domingo, 12 de diciembre de 2010

8 de Diciembre: La Inmaculada Concepción de la Virgen María: la purísima Madre de Dios nos ayuda a mantenernos lejos del pecado y vivir siempre conten

8 de Diciembre: La Inmaculada Concepción de la Virgen María: la purísima Madre de Dios nos ayuda a mantenernos lejos del pecado y vivir siempre contentos, arreglando las cosas cuando hemos fallado

1.Génesis (3,9-15.20) nos habla del primer pecado, cuando Eva dio de comer a Adán del fruto prohibido, desobedecieron a Dios, y “después que Adán comió del árbol, el Señor Dios lo llamó: —¿Dónde estás?

El contestó: —Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.

El Señor le replicó: —¿Quién te informó que estabas desnudo? ¿es que has comido del árbol del que te prohibí comer?

Adán respondió: —La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto y comí.

El Señor Dios dijo a la mujer: —¿Qué es lo que has hecho?

Ella respondió: —La serpiente me engañó y comí.

El Señor Dios dijo a la serpiente: Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.

El hombre llamó a su mujer Eva por ser la madre de todos los que viven”.

Interroga Dios a los dos, culpables, por si quieren pedir perdón, hay siempre una posibilidad para la esperanza. Es, por así decirlo, un hombre salvado. Pero ellos comienzan a echarse la culpa uno sobre otro. El hombre rechaza toda responsabilidad acusando a la mujer, quien, a su vez, hace caer la maldición sobre la serpiente. Pero de la descendencia de la mujer vendrá quien vencerá la de la serpiente; hay una salida (“Eucaristía 1989”).

El gozo de vivir, con la Virgen, será transparente y puro como el agua que salta en los ríos de las montañas o que, desde los lagos refleja los picos resplandecientes de sol o blancos de nieve. Ella nos lleva a ese paraíso perdido, donde la ruptura interior, el desorden, se arregla. -"La mujer..., la serpiente..." -La culpa es muy fea y nadie la quiere. Pero solamente reconociéndola -y no ignorándola- vamos a recuperar la paz y la serenidad y podremos mirar a Dios sin miedo. -"Ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón". -La culpa, el pecado, no son la última palabra sobre la vida humana. El hombre pecador es capaz de luchar contra el pecado y, en esta lucha, aunque seamos heridos, saldremos victoriosos (el talón/la cabeza). El universo interior del cristiano no es de miedos y angustias, sino que está presidido por una mirada optimista -realísticamente optimista- sobre su vida, la vida del linaje entero, y el desenlace de ambas (J. Totosaus).

2. El Salmo (97,1.23ab.3bc-4) canta: “Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas. / Su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria; / revela a las naciones su justicia: / se acordó de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. / Aclamad al Señor tierra entera, / gritad, vitoread, tocad”. ¿Qué son estas maravillas? Así como el profeta se puso sobre el cadáver del hijo de la viuda -ojos sobre ojos, manos sobre manos, ...- para resucitarle, así también el Señor ha asumido la forma de hombre y se ha contraído para constituirnos en hijos de la Resurrección. El Niño de Belén, en quien se manifiesta el amor de Dios Padre en favor de la Iglesia, el nuevo Israel, es el Salvador, que nos trae todas las maravillas. Decía Orígenes que un «Cántico nuevo es el Hijo de Dios que fue crucificado -algo que nunca antes se había escuchado-. A una nueva realidad le debe corresponder un cántico nuevo. “Cantad al Señor un cántico nuevo». Quien sufrió la pasión en realidad es un hombre; pero vosotros cantáis al Señor. Sufrió la pasión como hombre, pero redimió como Dios”. Continúa: Cristo “hizo milagros en medio de los judíos: curó a paralíticos, purificó a leprosos, resucitó muertos. Pero también lo hicieron otros profetas. Multiplicó los panes en gran número y dio de comer a un innumerable pueblo. Pero también lo hizo Eliseo. Entonces, ¿qué es lo que hizo de nuevo para merecer un cántico nuevo? ¿Queréis saber lo que hizo de nuevo? Dios murió como hombre para que los hombres tuvieran la vida; el Hijo de Dios fue crucificado para elevarnos hasta el cielo».

3. Carta de San Pablo a los Efesios (1,3-6.11-12): “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. El nos eligió en la Persona de Cristo —antes de crear el mundo— para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. El nos ha destinado en la Persona de Cristo —por pura iniciativa suya— a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Con Cristo hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria”.

Damos gracias a Dios, bien unidos a Jesús, en la esperanza de alcanzar todos estos bienes, nuestra llamada de hijos y la plena posesión de la herencia que sólo será posible después de la resurrección de los muertos. Nos invita a contemplar a María por quien nos ha llegado la herencia de hijos, cuando antes teníamos la herencia del pecado.

En este proyecto, que se apoya en Cristo, María es también pieza clave. En su Inmaculada Concepción el proyecto divino empieza a hacerse realidad. Colmada de bendiciones, elegida en la persona de Cristo «para que fuésemos santos e inmaculados ante él por el amor», hija y heredera, «alabanza de su gloria». Por eso, esta fiesta de la Inmaculada es muy propia de Adviento, fiesta de optimismo y esperanza.

4. Devoción a María Inmaculada, nuestro modelo y gran intercesora. “¿Quién es esta, que se levanta como la aurora, que es hermosa como la luna, y resplandece como el sol?”, proclama la Liturgia. La tierra y el cielo, la Iglesia entera, celebra gran fiesta, y nosotros también. Esta fiesta se extendió desde Oriente donde comenzó, por muchos sitios desde el siglo VII, y desde el siglo XIII ya se vivió como fiesta por todo el pueblo cristiano. En 1854, cuatro siglos más tarde que el papa Sixto IV hubiera extendido esta fiesta a toda la Iglesia de Occidente (1483), Pío XII proclama el dogma. Así reza un Himno: “De Adán el primer pecado / No vino en vos a caer; / Que quiso Dios preservaros / Limpia como para él. / De vos el Verbo encarnado / Recibió humano ser, / Y quiere toda pureza / Quien todo puro es también. // Si Dios autor de las leyes / Que rigen la humana grey, / Para engendrar a su madre / ¿no pudo cambiar la ley? // Decir que pudo y no quiso / Parece cosa cruel, / Y, si es todopoderoso, / ¿con vos no lo habrá de ser? // Que honrar al hijo en la madre / Derecho de todos es, / Y ese derecho tan justo, / ¿Dios no lo debe tener? // Porque es justo, porque os ama, / Porque vais su madre a ser, / Os hizo Dios tan purísima / Como Dios merece y es. Amén”. La Virgen no padeció mancha de pecado alguno, ni el original que nos legaron Adán y Eva, ni otro alguno. En este misterio celebramos que quedó constituida libre del pecado original desde el primer instante de su vida. La vemos "plena de gracia", en virtud de un singular privilegio de Dios y en consideración de los méritos de Cristo, libre de cualquier egoísmo y atadura al mal. Vemos que convenía que la que tenía que ser Virgen María fuera la maravilla de la creación, la obra maestra.

Muchos himnos y oraciones piden a la Virgen esa grandeza de alma para nosotros sus hijos: “…Conserva en mí la limpieza / Del alma y del corazón, / Para que de esta manera / Suba con voz a gozar / Del que solo puede dar / Vida y gloria verdadera”. También la oración colecta de la Misa canta las grandezas de María: “Ella, sencilla como la luz, clara como el agua, pura como la nieve y dócil como una esclava concibió en su seno la Palabra”, y pide a Dios “que, a imitación suya, seamos siempre dóciles al evangelio de Jesús y así celebremos en verdad de fe la Pascua de su nacimiento”.

Ella nos enseña a ser hijos de Dios, a tener fe, confianza y amor, y es nuestra intercesora para conseguir esos bienes. Dice el himno "Monstra te esse matrem”: “Muéstrate Madre para todos, / ofrece nuestra oración; / Cristo, que se hizo Hijo tuyo, la acoja benigno" y comentaba Juan Pablo II: “Nubes oscuras se ciernen sobre el horizonte del mundo. La humanidad, que saludó con esperanza la aurora del tercer milenio, siente ahora que se cierne sobre ella la amenaza de nuevos y tremendos conflictos. Está en peligro la paz del mundo. Precisamente por esto venimos a ti, Virgen Inmaculada, para pedirte que obtengas, como Madre comprensiva y fuerte, que los hombres, renunciando al odio, se abran al perdón recíproco, a la solidaridad constructiva y a la paz”. María protege a sus hijos, y a nosotros nos va muy bien pedírselo pues así nos hacemos mejores, y tenemos paz. La Virgen de Guadalupe así lo indicaba a san Juan Diego: “Mira que es nada lo que te preocupa. ¿No estoy yo aquí que soy tu madre? ¿No estás tú por ventura bajo mi regazo? ¿No estás tú en el cruce de mis brazos? ¿De qué otra cosa tienes necesidad?”

La aparición del arcángel Gabriel da el tono a la escena de la Anunciación. Desde Daniel 8.9. Gabriel era considerado por el judaísmo como el anunciador de los últimos tiempos. Su aparición en casa de María significa, por tanto, que los últimos tiempos han sido inaugurados. El judaísmo había presentado a Gabriel con su espada de fuego como guardián del Paraíso (Gn 3. 24). Su aparición deja prever que la entrada al Paraíso estará abierta a los hombres de ahora en adelante.

