15
de octubre, Santa Teresa de Jesús. La llena el Señor de sabiduría en la ciencia
del amor de la Humanidad Santísima del Señor, y ella corresponde con amor y
dedicación de servicio a Dios y a los demás
“En aquel tiempo, exclamó
Jesús: -«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido
estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente
sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha entregado mi
Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el
Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. Venid a mí todos los que
estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de
mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque
mi yugo es llevadero y mi carga ligera» (Mateo 11,25-30).
1.
En tiempo recios, ¡cómo
agradecemos que alguien nos ayude a distinguir el día de la noche, la verdad de
la mentira, el bien del mal! Hace años, el cardenal Martini dijo que los peores
tiempos de la Iglesia no han sido aquellos en los que se han cometido muchos
pecados, sino aquellos en los que se ha perdido el don del discernimiento, los
tiempos en los que todo ha dado igual. La liturgia nos regala hoy la fiesta de
Teresa de Jesús, una mujer "sabia" en tiempos no menos recios que los
nuestros, una mujer que supo discernir. Ella no fue alumna de la Universidad de
Salamanca o de la de Alcalá, pero se doctoró en la universidad de la oración y
de la vida. La Iglesia la considera "doctora de la fe". Naturalmente,
este doctorado no tiene nada que ver con un título académico. Es un don del
Padre. Jesús lo dice en el evangelio de hoy: "Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has
revelado a la gente sencilla". Teresa, que no fue una mujer de
temperamento débil o apocado, sí fue una creyente inundada por la sencillez que
viene del Espíritu.
La sabiduría está en la búsqueda de la
verdad, decía Juan Pablo II, “no es casual que, en el momento en que el autor
sagrado quiere describir al hombre sabio, lo presente como el que ama y busca
la verdad… la fe agudiza la mirada interior abriendo la mente para que
descubra, en el sucederse de los acontecimientos, la presencia operante de la
Providencia”. Se personifica luego con la madre y esposa, como cultivó santa
Teresa esta ciencia del amor divino, hacia Jesús, Sabiduría encarnada,
"Señor
Dios nuestro, que has suscitado a Santa Teresa para mostrar a tu Iglesia el
camino de la perfección, concédenos vivir de su doctrina y enciende en nuestros
corazones el deseo de la verdadera santidad" ¿Qué podemos aprender hoy
de su experiencia espiritual para iluminar nuestra vida? Tres lecciones se me
ocurren: 1) Sin amistad con Dios no hay transformación posible (ni personal ni
social). La oración es la más profunda, arriesgada y necesaria aventura que
puede emprender el ser humano; 2) Toda religiosidad naufraga cuando no es
curada por la humanidad de Cristo. 3) La humildad, la audacia y la fortaleza
son virtudes esenciales para afrontar las dificultades (gonzalo@claret.org).
Ella nos cuenta en el libro de su vida su
amor a Dios, su adolescencia tibia, la ayuda que recibió de alguno y del libro “El
tercer Abecedario” de Francisco de Osuna, su ingreso –que le costó superar
muchas dificultades- en el Carmelo… y luego más dolores, de difamaciones, de
decir que tenía el demonio, de quitarle los libros que tanto le gustaban, pero
con la paz de escuchar en su oración al Señor: “No temas, hija, que desde hoy
te daré libro Vivo”. En las Moradas cuenta como le fue llevando Dios hacia la cumbre
más elevada y luminosa de la cristificación.
La oración mental es criticada en su época, y
ella tiene que ser pilla para no ser condenada por promoverla. Es importantísima,
pero va de la mano del amor, que lo es todo: «Que para esto es la oración, para
que nazcan siempre obras, obras, obras», que en el pensamiento de la maestra
equivalen a virtudes. “No pongáis vuestro fundamento sólo en rezar y
contemplar; porque si no procuráis virtudes y no hay ejercicio de ellas,
siempre os quedaréis enanas”. Es decir, sin oración no hay cristianos. Y sin
cristianos no puede haber "nueva evangelización”, al menos en profundidad.
