Lunes de la semana 8 de tiempo ordinario
"No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; creéis en él, y os alegráis con un gozo inefable", nos anima san Pedro: hasta una entrega radical, vivir aquella invitación de Jesús: "Vende lo que tienes y sígueme"
A. Lecturas
1. 1 Pedro (1,3-9): Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final. Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo. No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.
2. Salmo 110,1-2.5-6.9ab.10c: Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.
El da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles.
Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza; la alabanza del Señor dura por siempre.
3. Marcos 10, 17-22: «Cuando salía para ponerse en camino, vino uno corriendo y arrodillado ante él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué he de hacer para conseguir la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino uno, Dios. Ya conoces los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no dirás falso testimonio, no defraudarás a nadie, honra a tu padre y a tu madre. Él respondió: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi adolescencia. Y Jesús, fijando en él su mirada, se prendó de él y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende cuanto tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo; luego ven y sígueme. Pero él, afligido por estas palabras, se marchó triste, pues tenía muchos bienes.»
B. Comentario:
1. Empezamos hoy la lectura de la primera epístola de san Pedro. Escrita hacia el año 64, después de las Epístolas de san Pablo -que fueron escritas entre el 50 y el 64, pero antes de los evangelios que fueron escritos entre el 64 y el 90. Centrada sobre el tema del «bautismo», esta Epístola es quizá una homilía pronunciada en una vigilia pascual en la que tenían lugar los bautizos de adultos: "Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final".
-"Rebosáis ya de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas". La vida tiene pruebas que cuestan, precisamente aprendemos a través de las dificultades, y podemos ser felices, vivir con gozo.
-"Esas pruebas verificarán la calidad de vuestra fe que es mucho más preciosa que el oro". La vida es aprender, y ante algo nuevo el aprendizaje supone esfuerzo, y esa lucha es fuente de alegría. Pedro describe esa alegría de la fe con lirismo: «¡rebosáis ya de una alegría inefable que os transfigura!» Las pruebas mismas no destruyen la alegría porque profundizan la calidad de la Fe. En mi vida persona, en la iglesia y el mundo, las pruebas tienen una misión… nos sirven más para crecer las cosas que cuestan que las que van sin esfuerzo, "que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego-llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo".
-..."Cuando se revelará Jesucristo, a quien amáis sin haberle visto y en quien creéis aunque de momento no le veáis". Estar bautizado es perdurar en un lazo de amor y de fe personal con Jesús... En la espera de verle un día (Noel Quesson); "y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación" (1 Pedro 1,3-9).
2. "Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman". Esperamos que el Espíritu Santo nos ilumine al escuchar el salmo 110, que encierra un himno de alabanza y acción de gracias por la obra de salvación: se habla de "misericordia", "clemencia", "justicia", "fuerza", "verdad", "rectitud", "fidelidad", "alianza", "obras", "maravillas", incluso de "alimento" que él da y, al final, de su "nombre" glorioso, es decir, de su persona: "Él da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles". Dice san Jerónimo: "Como alimento dio el pan bajado del cielo; si somos dignos de él, alimentémonos". Luego viene el don de la tierra, "la heredad de los gentiles" (Sal 110,6), que alude al grandioso episodio del Éxodo, cuando el Señor se reveló como el Dios de la liberación y selló su alianza: "Ratificó para siempre su alianza". Nos anima el salmo a fijarnos en lo positivo de la vida,
"Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza; la alabanza del Señor dura por siempre". Grandes son las obras del Señor… Hoy sentimos un viento fuerte. El viento en la sagrada Escritura es símbolo del Espíritu Santo, nos decía Juan Pablo II. Así pues, la oración es contemplación del misterio de Dios y de las maravillas que realiza en la historia de la salvación.
3. Así que salió Jesús para ponerse en camino... un hombre corrió hacia él y arrodillándose a sus pies le dice: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?" Escena muy viva. Un hombre de deseos e inquietudes: corre... se lanza de rodillas a sus pies... sin aliento, le pregunta. Esta, su pregunta, es ¡la pregunta esencial!
