Miércoles de la semana 5ª. Salomón tenía el don de Dios de la sabiduría, que ha de ir unida a la humildad para tener buen corazón, que es lo que nos pide Jesús, que se manifieste en actos de amor
Primer Libro de los Reyes 10,1-10. La reina de Sabá oyó hablar de la fama de Salomón, y fue a ponerlo a prueba, proponiéndole unos enigmas. Llegó a Jerusalén con un séquito imponente, con camellos cargados de perfumes, de muchísimo oro y de piedras preciosas. Cuando se presentó ante Salomón, le expuso todo lo que tenía pensado decirle. Salomón respondió a todas sus preguntas: no hubo para el rey ninguna cuestión tan oscura que no se la pudiera explicar. Cuando la reina de Sabá vio toda la sabiduría de Salomón, la casa que había construido, los manjares de su mesa, los aposentos de sus servidores, el porte y las libreas de sus camareros, sus coperos y los holocaustos que ofrecía en la Casa del Señor, se quedó sin aliento y dijo al rey: "¡Realmente era verdad lo que había oído decir en mi país acerca de ti y de tu sabiduría! Yo no lo quería creer, sin venir antes a verlo con mis propios ojos. Pero ahora compruebo que no me habían contado ni siquiera la mitad: tu sabiduría y tus riquezas superan la fama que llegó a mis oídos. ¡Felices tus mujeres, felices también estos servidores tuyos, que están constantemente delante de ti, escuchando tu sabiduría! ¡Y bendito sea el Señor, tu Dios, que te ha mostrado su favor poniéndote sobre el trono de Israel! Sí, por su amor eterno a Israel, el Señor te estableció como rey para que ejercieras el derecho y la justicia". La reina regaló al rey ciento veinte talentos de oro, una enorme cantidad de perfumes y piedras preciosas; nunca más se recibieron tantos perfumes como los que la reina de Sabá dio al rey Salomón.
Salmo 37,5-6.30-31.39-40. Encomienda tu suerte al Señor, confía en él, y él hará su obra; hará brillar tu justicia como el sol y tu derecho, como la luz del mediodía. La boca del justo expresa sabiduría y su lengua dice lo que es recto: la ley de Dios está en su corazón y sus pasos no vacilan. La salvación de los justos viene del Señor, él es su refugio en el momento del peligro; el Señor los ayuda y los libera, los salva porque confiaron en él.
Evangelio según San Marcos 7,14-23. En aquel tiempo, llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: - «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír que oiga.»
Cuando dejó a la gente y entró en casa, le pidieron sus discípulos que les explicara la comparación. Él les dijo: - «¿Tan torpes sois también vosotros? ¿No comprendéis? Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre, porque no entra en el corazón sino en el vientre y se echa en la letrina». (Con esto declaraba puros todos los alimentos). Y siguió: - «Lo que sale de dentro, eso sí mancha al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.»
Comentario: 1R 10,1-10. La sabiduría y la fama de Salomón atraen visitas de extranjeros: esta vez la reina de Sabá, del sur de Arabia. Riquezas, fama, sabiduría, prestigio: pero el autor del libro se cuida muy bien de afirmar que todo ello se debe a Dios. Pone en labios de la reina visitante esta confesión: «Bendito sea el Señor tu Dios que, por el amor eterno que tiene a Israel, te ha elegido para colocarte en el trono de Israel y te ha nombrado rey para que gobiernes con justicia».
-La fama de Salomón llegó hasta la reina de Saba. Salomón es pues un rey importante en el concierto de naciones del Próximo oriente. Hasta aquí ha triunfado, gracias a la obra de su padre David, y gracias a su propia inteligencia política. Hoy puedo pensar en los aciertos que he tenido en mi vida. En otros días, la Palabra de Dios me ayudará a meditar sobre mis fracasos. Pero hoy, ¿no es quizá el momento de "dar gracias" al Señor? Jesús nos pide que hagamos fructificar nuestros "talentos". Recordemos cuán duramente condenó la «higuera estéril».
