viernes, 3 de mayo de 2024

VIERNES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: Jesús nos da la ley del amor fraterno

VIERNES DE LA QUINTA SEMANA DE PASCUA: Jesús nos da la ley del amor fraterno

 

A. Lecturas:

   1. Hechos 15, 22-31: "Concluida la deliberación, los apóstoles y los presbíteros, con toda la Iglesia, acordaron elegir a algunos de entre ellos para que se fueran a Antioquía con Pablo y Bernabé.

   Los elegidos fueron Judas, Barsaba y Silas, miembros eminentes de la comunidad. Y les entregaron esta carta: 'Los apóstoles, los presbíteros y los hermanos, saludan a los hermanos de Antioquía, Siria y Cilicia convertidos del paganismo... En vista de lo sucedido entre vosotros, os enviamos a Silas y Judas para que os digan de palabra lo que sigue: "Hemos decidido el Espíritu Santo y nosotros, no imponeros más cargas que las indispensables: que no os contaminéis con la idolatría, que no comáis sangre ni animales estrangulados y que os abstengáis de la fornicación. Haréis bien en apartaros de todo esto. Salud"... Los fieles, al leer aquellas palabras alentadoras, se alegraron mucho".

   2. Salmo 57/56, 8-12: «Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme. Voy a cantar y a tocar. Despierta gloria mía; despertad cítara y arpa, despertaré a la aurora. Te daré gracias ante los pueblos, Señor, tocaré para Ti ante las naciones; por tu bondad que es más grande que los cielos, por tu fidelidad que alcanza a las nubes. Elévate sobre el cielo, Dios mío, y llene la tierra tu gloria».

   3. Jn 15,12-17: En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».

 

B. Comentario:

      1. Vemos hoy la conclusión de aquel primer Concilio de Jerusalén, con una parte doctrinal y una parte de normas variables. Lo importante no es tanto lo que hacemos los hombres, sino lo que Dios hace en la historia. "El Espíritu Santo y nosotros"…, dicen. Y todo basado en el amor, que hacía decir a los paganos, al verles: "¡mirad cómo se aman!" Ahí tenemos un punto bien concreto para nuestro examen: ¿los demás pueden decir de nosotros que destacamos -los cristianos- porque amamos a los demás, porque servimos?...

    2. Canta el el salmo la confianza en el Señor, y así como se avecina la aurora a medida que pasa la noche, así la salvación se acerca en la tribulación: "Mi corazón está firme, Dios mío…" el orante está esperando que despunte el alba, para que la luz venza la oscuridad y los miedos… "Te daré gracias ante los pueblos, Señor… por tu bondad que es más grande que los cielos, por tu fidelidad que alcanza a las nubes». Dios en su bondad nos da el mandamiento nuevo, y si profesamos la fe de verdad, no hemos de conformarnos con evitar a los demás los males que no deseamos para nosotros mismos. El amor llega… hasta dar la vida: «Nadie tiene amor más grande que el de dar uno la vida por sus amigos.» Cuando pienso en mis derechos de manera desmesurada, y se me mete el orgullo, me quedo solo, y triste porque hago daño a los demás; pero cuando sigo tu mandato, soy generoso y todos estamos felices. Dame tu humildad y sencillez para servir a los de mi familia, mis amigos, las personas que me rodean.

   3. También quiero aprender, Jesús, a ver que no soy yo el que merezco la salvación, como bien dices: «No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros.» Me has elegido porque me amas, y por eso me ha creado Dios contigo, con tu amor; me has dado dones para que los emplee en seguir haciendo el bien como tú lo haces en mí, si me dejo, y así doy fruto: «el treinta por uno, el sesenta por uno, y el ciento por uno» (Mt 4,8).

   «Os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.» ¿Qué fruto permanece? La santidad, apostolado, trabajo bien hecho, servicio a los demás.