La escena tiene lugar en la humilde casa de Nazaret. Lucas opone el anuncio del nacimiento de Juan Bautista, hecho en el templo de una manera solemne, a la anunciación de María, que fue hecha en el secreto del corazón de una joven pobre y en una región despreciada como era entonces Galilea (Jn 1. 46; 7.4)

Lucas parece establecer en su conjunto una oposición entre Jerusalén y María, como si María heredase las prerrogativas de Jerusalén.

El saludo del ángel: "Alégrate... porque el Señor está contigo". Esta frase ha sido pronunciada por los profetas refiriéndose a Jerusalén, para anunciarle la próxima venida del Mesías (Za 9,9; So 3,14). Por tanto, en las palabras del ángel hay algo más que un simple saludo, y en él podemos ver una trasposición de los privilegios reservados hasta entonces a Jerusalén, en beneficio de la Virgen María.

Como la antigua Jerusalén se mostraba incapaz de realizar las profecías de que había sido objeto (acogida de su Señor, apertura a todas las naciones). Dios va a suscitar una nueva Sión: la Virgen María, único "resto" fiel de la primera Sión.

San Bernardo: “Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia. Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida...

¿Porqué tardas? Virgen María, da tu respuesta. Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna. Cree, di que sí y recibe. Que tu humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en las palabras.

Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento. “Aquí está –dice la Virgen- la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lc 1,38).”

Llucià Pou Sabaté

Sábado de la primera semana de Adviento. “Jesús, al ver a las gentes, se compadecía de ellas”: El Señor viene a curarnos y a llenarnos de esperanza, a

Sábado de la primera semana de Adviento. “Jesús, al ver a las gentes, se compadecía de ellas”: El Señor viene a curarnos y a llenarnos de esperanza, a salvarnos

1. Isaías (30,19-21.23-26) cuenta que vendrá un día en que el Señor, el Santo de Israel: “se apiadará a la voz de tu gemido: apenas te oiga, te responderá”, vendrá un día en que será todo un paraíso, “cuando el Señor vende la herida de su pueblo y cure la llaga de su golpe”: es el profeta de la esperanza, de un futuro reino del que todo mal habrá desaparecido: hambre... enfermedad... violencia... injusticia... Es el retorno del hombre al «paraíso terrenal». En Adviento, el cristiano se siente llamado a una conversión espiritual que transforme su corazón... tener una mirada en Dios que es fiel, confianza firme en el amor misericordioso de Dios y el encuentro constante con su amor, que perdona y no tiene en cuenta nuestros fracasos: su amor no cambia, no se retracta, no tiene caprichos ni olvidos, como dice san Pablo: «Sé de quién me he fiado». Dios nos ama siempre, sin reserva ni medida. Él es nuestro Dios y Padre. Él está siempre dispuesto a escuchar el clamor de los pobres y afligidos, pues es misericordioso, y su bondad nunca se acaba. Jamás se alejará de nosotros, pues su amor por nosotros es un amor eterno, del cual nunca dará marcha atrás. El Señor siempre se apiadará de nosotros, y estará siempre dispuesto a perdonarnos. ¿Quién no ha pasado por momentos de angustia y tragos amargos en su vida? Muchas veces pareciera que Dios nos ha ocultado su rostro. Sin embargo, mientras continuemos confiando en Él y acudamos a Él con una oración sincera, el Señor misericordioso, se apiadará de nosotros y nos responderá apenas nos oiga. Él siempre velará por nosotros como lo hace un padre amoroso con sus hijos. Él nos ha enviado a su propio Hijo para que, hecho uno de nosotros, vende nuestras heridas y sane las llagas de nuestros golpes.

2. El Salmo (146,1-2.3-4.5-6) canta: “alabad al Señor… Él sana los corazones destrozados, venda sus heridas”, y como si fuéramos cada uno sus estrellas, obra de sus manos: “Cuenta el número de las estrellas, a cada una la llama por su nombre. Nuestro Señor es grande y poderoso, su sabiduría no tiene medida. El Señor sostiene a los humildes, humilla hasta el polvo a los malvados”. Dios, que todo lo sabe y todo lo penetra, ha salido por medio de su Hijo, como el buen Pastor, a buscar y a salvar todo lo que se había perdido, quiere que todos los hombres se salven. A nadie creó para la condenación.

3.- El Evangelio (Mt 9,35—10,1.6-8) muestra a Jesús que predica las sinagogas “el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y toda dolencia. Al ver a las multitudes se llenó de compasión por ellas, porque estaban maltratadas y abatidas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: La mies es mucha, pero los obreros pocos. Rogad, pues, al Señor de la mies que envíe obreros a su mies. Habiendo llamado a sus doce discípulos, les dio poder para arrojar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Id y predicad diciendo que el Reino de los Cielos está al llegar. Curad a los enfermos, resucitad a los muertos, sanad a los leprosos, arrojad a los demonios; gratuitamente lo recibisteis, dadlo gratuitamente”. A Jesús le gustaba de hablar al aire libre, pero también va a los templos, para predicar la "buena" nueva del reino de Dios y curar. Jesús "enseña"... la "buena" nueva. Jesús "cura"... Venga a nosotros Tu reino. La esperanza es la gran virtud del Adviento: camino de este reino que es de cosas buenas, de curar, de auténtica libertad, como decimos en la oración colecta: “para liberar a los hombres de su antigua esclavitud del pecado, enviaste a tu Hijo Unigénito al mundo”, y pedimos “conseguir el premio de la verdadera libertad”, curar el alma y salir de la soledad, de toda pena y dolor. «Despierta tu poder, Señor… y ven a salvarnos» (canto de entrada). Jesús quiere que nosotros también hagamos como él, con su luz y fuerza curemos a los demás, les ayudemos a que no estén solos, a que se dejen llevar por esta luz de la esperanza de los hijos de Dios.

Miércoles de la 1ª semana de Adviento: el Señor nos prepara una fiesta

Miércoles de la 1ª semana de Adviento: el Señor nos prepara una fiesta

1.Isaías (25,6-10a) nos cuenta que el Señor nos preparrá “un festín de manjares suculentos… vinos generosos… Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros”. Para Oriente, esto era fiesta grande, por ejemplo para entronización de los reyes. Dice que él invita a la fiesta. Jesús hizo de la comida el signo de su gracia, en la eucaristía nos recibe en su propia mesa, es una comida gozosa, una fiesta… -Para todos...: promesa divina... y habrá victoria sobre la «muerte», el enemigo, la gran obsesión de la humanidad, el gran fracaso, el gran absurdo, el símbolo de la fragilidad y del sufrimiento. Es también la gran objeción que hacen los hombres a Dios: si Dios existe, ¿por qué hay ese mal? «El Señor destruirá la muerte para siempre.» Misterio que recordamos en la Misa: Proclamamos tu muerte, Señor, celebramos tu resurrección. -El Señor enjugará las lágrimas de todos los rostros. ¡Lo ha prometido! Dios... Reconfortante día que esperamos: ¡ven, Señor Jesús! La muerte no es el final del hombre, no es su fin. El fin es la exultación, la alegría, la salvación. Esto es lo que Dios quiere, lo que Dios nos ha preparado (Noel Quesson).

2.Salmo (22,1-3a.3b-4.5.6). Decimos hoy: “Habitaré en la casa del Señor por años sin término”, porque “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término”. Jesús es «el buen pastor» que va a nuestro lado en el camino de la vida. No hemos de tener miedo, porque aunque pasemos algún mal trago, de ahí sacará el Señor un bien mayor. Todo se pasa… -Y es un pasar por la cruz, el valle tenebroso, no se perderán en el valle, sino que saldrán a salvo al monte de especias aromáticas que hay al otro lado. No hay allí mal alguno para el hijo de Dios, pues ni la muerte puede separarnos del amor de Dios. El buen pastor, no sólo conduce, sino que escolta, a sus ovejas a través del valle. Su presencia las anima: «porque tú estarás conmigo». La vara y el cayado del final del versículo no son sinónimos. La vara es un palo recio que el pastor de Palestina usa todavía para defenderse a sí mismo y a sus ovejas, mientras que el cayado es un báculo más largo, no tan recio, curvado muchas veces en un extremo, que el pastor usa para conducir a las ovejas y para apoyarse él mismo en el suelo.

3.Evangelio (Mateo 15,29-37). Jesús subió al monte y acudió a él “mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel. Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino.» Los discípulos le preguntaron: -«¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?» Jesús les preguntó: -«¿Cuántos panes tenéis?» Ellos contestaron: - «Siete y unos pocos peces.» Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas”.

Así como el Pueblo de Israel esperó la venida del Salvador durante miles de años, y vivió su desierto, también nosotros hemos de tener un desierto interior en el que limpiemos nuestro interior. ¡Cuántos descaminos, cuánta inutilidad en pensamientos, cuántas omisiones! La plenitud de los tiempos, ese momento tan especial del encarnarse de Dios, la alegría de la Navidad, nos ha de coger atentos, bien dispuestos: gozosos en esa espera, ya que “¡El Señor está cerca!” En Adviento de 1980, Juan Pablo II en sus catequesis tradicionales en las parroquias de Roma la tarde de los domingos se dirigió a dos mil niños con estas palabras: -“¿Cómo os preparáis para la Navidad?”

-“Con oración” -le responden a gritos.

