Martes de la 30ª
semana (par): El
Reino de Dios va creciendo como un grano de mostaza…
“En aquel tiempo,
decía Jesús: - ¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se
parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece,
se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas. » Y añadió: -¿A qué
compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete
en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta»” (Lucas 13,18-21).
1. Gracias, Señor, por hablarnos hoy
de tu Reino: -Jesús decía: "¿A qué
se parece el reino de Dios? ¿Con qué lo compararé?" Nos dices que es
un "reino escondido": "Mi Reino no es de este mundo..."
Lucas nos habla muchas veces de tu Reino, de que has venido para traérnoslo;
quiero considerar esas palabras, para entender mejor tu explicación de hoy:
- "Debo anunciar la
"buena nueva" del Reino de Dios" (4,43).
- "Dichosos los pobres,
porque vuestro es el Reino de Dios" (6,20).
- "El más pequeño en el
Reino de Dios es mayor que Juan Bautista" (7,28).
- "A vosotros es dado
conocer los misterios del Reino de Dios" (8,10).
- "Jesús envió a los Doce a
proclamar el Reino de Dios" (9,2).
- "El que echa mano al
arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios" (9,62).
- "El Reino de Dios está
cerca" (10,9-11).
- "Padre, venga a nosotros
tu Reino" (11,2).
- "Buscad el Reino de Dios,
y eso se os dará por añadidura" (12,31).
- "El Reino de Dios viene
sin dejarse sentir. Sabedlo, ya está entre vosotros el Reino de Dios" (17,21).
- "Dichoso el que pueda
comer en el Reino de Dios" (14,15).
- "Los niños, y de los que
son como éstos es el Reino" (18,16).
- "Es mas difícil a un rico
entrar en el Reino de Dios” (18,25).
- "Nadie que haya dejado
casa, mujer... por el Reino de Dios, quedará sin recibir el céntuplo" (18,29).
- [petición del buen ladrón]: "Jesús,
acuérdate de mí cuando vayas a tu Reino" (23,42).
Nos pones dos parábolas: -“El reino se parece al grano de mostaza que
un hombre sembró en su huerta. Creció; se hizo un árbol”. Es, pues, un
"crecimiento"... la potencia misma de la vida. No está ya edificada
la Iglesia, sino que la obra de Dios crece "a la manera" de un árbol
vivo. Me dieron unas semillas de mostaza, para plantar, y vi que es
pequeñísima. Y, sin embargo, tiene una fuerza interior que la llevará a ser un
arbusto de los más altos. A nosotros nos suelen gustar las cosas
espectaculares, solemnes y, a ser posible, rápidas. No es ése el estilo de
Dios. También en mi vida, el Reino de Dios conviene que crezca, día a día. Todos
los días podemos pasar junto a un árbol sin notar que está creciendo. El Reino
de Dios crece, sin que muchos se den cuenta de ello. Sólo la Fe nos abre a ese
reconocimiento.
Muchas veces, son los pequeños
los que transforman el mundo, aptos para ser instrumentos de Dios en su obra. Jesús,
nos enseñas a tener paciencia y a no precipitarnos, a recordar que Dios tiene
predilección por los humildes y sencillos, y no por los que humanamente son
aplaudidos por su eficacia. Tu Reino -tu Palabra, tu evangelio, tu gracia-
actúa, también hoy, humildemente, desde dentro, vivificado por el Espíritu. Tu
Reino es la Iglesia: «El Señor Jesús comenzó su Iglesia con el anuncio de la
Buena Noticia, es decir, de la llegada del Reino de Dios prometido desde hacía
siglos en las Escrituras. Para cumplir la voluntad del Padre, Cristo inauguró
el Reino de los cielos en la tierra. La Iglesia es el Reino de Cristo presente
ya en misterio» (Catecismo 763). No nos dejemos desalentar por las apariencias
de fracaso o de lentitud: la Iglesia sigue creciendo con la fuerza de Dios. En
silencio. Estamos llamados a dar fruto, a no fijarnos en ramas secas que caen,
en tener confianza en tantas ramas lozanas, en el Reino que se va desarrollando
(J. Aldazábal).
-“El reino se parece a la levadura que tomó una mujer y la metió en tres
medidas de harina, hasta que toda la pasta acabó por fermentar”. Cada ama
de casa cocía el pan cada mañana. La víspera por la tarde preparaba la pasta;
agua, un puñado de levadura todo mezclado con la harina... Durante la noche la
mezcla "fermentaba" y a la mañana estaba a punto de ser metida en el
horno. Así es de potente la acción de Dios: pero se ve poco… (Noel Quesson).
“En las horas de lucha y contradicción cuando quizá «los buenos» llenen
de obstáculos tu camino, alza tu corazón de apóstol: oye a Jesús que habla del
grano de mostaza y de la levadura. -Y dile: «edissere nobis parabolam»
-explícame la parábola.