Por eso Juan Pablo II, promotor de la misma, ha dicho que «el mensaje de santa
Teresa conserva hoy toda su verdad y fuerza» y pide «que el pueblo cristiano se
ponga a la escucha del mensaje teresiano» (Jesús Martí Ballester).
“Vuestra soy, para vos nací / ¿Que mandáis
hacer de mí? / ...Vuestra soy, pues me criasteis, / Vuestra, pues me
redimisteis, / Vuestra, pues que me sufristeis, / Vuestra, pues que me
llamasteis, / Vuestra, porque me esperasteis, / Vuestra, pues no me perdí. / ¿Qué
mandáis hacer de mí?”... (Santa Teresa). Fundó 15 nuevos monasterios
diseminados por España. Escribió con mano de artista sus andanzas de fundadora,
sus experiencias místicas, y bellísimas poesías. Fue gran maestra de espíritus
y tuvo bien merecido el título de Doctora de la Iglesia con que ha sido
honrada.
Los Ayes teresianos desde el destierro de
este mundo con ansias de ir a Dios: ¡Cuán triste es, Dios mío, / la vida sin
ti! // Ansiosa de verte / Deseo morir. // Carrera larga es la de este suelo, / Morada
penosa, muy duro destierro. / ¡Oh dueño adorado!, sácame de aquí. // Ansiosa de verte / Deseo morir. // El amor mundano apega a esta vida. / El amor
divino por la otra suspira. / Sin ti,
Dios eterno, ¿quién puede vivir? // Ansiosa de verte / Deseo morir.
El Evangelio nos recomienda la sencillez de
niños, a fin de ponernos en manos del Padre: «Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has
ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños».
Santa Teresa tuvo la certeza y la sencillez del niño, de saber que Dios,
nuestro Padre, no nos abandona nunca. Por el contrario, somos nosotros quienes
nos tenemos que abandonar en las manos de Dios. El Evangelio de hoy nos invita
a ello: confiar en Aquel que nos acompaña siempre. Tener confianza y ser
humildes no está de moda, pero ciertamente es el único camino para llegar a
Dios. Lo afirma expresamente santa Teresa: «He visto claramente que, si
queremos que la majestad soberana nos revele grandes secretos, hemos de entrar
por esta puerta [la contemplación de Jesús]. No quiera nadie ningún otro camino
(...). Este camino se ha de recorrer con libertad, abandonándonos en las manos
de Dios».
“Sólo Dios basta”. Es un buen resumen de sus aspiraciones, de
su vida. Armoniza la experiencia de gozo del amor de Dios con el sufrimiento de
esta vida de una manera admirable.
“¡Oh hermosura que excedéis / a todas las
hermosuras! / Sin herir, dolor hacéis, / y sin dolor deshacéis / el amor de las
criaturas! / ¡Oh nudo que así juntáis / dos cosas tan desiguales, / no sé por
qué os desatáis, / pues atado fuerza dais / a tener por bien los males!” Teresa
de Jesús es una excelente guía para ir hacia Él, cansados y agobiados,
confiados en que nos aliviará. Ir hacia Él y cargar con su yugo llevadero y
aprender su mansedumbre y humildad de corazón. ¿Hay mejor modo de encontrar
descanso? ¿Hay mejor senda para hallar la sabiduría?
“Nada te turbe, / nada te espante; / todo se
pasa. / La paciencia / todo lo alcanza. / Dios no se muda. / Quien a Dios tiene
/ nada le falta. / Sólo Dios basta” (luisangelcmf@yahoo.es).
3.