- “Bien, con la oración -les dice el Papa-, pero también con la Confesión. Tenéis que confesaros para acudir después a la Comunión. ¿Lo haréis?”

- “¡Lo haremos!, le responden con voz todavía más fuerte.

- “Sí, debéis hacerlo”. Y luego les dice como confidencialmente: “El Papa también se confesará para recibir dignamente al Niño-Dios”.

Jesús ha nacido en Belén por mí, para darme la vida de la gracia, seguía diciendo el Papa: “¡Empeñaos en ser siempre partícipes de la vida divina infundida en nosotros por el Bautismo. Vivir en gracia es dignidad suprema, es alegría inefable, es garantía de paz, es ideal maravilloso”; y ¡qué bueno es este Dios que nos perdona siempre! Y luego viene la multiplicación de los panes y peces: si ponemos de nuestra parte, el Señor viene y nos da la Sagrada Comunión: es la Navidad de todos los días. Si queremos... Dice San Josemaría Escrivá (Forja, n.548): "Ha llegado el Adviento. ¡Qué buen tiempo para remozar el deseo, la añoranza, las ansias sinceras por la venida de Cristo!, ¡por su venida cotidiana a tu alma en la Eucaristía! - "Ecce veniet!" -¡que está al llegar!, nos anima la Iglesia".

Un modo muy especial de prepararnos es cuidar los detalles de amor, para recibir a Jesús, si podemos cada día. Él dispone la mesa, el milagro de la multiplicación de los panes. Santa María Esperanza nuestra, nos ayudará a recorrer este camino del Adviento usando esos medios (oración, Eucaristía), para disponer nuestra alma para la llegada del Señor.

La Iglesia en su liturgia pone en nuestros labios esta exclamación: «Ven, Señor, no tardes. Ilumina lo que esconden las tinieblas y manifiéstate a todos los pueblos» (Hab 2,3; 1 Cor 4,5). La oración colecta (Gelasiano) pide al Señor que El mismo prepare nuestros corazones, para que cuando llegue Jesucristo, su Hijo, nos encuentre dignos del festín eterno, y merezcamos recibir de sus manos, como alimento celeste, la recompensa de la gloria. Llucià Pou Sabaté.

Viernes de la 1ª semana de Adviento. Jesús abre los ojos de los ciegos, y nos cura de los defectos cuando se lo pedimos

Viernes de la 1ª semana de Adviento. Jesús abre los ojos de los ciegos, y nos cura de los defectos cuando se lo pedimos

1. Isaías (29.17-24) profetiza de parte del Señor que el Líbano se convertirá en un paraíso, un jardín precioso; y se harán milagros: “oirán los sordos… verán los ojos de los ciegos”. Y ya no habrá tramposos. Los humildes y pobres se alegrarán en el Señor, como canta la Virgen María en su poema de acción de gracias a Dios. Como madre lo enseñó a Jesús, y debió «exultar» cuando vio a su hijo «abrir los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos», pues el Mesías ha sido anunciado por los profetas. Pero en el mundo todavía queda mucho mal, pobreza, miserias, hambre… nos queda mucho trabajo por hacer, de parte de Jesús.

2. El Salmo (26,1.4.13-14) canta: “el Señor es mí luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo. Espero gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”. Se acerca Jesús, y queremos hacer un belén precioso en nuestras casas, pero sobre todo en nuestro corazón, que allí esté a gusto para que nazca, que encuentre sitio donde poder estar: ¡Ven, Señor Jesús! Aunque nos veamos débiles, vamos a confiar siempre en Dios, que con Él estamos seguros.

3. El Evangelio (Mt 9,27-31) nos habla de dos ciegos que iban tras Jesús gritando: «¡Ten piedad de nosotros, Hijo de David!». Y Jesús les dice: «¿Creéis que puedo hacer eso?». Dícenle: «Sí, Señor». Entonces les tocó los ojos diciendo: «Hágase en vosotros según vuestra fe». Y se abrieron sus ojos. Jesús les ordenó severamente: «¡Mirad que nadie lo sepa!». Pero ellos, en cuanto salieron, divulgaron su fama por toda aquella comarca. Muchos sufren, no ven tantas cosas bonitas de la vida. Muchos están solos. Otros, no ven a Dios, están ciegos por dentro, San Agustín lo decía así: “ciego y hundido, no podía concebir la luz de la honestidad y la belleza que no se ven con el ojo carnal sino solamente con la mirada interior”, pues sin la apertura a Dios la ceguera es una enfermedad incurable: “¿qué soy yo sin ti para mi mismo sino un guía ciego que me lleva al precipicio?”, la búsqueda del “ciego y turbulento amor a los espectáculos” es una forma de suplir esa carencia vital. El Papa habla de que la esperanza nos anima a desear lo mejor y para eso ensancha nuestro corazón para poderlo desear, quitar el vinagre y poder recoger la miel que nos da el Señor, y pedírsela como los ciegos: -"¡Hijo de David, ten compasión de nosotros!". Decir como en la Misa: “Señor, ten piedad”, ten piedad de mí, Jesús, que tantas veces no estoy a la altura de lo que me pides, como decía aquel chiquillo que en el colegio fue ante el sagrario a hacer su oración: “Señor, tengo ganas de portarme bien, pero… ¡es que no me sale!” pues aunque no nos salgan resultados, si hacemos las cosas con la Virgen, si luchamos, ya tenemos la victoria, porque pase lo que pase tendremos cada vez más amor con esta lucha, con esa confianza y oración que le dice al Señor con humildad: “abandono en ti mi egoísmo, mis caprichos, mis gustos, mis planes, que me ciegan y no acabo de ver tu voluntad. Ten piedad y ábreme los ojos del espíritu para que te vea, para que te desee, para que quiera hacer lo que me pides”. Lo recordaba San Josemaría: “Padre, me has comentado: yo tengo muchas equivocaciones, muchos errores.

-Ya lo sé, te he respondido. Pero Dios Nuestro Señor, que también lo sabe y cuenta con eso, sólo te pide la humildad de reconocerlo, y la lucha para rectificar, para servirle cada día mejor, con más vida interior, con una oración continua, con la piedad y con el empleo de los medios adecuados para santificar tu trabajo. Jesús, quiero prepararme para tu nacimiento, y me gustaría que me dieras más amor para que tenga reacciones de rabia y enseguida pida perdón, haga las paces y arregle las cosas con humildad, porque cuando me enfado lo veo todo mal como un ciego y quiero ver las cosas como Tú las ves. Las veo todavía según mis intereses: ahora tengo que estudiar y que nadie me moleste; ahora me debo un rato de música; mi deporte nadie lo toca; este programa no me lo puedo perder; etc... y me gustaría verlo con ojos de amor, verlo con los ojos de los demás.

Tú me conoces: hago propósitos de mejorar estos días, paso a paso, como un entrenamiento. Lo único que me pides es la humildad de no desanimarme, de reconocerlo, y lucha para rectificar, con esperanza. Acercarme más a Ti en la oración, y todo saldrá.

Jesús, tócame los ojos de mi corazón para que vea cómo servirte más y mejor cada día. Y si alguna vez no veo claro, haz que fiándome de Ti, te siga como te siguieron estos dos ciegos hasta que les diste la vista, seguro que así también quedaré curado. Porque si espero a ser más generoso hasta entenderlo todo perfectamente, no aprenderé a ser generoso ni tampoco llegaré a entender nada. Así aprenderé a dejarme llevar, a rezar más, a trabajar lo que toca y estudiar y llevar al día las cosas (Pablo Cardona. Llucià Pou Sabaté).

II Domingo de Adviento, Ciclo A. Preparar los caminos con Juan Bautista, y recordar nuestro bautismo: «Dad fruto digno de conversión».

II Domingo de Adviento, Ciclo A. Preparar los caminos con Juan Bautista, y recordar nuestro bautismo: «Dad fruto digno de conversión». Son días de preparación para que Jesús nazca en nuestro corazón

1. Isaías (11,1-10) nos dice que un día “brotará un renuevo del tronco de Jesé, / un vástago florecerá de su raíz. Sobre él se posará el espíritu del Señor: / espíritu de ciencia y discernimiento, / espíritu de consejo y valor, / espíritu de piedad y temor del Señor. / Le inspirará el temor del Señor”. Son los dones del Espíritu Santo que anuncia Jesús, que “no juzgará por apariencias, / ni sentenciará de oídas; / defenderá con justicia al desamparado, / con equidad dará sentencia al pobre” y el mundo será un paraíso: “Habitará el lobo con el cordero, / la pantera se tumbará con el cabrito, / el novillo y el león pacerán juntos: / un muchacho pequeño los pastorea. / La vaca pastará con el oso, / sus crías se tumbarán juntas; / el león comerá paja con el buey. / El niño jugará con la hura del áspid, / la criatura meterá la mano / en el escondrijo de la serpiente. / No hará daño ni estrago por todo mi Monte Santo: / porque está lleno el país
de la ciencia del Señor, / como las aguas colman el mar”.
Jesús comenzó a predicar diciendo: "Se acerca el reinado de Dios. Convertíos y creed en la buena Noticia". Estos días hemos de convertirnos para recibir esta gracia, llenos de esperanza ante la próxima salida del sol que "nacerá de lo alto", Cristo, el "sol de justicia".