-«Tu sabiduría y tu prosperidad superan todo lo que oí decir. Bendito el Señor, tu Dios, que te ha mostrado su favor...» Atribuir nuestros éxitos a Dios. Tener una actitud gozosa, que sabe alegrarse de lo que «marcha bien». Pero sin querer deslumbrar a los demás con nuestra dicha... Un santo triste es un triste santo. Aprender la «bendición»: Bendito seas, Señor, por... ¡Proclamar la bondad de Dios! Actitud «eucarística». Una oración que deberíamos repetir a menudo -¿por qué no hoy?- es recitar la letanía de nuestras alegrías: «¡Bendito seas por esto...! ¡Bendito seas por aquello...!»
-Salomón resolvió todas sus preguntas. Ninguna le resultó oscura. La reina de Saba vio toda la sabiduría de Salomón. ¡Percatémonos bien de lo que significan esas frases para la época! El relato que leemos quiere hacer resaltar la "Sabiduría" de Salomón, su «Inteligencia». El mundo moderno está ávido de «conocimiento», de «ciencia»: los secretos de la naturaleza, desde la época de Salomón, han ido retrocediendo siguiendo la orden de Dios al hombre: "¡Dominad la tierra y sometedla!" Algunos cristianos miran la ciencia con cierto recelo. Y es verdad que puede apartar de Dios y desorientar al hombre. Pero la ciencia en sí no es mala; en sí más bien es buena. Permite participar del conocimiento mismo de Dios. La inteligencia humana descubre las maravillas que la Inteligencia Primera ha creado. Te ofrezco, Señor, las maravillas de la ciencia. Ayuda a los hombres, como hiciste con Salomón, a seguir descubriendo, a penetrar los secretos restantes, a terminar el "dominio de la tierra" que nos has confiado... pero ayúdanos a hacerlo sin orgullo. Esa sabiduría-prudencia de Salomón, es uno de los "valores humanos"... Ese encuentro entre el Rey de Israel y una Reina de un país lejano del sur de Egipto... tiene un gran significado en la Biblia. Salomón practica una política de apertura: hace alianza con el Faraón, (I Reyes 3, 1); llama a técnicos extranjeros para construir el templo de Dios (I Reyes 9, lO-24); concluye acuerdos comerciales con Tiro (I Reyes 9, lO-28). Y, por encima de todo, busca integrar el saber humano de su tiempo al pensamiento religioso de su pueblo. La Iglesia ha intentado siempre lo mismo, a lo largo de las distintas épocas. Hoy abre sus puertas al dialogo con todas las grandes corrientes de pensamiento de la humanidad actual. La gracia «eleva» la naturaleza, no la «destruye». Todo lo que es un «valor» en el mundo, todo lo que es «sabiduría» es ya obra de Dios. Visión optimista (Noel Quesson).
Sólo a Dios sea dado todo honor y toda gloria. La Reina de Sabá ¿sólo reconoce la sabiduría de Salomón? ¿Acaso no llega a reconocer al Dios de los Israelitas, a quien eleva una oración bendiciendo su Santo Nombre? Nadie puede enorgullecerse de sí mismo, pues ¿qué tenemos que no hayamos recibido? Y si lo hemos recibido ¿por qué enorgullecernos como si no lo hubiéramos recibido? Salomón no era sabio por naturaleza, sino porque Dios lo hizo sabio para ponerlo frente a su Pueblo, de tal forma que lo condujera como si Dios mismo estuviera entre los suyos. Dios sabe lo que necesita nuestro mundo. Que Dios nos conceda todos aquellos carismas que necesita la Iglesia para continuar la obra salvadora de Dios; y que, conforme a la gracia recibida, nos pongamos al servicio unos de otros, no vanagloriándonos, sino reconociendo que todo don perfecto viene de Dios.
