Miércoles de la 8ª semana, año
2. “Os rescataron a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto”. Mirad,
estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado
Primera carta del apóstol san
Pedro 1,18-25. Queridos hermanos: Ya sabéis con qué os rescataron de ese
proceder inútil recibido de vuestros padres: no con bienes efímeros, con oro o
plata, sino a precio de la sangre de Cristo, el Cordero sin defecto ni mancha,
previsto antes de la creación del mundo y manifestado al final de los tiempos
por vuestro bien. Por Cristo vosotros creéis en Dios, que lo resucitó de entre
los muertos y le dio gloria, y así habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra
esperanza. Ahora que estáis purificados por vuestra obediencia a la verdad y
habéis llegado a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de
corazón e intensamente. Mirad que habéis vuelto a nacer, y no de una semilla
mortal, sino de una inmortal, por medio de la palabra de Dios viva y duradera,
porque «toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la
hierba, la flor se cae; pero la palabra del Señor permanece para siempre.» Y
esa palabra es el Evangelio que os anunciamos.
Salmo 147,12-15.19-20. R.
Glorifica al Señor, Jerusalén.
Glorifica al
Señor, Jerusalén; alaba a tu Dios, Sión: que ha reforzado los cerrojos de tus
puertas, y ha bendecido a tus hijos dentro de ti.
Ha puesto paz
en tus fronteras, te sacia con flor de harina. Él envía su mensaje a la tierra,
y su palabra corre veloz.
Anuncia su
palabra a Jacob, sus decretos y mandatos a Israel; con ninguna nación obró así,
ni les dio a conocer sus mandatos.
Evangelio según san Marcos 10,32-45.
En aquel tiempo, los discípulos iban subiendo camino de Jerusalén, y Jesús
se les adelantaba; los discípulos se extrañaban, y los que seguían iban
asustados. Él tomó aparte otra vez a los Doce y se puso a decirles lo que le
iba a suceder: -«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a
ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, lo condenarán a muerte y
lo entregarán a los gentiles, se burlarán de él, le escupirán, lo azotarán y lo
matarán; y a los tres días resucitará.» Se le acercaron los hijos de Zebedeo,
Santiago y Juan, y le dijeron: -«Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a
pedir.» Les preguntó: -«¿Qué queréis que haga por vosotros?» Contestaron:
-«Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. »
Jesús replicó: -«No sabéis lo que pedís, ¿sois capaces de beber el cáliz que yo
he de beber, o de bautizaros con el bautismo con que yo me voy a bautizar?»
Contestaron: -«Lo somos.» Jesús les dijo: -«El cáliz que yo voy a beber lo
beberéis, y os bautizaréis con el bautismo con que yo me voy a bautizar, pero
el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mi concederlo; está ya
reservado. » Los otros diez, al oír aquello, se indignaron contra Santiago y
Juan. Jesús, reuniéndolos, les dijo: -«Sabéis que los que son reconocidos como
jefes de los pueblos los tiranizan, y que los grandes los oprimen. Vosotros, nada
de eso: el que quiera ser grande, sea vuestro servidor; y el que quiera ser
primero, sea esclavo de todos. Porque el Hijo del hombre no ha venido para que
le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por todos.»
Comentario: 1.- 2.- 1P 1,18-25.
a) Pedro recuerda a los recién bautizados la suerte que han tenido, porque
ahora creen en Cristo Jesús, han sido rescatados de su antigua vida y han
vuelto a nacer de Dios.
Ser rescatados
significa que alguien ha pagado el precio, la fianza por su liberación. Ese
alguien ha sido Cristo, que no ha pagado con una cantidad de dinero, sino con
su propia sangre.
Con eso ha
cambiado la situación de estos neófitos: ahora ponen su fe y su esperanza en
Dios, que ha resucitado a Cristo de la muerte. Han vuelto a nacer, no de un
padre mortal, sino de Dios mismo, de su Palabra viva y duradera, el evangelio.
Pedro quiere
que los cristianos saquen de esta convicción una consecuencia concreta: «Amaos
unos a otros de corazón». Si todos hemos nacido del mismo Dios, todos somos
hermanos.
b) Una
perspectiva tan optimista debería motivar nuestra vida cristiana. De nosotros
se tendría que poder decir que «habéis puesto en Dios vuestra fe y vuestra
esperanza».
Tenemos
motivos abundantes para esta confianza. Hemos vuelto a nacer, esta vez del amor
de Dios mismo, no del amor de unos padres mortales. Hemos sido rescatados por
la sangre de Cristo: debemos valer mucho, cada uno de nosotros, a los ojos de
Dios, porque ha pagado un precio muy alto por nosotros.