2. El Salmo (71,2.7-8.12-13.17) canta: “Que en sus días florezca la justicia / y la paz hasta que falte la luna; / que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra. / Porque él librará al pobre que clamaba, / al afligido que no tenía protector; / él se apiadará del pobre y del indigente, / y salvará la vida de los pobres. / Que su nombre sea eterno / y su fama dure como el sol; / que él sea la bendición de todos los pueblos / y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra”. Es un canto al Mesías, que hace justicia, aspiración que colma el corazón humano de todos los tiempos, que debe reinar en la familia, el trabajo, los grupos, las relaciones internacionales... sobre todo los que no tienen con qué defenderse, los "pequeños". El rey-Jesús-Mesías toma partido por los pobres.

3. La Carta de San Pablo a los Romanos (15,4-9) nos dice que “todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza”. ¡Qué bueno momento, para sacar el propósito de leer cada día unos minutos la palabra de Dios, para que entre dentro de nosotros y dé fruto, y nos dé, como los discípulos de Emaús, entendimiento, y arda nuestro corazón haciéndonos entender tantas cosas, en el camino de la vida, para ver a Jesús y descubrirle en la fracción del pan, en la Eucaristía. Y luego pide: “Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, como es propio de cristianos para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo. En una palabra, acogeos mutuamente como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas, y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre”. Y es que había discusiones y clases, categorías, como ahora entre los que usan esa marca de ropa mejor, o eren de tal club o de tal clase social, de los “mejores” que piensan que los demás son “peores”. Que Jesús nos haga entender que nadie es más que nosotros, y nadie menos que nosotros, pues todos somos iguales en Cristo el Señor.

4. El Evangelio (Mateo 3,1-12) de hoy nos habla de Juan el Bautista, que clama: «Convertíos porque ha llegado el Reino de los Cielos». Éste es aquél de quien habla el profeta Isaías cuando dice: ‘Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas’. Tenía Juan su vestido hecho de pelos de camello, con un cinturón de cuero a sus lomos, y su comida eran langostas y miel silvestre. Acudía entonces a él Jerusalén, toda Judea y toda la región del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Pero viendo él venir muchos fariseos y saduceos al bautismo, les dijo: «Raza de víboras, ¿quién os ha enseñado a huir de la ira inminente? Dad, pues, fruto digno de conversión, y no creáis que basta con decir en vuestro interior: ‘Tenemos por padre a Abraham’; porque os digo que puede Dios de estas piedras dar hijos a Abraham. Ya está el hacha puesta a la raíz de los árboles; y todo árbol que no dé buen fruto será cortado y arrojado al fuego. Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. En su mano tiene el bieldo y va a limpiar su era: recogerá su trigo en el granero, pero la paja la quemará con fuego que no se apaga». Se acerca la venida del Salvador, y para esto hoy el precursor el Bautista nos anima a que nos preparemos, al igual que hacemos el Belén en nuestras casas, que en nuestro corazón tenga Jesús un lugar donde nacer.

Todos queremos ser felices. San Juan nos recuerda que Jesús nos enseña el camino de verdad, la Verdad que nos hace libres, felices, la Vida auténtica. El bautismo -y Confirmación- significa el comienzo de esta nueva vida, lo hemos visto en la segunda lectura, y hemos de entrenarnos con la penitencia y dejarle espacio interior al reino de Dios y a Jesús, no tener el corazón lleno de trastos y egoísmos, de los juegos de la UI o la playstation, u otras cosas que nos atan como a Gollum al anillo y nos hacen esclavos (el protagonista nefasto del Señor de los Anillos), queremos una vida santa: proponernos puntos de conversión, de mejora estos días, de confesión de nuestros pecados, de mejorar en nuestra oración, en estos caminos del Señor, “enderezad las sendas” oír la “voz que clama en el desierto”, y ser portadores de la luz para los demás. Llucià Pou Sabaté.



Segunda Semana de Adviento, sábado: Jesús nos da libertad, y antes que él “vino Elías, pero no lo reconocieron, sino que hicieron con él cuanto quisie

Segunda Semana de Adviento, sábado: Jesús nos da libertad, y antes que él “vino Elías, pero no lo reconocieron, sino que hicieron con él cuanto quisieron”. Procuremos escuchar las llamadas divinas

1.- Eclesiástico (Si:48,1-4.9-11) “Después surgió el profeta Elías como fuego, su palabra abrasaba como antorcha. El atrajo sobre ellos el hambre, y con su celo los diezmó. Por la palabra del Señor cerró los cielos, e hizo también caer fuego tres veces. ¡Qué glorioso fuiste, Elías, en tus portentos!, ¿quién puede jactarse de ser igual que tú? en torbellino de fuego fuiste arrebatado en carro de caballos ígneos; fuiste designado en los reproches futuros, para calmar la ira antes que estallara, para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y restablecer las tribus de Jacob. Felices aquellos que te vieron y que se durmieron en el amor, que nosotros también viviremos sin duda”. Los escribas esperaban el retorno de Elías... Jesús dice que Elías ya ha venido... ¡es El, Jesús, el nuevo Elías!... Excelente ocasión de aprender de los labios de Jesús, que no se deben interpretar todos los pasajes de la Escritura, de un modo demasiado simple, liberal o infantil. El verdadero sentido de la Biblia no se obtiene interpretándolo materialmente. -El profeta Elías surgió como fuego, su palabra ardía como una antorcha. El fuego es una imagen constante en la Biblia, para simbolizar a Dios. En el Sinaí, Dios se manifestó en el fuego de la tormenta. Es natural que el portador de la voluntad divina tenga un rostro de fuego. El fuego será el instrumento de la purificación última de los últimos tiempos. En los sacrificios primitivos, el fuego era el elemento que unía el hombre a Dios. Se comía luego la víctima para consumar la comunión con Dios.

-Elías, por tres veces, hizo caer fuego del cielo. Juan Bautista dirá: "El que viene detrás de mí, os bautizará en el Espíritu Santo y el fuego..." (Mateo 3,11). Y Jesús dirá: «He venido a traer fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que estuviera ya encendido...!» (Lc 12, 49). Y, en Pentecostés, "vieron aparecer unas lenguas, como de fuego..." (Hch 2,3). ¡Dios. Ven a abrasarnos, a purificarnos! ¡Ven a alumbrarnos, a guiarnos!

-Elías, tú que fuiste arrebatado en torbellino de fuego, en carro de caballos de fuego. Escucho la revelación. Acepto esas palabras como unas imágenes: a su muerte, el profeta es «arrebatado en Dios»...

-Fuiste designado para el fin de los tiempos. Es el anuncio del famoso «retorno de Elías» del que los escribas hablaban en tiempo de Jesús, al preguntarse si no sería Juan Bautista, o Jesús.

2. Salmo (80,2-3,15-16,18-19): “Pastor de Israel, escucha, tú que guías a José como un rebaño; tú que estás sentado entre querubes, resplandece / ante Efraím, Benjamín y Manasés; ¡despierta tu poderío, y ven en nuestro auxilio! / ¡Oh Dios Sebaot, vuélvete ya, desde los cielos mira y ve, visita a esta viña, / cuídala, a ella, la que plantó tu diestra! / Esté tu mano sobre el hombre de tu diestra, sobre el hijo de Adán que para ti fortaleciste. / Ya no volveremos a apartarnos de ti; nos darás vida y tu nombre invocaremos”. Dios nos perdona siempre, y con la Virgen siempre detrás de cada lucha hay una victoria, porque tenemos más amor, más humildad, más agarrarnos fuertemente en sus brazos, ella nos lleva a Jesús.

3. Evangelio (Mt 17,10-13): “Bajando Jesús del monte con ellos, sus discípulos le preguntaron: «¿Por qué, pues, dicen los escribas que Elías debe venir primero?». Respondió Él: «Ciertamente, Elías ha de venir a restaurarlo todo. Os digo, sin embargo: Elías vino ya, pero no le reconocieron sino que hicieron con él cuanto quisieron. Así también el Hijo del hombre tendrá que padecer de parte de ellos». Entonces los discípulos comprendieron que se refería a Juan el Bautista”.

Jesús viene a traer la salvación, a vencer los males del mundo: injusticia, violencia, tristeza, crueldad. En su seguimiento, el primero fue su precursor, Juan Bautista, fue como Elías, luminoso como el fuego (primera lectura), preparó los caminos del Señor. Pide hoy la Iglesia en la Colecta: “haz brillar, Dios todopoderoso, en nuestros corazones el resplandor de tu gloria, para que una vez ahuyentadas las tinieblas de la noche, aparezcamos, con la llegada de tu Unigénito, como hijos de la luz”. San Agustín tuvo la experiencia de su conversión, de ese itinerario largo hasta acabar rendido ante la Verdad: "¡Tarde te amé, hermosura soberana, tarde te amé! Y Tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y me lanzaba sobre estas cosas hermosas que Tú creaste. Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Me retenían lejos de Ti aquellas cosas que sin Ti no existirían. Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera, exhalaste tu perfume y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de Ti, y ahora siento hambre y sed de Ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de Ti". Él entendió que lo nuestro no es convertirnos una vez y basta, ya seremos buenos, sino que el único bueno es Jesús, los demás somos pecadores, y en la vida nos toca hacer de hijo pródigo continuamente, agarrados a las manos de Dios, comenzar y recomenzar.

Llucià Pou Sabaté

Adviento, 2ª semana, viernes: Jesús es nuestro salvador, que nos toca una música divina… que hemos de aprender a bailar

Adviento, 2ª semana, viernes: Jesús es nuestro salvador, que nos toca una música divina… que hemos de aprender a bailar

1.Isaías (48,17-19). “Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel”: redentor es el que paga rescate, como la amada dice al amado que está feliz porque él ha ido a rescatarla del dragón, del monstruo que la tenía presa, o de los turcos, y le dice “has luchado por mí”… pero también significa una palabra hebrea, “el que se compromete” para salvar, así Jesús quiere hacerse uno de nosotros porque se juega el tipo para sacarnos adelante, él vive para nosotros: “«yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues. Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu progenie sería corno arena, como sus granos, los vástagos de tus entrañas; tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí».” Nos hace una llamada a estar atentos… «Atento»... Es una cualidad esencial a la oración... y a toda la vida del hombre. Haznos atentos, Señor. Jesús hablaba a menudo de vigilancia: «velad y orad» ¡Tan a menudo vivo como adormilado, dejándome llevar! «Os doy un mandamiento nuevo: ¡que os améis los unos a los otros!» ¡Estar atentos a amar! ¡No dejar pasar las ocasiones de amar!

-...Tu paz sería como un río. El que se deja "guiar" por Dios, el que escucha la «enseñanza provechosa», el que está «atento a amar», ¡está lleno de paz! ¡Un río! Evoco esa imagen...

-...Tu dicha y tu justicia serían como las olas del mar. ...Tu posteridad sería como la arena del mar, y tus hijos tantos como los granos de arena. Repetición de la promesa hecha a Abraham. A pesar de todos nuestros rechazos, de todas nuestras faltas de amor, Dios quiere nuestra felicidad, nuestra «justicia» nuestra «rectitud», nuestra «santidad»... ¡vasta y potente como las olas del mar! Y Dios quiere que nuestra vida sea fecunda, que «nuestros talentos rindan el céntuplo»... ¡como los granos de arena de las riberas! Una sola condición: estar atento a tus mandatos, Señor (Noel Quesson).

2. Salmo (1,1-2.3.4 y 6). “Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin”. No se puede construir la conciencia humana sin un fundamento divino. –Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, quien lo sigue no caminará en las tinieblas. Así nuestras hojas nunca serán marchitas, que es cuando no hay fruto alguno, las hojas mismas, al fin, se marchitarán y caerán; pero si la palabra de Dios gobierna el corazón, la profesión se conservará siempre verde y fresca; tales laureles no se marchitan.

3.- Evangelio según san Mateo (11,16-19). En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: - «¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: "Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado.7 Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Tiene un demonio. " Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores." Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios». Jesús se acerca, viene… "¡Ven Señor Jesús!". "Ha llegado el Adviento. ¡Qué buen tiempo para remozar el deseo, la añoranza, las ansias sinceras por la venida de Cristo!, ¡por su venida cotidiana a tu alma en la Eucaristía! - "Ecce veniet"! - ¡que está al llegar!, nos anima la Iglesia" (san Josemaría. Forja, 548). En medio del bullicio del mundo, hemos de hacer como los niños que reconocen al Maestro, se acercan a Él, y Él los bendice y abraza, y proclama con éxtasis entusiasmado: "Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a los pequeños." Suele la gente ofrecer su mejor imagen, para causar buena impresión. Así, los profesores principiantes suelen hacer ver en sus clases que saben mucho de lo que enseñan. Pero más enriquecedor es acercarse a un sabio, y contemplar su sencillez, y ver cómo escucha, y a veces responde: “no sé” ante una pregunta. Aparentar puede ser necesario para el que quiere “ser más”, pero no para el que quiere ser "pequeño", el que le basta con lo que tiene, el que está contento con lo que ya es, hijo de Dios. Nicodemo quería hacerse pequeño, y no sabía cómo: "¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Acaso puede entrar otra vez en el seno de su madre y nacer?" (Jn. 3, 4). San Josemaría comentaba así este “proceso”: "hacernos niños: renunciar a la soberbia, a la autosuficiencia; reconocer que nosotros solos nada podemos, porque necesitamos de la gracia, del poder de nuestro Padre Dios para aprender a caminar y para perseverar en el camino. Ser pequeños exige abandonarse como se abandonan los niños, pedir como piden los niños". También se lo pedimos a la Virgen, que si hay algo que mejorar, lo procuremos: "Madre, Vida, Esperanza mía, condúceme con tu mano -y si algo hay ahora en mí que desagrada a mi Padre-Dios, concédeme que lo vea y que, entre los dos, lo arranquemos. /¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen Santa María!, ruega por mí, para que, cumpliendo la amabilísima Voluntad de tu Hijo, sea digno de alcanzar y gozar las promesas de Nuestro Señor Jesús." (Forja n. 161).

Hay un famoso cuadro en la iglesia de Sant Paul, en Londres, que muestra Jesús, abriendo la puerta del corazón de una persona. Alguien le dijo al pintor, en la presentación de la pintura: “falta el picaporte de esa puerta”, y el pintor contestó: “no se me olvidó pintarla, es que esta puerta, la del corazón de cada persona, sólo puede abrirse desde dentro”. Es lo que dice el Señor en el Apocalipsis: “mira que estoy a la puerta y llamo, el que me abra cenaré con él y él conmigo”… Vamos a procurar abrir esa puerta para que entre Jesús, y con él el Cielo, en nuestro corazón. Vamos a procurar que todos los hombres le abran la puerta a Jesús. Vamos a hacer muchas copias de esta llave, para mostrar a los demás cual el secreto de la felicidad, del cielo: "El que hace la voluntad de mi Padre que está en los Cielos, ése entrará”. Vamos a “entender” la música del corazón, para decir con toda el alma, cada día, con mucha fe, las palabras del Padre Nuestro: "Hágase tu voluntad." Oír la música: "por tanto, todo el que oye estas palabra mías y las pone en práctica es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, llegaron las riadas, soplaron los vientos e irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca."

Jesús es el que llama a la puerta del corazón del hombre, toca la música para consolar al triste, acompañar al enfermo, ayudar al necesitado, visitar al que esté solo. Llama y toca la música ahí donde nos encontramos: en la familia, con los amigos, vecinos…

“En vísperas de la Navidad —cuenta la Madre Teresa de Calcuta— yo abrí un hogar para enfermos de SIDA en Nueva York como regalo de nacimiento para Jesús. Lo empezamos con quince lechos para otros tantos pacientes y con cuatro jóvenes a quienes conseguí sacar de la cárcel porque no querían morir allí. Ellos fueron los primeros huéspedes de nuestro hogar. Les había preparado una capilla, de modo que tales jóvenes de veinte o veinticinco años, que no habían estado cerca o se habían alejado de Jesús, de la oración o de la confesión, pudiesen, si lo deseaban, acercarse de nuevo a Él. Gracias a la bendición de Dios y a su amor, sus corazones se transformaron por completo. Los trece o catorce han fallecido ya en nuestro hogar, porque se trata de una enfermedad mortal, incurable. La última vez que estuve allí, recientemente todavía, uno de ellos hubo de ser trasladado al hospital. Antes de ir me dijo:

—Madre Teresa, usted es amiga mía. Quiero hablar a solas con usted.

¿Qué creéis que me dijo aquel hombre que veinticinco años atrás se había confesado y comulgado por última vez y que desde entonces había interrumpido sus contactos con Jesús?

Me dijo esto:

—¿Sabe, Madre Teresa? Cuando siento un tremendo mal de cabeza, lo comparto con el dolor de Jesús al ser coronado de espinas. Cuando experimento un dolor insoportable (y es que el dolor que produce esa enfermedad es insoportable de verdad), cuando el dolor resulta insoportable en mi espalda, lo comparto con el dolor de Jesús al ser azotado. Cuando el dolor se hace insoportable en mis manos y mis pies, lo comparto con el dolor experimentado por Jesús al ser crucificado. Le pido que me lleve de nuevo al hogar. Quiero morir cerca de ustedes.

Conseguí permiso del médico para llevármelo a casa. Lo acompañé a la capilla. Jamás he visto a nadie hablar con Dios como lo hizo aquel hombre, con un amor de comprensión tan grande entre él y Jesús. Después de tres días murió. Difícil de comprender el cambio experimentado por aquel hombre."