2. Sal. 36. Los insensatos pensaban que los justos habían perecido como los animales, pero su vida está en las manos de Dios. Por eso, ya desde ahora hemos de aprender a poner nuestra vida en manos del Señor. Si así lo hacemos nuestros pasos jamás vacilarán, pues el Señor vela por los justos, ya que estos son quienes han abierto su vida al amor de Dios y le viven fieles. Teniendo a Dios con nosotros Él hablará y actuará por medio nuestro. A nosotros corresponde ser los primeros en dejarnos salvar y santificar por Él. Sólo entonces, habiendo Dios tomado posesión de nuestra vida, hará que la Iglesia sea un signo claro de su amor salvador para todos los pueblos.
El salmo se recrea en la sabiduría de Salomón y su origen divino: «La boca del justo expone la sabiduría... porque lleva en el corazón la ley de su Dios y sus pasos no vacilan». Son varias las direcciones en que nos puede interpelar esta simpática escena. Salomón aparece como anuncio del verdadero Sabio, el Mesías Jesús. En varios pasajes el profeta Isaías y los Salmos dirán que en los tiempos mesiánicos «vendrán de Sabá portando oro e incienso y pregonando alabanzas a Yahvé» (Is 60,6 y Salmo 71,10). En efecto, los magos de Oriente vinieron a Belén a rendir homenaje de adoración y traer sus dones al recién nacido Mesías. Además esta escena cuestiona nuestra actitud ante las cualidades que podamos tener cada uno de nosotros, aunque no lleguen a despertar admiración hasta en el extranjero. Esas cualidades nos invitan a dar gracias a Dios. Tenemos lo que hemos recibido. Si con nuestras virtudes humanas y cristianas podemos hacer algo útil a nuestro alrededor, bendito sea Dios. Él es quien nos las ha dado. Nuestra preocupación debería ser no defraudarle. No para llamar la atención y recibir los aplausos de la gente, sino para merecer la sonrisa y la aprobación de Dios, porque con los talentos que nos ha dado -sean uno o dos o cinco- hemos hecho algo en bien de todos. Ojalá podamos escuchar al final: «Muy bien, siervo bueno y fiel, porque has sido fiel en lo poco, entra en el gozo de tu señor».
También deberíamos aprender de la reina forastera a saber reconocer y alabar las cualidades de los demás. Alabar a las personas que conviven con nosotros, reconocer sus éxitos y sus méritos, interesarnos por sus cosas y escucharlas, es una de las cosas más finas que podemos hacer y también de las que más nos cuestan. Nos suele gustar que cuando hablamos de lo nuestro nos escuchen y se interesen. Pero cuando son otros los que hablan de lo suyo, ¡lo que nos cuesta dedicarles una palabra de alabanza!
Finalmente, haríamos bien en recordar y tratar de no merecer la queja de Jesús: «La reina de Sabá se levantará en el juicio con esta generación y la condenará, porque ella vino de los confines de la tierra a oír la sabiduría de Salomón, y aquí hay algo más que Salomón» (Mt 12,42). ¿Tomamos en serio y aprovechamos bien la sabiduría que nos enseña cada día, sobre todo en las lecturas de la misa, el auténtico Maestro que Dios nos ha enviado, Jesús?
3.- Mc 7,14-23. Los fariseos no es que fueran malas personas. Eran piadosos, cumplidores de la ley. Pero habían caído en un legalismo exagerado e intolerante y, llevados de su devoción y de su deseo de agradar a Dios en todo, daban prioridad a lo externo, al cumplimiento escrupuloso de mil detalles, descuidando a veces lo más importante. Ayer era la cuestión de si se lavaban las manos o no. Hoy el comentario de Jesús continúa refiriéndose al tema de lo que se puede comer y lo que no, lo que se considera puro o no en cuestión de comidas. La carne de cerdo, por ejemplo, es considerada impura por los judíos y por otras culturas: inicialmente por motivos de higiene y prevención de enfermedades, pero luego también por norma religiosa.
La enseñanza de Jesús, expresada con un lenguaje muy llano y expresivo, es que lo importante no es lo que entra en la boca, sino lo que sale de ella. Lo que hace buenas o malas las cosas es lo que brota del corazón del hombre, la buena intención o la malicia interior. Los alimentos o en general las cosas de fuera tienen una importancia mucho más relativa.
El defecto de los fariseos puede ser precisamente el defecto de las personas piadosas, deseosas de perfección, que a veces por escrúpulos y otras por su tendencia a refugiarse en lo concreto, pierden de vista la importancia de las actitudes interiores, que son las que dan sentido a los actos exteriores. O sea, puede ser nuestro defecto. Dar, por ejemplo, más importancia a una norma pensada por los hombres que a la caridad o a la misericordia, más a la ley que a la persona. Esta tensión estaba muy viva cuando Marcos escribía su evangelio. En la comunidad apostólica se discutía fuertemente sobre la apertura de la Iglesia a los paganos y la conveniencia o no de que todos tuvieran que cumplir los más mínimos preceptos de la ley de Moisés. Recordamos las posturas de Pablo y Santiago y finalmente del concilio de Jerusalén, así como la visión del lienzo con animales puros e impuros y la invitación a Pedro para que comiera de ellos (Hechos 10). Ha sido un tema que se ha mantenido a lo largo de la vida de la Iglesia. ¿No se podría interpretar, en una historia no demasiado remota, que dábamos más importancia a la lengua en que se celebra la liturgia que a la misma liturgia?, ¿al ayuno eucarístico desde la media noche, casi más que a la misma comunión? La hipocresía, la autosuficiencia y el excesivo legalismo son precisamente el peligro de los buenos. Lo que cuenta es el corazón. Leamos despacio la lista de las trece cosas que Jesús dice que pueden brotar de un corazón maleado: malos propósitos. fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias. Injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. ¿Cuáles de ellas brotan alguna vez de nuestro interior? Pues eso tiene mucha más trascendencia que lo que comemos o dejamos de comer. «Al hombre, formado a tu imagen y semejanza, sometiste las maravillas del mundo para que en nombre tuyo dominara la creación» (prefacio de domingo). (J. Aldazábal).
Nada hay en el exterior del hombre... que entrando en él pueda mancharle. Lo que sale del corazón... esto es lo que mancha al hombre. El que tenga oídos para oír, que oiga. Cuando se hubo retirado de la muchedumbre, y entrado en casa, los discípulos le preguntaron por el significado de la parábola. Volvemos a encontrar pues el procedimiento ya usado por Jesús para la formación más intensiva de su grupito de discípulos. ¿Soy yo también de los que buscan comprender mejor? ¿Tengo "oídos para escuchar" la palabra secreta de Dios? ¿Sé ir más allá de la envoltura de las palabras del evangelio? ¿"Lejos de la muchedumbre", de corazón a corazón con Jesús, me pregunto sobre el "sentido" de sus palabras?
-¿Tan faltos estáis de inteligencia? Este será un tema cada vez más frecuente en san Marcos: la ininteligencia de los mismos discípulos. Ver ya en Mc 4, 13 ¿No comprendéis?". Empezamos a entrever por algunas frases de ese estilo, de qué modo Jesús ha debido encontrarse aislado, incluso entre sus mejores amigos. Atacado por sus enemigos. Incomprendido por sus amigos; Jesús, por la profundidad misma de su personalidad misteriosa, estaba solo. Paso unos instantes contemplando este sufrimiento del corazón de Jesús.
-¿No comprendéis que...? Y Jesús, pacientemente, reemprende en la intimidad con sus discípulos, la explicación de lo que ya ha tratado de hacer comprender a la muchedumbre y a los fariseos. No olvidemos que 40 años más tarde, cuando Marcos escribía este relato, la cuestión de los "alimentos prohibidos" no estaba aún completamente resuelta: los Hechos de los Apóstoles, el primer Concilio de Jerusalén, las Epístolas de san Pablo se hacen eco de las divergencias entre Pedro y Pablo en esas cuestiones. ¿Había que imponer a los paganos que entraban en la Iglesia las estrictas costumbres de la alimentación "pura e impura" que eran tradicionales entre los judíos?
-Así Jesús declaraba puros todos los alimentos. Cuando se sabe la importancia que para cada nación, o para cada provincia tienen las costumbres culinarias... se adivina que Jesús tenía sobre ello una visión amplia, universal, liberadora. La fe y la verdadera religión hacia Dios no están ligadas a estas costumbres. Jesús se retrotrae en relación a los hábitos culturales de su propio pueblo. Es una ley esencial de la misión, -como nos lo ha recordado el Decreto conciliar sobre "La actividad misionera en la Iglesia": "Los misioneros deben familiarizarse con las tradiciones nacionales y religiosas de los pueblos a evangelizar..., descubrir con alegría y respeto las simientes que el Verbo depositó y están escondidas en las diversas culturas..." Descubrir los valores de culturas que no son las nuestras. Al declarar que "todos los alimentos son puros, Jesús contravenía gravemente una tradición de su pueblo... pero lo hacía para abrir la Iglesia a todos los que no tenían esas tradiciones judías. Jesús pensaba en los paganos.
-De dentro del corazón del hombre proceden los pensamientos perversos: las fornicaciones, los hurtos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las maldades, el fraude, la impureza, la envidia, la blasfemia, el orgullo. Todas estas maldades proceden del interior del hombre y lo manchan. Pero Jesús pensaba también en los judíos y en todos los hombres. Todos tenemos necesidad de re-descubrir lo esencial desde el interior. Y es la simple conciencia universal, la moral más natural, lo que Jesús revalora. Ninguna costumbre nacional, ninguna tradición de los antiguos, de los antepasados, puede ir en contra de esas leyes esenciales que todo hombre recto reconoce en el fondo de su conciencia (Noel Quesson).
Si alguna vez te has enfermado del estomago, sabes muy bien que lo que entra en el hombre no toca la vida, aunque sabes que influyen en la vida diaria, haciendo sentirse más cansado de lo ordinario. Lo que realmente te toca directamente no es la comida que te hace engordar y basta, sino algo que es llamado pecado. Éste realmente sí hace destrozos en el alma. No sé si te has dado cuenta de lo mal que uno se siente cuando hace algo que no quieren tus padres, o cuando haces que sabes que está mal. La verdad es que cuando yo he hecho algo que Dios no quería me he sentido fatal al día siguiente, porque allí no estaba la felicidad. La cuestión está en saber qué está mal o no para ser realmente felices y actuar con la convicción de estar haciendo siempre el bien. Tú puedes hacer siempre el bien, evitando aquello que sabes que está mal y que puede dañarte y dejar una marca para toda tu vida: la infelicidad (José Rodrigo Escorza).
Hoy Jesús nos enseña que todo lo que Dios ha hecho es bueno. Es, más bien, nuestra intención no recta la que puede contaminar lo que hacemos. Por eso, Jesucristo dice: «Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre» (Mc 7,15). La experiencia de la ofensa a Dios es una realidad. Y con facilidad el cristiano descubre esa huella profunda del mal y ve un mundo esclavizado por el pecado. La misión que Jesús nos encarga es limpiar —con ayuda de su gracia— todas las contaminaciones que las malas intenciones de los hombres han introducido en este mundo.
El Señor nos pide que toda nuestra actividad humana esté bien realizada: espera que en ella pongamos intensidad, orden, ciencia, competencia, afán de perfección, no buscando otra mira sino restaurar el plan creador de Dios, que todo lo hizo bueno para provecho del hombre: «Pureza de intención. —La tendrás, si, siempre y en todo, sólo buscas agradar a Dios» (San Josemaría).