Santa Teresa y Nuestra Señora. Este
día 15 podríamos ver muchos aspectos en relación con la fiesta de Santa Teresa
de Jesús, y sin duda uno de ellos, en este mes del Rosario, nos habla de ir a
Jesús por María. Revisando algunos documentos carmelitanos, se puede ver que
entre sus primeros recuerdos de la infancia ya habla del amor a la Virgen:
habla del cuidado que su madre tenía de hacerlos rezar y ayudarles a que fueran
devotos de Ella y de algunos santos, que la comenzó a despertar a los seis o
siete años; es conmovedora su oración cuando pierde su madre, a la edad de 13
años: afligida fue a una imagen de nuestra Señora y le suplicó con muchas
lágrimas que ella fuera su madre; y desde entonces tiene conciencia de una
protección especial de María, que la ha vuelto a ella cuantas veces tenía
necesidad. Su devoción mariana crece día a día: acude a ella en las penas, la
recuerda en sus fiestas, cultiva la devoción al Rosario... es una progresiva
contemplación y experiencia de los momentos más importantes de la vida de la
Virgen, según las palabras del Evangelio, que van haciendo mella en su alma, va
acogiendo su corazón de Fundadora aquellos misterios: así, el canto del
Magnificat estará en sus labios constantemente; como también contempla el
misterio de la Encarnación pensando en la presencia del Señor dentro de
nosotros a imagen de la Virgen que lleva dentro de sí al Salvador; y penetra en
el corazón de María al pie de la cruz, porque ha entrado místicamente en el
dolor de la Virgen, cuando ella también ha probado la desolación y la noche
oscura del espíritu. Sus profundas experiencias místicas le llevan a revivir
los misterios de la vida de María. También es muy interesante ver como desde la
primera fundación la devoción mariana va siempre acompañada a la de San José,
que en sus experiencias místicas lo ve al lado de la Virgen, quien le dice que
pusiese al primer convento el nombre de san José, que ellos dos serían los
protectores.
María es vista por Teresa como la primera
cristiana, la discípula del Señor, la seguidora de Cristo hasta el pie de la
Cruz. En ella se han mirado siempre como al espejo las carmelitas, y Teresa de
una manera particular ve en Nuestra Señora la esposa ideal del Cantar de los
cantares, la mujer perfecta, totalmente poseída por Dios, enamorada de Él, que
nunca ha puesto resistencia a las mociones del Espíritu Santo; modelo de una
adhesión total a la Humanidad de Cristo. Ella es modelo de sentimientos de
pureza de corazón, de pensamiento y de intención; de pobreza y humildad; de
admiración que llega al estupor ante las maravillas de Dios: para Teresa es
ejemplo y modelo de todas las virtudes, y la Madre que nos enseña que la cruz
es camino por la gloria.
Esta filiación a santa María queda expresada
en muchos detalles hasta el punto que decir Carmelo es decir María, el Carmelo
es todo de María. Ella es Señora, Patrona, Madre de la Orden y de cada uno de
sus miembros. Todo es mariano en los Carmelos de Santa Teresa: el hábito, la
Regla, las casas. Ya la primera casa la confía a Ella en el gobierno, y la
llama "mi Priora”. Su devoción al Santo Escapulario queda expresada en lo
que dice a propósito de la muerte de un carmelita: porque ha vivido su estado
de vida religiosa, le han aprovechado las Bulas de la Orden para no entrar en
el Purgatorio. Y desde que recibió una especie de investidura mariana para ser
Fundadora, procuraba vivir y hacer vivir “la Regla de nuestra Señora del
Carmen”, que tanta gloria da al Señor y a la gloriosa Virgen María, llevando su
hábito. Veía a la Virgen como la gran intercesora, que con manto blanco acogía
a todas y distribuía las gracias, como la de ir superando diversas dificultades
que encontraban las fundaciones, y por ella se van poblando “los ‘palomarcitos'
de la Virgen nuestra Señora ..."
Sobre este fundamento del amor filial a la
Virgen, se edifica la fraternidad carmelitana, ese amor del espíritu de
familia. Ocupando lugar tan destacado en el Carmelo, las imágenes de la Virgen
-"dulce Madre"- presiden también sus iglesias, y así Santa Teresa continúa
propagando la devoción mariana a través de sus hijos.
Llucià Pou Sabaté
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