La vida es como una canción de amor, que como toda canción tiene una letra y una música: la letra es lo que toca en cada momento hacer, pero la entonación musical es importante, si no sería muy aburrida la vida: es la música del corazón, el amor, lo que da sentido a la letra, como decían aquellos del primer concurso de “Operación triunfo”: “Nos une una obsesión. Cantar es nuestra vida y mi música es tu voz. Cuenta con mi vida que hoy la doy por ti. Mi pasión la quiero compartir. A tu lado me siento seguro... a tu lado yo puedo volar... a tu lado mis sueños se harán por fin realidad. A tu lado... Estamos hoy unidos cantando esta canción... A tu lado me siento seguro, a tu lado no dudo a tu lado yo puedo volar. A tu lado hoy brilla mi estrella a tu lado mis sueños se harán por fin realidad”. Al lado de Dios estamos seguros, su música es camino seguro de felicidad. Es una música sutil y encantadora, nos hace –como decía aquel grupo- “soñar despierto, vivir lo nuestro, volar” en este universo sobrenatural, dondequiera que vayamos. Con el corazón llevando esta música, podemos disfrutar profundamente de la compañía de las personas que nos rodean (familiares, amigos, conocidos o extraños), entre ellas aquellos cuyos caracteres no son perfectos, del mismo modo que nuestro propio carácter no es perfecto. Estamos entonces abiertos a la belleza, al misterio y a la grandeza de la vida corriente, "comprendemos" que siempre ha sido bella, misteriosa y grandiosa, y que siempre lo será... como cantaba también ese grupo: “Juntas nuestras manos la estrella brillará / música es la fuerza que nos empujará... / juntos corazones en una sola voz, / tantas ilusiones en un corazón... / Cógela y aprieta fuerte, / lucha cueste lo que cueste, / contra el viento contra el fuego llegarás al mismo cielo... / Mi estrella será tu luz..., / coge mi mano yo estoy contigo / esto es un sueño sueña conmigo... / Mi estrella será tu luz... / y conseguirlo no es tan difícil si la voz te sale del corazón”. La estrella es María, nuestra esperanza, Adviento vivo de la presencia del Señor. Ella nos hace sentir a Jesús que nos busca, oír su música, aprender a bailar con esa música divina…

Llucià Pou Sabaté

sábado, 11 de diciembre de 2010

Jueves de la 1ª semana de Adviento. Jesús es el amigo que nos da fortaleza, con él estamos seguros en el camino de la vida, nos enseña a hacer la Voluntad de nuestro Padre Dios

1.Isaías (26,1-6) nos habla de un “canto en el país de Judá”: «Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes… porque el Señor es la Roca perpetua». La Iglesia está fuerte con Jesús, es la ciudad de Dios, como la llamaba s. Agustín. Me alimenta. Me conforta, cura mis fragilidades. Mis pecados. "Edificar su casa sobre roca"... "Tú eres Pedro, tú eres Roca, y sobre esta piedra, sobre esta Roca, edificaré mi Iglesia".

2. Salmo (117,1 y 8-9.19-21.25-27ª). “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres… Señor, danos la salvación... Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina”. Dios es bueno y misericordioso para con todos los que confían en Él. Sabemos que somos débiles, y que muchas veces podemos ser vencidos por el mal, por el pecado, por nuestras debilidades; la gracia de Dios no nos faltará pues Él nos escucha siempre, nos perdona y quiere salvarnos, pues no ha venido a condenarnos, sino a llevarnos a su Reino celestial.

3. Evangelio (Mateo 7,21.24-27). Jesús a sus discípulos: -«No todo el que me dice "Señor, Señor" entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca. El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»

Ahora vemos que la roca es la amistad con Jesús, que nos enseña que somos hijos de Dios, que nos quiere siempre aunque no nos portemos bien. El otra día un niño, enfadado con su padre, le decía: “¡ya no te quiero!” y el padre le contestaba: “pues yo sí, te seguiré queriendo siempre”. Así hace Dios... Cuantas angustias se han causado, por no entender bien que la justicia de Dios sólo se entiende desde esta misericordia. Aunque está claro que solo entiende el corazón de Dios quien lo acepta como Dios y salvador.

Dicen de un niño que era un desastre, la maestra en lugar de reñirlo se le acercó, él esperaba ya una bofetada, pero ella le dio un beso, y le ayudó. Al cabo de los años, el chico, ya bien situado a la vida, le escribió a la maestra que no había tenido experiencia de los padres, vivía con unos tíos, y “el beso de aquel día fue el primero que recuerda de su vida”, que a partir de aquel momento cambió. Eso es lo que hace el amor, nos lleva a la salvación. El amor es lo que más mueve. A muchos el castigo no nos mueve tanto como el amor.

Babel fue la ciudad de los hombres que no se entienden, porque no se aman, son las palabras que llevan a la discordia, amar es edificar sobre roca, seguir a Jesús y construir sobre su palabra. Estos días de Adviento, siguiendo a María, la Madre de Jesús. Ella vive la fe, edifica su vida sobre la roca de la Palabra: «hágase en mí según tu Palabra».

Para construir bien, hemos de hacer buenos cimientos para que las tormentas no se lleven la casa, y edificar sobre roca es lo mejor: sobre nuestro padre Dios, no soltarnos. Y cuando nos perdemos, volver como el hijo pródigo, y no preocuparnos si caemos, porque la victoria está en que después de cada lucha, acompañados de la Virgen, tenemos más amor. Llucià Pou Sabaté

Domingo XXVIII, año C: la fe y la obediencia nos llevan a confiar en Dios.

sábado, 11 de diciembre de 2010) Escrito por LluciàPou

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1. Segundo libro de los Reyes (5,14-17). El general sirio ha venido por la palabra de una esclava judía, para curarse. El profeta le ha dicho que se lave en el río, y él dudó porque los ríos de su país son mucho mejores, pero al final obedece el consejo sencillo que le proponen: En aquellos días, Naamán el sirio bajó y se bañó siete veces en el Jordán, como se lo había mandado Eliseo, el hombre de Dios, y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva al hombre de Dios y se le presentó diciendo: -Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Y tú acepta un presente de tu servidor. Contestó Eliseo: -Juro por Dios, a quien sirvo, que no aceptaré nada. Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo: -Entonces, que entreguen a tu servidor una carga de tierra, que pueda llevar un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios de comunión a otro dios que no sea el Señor. Ellos pensaban que los dioses tenían un territorio, por eso se lleva tierra… pero aquí vemos que la salvación es para todos. Lo entienden de momento a medias… sólo un poco. También es una lección de gratuidad. Eliseo no acepta ningún presente y no pide nada. Con Dios tampoco hemos de pagarle ni demostrarle nada, Él nos quiere y basta… Lo de lavarse está claro que es una profecía de lo que es el bautismo. Este general, después de haber llegado a la cúspide de su carrera, de repente frente al abismo: tiene lepra. Está condenado en vida a muerte en un doble sentido: tendrá que contemplar en su cuerpo, todavía vivo, su propia corrupción, y experimentar en vida el destino de la muerte. Y porque así ocurría, porque el leproso se hallaba ya en las garras de la muerte, era arrojado de la sociedad y «dejado en la intemperie»: él no tenía ya -por supuesto, en Israel, pero tampoco en otras religiones- ningún acceso al santuario; era excomulgado de la comunidad, la cual quedaría contaminada con el hálito de la muerte. En ese aislamiento, queda abandonado totalmente al poder de la muerte, cuya esencia es soledad, ruina y destrucción de la comunión con otros. En este momento cruel y terrible de su derrumbamiento en la nada, Naamán se agarra a un clavo ardiendo y se aferra al más mínimo rumor de posible salvación. En este caso, lo escucha de una criada: en Israel hay un hombre que puede curar. Pero cuando iba a realizar lo que se le pedía, todo está a punto de fracasar. En efecto, su orgullo se resiste a someterse a un baño en el Jordán; pero un criado suyo le debe recordar que él no se halla en situación en la que pueda vanagloriarse de su posición o del papel que desempeña; enfrentado con la muerte, no es más que ese hombre y debe intentar lo último. De ese modo queda bien claro que no es el Jordán el que cura, sino la obediencia, el renunciar al propio papel y a su arrogancia o a la hipocresía, el descender y el presentarse desnudo ante el Dios vivo. La obediencia es el baño que purifica y salva. Nosotros también tenemos nuestra lepra, lo que nos cuesta: hemos de tener la disposición a aceptar lo pequeño, lo ordinario; en la disposición al baño de la obediencia y dejarnos ayudar… Como Naamán, muchos querrían imponer sus condiciones a Dios, para tomarlo en serio y creer. Pero es Dios quien tiene la palabra. Y Dios no convoca oposiciones, ni valora el curriculum, ni acepta enchufes. Dios sale al encuentro de todos los que le buscan con sincero corazón, y se les muestra en los acontecimientos más insospechados de la vida. Moisés lo descubrió en una zarza que ardía sin consumirse. Lo importante es saber ver, saber mirar con ojos nuevos, tener el corazón limpio para poder ver a Dios (Joseph Ratzinger / Eucaristía 1989). 2. Salmo (97,1.2-3ab.3cd-4) R/. El Señor revela a las naciones su justicia. Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo; / el Señor da a conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. / Aclama al Señor, tierra entera, / gritad, vitoread, tocad. Es un canto que proclama la victoria de Jesús que nos salva. Un cántico nuevo al Niño de Belén, en quien se manifiesta el amor de Dios Padre en favor de la Iglesia, el nuevo Israel. La alabanza a Cristo, aprendida en la escuela de este salmo, es el fruto de la alegría que suscita su Nacimiento en un corazón admirado y agradecido de sentirse salvado por su Señor, que aparece en la verdad de nuestra misma carne. En un famoso himno navideño de Sedulio (+450), el 'A solis ortus cárdine', se recogen estas palabras: "No rechaza el pesebre, ni dormir sobre unas pajas; tan solo se conforma con un poco de leche, el mismo que, en su providencia, impide que los pájaros sientan hambre." Es un "salmo del reino": en la fiesta de las Tiendas (que recordaban los 40 años del Éxodo de Israel, de peregrinación por el desierto), Jerusalén, en una gran fiesta popular que se notaba no solamente en el Templo, lugar de culto, sino en toda la ciudad, ya que se construían "tiendas" con ramajes por todas partes... Jerusalén festejaba a "su rey". Y la originalidad admirable de este pueblo, es que este "rey" no era un hombre (ya que la dinastía Davídica había desaparecido hacía largo tiempo), sino Dios en persona. Este salmo es una invitación a la fiesta que culminaba en una enorme "ovación" real: "¡Dios reina!", "¡aclamad a vuestro rey, el Señor!" Imaginemos este "Terouah", palabra intraducible, que significa: "grito"... "ovación"... "aclamación". Porque "Él ha hecho maravillas"... "Ha salvado con su mano derecha"... "Ha hecho conocer y revelado su justicia"... "Se acordó de su Hessed"... (Amor-fidelidad que llega a lo más profundo del ser); "El vino-el viene"... Y para terminar, un verbo en tiempo, "no acabado", que se traduce en futuro a falta de un tiempo mejor (ya que esta última acción de Dios está solamente sin terminar aunque comenzada): "El regirá el orbe con Justicia y los pueblos con rectitud"... 3. Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2,8-13. Querido hermano: Haz memoria de Jesucristo el Señor, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Este ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen su salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna: Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo. Pablo está preso, pero libre por dentro: a la Palabra de Dios no se la puede encadenar y Pablo ha recibido la misión de anunciarla. Por eso, lo aguanta todo en favor de los que Dios ha elegido, para que ellos alcancen también la salvación, lograda por Jesucristo, con la gloria eterna. 4. Evangelio según San Lucas 17,11-19. Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: -Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Al verlos, les dijo: -Id a presentaros a los sacerdotes. Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: -¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria Dios? Y le dijo: -Levántate, vete: tu fe te ha salvado. Sólo el samaritano vuelve para alabar a Dios y reconocer en Jesús al Rey-Mesías. La postración delante de Jesús no es una adoración, sino el reconocimiento de esta realeza mesiánica. Los otros nueve no vuelven. Parece como si vieran natural que en ellos, hijos de Abrahán, se cumplieran las promesas mesiánicas. Pero, al decir Jesús al samaritano, al extranjero, "tu fe te ha salvado", nos enseña que el verdadero Israel se asienta en la fe agradecida (Eucaristía 1989). Jesús vive y nos espera en el Sagrario, y queremos visitarle, tratarle, que sea nuestro mejor Amigo, para confiarle nuestras preocupaciones y fallos, enfermedades y lepras, y su manto, vestiduara mágica, nos hace invencibles... (Ricardo Martínez Carazo). Llucià Pou Sabaté, 10.10.10, con notas tomadas de Mercaba.org.