Una primera
consecuencia es que nuestra vida queda cambiada radicalmente. Esa Palabra viva
de Dios que escuchamos y acogemos, nos quiere regenerar día tras día,
infundiéndonos su fuerza transformadora. Otras palabras y doctrinas que nos
pueden gustar son caducas, «como flor campestre: se agosta la hierba, la flor
se cae, pero la Palabra del Señor permanece para siempre». La Palabra de Dios
es firme: si construimos sobre ella edificamos para siempre.
Hay otra
consecuencia que se deriva de la anterior: los mismos dones que yo, los han recibido
también los demás. Debo considerarlos hermanos míos, hijos del mismo Dios. La
invitación de Pedro va para nosotros, cada uno en su ambiente: «habéis llegado
a quereros sinceramente como hermanos, amaos unos a otros de corazón e
intensamente».
¿Cuántas veces
nos enseña Dios, a través de las lecturas bíblicas, esta doble dirección de
nuestra vida cristiana: la unión gozosa con él y la caridad sincera con el
prójimo?
San Pedro
continúa su catequesis del "bautismo". Esta Epístola es una de las
mejores preparaciones al bautismo para los padres que esperan a un niño y lo
confían ya en su oración al Señor. Es también una de las mejores meditaciones
para avivar en nosotros la gracia de nuestro bautismo.
-Hermanos,
conducíos con respeto y temor de Dios, mientras estáis aquí de paso. Hay
dificultades en toda traducción. En la lengua bíblica, la lengua materna de
Pedro el término "temor" no tiene el matiz teñido de miedo que posee
en nuestras lenguas. Sería mejor traducir por «conducíos en el respeto amoroso
de Dios»: es el sentimiento que experimentamos hacia nuestros padres... es el
«temor» que los hijos tienen a sus padres cuando se sienten profundamente
amados. Así lo que Pedro propone a los bautizados, es "vivir delante de
Dios y con Dios" como los hijos en una familia. Ocasión de revisar
nuestras actitudes como padres y madres. Ocasión de preguntarnos si adoptamos
ante Dios esa misma actitud que pedimos a nuestros hijos. Estar bautizado es en
el fondo "estar dispuesto a obedecer a Dios" a "hacer su
voluntad por amor", a "adoptar su Proyecto sobre el mundo" a
"ser un verdadero hijo para con Dios"... Esto no es tan sólo un
privilegio, ¡es una responsabilidad! El bautismo es un
"compromiso"", como decimos hoy. Convendría que fuéramos siendo
capaces de decir a nuestros amigos no creyentes, en un lenguaje comprensible
para ellos, lo que significa el bautismo para nosotros: Vivir adoptando el
proyecto de Dios.
-Habéis
santificado vuestras almas obedeciendo a la verdad, para amaros sinceramente
como hermanos. En la misma frase: la santidad, la perfección, la obediencia a
la verdad, la sumisión al plan de Dios, el amor fraterno... Tal es el
contenido, para san Pedro, de esta «vida nueva» en la que el bautismo nos
compromete: lo que Dios espera de nosotros es la perfección del amor. Haciendo
esto, «obedecemos a la verdad». Es lo mismo que decir que realizamos aquello
para lo cual hemos sido creados, aquello a lo que Dios nos ha destinado. ¡Estar
bautizado es «corresponder» a Dios! ¡establecer una «correspondencia» entre
nosotros y Dios!
-Amaos
intensamente unos a otros con corazón puro, pues habéis sido reengendrados de
un germen no corruptible: la Palabra de Dios viva y permanente. Dios es amor. Corresponder
a Dios es amar. Nuestro primer nacimiento humano fue ya el fruto de un amor, el
de nuestros padres. Nuestro nuevo nacimiento -«engendrados de nuevo»- viene del
«germen» mismo de Dios-Amor... un germen incorruptible, vivo y permanente. Ser
bautizado es dejar que la Palabra de Dios quede «sembrada» en nosotros! ¡Concédenos,
Señor, vivir de tu Palabra! ¡Que tu Palabra fecunde nuestra vida! Que nuestra
vida llegue a ser «Amor», bajo la influencia de tu gracia.
-Toda criatura
es como hierba... Como flor del campo... La hierba se seca y la flor se
marchita. Pero la Palabra de Dios permanece eternamente. Admirable imagen
bautismal. ¡Una flor perdurable! El hombre por naturaleza es efímero y frágil:
¡Dios lo eterniza! (Noel Quesson).
