Feria post-Epifanía: 7 de enero
La huída a Egipto, las virtudes de José
“En aquel tiempo, cuando Jesús oyó que Juan estaba preso, se retiró a Galilea. Y dejando la ciudad de Nazaret, fue a morar en Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y de Neftalí. Para que se cumpliese lo que dijo Isaías el profeta: «Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino de la mar, de la otra parte del Jordán, Galilea de los gentiles. Pueblo que estaba sentado en tinieblas, vio una gran luz, y a los que moraban en tierra de sombra de muerte les nació una luz».Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: «Haced penitencia, porque el Reino de los cielos está cerca». Y andaba Jesús rodeando toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos y predicando el Evangelio del Reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia del pueblo. Y corrió su fama por toda Siria, y le trajeron todos los que tenían algún mal, poseídos de varios achaques y dolores, y los endemoniados, y los lunáticos y los paralíticos, y los sanó. Y le fueron siguiendo muchas gentes de Galilea y de Decápolis y de Jerusalén y de Judea, y de la otra ribera del Jordán” (Mateo 4,12-17.23-25).
I. Después de partir de regreso los Magos, un Ángel le comunica a José: Levántate, toma al Niño y a su Madre, huye a Egipto y estate allí hasta que yo te diga, porque Herodes va a buscar al Niño para matarlo (Mateo 2, 13). Era la señal de la Cruz al término de un día repleto de felicidad. Fue un viaje extenuante, a través de regiones desérticas, con el temor de ser alcanzados en la fuga. Dios no quiso ahorrar estas fatigas a los seres que más quería, para que supiéramos que estar cerca de Él no significa ausencia de dolor y dificultades. José no se escandalizó, con prisa siguió el camino que el Ángel le había indicado, cumpliendo en todas las circunstancias la voluntad de Dios. Obedeció sin más, con fortaleza para hacerse cargo de la situación y para poner los medios a su alcance, confiando plenamente en que Dios no le dejaría solo. Así hemos de hacer nosotros en situaciones difíciles, quizá extremas, cuando nos cueste ver la mano providente de Dios Padre en nuestra vida o en la de quienes más amamos.
II. Tras una larga y penosa travesía llegó la Sagrada Familia a su nuevo país. José llevaba con él a lo más importante: a Jesús, a María, y su laboriosidad y empeño para sacarles adelante a costa de todos los sacrificios del mundo. San José es para nosotros ejemplo de muchas virtudes: obediencia inteligente y rápida, de fe, de esperanza, de laboriosidad, de fortaleza. Ante las contrariedades que podamos padecer, si el Señor las permite, hemos de contemplar la figura de San José y encomendarnos a Él como han hecho muchos santos: “Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, ansí de cuerpo como de alma...” (SANTA TERESA, Vida)
III. En Egipto permaneció sin disgustos ni protestas, paciente, realizando su trabajo como si nunca fuera a salir de aquel lugar. ¡Qué importante es saber estar, permanecer donde se debe, ocupado en lo que a cada uno le compete, sin ceder a la tentación de cambiar continuamente de sitio! Hemos de pedir a San José de su fortaleza, no sólo en casos extraordinarios y difíciles, sino también en la vida ordinaria: constancia en el trabajo, sonreír, tener una palabra amable para todos; y para superar obstáculos como la vanidad, la impaciencia, la timidez y los respetos humanos. Aprendamos hoy de San José a sacar adelante, con reciedumbre y fortaleza, todo lo que, de modo ordinario, el Señor nos encomienda, contando con que lo habitual será que encontremos obstáculos, superables siempre con la ayuda de la gracia.
Textos basados en ideas de Hablar con Dios de F. Fernández Carvajal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario