Domingo V de Pascua, ciclo B: Jesús es la vid, que nos da vida si
permanecemos unidos a Él
Los Hechos de los Apóstoles nos cuentan cuando Pablo fue a Jerusalén,
y los discípulos primero no se fiaban de él. "Entonces Bernabé se lo
presentó a los apóstoles. Saulo les contó cómo había visto al Señor en
el camino, lo que le había dicho", pero los judíos "se propusieron
suprimirlo", y los hermanos le ayudaron a huir. Y la Iglesia
"progresaba en la fidelidad al Señor y se multiplicaba animada por el
Espíritu Santo". En Tarso, Pablo debió predicar intensamente el
evangelio, pues se corrió la voz en las comunidades cristianas de
Judea que decían: "El que nos ha perseguido predica ahora la misma fe
que antes quiso liquidar". Es un motivo de alegría la obra del
Espíritu Santo, como dice el canto de entrada: "Cantad al Señor un
cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; revela a las naciones su
justicia. Aleluya".
El Salmo habla de una fiesta que celebra "todo lo que hizo el Señor",
la liberación esperada que viene del sufrimiento llevado por
obediencia de amor. Esto nos puede servir para encontrar un sentido al
esfuerzo, ahora que estamos a final de curso. Me gustó la anécdota que
leí, de un niño que encontró un capullo de una mariposa y se lo llevó
a casa. Un día vio que había un pequeño orificio y entonces se sentó a
observar: la mariposa luchaba por abrirlo más y poder salir...
forcejeaba duramente para poder pasar su cuerpo a través del pequeño
agujero. Parecía que se había atascado. El niño quiso ayudar con unas
tijeras, y por fin la mariposa pudo salir de aquella cárcel que le
aprisionaba. Tenía un cuerpo muy hinchado y unas alas pequeñas y
dobladas. Esperó a que volara, pero inútilmente, se quedó mermada en
sus facultades, pues el niño no sabía que la mariposa necesita un
esfuerzo y tiempo para hacer llegar líquidos a las alas, permitiendo
que éstas se fortalezcan y extiendan. Todo tiene su tiempo, cuesta un
esfuerzo que no es bueno eliminar. Hay que tener paciencia para que
las cosas resulten como lo queremos. El niño esperaba que las alas se
desdoblarían y crecerían lo suficiente para soportar al cuerpo, que se
contraería, al reducir lo hinchado que estaba. La mariposa solamente
podía arrastrarse en círculos con su cuerpecito hinchado y sus alas
dobladas. Nunca pudo llegar a volar. La pequeñez de la abertura del
capullo y la lucha requerida por la mariposa, para salir por el
diminuto agujero, era la forma en que la naturaleza forzaba fluidos
del cuerpo de la mariposa hacia sus alas, para que estuviesen grandes
y fuertes y luego pudiese volar. La libertad y el volar solamente
podían llegar tras la lucha. Al privar a la mariposa de la lucha,
también le fue arrebatada su salud. El sentimiento a veces se equivoca
al evitar el esfuerzo, necesitamos las luchas en la vida. Si la
naturaleza nos permitiese progresar por nuestras vidas sin obstáculos,
nos convertiría en inválidos. No podríamos crecer y ser tan fuertes
como podríamos haberlo sido. A través de nuestros esfuerzos y caídas,
somos fortalecidos así como el oro es refinado con el fuego. A veces
son necesarias las experiencias del dolor, esfuerzo, del error y los
fracasos, para poder crecer.
La carta de San Juan nos dice que "no amemos de palabra ni de boca,
sino con obras y según la verdad", si hacemos las cosas nos quedamos
tranquilos: "En esto conocemos que somos de la verdad, y
tranquilizaremos nuestra conciencia ante Él, en caso de que nos
condene nuestra conciencia, pues Dios es mayor que nuestra conciencia
y conoce todo". Y el mandamiento más grande para estar en paz es: "que
creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y que nos amemos unos a
otros tal como nos lo mandó".
En el Evangelio, San Juan nos habla de Jesús como "la verdadera vid" y
Dios "Padre es el labrador". El sarmiento para estar vivo ha de estar
unido a la vid… así nosotros, nos dice Jesús: "permaneced en mí y yo
en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no
permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo
soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en
él, ése da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada... Si
permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros pediréis lo
que deseéis, y se realizará. La gloria de mi Padre está en que deis
mucho fruto, y así seréis mis discípulos". Vamos a pedir esta unión
íntima con Jesús, con palabras de san Luis María Grignion de Monfort:
"Él es el único maestro que debe instruirnos, el único Señor del que
dependemos, la única cabeza a la que debemos estar unidos, el único
modelo al que debemos asemejarnos, el único médico que nos debe curar,
el único pastor que nos debe alimentar, el único camino que debemos
seguir, la única verdad que debemos creer, la única vida que debe
vivificarnos, lo único que nos debe bastar en todo… todo fiel que no
esté unido a Cristo como el sarmiento a la vid, se cae, se seca y sólo
sirve para ser arrojado al fuego. En cambio, si estamos en Jesucristo
y Jesucristo está en nosotros, no debemos temer ninguna condena. Ni
los ángeles del cielo, ni los hombres de la tierra, ni los demonios
del infierno, ni ninguna otra criatura podrán producirnos mal alguno,
porque no podrá separarnos jamás del amor de Dios, en Jesucristo. Todo
lo podemos por Cristo, con Cristo y en Cristo; podemos dar todo honor
y toda gloria al Padre, en la unidad del Espíritu Santo; podemos
alcanzar la perfección y ser perfume de vida eterna para el prójimo".
Acabamos con una canción que dirigimos a la Virgen, en este mes de
María: "me quedé sin voz... con qué cantar... y mi alma vacía...
dormía en soledad.... y pensé para mí / me pondré en sus manos, /
manos de madre, / me llenarán de amor. / Y tú, María, hazme / música
de Dios, /y tú, María, afina tú las cuerdas de mi alma. / Aleluya,
amén!"
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Llucià Pou Sabaté
www.e-aprender.net
http://alhambra1492.blogspot.com/
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