   Señor, que dé yo también frutos de amor... que sepa vivir con obras este mandamiento nuevo, tu testamento, Jesús. Que con tu ayuda sepa amar a los demás, servir, ayudar, comprender,  disculpar... Que no quiera ser yo el centro de todo. Como decía Tagore: "Dormía y soñaba que la vida era alegría. Desperté y vi que la vida era servicio. Empecé a servir y comprobé que el servicio era alegría". Que sepa abrir los ojos a los demás, a sus virtudes: "Sólo serás bueno, si sabes ver las cosas buenas y las virtudes de los demás" (san Josemaría). Que sepa manifestar ese amor en el uso de la lengua, Jesús, pues criticar es muy fácil, como lo es destruir con una pedrada la vidriera espléndida de una catedral, pero es difícil recomponerla, como también lo es el honor de alguien por maledicencias... Que sepa construir, edificar, que es tarea de artistas...

   No es que amemos nosotros, es que Dios nos ha amado primero. "La caridad no la construimos nosotros; nos invade con la gracia de Dios: porque Él nos amó primero. Conviene que nos empapemos bien de esta verdad hermosísima: si podemos amar a Dios, es porque hemos sido amados por Dios. Tú y yo estamos en condiciones de derrochar cariño con los que nos rodean, porque hemos nacido a la fe, por el amor del Padre. Pedid con osadía al Señor este tesoro, esta virtud sobrenatural de la caridad, para ejercitarla hasta en el último detalle", sigue diciendo san Josemaría; algo tan bonito como la palabra "caridad" se ha malogrado a veces: "Expresaba bien esta aberración la resignada queja de una enferma: aquí me tratan con caridad, pero mi madre me cuidaba con cariño".

   Los matices de Jesús son entrañables: «os llamo… amigos». Hemos pasado del "permanecer" en Él, a amarse unos a otros. Esta "ley de amor" sustituye al temor de los siervos; es "ley de gracia" (por el Espíritu Santo); "ley de libertad" porque "nos hace pasar de la condición del siervo «que ignora lo que hace su señor», a la de amigo de Cristo, «porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer»" (Catecismo, 1972). «Si el Señor te ha llamado «amigo», has de responder a la llamada, has de caminar a paso rápido, con la urgencia necesaria, ¡al paso de Dios! De otro modo, corres el riesgo de quedarte en simple espectador» (S. Josemaría, Surco 629).

   «Porque todo lo que oí de mi Padre os lo he dado a conocer.» ¡Gracias, Señor, porque me das a conocer tantas cosas! Gracias por la maravilla que nos das, de concedernos todo lo bueno: «todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo concederá.» Todo lo que está en el Padrenuestro quiero pedirte ahora, Señor: "Padre, te pido más corazón, para corresponder al amor que me tienes; te pido más fortaleza, para no conformarme con «ir tirando», sino que me ponga a luchar en serio en el camino de la santidad; te pido más generosidad, para saber dar la vida por Ti y por los demás como ha hecho Jesús; te pido más lealtad, para no traicionar la amistad que Jesús me ha dado, rechazando el pecado con todas mis fuerzas; te pido más vibración apostólica, para que sepa dar ejemplo y hablar de Ti a mis familiares y amigos: para dar fruto, y que ese fruto permanezca" (P. Cardona).

   Jesús, en la intimidad del Jueves santo reunido con tus discípulos, nos confías "un nuevo mandamiento": «Que os améis los unos a los otros como yo os he amado»: es la ley del amor, con una medida, es como si nos dijera: "como me habéis visto hacer a mí y como todavía me veréis hacer". Jesús, el amigo, nos anima a propagar ese amor. Jesús, nos has dado la medida del amor: como tú nos has amado… me enseñas que amar mucho es "dar la vida". Te doy gracias porque nos enseñas el modelo de amor para los esposos que se entregan uno al otro, y sienten la responsabilidad de ser padres; modelo de los misioneros que llevan el Evangelio por el mundo; de los religiosos, sacerdotes y obispos, de los laicos en medio del mundo… Que aprenda, Señor, lo que has dicho un poco antes: «si el grano de trigo no cae en tierra y muere queda él solo; pero si muere da mucho fruto» (Jn 12,24). Tú me invitas a morir a mis cosas, para vivir en una entrega a los demás. Pienso que amar es participar de ti, Dios mío; cuanto más sea tuyo, más podré querer, pues amar debe de ser tener "un cachito" de Dios en mí. Que sepa atender las necesidades de los demás, Señor.

 

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