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Domingo XXVIII, año C: la fe y la obediencia nos llevan a confiar en Dios.

1. Segundo libro de los Reyes (5,14-17). El general sirio ha venido por la palabra de una esclava judía, para curarse. El profeta le ha dicho que se lave en el río, y él dudó porque los ríos de su país son mucho mejores, pero al final obedece el consejo sencillo que le proponen: En aquellos días, Naamán el sirio bajó y se bañó siete veces en el Jordán, como se lo había mandado Eliseo, el hombre de Dios, y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño. Volvió con su comitiva al hombre de Dios y se le presentó diciendo: -Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Y tú acepta un presente de tu servidor. Contestó Eliseo: -Juro por Dios, a quien sirvo, que no aceptaré nada. Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo: -Entonces, que entreguen a tu servidor una carga de tierra, que pueda llevar un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios de comunión a otro dios que no sea el Señor. Ellos pensaban que los dioses tenían un territorio, por eso se lleva tierra… pero aquí vemos que la salvación es para todos. Lo entienden de momento a medias… sólo un poco. También es una lección de gratuidad. Eliseo no acepta ningún presente y no pide nada. Con Dios tampoco hemos de pagarle ni demostrarle nada, Él nos quiere y basta… Lo de lavarse está claro que es una profecía de lo que es el bautismo. Este general, después de haber llegado a la cúspide de su carrera, de repente frente al abismo: tiene lepra. Está condenado en vida a muerte en un doble sentido: tendrá que contemplar en su cuerpo, todavía vivo, su propia corrupción, y experimentar en vida el destino de la muerte. Y porque así ocurría, porque el leproso se hallaba ya en las garras de la muerte, era arrojado de la sociedad y «dejado en la intemperie»: él no tenía ya -por supuesto, en Israel, pero tampoco en otras religiones- ningún acceso al santuario; era excomulgado de la comunidad, la cual quedaría contaminada con el hálito de la muerte. En ese aislamiento, queda abandonado totalmente al poder de la muerte, cuya esencia es soledad, ruina y destrucción de la comunión con otros. En este momento cruel y terrible de su derrumbamiento en la nada, Naamán se agarra a un clavo ardiendo y se aferra al más mínimo rumor de posible salvación. En este caso, lo escucha de una criada: en Israel hay un hombre que puede curar. Pero cuando iba a realizar lo que se le pedía, todo está a punto de fracasar. En efecto, su orgullo se resiste a someterse a un baño en el Jordán; pero un criado suyo le debe recordar que él no se halla en situación en la que pueda vanagloriarse de su posición o del papel que desempeña; enfrentado con la muerte, no es más que ese hombre y debe intentar lo último. De ese modo queda bien claro que no es el Jordán el que cura, sino la obediencia, el renunciar al propio papel y a su arrogancia o a la hipocresía, el descender y el presentarse desnudo ante el Dios vivo. La obediencia es el baño que purifica y salva. Nosotros también tenemos nuestra lepra, lo que nos cuesta: hemos de tener la disposición a aceptar lo pequeño, lo ordinario; en la disposición al baño de la obediencia y dejarnos ayudar… Como Naamán, muchos querrían imponer sus condiciones a Dios, para tomarlo en serio y creer. Pero es Dios quien tiene la palabra. Y Dios no convoca oposiciones, ni valora el curriculum, ni acepta enchufes. Dios sale al encuentro de todos los que le buscan con sincero corazón, y se les muestra en los acontecimientos más insospechados de la vida. Moisés lo descubrió en una zarza que ardía sin consumirse. Lo importante es saber ver, saber mirar con ojos nuevos, tener el corazón limpio para poder ver a Dios (Joseph Ratzinger / Eucaristía 1989). 2. Salmo (97,1.2-3ab.3cd-4) R/. El Señor revela a las naciones su justicia. Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas. Su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo; / el Señor da a conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel. Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro Dios. / Aclama al Señor, tierra entera, / gritad, vitoread, tocad. Es un canto que proclama la victoria de Jesús que nos salva. Un cántico nuevo al Niño de Belén, en quien se manifiesta el amor de Dios Padre en favor de la Iglesia, el nuevo Israel. La alabanza a Cristo, aprendida en la escuela de este salmo, es el fruto de la alegría que suscita su Nacimiento en un corazón admirado y agradecido de sentirse salvado por su Señor, que aparece en la verdad de nuestra misma carne. En un famoso himno navideño de Sedulio (+450), el 'A solis ortus cárdine', se recogen estas palabras: "No rechaza el pesebre, ni dormir sobre unas pajas; tan solo se conforma con un poco de leche, el mismo que, en su providencia, impide que los pájaros sientan hambre." Es un "salmo del reino": en la fiesta de las Tiendas (que recordaban los 40 años del Éxodo de Israel, de peregrinación por el desierto), Jerusalén, en una gran fiesta popular que se notaba no solamente en el Templo, lugar de culto, sino en toda la ciudad, ya que se construían "tiendas" con ramajes por todas partes... Jerusalén festejaba a "su rey". Y la originalidad admirable de este pueblo, es que este "rey" no era un hombre (ya que la dinastía Davídica había desaparecido hacía largo tiempo), sino Dios en persona. Este salmo es una invitación a la fiesta que culminaba en una enorme "ovación" real: "¡Dios reina!", "¡aclamad a vuestro rey, el Señor!" Imaginemos este "Terouah", palabra intraducible, que significa: "grito"... "ovación"... "aclamación". Porque "Él ha hecho maravillas"... "Ha salvado con su mano derecha"... "Ha hecho conocer y revelado su justicia"... "Se acordó de su Hessed"... (Amor-fidelidad que llega a lo más profundo del ser); "El vino-el viene"... Y para terminar, un verbo en tiempo, "no acabado", que se traduce en futuro a falta de un tiempo mejor (ya que esta última acción de Dios está solamente sin terminar aunque comenzada): "El regirá el orbe con Justicia y los pueblos con rectitud"... 3. Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2,8-13. Querido hermano: Haz memoria de Jesucristo el Señor, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David. Este ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor. Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen su salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna: Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo. Pablo está preso, pero libre por dentro: a la Palabra de Dios no se la puede encadenar y Pablo ha recibido la misión de anunciarla. Por eso, lo aguanta todo en favor de los que Dios ha elegido, para que ellos alcancen también la salvación, lograda por Jesucristo, con la gloria eterna. 4. Evangelio según San Lucas 17,11-19. Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: -Jesús, maestro, ten compasión de nosotros. Al verlos, les dijo: -Id a presentaros a los sacerdotes. Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo: -¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria Dios? Y le dijo: -Levántate, vete: tu fe te ha salvado. Sólo el samaritano vuelve para alabar a Dios y reconocer en Jesús al Rey-Mesías. La postración delante de Jesús no es una adoración, sino el reconocimiento de esta realeza mesiánica. Los otros nueve no vuelven. Parece como si vieran natural que en ellos, hijos de Abrahán, se cumplieran las promesas mesiánicas. Pero, al decir Jesús al samaritano, al extranjero, "tu fe te ha salvado", nos enseña que el verdadero Israel se asienta en la fe agradecida (Eucaristía 1989). Jesús vive y nos espera en el Sagrario, y queremos visitarle, tratarle, que sea nuestro mejor Amigo, para confiarle nuestras preocupaciones y fallos, enfermedades y lepras, y su manto, vestiduara mágica, nos hace invencibles... (Ricardo Martínez Carazo). Llucià Pou Sabaté, 10.10.10, con notas tomadas de Mercaba.org.

