucià Pou Sabaté

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