Sólo nuestra voluntad puede estropear el plan divino y hace falta vigilar para que no sea así. Muchas veces se meten la vanidad, el amor propio, los desánimos por falta de fe, la impaciencia por no conseguir los resultados esperados, etc. Por eso, nos advertía san Gregorio Magno: «No nos seduzca ninguna prosperidad halagüeña, porque es un viajero necio el que se para en el camino a contemplar los paisajes amenos y se olvida del punto al que se dirige».
Convendrá, por tanto, estar atentos en el ofrecimiento de obras, mantener la presencia de Dios y considerar frecuentemente la filiación divina, de manera que todo nuestro día —con oración y trabajo— tome su fuerza y empiece en el Señor, y que todo lo que hemos comenzado por Él llegue a su fin. Podemos hacer grandes cosas si nos damos cuenta de que cada uno de nuestros actos humanos es corredentor cuando está unido a los actos de Cristo (Norbert Estarriol Seseras Lleida, España).
San Gregorio de Nisa (hacia 335-395) monje y obispo en la Homilía 6 sobre las Bienaventuranzas (PG 44, 1269-1272) comentaba “Oh Dios crea en mí un corazón puro” (Sal 50,12) y decía: “Si tú purifica tu corazón de toda escoria por el esfuerzo de una vida perfecta, la belleza divina volverá a brillar en ti. Es lo que pasa con un trozo de metal cuando la lima lo limpia de toda herrumbre. Antes estaba ennegrecido y ahora es radiante y brilla a la luz del sol. Asimismo, el hombre interior, lo que el Señor llama “el corazón”, recobrará la bondad a semejanza de su modelo , una vez quitadas las manchas de herrumbre que alteraban y afeaban su belleza. (cf Gn 1,27) Porque lo que se asemeja a la bondad, necesariamente se vuelve bueno.
El que tiene un corazón puro es feliz (Mt 5,8) porque recobra su pureza que le hace descubrir su origen a través de esta imagen. Aquel que ve el sol en un espejo no necesita fijar la mirada en el cielo para ver al sol; lo ve en el reflejo del espejo tal cual está en el cielo. Así vosotros que sois demasiado frágiles para captar la luz, si os volvéis hacia la gracia de la imagen que tenéis esculpida en vuestro interior desde el principio, encontraréis en vosotros mismos lo que buscáis. En efecto, la pureza, la paz del alma, la distancia de todo mal, es la divinidad. Si posees todo esto posees ciertamente a Dios. Si tu corazón se aparta de toda maldad, libre de toda pasión, limpia de toda mancha, eres feliz porque tu mirada es transparente”.
La verdadera pureza… Esta sería una de las predicaciones por las que Cristo se ganó el odio de algunos judíos. Lo que contamina al hombre no son las cosas externas sino la actitud con las que se aceptan en el interior, pues Cristo sabía que no estaban obrando con rectitud. Son claras sus palabras, y a pesar de ello sus apóstoles no le entendían. Les faltaba fe e inteligencia para comprenderle.
A nosotros también se nos presentan a diario muchas de realidades en la vida que tal vez no las juzgamos debidamente sino más bien las criticamos pasional e injustamente. ¿No será que nos falta ver los sucesos menos agradables con un poco más de comprensión y caridad? Nosotros somos los que le damos un colorido a la vida más o menos combinado o por el contrario se lo damos con colores opacos. De la misma forma, al ver lo que pasa a nuestro alrededor hemos de aprender a juzgar con los mismos ojos con los que Cristo juzgaría, pensar de los demás como Cristo pensaría, perdonar como Él perdonó a los que le crucificaron y sobre todo amar como Cristo nos ama a cada uno de nosotros.
Esto significa ser verdadero cristiano. Seguir las huellas de nuestro maestro, aunque el camino esté lleno de abrojos y espinas. A pesar de los sufrimientos caminemos alegres y seguros porque ese es el camino de nuestro maestro (Misael Cisneros).
