domingo, 14 de febrero de 2010

Domingo 6º, ciclo C: si nos portamos mal, nos sentimos peor, pero si nos portamos bien, por amor, y renunciamos a ser egoístas, entonces somos felices

Domingo 6º, ciclo C: si nos portamos mal, nos sentimos peor, pero si nos portamos bien, por amor, y renunciamos a ser egoístas, entonces somos felices y Jesús se pone contento con nosotros, y nos llama bienaventurados.
 
1. Jeremías habla de que en la vida hay dos caminos: «Maldito quien va por la vida “apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa”, y “Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces… no deja de dar fruto”. Queremos tener el árbol de la vida, dar fruto. Ese árbol mágico de la felicidad, del buen sabor de Cristo que es la vid regada por Dios, la cruz portadora del fruto eterno en la Misa, el árbol de la Iglesia que da frutos en los sacramentos, podemos tomar todos los que queramos, son los "frutos del Espíritu Santo", que cuando nos aprovechan nos hacen como Él, nos transforman en hijos de Dios, tienen la Fuerza de darnos Vida divina, hacernos dioses (hermanos de Jesús, hijos de Dios) para poder entrar en el Paraíso.
2. El Salmo por eso dice: “dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor, que no va por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los mentirosos… el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal”. A veces los niños vienen con una pelea: alguien se mete con ellos, les falta al respeto, se meten con su madre… es una pena cuando hay violencia entre los niños, porque quizá los padres no tienen paz, educación… quizá ahora toca a los niños aprender de Jesús esta paz y llevarla a sus padres, devolver a sus padres lo que han recibido de ellos, y enseñarles ese camino de la vida, de la sencillez, del respeto a los demás, del bien… En la lucha que hay en el mundo entre el bien y el mal necesitamos las “vitaminas” del "árbol" que da buenos frutos, porque aunque algunos nos engañen nos vamos haciendo buenos, hacer el bien nos hace felices, y al apostar por Jesús nos vamos con Él al cielo. El hombre es nada, sin Dios. Nos falta todo, somos, no ya una lagartija sin cola, sino peor, una cola sin lagartija.
Hoy los mayores buscan tener "éxito", hasta que los vemos tristes cuando están viejos, enfermos o jubilados… qué pena, depender del dinero, o la edad, como algunas niñas, que ansían tener 16 años o fama… Vivir es optar: pues bien, ¡opta por Dios! Esto es plantar bien el árbol, «arraigados y cimentados en amor». Una cosa muy importante es aprender a esperar, cuando nos ponemos nerviosos y nos enfadamos… esperar a que se nos pase… y sobre todo esperar en Dios… si esperamos somos fuertes… no desesperamos y nos llenamos de esperanza.
«¡Dichoso el hombre cuyo gozo es la ley del Señor!» Tengo suerte, Señor, y lo sé. Tengo la suerte de conocerte, de conocer tus caminos, tu voluntad, tu Ley. Conozco mi camino, porque te conozco a ti, y tú eres el Camino. El pensar en eso me hace caer en la cuenta de la suerte que tengo de conocerte y de vivir contigo. La gente habla de sus vidas sin rumbo, de su falta de dirección, de seguridad, de certeza, de su sentirse a la deriva en un viaje que no sabe de dónde viene ni a dónde va, del vacío en su vida, de las sombras, de la nada. Todo eso me toca a mí de cerca, porque todo lo que sufre un hombre o una mujer lo sufro yo con solidaridad fraterna en la familia de la que Tú eres Padre… Te doy gracias, Señor, como el árbol se las da al agua y a la tierra. ¡Que nunca «se marchiten mis hojas», Señor! (Carlos G. Vallés).
3. San Pablo nos habla de “que Cristo resucitó de entre los muertos… el primero de todos”: Jesús es "el primogénito entre muchos hermanos", el primero que resucita, luego nosotros... Pero no pensemos que nuestro cuerpo tendrá heridas o será viejo o volverá de las cenizas o de donde esté: será espiritualizado, glorioso, y tendremos todo lo que es bueno de la vida de aquí en la tierra, que guardaremos como en una película, también las pistas de esquí y nuestro perro, pero sobre todo tendremos a los que queremos, y al Señor.
4. El Evangelio de las Bienaventuranzas es difícil de entender, porque Jesús dice: “Dichosos los pobres, porque vuestro es el reino de Dios. Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis. Dichosos vosotros, cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo”.
Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán la tierra. Ya estás pensando en poseer la tierra. ¡Cuidado, no seas poseído por ella! La poseerás si eres manso; si no te enfadas, si haces las paces, de lo contrario, serás poseído: al poseer la tierra, no abras el saco de la avaricia.
Dichosos los misericordiosos, porque Dios tendrá misericordia de ellos. Pórtate bien con los demás y se portarán bien contigo…
Es difícil hablar de estas cosas, nos parece que no hemos entendido nada de las bienaventuranzas, decimos que queremos vivirlas pero, parecen algo de locos… exageradas, en la Eucaristía podemos meternos algo en este misterio de amor…
          Ana María Molina fue una de las atletas más completas del deporte español, murió en 1979 joven, en un accidente, cuando tenía 17 títulos nacionales: en lanzamiento de peso, en penthalon, en 80 metros vallas, en lanzamiento de discos y en 100 metros vallas. Dice: «vi claro que tenía que cambiar mi vida. Hasta entonces solamente había tenido una dimensión humana, lo que me ilusionaba era ir mejorando marcas.  Al conocer a Dios en el Curso de retiro me di cuenta de que podía servir a Dios sin dejar el atletismo.  La frase del Fundador del Opus Del 'Poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas', tuvo para mí una fuerte resonancia y fue el móvil que me llevó siempre adelante». Recuerdo que la tuve de compañera de estudios, fue profesora de educación física de mi hermana y les animaba cuando no podían más: “ánimo, ¡no te rajes!” para que siguieran corriendo… así nos anima el Señor para que sigamos, pensando en el premio, como esta atleta, a quien una lesión impidió correr en las Olimpíadas, pero descubrió otras especialidades y consiguió nuevos triunfos, y contenta llegó al podio más alto: el Cielo. Es bueno pensar que ya se comienza a gustar en la tierra con el amor de Dios, y al comulgar con Jesús, por eso en esos momentos le pedimos que nos dé su fuerza poderosa que cure nuestras tonterías y cosas que no van, que nos cuestan, que nos dé vitaminas con el Pan vivo que nos hará victoriosos en la pelea interior.  Podemos decirle muchas cosas, y si no se nos ocurre nada las oraciones del devocionario, como ésta: “Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias.  A Ti se somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte… En la Cruz se escondía sólo la divinidad, pero aquí también se esconde la humanidad; creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió el ladrón arrepentido. No veo las llagas como las vio Tomás, pero confieso que eres mi Dios; haz que yo crea más y más en Ti, que en Ti espere, que te ame. ¡Oh memorial de la muerte del Señor!  Pan vivo que da vida al hombre; concédele a mi alma que de Ti viva, y que siempre saboree tu dulzura. Señor Jesús, bondadoso pelícano, límpiame, a mí inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero. Jesús, a quien ahora veo escondido, te ruego que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro ya no oculto, sea yo feliz viendo tu gloria.  Amén”.
llucia.pou@gmail.com
 
 
 

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