lunes, 7 de enero de 2019

Feria post-Epifanía: 8 de Enero

Feria post-Epifanía: 8 de enero

La vida en Nazareth. Trabajo
“En aquel tiempo, vio Jesús una gran multitud y tuvo compasión de ellos, porque eran como ovejas que no tienen pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas. Y como fuese muy tarde, se llegaron a Él sus discípulos y le dijeron: «Este lugar es desierto y la hora es ya pasada; despídelos para que vayan a las granjas y aldeas de la comarca a comprar de comer». Y Él les respondió y dijo: «Dadles vosotros de comer». Y le dijeron: «¿Es que vamos a comprar doscientos denarios de pan para darles de comer?». Él les contestó: «¿Cuántos panes tenéis? Id a verlo». Y habiéndolo visto, dicen: «Cinco, y dos peces».Entonces les mandó que se acomodaran todos por grupos de comensales sobre la hierba verde. Y se sentaron en grupos de ciento y de cincuenta. Y tomando los cinco panes y los dos peces y levantando los ojos al cielo, bendijo, partió los panes y los dio a sus discípulos para que los distribuyesen; también partió los dos peces para todos. Y comieron todos hasta que quedaron satisfechos. Y recogieron doce cestas llenas de los trozos que sobraron y de los peces. Los que comieron eran cinco mil hombres” (Marcos 6,34-44).

I. Jesús pasó la mayor parte de su vida aquí en la tierra, en la oscuridad de un pueblo, a 140 kilómetros de Jerusalén. Vivía en una casa modesta con su Madre, María, pues José debió haber fallecido ya en ese tiempo. Dios Hombre trabajaba como los demás hombres del pueblo. Cuando Jesús vuelve más tarde a Nazaret, sus paisanos se extrañan de su sabiduría y de los hechos prodigiosos que de Él se cuentan; le conocen por su oficio y por ser Hijo de María: ¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama María su madre? (Mateo 13, 55). Jesús, en estos años de vida oculta en Nazaret, nos está enseñando el valor de la vida ordinaria como medio de santificación. Nuestros días pueden quedar santificados si se asemejan a los de Jesús en esos años de vida oculta y sencilla: si trabajamos a conciencia y mantenemos la presencia de Dios en la tarea, si vivimos la caridad, si sabemos aceptar las contradicciones, si ayudamos a los demás y los acercamos a Dios.
II. Si contemplamos la vida de Jesús en esos días de vida oculta le veremos trabajar bien, sin chapuzas, llenando las horas de trabajo intenso. Nos imaginamos al Señor dejando ordenados los instrumentos de trabajo, recibiendo afablemente al vecino. Tendría Jesús el prestigio de hacer las cosas bien, todo lo hizo bien (Marcos 7, 37). Jesús amó su humilde labor nuestra y nos enseñó a amar la nuestra. El Señor conoció también el cansancio de la faena diaria, y experimentó la monotonía de los días sin relieve y sin historia aparente. Contemplando al Señor, entendemos que no podemos santificar un trabajo mal hecho. Hemos de aprender a encontrar a Dios en nuestras ocupaciones humanas, a ayudar a nuestros conciudadanos y a contribuir a elevar el nivel de la sociedad entera y de la creación.
III. Con nuestro trabajo habitual tenemos que ganarnos el Cielo, por eso debemos imitar a Jesús. Ahí encontraremos un campo abundante de pequeñas mortificaciones que procuraremos llevar de la mejor manera, y también encontraremos muchas ocasiones de rectificar la intención para que realmente sea una obra ofrecida a Dios y no una ocasión de buscarnos a nosotros mismos. Le pedimos a Jesús que nos abra la puerta del taller de Nazaret con el fin de contemplarlo con su Madre y con San José.

Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.

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