Jesús continúa insistiendo en lo que es verdaderamente importante para la vida del hombre. Lo exterior es importante, pero lo es más el interior. Ahora bien, ¿qué es lo que sale de hombre? Sin lugar a dudas lo que hemos metido. En otra ocasión dijo Jesús: “De la boca sale lo que abunda en el corazón” y además: “El árbol bueno no puede dar frutos malos”. Con esta instrucción no solo declara lícitos todos los alimentos, sino que nos previne del tipo de alimentos que verdaderamente pueden dañar al hombre y son aquello con los que alimentamos nuestro corazón (es decir nuestra imaginación, pensamiento, memoria, sentimientos). Por ello tengamos cuidado del tipo de espectáculos, revistas y programas de televisión que vemos, de nuestras conversaciones, etc.. Sería bueno que hoy nos preguntásemos qué tipo de alimentos estamos dejando entrar en nuestro corazón (Ernesto María Caro).
De la abundancia del corazón habla la boca. Si el Espíritu Santo habita en nuestros corazones como en un templo permitámosle que se exprese a través de una multitud de buenas obras nacidas de Él. Entonces amaremos hasta el extremo, pues realmente estaremos unidos al Señor como los miembros de un cuerpo se unen a la cabeza. Pero si en lugar de llenarnos de Dios nos hemos llenado del espíritu malo, entonces se desenfrenarán nuestros deseos e inclinaciones perversas, y nuestras obras serán pecaminosas; y si nos dejamos dominar por ellas finalmente nos iremos manchando y deteriorando cada vez más. Ya el Señor le decía a Caín: Si obraras bien, llevarías bien alta la cabeza; pero si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y te acosa, aunque tú puedes dominarlo. Sabiéndonos pecadores y siendo conscientes de que la salvación no es obra del hombre, sino la obra de Dios en el hombre, que Él realiza de un modo gratuito y amoroso, vayamos al Señor para que purifique nuestra conciencia de todo pecado; para que perdonados y libres de la maldad, nos ayude a no quedarnos vacíos y expuestos a ser nuevamente encadenados por el maligno, sino llenos de Dios y dispuestos a hacer el bien que procede de la presencia del Señor en nosotros.
Hemos venido ante el Señor para que Él colme nuestro corazón con su presencia, con su gracia, con su amor, con su Espíritu Santo. Su Palabra se ha pronunciado sobre nosotros como Palabra que no sólo es escuchada con amor, sino que es sembrada en nuestros corazones para que produzca frutos abundantes de buenas obras. La celebración del Memorial de la Muerte y Resurrección de Cristo nos hace entrar en comunión de vida con Aquel que nos ha amado hasta el extremo. Por eso hemos de iniciar un nuevo camino en el bien y no permitir que nuestro corazón se desvíe de Él, pues si esto llegara a suceder seríamos presa fácil de la maldad, de las cosas pasajeras y de nuestras pasiones desordenadas. Entonces no podríamos decir que tenemos por Dios al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, pues en su lugar nos habríamos fabricado ídolos.
Quienes participamos de la Eucaristía no podemos volver a nuestra vida ordinaria convertidos en unos malvados. Dios no sólo es adorado por nosotros en la Liturgia que celebramos; Él se hace huésped de nosotros viviendo en nuestros corazones como en un templo. Por eso no puede salir de nosotros la maldad, la destrucción ni la muerte. Quien se arrodilla ante Dios y vive como delincuente, o envenena a los demás con enervantes, o destruye la paz social, o despoja a los demás de lo que les pertenece, o pisotea sus derechos, no puede, en verdad, llamarse hijo de Dios. Estamos llamados a convertirnos en un signo del amor salvador de Dios para el mundo. Ese es el sentido de acudir al Señor, no sólo para darle culto, sino para que Él nos transforme y nos envíe para continuar su obra de salvación en el mundo.
Que Dios nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, ser llenos de la Sabiduría de Dios para poder realizar nuestra vida, no conforme a nuestros pensamientos, muchas veces egoístas y pecaminosos, sino conforme a su Santísima Voluntad, de tal forma que podamos realizar siempre el bien en favor de nuestros hermanos. Amén (www.homiliacatolica.com).
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