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Domingo XXVIII, año C: la fe y la obediencia nos llevan a confiar en las manos de Dios, que ofrece a todos la salvación

1. Segundo libro de los Reyes (5,14-17).
El general sirio ha venido por la palabra de una esclava judía, para

curarse. El profeta le ha dicho que se lave en el río, y él dudó

porque los ríos de su país son mucho mejores, pero al final obedece el

consejo sencillo que le proponen: En aquellos días, Naamán el sirio

bajó y se bañó siete veces en el Jordán, como se lo había mandado

Eliseo, el hombre de Dios, y su carne quedó limpia de la lepra, como

la de un niño. Volvió con su comitiva al hombre de Dios y se le

presentó diciendo:

-Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de

Israel. Y tú acepta un presente de tu servidor.

Contestó Eliseo: -Juro por Dios, a quien sirvo, que no aceptaré nada.

Y aunque le insistía, lo rehusó. Naamán dijo: -Entonces, que entreguen

a tu servidor una carga de tierra, que pueda llevar un par de mulas;

porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios

de comunión a otro dios que no sea el Señor.

Ellos pensaban que los dioses tenían un territorio, por eso se lleva

tierra… pero aquí vemos que la salvación es para todos. Lo entienden

de momento a medias… sólo un poco. También es una lección de

gratuidad. Eliseo no acepta ningún presente y no pide nada. Con Dios

tampoco hemos de pagarle ni demostrarle nada, Él nos quiere y basta…

Lo de lavarse está claro que es una profecía de lo que es el bautismo.

Este general, después de haber llegado a la cúspide de su carrera, de

repente frente al abismo: tiene lepra. Está condenado en vida a muerte

en un doble sentido: tendrá que contemplar en su cuerpo, todavía

vivo, su propia corrupción, y experimentar en vida el destino de la

muerte. Y porque así ocurría, porque el leproso se hallaba ya en las

garras de la muerte, era arrojado de la sociedad y «dejado en la

intemperie»: él no tenía ya -por supuesto, en Israel, pero tampoco en

otras religiones- ningún acceso al santuario; era excomulgado de la

comunidad, la cual quedaría contaminada con el hálito de la muerte.

En ese aislamiento, queda abandonado totalmente al poder de la

muerte, cuya esencia es soledad, ruina y destrucción de la comunión

con otros.

En este momento cruel y terrible de su derrumbamiento en la nada,

Naamán se agarra a un clavo ardiendo y se aferra al más mínimo rumor

de posible salvación. En este caso, lo escucha de una criada: en

Israel hay un hombre que puede curar. Pero cuando iba a realizar lo

que se le pedía, todo está a punto de fracasar. En efecto, su orgullo

se resiste a someterse a un baño en el Jordán; pero un criado suyo le

debe recordar que él no se halla en situación en la que pueda

vanagloriarse de su posición o del papel que desempeña; enfrentado

con la muerte, no es más que ese hombre y debe intentar lo último. De

ese modo queda bien claro que no es el Jordán el que cura, sino la

obediencia, el renunciar al propio papel y a su arrogancia o a la

hipocresía, el descender y el presentarse desnudo ante el Dios vivo.

La obediencia es el baño que purifica y salva.

Nosotros también tenemos nuestra lepra, lo que nos cuesta: hemos de

tener la disposición a aceptar lo pequeño, lo ordinario; en la

disposición al baño de la obediencia y dejarnos ayudar…

Como Naamán, muchos querrían imponer sus condiciones a Dios, para

tomarlo en serio y creer. Pero es Dios quien tiene la palabra. Y Dios

no convoca oposiciones, ni valora el curriculum, ni acepta enchufes.

Dios sale al encuentro de todos los que le buscan con sincero corazón,

y se les muestra en los acontecimientos más insospechados de la vida.

Moisés lo descubrió en una zarza que ardía sin consumirse. Lo

importante es saber ver, saber mirar con ojos nuevos, tener el corazón

limpio para poder ver a Dios (Joseph Ratzinger / Eucaristía 1989).





2. Salmo (97,1.2-3ab.3cd-4) R/. El Señor revela a las naciones su justicia.

Cantad al Señor un cántico nuevo, / porque ha hecho maravillas.

Su diestra le ha dado la victoria, / su santo brazo; / el Señor da a

conocer su victoria, / revela a las naciones su justicia: / se acordó

de su misericordia y su fidelidad / en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado / la victoria de nuestro

Dios. / Aclama al Señor, tierra entera, / gritad, vitoread, tocad.





Es un canto que proclama la victoria de Jesús que nos salva. Un

cántico nuevo al Niño de Belén, en quien se manifiesta el amor de Dios

Padre en favor de la Iglesia, el nuevo Israel. La alabanza a Cristo,

aprendida en la escuela de este salmo, es el fruto de la alegría que

suscita su Nacimiento en un corazón admirado y agradecido de sentirse

salvado por su Señor, que aparece en la verdad de nuestra misma carne.

En un famoso himno navideño de Sedulio (+450), el 'A solis ortus

cárdine', se recogen estas palabras: "No rechaza el pesebre, ni dormir

sobre unas pajas; tan solo se conforma con un poco de leche, el mismo

que, en su providencia, impide que los pájaros sientan hambre."

Es un "salmo del reino": en la fiesta de las Tiendas (que recordaban

los 40 años del Éxodo de Israel, de peregrinación por el desierto),

Jerusalén, en una gran fiesta popular que se notaba no solamente en el

Templo, lugar de culto, sino en toda la ciudad, ya que se construían

"tiendas" con ramajes por todas partes... Jerusalén festejaba a "su

rey". Y la originalidad admirable de este pueblo, es que este "rey" no

era un hombre (ya que la dinastía Davídica había desaparecido hacía

largo tiempo), sino Dios en persona. Este salmo es una invitación a la

fiesta que culminaba en una enorme "ovación" real: "¡Dios reina!",

"¡aclamad a vuestro rey, el Señor!" Imaginemos este "Terouah", palabra

intraducible, que significa: "grito"... "ovación"... "aclamación".

Porque "Él ha hecho maravillas"... "Ha salvado con su mano derecha"...

"Ha hecho conocer y revelado su justicia"... "Se acordó de su

Hessed"... (Amor-fidelidad que llega a lo más profundo del ser); "El

vino-el viene"... Y para terminar, un verbo en tiempo, "no acabado",

que se traduce en futuro a falta de un tiempo mejor (ya que esta

última acción de Dios está solamente sin terminar aunque comenzada):

"El regirá el orbe con Justicia y los pueblos con rectitud"...





3. Lectura de la segunda carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 2,8-13.


Querido hermano: Haz memoria de Jesucristo el Señor, resucitado de

entre los muertos, nacido del linaje de David. Este ha sido mi

Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor.



Pero la palabra de Dios no está encadenada. Por eso lo aguanto todo

por los elegidos, para que ellos también alcancen su salvación,

lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna:




Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si

perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará.

Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí

mismo.



Pablo está preso, pero libre por dentro: a la Palabra de Dios no se

la puede encadenar y Pablo ha recibido la misión de anunciarla. Por

eso, lo aguanta todo en favor de los que Dios ha elegido, para que

ellos alcancen también la salvación, lograda por Jesucristo, con la

gloria eterna.



4. Evangelio según San Lucas 17,11-19.

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea.

Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez

leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:



-Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.

Al verlos, les dijo:

-Id a presentaros a los sacerdotes.



Y mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que

estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó

por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.


Este era un samaritano. Jesús tomó la palabra y dijo:

-¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No

ha vuelto más que este extranjero para dar gloria Dios?

Y le dijo: -Levántate, vete: tu fe te ha salvado.


Sólo el samaritano vuelve para alabar a Dios y reconocer en Jesús al

Rey-Mesías. La postración delante de Jesús no es una adoración, sino

el reconocimiento de esta realeza mesiánica. Los otros nueve no

vuelven. Parece como si vieran natural que en ellos, hijos de Abrahán,

se cumplieran las promesas mesiánicas. Pero, al decir Jesús al

samaritano, al extranjero, "tu fe te ha salvado", nos enseña que el

verdadero Israel se asienta en la fe agradecida (Eucaristía 1989).

Jesús vive y nos espera en el Sagrario, y queremos visitarle,

tratarle, que sea nuestro mejor Amigo, para confiarle nuestras

preocupaciones y fallos, enfermedades y lepras, y su manto, vestiduara

mágica, nos hace invencibles... (Ricardo Martínez Carazo).
Llucià Pou Sabaté


Sabaté, 10.10.10, con notas tomadas de Mercaba.org.

sábado, 27 de noviembre de 2010

Centro de Estudios Políticos y Sociales “Santo Tomás Moro": Vida más allá de la muerte

Centro de Estudios Políticos y Sociales “Santo Tomás Moro": Vida más allá de la muerte: "Desde El Fedón, diálogo de Platón, se ha hablado mucho sobre la inmortalidad del alma. Dice el cantante José Luis Perales: “hay momentos en..."