3.- Mc 10,32-45.
a) En el camino hacia Jerusalén -lo cual no es un dato geográfico, sino un símbolo
teológico de su marcha hacia la pasión y la muerte- sitúa Marcos varias escenas
programáticas. Jesús «sube» a la pasión, muerte y resurrección, y el
evangelista quiere dejar bien claro que los discípulos han de seguir el mismo
camino. Jesús va decidido y se adelanta un poco a los demás. Marcos dice que
«los discípulos se extrañaban y los que seguían iban asustados».
Jesús les
anuncia por tercera vez su muerte. Marcos subraya cada vez que los discípulos
no querían entender nada. La primera vez fue Pedro el que tomó aparte a Jesús y
le echó en cara que hablara de muerte y fracaso. La segunda vez que Jesús
anunció su muerte, los discípulos se pusieron a discutir sobre los primeros
puestos. En esta tercera, de nuevo Marcos subraya la cerrazón de los apóstoles:
nos cuenta la escena de Santiago y Juan, ambiciosos, en búsqueda de grandeza y
poder, pidiendo los primeros puestos en el Reino.
Como respuesta
Jesús les anuncia la muerte que deberán asumir esos dos discípulos que ahora
piden honores: lo hace con las comparaciones de la copa y el bautismo. Beber la
copa es sinónimo de asumir la amargura, el juicio de Dios, la renuncia y el
sacrificio. Pasar por el bautismo también apunta a lo mismo: sumergirse en el
juicio de Dios, como el mundo en el diluvio, dejarse purificar y dar comienzo a
una nueva existencia. La pasión de Cristo -la copa amarga y el bautismo en la
muerte- les espera también a sus discípulos. Santiago será precisamente el
primero en sufrir el martirio por Cristo.
Los otros diez
se llenan de indignación, no porque creyeran que la petición hubiera sido
inconveniente, sino porque todos pensaban lo mismo y esos dos se les habían
adelantado. Jesús aprovecha para dar a todos una lección sobre la autoridad y
el servicio. Se pone a sí mismo como el modelo: «El Hijo del Hombre no ha
venido para que le sirvan, sino para servir y dar su vida en rescate por
todos».
b) Por si
también nosotros ambicionamos, más o menos conscientemente, puestos de honor o
intereses personales en nuestro seguimiento a Jesús, nos viene bien su lección.
La autoridad
no la tenemos que entender como la de «los que son reconocidos como jefes de
los pueblos», porque esos, según la dura descripción de Jesús «los tiranizan y
los oprimen». Para nosotros, «nada de eso». Los cristianos tenemos que entender
toda autoridad como servicio y entrega por los demás: «el que quiera ser
primero, sea esclavo de todos». Cuando nos examinamos sinceramente sobre este
punto, a veces descubrimos que tendemos a dominar y no a servir, que en el
pequeño o grande territorio de nuestra autoridad nos comportamos como los que
tiranizan y oprimen. Tendríamos que imitar a Jesús, que estaba en medio de los
suyos como quien sirve.
Pero además, y
yendo a la raíz de la lección, debemos preguntarnos si aceptamos el evangelio
de Jesús con todo incluido, también con la cruz y la «subida» a Jerusalén, sólo
en sus aspectos más fáciles. El mundo de hoy nos invita a rehuir el dolor y el
sufrimiento.
Lo que cuenta
es el placer inmediato. Pero un cristiano se entiende que tiene que asumir a
Cristo con todas las consecuencias: «que cargue cada día con su cruz y me
siga». Ser cristiano es seguir el camino de Cristo e ir teniendo los mismos
sentimientos de Cristo. El va hacia Jerusalén. Nosotros no hemos de rehuir esa
dirección.
Igual que el
amor o la amistad verdadera, también el seguimiento de Cristo exige muchas
veces renuncia, esfuerzo, sacrificio. Como tiene que sacrificarse el estudiante
para aprobar, el atleta para ganar, el labrador para cosechar, los padres para
sacar la familia adelante.
Depende del
ideal que se tenga. Para un cristiano el ideal es colaborar con Cristo en la
salvación del mundo. Por eso, en la vida de comunidad muchas veces debemos
estar dispuestos al trabajo y a la renuncia por los demás, sin pasar factura. La
filosofía de la cruz no se basa en la cruz misma, con una actitud masoquista,
sino en la construcción de un mundo nuevo, que supone la cruz. Lo que parece
una paradoja -buscar los últimos lugares, ser el esclavo de todos- sólo tiene
sentido desde esta perspectiva y este ejemplo de Jesús (J. Aldazábal).