Lo primero que hace Jesús es declarar: -"¿Por qué me llamas "Bueno"? Nadie es "Bueno" sino solo Dios". Sólo Dios es bueno. Jesús, quiero saber cómo ser bueno, más de Dios, como Tú…
Jesús le recuerda luego: -"Tú sabes los mandamientos"... y le cita algunos; el chico responde: "Maestro, los he observado desde mi juventud... ¿qué más me falta?" No está contento con estar en regla, con cumplir la Ley. Le falta algo más… Señor, yo también quiero saber qué quieres que haga, cómo tener paz en las inquietudes de mi corazón, como tener la vida eterna.
-"Jesús mirándolo le mostró afecto y le dijo"... La mirada de Jesús también es sobre mí. Trato de imaginarla que se posa también sobre mí... sobre aquellos con los que convivo, con los que tengo a mi cargo... El afecto de Jesús es amor, afecto sanante, salvación. Y todas sus palabras también.
-"Una sola cosa te falta: Vete, vende cuanto tienes, dalo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego ¡ven y sígueme!" Si me ponen una multa de tráfico, o pierdo un Ipod por el monte, ¡qué disgusto! Es porque todavía me dejo llevar por el "tener", y Jesús revoluciona ese orden de cosas: nos hace pasar al "ser". Cuando estamos en contacto con la enfermedad, vemos que la salud es mucho mejor que todas esas cosas. Jesús, te pido que me entere de ese espíritu: sustituir el afán de tener por el ser, el tener cosas por el amar, el dinero por la salud, sobre todo la salud espiritual que es la salvación.
Señor, que sepa vivir en el ambiente de la llamada a los Apóstoles, dejarlo todo y seguirte, como dijiste tantas veces que ganamos la vida al perderla, al renunciar a nosotros mismos. Tú nos indicas que vale la pena darlo todo, seguirte de cerca, en una formidable aventura, con riesgo, que por la fe sabemos que estás Tú para todo y estoy así seguro. Señor, ayúdame a ver mi vocación, llámame como a ese rico, que quiero "dejarme pescar", porque "sólo Tú tienes palabras de vida eterna", ayúdame a responder que sí a lo que deseas... Jesús, sé Tú mi «pescador», que me libere de mi vida anodina, de pecado. Dame "eso" que "me falta".
Ayúdame también, Jesús, a mostrar a otros este camino de amor, de tu seguimiento, y que no tenga miedo de hablarles de mi experiencia, del camino tuyo, que es de felicidad. «Y ya que en su voluntad está la vida, no podemos dudar lo más mínimo de que nada encontraremos que nos sea más útil y provechoso que aquello que concuerda con el querer divino. Por tanto, si en verdad queremos conservar la vida de nuestra alma, procuremos con solicitud no desviarnos en lo más mínimo de la voluntad de Dios» (San Bernardo).
El diálogo acaba "mal", pues ese hombre con inquietudes –"se marchó triste porque tenía mucha hacienda... Jesús, mirando en tomo suyo dijo a sus discípulos: "¡Cuán difícilmente entrarán en el Reino de Dios, los que poseen riquezas!"" Este hombre, luego volvería, al cabo del tiempo, quizá cuando ya tenía su familia, y también tuvo un lugar entre los primeros cristianos. No pudo ser de los primeros, pero no perdemos el tren cuando dejamos la invitación del Señor, sino que nos manda un tren cada día, en cada momento. En las cosas de amor, el castigo no está en que la vida sea un infierno, sino en que se pierde ese tiempo de amar, en el que está el premio, que es ya el cielo, aquí, y luego en la eternidad, según nuestra capacidad de amar, la anchura de nuestro corazón. Por eso te pido, Señor, que no quede yo «solo y triste» como ese cobarde, que no pierda esa ocasión que me das hoy para ser feliz.
Jesús continuó: "Es más fácil a un camello pasar por el agujero de una aguja que a un rico entrar en el Reino de Dios". Los discípulos, algo desanimados, decían entre sí: "Entonces, ¿quién puede salvarse?" Jesús, conociendo lo que pensaban, dijo: "A los hombres sí les es imposible, mas no a Dios, porque a Dios todo le es posible". Señor, que no busque ya más seguridades en esta vida que la de tu amor.
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