”Y sentirás el gozo de contemplar la
victoria futura: aves del cielo, en el cobijo de tu apostolado, ahora
incipiente; y toda la masa fermentada” (J.
Escrivá, Camino 695).
2. Es la vida nueva "en
Cristo" de la que nos continúa hablando hoy san Pablo. Se leía en las
misas de bodas y hoy no se entiende, porque hay que distinguir la cultura de la
época, que toma como ejemplo el Apóstol, y la enseñanza divina. La mujer tenía
entonces una situación muy distinta a la nuestra: tenía una situación de
inferioridad. Apoyándose en esa dependencia legal de la mujer respecto a su
marido, Pablo sugiere que la Iglesia depende enteramente de Cristo. Si queremos
que el texto sea actual, hacer una lectura fructuosa, la actitud adecuada
consiste:
1º en tomar en sentido estricto
todo lo que Pablo dice de Cristo y de la Iglesia.
2º en conjugar en los dos
sentidos todo lo que se dice de la pareja. En la civilización de hoy se está
todavía lejos de haber realizado la reciprocidad perfecta, pero se tiende hacia
este ideal.
1º Cristo e Iglesia: -“Cristo es Cabeza de la Iglesia, el salvador
del Cuerpo”. La Iglesia se somete a
Cristo.
“Cristo amó a la Iglesia y se entregó a sí mismo por ella para
santificarla y presentársela resplandeciente a sí mismo, sin mancha, ni arruga,
ni defecto alguno”... La quería santa e inmaculada. Cristo cuida con cariño
a la Iglesia porque somos miembros de su Cuerpo. En estas frases hay dos
imágenes entrelazadas: La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, la Iglesia es la
Esposa de Cristo.
Cuerpo de Cristo: estamos en
unión vital con Jesús. La Iglesia es Jesucristo. Los cristianos son Jesucristo
en el mundo. Estamos ante una imagen de inmensa belleza y rica en
consecuencias. Pero esta imagen, por sí sola, tendría el inconveniente de no
marcar bastante la diferencia entre la Iglesia y Cristo. Pablo matiza pues su
pensamiento diciendo primero que Cristo es «la Cabeza» de ese Cuerpo. No somos
«Cristo» por nosotros mismos, sino porque lo recibimos todo de la cabeza.
Esposa de Cristo. Esta segunda
imagen tiene un sentido análogo: se trata siempre de una unión íntima... pero
de una relación entre dos personas distintas. ¡Cristo se ha desposado con su
Iglesia! se unido a las buenas y a las malas con ella, para siempre... porque
la ama. Ha «entregado» su vida por ella, ¡ha muerto por ella para embellecerla!
¡La quiere santa e inmaculada! ¡Cuida de ella! Cristo y la Iglesia son sólo
uno, se dan totalmente el uno al otro, para dar a luz al mundo nuevo. Insiste
en la sumisión de la Iglesia a Cristo,
según la costumbre de la época, porque el "esposo es la cabeza".
2º La pareja: marido y mujer.
-“El hombre se unirá a su mujer y los dos serán uno solo: este misterio
es grande... Lo digo pensando en Cristo y en la Iglesia”. A los esposos, les
da a Cristo y a la Iglesia como modelo. El matrimonio elevado a nivel de
«sacramento», de signo de gracia, de vía de santidad. Pero hoy ya no vemos una dirección
única: marido y mujer han de ser fuente de gracia, y de santidad, el uno para el
otro (Noel Quesson).
Ahora, nos preguntamos: ¿por qué
la esposa no puede representar a Cristo en el sentido que aquí se apunta?
Influenciado por su judaísmo y por el marco jurídico de la familia que él
conoce, Pablo no se plantea que la esposa pueda ejercer ciertas funciones de
mediación respecto a su esposo y, por tanto, ser la figura de Cristo, y que el
esposo pueda también ser aceptación y receptabilidad, a la manera de la
Iglesia. Vivió en un tiempo en que todas las mediaciones del hogar pasaban por el
hombre. Y Pablo ha diferenciado, naturalmente, en la situación cristiana, un
papel de mediador específico del esposo, figura de Cristo, y una función de
receptividad propia de la esposa, figura de la Iglesia (Maertens-Frisque).
3. Pero Pablo nos habla del amor
de Jesús con la Iglesia y no de igualdad entre hombres y mujeres, impensable en
su tiempo, pero sí da los criterios que más tarde llevarán a esa conclusión. En
otra carta dirá que "ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre, ni
hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús" (Ga
3,28).
El salmo es una imagen idílica de
tiempos antiguos: "la mujer como
parra fecunda en medio de tu casa, tus hijos como renuevos de olivo alrededor
de tu mesa", que más allá de esas formas culturales históricas, ofrece
el secreto de la verdadera felicidad y convivencia familiar: "dichoso el que teme al Señor y sigue sus
caminos".
Llucià Pou Sabaté
No hay comentarios:
Publicar un comentario