-Iban subiendo
hacia Jerusalén; Jesús caminaba delante, y ellos iban sobrecogidos y le seguían
medrosos. Escena concreta. Contemplar. Según Marcos, en la construcción de su
relato, es la primera vez que el grupo se dirige hacia Jerusalén. Hasta aquí
todo tuvo lugar en Galilea o en territorio pagano y he aquí que ahora suben
hacia la capital. Jesús va delante.
-Tomando de
nuevo a los doce, comenzó a declararles lo que había de sucederle. Y detrás,
¡todos tienen miedo! Gesto afectuoso de Jesús. Les agrupa "junto a
El", para hacerles de nuevo "la confidencia... "el tercer
anuncio de su Pasión y de su Resurrección".
-"Subimos
a Jerusalén: y el Hijo del hombre será entregado a los príncipes de los
sacerdotes y a los escribas, que le condenarán a muerte y le entregarán a los
gentiles, se burlarán de El y le escupirán, y le azotarán y le darán muerte...
Pero a los tres días resucitará. Ya hemos señalado que de un anuncio a otro,
los detalles son cada vez más precisos. ¡Jesús sabe lo que le espera! Su muerte
no es un accidente fortuito en su vida... ¡El sube hacia allá! No es tampoco
una fatalidad inevitable... ¡Allá se dirige voluntariamente! Y no es algo
banal, desesperante... ¡es un paso hacia la vida! La finalidad es la
resurrección... ¡es la gloria! ¿Qué significa esto para mi? ¿Qué plegaria me
sugiere?
-Santiago y
Juan se acercaron a Jesús... "Concédenos sentarnos el uno a tu derecha y
el otro a tu izquierda en tu gloria." Jesús les respondió: "No sabéis
lo que pedís." Esta es todavía la postura de los apóstoles: buscan los
primeros sitios, buscan "subir", comparten todavía los sueños
mesiánicos de su pueblo. El Mesías es aún para ellos -¿y para nosotros hoy?- el
triunfador victorioso que arreglará todas las cosas por su poder, con un
"soplo de sus labios".
-"¿Podéis
beber el cáliz que Yo he de beber, o ser bautizados con el bautismo con que Yo
he de ser bautizado?" Jesús trata de hacerles comprender cuál es el camino
para acceder a la gloria, el suyo. Dos símbolos:
-el cáliz,
imagen de algo "difícil de tragar"...
-el bautismo,
imagen de la inmersión con su riesgo...
¿Podéis ser
sepultados conmigo bajo las aguas, es decir, participar en mi muerte?
-Los diez
oyeron esto y se indignaron contra Santiago y Juan. Se indignan porque todos
tienen la misma "ambición".
-"Ya
sabéis cómo los que en las naciones son príncipes las dominan con imperio y los
grandes ejercen poder sobre ellas. No ha de ser así entre vosotros; antes, si
alguno quiere ser grande, sea vuestro servidor, y el que de vosotros quiera ser
el primero, sea siervo de todos... Pues tampoco el Hijo del hombre ha venido a
ser servido, sino a servir y a dar su vida para redención de muchos." Para
Jesús, el camino de la cruz no es ante todo "sufrir" sino
"servir". Y es la regla constitutiva de la comunidad de los
discípulos: cada uno debe ser servidor, siervo de todos. ¿Por qué? Para hacer
como hizo Jesús. Sería una verdadera revolución, muy positiva, si todos nos
esforzáramos en "servir" (Noel Quesson).
Camino de Jerusalén,
ya cerca de la ciudad. Jesús «va delante»: firme, consciente de su destino.
Anuncia por tercera vez la pasión. Tres veces quiere decir insistentemente. Los
evangelistas presentan tan explícitas las predicciones, para resaltar que Jesús
sabía adónde iba, y lo hacía con generosa libertad.
Como en las
anteriores, también en esta última predicción podemos distinguir tres pasos: el
anuncio, la incomprensión, el adoctrinamiento.
Anuncio. Es va
casi un esquema o programa de los hechos. Subraya las humillaciones. El
evangelista escribe para una Iglesia perseguida, que vive en clima de
humillación social su propia "pasión".
Incomprensión.
Dos de los más destacados en el grupo apostólico manifiestan claramente su
ambición de gloria y privilegio. En contraste con la humillación del Hijo del
hombre, la iniciativa de los dos hermanos resulta disonante, casi ridícula.
Jesús «interpreta» y supera su deseo: tendrán ciertamente aquello que han
pedido (la más íntima asociación de destino con el Maestro); pero a un nivel
superior (el martirio), no como lo esperaban (la gloria en este mundo)...
Adoctrinamiento.
Dirigido a todos los discípulos. Es decir, a todos los cristianos. Sobre todo a
los que tendrán alguna especial responsabilidad en la Iglesia. No imitar a los
gobernantes del paganismo, que gobiernan esclavizando. Fácil tentación de los
dirigentes (cf. 1 Pe 5,2-3). Imitar, en cambio, al Hijo del hombre, el Rey
universal y glorioso según Daniel (c. 7) que se ha hecho el servidor, no sólo
de Yahvé (perspectiva de los "cánticos" en el Déutero-Isaías), sino
también de los hombres (Flp 2,7-8).
Novedad
cristiana de la autoridad-servicio. Servicio que se ha realizado en el acto
supremo de dar la vida. Servicio-amor (= Jn 15,13). Único lugar del evangelio
en que encontramos la palabra «rescate» (lytron), en el sentido teológico de
redención. La gente sencilla de aquel tiempo relacionaría la palabra con la
liberación de los esclavos o prisioneros de guerra. Los acostumbrados a leer la
Biblia pensarían en la liberación de Israel al salir de Egipto. La noción
cristiana de "rescate" o redención se amplía, identificándose con la
liberación total -de todo pecado esclavitud y servilismo- a partir de la
profunda interioridad personal de cada existencia humana. Sólo es libre quien
sirve a Dios y a los hermanos, como Cristo, por amor (I. Goma).
Nos
encontramos con el tercer anuncio de la pasión (Mc. 10, 32-35). Lo que antes se
había anunciado en forma incompleta, ahora se hace realidad al final del
camino, es decir, en Jerusalén, el lugar del cumplimiento de las promesas
mesiánicas. El tercer anuncio de la pasión se convierte en marco de referencia
para entender el relato posterior centrado en las ambiciones de poder de los
Zebedeos.
El relato pone
dos situaciones en contraste: A Jesús, que marcha a la cabeza, abriendo camino,
tomando la iniciativa; y la admiración y miedo de los que lo seguían. El
contraste es evidente: para Jesús se ha cumplido el tiempo, ha llegado el
momento de enfrentar el poder político, económico y religioso que representa la
ciudad de Jerusalén y sus instituciones: "Miren que subimos a Jerusalén, y
el hijo del hombre será entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas; le
condenarán a muerte y le entregarán a los gentiles". Por otro lado, para
sus discípulos, la entrega y el sacrificio de la propia vida no es totalmente
clara, sin embargo en este camino donde se anuncia la pasión y la muerte, Jesús
se encarga de aclarar con sus palabras el sentido de todo lo que va a suceder.
Marcos nos
presenta a Jesús subiendo a Jerusalén, lugar donde se manifestará plenamente el
poder de Dios como signo del mayor antipoder. En este trasfondo debemos situar
la petición de "Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo" que pretenden
tergiversar el contenido del mensaje del Reino, queriéndose sentar a la derecha
y a la izquierda, convirtiéndose así en signo de antagonismo mesiánico ya que
Jesús plantea la entrega de la propia vida, y ellos pretenden el poder de los
primeros puestos. A su vez, la actitud de los Zebedeos es motivo de división y
ruptura en la unidad del grupo. Por un lado están los dos hermanos Zebedeos y
por otro los diez restantes discípulos, apareciendo como dos grupos enfrentados
entre sí. Los llamados y elegidos a ser signo de unidad como experiencia de
verdadera vida común, prefieren la confrontación y la lucha por la ambición del
poder temporal.
Ante la lucha
por el poder en los discípulos, Jesús responde de dos maneras. A los Zebedeos
los confronta con la capacidad de entrega de la propia vida y del sacrificio,
lo cual se convierte en la clave para entender el discipulado. Los Zebedeos han
pedido un trono de poder y Jesús les ofrece beber el cáliz y ser bautizados,
haciendo que ellos puedan mantenerse fieles a la causa y a la entrega hasta la
muerte. A los demás discípulos los confronta con la realidad de tiranía y
opresión que generan los jefes de las naciones con su poder, y establece, como
única medida de pertenencia al grupo, el servicio y la entrega. Jesús con sus
respuestas pone una vez más la entrega de la propia vida como base de todo
seguimiento (servicio bíblico latinoamericano).
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